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EN LOS LIMITES DE LA REALIDAD

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miércoles, 22 de febrero de 2012

Dr. JORGE ADOUM (MAGO JEFA) PODERES



Dr. JORGE ADOUM
(MAGO JEFA)
PODERES

El Libro que Diviniza



DIOS-HOMBRE
Soy el hombre, entre Dios y la Natura, como un puente de luz, sobre el abismo. En las profundidades de mi mismo, la alegre claridad de un Sol fulgura.
Detrás del antifaz el alma pura, esfuma con amor el egoísmo. Oculta mi verdad con simbolismo, me siento Creador y creatura.
Yo soy El, El es Yo: lo que está encima a lo que está debajo, igual se rima; de materia y de Dios Yo soy alado.
Dios-Hombre y Hombre-Dios sin divisorio: Arriba Soy Espíritu incorpóreo, abajo Son Soy Espíritu encarnado.
CAPÍTULO I
DIOS-HOMBRE
Dijo Hermes: "Lo que está encima, es igual a lo que está debajo; y lo que está debajo es igual a lo que está encima". Dice la Escritura: "Vosotros sois Dioses".
Y, yo digo: Si crees en Dios, conócelo, y si no crees en El, selo tu.
"¿Quién eres tú? pregunta Moisés a Dios, y Dios, lejos de poder definirse a sí mismo, contesta: "Yo Soy Aquello",
En el idioma árabe, el hombre tampoco puede definirse a sí mismo. Para decir "yo soy" emplea estos dos pronombres: "Yo El o El Yo", lo que significa: "Yo Soy El" o "El es Yo", equivaliendo a decir: "Yo y El somos uno".
Cuando quiso el Poder divino derramar su Amor sobre un ser amado, emanó de su esencia una substancia, ésta se hizo forma, de la forma brotó la vida, la vida engendró sen-sibilidad, la sensibilidad creó al corazón y el corazón formó al hombre; y, allí se detuvo el Poder, porque sintió que el co-razón le envolvía en las llamas del Amor y su lengua dice: "Yo Soy Aquello".
Dios es la circunferencia, el hombre es su eje.
Dios es la vida, el Hombre es el movimiento sin vida, tampoco puede haber una vida sin movimiento.
Dios es el hombre invisible; el Hombre es Dios visible. Dios es Espíritu incorpóreo, el hombre es Espíritu encarnado.
Si el Hombre tuviera principio, Dios debiera tener fin, el hombre no puede tener principio.
Yo no puedo existir sin Dios, tampoco Dios puede existir sin Mí, porque El sin Mí sería incompleto, siendo incompleto es imperfecto y siendo imperfecto, no puede ser Absoluto. Si El es perfecto, Yo debo ser su perfección "En e] principio Yo era el Verbo y el Verbo era en Dios", equivale a decir; "en el principio era Dios y Dios era con el Verbo".
¿Quién Soy Yo? -Yo Soy El.
¿Quién eres Tú? —Yo Soy Aquello.
Yo no puedo definirme. El tampoco puede Hacerlo; en-tonces ambos somos indefinibles y como no pueden existir dos Dioses indefinibles. Yo debo ser Aquello y Aquello debe ser Yo.
Aquello sin mí, no puede manifestarse y Yo sin Aquello no puedo tener el Ser. Aquello es la semilla que encierra en si el árbol y el fruto, Yo Soy el fruto que encierra la semilla y el árbol latentes.
Yo y El somos una Sola Verdad, y nos manifestamos por la apariencia.
Es mi imaginación la que creó todos los mundos visibles que yacían invisibles en la esencia de Dios; Dios es la razón que determina a los mundos por medio de mi imaginación.
Cuando el Ser quiso ver, infundió el deseo a mi imagina-ción y ésta creó los ojos.
No hay más que una sola Ley y hela aquí: Toda forma visible es la expresión (de ex = fuera y presión — presionar) de lo invisible, o en otra forma; Yo soy visible por Aquello invisible que está en Mí.
San Pablo dice: "En El nos movemos, vivimos y tenemos nuestro ser ".¿Y por qué nosotros no podemos decir: En nosotros El se mueve, vive y tiene su ser?
Para llegar a la verdad hay que rasgar la falsa apariencia, para llagar a lo divino es menester acallar a los sentidos men-tirosos,
Para conocer a Dios, hay que conocerse a sí mismo, y para conocerse a sí mismo, hay que apartarse de los sentidos, por-que los sentidos son los instrumentos de la expresión interna, y ¿cuándo un instrumento puede comprender a su inventor?
Mi imaginación es el puente entre Dios y los sentidos: dirigida hacia afuera, crea; guiada hacia adentro, sabe.
Creer que Dios es algo sobrenatural a Mí, es ofender a Dios e ir contra mi naturaleza. ¿Cómo puede ser Dios sobre-natural, siendo El mismo mi naturaleza?
Quién no adora a Dios en sí mismo, no encontrará a otro Dios a quién adorar.
Dios es la Unidad en Mí. Yo Soy El y El es Yo.
Dios es Dualidad en Mí, Espíritu y Materia,
Dios es Trinidad en Mí: el Padre es el Poder en mi ca-beza, el Hijo es el Saber en mi corazón y el Espíritu Santo es el Movimiento en mi sexo.
Yo Soy el Verbo, Cristo crucificado en la materia.
Dios es Espíritu, pero mi imaginación lo hace carne. Dios es Realidad, y mi imaginación lo hace Actualidad.
Dios es el principio divino y mi imaginación es el prin-cipio de la creación.
Dios es la Voluntad y mi imaginación es la Naturaleza creadora.
Dios es la causa, y mi imaginación es la fuerza.
Dios es el Poder, y mi imaginación es la actividad.
Dios es el Sol, y mi imaginación es el calor.
Dios es el Padre, y mi imaginación es la Hija.
Dios es el Hijo, y mi imaginación es la Madre.
Dios es Espíritu Santo y mi imaginación es la Esposa.
Dios es interno e invisible, mi imaginación lo expresa y lo manifiesta.
Dios es substancia (de sub = debajo y estare = estar) y mi imaginación lo individualiza.
Dios no pide adoración, pero exige cooperación. Rezar a Dios es negarlo, obrar con El es conocerlo.
El objeto de la religión no es el rezar sino el obrar para
vencer la ilusión de los sentidos: rezar, significa ser esclavo de sus fuerzas; obrar, equivale a dominarlos.
Si una religión me enseña a amar a Dios, es una religión falsa, porque el amor supone amante y amado, y como Yo Soy El, El es Yo, ¿cómo puedo amarme a mí mismo? Dios, que es el mismo Amor no necesita amarse a sí mismo, pero sí exige docilidad para que su amor sea expresado en la Naturaleza.
Admitir que Dios me creó es afirmar que yo creé a Dios.
Yo Soy El y El es Yo. El es la raíz y Yo Soy el árbol. El es el sol, Yo Soy sus rayos.
LA CLAVE DEL PODER:
En estado de relajación, cerrar los ojos y los oídos, y re-petir conscientemente esta frase: Yo soy El, El es Yo".
Si el pensamiento obedece a la imaginación, no se tarda en llegar al éxtasis que descifra las palabras de San Pablo: "Ni ojo humano vio, ni oído oyó, jamás, lo que Dios preparó a sus elegidos", .. .lo que equivale a:
Sentirse Dios y dominar sobre los espíritus invisibles.
NATURALEZA-MUJER
Dios-Hombre La Unidad da nacimiento a la Natura: cual mujer y esposa, y la atracción unió- Dios a la Diosa y así vibró en la vida el movimiento.
Fue bendito y fecundo el casamiento; la Humanidad-Amor, brotó cual rosa del seno de la vida majestuosa, y se poblaron tierra y firmamento.
Cuando de la Unidad se hizo el Binario, Y Dios en la mujer formó el Santuario; ella manifestó el poder Divino.
Para volver a Dios en clara senda de paz, salvando la febril contienda; es la mujer el único camino.
CAPITULO II
NATURALEZA-MUJER
Dios se casó con la naturaleza y engendró al hombre;
Dios-Naturaleza = Hombre-Mujer.
La Naturaleza es el templo de Dios; la mujer es el sa-grario que santifica al templo,
Quien adora a Dios en la mujer no necesita ir a ningún templo. Para descubrir los misterios de la divinidad, hay que penetrar en el corazón de la mujer; porque cuando Dios ema-nó de sí la Naturaleza, habitó en su corazón.
Quien no ama a la mujer, no sabe amar a Dios. Dios quiere lo que la mujer quiere.
Aquel que no confunde su elemento con el de la mujer no puede engendrar nada bueno, ni para sí, ni para los demás.
El hombre es mente que piensa, la mujer es intuición que inspira; pensar es tener cerebro, intuir es tener corazón; el cerebro obra, el corazón adivina.
El hombre-Dios lanza su rayo cual Júpiter; Minerva mu-jer, derrama la sabiduría; él, la fuerza y el poder, ella, el con-sejo y la previsión; la fuerza vence, la sabiduría convence.
El frunce el ceño y desencadena la tempestad; ella sonríe con bondad, y apacigua la tormenta.
El quiere destruir con venganza, ella perdona con cle-mencia.
El hombre es el fuego divino, la mujer es la que mantiene y mantendrá ese fuego sagrado en él.
Los dioses hablan por la boca de la mujer y despiertan en el duro corazón del hombre los más tiernos sentimientos.
El imperio del hombre es el despotismo, el de la mujer
es la dulzura; el despotismo endurece el corazón, la dulzura lo ablanda.
El ordena, ella suplica; él es el tirano, ella es el freno que modera sus impulsos.
El error del hombre es enmendado por el llanto de la mujer.
No hay furor que pueda rebelarse ante una lágrima de-rramada por una mujer amada.
Las gotas de rocío vivifican los pétalos de la marchita rosa y las lágrimas de la mujer resucitan las cualidades muer-tas en el corazón del hombre.
Sonríe el sol y disipa las penas de las entrañas del amante.
Si eres hombre, debes divinizarte por la mujer; sí eres Dios debes humanizarte por ella. Ella es el camino en la ida y en la vuelta.
El hombre se diviniza en la mujer, ella manifiesta la divinidad de él.
En las tribulaciones, el hombre se inclina a tomar por confidente a una mujer, y ésta, con su poder espiritual será el mejor consejero y enfermero; sus palabras son fuente de alivio, sus manos, manantial de salud, y de su encantadora sonrisa emana el valor.
La influencia mental de la mujer es invisible pero nece-saria para la conservación de la vida del hombre, como el ele-mento femenino en el reino vegetal, para asegurar la produc-tibilidad de las plantas.
El hombre es el Rey de la Creación, la mujer es el más sublime de los ideales. -
E! hombre como cerebro, cual dínamo, fabrica fuerza, la mujer como corazón produce Amor; la fuerza mata, el Amor resucita.
La palabra descendida del cerebro, hiere; la palabra as-cendida del corazón, cura.
El corazón de la mujer es el pozo de la sabiduría, el genio es aquél que bebió de sus aguas.
El cerebro del hombre puede fabricar al genio, pero éste no puede volar sin las alas del ángel-mujer.
La fuerza física del hombre, oculta su debilidad interna, la debilidad física de la mujer vela su fuerza ingente, íntima.
Toda duda, toda pena, huye ante la presencia de la mujer amada.
¿Estás afligido? —Acude a la mujer, es el consuelo de los afligidos.
¿Estas enfermo? —La mujer es la salud de los enfermos.
¿Eres pecador? —La mujer es el refugio de los pecadores.
¿Eres impuro? —Lávate en las lágrimas de la mujer y serás limpio.
La mujer es el divino arte que no imita, sino explica la divinidad con símbolos.
La mujer es la más alta belleza de Dios; el amor la mani-fiesta, el deseo la mata.
La mujer es el pensamiento más hermoso del Absoluto, que debe ser captada por la inteligencia, y no vista por los ojos.
La mujer es la ley de la belleza y la ley debe ser obede-cida y no infringida.
La mujer es la religión de la Naturaleza cuya moral debe ser sentida y no balbuceada con palabras.
Dios es una palabra misteriosa y la mujer es su signi-ficado.
Para conocer a Dios hay que conocerse a sí mismo, para estudiar su Naturaleza, hay que estudiar a la mujer.
Lo absoluto no pudo manifestarse si no es por la Natura-leza; el hombre no puede tener manifestación sino en la mujer.
El hombre necesita de la mujer para su libertad. La mu-jer es el punto de apoyo sobre el cual el hombre puede le-vantar al mundo.
El hombre en Dios es la justicia, la mujer en El, es la misericordia.
La mujer es el árbol de la ciencia del bien y del mal, cuyos frutos causan la muerte para el libertino, y la vida para el parco prudente.
Nadie se atreve a divulgar este secreto, porque de él emana la muerte; pero muchas veces la ignorancia es peor que la muerte.
Puede ser que el saber produzca la locura, pero la locura en la Sabiduría, es el genio.
Hay. color y hay sonido, y el amor es el secreto que com-bina a los dos. Quien no sabe combinarlos vive muerto y quien los combina ignorantemente causa el estallido de su retorta.
LA CLAVE DEL PODER:
La mujer es el árbol de la ciencia del mal y del bien, cuyos frutos encierran la muerte y la vida. Hasta hoy. el hom-bre no ha probado sino los frutos mortíferos y vive muerto; de hoy en adelante debe probar los frutos de la Sabiduría para resucitar en el reino del Amor.
Hay que buscar a la esposa espiritual; bienaventurado quien la encuentra en la esposa propia; si no, hay que buscar el ideal en otra mujer y unirse a ella espiritualmente.
¡Cuidado necio! La unión espiritual no comprende unión sexual, que es ceguera y muerte.
Hay que amarla sin deseo y adorarla sin profanación.
¿Hay excitación? ...mucho mejor, manejada según cla-ves posteriores creará: Felicidad, sabiduría, abundancia, valor y dominio sobre las penas.
HUMANIDAD-AMOR
La vida es el amor, amor es vida Es elixir vital y es un veneno; es sendero de flores, es de cieno, es cíelo y es infierno cuando anida.
Amor es vicio y es virtud querida; es dicha en el dolor y es goce ameno, es un rayo de luz, él es un trueno; y es bálsamo eficaz del alma herida.
El amor es saber, es ignorancia Luzbel de Juventud, ángel de infancia Impotencia y poder débil y fuerte.
E! fuego del amor sagrado y puro, ablanda al corazón perverso y duro Donde existe el amor no entra la muerte.
CAPITULO III
HUMANIDAD-AMOR
La plenitud ama al vacío; Dios ama a la naturaleza; el
Poder ama a la Sensibilidad.
En el Principio el Poder se casó con la Sensibilidad, y engendraron las formas.
En donde hay Poder, hay Sensibilidad, en donde hay Dios, hay materia y en donde hay Padre hay Madre.
El Poder Uno se desdobló en Sensibilidad; sin embargo los Dos siguen unidos por la generación; Lazo del Amor.
El Poder Uno se convierte en Diversidad; la Sensibilidad Una se convierte en variedad, con todo, el Poder sigue siendo el corazón de la Sensibilidad, y la Sensibilidad sigue siendo la periferia del Poder.
Con la diversidad del Poder se convirtió en muchos po-deres; con la variedad la Sensibilidad se transformó en muchas Sensibilidades.
Todo Poder separado de la Sensibilidad es la nada.
Toda Sensibilidad separada del Poder es la muerte.
El Poder unido a la Sensibilidad es la existencia.
La Sensibilidad unida, al Poder es la conciencia.
En la separación está la debilidad y en la unión la fuerza.
Ningún Poder existe sin Sensibilidad; ninguna Sensibilidad existe sin Poder.
¿Qué hay en este infinito espacio? —Materia sensible. ¿Qué hay tras de ésta? —Un Poder. ¿De dónde emana este Poder? —De un corazón. Todo corazón es el depósito de la fuerza ingente que mantiene a su propio sistema.
Pero ¿Qué es el corazón? —Es el centro en donde se unen el Poder y la Sensibilidad.
¿Qué es Poder? —Es el amor que vibra en toda forma.
¿Qué es Sensibilidad? —Es el amor del Poder.
Pero ¿Qué es amor?
!Es el misterio de los misterios! !Es la fuerza de las fuer-zas! ;Es la Sensibilidad de las Sensibilidades! !Es DIOS!
En el amor no cabe preferencia y sin la preferencia no hay elección; pero en la Sensibilidad hay fuerza y en la fuerza hay libertad.
El amor y la Fuerza de las fuerzas son un solo misterio.
Un corazón que ama, irradia y sus irradiaciones iluminan.
La vida sin amor es un árbol sin flores y sin frutos.
No hay amor sin belleza, ni belleza sin amor. El amor sin belleza es el deseo; la belleza sin amor es la inercia; Vida, belleza y amor son las tres personas del Dios-hombre.
El amor es sacrificio; amor sin sacrificio es egoísmo.
Dios ama sin deseo, el hombre desea sin amor; ésta es la única diferencia entre los dos,
Dios por el amor se hizo hombre, el hombre por el amor se hace Dios.
El amor tiene tres faces: recibir sin dar; dar y recibir y dar sin recibir.
El primero se titula pasión y es sexual, el segundo deseo y es humano y el tercero amor y es Divino.
El amor sexual desenfrenado, embrutece a lo humano y apaga la luz divina en el cerebro; el amor sexual bien dirigido, diviniza al hombre y manifiesta su Divinidad.
Aquél que ama en espíritu su ojo puede contemplar de-tenidamente al Sol.
El amor sexual, busca la satisfacción; el amor humano es comercial: recibe para dar.
El amor Divino da siempre y le profana la recompensa.
El amor es la sed de dar; él es la plenitud que se dilata en el vacío.
Vivir amando es vivir evolucionando.
Quien irradia amor, amor atrae; quien irradia deseos, tribulaciones cosecha.
El amor es la llave de todos los misterios y la clave de todos los arcanos.
El hombre es el centro de amor equilibrante entre Dios y la Naturaleza.
El amor es la inmortalidad entre la vida y la muerte.
Quien desobedece al amor desobedece a Dios.
El amor abriga al alma con los rayos de los ojos y ofrece la copa de la verdad con la palabra de los labios.
El corazón triunfa por el amor y el ritmo baila con el amor.
La felicidad es la sombra del amor que desciende con los rayos del sol y entra a los pulmones con el canto de la brisa y transporta al hombre sobre las alas luminosas de la dicha.
El amor es el poder entre la voluntad y el deseo.
El verdadero amor es la voluptuosidad del Espíritu; el deseo es la voluptuosidad de los sentidos; quien ama obedece a la Ley, quien desea obedece al sentido.
El amor debe ser absoluto para tener existencia; y el amor absoluto es la misma eternidad sentida por el hombre.
El verdadero amor debe abarcar al infinito.
La mayor de las desgracias es el no poder amar sin deseo, y quien no puede amar vive deseando, y su propio deseo es el mismo infierno.
En la aridez del despecho, puede vivir, solamente, la raíz de la pasión,
Ni el mismo Dios puede aumentar algo a la felicidad del amante; porque el amor es el centro de la dicha y la circun-ferencia de la plenitud.
El amor enciende el valor, la pasión lo apaga; el amor resucita, la pasión mata; el amor enaltece, el deseo envilece; el amor es belleza, la pasión es fealdad. El uno es luz, la otra es humo.
E1 hombre o la mujer que se alimentan con los deseos, apagan la sagrada llama del amor.
Todo matrimonio convencional es un adulterio legalizado.
No hay amor sin dolor, ni dolor sin amor.
El amor es la hoz que poda sin compasión los sarmientos secos de los deseos, para cuidar de la vida del árbol.
El amor derrama la sangre del corazón para lavar con ella las manchas adheridas a la carne.
La llama del amor pide siempre holocaustos, y su único alimento es el corazón.
LA CLAVE DEL PODER:
¿Cómo se puede amar sin desear?
Una pregunta de fácil contestación y de difícil aplicación. Pero este libro está escrito para los valientes y el valiente todo lo puede.
Todo deseo tiene que ser trasmutado en amor.
¿Una mujer hermosa me cautiva con su belleza y me exita? La imagino que es mi madre, mí hermana o mi hija. ¿Y? Y nada más. Mi deseo se convierte en amor.
¿Una piedra preciosa en el dedo de mi prójimo, me fas-cina? Está en la mano de mi hija.
Con el amor, sin deseo el hombre reina en el cielo y do-mina sobre el infierno.
EL REY DE LA CREACIÓN
La garras del temor en el humano, tapizan con espinas su camino y miedo siente a Dios y a lo divino, su gigante poder truécase enano.
La voluntad del hombre es el Arcano de Jasón, al buscar el Vellocino de oro, con su valor vence el destino, sin manchar la conciencia ni la mano.
Cuando con su valor los ojos sella
y en nuestro corazón brilla su estrella,
huye el temor ante su luz divina.
No es héroe quien conquista las naciones. Es héroe quien domina las pasiones; sobre cuerpos y espíritus domina.
CAPITULO IV
EL REY DE LA CREACIÓN
Todo lo que genera el Espíritu, sale por los sentidos; toda creación de los sentidos es el reflejo de la voluntad creadora.
La trinidad del hombre es resumida por la voluntad y se revela por la obra, la buena obra confiere poder y el poder gobierna.
El Espíritu es la luz interna que difunde sus rayos al exterior por medio de los sentidos, si los sentidos-envolturas son densos y groseros, la luz interna no puede llegar con ni-tidez al mundo, aunque en el interior continuará brillando.
Hay poder y hay realización en el hombre; todo lo que el hombre cree, puede realizarlo por medio de la voluntad.
El sentido es el instrumento de la voluntad; sin ella no tendría razón de ser.
La materia se espiritualiza, el Espíritu se materializa para y por nuestros sentidos y esta espiritualización y esta mate-rialización son realizados por nuestra voluntad: los efectos son el placer y el dolor sentidos por nuestra alma.
Pero también, por la voluntad se torna el sentido insensi-ble al placer y al dolor, y vive por encima de ambos.
La voluntad es la trilladora que desgrana la espiga del sentido hasta mostrar la desnudez del grano.
La voluntad es la criba que separa el placer del dolor.
La voluntad tritura al sentido, lo muele, lo tamiza, lo amasa con las lágrimas, lo somete al fuego sagrado del corazón para después ofrecerlo como pan a los ángeles.
¿Qué es la voluntad? —Es el Espíritu que aletea sobre las aguas del Génesis. Es la fuerza que domina al mundo.
La flor es el himno de la voluntad del árbol.
El hijo es el fruto de la voluntad paterna.
La voluntad es el "Fiat Lux" de la Divinidad.
Hay una ley: El hombre obtiene espiritualmente, en razón inversa o lo contrarío de lo que quiso injustamente por me-dio de los sentidos.
El corazón ansia muchas cosas. Las pasiones empañan la poderosa luz del Espíritu; la férrea garra del deseo, sujeta tenazmente al Poder.
El deseo va socavando a la voluntad día tras día hasta llegar a la razón y entonces obliga al cerebro a cumplir su propósito.
El cerebro, bajo la presión del deseo, construye ídolos de barro para después adorarlos.
El anhelo de lo Eterno enciende la llama de la voluntad para fundir el hierro que encadena al cerebro, y librar al ver-dadero Ser de sus trabas.
El hombre es hombre por virtud de su voluntad y no por virtud de su inteligencia.
Según el desarrollo de la voluntad el hombre ve las cosas.
Conócete a tí mismo, significa: Desarrolla tu voluntad.
La voluntad del hombre es, en esencia, igual a la voluntad de Dios, y dispone de su omnipotencia; puede como El crear, porque lo que es de Dios es Dios, y todo lo que valga la pena de crear, debe ser bueno.
Todo lo que interesa a los sentidos causa repulsión y dolor; pero el dolor que tortura el alma afirma la voluntad y la voluntad aspira a la extinción del dolor.
La voluntad debe subyugar la vida para vencer la muerte sabiendo que no hay nacimiento ni muerte y que sólo se vive en el Eterno.
Las corrientes del Poder, buscan las profundidades de la humildad. El desprecio trepa sobre el árbol del orgullo. La alabanza es la fragancia de la modestia; el libertinaje es la putrefacción del Placer.
La voluntad es el polo positivo en el hombre, el deseo es el polo negativo.
La Voluntad Creadora no es la Voluntad de vivir, ni un vehículo o instrumento del Absoluto, sino que es la emana-ción de la mente del Absoluto Interno e invisible.
Todo poder es inherente a la voluntad, y toda debilidad es adyacente al deseo.
Omar Khayyam dice en su canto: "Envié mi alma a la región de lo invisible con un mensaje y volvió con la respuesta diciendo: Yo Soy mi propio cielo y mi propio infierno".
La voluntad es la segunda concepción de la Sabiduría, siempre bienhechora, porque es fuerte; enseña la Kábala.
La esencia de la sabiduría es la voluntad creadora.
La voluntad es el poder plasmante de la plenitud.
Las tres Personas en Dios se resumen en la Unidad; las tres personas en el hombre se unen en la Voluntad.
La Voluntad es el Poder Mágico que se revela en los cuatro elementos del hombre, según la ciencia profana, y en los cuatro cuerpos según la ciencia mística espiritual.
Armado el hombre de este Poder es dueño del mundo, y el mundo le adorará como a Dios.
El mundo de las tres dimensiones es dominado por la cuarta dimensión ignorada e invencible, que es la Voluntad.
La Voluntad del hombre es el Poder Absoluto que Crea continuamente y transforma constantemente.
La Voluntad es la única posibilidad inagotable en cuyo seno yace el origen de todos los seres.
Es la llama de la vida, que una vez encendida, enciende todo cuanto cae dentro de su circunferencia.
Así como la vida es la chispa del Espíritu, así la voluntad es la llama de la vida.
Desde que hubo la chispa del Espíritu, existía la llama activa en las cosas, y toda acción de la voluntad se ha de efectuar en las cosas y por medio de las cosas.
La voluntad es el germen en la semilla, el vigor en el árbol, el aroma en la flor, el sabor en el fruto y el todo en el hombre.
LA CLAVE DEL PODER:
Tener voluntad es dominar los cuatro cuerpos o ele-mentos.
Se domina el elemento fuego o cuerpo vital, sobreponién-dose a los hábitos, inclinaciones y temperamento: ésto es prac-ticar la religión del Espíritu Santo, sin blasfemar contra El.
Se domina el elemento agua o cuerpo de deseos, con el es-tudio y la práctica: es profesar la religión del Hijo.
Se domina el elemento aire o cuerpo mental por la respi-ración y la concentración: es practicar la religión del Padre.
El cuerpo físico o el elemento tierra, es dominado por el alimento puro y el ayuno para manifestar la voluntad de la Trinidad.
El fin de esta clave es tener la salud y la vida y tener dominio sobre la salud y vida de los demás. Practicar esta clave es comprender el misterio de la cruz.
LA RELIGIÓN
Es una e indivisa la existencia, y todo el Cosmos con amor palpita. Está en el corazón, por Dios escrita, La Religión con la divina esencia.
Mas, las confusas mentes con su ciencia,
ofuscan nuestra fe que nos incita
a descifrar a Dios y lo limita
en religión y en libros de creencia.
El corazón es el altar latente
do el Padre Oculto es visto frente a frente,
emanando bondad, fluyendo amor.
Es Religión del ruiseñor el canto, de la flor, la fragancia y el encanto, Del hombre es abarcar al Creador.
CAPITULO V
LA RELIGIÓN
Imaginar es ver, hablar es crear; la Religión debe ser ima-ginación, la oración debe ser creación.
Religión de (re-Iigare) es volver a unirse a Dios; a reanu-dar lo que fue separado, por medio de la imaginación asimila-dora de las imágenes que refleja el espíritu en el hombre.
La luz de la verdad al iluminar la imaginación, se con-vierte en verdadera Religión; pero al querer atravesar los sen-tidos se refracta en ellos como en agua estancada llena de musgo y escoria.
El error de la humanidad es el crear, por medio de los sentidos, una religión para los sentidos.
Toda imaginación puede formar su propia Religión y ser ella la sacerdotisa inmaculada del Espíritu, con tal que no eche sus perlas a los puercos, ni lo divino a los sentidos.
Tener Religión es tener una obsesión; sentir una Religión es sentir a Dios en sí.
La Religión es la desnudez de la verdad y aquél que la viste con, ceremonias, por no herir su moral, se convierte en topo que no puede contemplar la desnudez del sol.
La Belleza es la Religión del sabio, y el dentista que dicta leyes para la belleza, pretende cambiar el curso de las es-trellas.
El canto del ruiseñor constituye la expresión de la Reli-gión interna; el aroma de la flor es su religión íntima.
La obra del hombre es su Religión; quien pretende adorar lejos de su obra, es intentar construir su casa sin material ni herramienta.
Vivir la vida es la Religión de la verdad.
Dios no es un ser que duerme día y noche en un templo,
y espera que alguien o muchos vayan a despertarle de su sueño.
La Religión es la necesidad de obrar, la necesidad de comer, la necesidad de jugar, la necesidad de descansar y la necesidad de dormir.
Nuestra madre naturaleza es la mejor obra de la mejor Religión.
El arado del labrador es la oración más digna de la Reli-gión natural.
El hambre, la sed, el llanto, la risa, la enfermedad, la salud, la felicidad, la desgracia, el trabajo, el descanso, la libertad, la esclavitud, todos son plegarias del Uno al Todo.
La plegaria es la expansión del Corazón para envolver al Ser.
Dios tiene un solo idioma que es el Amor. No puede entender otras palabras huecas y vacías que no sean del Amor.
Dios no puede escuchar sino por el oído del Amor. ¿Qué significan entonces los ruidos y las peticiones personales?
La Religión no es el fruto de los deseos, sino el deseo de la fructificación.
Balbucear muchas oraciones es ser esclavo, pero de nadie.
Quien implora por medio del verbo nada recibirá; porque la finalidad del verbo no es el implorar con humillación, sino el mandar con Poder.
Quien implora para sí mismo, nada obtendrá; pero quien pide, todo le será dado.
En verdad, en verdad os digo: quién no adora al Ser dentro del propio corazón, no encuentra a su Dios en ningún-templo.
"En verdad, en verdad os digo: Llegarán tiempos en que no se adorará ai Padre ni en esta montaña, ni en el templo de Jerusalem, sino en Espíritu y en Verdad".
La lengua debe ser el arpa del Espíritu, en el cual entone su melodía ia Religión; mas no debe ser la Religión arpa de la lengua de donde brota la confusión babilónica.
En toda religión hay buenos y malos porque la misma.
Religión es buena y mala; mas, la Religión de la verdad que es la misma Ley, no tiene ni buenos ni malos, sino verdaderos sacerdotes y sacerdotisas de la Belleza y del Amor.
La Religión de la verdad está en toda la Naturaleza; en la pradera, en el desierto, en el mar, en las montañas y bos-ques; habla al viento y las tempestades la obedecen.
Hay seres que creyéndose religiosos, adoran al demonio, y enseñan que es el verdadero Dios.
Toda Religión que premia con cielos y castiga con infier-nos es falsa, conduce a la adoración de la nada; aunque hasta hoy ha sido necesaria.
La humanidad necesita una Religión. El sabio crea su propia Religión.
Muy gloriosa es la Religión de la naturaleza externa, pero mucho más lo es la interna,
La única Religión del hombre debe ser el Amor. Toda Religión que disputa no es Religión de Amor y por consi-guiente, errónea.
Todas las aves del bosque cantan y cada canto, aunque distinto, es tan hermoso como el otro; así debe ser la Religión del corazón: cada ser, sin disputa, ni riña, entone el mejor himno interno al Amor que une.
La Religión es el aliento animador del Ser en el Ser.
La Religión es la autoridad del amor en el corazón; es la atracción natural de la vida universal.
La Religión es la belleza de la inteligencia y la inteli-gencia de la belleza.
Toda Religión debe ser bella, no siendo bella no puede ser amorosa, no siendo amorosa no puede ser verdadera.
El Amor es Religión y la Religión es Amor. La Religión es la fuente inagotable de la belleza y la be-lleza es la Religión más digna de los dioses. La Religión es una, como Dios es uno. Tener varias religiones es tener varios dioses en contienda. Si yo fuera dueño y señor del mundo, quemaría todos los
libros religiosos, y en lugar de ellos escribiría una sola frase: Amar y obrar.
LA CLAVE DEL PODER:
La mejor práctica de la Religión es: En estado de relaja-ción y de quietud, dedicar toda la atención al propio corazón, al altar y santuario de la Divinidad.
Dios está en el corazón, no necesita ruego de nadie asi como el sol no necesita ser implorado para que ilumine. El sol alumbra porque es su ley; Dios derrama toda la bondad, porque es la de su Ser. La única Religión del hombre debe ser ésta: Unir la voluntad y los pensamientos a la Divinidad interna y quedarse quieto. No hay que pedir nada. Ella sabe mejor las necesidades del hombre.
Practicando esto, el hombre será invulnerable e invenci-ble en todos los momentos de la vida; ni pobreza ni infortunio podran atormentarlo.
EL BIEN Y EL MAL
Contemplando el abismo de mi pecho, vi al bien y al mal en hórrida contienda. Son enemigos en la misma senda, uncidos por el yugo del derecho.
El bien y el mal son amos del provecho, y dueños de sus historia y su leyenda. El provecho es caballo cuya rienda va en manos de los dos, de trecho a trecho.
"No hay ningún mal que por un bien no venga". "No hay ningún bien que ningún mal no tenga", y es entre ambos el Ser crucificado.
El bien del hombre de su mal no dista. El bien es el placer del egoísta. El mal es el amor del torturado.
CAPITULO VI
EL BIEN Y EL MAL
No hay ni bien ni mal. Solamente hay Ley, pero dentro de la Ley se distinguen el bien y el mal.
El mal es tan necesario para la ley como el bien. ¿Qué realidad no tiene sombra?
El Bien es la armonía del ser consigo y con sus anhelos; el mal es el desorden.
El dolor no es un mal, sino un remedio, algo repugnante, que cura el mal y restastablece la armonía.
Toda consecuencia natural e inevitable es un bien disfra-zado con el ropaje del mal.
Dios en sí, no es ni bien ni mal, es la Ley infinita; sólo los hombres le aplican el bien y e1 mal; el cobarde inventa al Dios cobarde y tirano; el débil forja a un Dios fuerte y vengativo y así cada defecto en el hombre, es origen de un nuevo Dios y un nuevo santo. Pero hay todavía otro Dios más cobarde y más absurdo: es el Dios imaginado por las re-ligiones; sus fieles le enseñaron a ser malo y bueno a voluntad; aspectos imposibles de hallarlos sino en los dioses inventados.
Aquél cuyo espíritu está libre de la ilusión del bien y del mal, permanecerá en pie en la batalla de la vida.
Quien ama la Ley sin temor al castigo, ni ambición a la recompensa, no morirá jamás, porque ha bebido el agua de la inmortalidad.
Todos los hombres viven encerrados en la ignorancia, co-mo en un huevo; practican el bien para ser recompensados y temen al mal por su castigo.
El esclavo de la recompensa es tan esclavo como el que teme el castigo del mal.
El mal es, en verdad, el combustible que aviva la llama del bien.
El dolor del mal espolea al hombre sin compasión, pero le mueve a vencer el error y seguir adelante.
El mal es, en la mayoría de las veces, un bien disfrazado y muchas veces el bien busca su alimento hasta en los cora-zones más putrefactos.
El bien y el mal son el anverso y el reverso de la misma moneda.
El hombre es bueno por naturaleza y se hizo malo por-que le privaron de sus necesidades.
Dios es la ley, pero en ésta ley se halla el bien y el mal, porque siendo El la Causa Suprema debe ser así y si en Dios no se sintetizan igualmente el bien y el mal, dejaría de ser Universal.
El hombre en sí no puede ejercer el mal o el bien, sino que el espíritu interno obra bien o mal mediante el organismo del hombre o sus sentidos.
El sol encierra en sí el mal y el bien: su calor vivifica y mata; sus rayos descuajan las nieves y queman al mismo tiempo. ,,
El bien y el mal se hallan en Dios y es el hombre quien debe escoger entre lino y otro.
Pero ¿qué es el bien y qué es el mal? ¿Existen esas dos faces de la ley, en Dios?
Según el intelecto, el bien es lo que halaga y el mal es lo que repugna; pero, para el Espíritu que carece de intelecto, porque no lo necesita, no hay ni bien ni mal y solamente hay ley, que está por encima de los dos.
Usar la ley es un bien, abusar de ella es un mal.
El Espíritu subyace en el intelecto, lo genera en el pen-samiento y la razón le divide en mal y en bien, pero el Espí-ritu no es el intelecto ni la razón y en consecuencia no es el bien ni el mal porque estas son invenciones del intelecto.
Amar a Dios es el supremo ideal de la vida, dice el reli-gioso, y es el supremo bien al mismo tiempo; pero nadie hasta ahora sabe amar a Dios.
Adaptarse a la ley es un bien, infringirla es herirse a si mismo.
El árbol de la ciencia, tiene en sus frutos el bien y el mal juntos.
Quien vive deseando el fruto del bien, se vive alimentando del fruto del mal.
Todo bien es relativo y siendo relativo debe tener algo de mal.
La mente humana es la que forma su paraíso o su infierno a su manera, mientras que ambos estados no existen en. realidad.
A pesar de que el bien y el mal son inseparables, viven siempre en conflicto en la mente del hombre.
Nadie puede conooer al bien sino por medio del mal.
El mal es una imperfección individual, el bien es la ar-monía universal.
Mientras el hombre tiene miedo al mal no puede amar al bien.
Sin la sombra no se manifiesta la luz. Sin la mentira no se manifiesta la verdad.
El bien y el mal son las dos fuerzas que mantienen en equilibrio al universo: Una atrae y otra repele.
Mientras el corazón siente odio al demonio, no puede sen-tir amor a Dios; porque en un corazón no caben odio y amor a la vez.
La gran obra del hombre es ver el bien en el mismo mal para la comprensión de la Ley.
Mata el miedo al rnal, mata el deseo al bien y será la Ley. Quien gobierna su vida según la Ley no necesita saber del bien y del mal.
Todo mal conduce forzosamente al bien.
La experiencia repleta de mal y de bien es verdaderamen-te un sueño que parece real mientras dura; pero como sueño se desvanece al despertar.
El único mal, es el miedo al mal; quien elimina el pensa-miento del mal, todas sus obras son buenas.
El deseo es el ángel de la Divinidad que siembra en la voluntad, el árbol del bien y del mal.
Gustar el dolor del mal es saborear la dulzura del bien, saciarse de la dulzura del bien personal es padecer el mal.
Asimilando el fruto del mal, viviendo sus amarguras se descubre el germen del bien.
Descubrir el germen del bien, es llegar al conocimiento de que no hay mal ni bien sino diferencia de condiciones.
El bien y el mal son fabricación de la mente.
El mal es la ignorancia del bien; la Ley es el conocimien-to de ambos.
No hay perfección mientras exista el miedo al mal; no hay liberación mientras persiste el deseo al fruto del bien.
LA CLAVE DEL PODER:
Hay que encadenar la Belleza al Amor.
Procurar siempre ver, oír, oler, saborear y palpar todo lo hermoso, lo bello, lo selecto, lo exquisito y lo agradable. En resumen, que la belleza sea la única guía.
Después procurar sentir compasión, pensar en caridad y hablar con amor a todos los seres y cosas.
Afirmando en este trabajo el hombre llega a saber la ra-zón del pasado, del presente y del porvenir de las cosas y seres y se convierte en Ley.
TRIUNFO O LIBERACIÓN
Con la espada flamígera y sagrada en la espina dorsal, el hombre ingente: "Se ha hecho uno de Nos", Omnipotente, dijo el Señor al Ángel de la espada.
La serpiente en el sacro está enroscada y el Querube a la entrada de la mente, impide la invasión de la serpiente al paraíso, su anterior morada.
Del corazón los vicios son hermanos, invaden el umbral de los arcanos con sofocantes humos del anhelo.
No es el triunfo matar cual asesino... El triunfo es retornar a ser divino venciendo al mundo sin ansiar el cielo.
CAPÍTULO VII
TRIUNFO O LIBERACIÓN
La vida del hombre en la tierra es una embriaguez con-tinua. Pocos son los que despiertan de ella antes de la muerte.
Solo los genios se desprenden de la borrachera de la vida, por cortos momentos, y su imaginación se libra de las redes de los principios y de los fines; de las causas y de los efectos; del bien y del mal.
Vive el hombre o empalagado con la miel de sus días, o amargado con la hiél de sus noches.
Vive la mente arrastrada de una idea a otra, del placer al dolor, de la saciedad al hambre, de una elevación a una caída, de una pena a otro pesar y de un triunfo a un fracaso.
Viven los sentidos de una borrachera a otra borrachera, apurando las copas de sus años y pretenden extractar solamen-te, la miel para saborearla y dejar la hiél ¿pero a quién la dejan?
El corazón yace en el borrascoso mar de las visiones, pre-tendiendo robar a los dioses los secretos del porvenir y borrar del pasado lo doloroso.
Su fantasía es siempre una tierra virgen; cada vez que recibe las primeras lluvias, de los deseos brota todo lo dor-mido en las entrañas, pero apenas ve el sol de la verdad, queda reducido a cenizas.
Ama y su amor vive entre Ias tempestades de la carne y de la sangre. Desea, pero su deseo está amasado con el honor cobarde.
Desea la liberación, pero su mente al trepar sobre las cuerdas de la luz solar, ve que el fin de cada acto es el prin-cipio de otro; y el principio de una cosa es el fin de otra; nada tiene principio, nada tiene fin. No hay principo, no hay fin para el hombre que equilibra entre los días y las noches.
Pero ¿qué es el día y qué es la noche?
E1 día es un músico y la noche es su guitarra cuyas cuer-das son las estrellas que entonan el canto de la vida y de la muerte,
Pero ¿hasta cuando?
Hasta la liberación, hasta el triunfo. ¿Liberación de qué? ¿Triunfo de qué?
Liberación de sí mismo y triunfo sobre sí mismo.
La liberación de este mundo y del otro y el triunfo sobre los dos.
La liberación del sentir en el mundo de las sensaciones y el triunfo en el mundo sin sentidos.
La liberación de la vida y el triunfo sobre la muerte.
La liberación del pensar y el triunfo sobre el sentir.
La liberación del Tiempo es el triunfo sobre la eternidad.
La liberación de las medidas es el triunfo sobre la inmen-sidad.
Librarse de la inocencia y triunfar por el saber.
Librarse del placer para triunfar sobre el dolor.
Librarse del lecho matrimonial para triunfar sobre la cruz del matrimonio.
Librarse de la religión, para triunfar en la unión.
Mata el deseo de vivir y triunfarás en la vida; mata el temor de morir y te librarás de la muerte.
No hay liberación sin triunfo, ni triunfo sin liberación.
El triunfo del deseo, es la derrota de la liberación y la derrota en el amor es el camino a la libertad,
E! deseo en e1 corazón huye goteando por los ojos; el co-razón vacío de deseos es el trono de la liberación colocado sobre las gradas del triunfo.
No hay liberación sin dolor; no hay triunfo sin muerte.
Todo ser sufre para liberarse: la rosa sufre para convertirse en piedras de construcción, el árbol sufre para dar fruto.
La liberación es la voluntad realizadora que versifica la prosa de la vida, y compone de los significados de los años, la sinfonía tocada por los días y cantada por las noches.
La circunferencia de la vida no termina en una sola edad.
Quien busca la perfección tiene que liquidar las cuentas de !a vida.
¿Qué es liberación? ¿Qué es triunfo?
Liberación es ver con los ojos sin darse cuenta de que se tiene ojos. Liberación es oír sin parar mientes en que se tiene oídos.
Liberación es no pensar ni en la vida ni en la muerte; triunfo es no desear ni la tierra ni los cielos.
Liberación es soportar el fuego del crisol de la vida y el triunfo es ser derretido con la misma escoria para poder sepa-rarse de ella después.
Liberación es romper los siete sellos de la vida; triunfo es bañarse con la sangre del propio corazón.
. Llegar a la liberación es llegar a la neutralidad de los
contrarios; a la vida universal que se alimenta a sí de sí mis-ma y alimenta a los demás sin distinguir entre el hombre y el animal, como el árbol que no le importa que sus frutos sean comidos por un hombre o por un lobo.
La liberación es la intuición del sabio cuando se olvida de su saber.
La puerta del mundo edénico está custodiada por el Que-rube que tiene en la mano la espada flameante. Con este Que-rube y en esta espada, se hallan el misterio de la liberación y el poder del triunfo.
Hay que luchar, como Jacob, con el ángel hasta vencerlo y después apoderarse de la espada flamígera.
Antes de vencer al ángel no hay liberación; antes de ob-tener la espada no hay triunfo.
Todo pensamiento debe manifestarse en obra y toda opo-sición debe ser afrontada por la fuerza.
La liberación es no desear nada porque todo se tiene, es no huir del dolor porque es el camino de la salvación, no juz-gar a nadie porque al hacerlo se juzga a sí mismo, no pedir gloria porque todo es vanidad.
La liberación es la sed por la muerte saciada por el amor a la vida.
La liberación es una abertura que se produce en el alma, por donde atraviesan los rayos del alma Universal que disipan las tinieblas de la personalidad y el hombre será universal, infinito. En su seno habitan la muerte y la vida y en su con-ciencia, la eternidad.
LA CLAVE DEL PODER:
Con la espada flameante en la espina dorsal hay que rom-per los siete sellos del libro apocalíptico y degollar con ella los seres más queridos del corazón:
Al orgullo por la fe, a la avaricia por la esperanza, a la lujuria por la caridad, a la cólera por la fuerza, a la pereza por la prudencia, a la glotonería por la templanza y a la envidia por la justicia.
Es el único camino a la liberación y el único poder que resucita a los muertos y alarga a voluntad, los años de la pro-pia existencia.
Es éste el elixir de la larga vida buscado y bebido por los alquimistas y herméticos.
El hombre con el desarrollo de esta clave, es capaz de resucitar a los muertos y poseer la llave de la inmortalidad.
LA JUSTICIA
En la balanza infiel del inhumano, los cráneos son las pesas del perverso. En el platillo del derecho, inverso al deber, es la espada del tirano.
Solo el libre es el justo soberano, que administra el poder del Universo. De la Natura Madre será el verso, de la Divinidad será la mano,
Y para redimir de la injusticia
al mundo, con la cruz de la justicia,
el justo debe ser crucificado.
Saber querer al bien, amar lo bello, hacer lo justo, del deber destello, es cargar con la falta del malvado.
CAPÍTULO VIII
LA JUSTICIA
Los hombres son esclavos de sus leyes y les encanta que-brantar la justicia.
La justicia, es un arte, cuyo fin es libertar al hombre de las ligaduras de las leyes, pero el hombre es un mal artista que traduce el poder de la justicia en leyes que le encadenan.
El niño construye castillos de naipes con paciencia y cui-dado y cuando termina los derrumba con un soplo, seguido de una estrepitosa carcajada.
La ley de los hombres es un taller que fabrica yugos pe-sados para la cerviz de los débiles.
La ley es la mayor enemiga del hambriento que roba un pan; pero es la mejor amiga del ladrón que roba millones.
La ley es la espada del héroe que mata a millones; y es el hacha del verdugo para aquél que vengó el honor de la hija engañada o de la esposa seducida.
La ley de los hombres es la fuerza del tirano, y la justicia es la obediencia del débil.
Los cráneos de los muertos son las pesas del fuerte en la balanza de la justicia humana.
La ley debe ser la sombra de la justicia, pero cuando el sol está en el cénit.
El hombre no busca la sombra de la ley sino cuando el sol está en el crepúsculo, para trazar su justicia, sobre la tierra, con mayor tamaño.
Quien graba con la mano una ley injusta, sobre su propio corazón, no podrá borrarla sino cuando la hoguera reduzca su corazón a cenizas.
Al arrancar la injusticia de la mente humana, no se la debe trasplantar al corazón.
Hay cinco justicias para los cinco sentidos del hombre:
La justicia ciega es la que golpea el futuro con el látigo del pasado y castiga al hijo por la culpa del Padre.
La justicia sorda que quiere hacer del tirano un eco del Poder y del rico ignorante una copia del sabio.
La justicia muda que sin hablar, inclina el pulgar hacia abajo, para matar al caído y extinguir al débil.
La justicia constipada que huele la hipocresía y la llama diplomacia; a la debilidad la llama suavidad.
Y por último, la justicia sin tacto que encadena al mundo moderno con las leyes del antiguo.
La justicia es hija del dolor: sólo puede administrarla aquél que se baña diariamente con la sangre del corazón.
La justicia es río de la vida: sólo puede contemplarla aquél que yace sentado en la orilla de la Eternidad.
Los legisladores no oyen el grito del miserable porque sus oídos están ensordecidos por el ruido de las leyes; solo el dolorido, el crucificado por la culpa ajena, puede formar de su cruz una balanza justa y fiel.
El hombre que yace en la luz negra, no puede ver a la justicia sentada en la oscuridad luminosa.
Aquel que no suspira con el afligido, no puede oír el grito de sus entrañas.
Aquél que no llora con el infeliz no puede lavar con las propias lágrimas sus heridas.
Aquél que no derrama sus lágrimas sobre la culpa del malvado y por el error del felón, no puede reírse con la aurora, ni alegrarse con el nacimiento de la flor.
Quien se ríe de la culpa ajena, encadena más su alma a la tierra, y aquel que llora por el error del prójimo, se acerca con él a Dios.
La justicia no consiste en eliminar al que ha errado: La justicia consiste en borrar nuestro error de la mente de nuestra víctima.
Nuestros mismos yerros desprendidos de nuestro ser, to-marán por blanco la mente de otro YO nuestro.
El malvado es la creación de las leyes humanas,
Roba el ladrón, porque las leyes le privaron de sus nece-sidades.
Traiciona la esposa, porque el marido le ha privado del verdadero amor y la hastió con su pasión brutal.
Miente el hombre, porque le castigaron cuando habló la verdad.
Se hace, el hombre nacionalista, porque le privaron del derecho de la universalidad.
La humanidad es el río cristalino que conduce lo humano al océano de lo Absoluto; pero las leyes formaron de las aguas del río, ciertos charcos putrefactos, llamados naciones, razas y castas.
El justo no es idólatra para degollar su conciencia ante el ídolo y le llama Dios.
El justo no es vasallo que se arrodilla ante el tirano.
El justo no es delincuente para postrarse ante la ley.
El justo no es nacionalista para matar en nombre de la patria.
El justo no es ignorante para entregarse al sacerdote y le llama: Sombra de Dios en la tierra.
El justo no es usurero que cual sanguijuela absorbe ln sangre de los demás y llama al oficio, comercio.
El justo es Dios, universal, sabio sacerdote y liberal al mismo tiempo.
Todo hombre debe ser Ley en sí mismo, y para ser Ley debe cargar con la culpa ajena.
Aún más, debe ser como el sol que ilumina la flor y el estiércol y brilla sobre el río y sobre el charco.
Un día preguntó el águila de la montaña al sol:
¿Por qué manchas tus rayos dorados con las inmundicias de la tierra?
El sol le contestó; Asciende a mí.
Subió el águila a una altura tal, que ya no veía, de la tie-rra, más que el tamaño de un grano de lenteja, Entonces co-municó el particular al sol.
Este le dijo: Necio, estás todavía en la atmósfera de la tierra y dices que ya no la ves, ¿Qué me importaría a mí de sus inmundicias estando yo a ésta distancia de ella?
LA CLAVE DEL PODER:
Hay que buscar una disculpa para cada error ajeno y confesar el propio error sin ninguna.
El hombre justo es la cruz del Alma universal.
Ser justo en todos los actos es ser reflejo de Dios en la tierra y realizar su autoridad.
Aquel que es justo en todos sus actos tiene poder y dere-cho de dominar al Alma del Mundo, llamada por otros la Luz Astral y por los Alquimistas la piedra filosofal. El que afirme en sí la idea de la justicia, no tendrá en la vida ningún enemi-go. Será un Hierofante y lo que desate en la tierra será desa-tado en el cielo y lo que ate en la tierra será atado en el cielo. Por medio del Alma del Mundo unirá, a voluntad, el cielo a la tierra.
LA SABIDURÍA
Allá, en el corazón, mansa ribera yace el ojo de Luz; cual faro brilla, y en el mar del saber, hacia la orilla dirige el barco, el alma marinera.
La mente es el timón, cuando no impera. Si la razón, su veste no mancilla con cieno del placer, la coronilla cual la zarza del Horeb forma la hoguera.
Si quieres obtener de Trismegisto su fulgurante lámpara y de Cristo su alto Poder: Conócete a tí mismo.
Del verbo es la raíz, el pensamiento. El poder es la flor del sentimiento. El saber es el fruto del mutismo.
CAPITULO IX
LA SABIDURÍA
La sabiduría es el hambre que devora al corazón hu-mano entre la dulzura de la vida y la amargura de la muerte.
La sabiduría es la sed entre el quejido de la decepción y la calma de la conformidad.
La sabiduría es la nostalgia que no la alivia ni la gloría humana, ni la halaga la fama en la vida.
El objeto de la sabiduría es extinguir el dolor con el dolor propio.
La sabiduría es el dolor que mueve lo inerte en el corazón y despierta lo dormido en la memoria.
La sabiduría es el despertar de la memoria del sueño del olvido, y en un minuto contempla las eternas visiones de los pasados y futuros siglos.
La sabiduría es aquella enamorada que busca a su amante, el hombre, en las praderas, en las montañas, bajo los árboles, cerca de los ríos y no encuentra más que sus huellas sobre la arena; porque el hombre vive en la sociedad bulliciosa y desgraciada.
La sabiduría cuyas raíces viven en el campo del si-lencio y de la meditación, es trasplantada por el hombre en el campo del bullicio y de la batalla.
La sabiduría es el incienso quemado ante el altar de la conformidad y el hombre lo utiliza en el altar de la ambición y de la glotonería.
De día, la sabiduría llama al hombre con persistencia
y él no la oye porque está ocupado en duplicar su ganan-
cia; de noche grita al oído del alma, y ésta no la escucha
porque está soñando en el fruto del trabajo.
La sabiduría es el silencio elocuente en el corazón del hombre y no es el discurso bullicioso de la mente.
Todo maestro puede enseñar ciencias pero ninguno puede enseñar sabiduría.
El verdadero maestro no enseña sabiduría, sino más bien, exterioriza su amor, su fe y su esperanza en la sabiduría.
E! sabio no arrastra a nadie a la sabiduría sino que, vive la luz del saber para alumbrar al caminante.
El sol no enseña su luz: el sol vive la luz.
Nadie puede prestar sus ojos a otro para ver la luz del sol; nadie puede prestar sus oídos a los demás para oír la música de las esferas.
Todo corazón es el libro que encierra los misterios de los días y los arcanos de las noches; pero los ojos no saben ni pueden leer sus geroglífícos.
Hay palabras silenciosas y sentidas que no pueden ser leídas por los ojos vidriosos que contemplan deslumhrados la luz.solar.
Pretender sacar a la luz del sol la sabiduría del corazón, es intentar abrir los ojos del topo para que lea los libros a la luz del sol.
Procurar revelar los secretos del alma a un semejante, es como inyectarle con la cocción de varios libros para que asimile el contenido.
Antes de adquirir la sabiduría de un maestro, se ad-quiere primero sus defectos y sus vicios.
Cuando el sabio practica la sabiduría se convierte en ejemplo y en camino para los demás.
El ejemplo del sabio despierta en el hombre el deseo de sondearse a sí mismo para registrar las honduras del propio saber.
Cada sabio busca un camino propio hacia la verdad, pero los niños no pueden seguir este mismo camino.
El objeto de la religión no es el arrastrar a todos por el mismo sendero, sino incitar a cada alma a buscar su propio sendero.
El sabio sabe y osa hacer; el científico duda y no se atreve a proceder,
El sabio es a veces triste, pero con su tristeza dona la felicidad a los demás. Es pobre, pero aconseja a los de-más para ganar la vida. Es abandonado, pero desde su so-ledad guía a los hombres.
El sabio es silencioso y cuando habla procede como la naturaleza.
El sabio es el iniciado, porque la sabiduría es la ini-ciación.
La sabiduría es la joya que debe ser conservada en el arca del silencio y contemplada por los ojos de la me-ditación y de la concentración.
La sabiduría es la luz del corazón que ilumina al ce-rebro y hace al hombre dueño y amo de los demás; porque el sabio es el dueño de la lámpara mágica de Trismegisto vé él a los demás, pero los demás no ven en él más que luz.
La sabiduría es la práctica del dolor para poder de-mostrar la verdad por la razón y la razón por la evidencia.
La sabiduría es la práctica en querer lo que se debe y hacer con razón lo que es justo.
La sabiduría es el dolor que impone silencio a los ape-titos y hace sufrir las privaciones de lo que es apetitoso.
El sabio sufre la castidad para dominar a los libertinos.
El sabio sufre la pobreza para guiar a los acaudalados.
El sabio sufre el ayuno para manejar a los glotones.
El sabio sufre el menosprecio de los ignorantes para go-bernar al mundo.
El sabio sufre la tristeza para curar a los abatidos.
El sabio calla para descifrar los secretos del corazón humano.
Hay en la vida una fuerza sabia que une a los ad-versarios y ata a sus corazones por una ligadura férrea; por eso vemos que el corazón más grande está ligado al más pequeño. Un santo que hambrea su cuerpo y un pecador que hambrea su alma deben unirse y la causa de su unión es la misma hambre.
Todo sabio debe encontrarse unido a un ambiente ad-verso y martirizado por él. Todo profeta debe ser abatido en su propia patria y por sus propios patriotas.
Todo sabio es un santo, y nadie es santo si no es sabio.
Infaliblemente, la sabiduría es la santidad perfecta, y ningún ser puede llegar a ser santo con ignorancia.
Para ser sabio hay que practicar los impulsos del co-razón y desoír los apetitos del vientre.
La ciencia forma al discípulo; la práctica forma al maestro. La ciencia es el aprendizaje; la sabiduría es la maestría.
LA CLAVE DEL PODER
Para adquirir la sabiduría universal, hay que absorber e! Alma del mundo.
Y esto se efectúa al no ceder a las fuerzas de la natura-leza y hacer de la vida una esclava obediente.
Resistir a los apetitos es penetrar el misterio de la vida y dominar la muerte.
Cada abstinencia es un nuevo saber y cada saber es un nuevo poder.
Este es el misterio de la Taumaturgia y de la curación por el poder espiritual; el practicante se convierte en ma-nantial de salud: conforme cura de cerca, puede curar a distancia.
EL MATRIMONIO O EL SEXO
En el principio el sexo era la vida; era el Verbo en Dios y en El yacía. Y el sexo era la luz. Resplandecía en las tinieblas que en la nada anida.
El Átomo simiente abrió una herida en una tierra del vigor vacía. Y dijo el sexo, al verla estéril, fría: "FIAT LUX" y en la luz fue sumergida.
Con el sexo las cosas fueron hechas y sin él no hay semillas ni cosechas: hermano es del vivir y a él conexo.
Es cierto y es verdad y sin mentira: El matrimonio a lo divino mira, porque Dios es Amor y Dios es sexo.
CAPITULO X
EL MATRIMONIO O EL SEXO
"Reconozco y confieso que en el momento de unirme a mi mujer, debo, con el espíritu y con el corazón mante-nerme ante Dios como me mantengo ante El, en el oficio divino, cuando me hallo al pie del altar del Señor", escribe el Padre Ustinsky, anciano sacerdote ruso, ortodoxo, verda-dero cristiano, "en quien no hay ninguna malicia", el único pensador acaso que, en dos mil años de cristianismo, haya planteado la cuestión religiosa del sexo.
El hombre al orar invoca a Dios; pero al unirse sexual-mente a la mujer, se convierte en Dios.
¡Blasfemia! Sí, para los hipócritas fabricantes de dogmas; pero es luz en la santidad.
El fuego del sexo es el fuego de la santidad. El origen del sexo tiene su raíz en la misma Divinidad.
"Los dos no. serán sino una sola carne" se ha dicho antes del pecado original.
Es el sexo el que está en Dios, así como el hijo está en el Padre.
El sexo y la santidad son dos lineas paralelas que se encuentran en Dios; pero los ojos del libertino y la vista del fanático, no pueden ver este encuentro.
¿Es posible la santidad en el sexo?
No —responden las religiones exotéricas,
Sí —contestan las religiones esotéricas.
En la dinámica religiosa, el sexo y el antisexo combaten uno contra otro y después se aniquilan. ¡Al diablo todas esas religiones, ya que sin duda alguna, del diablo es de quien vienen!
La unión carnal es obra luminosa de la libertad. Aquél
que se ayunta no hace sino crear, porque el mal no se halla en el acto, sino en los pensamientos que preceden y acompa-ñan al acto.
Dice el Padre Ustinsky: "Debo, en el acto sexual, man-tenerme ante Dios". Tal vez no se atrevió a decir toda la ver-dad; nosotros la diremos: "Debo, en el acto sexual, sentirme Dios Creador Omnipotente".
El sexo es el fruto del árbol de la vida que está "en el medio" del jardín del Edén; al comerlo el hombre se hace Dios"; "y el hombre se ha hecho uno de Nos" dice la Biblia; sin embargo, a pesar de ser el árbol de la vida, el hombre murió,
El árbol de la vida no puede causar la muerte; pero el hombre al comer su fruto, creó, y son sus creaciones las que le mataron.
El acto sexual es el camino a la iluminación; pero hasta llegar a este camino hay que atravesar muchos senderos te-nebrosos.
La pasión sexual es justamente el Querubín con la espada flamígera que impide la entrada del hombre en el Edén, pero el sexo en sí, es el mismo Edén.
Cada vez que un hombre y una mujer se unen, algo se crea y ese algo creado no puede ser destruido y seguirá evolucionando hasta obtener sus fines; entonces la unión se-xual es acto de creación, y todo lo que valga la pena de crear, debe ser útil y bueno.
No tiene valor ninguno el ser casto alejado de! sexo; la verdadera castidad debe estar en la pureza y en la santidad del sexo.
El verdadero casto es el que lleva su virilidad hasta la Divinidad.
Aquél que se aleja del sexo pura buscar la pureza per-fecta, es como quien busca la luz del día en el seno de la noche; quien ama la pureza debe buscarla en el mismo sexo,
¿En qué encuentra la pureza aquél que huye del sexo; en que encuentra a Dios quien teme a sus manifestaciones?
¿En que ayuda a la Naturaleza, obra de Dios el que extingue a la fuerza creadora en sí?
La Naturaleza es sexo y por medio de esa fuerza busca la perpetuación de la raza.
¿Qué objeto tendría el hombre que huye del sexo o el que busca el placer en el sexo?
El placer sexual es incompleto lejos de la pureza sexual; y la pureza sexual no puede existir lejos del placer natural; ambos se complementan por la unión y ambos se extinguen por la separación.
Sentir el impulso sexual, es sentir la Divinidad en sí, que tiende a crear pero la creación se divide en visible e invisible; más, para que la creación sea visible, debe tener su raíz en lo invisible.
Si el origen invisible es limpio, puro y santo, el visible será también limpio, puro y santo.
"Debo en el acto sexual convertirme en Dios".
¿Quién es Jehová, el Dios de los judíos y de los cristianos? Es el Yod "falo masculino" unido a Eva y ambos forman el Poder Creador de las antiguas religiones.
El hombre sin la mujer y la mujer sin el hombre, son mitades de un Dios; en la unión de las dos mitades se forma el Jehová, Dios de la Biblia.
La unión sexual es la unión de dos divinidades para crear una tercera; es la combinación de dos colores complementa-rios para formar un tercero.
El sexo es la unión del cielo con la tierra.
El hombre y la mujer son las columnas del templo; pero las columnas deben estar separadas, ni muy lejos ni muy cerca.
Así en el matrimonio debe haber un espacio como lo hay entre los árboles.
El sexo debe ser un amor, pero el amor no debe ser sexual.
Porque hay sexualidad carnal y sexualidad espiritual; la carnal es el nacimiento y la muerte, la espiritual es la resu-rrección eterna.
El sexo espiritual ya no es el sexo... Es el número inmortal y trascendente en el hombre de
"Aquel que es". "Yo Soy Aquello"; el Jehová, "así me llamarás" dice el Señor.
El fuego devorador de Jehová en la zarza no es sino el fuego del sexo... en la zarza del sistemba nervioso.
No te acerques acá: desata el calzado de tus pies; porque el lugar, en que estás, tierra santa es".
LA CLAVE DEL PODER:
Hay dos sexualidades: carnal y espiritual.
La carnal crea para la muerte y la espiritual crea para la eternidad.
Antes de emprender una obra trascendental, hay que acercarse mucho a la esposa; pero hay que permitir que la luz atraviese entre los dos.
Hay que embriagarse con el aroma de la flor sin tomarla.
Hay que contemplar al árbol cuyo fruto es bueno para comer, hermoso a los ojos y agradable a la vista, pero no hay que comerlo; entonces los ojos serán abiertos.
Esta es la sexualidad espiritual cuyo objeto es hallar el elíxir de la vida y la realización perfecta de toda obra.
Es el Génesis universal de toda obra invisible y perfecta. Es el conocimiento del movimiento perpetuo. La castidad acrecienta la energía espiritual y confiere el dominio sobre los seres.
LA FUERZA
La fuerza es hija de la fe que ignora, la duda de los sabios, mercaderes de la ciencia, que venden sus poderes contra la tentación libertadora.
La tentación es llama abrasadora, que depura la escoria de los seres; al ignaro le quema con placeres, para el docto es la fuerza salvadora,
La tentación es el crisol del sabio; la retorta es su mente con resabio, su fuego es la razón al juicio aliada.
No es el fuerte quien goza cuando tiene,
el fuerte es e! que puede y que se abstiene:
Doble Poder, la tentación domada.
CAPITULO XI
LA FUERZA
La fuerza es el fruto de la tentación y la tentación es la fuente de toda fuerza.
Aquél que huye de la tentación, es un cobarde; aquél que se entrega a ella, es un tonto.
Saber apoderarse de la tentación y encadenarla es ser depositario del mismo Poder de Dios.
La tentación es el poder mágico, es la fuerza oculta, es la llave de todos los imperios y la clave de todos los poderes.
La tentación es la serpiente del Edén, la más hermosa y prudente de los animales del Paraíso, que posee todo el saber y todo el poder. Para apoderarse de su sabiduría hay que buscarla y para .ser dueño de su poder, hay que encantarla.
El Creador ha dado a la serpiente tentadora, toda !a fuerza y el sabio es aquél que roba la fuerza de su tentación.
Toda la fuerza que opera en el mundo moral y físico es producto de la tentación creadora.
La tentación es la acumulación de las fuerzas de la na-turaleza: obedecerla, es ser esclavo de esas fuerzas, dominarla, es ser dueño de ellas.
La fuerza consiste: para la mente, en la fe de dominar la tentación; para el corazón, en inflamarse por ella y para los sentidos, en la continencia completa.
Todo ser que se convierte en juguete de sus tentaciones, es débil y esclavo de otros.
La fuerza es la independencia hasta el martirio; es la so-briedad hasta, la miseria; porque para ser fuerte no hay que ser juguete ni del deseo, ni de la salvación, ni del anhelo de la liberación.
La acción de la tentación es el cruce de dos caminos; el
uno arrastra a las profundidades de la ignorancia y el otro exalta a la cima de la fuerza.
"¡Qué Dios me libre de la tentación!" "No nos dejes caer en la tentación" ora la humanidad; nosotros preguntamos; ¿Qué fuerza se puede obtener sin la tentación?
Muchas veces el temor a la tentación es una fuerza que crea lo que se teme; el deseo y el temor comunican a la ima-ginación sus resultados.
¿En qué consiste el poder del sabio? —En el dominio de sus tentaciones. .
La fuerza del mártir consiste en vivir rebelde a sus deseos y morir sonriente de sus apetitos; pero su muerte, no es el símbolo del dolor, más bien, sino es el emblema de la verdad y de la libertad.
La fuerza es una parábola en los ojos que han velado; en los oídos atentos y en los dedos devorados por el fuego del ansia inmortal; del germen del llanto extrae la alegría; sobre la inercia de la muerte hace bailar la vida perpetua.
La fuerza se sobrepone a la Naturaleza; la tentación es de la Naturaleza.
El fuerte es aquél que trasciende la naturaleza de la ten-tación por la tentación de la Naturaleza.
Quien logre remover el fuego de la tentación, a voluntad, puede apagarlo con voluntad.
El hombre es el producto de sus pensamientos y acciones: si piensa bien, sus obras serán buenas; pero para obrar ne-cesita saber y para saber necesita practicar y para practicar es menester el deseo deliberado de hacer una cosa; si este deseo es bueno, se llama intención, si es malo es tentación; pero ¿quién puede separar la tentación de la intención?
El rayo de la voluntad que cae sobre las olas de la ten-tación, extrae los vapores que se condensan por la abstinen-cia y caen de nuevo sobre la fe del hombre para vivificarla y fortificarla.
La fuerza es el germen latente en la semilla que yace enterrada por la capa del suelo, es la tentación que le obliga a brotar de la oscuridad terrestre para erguirse ante el sol.
La fuerza es la abeja que vuela de flor en flor libando el polen de todas, y la tentación de la abeja es la misma flor; pero la abeja no se encadena en los pétalos de ninguna.
Quien desea la fuerza tiene que conocer sus leyes, hay que experimentarla para gozarla; hay que gozarla para amarla; hay que amarla para obtenerla. Ni la deducción, ni la induc-ción, pueden damos la fuerza, sino la tentación dominada.
En el hombre, como en los planetas, rige la ley de atrac-ción, a lo que llamamos lo bueno y de repulsión, lo malo, pero no toda atracción es buena ni toda repulsión es mala. Así como toda atracción es movida por una repulsión, así tam-bién la atracción de la fuerza es la repulsión a los efectos del deseo.
Cumplir tareas ingratas es poder; violentar apetitos es fuerza.
Gozar cuando se tiene, es debilidad: dominarse cuando se puede deleitar es fuerza.
Reprimir las pasiones por temor a sus consecuencias, es la cobardía que se abstiene de un placer para obtener otro mayor.
Reprimir la tentación por el cumplimiento del deber es la verdadera fuerza,
Hacer el bien para ganar el cielo, es igual a evitar el mal para no sufrir el infierno.
La fuerza no se halla en la virtud egoísta ni en el temor cobarde de las consecuencias del vicio. La fuerza está en la lucha, y cada vez que la voluntad sale victoriosa de una ten-tación, queda tendido y muerto un deseo en el campo de la batalla víctima de la desintegración.
El fuego purifica los metales, la tentación purifica al hombre; cuando después de la lucha reina la paz, el hombre se asombra de su fuerza. La fuerza se experimenta en la calma que sigue a la tempestad.
La tentación es la medida de la fuerza y la fuerza es la balanza en cuyos platillos se pesan el deseo y el dominio.
La tentación es el ritmo que mueve al corazón; la fuerza es el saber que yace por encima del ritmo.
La tentación es el agua que corre con precipitación y furia, la fuerza es el puente debajo del cual corre el agua.
El amor y la sabiduría engendran la fuerza; el deseo y la ignorancia engendran la tentación; pero el amor comienza por el deseo y la fuerza por la tentación.
La tentación invade al corazón con las llamas del placer; pero el dolor de las llamas transforma al deseo en inteligencia y trasmuta la inteligencia en sabiduría, y la sabiduría es la fuerza.
Cuando la tentación acomete al pensamiento, éste tiene que expresarse en acto y registrarse en el libro de la vida: si el acto es malo, degenera el carácter y si es bueno, le da fuerza, voluntad y vida.
LA CLAVE DEL PODER:
Tentación, conciencia y sabiduría son sinónimos de fuerza.
La tentación elabora la conciencia, la conciencia ilumi-nada se convierte en sabiduría y la sabiduría es fuerza.
En todas las circunstancias de la vida hay que buscar la tentación para dominarla y convertirla en fuerza.
Quien no puede, tiene que seguir orando con los demás "no nos dejes caer en la tentación" y seguir esclavo de ella.
Aquél que vence, cambiará en oro los metales contenidos en el cuerpo, por el pensamiento dominará el destino del mundo, y los hombres traducirán sus deseos en hechos.
EL SACRIFICIO
El amor engendró al altruismo El altruismo engendra al sacrificio. El dar por recibir el beneficio es el comercio pleno de egoísmo.
El mayor dar, es dando de sí mismo, su amor y su saber y su servicio. Es cuando el Cristo Sol en el solsticio muere, lega a la tierra el magnetismo.
Al exhalar el mirto su fragancia,
ni una virtud ejerce, ni jactancia:
es la ley del olor, que en él se encierra.
Por las manos del ser, cual flor procede Dios a la creación su amor concede; Sonríe por sus ojos a la tierra.
CAPITULO XII
EL SACRIFICIO
El sacrificio es el amor realizado. Es el fruto elaborado por el amor de! árbol. Es la fragancia emanada del amor de la rosa, Es el agua que emana del amor de la fuente. Es el calor que se desprende del cariño del sol. Es la vida que redime al culpable con la propia inocencia de la vida.
El sacrificio es el beso del sol, del aire, de las lluvias y del justo, depositado en la frente del felón que usurpó la dicha de los demás.
El sacrificio no consiste en dar de lo que se tiene sino en dar de sí mismo.
El sacrificio es la puerta que da acceso a la Divinidad; porque la Divinidad es sacrificio y todo ha de pasar por esta puerta.
El sacrificio debe comenzar por los pensamientos y ter-minar por el corazón; aunque él es uno y todo lo uno se manifiesta diversamente.
Las fuerzas elementales de la Naturaleza obedecen cie-gamente al pensamiento del sacrificio; porque la mente Uni-versal piensa por medio del individual cerebro del hombre.
Dar lo que se tiene para adquirir un bien de mayor provecho, es sufrir una pérdida personal; dar de sí mismo es extender el Poder Divino sobre una familia, una ciudad o la tierra entera.
Dar de lo que se tiene es ganar la mente de los hombres; darse es ganar su corazón.
El hombre es un recipiente: mientras está lleno de egoísmo no cabe en él ningún átomo de Poder; pero al vaciarse de los apetitos personales se llena de las aguas de la vida para cal-mar la sed abrasadora de los mortales.
El amor limitado pide la posesión, el sacrificio no pide más que a sí mismo.
El amor bebe del océano de la vida; el sacrificio se baña en él.
Todo se sacrifica para el hombre; el hombre sacrifica al Todo para sí.
El olor de la rosa no existe para una nariz constipada, ni la luz del sol es percibida por los ojos del ciego, así tam-bién, Dios no existe para quien no percibe su existencia por medio del sacrificio.
El Elíxir de la vida nace de la Eterna Fuente y la Eterna Fuente emana del océano del sacrificio.
El alma recibe la vitalizadora influencia del Supremo Sol y el Supremo Sol es el Supremo Sacrificio.
Aquél que no saborea la amargura del sacrificio, no puede apreciar la dulzura, de la vida.
El amor proporciona la dicha personal, la caridad la dicha ajena; pero en el sacrificio yace la dicha de ambos.
El amor es el camino al cíelo, la caridad es la puerta; pero el sacrificio es el mismo cielo.
El amor puede ser un fantasma, movido por las olas de los deseos en el mar de las ambiciones; el sacrificio es la úni-ca fortuna que no pide aumento y que prescinde de lo su-perfluo.
El sacrificio nace del dolor como nace la aurora de la noche.
Aquél que se sacrifica por un día, será dueño del tiempo, y dominará a los animales que moran en sí mismo.
El que se sacrifica ama, pero el que ama sacrifica.
El amor-deseo es tinieblas en la mente, el sacrificio' es luz en el corazón; el que no abandona el sepulcro oscuro de la mente no puede bañarse en la luz del corazón.
Yo soy la luz del mundo, —dice el sacrificio por boca de
Jesús—, el que me sigue no anda en tinieblas, mas tendrá la lumbre de la vida.
El sacrificio derrama la luz en las mentes tenebrosas; la mano debe trazar los dictados del corazón hasta que llegue el día en que la masa cerebral sea amalgamada con la sangre luminosa del corazón; porque las aspiraciones del corazón son idénticas a las de Dios.
El amor en el hombre busca la satisfacción, la caridad busca la recompensa; pero el sacrificio es la misma satisfac ción y es la misma recompensa, busca la Divinidad en el dolor.
El amor busca la primavera halagadora, la caridad corre tras del verano que nutre; pero el sacrificio yace como el campo que acepta las fases y cambios de las estaciones que pasan sobre él.
El amor contempla las maravillas del placer, la caridad, la satisfacción de la recompensa; pero al sacrificio corre el dolor del placer y la amargura de la recompensa, como corren los turbios ríos hacia el mar para ser clarificados en él.
En el silencio de la noche, cuando el sueño cierra her-méticamente los párpados del hombre, grita la fe: Yo Soy la fuerza que baja con los rayos del sol para nacer en el corazón del hombre.
El sacrificio permanece silencioso, pensando, en su cora-zón: Mía es la fe.
Dice la esperanza: Yo soy la raíz que me arraigo en el corazón y me abro camino hacia la savia, en busca de nu-trición.
El sacrificio permanece silencioso y diciendo en su cora-zón: Mía es la Esperanza.
Dice la caridad: Yo soy el tronco que une el cielo a la tierra; Yo soy la escala de la Divinidad que asciende y de la Divinidad que desciende.
El sacrificio permanece silencioso diciendo entre sí: Yo Soy la caridad.
Dice la ciencia: Yo Soy las ramas que cargan las hojas, las flores y las frutas celestiales que nutren a los hambrientos y sacian a los sedientos.
El sacrificio permanece callado y pensando: Mía es la ciencia.
Dice la religión: Yo soy las hojas que cubro con mi cari-ñoso manto las flores y los frutos defendiéndolos de la riguro-sidad del tiempo.
El sacrificio queda silencioso meditando: Mía es la Re-ligión.
Dice el arte: Yo soy la flor que aromatiza y embriago al mundo con mi fragancia, Yo soy el fufuro fruto.
El Sacrificio permanece quieto y repite mentalmente: Mío es el arte.
Y por fin dice Dios: Yo soy el fruto, Yo Soy la flor. Yo Soy la hoja, Yo Soy la rama, Yo Soy el tronco, Yo Soy la raíz, Yo Soy la semilla.
Entonces clama el Sacrificio con toda su fuerza y dice: YO SOY DIOS.
LA CLAVE DEL PODER:
Hay que aprender a sacrificar algo de sí mismo para el bienestar de los demás. Sacrificar el orgullo ante la ofensa; la comodidad ante la necesidad del prójimo; la tranquilidad ante la incomodidad ajena. Es bueno dar de lo que se tiene, pero es mejor dar del propio ser. El mejor Maestro es el mejor ser vidor y el mejor Servidor es el mejor Maestro.
Esta clave otorga el Poder del Verbo; su palabra domi-nará todos los vicios y defectos ajenos; tendrá potestad sobre los animales más feroces y dañinos y ninguno se atreverá a acometerle.
LA MUERTE
El rayo fulgurante de la vida, hiriendo las tinieblas de la nada, al alma hizo brotar, y encadenada a su cuerpo prisión, de aquella herida.
Sueña en la primavera florecida, la semilla que duerme aletargada. Sueña el alma, en el cuerpo encarcelada, en la muerte camino de la vida.
De la vida, la muerte es digno precio. Del Cobarde es temor; la busca el necio; . ambos desheredados por la suerte.
No hay que huir de la vida ni desearla ni temer a la muerte ni buscarla; Hay que vivir para vencer la muerte.
CAPITULO XIII
LA MUERTE
La vida es nuestra madre, la muerte es nuestra hermana; quien aborrece a la hermana será aborrecido por la madre.
Aquél que ama a la muerte, será el predilecto de la vida, y ésta repudia a quien huye de la muerte.
El sabio es aquél que sabe que algún día ha de morir; pero no cree en la muerte.
Para saborear el placer del vivir, hay que morir en vida y para gustar la dulzura de la muerte, hay que sentirla y vi virla.
Cuando se embriaga el Espíritu por el amor, muere el cuerpo y su muerte no es más que la misma embriaguez por la vida.
La muerte es la saciedad espiritual del vino de los días y del néctar de las noches.
Vivir es alejarse de la Madre; morir es acercarse a Ella y dormir sobre su pecho.
La vida es la flor, la muerte es el fruto: la flor embellece, el fruto alimenta.
Vivir es cumplir un deber, morir es recibir un salario; pero nadie recibe el salario si no cumple su deber.
Vivir es comenzar una obra; morir es terminarla; solo el necio comienza por el fin y el holgazán y el cobarde no piensan en finalizarla.
La semilla aletargada, en el seno de la tierra, sueña en la primavera; el alma sepultada en el cuerpo, sueña en la resu-rrección y en la libertad, en la gran Primavera.
Por la muerte brota el alma del cuerpo forzosa y obliga-toriamente, y camina erguida y orgullosa sobre su propia se-pultura.
Para conocer el secreto de la muerte hay que descubrir el misterio de la vida; porque vida y muerte son dualidad de la Unidad.
Temer a la muerte es tener miedo de la propia sombra.
El Útero de la Naturaleza es la Puerta Universal: salir de ésta puerta es venir a la limitación del tiempo; entrar en ella, es volver a la Eternidad.
El niño malcriado teme a su madre; el hombre malcriado teme a la muerte.
Morir es desnudarse de sus impedimentos y librarse de la jaula para elevarse en el aire y ser Uno con la Libertad.
Como el alba para la alondra y la aurora para el ruiseñor, así es la muerte para el espíritu que ha dormido la noche de la vida.
Aunque alumbra, no deslumhra; aunque oscura, no estor-ba, aunque dulce no empalaga.
Matar el deseo de vivir y vivir el deseo de la vida, es acercarse al pináculo de la sabiduría.
Ningún tesoro puede equivaler a un minuto de la vida, sólo la muerte es el digno precio de la vida completa: Hay que vivir la vida para merecer la muerte.
Para librarse "de la hoz de la muerte no hay que crecer en la llanura de la vida, pero la semilla tiene necesidad del campo para brotar y de la hoz para ofrecer sus frutos.
Quien no mata el deseo de vivir, vive en el deseo de matar y quien no mata el temor a la muerte, vive temiendo a la vida.
Para llegar a la llanura de la muerte hay que atravesar el tortuoso camino de la vida.
Yo no viviría si pudiese creer que he de perecer con mi cuerpo. Esto me demuestra que he vivido y he de vivir una y otra y otra vez.
Para morir, eí hombre, debe de haber nacido y para nacer debe de haber existido y para existir debe haber sido trans-formado por la muerte vanas veces; y para transformarse debe de haber vivido varias vidas.
Hay que vivir noblemente para saber morir noblemente. Una noble muerte es mucho mejor que una vida indigna.
Quien no está presto para morir por los demás, no es digno de vivir con ellos.
Quien se queja de la brevedad de su vida no anida la Eternidad en su corazón.
¿Qué sería del mundo si la vida terrena del hombre fuese inmortal? ¿No sería el infierno un paraíso en comparación con ella?
El necio teme a la muerte como mortal y se aferra a la vida como inmortal; el sabio ama la muerte porque siente que es inmortal y sigue rectamente el camino de la vida hasta el fin, como mortal.
La vida es un don, la muerte es una bendición; el don puede ser gratuito, la bendición hay que merecerla.
La vida es la sombra de un sueño, la muerte es la reali-dad del despertar.
Brota el rayo del sol y al sol vuelve; brota el árbol de la tierra y a la tierra regresa; brota el Espíritu del Espíritu y a El retorna.
Nacer es florecer, morir es fructificar: por la mañana nace la flor al recibir el beso del sol, por la noche abraza la muerte para resucitar en el fruto.
Al nacer se separa la vida de la Vida, al morir vuelve la vida a la Vida: Nacimiento es separación, muerte es unión; sin la separación no hay liberación y sin la unión no hay identificación,
El hombre es enemigo de lo que ignora y tiene miedo a lo desconocido; pero el objeto de la vida es matar la igno-rancia y el fin de la muerte es familiarizarse con lo desco-nocido. El sabio resuelve los dos problemas en la misma vida y no espera la muerte para conocerla, porque para él la muerte no existe.
El sabio puede morir a voluntad para bañarse en las aguas de la muerte y salir de ella joven. El practica en su vida la muerte voluntaria y entonces sabe que la muerte no es el fin de la vida ni el comienzo de la inmortalidad, sino el movi-miento perpetuo a la Eternidad.
Cuando el hombre muere a voluntad, para sus pasiones, puede resucitar a los muertos, porque la muerte voluntaria es el vencimiento de la muerte.
Para vencer la muerte hay que conocerla y para cono-cerla hay que sentirla.
El verdadero Ser es Eterno y se rebela contra la idea de la muerte y el aniquilamiento.
LA CLAVE DEL PODER
Hay varios métodos para sentir la muerte en vida o morir a voluntad; pero el más sencillo y el menos peligroso es el siguiente:
Después de un día de ayuno, acostarse cómodamente, en un cuarto oscuro y concentrar la mente en esta palabra: Yo. Hay que sentir lo que se dice y evitar el sueño. Si la concen-tración es completa, entra el cuerpo en un sopor agradable y el espíritu se siente desligado conscientemente del cuerpo.
Llegar a este resultado es comprender el misterio de la muerte, aprender la Ciencia Universal y ser el intermediario entre el mundo invisible y el visible. En este estado el hom-bre puede conversar con los espíritus y adquiere el poder de resucitar a los muertos y decir como Jesús:
"Esta joven no está muerta. Duerme".
También en este estado, el hombre puede conocer los secretos de la Naturaleza y recibir las enseñanzas que no pueden ser escritas en libros.
Morir a voluntad es rasgar el velo de los misterios; resu-citar a voluntad es no olvidarlos.
EL MOVIMIENTO O LA REALIZACIÓN
El luminoso rayo del Aliento invade al corazón y en él transmuta la flor de la razón en una fruta; la fruta del saber en alimento.
Abrazada de muerte y nacimiento el alma, traza, como el sol, su ruta, hacia la perfección va resoluta, buscando en el dolor mejoramiento.
La Eternidad anida en su memoria, convierte en oro puro hasta la escoria, al vivir saboreando los placeres.
Y cuando en la materia por ventura, de la pasión descubre la amargura, transmuta las pasiones en poderes.
CAPITULO XIV
EL MOVIMIENTO O LA REALIZACIÓN
El oculto secreto de los días y de las noches, en el cora-zón del hombre, necesita brotar y correr hacia el Océano de la Actualidad y de la Realización.
¿Cuál es el supremo deseo del hombre? —La perfección.
¿Cómo se llega a la perfección? —Por la realización.
Cuando la tristeza oprime y los deseos excitan, el cora-zón sangra, entonces la Conciencia busca la fuerza y el albedrío.
El dolor despierta a la conciencia de su letargo y ésta al mirar al mundo por las ventanas de sus sentidos, ve el origen del dolor y lo transmuta en placer.
Todo se mueve: todo movimiento conduce a la realiza-ción y toda realización guía a la plenitud de la perfección.
El hombre existe porque tiene un ideal que debe reali-zar; un ser sin ideal es inconcebible.
La materia es la puerta que conduce a la realización, y la vida es la de la perfección.
Todo en la vida es realización y perfección invisibles.
Nadie ha visto cómo la rosa fabrica su perfume y trans-forma su color; sin embargo, vemos su color y percibimos su aroma; así es el hombre, nadie ve su santidad, pero al trans-formar sus deseos y anhelos, acierta a descubrir el verdadero propósito de la vida y se convierte en santo sin ser visto.
Toda realización es experiencia y toda experiencia es perfección.
Viene la aurora y la flor abre sus labios para besar la
luz; viene la noche y la flor recoge sus pétalos y duerme be-sando su ideal: La vida de la flor es experiencia y realización. Nace el Espíritu en una envoltura y viaja, cual nube, por encima de las montañas de los deseos y los valles de los dolores hasta terminar su ronda y vuelve a su punto de par-tida, al Océano del Espíritu Universal. . . La vida del Espíritu es realización y perfección.
La espiga de la vida es trillada por los píes de los siglos; El pasado fructifica en el presente, el presente siembra en el futuro y el futuro es el feto esperado por la madre.
Todo lo que el hombre realiza, permanece escrito con letras de fuego en la llanura del firmamento.
Así como el jazmín absorbe del suelo su vida y su fra-gancia, el alma absorbe de la materia fuerza realizadora y sabiduría creadora.
Todo deseo es realización que crea formas, cuya lucha por la existencia les obliga a arraigarse en la vitalidad del Creador.
Todo pensamiento es vibración y la vibración es el prin-cipio de la realización.
Toda palabra crea su forma y la forma, para nosotros, es lo que nuestra intención la hace ser.
Nadie puede ver la belleza si ésta no existe en su alma; creerse feliz, es ser feliz; creerse desgraciado, es ser desgra-ciado: desgracia, felicidad, hermosura y fealdad no nos vienen de afuera sino que brotan de adentro.
El objeto de la realización es esparcir la luz interna en el mundo de las tinieblas.
El fin de la realización es cambiar la naturaleza de las cosas opacas, en luminosas; es transmutar el metal en oro, el dolor en placer y la amargura en dulzura.
El hombre que sabe y no realiza, semeja al tesoro del avaro que no utiliza ni a su dueño ni a los demás.
EL hombre que realiza es el eslabón que une el cielo a la tierra.
Es el árbol cuyas raíces están arraigadas en la Divini-dad y cuyos frutos están a la disposición de los corazones hambrientos.
Es la nube cargada de agua que sacia la sed de las flores en el campo seco de la vida.
Es el canal que conduce el agua de la vida a los mortales.
Es el labrador que siembra las semillas de su espíritu en las fértiles y sensibles almas para alimentarla.
La Fuerza siembra en su corazón y los necesitados cose chan las gavillas.
La ciencia, madura sus frutos, en su corazón, y los ham-brientos los recogen.
La sabiduría llena sus entrañas de aceite y el hombre enciende su cerebro para iluminar a los que yacen en las tinieblas.
El hombre es Dios por la realización de las obras de Dios.
El Hijo debe realizar la voluntad del Padre y la voluntad del Padre vivifica el amor por el dolor; siembra las espinas en los caminos de la vida.
El Hijo amado sufre el dolor por amor a sus hermanos y apareja el sendero tortuoso por los que siguen sus pasos.
El Hijo que realiza las obras del Padre no mira sino a la luz de la obra y no se detiene en contemplar su sombra.
Espera con paciencia, como Dios, el fruto de la realiza-ción, mas no le provoca saborearlo.
El sol gira alrededor de un eje y el sistema gira alrededor dei sol; el Espíritu gira en torno de su Eje. Dios y el sistema corporal gira alrededor del Espíritu. Cada cual realiza su obra por amor a la obra.
Todo órgano, en el cuerpo, trabaja para el Todo y el Todo trabaja para el órgano. Esta es la verdadera sabiduría que no puede comprender la mente humana, hasta hoy.
El movimiento es el esfuerzo de la vida en realización, la realización es la reacción proporcional al movimiento.
Una realización amorosa produce su correspondiente en equilibrio.
La vibración del Espíritu genera la fuerza en los átomos; la vida es lucha contra la inacción.
Toda mente inactiva muere en la noche de la pereza y no puede gozar de la aurora del vigor,
La inacción es la muerte y el movimiento es la ley de la vida.
Obrar es realizar y realizar es perfeccionarse.
LA CLAVE DEL PODER:
Todo saber se manifiesta en la obra y toda obra se inmor-taliza por el amor a la obra.
Todo saber que no se manifiesta por acto, es un saber egoísta.
La acción es la manifestación de la vida y la realización de la voluntad.
La realización consiste en concentrar toda la voluntad y todos los sentidos en la obra para perfeccionarla e inmor-talizarla.
Amar la obra es santificarla; porque la realización de un trabajo es la cristalización de un sentimiento del alma.
Ser fiel al propio trabajo es llegar a la comprensión espi-ritual que induce a la realización de la presencia del Poder Infinito y central en sí mismo.
Y, por añadidura, se adquiere el conocimiento de todas las cosas, porque cada trabajo es un eslabón en la cadena infinita de otros.
EL DESTINO
El brevaje del médico Destino más amargo que el mal, curar pretende. La suerte no se compra, ni se vende; en la frente grabado está tu sino.
Porque en tu suerte, Dios, nunca intervino; ni te persigue el Hado como duende. Aquellos pasos de la vida aquende trazaron del futuro, tu camino.
Y cuando siembra el labrador su granos, con ellos la avidez de fuertes manos, vuelve alegre soñando en las gavillas.
Hay que sembrar las obras placenteras, como aquél labrador, en las praderas del futuro destino, cual semillas.
CAPÍTULO XV
EL DESTINO
¿Existe el destino?
¿Qué cosa es el destino?
Dos cosas fantásticas e imaginarías son de las más calum-niadas y vilipendiadas: El demonio y el destino.
Ya se ha dicho: Imaginar es ver. Por lo tanto, el hom-bre imaginó al demonio y le vio; imaginó al destinó y sintió su presencia.
El destino es la reunión de todos los hechos, buenos o malos, personificados; y el demonio, es la unión de todas las perversidades realizadas; por consiguiente es el hombre for-jador de su destino y fabricador de su demonio.
El Espíritu vibra y crea, el pensamiento amolda la forma y la fe sopla el aliento de vida en la forma.
La existencia de una cosa depende de la vibración del Espíritu, su forma depende del pensamiento y su realidad depende de la fe de los sentidos.
Aquello que siente un hombre forma el mundo en que vive; su actualidad es realidad.
El hombre se hipnotiza a sí mismo por medio de sus pen-samientos y cree en sus ilusiones.
El hombre piensa que está separado del Espíritu Creador y vive en un mundo influenciado por un Demonio que ma-neja su destino en oposición a la Voluntad Divina, y cuando cree en todo esto, esto será para él.
No hay causa sin efecto, ni efecto sin causa.
Ninguna existencia está aislada; el futuro es el fruto del presente y el presente es la flor del pasado, por lo tanto no hay suerte, ni destino.
El destino es la semilla que encierra en sí la causa que antecedió, y el efecto consiguiente.
Admitir el destino accidental del hado, es admitir al efecto sin causa.
"No os engañéis. Nadie se burla de Dios; porque lo que quiera que el hombre siembre, aquello también recogerá." (Galatas, VI, 7.)
"Tampoco se puede cosechar del abrojo, higo". Cada fuerza obra en su propio plano y reacciona según la propor-ción de su intensidad, sobre todo, lo que cae bajo su dominio.
No hay destino ni suerte; el destino es la continuación del pasado y la suerte es el efecto en el futuro; el destino es la acción de una causa, la suerte es la reacción de un efecto.
El destino es la perfecta justicia de la Ley y la suerte es su perfecta capacidad.
El premio de la suerte es la fragancia de la buena acción y el castigo del destino es la espina del mal.
El destino es el duro juez insobornable y la suerte es la cariñosa compañera que elabora nuestras vestiduras con que nos engalanaremos en el futuro.
El error del pasado, se aferra al presente hasta fatigar al hombre; el presente se agarra al futuro y desgarra al corazón..
El dolor del destino es el principio de la curación; el brevaje amargo de la suerte es el mejor remedio.
El destino es el padre que castiga por la falta; la suerte es la madre que recompensa por el acierto.
El destino es el conocimiento arrancado del árbol del dolor; la suerte es la sabiduría tomada del árbol de la ex-periencia.
Quien maldice a su destino, será maldecido por su suerte y quien bendice al padre será bendecido por la madre.
Somos lo que somos a causa de la resultante de todos nuestros pensamientos, palabras, obras y experiencias pasa-das; seremos lo que seremos por la misma causa. Todo hombre es lo que es por razón de su pasado y será lo que será por razón de su presente.
El destino es la mejor escuela. De grado o por fuerza
hay que aprender las lecciones y cada lección deja su huella en la memoria. El hombre cosecha lo que siembra y quien no siembra no come.
Todo pensamiento tiene su resultado, toda palabra tiene su efecto y toda obra tiene su reacción en futuros mediatos o inmediatos.
El pensamiento es la semilla: una vez sembrada en la mente desea brotar, crecer, florecer y fructificar y por el fruto será conocido el árbol.
El destino esteriliza la semilla del deseo con el fuego de la espiritualidad; así será comestible pero no germinará más.
El destino es el estímulo del interno Espíritu que trabaja para liberar al hombre de las envolturas que le aprisionan.
El destino es la herencia del pasado y el inseparable compañero de la vida presente.
Ni Dios interviene en el destino del hombre, ni el demo-nio fatal le asecha en el camino.
Tampoco nadie puede sobornar a Dios con oraciones para aliviar su destino; todo lo que puede Dios otorgar es su amor en el destino, para que el hombre le imite y busque la liberación en sí y de sí mismo.
De lo que fue, deriva lo que es y lo que será, y lo que es, puede borrar lo que fue y lo que será.
Dice uno de los Upanishads: "El hombre es un ser de reflexión; lo que refleja en esta vida llega a ser en la siguiente".
Un proverbio antiguo dice: "El destino es hoy el dueño. El hombre lo fue ayer."
Así todo hombre puede ser dueño de su porvenir a pesar de los obstáculos que tiene en el presente como consecuencia del pasado.
El hombre nace según sus deseos y muere según sus acciones.
. El destino es el orfebre que aplica al hombre el fuego del dolor para darle una nueva forma.
El hombre forjó en su mente los grilletes del destino que le aprisionan; pero también desde la prisión puede quebran-tarlas en la mente.
Todo mal es ignorancia; toda ignorancia es dolor y todo dolor es fruto amargo, caído del árbol del destino.
Todo desapego es sabiduría; toda sabiduría es bien y todo bien es fruto dulce, suspendido en el árbol de la suerte.
El hombre es el camino y es viajero hacia la perfección: cuando el viajero no apareja el camino, el destino no quitará la piedra que obstaculiza la vía.
El Gran Tejedor interno ha unido los tramos del destino con la urdimbre del deseo; para librarse de las traíñas y de la urdimbre de los dos hay que desnudarse ante la vida.
LA CLAVE DEL PODER:
Para no saborear la amargura del destino, hay que pri varse de alimentarse con el deseo egoísta y hasta de la virtud egoísta.
Para ser dueño del destino hay que aprender la causa del dolor y la causa del dolor es el árbol de la ambición arraigado en el corazón; aquél que le desarraiga puede morir porque ya no necesita de la vida.
La clave es el obrar por el amor al deber de obrar y no por el deseo de medrar. Hay que sembrar en el seno de la Madre Naturaleza las semillas y Ella se encarga del resto de la obra.
Esta práctica dota al hombre de la vista interna y puede leer en el corazón y la mente de los demás; adquiere la memoria de pasadas vidas y adivina las futuras.
LA CAÍDA
El llanto es alimento de la risa, el éxito es el hijo del fracaso. Toda caída anúnciame el ocaso de un día cuyo error fue mi divisa.
Hermanas son, la lágrima y sonrisa; apuran juntas mi dorado vaso, , y juntas me persiguen paso a paso: una es mi musa y otra pitonisa.
En mi caída, con amor bendigo a la piedra que puso mi enemigo: con su arista aliso mi error y engaño.
Mi fracaso es la "Luz en el sendero", que ilumina los pasos del viajero, que al subir no tropieza en el peldaño.
CAPITULO XVI
LA CAÍDA
Para caer hay que haber subido y para subir es necesario haberse levantado de una caída.
La caída es un triunfo enmascarado; el llanto es el man-jar de la alegría; el dolor es el principio de la salud.
El pan que alimenta al hombre es hijo del horno del panadero; el agua que sacia la sed es el conjunto de las lágri-mas lloradas por el cielo.
El mismo vivir es la caída de Dios en la materia y el objeto de la vida es vencer y superar los fracasos por la mul-tiplicación del éxito.
No hay ni fracaso ni triunfo, así como no hay ni bien ni mal.
El dolor del fracaso es la natural salida de la flor de su capullo y el placer del triunfo es la caída natural de los pétalos al formarse en el fruto; pero el dolor del fracaso y el placer del triunfo no yacen en la obra sino en la mente que dirige la obra.
El triunfo no se compra ni se vende, el precio del fra-caso es el triunfo.
Por varios caminos busca el hombre el éxito y a varias puertas toca en su búsqueda pero el único camino y la única puerta que conducen al éxito es el fracaso.
Los hombres son hermanos en la caída y enemigos en la fortuna; en la dicha tienen muchos dioses y cuando se reúnen dos en nombre del fracaso se comprenden al instante y el verdadero Dios está con ellos.
En el fracaso el rey comparte el alimento del pastor; el
noble, el lecho al lado del labrador y el sacerdote, la copa de la prostituta.
El éxito alimenta los corazones con los deseos, llena sus días con las hipócritas virtudes y sus noches con los desnudos vicios; en la desdicha se libertan de sus vicios y ofrecen sus virtudes sin precio alguno.
En el éxito los hombres dividen la tierra en naciones y levantan barreras aduaneras y límites defendidos por la pro-pia sangre y carne, y en el fracaso se mezclan y se confunden como hijos de un solo Padre y una sola madre, y entonces llaman al Universo entero Madre Patria.
El fracaso es el Milagro de los Milagros: funde a los hombres en un solo crisol y forma de las razas y de las nacio-nes una sola, porque alimenta a todos con idéntico alimento, les sacia con la misma bebida y les viste con la misma ropa.
El éxito inyecta al hombre el suero de la ambición per-petua que le obliga a trabajar de turbio en turbio y de claro en claro y en cada hora tiene motivos de pensar y sufrir, será el esclavo del dinero y la sombra del provecho; sus pies serán alimento de su cerebro y su cerebro alimento de sus pies, se come a sí mismo sin sentir, como aquel gato que lamía una lima y absorbía la sangre de su propia lengua creyendo que se alimentaba del acero.
El fracaso es el idioma universal que puede descifrar el significado de las lágrimas y el sentido de la risa; éxito es el idioma nacional cuyo sentido no lo comprenden sino pocos.
En la caída el hombre se comprende a sí mismo; en el éxito cree comprenderse y nada comprende.
El éxito es la espuma en la superficie del mar de la vida; el fracaso es el silencio en sus profundidades.
El vino de la victoria es servido en la copa de la derrota.
Cada caída nos incita a quitar del camino la piedra del tropiezo, para aparejar el sendero a los demás.
Las espinas en el camino de la victoria, no derraman más que la mala sangre de las venas de los pies para darles más agilidad al andar.
El triunfo continuo envenena con la pereza; el progreso
debilita a la fuerza con su molicie; el fracaso produce e! amor, la caridad y la justicia.
El orgullo del triunfo marea; la humildad del fracaso despierta. El triunfo atrae a las falsas amistades y el fracaso las trilla separando la falsa de la verdadera.
El éxito ofusca la mente, el fracaso ilumina al corazón; con la ofuscasión no podemos oír el grito del precipicio pero con la iluminación podemos ver la cúspide de la gloria.
El dolor es el mensajero de la vitalidad que enseña al hombre el error de su proceder; el fracaso es el mensajero del éxito que indica al hombre el mejor camino.
En las dificultades se afirma la voluntad y en el dolor busca el remedio.
Las derrotas no son más que la tortuosidad del camino; el sabio es aquél que sigue adelante venciéndolas sin dete-nerse a contemplar sus triunfos.
El oro del alma no se purifica sino en el fuego de las vicisitudes.
El fuego terrestre convierte la hulla en diamante.
El grito del éxito es: ¡Primero yo y después de mí el diluvio!
El clamor del fracaso es la ,voz del capitán de un barco: ¡Primero las mujeres, los niños y demás tripulantes, y por úl-timo yo!
El cáliz del triunfo conserva en su fondo la amargura del dolor; la pena del fracaso abre los ojos para poder ver mejor el yerro causante del tropiezo.
Toda voluntad se confirma por el dolor del fracaso; la simpatía nace entre los caídos; el amor reina entre los des-graciados.
La compasión es la mensajera de la desdicha. Si no fue-ra por la desgracia, no habría en este mundo un solo corazón compasivo.
El filántropo es hijo de la pobreza; el reformador es hijo de la tiranía; el justo es quien sufrió la injusticia.
Sólo puede aliviar la tristeza aquél que la sufrió. El sa-
bio debe ser una balanza entre el fracaso y el éxito y cuando sus platillos están llenos de ambos, se produce el equilibrio. Y cuando se acerca un desdichado para pesar sus des-gracias en esta balanza, el sabio coloca en el platillo contra-rio todos los frutos de su propia felicidad y todos los resul-tados de sus cariñosos consejos y le obliga a descender, al llenarlo de su propia alegría.
LA CLAVE DEL PODER:
El objeto del dolor es sentir el sufrimiento ajeno y el fin del fracaso es saborear su amargura, para saber descubrir un alivio al dolor y un remedio a la enfermedad.
Con el dolor del fracaso se llega a ser Maestro de Com-pasión, la meta de todo santo y de todo iniciado en el ca-mino de la perfección.
Cada fracaso debe ser un motivo de dar gracias, porque es una lección del maestro, aunque dura, pero es de provecho.
El Espíritu Divino aceptó la caída en la materia y la caída simbólica de Adán tiene por objeto el desarrollo de la conciencia y la adquisición de la sabiduría por. medio de la experiencia personal, puesto que la sabiduría es hija de la experiencia.
Aquél que beba el cáliz de su fracaso con conformidad, estudiando detenidamente los motivos, será Maestro en los Misterios de la Naturaleza y ésta obedecerá en levantar su velo ante él.
VERACIDAD Y MENTIRA
Mienten los hombres con afán sediento, se estrujan en el mundo en turba hirviente; sin caridad ni fe buscan la fuente de la esperanza para un vil intento.
La Palabra-Poder es un sarmiento,, brota florido en lengua que no miente. Las obras hablan lo que el alma siente, y el lenguaje es disfraz del sentimiento.
Es la lengua veraz cual docta lira, cuya voz musical al alma inspira:
amor, fortuna y paz. Todo concede.
Quien hondo siente, su pensar es claro, su verbo en el dolor, es el amparo. ¡Quién no sabe mentir todo lo puede!
CAPITULO XVII
VERACIDAD Y MENTIRA
El hombre es una lámpara cuyo aceite es la veracidad; aquél que alimenta la lámpara con la mentira no podrá disi par las tinieblas del mal.
El hielo de la cobardía enfría el calor de la palabra per-
suasiva, la inmundicia que cubre a la rosa, elimina su deli-
ciosa fragancia. '
La flor del loto brota del agua, hacia el sol, sin importarle
los impedimentos; la lengua del hombre debe ser como es-
pada que atraviesa los velos de la mentira.
La lengua veraz es la espada de la justicia, es la luz de la sabiduría, es el bálsamo de las heridas, es el rocío del con-suelo, es el vigor del débil y es el arma de la mente.
Todo mentiroso es cobarde y todo cobarde es mentiroso.
La palabra veraz es el guía en el desierto de la vida; es la luz en el sendero del caminante; es el fruto de los pensa-mientos puros e hija de la paz interna.
La mentira es la semilla de la inquietud y la madre de todo mal; si salva al hombre de un efímero daño, es para pre-cipitarlo en las tinieblas de la muerte.
La dulzura de la verdad es amarga en la boca del men-tiroso; su luz hiere a sus ojos enfermos; su sinfonía es un ruido espantoso en sus oídos y su delicioso aroma mortifica el olfato infectado por los gérmenes de la mentira.
La palabra es la acción mental; si la mente es tenebrosa la acción de la palabra es la confusión y el caos, y si la mente es eliminada, la palabra es luz y orden.
Si la mentira subyuga a la lengua, todos los vicios sub-yugan a la personalidad.
Hay que dormir en brazos de la veracidad para desper-tar en el seno de la sabiduría.
El que confía en la verdad no se extravía aunque no vea el camino por donde es conducido.
El mentiroso no puede ser iniciado en ninguna ciencia, ni en ningún arte; porque la verdadera ciencia y el verdadero arte son. hijos de la verdad.
El hombre veraz es el soberano rey y pontífice de la creación.
El cobarde tiene miedo al grito de la soledad y canta para disipar su miedo; el mentiroso teme a la discordia silen-ciosa de su corazón y habla.
Los pensamientos intranquilos tienen miedo a las inmen-sas soledades del silencio, y se manifiestan en palabras para aniquilar al Pensador Interno y Silente.
Quien conserva la verdad en el corazón no puede reve-larla solamente con la palabra, sino la graba antes, con su mirada, en el corazón de los demás.
Un alma negra se cubre con el velo de la palabra, mien-tras que un alma luminosa desgarra todos los velos para de-mostrar su desnudez.
Cuando la lengua se liberta del pulpo de la mentira se vuelve Omnipotente: alivia el dolor, domina la enfermedad y vence la muerte; porque la inmortalidad tiene que barrer a los mortales.
La verdad no hiere y miente quien dice lo contrario; lo que hiere es el dardo venenoso de una lengua mentirosa que se oculta con la piel de la verdad, como la víbora debajo de la hojarasca.
La lengua mentirosa, al remedar la verdad, se viste con el sarcasmo, y sus palabras atraviesan, como saetas, el corazón.
La verdad es desnuda pero bella; no puede causar re-pugnancia; la verdad es dulce y suave, nunca puede herir.
La mentira, desnuda como la verdad, es lo que repugna.
¿Cuántas veces no podemos soportar hasta el consejo de nuestro padre, hermano o pariente mientras que nos incli-namos ante un extraño cuyos consejos son a veces, hasta gro-
seros? ¿No será porque los primeros mienten hasta en el con-sejo, mientras que el último habla la verdad?
La lengua mentirosa es como la de la víbora: al lamer el pié, hiere al calcañar, porque ninguna palabra puede pe-recer una vez hablada.
Cuando sale la palabra de la boca hace vibrar a la at-mósfera hasta el infinito y hace temblar hasta a los mismos dioses; de manera que el impulso de la palabra vocalizada, impresiona a todos los seres y cosas que existen en el Universo.
—¿Por qué mintió el hombre?
—Porque le castigaron al decir la verdad, y por cobardía al castigo siguió mintiendo.
—¿Por qué perdió el hombre el poder de la palabra?
—Porque mintió y sigue mintiendo.
La lengua miente cuando la fuente de la fe se agota en el corazón, y en el desierto de un corazón seco del agua de la fe, rio crecen sino abrojos,
Del sublime consorcio del Pensamiento y de la Voz nace el Verbo Divino.
Copulados los dos elementos divinos, Pensamiento y Voz, fecundan la Palabra, sentida por el saber y consentida por la voluntad, se vuelve carne y se manifiesta en toda acción.
El sentir y el consentir, el saber y la voluntad se besan, se funden en el aliento, de donde fluye la Palabra Vida, hija del amor y de la felicidad.
El corazón del hombre, cual llamarada chispea en la men-te y la lengua de fuego sale por la boca luminosa y cálida, desciende sobre el hombre, como sucedió en el Pentecostés, otorgándole el don de las lenguas.
Profanar la palabra pronunciada con el pensamiento de la mentira y el sentimiento del engaño, es ultrajar a Dios que imana en todo verbo y es matar la vida de la palabra.
El hombre cuando habla se convierte en Dios que Crea; pero quien habla lo que no siente, reniega al amor, a la vida, al poder y a Dios.
Es bueno crear pero hay que crear lo bueno. Es bueno
hablar pero hay que vivir la palabra hablada; vivir la pala bra vocalizada es hacer vivir la felicidad propia y ajena.
"Doy mi Palabra" es una afirmación que equivale a de cir: Doy a mi Dios en rehenes.
LA CLAVE DEL PODER:
El hombre es capaz de crear mediante la Palabra, pero desgraciadamente, su palabra creadora es Perdida. ¿Quién no oyó o no leyó algo sobre la Palabra Perdida, aquella Pa-labra clave de todo Poder y solamente el Maestro, a la hora de morir, la revela al más amado de sus discípulos?
El discípulo consagra, a veces, una vida entera para ser digno de aprender la Palabra Perdida; nosotros la daremos a cada aspirante para practicarla toda la vida. Hela aquí:
DESEAR ES PODER; — PENSAR ES SABER; — HA-BLAR ES CREAR.
Quien medita y practica durante veinte y un meses en desear la verdad, descubrirá por sí sólo la Palabra Perdida.
Le bastará decir al enfermo "sano" y quedará sano; al desgraciado "feliz" y será feliz; al vicioso "perfecto" y será perfecto; a la muerta o muerto "kumi" o "Kum" y se desper-tará.
Sus labios estarán purificados por el fuego de la verdad, y su Palabra se convertirá en Ley.
Este es el único camino a la profecía y al conocimiento del Porvenir.
VOLUPTUOSIDAD Y TEMPLANZA
¡Campos del alma, campos de batalla, de apetitos voraces y obsesiones! La voluptuosidad de las pasiones a reyes y monarcas avasalla.
Una pasión desenfrenada acalla, cual tempestad, armónicas canciones del ruiseñor, y a fuertes intenciones en las arenas del placer encalla.
El cuerpo es barco sobre un mar furioso
que conduce al espíritu coloso:
él flota, en tanto que es la barca hundida.
Es la ley de llamados y elegidos: quien acalla el furor de los sentidos, aplaca los furores de la vida.
CAPITULO XVIII
VOLUPTUOSIDAD Y TEMPLANZA
La voluptuosidad es el florecer de un deseo, muy fra-gante pero embriagador.
La voluptuosidad es el vino del Espíritu muy exquisito pero enervador.
El Espíritu es el monarca del cuerpo y de los sentidos. La voluptuosidad es la rebelión de los subditos contra el monarca.
La voluptuosidad es la vid cuyos racimos son alimentos, pero en el jugo fermentado de los racimos hay la alegría y el dolor; tomar poco de su jugo es alegrarse e inspirarse, tomar mucho es embriagarse y aniquilarse.
La templanza es la copa llena de placer; la voluptuosidad es la misma copa, pero llena dos veces: la plenitud la toma una sola vez, la juventud repite el brindis. El placer de la templanza acompaña al hombre hasta el fin de la vida; pero el de la voluptuosidad le abandona en la misma juventud.
La voluptuosidad es una reina que colecta esclavos, la templanza es una madre que vela por sus hijos.
En la primavera de la vida, la voluptuosidad es la mano de la vejez, mientras que el gozo en la juventud es el ma-nantial de energía en la ancianidad.
El gozo es el esplendor de las estrellas en el cielo, la voluptuosidad es la nube que oculta al sol en los días fríos.
La sombra de la voluptuosidad es el remordimiento, la luz del gozo es la satisfacción.
La cosecha del placer incontenido es la degeneración y el fruto del placer, bien dirigido, es el gusto.
No somos partidarios de la privación, porque ésta alma-cena deseos y al mismo tiempo los calienta hasta la ebulli-
cíón, más cuando el vapor no encuentra una salida puede causar el estallido del recipiente.
El cuerpo pide lo que necesita; la mente aglomera lo superíluo.
El sabio no busca el gozo porque sabe que éste le espe-ra en el camino: el ignorante busca la voluptuosidad como guia en el camino del vivir.
El gozo camina entre los hombres, la voluptuosidad los arrastra.
La voluptuosidad es el humean que enfurece las olas del mar; la templanza es la sonrisa de la calma y de la bonanza.
El gozo es la herencia que otorga Dios a sus hijos, la voluptuosidad es el placer que mucho promete y sus prome-sas son espejismos en el desierto.
La voluptuosidad estraga los apetitos de sus víctimas que ya no les agrada más que los pútridos manjares.
¿Quién es aquella hermosa virgen, cuya frescura excede al lirio del campo, su sonrisa más deleitosa que una rosa recién abierta; sus besos más dulces que la esperanza; de sus labios emanan el aliento más fragante que los aromas de la Arabia; la rosa envidia el color de sus mejillas; la brisa en-vidia el perfume de su aliento; el júbilo danza en sus mira-das y sus pasos siguen el ritmo alegre de su corazón?
Es la salud hija del gozo y la templanza; el vigor mora en sus entrañas, el poder en su cerebro y la dicha en todo su ser.
El ayuno abre su apetito, la moderación la alimenta de felicidad, la parquedad perpetúa sus placeres.
Si los ojos son los vigilantes del hombre, ¿por qué no distinguen entre lo bueno y lo malo, entre lo normal y lo anormal?
Si el estómago es una medida exacta para un peso limi-tado, ¿por qué quiere devorar todo lo que abarca la vista:
Si el juicio y la razón están en el cerebro, ¿por qué con-sultar al estómago y a los sentidos?
¿De qué sirve al hombre la mirada del águila si sólo busca el cadáver putrefacto por alimento?
Esté es el Hombre Microcosmos; semeja a una ciudad ¡
simétricamente construida, cuyas bases bien cimentadas, sus i
muros bien nivelados, sus calles bien trazadas, sus casas re- \
pletas de habitantes, sus canalizaciones perfectas, sus comer- !
ciantes, industriales y obreros trabajan alternándose día y noche.
Esta ciudad tiene un rey director y el rey tiene su mi-nistro, su administrador de correos, sus noticieros, un cajero, un intérprete y un escribiente; en esta ciudad hay buenos y malos.
Siete son sus obreros: la atracción, la adhesión, la diges-
tión, la repulsión, el crecimiento, el alimento y la retentiva.
El rey es la Ley natural, su trono está en el corazón; el ministro es la razón y reside en el cerebro; el administrador '
de correos es el poder visualizador y reside en el cerebro frontal; los noticieros son los cinco sentidos; el cajero es la memoria en el cerebro; el intérprete es la lengua y el escri-biente es la mano.
Si el rey es bueno y justo, será la sombra de Dios en la tierra; cuando la razón es correcta tienen que obedecerla to- dos los poderes del alma.
Así como en el mundo hay buenos y malos, así en el
hombre se hallan fuerzas buenas y malas, como la pasión, la
ambición,, la envidia, el egoísmo, etc.... que se rebelan con- tra la razón y contra la ley del corazón; entonces el rey debe imponer su voluntad y dominar a los rebeldes.
El ministro es el razonamiento que debe obedecer al rey para combatir a los enemigos: pasiones y anhelos exagerados y pacificarlos hasta formar de ellos un ejército útil a la na- ción, mas nunca debe fiarse de ellos y si vuelven a la rebe- lión hay que eliminarlos o alejarlos.
Las malas fuerzas en el hombre son ídolos y el alma
siempre tiende a adorarlos.
Así como el rey debe ordenar la limpieza de la ciudad, corregir a los defectuosos, domar a los malos, ilustrar a los ignorantes y administrar la justicia entre sus subditos, así el hombre debe limpiar a su ciudad-cuerpo, corregir sus defec-tos, domar sus malos instintos, ilustrar a las células ignoran-
tes y administrar una justicia perfecta entre sus necesidades y ambiciones.
El ayuno es la mejor escoba para la limpieza; la priva-ción es el mejor corregidor de los defectos; la abstención do-mina a los malos instintos; el silencio y la meditación ilustran y por último la templanza es la más perfecta justicia para satisfacer a los anhelos y deseos.
LA CLAVE DEL PODER:
El hombre es dual: Espíritu y materia o alma y cuerpo. Las religiones enseñan como debe el hombre salvar al alma; la Religión de la Verdad enseñó como manejar el cuerpo.
Todo deseo voluptuoso satisfecho, debilita el dominio del Espíritu sobre el cuerpo y la privación voluntaria es la llave que abre la puerta al Espíritu Interno para manifestar, su Luz.
Es bueno comer pero es mejor asimilar; es bueno poseer cosas buenas pero es mejor conocer su utilidad.
Poder deleitarse y reprimirse es entrar al reino del Poder.
Castidad no significa abstinencia, ayuno no es morir de hambre. La templanza es el equilibrio entre los dos contrarios.
El hombre que practica la clave de la templanza será fuente de consuelo para los afligidos y el mejor consejero para los perplejos.
LA FELICIDAD
¡Oh dicha personal, falsa alegría, que enmascara la faz de la tristeza! Nuestro dolor es donde la dicha empieza y nuestra dicha es donde el dolor nos guía.
A la felicidad, amor es vía, cuando el amor es libre de impureza; en holocausto, ofrenda su grandeza, y le da su calor al alma fría.
En la colmena, el gozo de la abeja es colmar el panal de miel bermeja, sin salario cobrar, sin egoísmo.
La dicha de la flor es la fragancia; la dicha del trigal es la abundancia. Sin nada recibir da de sí mismo.
CAPITULO XIX
LA FELICIDAD
El altruismo es el único suelo donde puede germinar y florecer la felicidad.
LA felicidad es la aurora de la Divinidad; es el des-pertar del amor inegoísta.
La flor de la felicidad es la simpatía por el dolor ajeno y su fruto es el servicio desinteresado.
La felicidad es el Altísimo Don de obrar como Dios y servir en su Obra.
Ni el placer satisfecho, ni los goces colmados, ni la comodidad completa son felicidad.
Obedecer la Ley y servir son las dos alas de la felici-dad que elevan al ser.
Cada hombre es un canal por donde se expresa la feli-cidad, pero así como el canal no puede retener para sí el agua, así el ser humano no debe retener para sí la feli-cidad, porque puede reventar su canal.
Mientras e1 hombre siente la felicidad debe sentir dolor.
La verdadera felicidad no se siente a si misma; así como el ojo no puede verse a sí mismo aunque puede ver su reflejo en el agua o en el espejo.
El hombre feliz es la manifestación de Dios. Resiste el dolor y el placer, la lujuria y la pasión, como resiste el grano los vientos del otoño y las lluvias del invierno.
La humanidad cree que la felicidad es el privilegio de poseer todo para no hacer nada; cree que Dios es la per-fecta tranquilidad y que su cielo es un .lugar de pereza; mientras que la verdadera felicidad es el no poseer nada para sí y servir siempre; porque Dios es el movimiento con-tinuo y su cielo es el trabajo perpetuo y sin descanso.
Quien busca la felicidad para gozarla, tropieza con el dolor para sufrirlo; porque es más difícil gozar la felicidad que vivir sin ella.
La mayor felicidad está en no buscarla porque con ella el hombre tiene diez deberes que cumplir a la vez, y el más hermoso de estos deberes es más hermoso que diez desgra-cias juntas; mientras que sin ella no se requiere otra cosa que la conformidad.
Nadie quiere creer que la felicidad es una flor que crece entre las espinas; para tomarla hay que desgarrarse la vestidura y la piel y sangrarse.
La felicidad es una abeja que defiende su miel con el aguijón envenenado; pero también la miel de la felicidad es un remedio universal para todo dolor.
La plenitud de la felicidad está en eI derramamiento de todas las lágrimas de los ojos.
El hombre no debe pedir nada a la felicidad, porque ella nada tiene para dar.
La verdadera felicidad se entrega sin condiciones, por-que solamente es feliz lo Incondicionado.
Un poderoso rey de la antigüedad, buscaba con afán la felicidad y ofrecía fabulosas sumas para hallarla; pero su intento fue inútil. Un sabio le aconsejó que se vistiera con la camisa de un ser feliz para adquirir la felicidad.
Acompañado de su primer ministro, abandonó su reino, en busca de ella.
Visitaron a reyes y a subditos, palacios y chozas, pobres y ricos y no encontraron a aquel ser feliz para comprarle la camisa.
Al fin llegaron a un labrador que araba en un campo y cantaba al final de cada surco.
Se le acercó el rey, que viajaba de incógnito, y le preguntó:
—¿Eres feliz, buen hombre?
—¿Y qué me falta, Señor, para no serlo? Siembro ahora y Dios me dará mañana la cosecha; termino mi trabajo hoy y por la noche me esperan mi mujer con mis hijos, ellos me lavan los pies y me sirven la comida. ¿No es esto una verda-
dera felicidad? El rey saltó de gusto al encontrar al hombre que buscaba; juntó sus manos en actitud de súplica y con voz entrecortada por el ansia, le dijo:
—Véndeme tu camisa.
Conmovido el labrador por aquella petición, desabrochó el gabán y descubrió su pecho diciendo;
—Señor, yo no poseo camisa.
Buscar la felicidad es auyentarla; ella es nuestra sombra; si la seguimos huye y si la huimos nos sigue.
Es una felicidad ser hombre para depositar su fuerza a los pies de una mujer; es una felicidad ser mujer para ador-nar al hombre con la ternura de su sensibilidad.
Es felicidad ser rico para compartir el pan con los po-bres; es felicidad ser pobre y recompensar con la bendición a la mano que le ofreció el alimento.
Es felicidad ser padre, cargado de su familia y subiendo hacía la realización; es felicidad ser hijo y derramar una lá-grima de ternura filial que recompense el sufrimiento del padre.
Es felicidad ser joven y el árbol de la vida carga los frutos de la esperanza; es felicidad ser anciano para alimentar con Jos frutos de la experiencia a los inexpertos.
Es felicidad ser amante y amado porque las rosas del amor perfuman el mundo; es felicidad ser amante defraudado porque la espina del dolor al herir el corazón le convierte en manantial de piedad.
¿Cuál es la finalidad de la vida? —Es la felicidad.
¿Qué es felicidad? —Es la misma vida.
¿Por qué el hombre es desgraciado? —Porque o vive en el pasado o teme al futuro, descuidado del presente.
La vida es la misma felicidad: por doquier hay un ruise-ñor que canta; por doquier hay una flor que despide perfume; por doquier hay un árbol que fructifica; el hombre enjaula al ruiseñor para oír su canto, arranca la flor para aspirarla y echarla y toma el fruto para comerlo, es rey de todos y vive desgraciado.
Vive infeliz porque no ha aprendido a dar, sino siempre a tomar.
La felicidad no puede dar nada porque o no tiene nada que dar o no puede separarse de sus dones; la felicidad se entrega por completo al ser que no le pide nada.
Avara es la dicha y como tal no puede alejarse de sus tesoros..
La dicha es una semilla dormida en el corazón: no puede brotar durante el invierno frío del amor; mas sí, en la prima-vem del altruismo rompe su concha para elevarse sin temor al viento y erguirse con donaire hacia el sol.
No hay que sentir la felicidad, hay que hacerla sentir. La flor no huele a sí misma, la flor esparce su olor para delei-tar a las narices sanas.
LA CLAVE DEL PODER:
El altruismo y la felicidad son sinónimos porque el pri-mero es una parte integrante de la segunda. La felicidad es la misma Ley Natural: consiste en dar a otros más que a uno mismo. La felicidad es hermana gemela del sacrificio y jamás se encuentran separados.
Cada día hay que consagrar un corto tiempo en hacer sentir la felicidad de los demás. Innumerables son los méto-dos. Una sola caridad equivale a un año de oración.
El hombre que trabaja por la felicidad de los demás será dueño de sí, dueño de los hombres, dueño de la Naturaleza y de sus espíritus.
No hay otro camino, ni otro método y miente quien dice lo contrario. Nadie puede comprar o adquirir la felicidad.
La felicidad se da y ella es como todas las cosas, gira cíclicamente.
RESUBRECCION O RENACIMIENTO
Duerme la carne y sigue el caminante de regreso, el camino a las alturas. De los cuerpos, las frías sepulturas, renace el alma como el sol radiante.
AI renacer el sol en el Levante no cuenta ni pasadas, ni futuras vidas; sus rayos bañan las llanuras, su ocaso de su aurora es el amante.
Hundido el cuerpo en aguas de la muerte, el alma se apodera de su suerte, cual del timón las manos del piloto.
Para vivir, hay que morir en vida,
y brotar de la carne fallecida
como brota hacia el sol la flor del Loto.
CAPITULO XX
RESURRECCIÓN O RENACIMIENTO
El árbol tenaz, después de dar sus frutos, entrega sus amarillentas hojas al viento para dispersarlas; el hombre ver-dadero que existe por sí mismo, cuando acaba su cotidiano trabajo entrega su ropa a la madre para lavarla.
Nacer es vestirse con ropa limpia; vivir es trabajar y sudar; morir es desvestirse y resucitar es bañarse en la fuente cristalina de la pureza.
El vestido oculta al cuerpo, la muerte oculta al hombre. El cuerpo tiene necesidad de muchos vestidos en. su vida, el hombre ha menester de muchos cuerpos.
El cuerpo es la flor arraigada en el suelo pero su fragan-cia se eleva al espacio, aún después de marchita.
La resurección es la inmersión del hombre en su Divi-nidad, como se imerge el olor en el espacio.
El grano de oro cubierto de polvo, vuelve a lucir su brillo cuando se lava.
Hay dos muertes y hay dos resurrecciones.
La muerte física no supone ganancia alguna: es el árbol que muere antes de poder dar lo que no posee y la muerte mística es el procedimiento que elimina lo inútil; en la pri-mera, el hombre resucita para volver a morir de nuevo, en la segunda resucita para convertirse en una columna en el Tem-plo del Padre.
Dice Hermes Trismegisto: "Bienaventurado aquél cuyos vicios mueren antes de él".
El verdadero ser del hombre no muere para resucitar, sólo arroja su vestidura imperfecta, para tomar otra limpia v nueva.
Esta es la verdad sobre la muerte y la resurrección:
Muere lo imperfecto para dar paso a lo perfecto: se pudre la concha de la semilla y ésta brota hacia el infinito.
Se siembra un cuerpo terrenal y resucita un cuerpo luminoso.
La resurrección de los muertos es un hecho de la natu-raleza y el hombre por la fuerza o la razón está atado a la rueda cíclica de esta Ley y siendo Ley debe ser una verdad eterna, sin principio ni fin, establecida en la constitución del hombre; pero como nuestro objeto no fue el descifrar la muerte después de la vida, sino la muerte mística, tampoco aquí tra-tamos sobre la resurección de los muertos, sino sobre la resu-rección mística que es el blanco de nuestra mira.
La resurrección mística es el renacimiento espiritual.
Para dominar la muerte hay que morir en vida y para convencerse de la resurrección de los muertos hay que resu-. citar de esta muerte.
La resurrección no es la inmortalidad; todos somos inmor-tales, pero pocos saben resucitar a la inmortalidad.
La inmortalidad del alma es una idea abstracta, su resu-rrección es una EXPERIENCIA real.
La resurrección del alma acaece en la vida y es la más experimental de las experiencias.
El hombre no debe buscar la metafísica de la inmortali-dad, sino la física de la resurrección; en la misma carne es donde debe aprender la resurrección de la carne.
El sol se pone, la luna mengua, la marea decrece; y su resurrección es el sol naciente, la luna llena y la marea creciente.
Por eso el cuerpo de Cristo es muerto en la cruz para resucitar al tercer día.
El Señor de la vida está crucificado en el hombre; cuando "el cuerpo animal es sembrado, el cuerpo espiritual resucita''.
Lo que es posible en el grano, es posible en el cuerpo.
El hombre, en la muerte mística, enciende por sí mismo su luz.
El hombre debe ayudar a la resurrección de Dios, porque Dios expira y el hombre aspira.
-
La muerte del Hijo de Dios tiene por objeto la resurrec-ción de Dios en el Hijo.
¿Quién es el que muere para resucitar: el Hombre-Dios o el Dios-Hombre? Ni el uno ni el otro: el uno y el otro.
Muere la semilla y resucita la planta; muere la planta y resucita en la semilla. Un perpetuo cambio de fuerza resuci-tante sé produce entre ellos, semejante a una corriente inte-rrumpida de chispas entre dos polos eléctricos.
Dios expira sobre la cruz-cuerpo y el hombre aspira y resucita. ¿Cuándo expirará el hombre para que resucite Dios de la tumba?
Pero el hombre no puede resucitar solo: no resucita sino con toda la humanidad, con todo el Universo, con todas las criaturas.
Cada hombre que resucita de la tumba-carne se convierte en Dios, y Dios necesita de estos Dioses para resucitar a toda la humanidad, a todas las criaturas y a todo el Universo,
Ante el hombre, así resurrecto, todos los dioses caen de rodillas, para besar el polvo de sus pies.
La resurrección del hombre, en su propia carne, en el mundo, es el comienzo de la eternidad.
Quien no practica la muerte y la resurrección en vida y a voluntad, nunca puede convencerse de la inmortalidad del alma.
Cuanto más se ama al mundo al travéz del cuerpo mor-tal, más se odia a la resurrección eterna.
La Personalidad Absoluta no reside en el cuerpo ni en el espíritu, Ella es el principio vital que une a los dos, que no está sujeto a muerte; sólo éste resucita cuando muere el cuerpo.
Para que la resurrección sea perfecta en la carne, en lo externo, debe empezar en lo interno- del corazón, "en el espí-ritu y en la verdad".
El corazón de! mundo es el sol, el sol del hombre es su corazón, el misterio del corazón es el amor, y el misterio del amor es la resurrección:
"Aquel que cree en Mí, jamás verá la muerte"; aquél que sigue los impulsos de su corazón nunca morirá.
Cada vez que muere el cuerpo animal, resucita el cuerpo espiritual. Cada vez que muere un vicio en aquél, resucita una virtud en éste.
Morir para la ilusión de los sentidos es resucitar a la Luz de la Verdad.
"El que no naciere otra vez no puede ver el reino de Dios", dijo Jesús.
Muere el hombre viejo para sus errores, pasiones y vi-cios y resucita el hombre nuevo en el reino del saber y de la virtud.
LA CLAVE DEL PODER:
El objeto de la resurrección mística es ayudar a los her-manos que están más allá del velo.
Aquellos que mueren para su egoísmo en la vida, de noche resucitan conscientemente y se dedican a ayudar a los que han abandonado el ropaje material.
Buenas son las oraciones y las ofrendas; pero es más eficaz el consejo personal.
Hay otro método para los que todavía no pueden morir ni resucitar a voluntad y es el siguiente:
Antes de dormir, visualizar al que es llamado muerto. Tratar de convencerle, como si estuviera presente, sobre una verdad universal que él la desconocía y cuando entra el cuerpo en sueño, los dos espíritus se encuentran y el encar-nado cumple su misión, inconscientemente, con el hermano desencarnado.
EL JUICIO O LA
VOZ DE LA CONCIENCIA
Es el juicio, la voz de la conciencia cual infierno del ser, cuyo suplicio devora con su fuego todo vicio, condena y ejecuta sin clemencia.
Miente quien dice que hay una indulgencia. Miente quien dice: Dios asiste al juicio. El dolor del saber es beneficio cuando el dolor ilustra a la inocencia.
La voz interna es la vestal que atiza el fuego del altar y que realiza la conversión del vil metal en oro.
La voz interna de inefables goces, es la música suave de los dioses y el cantar de los ángeles en coro.
CAPITULO XXI
EL JUICIO O LA
VOZ DE LA CONCIENCIA
Los instintos son los legisladores de las leyes y las leyes son los administradores de los instintos.
El alma es el campo de batalla en donde lucha el ins-tinto contra la razón; pero ni el instinto ni la razón son due-ños del campo, porque ambos son intrusos.
Son dos nubes de polos opuestos, en el cielo, que al en-trechocarse producen el relámpago y el trueno y despiden el rayo; pero el rayo no es ni el relámpago ni el trueno sino la voz silenciosa que ilumina y quema.
Los dos polos del hombre son la mente y el vientre que luchan encarnizadamente en el corazón, mientras que éste espera y vigila a que se cansen de sus mezquinas debilidades y locuras, para juzgar ambos.
Cuando se aquilaten el raciocinio y los apetitos, se oirá la Voz Intima del Juez Interno y comenzará el enjuiciamiento final.
La doctrina del corazón es la quinta esencia de la be-lleza. El fin de la evolución es la plenitud de la perfección.
La voz íntima del corazón es la voz de Dios; la luz del corazón flamea en la verdad que. afirma el mandamiento; su llama es más respíandesciente que la de la vida y su fuego es más ardiente que el de los apetitos.
Toda creación está permeada con el llamamiento del corazón.
Del "Seno del Silencio" procede la voz espiritual silen-ciosa e invadirá el campo de la conciencia; su clamor será más fuerte que el fragor de mil truenos juntos. Y esta voz dirá:
"TU ERES YO Y YO SOY AQUELLO" presente en tu interior".
"No busques en tu pasado, ni escudriñes en tu porvenir, porque el pasado te enjuiciará y el futuro te castigará".
"Las cadenas del pasado, unidas a las del porvenir, te atan en el presente y te crucifican con los clavos de la inacción".
"Yo'me muevo y aquél que no se mueve conmigo, será castigado por el reposo".
"Tu debes reconciliar a tu demonio con tu Dios y atar a ambos al propio vehículo tuyo; sé firme solamente, en suje-tar las riendas".
"Si una espina sangra tu pie en el camino, riégala con tu misma sangre y se convertirá en rosa. Si la ballena de la muerte te devora, ella te arrojará después de tres días a la orilla de la vida".
"Derrama sobre la cabeza de tu demonio el fuego del amor y él te guiará hacia el Centro".
"Haz que tu mal sea un bien y tu bien se avergonzará ante tu mal".
"Mata el amor a la criatura mortal y ama lo inmortal que libra a la creatura".
"No pidas nada a nadie, Yo Soy la fuente del Dar".
"Cuando tu cuerpo se vea combatido por las olas de la pasión di: Ya estoy cerca de la orilla; tengo que anclar para no encallar".
"Y cuando la tempestad ruge y pretenda arrastrar el ancla de tu barco, no acudas al salvavida; porque el capitán que abandona al barco por temor a la muerte, morirá estrellado contra las rocas de la orilla".
"Cuando el deseo de tu vientre llama a la puerta de tu mente; ordena al corazón que abra la puerta".
"Cuando la flecha del dolor atraviese tu corazón di: Yo mismo me he herido; pero debo curar mi herida y conservar la flecha como reliquia".
"Juega con tu deseo, como el padre juega con el hijo; pero no te dejes montar por el deseo, como monta el hijo en los hombros del padre".
"Arranca la planta de las edades de tu corazón porque sus raíces absorben toda la savia".
"Borra de tu corazón las huellas del combate entre la mente y el vientre o sal de la lucha si no quieres que los dos te saquen el juicio".
"Se loco prudente entre los juiciosos locos". "Desnuda la vida del bien y del mal; estas ropas son tejidas por la debilidad".
"Quema las historias de los héroes sanguinarios y echa sus cenizas en los ojos de los historiadores".
"Sé Libre de toda religión y amarás la verdad de todas las religiones".
"Elévate sobre el bien y el mal, sobre el triunfo y el fracaso, sobre el amor y el odio y serás un escalón hacia la inmensidad".
"Haz de lo tuyo una escala para TI, que conduzca hacia TI MISMO".
"Aquél que tiene potestad de matar, tiene el poder de resucitar. Ayer tú mataste a tu DIOS, resucítalo ahora".
"Cuando ores repite las plegarias pronunciadas por el Intimo y no balbucees las de los perezosos que oran por distraerse".
Tu oración debe ser un desbordamiento de tu corazón".
"Cuando quieres hablar que la sangre de tu corazón tina tus palabras".
'Ayer, cuando buscabas a Dios lo mataste; hoy al resu-citarlo, déjalo que El venga a tí".
"Recupera tu voluntad y desnúdate de la resignación y el Hombre supera al hombre".
"Huye de la virtud que convierte al hombre en enano y sigue el anhelo que agiganta".
"Sé el precursor de tí mismo y de los demás y espera a los demás y a tí mismo a que te alcancen".
"Que tu palabra sea el rayo destructor y aquél que teme la destrucción, que monte su cráneo con pararrayos".
"Monta sobre las alas de las tempestades diurnas para romper las alas de las tempestades nocturnas".
"Haz de la sangre del corazón una tinta luminosa, de tu lengua una espada y graba tu ideal sobre toda frente".
"Toda palabra no escrita con la tinta sanguínea es rasgo trazado sobre la arena del mar".
"Pero antes de hablar escucha el fragor de la voz de las siete fuerzas que yacen en la conciencia del Universo".
"Antes de contemplar la serie de pensamientos que se reflejan en la superficie de tu menté, asegúrate primero en secar la fuente de las lágrimas de tus ojos".
"Y antes de que tu lengua lance la bala mortífera, debes asegurarte de que tú no eres el blanco".
"Sí tú no te condenas, nadie te condenará; si tú no te juzgas, nadie te juzgará".
"Tu corazón es el juez, tu mente es la ejecutadora y tu deseo es el ejecutado".
LA CLAVE DEL PODER:
Todo ser es guiado por la voz interna.
Esta voz es llamada instinto, impulso natural, sentimiento interior en los animales e intuición en el hombre.
Esta voz silenciosa es muy perceptible, en el corazón y no espera a que la consulten, sino que ella siempre anticipa el, hecho y si no es oída, a veces es porque la voz del deseo en el hombre la acalla.
Tratar de oír esta voz y vivir sus consejos es elevarse sobre el ritmo; es eludir la enfermedad, el dolor, la pobreza y la muerte y ver el ciclo abierto ante sí a cada momento.
LA PERFECCIÓN
Y cuando coseché mis estaciones y repartí mis frutos justamente, vi lo Infinito circundar mi frente vi lo Infinito pleno de mis dones.
Al afirmarme pierdo mis visiones
al eclipsarme se revela el Ente. La perfección es el vivir consciente en la Real Unidad sin ilusiones.
La perfección del Ser es su grandeza que contempla en el Todo su belleza desnuda del pasado y de su modo.
Yo Soy El; El es Yo —fuimos un día;
mas hoy ya se esfumó la fantasía,
Ya no hay Yo, ya no hay El: SOMOS EL TODO.
CAPITULO XXII
LA PERFECCIÓN
En el Principio Dios se hizo hombre.
En el Principio fue la Unidad sin atributos.
El primer atributo manifestado fue la vida.
Las vibraciones de la vida son las figuras geométricas de la forma.
La forma nació de la energía vibratoria de la vida como nace el aliento de los pulmones del ser o la idea de la mente.
La Unidad se desdobló en dos para poder manifestarse y se formó la polaridad.
Lo sexual se dividió en masculino y femenino.
Hermes separa de sí a Afrodita. Adán a Eva. El Andros (varón) a Gyné (mujer).
Hermes y Afrodita vuelven a ser hermafrodita; Adán y Eva ya son Jehová; Andros y Gyné se hacen Andrógeno por el amor.
Copulados los dos elementos divinos por el amor nace la voluntad que equilibra a los dos.
La voluntad aspira a volver a su prístino poder y a unirse nuevamente al Infinito; entonces inventó la religión para religarse.
Una vez materializada la religión, se dedicó a separar el bien del mal, perdió su objeto y crucificó al hombre entre los dos.
Esta prueba de crucifixión entre el bien y el mal tiene por objeto el triunfo.
El triunfo se obtiene por medio de la justicia y el equi-librio de la Ley.
El cumplimiento de la Ley Universal otorga la sabiduría.
La sabiduría guía el poder Creador o el sexo a la divini-dad fuente de la fuerza.
La fuerza impone silencio a las debilidades de la perso-nalidad y conduce al hombre a cumplir su deber.
El deber del hombre es el sacrificio por el bien de todos.
E1 sacrificio voluntario supone la muerte de la perso-nalidad.
La muerte de la personalidad es el paso a la vida de la realización por la voluntad.
El destino es la más perfecta escuela que enseña al hom-bre, por medio del fracaso y los golpes de la caída.
El dolor del fracaso es el único camino a la Verdad.
"La Verdad os hará libre, dice el Maestro", de la volup-tuosidad de las pasiones.
Ser libre de las pasiones y sus errores es ser feliz.
La única felicidad es ver la Luz interna y obrar con la Ley por la dicha ajena.
Obrar con la Ley es resucitar de la ilusión de la materia a la vida Real.
La resurrección consiste en sentirse DÍOS en la conciencia de los vivos y de los muertos.
Esto es Perfección y una vez cerrado el círculo ya no admite dilatación.
En el principio Dios se hizo hombre; hoy el hombre se hace Dios.
La vida es una ola del Gran Océano, del Infinito sale y a la Eternidad vuelve.
El gran Sol evapora al hombre del Océano Eterno y el frío de la muerte le devuelve al mismo Océano.
Nace,la flor de la tierra y a la tierra vuelve.
Desaparece la individualidad para sumirse en la Unidad,
Eclipsando la materia se revela la Divinidad.
Al perder el hombre la personalidad de su Ser encuentra su Ser en. el Ser.
AI desnudarse de su ropaje personal abriga a todos im-personalmente, domina sus sentimientos por el inmenso amor, controla sus pensamientos por la dulzura de la verdad, amolda sus vidas en el molde de la virtud y encamina sus acciones en el sendero de la perfección.
La corriente no puede remontarse más allá de su ma-nantial, ni el efecto puede ser mayor que la causa; por lo tanto no hay otra causa externa a la Perfección.
"¿Tanto tiempo ha que estoy con vosotros y no me ha-béis conocido?"
La perfección es la belleza de la vida desnuda de todo velo.
En la Perfección no hay razón; en lo Infinito no hay espacio ni tiempo y en la Eternidad no hay ni principio ni fin.
LA CLAVE DEL PODER:
No Soy Yo quien la da sino aquel que dijo: "Sed per-fectos como vuestro Padre es Perfecto".
Seguir el ejemplo de quien esto enseñó, es llegar a la estatura de El.
Llegar a la estatura de El "es comer del árbol de la vida que está en medio del Paraíso de mi Dios".
"No recibirá daño en la segunda muerte"".
"Recibirá una piedrecíta blanca, y en la piedrecita un
nombre nuevo escrito, que no sabe ninguno, sino aquél que lo recibe".
"Recibirá potestad sobre Jas gentes y le será dado la estrella de la mañana".
"Será vestido con ropajes blancos y su nombre será con-fesado delante del Padre y sus ángeles". .
,Y por último los dos serán Uno.
CONCLUSIÓN
Adiós querido lector, ya es hora de la despedida. Os doy las gracias por vuestra benévola atención. Si ésta obra os agrada. y os ha sido útil yo sentiré vuestro amor, así como vos habéis sentido el mío; por lo tanto nos volveremos a en-contrar en el crepúsculo de la mente y cantaremos juntos el himno al so] y el Padre Sol nos dará con su Luz Divina "Las Llaves del Reino".
ÍNDICE
Prólogo 7
Cap.
I Dios-Hombre 13
II Naturaleza-Mujer 18
III Humanidad-Amor 23
IV El Rey de la Creación 28 V La Religión 33
VI El Bien y el Mal 38
Vil Triunfo o Liberación 43
VIII La Justicia . 48
IX La Sabiduría 53
X El Matrimonio o El Sexo 58
XI La Fuerza 63
XII El Sacrificio 68
XIH La Muerte 73
XIV El Movimiento o La Realización 78
XV El Destino 83
XVI La Caída 88
XVII Veracidad y Mentira 93
XVIII Voluptuosidad y Templanza 98
XIX La Felicidad 103
XX Resurrección o Renacimiento 108
XXI El juicio o La Voz de la Conciencia
XXII La Perfección 118 Conclusión 121
113
HO R U S
Este libro tiene como actores y destinatarios a todos los hermanos que deseen alcanzar la Verdad desnuda de todo velo, qué ilumina al hombre desde el centro de su ser, desde el Sol intimo. Los Poderes Divinos no se compran ni se venden; son como la luz del sol que está siempre en el espacio y depende sólo de que el hombre salga a recibirlos o viva en las tinieblas de la ignorancia. La humanidad actual sufre una sed abrasadora y, en vez de acudir a las fuentes vivas para calmar su ansia, corre a apagarla con la propia sangre, y ésta acrecienta su sed. Todo hombre busca la dicha y en aras de su propia felicidad, sacrifica al hermano, al semejante, y una vez consumido el sacrificio advierte que el júbilo se desvaneció como el humo. Pero el ser humano jamas se consideró vencido y aspiró eternamente a conquistar el tesoro perdido de la dicha y comenzó a desafiar a los mismos dioses con esa arma poderosa que es la ciencia. Pero también encontró que ésta es peligrosísima hasta en manos de su propio inventor. Asi ha sido la humanidad hasta hoy. Los reformadores, regeneradores y redentores concluyeron sus dias en la hoguera, envenenados o crucificados. Y en esta encrucijada de la historia, alborean todavia lumbres de esperanza . . . Son las que surgen de la sabiduría de los Maestros iluminados ... Y Jorge Adoum —uno de ellos— nos brinda aqui una respuesta, un remedio, una ayuda valederos para construirnos y construir, arrastrando toda dificultad, un mundo mejor, una vida mejor . .


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