.

..

ºº

.

EN LOS LIMITES DE LA REALIDAD

↑ Grab this Headline Animator

sábado, 9 de marzo de 2013

Liberación y Progreso Helena P. Blavatsky




Liberación y Progreso

Helena P. Blavatsky


“Un neófito, para ser iniciado, no debe tener 
ningún afecto ni deseo que lo encadene al mundo.”
(Bulwer Lytton en “Zanoni”)


Se ha dicho que el primer paso que debe dar un estudiante de (Ocultismo es renunciar a las “vanidades del mundo”.
Esto no significa, necesariamente, que deba romper sus lazos familiares, desatender sus medios de subsistencia, evitar la sociedad de los demás, convertirse en un misántropo
y retirarse a una cueva en la selva para entretenerse allí con las morbosas fantasías de su imaginación y estar de continuo codiciando internamente los mismos objetos a los que
ha pretendido renunciar y abandonar externamente.
El aspirante puede vivir en el mundo y, sin embargo, no ha de ser del mundo. Su cuerpo y su mente pueden estar más o menos ocupados en los asuntos de la vida cotidiana y
él puede, al mismo tiempo, estar ejercitando sus facultades espirituales. Puede estar personalmente en el mundo y, no obstante, remontarse espiritualmente por encima de él.
Todo ser humano posee, además de su cuerpo físico, dos juegos de facultades: intelectuales y espirituales. Los poderes de estas facultades están correlacionados y entretejidos. Si se usan solamente los poderes intelectuales en el plano físico para fines materiales, uno se vuelve más egoísta y materialista. Está concentrando sus poderes en un pequeño foco que representa su 'personalidad'; y cuanto más los concentra, más reducido será ese foco. Entonces, esa persona se volverá mezquina y egoísta y perderá la visión de la unidad, de la cual será apenas una parte infinitesimal e insignificante.
Por otra parte, si intenta enviar prematuramente su espíritu a las regiones de lo desconocido, sin haber desarrollado y ensanchado suficientemente su intelecto para que actúe como una base firme sobre la cual apoyar su espiritualidad, vagará como una sombra a través de los campos de lo infinito. Quizás contemple cosas espirituales, pero no será capaz de entenderlas. Se convertirá en una persona, nada práctica, en un fanático supersticioso y en un soñador.
El crecimiento demasiado rápido en una sola dirección, con exclusión del crecimiento correspondiente en la otra, va en detrimento del verdadero progreso. Por tanto es necesario discernir adecuadamente los poderes, tanto intelectuales como espirituales, y desarrollarlos en la correcta proporción.
“Renunciar al mundo” no significa mirar con desdén los adelantos de la ciencia, ignorar las matemáticas o la filosofía, ni dejar de interesarse por el progreso humano evitando los deberes correspondientes a la esfera en que hemos nacido, o descuidar nuestro ambiente. Lo que significa es renunciar al egoísmo, a la egolatría, a lo que Edwin Arnold llama 'el pecado del yo' en su libro “La Luz de Asial”, donde dice: “EI pecado del yo que ve su preciado rostro reflejado en el universo como en un espejo y exclama: ¡Que el mundo entero se exalte y que todo perezca para que sólo yo sea eterno!”
La renuncia al egoísmo va necesariamente acompañada del crecimiento espiritual. Por tanto, uno de los primeros deberes que tiene que cumplir el estudiante de Teosofía práctica es despojar su mente de la idea de un yo personal, empezar a darle menos importancia a las cosas y a los sentimientos personales. Debe olvidarse de sí mismo. No debe ver su existencia como la de una entidad permanente que ni cambia ni puede cambiar, solitaria en medio de otras entidades también aisladas y que vive separada de ellas por una concha impermeable. El mismo debe considerarse como una parte integral de un poder infinito que abarca el universo y cuyas fuerzas están concentradas en el cuerpo que él está habitando temporalmente. En ese cuerpo confluyen continuamente, y también de él irradian incesantemente, los rayos de la esfera infinita de Luz, cuya circunferencia no está en ninguna parte y cuyo centro está por doquier.
Para acelerar esta idea examinaremos al hombre en sus tres aspectos, el físico, el intelectual y el espiritual.
1) Se ha demostrado, a menudo, que el cuerpo físico del hombre no tiene existencia individual real o permanente. Por tanto no podemos realmente ni verlo ni oirlo ni sentirlo. Lo que percibimos de él son los efectos que sus actividades producen; en otras palabras, percibimos las vibraciones o circunvaluciones de fuerzas que al actuar sobre nuestros sentidos producen ciertas impresiones mentales. Estas impresiones, al llegar a nuestro conocimiento intelectual, nos dan una conciencia .
Más aún, los constituyentes de este cuerpo físico temporal cambian continuamente por el proceso de 'asimilación' y 'eliminación'. Los tejidos desaparecen, lenta o velozmente,
según su naturaleza o sus afinidades; nuevos tejidos ocupan su lugar para ser reemplazados, a su vez, por otros. Y este proceso continúa mientras dura la vida.
Tampoco tiene ninguna permanencia la forma del cuerpo físico. Este cambia de tamaño, forma y densidad al avanzar con la edad, desde la robusta salud de la infancia y de la
juventud hasta la vigorosa constitución de la virilidad, o la gracia y la belleza de la femineidad. y sigue así, hasta que llegan las manifestaciones de la vejez y de la decrepitud, precursoras del declive, muerte y putrefacción .
2) ¿Existe alguna individualidad permanente en la Mente o Intelecto? ¿O bien no la hay, como sucede con el cuerpo físico? Para responder a esta pregunta investiguemos primero el significado de estos términos.
El Intelecto es un poder activo que trabaja con la Voluntad. Todas las impresiones del mundo externo que se reciben a través de los sentidos, son reunidos por el Intelecto como en un centro o foco común. Allí las retiene juntas la “Memoria”, para aplicarlas a cualquier propósito u objetivo.
Ahora bien, con el paso del tiempo también cambian las percepciones. Nuevas percepciones reemplazan a las antiguas. La voluntad va perdiendo su poder de mantenerlas unidas. Los recuerdos palidecen. y el Intelecto cambia su modo y forma
de acción . Ningún hombre en la madurez de su vida tiene las mismas opiniones que tuvo en su niñez; y lo que hoy le parece prudente, mañana le parecerá necio. Nuestras ideas de lo recto y lo torcido y nuestras opiniones religiosas o filosóficas, toman su tonalidad según los modos de pensar que prevalecen en el país donde vivimos y según las influencias que allí predominan .
De modo que el Intelecto nace, crece y se desarrolla en constante cambio. Y aunque este proceso de cambio puede dilatarse o extenderse indefinidamente, debe soportar un cambio similar al del cuerpo físico. Tampoco puede haber, pues, una individualidad permanente en la Mente.
3) Consideremos ahora los principios superiores del hombre: el alma y el espíritu. La mayoría de los seres humanos tiene el sexto principio (Buddhi o Intuición) en estado
apenas embrionario. y muchos no tienen ni siquiera conciencia de que existe ese principio. Por tanto, no puede considerárseles como poseedores de individualidad mientras no lo desarrollen, acompañado de las partes superiores de la Mente o Manas, y lo unan con el séptimo principio, Atman, la vida Una, el espíritu universal único y eterno.

Este espíritu divino es una unidad y no puede dividírselo en partes para encasillarlo en las sucesivas 'personalidades' individuales. No se le puede atraer hacia ellas si no que ellas deben elevarse hacia él. y cuanto más se elevan ellas, más se amplían sus facultades intelectuales y espirituales. Cuanto más se amalgaman esas personalidades con ese principio divino, más se unifican con él, hasta que, finalmente, cada espíritu 'individual' abarca en su potencialidad el universo y queda contenido en el Todo, tal como el Todo queda contenido en él.
Si este modo de ver al hombre en sus tres aspectos es correcto, entonces vemos que la existencia y la actividad del ser humano no están en absoluto limitadas a los confines de su cuerpo material, sino que deben extenderse a través de todo el espacio. Al terminar su evolución cíclica, el hombre iluminará todo el espacio, tal como ahora él es iluminado por los rayos espirituales del universo, hasta una extensión proporcional a su capacidad para atraer y recibir esa Luz.
El hombre es un centro de fuerzas en el cual convergen los rayos del universo. En ese centro comienza la labor de la ilusión, y a ese centro queda confinada. Los efectos se
toman equivocadamente por las causas, y las apariencias se toman por realidades. La mente se goza en deleites que son provocados por ciertas causas que producen alucinaciones, y alimentan deseos por cosas para las cuales no existe necesidad real. Tal como los rayos solares son reflejados desde la pulida superficie de un insignificante pedrusco, o desde la concha de una ostra, produciendo los múltiples tintes del arco iris que danzan y brillan en diversas tonalidades mientras están expuestos al sol, de la misma manera los rayos procedentes del mundo objetivo fluyen a través de nuestros
sentidos, reflejan sus imágenes sobre el espejo de nuestra mente creando en ella fantasías y quimeras, ilusiones y deseos, y llenando la mente con los productos de su propia imaginación.
El primer deber de un verdadero teósofo es discernir entre lo que es real y lo que es irreal; distinguir entre lo verdadero y lo falso, por medio de la Luz divina del espíritu. Cumpliendo este deber descubre que el amor a sí mismo es ilusorio; que no existe un yo real y permanente, ni existencia individual alguna excepto aquélla que abarca en sí a toda la humanidad. y cuando el teósofo entienda plenamente esta idea de la unidad y esté dispuesto a dejar que muera y desaparezca su 'personalidad', entonces la Luz eterna
de la conciencia espiritual habrá empezado a alborar en él y habrá comenzado su inmortalidad como forma integral e individual del espíritu universal.
El 'Zanoni' de Bulwer Lytton dice: "El primer requisito para la consumación de todo cuanto hay de grande y sublime es la clara percepción de la verdad."
Los fragmentos de verdad que se han exhibido de diversas maneras en el curso de las edades, y de los cuales se encuentran indicios en las diversas escrituras sagradas, pero que más recientemente nos han sido explicados en su verdadero sentido esotérico y en un lenguaje teosófico mejor adaptado a nuestros tiempos y más comprensible para nosotros parecen mostrar que, a medida que el espíritu, en su progresión hacia abajo se hunde en la materia, la mónada espiritual universal queda diferenciada primero en el reino animal. Es decir, se desmenuza en diferentes rayos de diversas tonalidades o características que colorean las diferentes clases y especies colectivamente. Y más adelante, en una escala superior, da colorido separadamente a las 'personalidades', hasta que alcanza su más alto grado de aislamiento diferencial en el hombre.
Ahí, en el hombre, comienza a reascender. Pero ahora ya no es un rayo pasivo del espíritu universal, sino que está dotado de actividad positiva, y marcha acompañado por aquellas porciones de sus principios inferiores que la personalidad ha sido capaz de afinar y asimilar con el espíritu.
El espíritu es el mismo en el arco descendente que en el ascendente y es siempre el mismo en cada 'individuo'. Pero al ir ascendiendo, cada rayo suyo queda dotado con un tono diferente que le imparte la 'personalidad' de cada 'individuo' con las partes superiores del quinto principio, Manas. Cuanto más intelecto se haya evolucionado, más intelecto habrá para acompañar al espíritu en su vuelo ascendente, y para impartirle un tono o carácter más distintivo. Pero si el desenvolvimiento del intelecto se ha retardado, o bien si el intelecto que se ha desarrollado se ha aplicado a propósitos materiales o 'personales', menos intelecto habrá para combinarlo con el rayo espiritual, y el espíritu puro seguirá proporcionalmente carente de inteligencia y desprovisto de poder activo. Entonces se verá compelido a volver a la tierra para atraer hacia él una nueva combinación de Manas, pues no debe regresar a su estado original.
Cuanto más se desarrolla y se expande el intelecto, más queda establecido sobre una base firme el estado espiritual la conciencia espiritual, hasta que el espíritu, investido
con los atributos divinos de Sabiduría y Amor, penetra en el océano infinito del universo y abarca en su potencialidad el Todo.
Comienza entonces a manifestarse un cambio muy importante en la mente del aspirante que ha alcanzado este grado de desarrollo. Ese cambio consiste en que ve su propia 'personalidad' como de poca importancia. Pero no es sólo su propia 'personalidad' la que ahora aparece ante él bajo esa luz sino también cualquier otra 'personalidad'. A todas las ve proporcionalmente insignificantes y pequeñas. El hombre le parece tan sólo como la 'centralización' de una idea. La humanidad en general le parece como los granos de arena en las playas del océano infinito. Fortuna, amor, lujo, etc. asumen en su concepto la poca importancia de pompas de jabón, y no vacilan en renunciar a todas ellas como juguetes infantiles.
Pero a semejante renunciación no se la puede llamar sacrificio, pues los niños y las niñas no 'sacrifican' sus fusiles y sus muñecas sino que, simplemente, ya no los quieren más. Ellos buscan algo más útil, en proporción a lo expansión de su mente. Y a medida que el espíritu del hombre se expande, las cosas a su alrededor e incluso el planeta en
que vive, le parecen pequeñas, como un paisaje en lontananza que se contempla desde una elevada cima. Al mismo tiempo, su concepción del infinito que le rodea se hace más grandiosa y asume una forma gigantesca.
El sentimiento producido por semejante expansión de la mente es verdadera contemplación, y en un grado potencializado se llama “éxtasis”. Esta expansión de nuestra conciencia 'nos desliga de nuestro país y de nuestro hogar', haciéndonos ciudadanos del universo; nos eleva desde los estrechos confines de lo que nos parecía real, al campo ilimitado de lo Ideal. y liberando al hombre de la cárcel de arcilla mortal, lo conduce al sublime esplendor de la Vida Eterna y Universal.
Pero 'el espejo del alma no puede reflejar, simultáneamente, la tierra y el cielo; mientras la una se desvanece de la superficie, el otro se refleja en sus profundidades'. ¿Cómo puede lograrse esta gran renunciación al yo y esta expansión del espíritu?
Hay una palabra mágica que es la clave de todos los misterios, que abre los lugares donde están ocultos los tesoros espirituales, intelectuales y materiales, y con la cual
obtenemos poderío sobre lo visible y lo invisible. Esa palabra es DETERMINACION. Si deseamos cumplir un gran objetivo debemos aprender a concentrar en él todos nuestros deseos.
Sea cual fuere el objetivo, bueno o malo, el efecto, es proporcional a la causa que lo genera.
El poder de la voluntad es infinito, pero sólo puede ponerse en acción por una determinación firme y resuelta y con fijeza de propósito. Una voluntad vacilante no consigue nada. Aquel a quien le tiembla el corazón con temor abyecto para abandonar sus viejos hábitos e inclinaciones, aquel que tiene miedo a luchar contra sus pasiones y dominarlas, aquel que es esclavo de su yo personal y se aferra con cobarde ansiedad a los hechizos de la vida, no puede lograr nada.
No son los vicios los que se adhieren al hombre, sino el hombre el que se aferra a ellos y teme soltarlos, ya sea porque sobreestima el valor y utilidad que tienen, o quizás porque se imagina que al soltarse de ellos su yo ilusorio puede ser precipitado a la infinita nada y hacerse añicos contra las rocas que en su fantasía ve abajo. Sólo aquél
que está dispuesto a ver morir su 'personalidad' puede vivir, y sólo cuando los sentimientos y deseos personales que dan inertes, puede el hombre volverse inmortal.
¿Cómo puede ser capaz de dirigir a otros aquél que no tiene el poder de dirigirse a sí mismo? Un esclavo que quiera volverse amo debe antes liberarse. Y la libertad se adquiere solamente con determinación, con voluntad puesta en acción. El Adepto no es hechura de otros, sino que debe convertirse en Adepto por su propio esfuerzo. El que se hunde en las profundidades de la tierra pierde de vista el sol; el que se hunde en la materia no puede percibir el espíritu. El que está apegado a ideas y opiniones falsas no puede contemplar la verdad.
Las ideas y opiniones viejas van endureciéndose. Han crecido con nosotros, nos hemos apegado a ellas, y es tan doloroso verlas morir como perder un amigo o un pariente muy
querido. Son a menudo como nuestros propios hijos. Las hemos engendrado o adoptado; las hemos criado, alimentado y enseñado; han sido nuestras compañeras de años, y nos parece cruel y sacrílego despedirlas. Claman por nuestra misericordia, y cuando las hemos despedido vuelven otra vez solicitando hospitalidad y reclaman derechos. Pero podremos desembarazarnos de ellas fácilmente si llamamos en nuestro auxilio a ese poderoso genio cuyo nombre es Determinación. Este genio pondrá en acción la Voluntad, y la Voluntad es un potente gigante libre de sentimentalismo, que una vez que entra en acción se vuelva irresistible.





Madame Blavatsky, Acerca de "los Hermanos Himaláyicos "




Madame Blavatsky, Acerca de "los Hermanos Himaláyicos "

Helena Blavatsky

Artículo enviado a la revista londinsense "Spiritualist" en Agosto 1882



Caballero:
"Según la autoridad de un adepto (?) ellos, los  teósofos y Madalne Blavatsky, son todos médiums bajo la influencia de espíritus inferiores."
Esta es la frase que usted escribió en una reseña de la obra del señor Sinnett: "El Mundo
Oculto", aparecida en la revista "Spiritualist" del 17 de Junio. A pesar de lo dudoso de la pertinencia de lo que dijo, no encontré, personalmente, mucho que objetar, especialmente cuando, en otra parte, me rinde el honor de expresar su convicción según la cual, (ya sea que me controlen espíritus buenos o malos), soy una "fuerte médium física" y este término excluye, al menos, la sospecha de que soy una embustera cualquiera. Por lo tanto: la
presente no se dirige a Usted; sino a las afirmaciones de un pseudo "adepto". Antes de continuar, vale la pena presentar otro punto, de manera que se defina la situación lo más claro posible.
Como durante los últimos siete años he sido una de las personas más abusadas, me he acostumbrado a este tipo de tratamiento. Por lo tanto, ahora, ni siquiera tomaría una pluma
para defender mi carácter. En realidad, no puedo hacer nada si las personas se olvidan que soy una mujer y, además, una anciana y si son tan incapaces de percibir que: si hubiese
declarado ser algo especial en la creación, excepto una Teósofa y una de los fundadores de la Sociedad Teosófica, mi posición, material y social, recibiría mejor consideración en el mundo. Sin embargo, no obstante la persecución y la oposición encontradas, sigo siendo una Teósofa y lo declaro abiertamente, así no puedo ser la charlatana y la farsante que algunos piensan que soy, los insensatos no pueden discernir y los sabios no están dispuestos a captar lo incoherente de tal acusación y, usando las palabras de Shakespeare, diremos:
"La demencia, en los dementes, no es tan evidente
Como lo es en los sabios, cuando la agudeza disminuye."
Por lo tanto: no pido espacio en vuestras columnas para defenderme; pero sí para contestar a uno, cuyas declaraciones autoritarias, han volcado el sentido de la justicia en varios
Teósofos en la India y, así, quiero resguardarlos porque se merecen todos los sentimientos de reverencia que mi naturaleza puede expresar .
Recientemente, un nuevo corresponsal se ha ganado un sitio prominente en vuestro periódico a pesar de que sea uno de estos individuos peligrosos y casi anónimos que se aprovechan de su privilegio literario, ocultando su verdadera personalidad tras de
una o dos iniciales, evitando, entonces, asumir su responsabilidad. Se define un "adepto", lo cual es simple decirlo; pero ¿puede probarlo? En primer lugar: la actitud que los espiritistas y los escépticos en general asumen hacia un "adepto", a pesar de que venga del Tíbet, de la India o de Londres, es siempre la misma, Los escépticos seguirán llamándolo un impostor; mientras los espiritistas lo considerarán un médium o un prestidigitador, también cuando les probara sus poderes, Ahora bien: cuando vuestro "J.K." declara, en la revista "Spiritualist" del 24 de Junio, que los "fenómenos concernientes al verdadero adeptado se encuentran en un plano totalmente distinto al del 'Espiritismo"', arriesga, o mejor dicho, es cierto, que los escépticos y los espiritistas le echen en cara todos los mencionados reniegos.
El podría ignorar tales epítetos si sólo probara lo que declara, esto es: los poderes que otorgan a una persona el título de un iniciado. Sin embargo, vuelvo a preguntar: ¿está listo a
demostrar lo que afirma? En primer lugar: el lenguaje que emplea no es el de un verdadero adepto. Es totalmente dogmático, autoritario y pletórico de insultos contra los que aun
no se ha probado que son peores o inferiores a él. Además: no logra convencer las mentes de los profanos ni de los que saben algo de los adeptos e iniciados, estando conscientes que quien les habla no es uno de estos grandes seres. Se define un adepto cuyo "Hierofante es un señor occidental"; pero, después, confiesa su completa ignorancia sobre la existencia de un grupo ¡que un verdadero adepto no puede desconocer! Uso el verbo "no puede" porque, en todo el globo, no existe ningún neófito aceptado que ignore la existencia de la Fraternidad Himaláyica, La autorización para recibir la última y suprema iniciación, la
verdadera "palabra susurrada", puede proceder sólo de esas fraternidades en Egipto, en la India y en el Tíbet y "Koot Hoomi Lal Singh" pertenece a una de ellas. Es cierto que existen "adeptos" y adeptos, los cuales difieren entre ellos; así como hay adeptos en más de un arte y ciencia. Por ejemplo: en América conozco a un zapatero que se hace publicidad diciendo que "es un adepto en el gran arte de la producción de coturnos parisienses." J.K. habla de Hermanos "en el plano del alma", de "la Cábala divina que culmina en Dios", de la "magia de los esclavos" y así sucesivamente. Esta fraseología me comprueba, de forma perentoria, que es simplemente uno de estos diletantes en el ocultismo occidental que, hace algunos años, estaban bien representados por los "egipcios y argelinos" nacidos en Francia,
los cuales leían el Tarot y colocaban a sus visitantes dentro de círculos encantados con un Tetragrammaton inscrito en el centro. Con esto, no quiero decir que J .K. es uno de ellos, le
pido que me entienda. Como no sé quién es y, además, se oculta tras sus dos iniciales, no seguiré su ejemplo grosero y no lo insultaré por todo esto. Pero quiero reiterar que: tristemente, su lenguaje lo delata. Si es un cabalista, él y su "Hierofante" son simplemente los discípulos autodidactas de los llamados Cabalistas "cristianos" medievales, de los adeptos que, como Agrippa, Khunrath, Paracelso, Vaughan, Robert Fludd y otros,
revelaron su conocimiento al mundo sólo para ocultarlo mejor y jamás, en sus enseñanzas, dieron la clave para entenderlo. Con estilo engolado afirma su conocimiento y poder, juzgando a personas que desconoce y no puede saber nada acerca de ellas.
He aquí lo que escribe de los "Hermanos": "Si son verdaderos adeptos, no han mostrado mucha sabiduría mundana; ya que la organización que debería difundir su doctrina es un fracaso completo, en cuanto los miembros de la Sociedad Teosófica desconocen y no practican ni los primeros principios psíquicos y físicos de la Teosofía y de la ciencia oculta auténticas."
¿Cómo puede saberlo? ¿Acaso los Teósofos lo han tomado en su confianza? ¿Si sabe algo acerca de la Sociedad Teosófica Británica, qué puede saber de las de la India? Si pertenece a alguna de ellas, entonces es desleal a todo el grupo y es un traidor. En caso de que no pertenezca a ninguna ¿qué puede decir de sus miembros, dado que la Sociedad Teosófica en general y especialmente sus secciones esotéricas que integran sólo unos pocos "escogidos", son grupos secretos?
Mientras más leo con atención su artículo, más quiero reírme del tono dogmático que lo imbuye. Si fuese un espiritista, sospecharía una buena "tramoya" de John King, cuyas iniciales están representadas en J.K. Que este maravilloso Hermano del "Círculo Hermético Occidental en el plano del alma" aprenda algunos hechos acerca de los adeptos en general, antes de que se cubra aun más de ridículo.
(1) Ningún verdadero adepto, bajo ninguna circunstancia, revelará lo que él es al profano. Ni trataría con desaire a las personas que, ciertamente, no son más ridículas y, en muchos
casos, más sabias que él. Aunque los teósofos fueran estas pobres criaturas descarriladas que él describe, un verdadero adepto los ayudaría en lugar de escarnecerlos.
(2) Jamás hubo un Iniciado auténtico que desconociera las secretas Fraternidades orientales. No es Eliphas Levi quien negaría su existencia; ya que la afirma. Aun P .B. Randolph, ese
maravilloso, aunque errático genio americano y vidente semiiniciado, quien consiguió su conocimiento en el oriente, tuvo buenas razones para saber de la existencia actual de las
Fraternidades, como sus escritos comprueban.
(3) Quien habla con énfasis de su sabiduría oculta y afirma practicar sus poderes en el nombre de algún profeta, deidad, o Avatar particular, es, en los mejores de los casos, un fanático místico. No puede ser un adepto en el sentido oriental, un Mahatma, porque el matiz de su religión dogmática particular afectará y empañará su juicio.
(4) La gran ciencia que el vulgo llama "magia" y sus adeptos orientales Gupta Vidya es universal, por lo tanto incluye a toda ciencia; ya que es el cenit del conocimiento, constituye la perfección de la filosofía y como ya se ha dicho, no puede circunscribirse a ninguna nación o localidad geográfica particular. Como la Verdad es una, también el método para alcanzar su máxima versación debe ser, necesariamente, uno. No puede fragmentarse porque, una vez fraccionada, cada parte, dejada a sus propios recursos, análogamente a los rayos solares, divergirá, en lugar de convergir hacia su centro, la meta
ultérrima del conocimiento. Estas partes pueden volver a ser el Entero, sólo reuniéndolas, de otra manera, cada fragmento será sólo un fragmento.
Se debe recordar esta verdad, que podría definirse como matemáticas elementales para la infancia, a fin de refrescar la memoria de ciertos "adeptos" bien dispuestos a olvidar que la
"Cábala Cristiana" es simplemente una fracción de la Ciencia Oculta Universal. Si creen que ya no tienen nada que aprender, mientras menos se dirijan a los " Adeptos Orientales" para información, mejor será para ambos. Existe sólo un camino real hacia la "Magia Divina", si uno lo descuida y lo abandona para dedicarse a una de las sendas que divergen de éste, se encontrará perdido en un laberinto interminable, como acontece al viajero
que vaga a solas. Supongo que la Magia se remonta a milenios antes de la era cristiana; por lo tanto: ¿si así es, deberíamos pensar, como lo hacen nuestros amigos eruditos, los "Cabalistas Modernos", que era toda Magia Negra practicada por la "Vieja firma del Diablo y Co.?" Sin embargo, haciendo eco a toda persona que sabe de lo que está hablando, diré que no es así para nada y J.K. parece ignorar, completamente, hasta la enorme diferencia existente entre un Cabalista y un Ocultista. ¿Está o no está consciente de que la relación entre un Cabalista y un Ocultista es análoga a aquella entre una pequeña colina a los
pies de los Himalayas y el monte Everest y que cuanto se conoce como Cábala hebraica de Simón Ben Jochai, es la versión desfigurada de su fuente primordial, el Gran "Libro Caldeo de los Números"? Además: ¿se ha percatado de que la Cábala, con su adaptación a la Dispensación Hebraica, su internacional Angelogía y Demonología entreveradas, sus Orfieles, Rafaeles y Tetragramas griegos, es una copia endeble de la Cábala.caldea?
Entonces: la Cábala de los alquimistas cristianos y los rosacruces es, simplemente, la edición torturada de la hebraica.
Al centralizar el Poder Oculto y su curso de acción en algún Dios o Avatar nacional, que sea Jehová o Cristo, Brahma o Mahoma, el cabalista se aleja aun más de la Verdad axial una.
Sólo el Ocultista, el adepto Oriental es, merced a su Espíritu Divino, un Hombre Libre y omnipotente, conforme a como lo puede ser en la tierra. Se ha emancipado de todas las
concepciones humanas y cuestiones secundarias, es uno con un Sabio Caldeo, un Mago Persa, un Teúrgo Griego, un Hermético Egipcio, un Rahat Budista y un Yogui Indo. Ha reunido en un fajo todas las fracciones separadas de la Verdad ampliamente dispersas en todas las naciones y en sus manos tiene la Verdad Única, una antorcha de luz que ningún viento puede torcer, apagar o hasta hacer temblar. Tampoco es Prometeo, quien robó
una porción del Fuego Sagrado, por lo cual fue encadenado en el monte Cáucaso mientras los buitres le devoraban los intestinos.
Ya que el Ocultista se ha asegurado el Dios dentro de él y no depende de la veleidad ni del capricho de las deidades del bien o del mal.
Es cierto: "Koot Hoomi" menciona al Buda. Pero no porque los hermanos lo consideran como Dios o "un Dios"; sino porque es el Patrón de los Ocultistas Tibetanos, el Iluminado y el adepto más grande de todos, cuyo Espíritu Divino o el "Yo-Dios", lo inició en los misterios del universo invisible. Entonces, cuando uno dice que imita "la vida de Cristo", de Buda, Zoroastro o de cualquier otro hombre en la tierra que alguna nación en
particular lo escogió como su Dios y líder, muestra que es un fanático hasta en la Cábala, una fracción de la "Ciencia Universal" una, el Ocultismo, que es prehistórico y coetáneo con la inteligencia. El Sol brilla tanto para los profanos asiáticos como para los cristianos europeos y me agrada decir que su esplendor es más glorioso para los primeros.
Para concluir: es suficiente considerar esa frase, cuya paternidad es muy dudosa y es más apropiada a la pluma de un jesuita que a la de un cabalista; ya que facilita la suposición que
los "Hermanos" son sólo una rama de la vieja y establecida firma del "Diablo y Co", para estar convencidos que J.K. no sabe nada, excepto un poco de "Abracadabra" entresacado de un antiguo manuscrito polvoriento del Cabalismo cristiano. Sus oraciones altisonantes, que quieren aparentar algo que él no es, pueden producir alguna sensación en el profano rudimentario o en un espiritista inocente.
Por supuesto, no es necesario ir al Tibet o a la India para encontrar algún conocimiento y poder: "los cuales están latentes en cada alma humana". Sin embargo: la obtención del
conocimiento y del poder más elevados exigen, no sólo muchos años de estudio severísimo, iluminado por una inteligencia superior y una intrepidez que nada puede detener; sino también muchos años en retiro en una soledad relativa, asociándose sólo con estudiantes que siguen el mismo objetivo en una localidad donde la naturaleza conserva, como el neófito, una inmovilidad absoluta e initerrumpida, un verdadero silencio, donde el aire es
libre de toda influencia mefítica por centenares de millas, la atmósfera y el magnetismo humanos son absolutamente puros y la sangre de los animales no es derramada. ¿Acaso estas condiciones son accesibles en Londres o hasta en las aldeas inglesas más remotas?

H.P. Blavatsky
Bombay, 20 de Julio







LAS REGLAS DEL CHELADO H. P. Blavatsky




LAS REGLAS DEL CHELADO

H. P. Blavatsky


Las reglas del chelado, o discipulado, existen en varios volúmenes Sánscritos y
Tibetanos. En el Libro IV del Kiu-ti, en el capítulo sobre "Las Leyes de los Upasanas" (discípulos), las calificaciones esperadas en un "chela regular" son:

1) Perfecta salud física (esta regla se aplica sólo a los "chelas del templo", quienes deben ser perfectos).

2) Absoluta pureza física y mental.

 3) Inegoísmo de propósito, caridad universal, y compasión por todos los seres animados.

 4) Veracidad, e inmutable fe en las Leyes del Karma.

5) Coraje intrépido en el sostenimiento de la verdad, incluso frente al peligro
de muerte.

6) Percepción intuitiva de uno mismo como siendo el vehículo del divino Atman
manifestado (el Espíritu).

7) Calma indiferente frente a, pero justa apreciación de, todo aquello que constituye el mundo objetivo y transitorio.

8) El consentimiento de ambos padres y su permiso para convertirse en un Upasana (chela).

9) Celibato, y libertad de cualquier deber obligatorio.

Las dos últimas reglas son las más estrictamente cumplidas. Ningún hombre culpable de irreverencia a su padre o madre, o de injusto abandono de su esposa, puede nunca ser aceptado incluso como chela laico.





La Ciencia de la Vida Helena Blavatsky





La Ciencia de la Vida

Helena Blavatsky



Publicado en “Lucifer” de noviembre 1887




¿Qué es la vida? Centenares de las mentes más filosóficas y una miríada de médicos eruditos y muy hábiles, se han hecho esta pregunta, la cual aún queda en suspenso. El velo que cubre al Kosmos primordial y los principios misteriosos de la vida de éste, jamás se han descorrido de forma que satisfaga a la ciencia honrada y seria.
Mientras más los científicos autorizados tratan de penetrar las anfractuosidades kósmicas oscuras, más intensas se vuelven estas tinieblas, ofuscándoles la vista. Podríamos compararlos con los buscadores de tesoros que vagaron por los mares a fin de encontrar lo que estaba sepultado en su jardín.
Entonces, ¿qué es esta ciencia? ¿Es la biología o el estudio de la vida en su aspecto general? No. ¿Es la fisiología o la ciencia de la función orgánica? Tampoco; ya que la primera deja el problema como el enigma de la Esfinge y la segunda es más la
ciencia de la muerte que de la vida. La fisiología se basa en el estudio de las distintas funciones orgánicas y de los órganos necesarios para que la vida se manifieste. Sin embargo, lo que la ciencia llama materia viva es, en realidad, materia muerta. Cada
molécula de los órganos vivientes contiene el germen de la muerte y empieza a fallecer en el momento en que nace, dando la oportunidad de vivir a su molécula sucesora, la cual perecerá también. Un órgano, una parte natural de cada ser viviente es, simplemente, el medio de alguna función particular en la vida y es una combinación de dichas moléculas. El órgano vital, el entero, se pone la máscara de la vida, ocultando el constante decaimiento y la muerte de sus partes. Por lo tanto, el binomio biología y fisiología no es la ciencia, ni siquiera la rama de la Ciencia de la Vida, sino sólo la ciencia de las apariencias de la vida. Mientras la verdadera filosofía es como Edipo delante de la Esfinge de la vida y no se atreve a pronunciar la paradoja contenida en la respuesta al enigma proferido, la ciencia materialista, arrogante como siempre, sin dudar por un momento de su sabiduría, se "biologiza" a sí misma ya muchos otros en la
creencia de que ha resuelto este grandioso problema de la existencia. En realidad, es probable que jamás se haya acercado, ni siquiera, a su umbral. Seguramente, nunca podrá promover la verdad, tratando de engañarse a sí misma y a los incautos diciendo que la vida es simplemente el resultado de la complejidad molecular. ¿Es la fuerza vital realmente un simple"fantasma", según la define Du-Bois Raymond? Ya que su
invectiva de que la "vida", como algo independiente, es sólo un remanso de la ignorancia de los que buscan refugio en las abstracciones cuando es imposible alcanzar una explicación directa, se aplica con mucha más intensidad y justicia a esos
materialistas dispuestos a obcecar la gente a la realidad de los hechos, sustituyéndolos con palabras altilocuentes. Una de las cinco divisiones de las funciones de la vida, cuyos nombres pretenciosos son: Archebiosis (origen de la vida), Biocrosis (fusión de la vida), Biodiaeresis (división de la vida), Biocaenosis (renovación de la vida) y Bioparodosis (transmisión de la vida), ¿ha, acaso, jamás ayudado a un Huxley o a un
Haeckel a hurgar más plenamente el misterio de las generaciones de la humilde hormiga, por no hablar del ser humano? Es cierto que no; ya que la vida y todo lo que le
pertenecen, es parte integrante del dominio legal del metafísico y del psicólogo y la ciencia física no puede reclamarlo. "Lo que ha sido es lo que será y lo que ha sido ya tiene un nombre: Hombre." Esta es la respuesta al enigma de la Esfinge. Pero en tal caso, el término "hombre" no se refiere al ser físico, por lo menos cuando hablamos desde el punto de vista esotérico. Los escalpelos y los microscopios pueden solucionar los misterios de las partes materiales de la vestidura del ser humano, pero jamás
podrán abrirse una ventana en su alma para asomarse a la vista más pequeña de alguno de los horizontes más amplios del ser.
Los únicos pensadores que reciben alguna recompensa son los que, ateniéndose a la frase del oráculo délfico, han conocido la vida en sus yoes internos, estudiándola meticulosamente en sí mismos antes de tratar de delinear y analizar su reflejo en sus
vestiduras externas. Análogamente a los filósofos del fuego medioevales, han soslayado las apariencias de la luz y del fuego en el mundo de los efectos, concentrando su plena atención sobre los entes arcanos productores. Entonces, al percatarse de que se remontaban a la causa abstracta, han probado a sondear el Misterio, cada uno en conformidad con sus capacidades intelectuales. Así se cercioraron de que
1) el mecanismo, aparentemente vivo, llamado hombre físico, es meramente el combustible, el material con el cual la vida se alimenta para poder manifestarse y,
2) 2) mediante éste, el ser interno recibe, como recompensa, la posibilidad de acumular ulterior experiencia de las ilusiones terrenales llamadas vidas.
Uno de dichos filósofos es, innegablemente, el gran novelista y reformador ruso: Conde León Tolstoi.  El estudio de algunos fragmentos de una conferencia que presentó a Moscú delante de la Sociedad Psicológica local demostrará cuán cercanas son sus
ideas con las enseñanzas esotéricas y filosóficas de la Teosofía superior .
El Conde, hablando del problema de la vida, invita a su audiencia a admitir, en gracia al argumento, una imposibilidad.
El orador dice:
"Supongamos, por un momento, que todo lo que la ciencia moderna anhela aprender sobre la vida ya lo aprendió y ahora lo sabe; que el problema se ha convertido tan diáfano como el día; que se ha aclarado el asunto de cómo la materia orgánica,
mediante una simple adaptación, procede de la materia inorgánica; que es cristalino como las fuerzas naturales pueden transformarse en sentimientos, voluntad, pensamiento y que, al final, todo esto es consabido no sólo por el estudiante urbano;
sino por el escolar campesino.
Así, estoy consciente de que tal y tal pensamiento y sentimiento deriva de tal y tal movimiento. Bien: ¿y luego qué? ¿Puedo o no puedo producir y guiar tales movimientos para poder estimular en mi cerebro los pensamientos correspondientes? La cuestión: cuáles son los pensamientos y los sentimientos que debería generar en mí y en los demás, sigue, no sólo sin resolverse, sino que intocada.
Todavía esta cuestión es la interrogante fundamental acerca de la idea central de la vida.
La ciencia ha elegido como su objetivo unas pocas manifestaciones que acompañan a la vida y, confundiendo (1) la parte por el entero, ha llamado estas manifestaciones la vida en su totalidad [...]
La cuestión indisoluble desde la idea de la vida, no es de donde procede esta última, sino ¿cómo se debería vivirla? Sólo usando esta pregunta como punto de partida, es posible esperar llegar a alguna solución en el problema de la existencia.
La respuesta a la interrogante: ' ¿Cómo deberíamos vivir?', parece muy simple para la persona que no la estima digna de consideración.
[ . . . ] Uno debe vivir lo mejor que puede y basta. A primera vista parece simple y de dominio público, sin embargo no es tan sencillo, ni consabido como uno puede imaginar [ . . . ]
Al principio, para el ser humano, la idea de la vida parece un asunto muy simple y evidente. En primer lugar, considera que la vida reside en sí mismo, en su cuerpo. Sin embargo, tan pronto como uno empieza a buscar esa vida en algún sitio particular del
cuerpo, incurre en dificultades. La vida no está en el pelo, en las uñas, en el pie, en el brazo, ambos amputables, no está en la sangre, en el corazón, ni en el cerebro. Está por todas partes y por ningún lado. En síntesis: la Vida no es localizable en ninguna de sus moradas. Entonces, el ser humano empieza a buscar la vida en el Tiempo. También esto, al principio, parece un asunto simple [ . . . ] Sin embargo, cuando empieza su búsqueda, percibe que la cuestión es más complicada de lo que pensaba. Según mi documento bautismal he vivido 58 años, pero sé que de entre estos 58, he pasado durmiendo al menos 20.
¿Entonces cómo? ¿He vivido todos estos años o no? ¿Si deducimos los meses de gestación y aquellos pasados en los brazos de la nana deberíamos llamarlos también vida? Nuevamente, de entre los remanentes 38 años, sé que una mitad de ese tiempo la pasé durmiendo, aun siendo activo y por lo tanto, en este caso, no puedo decir si durante tal lapso viví o no.
Puede haber sido un alternarse entre la vida y el estado vegetativo. Nuevamente, uno se percata de que la vida, tanto en el tiempo como en el cuerpo, se encuentra por todas partes y en ningún lado. Entonces, surge naturalmente la cuestión: ¿de dónde proviene esa vida que no puedo reconducir a ninguna parte? Ahora empezaré a aprender [ . . . ] Sin embargo, aun en esta coyuntura, lo que al principio me parecía simple, ahora parece
imposible. No cabe duda que estuve buscando algo distinto de la vida. Entonces, una vez que debemos ir en pos de los paraderos de la vida, si buscar debemos, no habría que dirigirse hacia el espacio ni el tiempo, ni siquiera a la causa y al efecto, sino que
deberíamos seguir a algo que conozco en mí, independiente de espacio, tiempo y causalidad.
Lo que nos queda por hacer es estudiar el yo. ¿Pero cómo puedo conocer la vida en mí?
He aquí como: en primer lugar, sé que soy vivo y vivo deseando para mí todo lo que es bueno. Deseo esto desde que tengo conciencia de mí y persiste de día y noche. Todo lo que vive fuera de mí es importante a mis ojos sólo si coopera con la creación de lo que produce mi bienestar. Considero que el universo es relevante sólo porque puede deleitarme.
Mientras tanto, algo más se intercala al conocimiento interno de mi existencia. Hay otra percepción que es inseparable de la vida que siento y es también su aliada: además de mi persona, me rodea un mundo entero de criaturas vivientes que, al igual que yo, se percatan, instintivamente, de sus vidas exclusivas y todas estas criaturas viven por sus objetivos ajenos a mí, al mismo tiempo ellas ignoran y ni siquiera les interesa, saber algo de mis pretensiones para una vida exclusiva y, todas estas criaturas, a fin de llenar con éxito sus objetivos, están dispuestas a aniquilarme en cualquier momento. Esto no es todo. Mientras observo la destrucción de criaturas parecidas a mí, estoy consciente de que se me depara, también, un rápido e inevitable decaimiento, aunque me sienta tan precioso y el único en el cual la vida es representada.
Es como si en el ser humano residiesen dos "yoes" que jamás pueden cohabitar en paz. Es como si libraran un combate incesante, tratando de expulsarse mutuamente.
Un "yo" dice: "Soy el único que vive como se debería, todos los demás sólo parecen vivir. Así, la razón por la cual el universo existe, es para que pueda sentirme cómodo."
El otro "yo" replica: "El universo no existe para tí, sino por sus metas y propósitos y no le interesa mucho saber si eres feliz o infeliz."
¡Después de esto la vida se convierte en una cosa asombrosa!
Un "yo" dice: "Quiero gratificar todos mis deseos, por eso necesito el universo."
El otro "yo" contesta: "Toda la vida animal existe sólo para gratificar sus deseos. Sólo los deseos de los animales se gratifican a expensas de otros animales. De ahí la lucha
incesante entre las especies animales. Eres un animal y por lo tanto debes pelear. Sin embargo, a pesar del éxito ganado en tu batalla. el resto de las criaturas que luchan deben, a la larga, aplastarte."
¡Peor aún! La vida se hace más asombrosa [...] La cosa más terrible de todas, la síntesis de lo antedicho, es que:
Un "yo" dice: "Quiero vivir, vivir para siempre."
El otro "yo" contesta: "Quizá mueras dentro de unos minutos, así como perecerán tus seres queridos; ya que tú y ellos, en cada movimiento, estáis destruyendo vuestras vidas y por lo tanto os acercáis, siempre más, al sufrimiento ya la muerte, lo que odias y temes más que todo."
Esto es lo peor [ . . . ]
Cambiar tal condición es imposible [ . . . ] Se puede evitar el movimiento, el descanso, la comida y aun el respiro, pero no podemos substraernos del pensamiento. Uno piensa y ese pensamiento, mi pensamiento, está emponzoñando cada paso de mi vida como personalidad.
Tan pronto como un ser humano ha empezado a vivir conscientemente, esa conciencia empieza a repetirle, sin cesar, la misma cosa: "Ya no es posible vivir la existencia que sentiste y viste en tu pasado, la vida de los animales y de muchos seres humanos, vivida de esa forma que te indujo a ser lo que eres ahora. Si trataras de hacerlo, jamás podrías substraerte a luchar con todo el mundo de criaturas que viven como tú: por sus
objetivos personales y entonces, estas criaturas, inevitablemente, te destruirán." [...]
Cambiar dicha situación es imposible. No nos resta más que una cosa, que es lo que hace la persona que, empezando a vivir, transfiere sus objetivos de la vida fuera de sí, proponiéndose alcanzarlos. [ . . . ] A pesar de lo distante que los coloque de su
personalidad, tan pronto como su mente se aclara, ninguno de estos objetivos lo satisfarán.
Bismarck ha unido Alemania y ahora gobierna a Europa. Si su razón ha irradiado un poco de luz sobre los resultados de su actividad, debe percibir, al igual que su cocinero que prepara una cena que dentro de una hora ya será devorada, la misma antinomia sin resolver entre la vanidad y la insensatez de toda su obra y la eternidad y la racionalidad de lo que existe para siempre. Si ellos pensaran en esto, ambos se percatarían de lo
siguiente, en primer lugar: la integridad de la cena de Bismarck se debe a la policía, mientras la integridad de Alemania al ejército, siempre que ambos: Bismarck y el cocinero, se mantengan vigilantes. Todo esto porque hay personas muertas de hambre que comerían de buen grado dicha cena y naciones que se alegrarían de ser tan poderosas como Alemania. En segundo lugar, se darían cuenta de que la cena de Bismarck y el portento del imperio teutónico no coinciden con las metas y los
propósitos de la vida universal, sino que son tajantemente antitéticos con ellos. En tercer lugar, ya sea el cocinero o el poderío alemán morirán en breve tiempo, por lo tanto, a la cena en cuestión ya Alemania se les depara el mismo destino. El único que sobrevivirá es el Universo, el cual jamás pensará en la cena ni en Alemania y, aun menos, en los que la cocinaron.
Cuando la condición intelectual humana crece, el individuo se da cuenta de que ninguna felicidad conectada con su personalidad es un logro, sino sólo una necesidad. La
personalidad es sencillamente ese estado incipiente de la vida y el límite último de ésta [...] Se me preguntará: ¿Dónde comienza y dónde termina la vida? ¿Dónde acaba la noche y dónde empieza el día? ¿Dónde, en la orilla, termina el dominio del océano y comienza el de la tierra? Hay día y hay noche; hay tierra y hay mar, hay vida y hay
ausencia de vida.
Nuestra vida, desde que nos hicimos conscientes de ella, es un movimiento pendular entre dos límites.
Un límite es el desinterés absoluto por la vida del Universo infinito, una energía dirigida simplemente hacia la gratificación de la propia personalidad.
El otro límite es una renuncia completa de esa personalidad, el interés más profundo por la vida del Universo infinito, en plena armonía con él, el traspaso de todos nuestros deseos y buena voluntad desde uno mismo hacia ese Universo infinito y todas las criaturas fuera de nuestro perímetro.(2)
Mientras más nos acerquemos al primer límite, menos vida y dicha hay. Mientras más gravitemos hacia el segundo límite, más vida y dicha hay. Por ende, el ser humano siempre oscila de un extremo al otro: vive. Este movimiento es la vida misma.
Cuando hablo de la vida me estoy refiriendo, en mis concepciones, a la idea que está indisolublemente ligada con la de la vida consciente. No conozco, ni hay nadie que conozca, otro tipo de vida que no sea la vida consciente.
Con el término vida aludimos a la de los animales ya la vida orgánica. Pero ésta no es la vida; sólo es cierto estado o condición de vida que se nos manifiesta.
¿Qué es esta conciencia o mente, cuyas exigencias excluyen a la personalidad, transfiriendo la energía del ser humano fuera de él y en ese estado que para nosotros es el estado dichoso del amor?
¿ Qué es la mente consciente? Cualquier cosa que queramos definir, hay que definirla con nuestra mente consciente. Entonces, ¿con qué definir a la mente? [ . . . ]
Si debemos definir todo con nuestra mente, es obvio que la mente consciente no puede definirse. Sin embargo, nosotros, no sólo la conocemos, sino que es la única cosa que conocemos realmente.
Es la misma ley como la de la vida, de todo lo orgánico, lo animal o lo vegetal, con la única diferencia que vemos la realización de una ley inteligente en la vida de una planta. Sin embargo, no vemos la ley de la mente consciente a la cual estamos sujetos, así como el árbol está sujeto a su ley, sino que la cumplimos [...]
Hemos convenido que la vida es lo que no es nuestra vida. Aquí acecha la raíz del error. En lugar de estudiar esa vida, de la cual estamos conscientes dentro de nosotros de forma absoluta y exclusiva; ya que no podemos conocer nada más, observamos lo
que está desprovisto del factor y de la facultad más importantes de nuestra vida: la conciencia inteligente. Al comportarnos de esta forma actuamos como el estudiante de un objeto que se vale de su sombra o reflejo para llevar a cabo el estudio.
Si sabemos que, durante la transformación de las partículas de la sustancia, ellas están sujetas a la actividad del organismo, no depende del hecho de que hemos observado o estudiado tal proceso; sino, simplemente, porque poseemos cierto organismo
familiar que está unido a nosotros: el organismo de nuestro animal, que conocemos muy bien como el material de nuestra vida, sobre el cual es nuestro deber trabajar y gobernar,
sometiéndolo a la ley de la razón [. . .] Tan pronto como el ser humano ha perdido su fe en la vida, tan pronto como ha transferido esa vida en lo que no es vida, se convierte en un infeliz y ve la muerte [...] Aquél que concibe la vida tal como la encuentra en su conciencia, desconoce la infelicidad y la muerte; ya que para él, todo lo bueno de la vida estriba en la supeditación de su aspecto animal a la ley de la razón. Hacer lo cual no sólo está en su poder; sino que acontece en él inevitablemente. Estamos familiarizados con la muerte de las partículas en el ser animal. Conocemos la muerte de los animales y del ser humano como animal, pero ignoramos la muerte de la mente consciente y no podemos saber algo de esto porque esa mente consciente es la vida misma y la Vida jamás puede ser Muerte [. . .]
El animal vive feliz, no ve la muerte, la desconoce y perece sin darse cuenta. ¿Por qué el ser humano debería haber recibido el don de verla y conocerla y por qué la muerte debería ser tan terrible para él, al grado que le tortura el alma, induciéndolo, a menudo, a suicidarse por el mero miedo a la muerte? ¿Por qué debería ser así? Porque el ser humano que ve la muerte es un enfermo, ha infringido la ley de su vida y ha cesado de vivir una existencia consciente. Se ha convertido en un animal, un animal que ha también infringido la ley de la vida.
La vida del ser humano es una aspiración a la dicha ya él se le entrega el objeto de su anhelo. La luz alumbrada en el alma humana es la dicha de la vida y esta luz jamás podrá ser tinieblas; ya que para el ser humano existe, en verdad, sólo esta luz solitaria que arde en su alma.”

* * *

Hemos traducido este largo extracto del relato de la magnífica conferencia del Conde Tolstoi, porque es eco de las enseñanzas más sublimes de la ética universal de la verdadera teosofía. Su definición de la vida en el sentido abstracto y de la vida que
cada teósofo serio debería seguir conforme y en la medida de sus capacidades naturales, es la síntesis y el Alfa y Omega de la vida práctica psíquica, como también la vida espiritual. La conferencia contiene frases que para el teósofo medio parecerán
demasiado nebulosas y quizá incompletas. Sin embargo, no encontrará ninguna que el ocultista práctico más exigente impugne. Podríamos llamarlo un tratado sobre la Alquimia del Alma; ya que la luz "solitaria" en el ser humano que arde perpetuamente y que jamás puede ser tiniebla en su naturaleza intrínseca, aunque el "animal" fuera de nosotros puede no percibirla, es esa "Luz" acerca de la cual han sido escritos volúmenes por los Neoplatónicos de la escuela alejandrina y, después de ellos, por los Rosacruces y especialmente los Alquimistas, si bien actualmente, su verdadero sentido es un misterio oscuro para la mayoría de la gente. Es cierto que el Conde Tolstoi no es un alejandrino ni un teósofo moderno y aun menos un Rosacruz o un Alquimista. Sin embargo, el gran
pensador ruso transfiere, del campo de la metafísica al de la vida práctica, lo que éstos han ocultado bajo una fraseología particular de los filósofos del Fuego, confundiendo a propósito las transmutaciones cósmicas con la Alquimia Espiritual. El Conde Tolstoi, sin dejar el plano terrenal, ha reunido todo lo que Schilling definiría como un percatarse de la identidad del sujeto y el objeto en el Ego interno humano, eso que une y cohesiona el Ego con el Alma universal, que es simplemente la identidad del sujeto y el objeto en un plano superior o la Deidad desconocida.
Tolstoi es uno de esos pocos electos. que empiezan con la intuición y terminan con una parcial omnisciencia. Ha alcanzado la transmutación de los metales inferiores, la masa
animal, en oro y plata o la piedra filosofal, el desarrollo y la manifestación del Yo superior del ser humano. El alcahest del Alquimista menor es el All-geist, el Espíritu Divino omniabarcante del Iniciado superior; ya que, como pocos hoy en día saben, la Alquimia era y es una filosofía espiritual y una ciencia física. Aquel que desconoce la primera, no sabrá mucho de la segunda. Aristóteles, hablando a su discípulo Alejandro
sobre la piedra filosofal, le dijo lo siguiente: "No es una piedra, se encuentra en cada ser y en todo lugar, en todas las estaciones y se le llama el fin de todos los filósofos", así como la Vedanta es el fin de todas las filosofías. Como epílogo a este ensayo sobre la ciencia de la Vida, agregamos unas palabras acerca del enigma eterno que la Esfinge profirió a los mortales. No lograr resolver el problema que contenía, implicaba ser destinado a una muerte segura; ya que la Esfinge de la vida devoraba al ser no
intuitivo que vivía sólo en su "animal." Aquél que vive para la personalidad y sólo por ella, fallecerá seguramente, como le dice el "Yo superior" al yo inferior o "animal", en la conferencia de Tolstoi. El enigma consta de siete claves y el Conde penetra el misterio con una de las más elevadas, dado que, según el bello párrafo del autor de la "Filosofía Hermética": "El auténtico misterio más familiar y al mismo tiempo más desconocido para cada ser humano, en el cual debe iniciarse o perecer como un
ateo, es él mismo. Para él es el elixir de la vida, cuya libación antes del descubrimiento de la piedra filosofal implicaría beber el líquido de la muerte, el cual confiere al adepto y al epoptes la verdadera inmortalidad. Puede conocer la verdad en su autenticidad, Aletheia, el aliento de Dios o la Vida, la mente consciente en el ser humano. Este es el  “Alcahest que disuelve todo” y el Conde Tolstoi ha comprendido bien el enigma.



NOTAS

(1) "Confundir" es un término erróneo en este caso, porque los científicos saben muy bien que su enseñanza acerca de la vida es una ficción materialista que la lógica y el hecho contradicen a cada paso.
En esto, la ciencia es abusada; ya que se emplea para servir a las nociones personales de los científicos ya la actitud determinada para sofocar en la humanidad toda aspiración y pensamiento espiritual. Sería más correcto decir: "pretenden confundir", - H.P.B.
(2) Esto es lo que los teósofos llamarían "vivir la vida." -H.P.B.

El Ciclo Se Mueve Helena Blavatsky




El Ciclo Se Mueve


Helena Blavatsky


Publicado en “Lucifer” de Marzo 1890





Que el mundo grandioso gire para siempre a lo largo de los 
surcos espirales del cambio.
Tennyson

La meta de ayer, será el punto de partida de mañana.
Carlyle


Louis Claude de Saint Martin, el gran místico del siglo XVIII y ardiente discípulo de Jacob Boehme, en las postrimerías de su vida solía decir: "Me hubiera encantado reunirme más con los que especulan sobre las verdades, ya que sólo ellos son seres vivos."
Esta observación sobreentiende que, exceptuando al círculo limitado de místicos que siempre ha existido en toda edad, al final del siglo pasado las personas con una intuición psíquica eran aun menos que hoy. En realidad, a estos años los caracterizaba una completa ceguera del alma y una esterilidad espiritual. En el siglo XVIII, la oscuridad caótica y la confusión babilónica acerca de los asuntos espirituales, que siempre habían
reinado en los cerebros excesivamente repletos de simple saber científico, se impusieron incisivamente sobre las masas. La inopía de percepción anímica no se limitaba a los "Cuarenta Inmortales" de la Academia Francesa y ni a sus colegas europeos menos pretenciosos, sino que había infectado casi todas las clases sociales, asumiendo el aspecto de una enfermedad crónica llamada escepticismo y negación de todo, a
excepción de la materia.
Desde que los conquistadores paganos y cristianos en Europa elidieron los misterios, los únicos depositarios de la clave de los secretos de la naturaleza, los mensajeros que periódicamente se enviaban a occidente en el último cuarto de siglo, se tuvo la
impresión de que vinieron en vano en el XVIII. Sólo las novelas de moda atribuyen a Cagliostro y a St.Germain poderes fenomenales, mientras las crestomatías los describen como simples charlatanes para obnubilar, según creemos, las mentes de las generaciones futuras. Friedrich Anton Mesmer fue el único hombre cuyos poderes y conocimiento, la ciencia exacta hubiera podido fácilmente examinar, estableciendo un eslabón firme entre la física y la metafísica. Sin embargo, los más grandes "eruditos-ignorantes" europeos en asuntos espirituales, lo escarnecieron en la arena científica. Durante casi un siglo, de 1770 hasta 1870, en el hemisferio occidental bajó una densa
oscuridad espiritual como si quisiese establecerse entre las sociedades cultas.
Sin embargo, al promediar el siglo XIX, en América se abrió brecha una sub-corriente que atrevesó el Atlántico entre 1850 y 60. Siguiendo su flujo, apareció el maravilloso medium D.D.Home, capaz de efectuar manifestaciones físicas. Después de haber galvanizado la atención en los salones reales franceses, la luz se hizo inocultable. Ya algunos años anteriores a su advenimiento, "un cambio" estaba "revoloteando sobre el
espíritu del sueño" de casi toda comunidad civilizada en los dos mundos y ahora había activado una gran fuerza reactiva.
¿Qué era? Simplemente esto: una brisa que soplaba de un cuartel totalmente inesperado, surgió entre el más grandioso resplandor de la autosuficiencia de la ciencia exacta y el
coronamiento triunfante e incauto de la victoria sobre las ruinas de los fundamentos de las antiguas supersticiones y credos, como algún Darwinista había esperado con ansia y en medio de la calma de las negaciones. Al principio, el flujo significante era
un susurro casi imperceptible, un soplo de viento en la obencadura de un galeón orgulloso, el barco llamado "Materialismo", cuya tripulación estaba conduciendo felizmente a sus pasajeros hacia el vórtice de la aniquilación. Muy pronto la
brisa se vivificó y al final irrumpió como un ventarrón. A cada hora soplaba de manera más ominosa en el oído de los iconoclastas, convirtiéndose al final, en un estruendo audible para todos los que tenían oído para oír, ojos para ver y un intelecto para discernir. Era la voz interior de las masas, su intuición espiritual que se había despertado de un largo sueño cataléptico, la enemiga tradicional del frío raciocinio intelectual,
el padre legítimo del materialismo. Como consecuencia, todos esos ideales del alma humana que, por amplio lapso, los presuntos conquistadores de las supersticiones mundiales, los guías autoconstituidos, habían conculcado, aparecieron de repente en el medio de todos estos elementos en fermentación del pensamiento humano y, como Lázaro que se levantó de la tumba, elevaron su voz y, enfáticamente, demandaron ser
reconocidos.
La invasión de las manifestaciones del "Espíritu" causaron todo esto, cuando los fenómenos mediumnísticos asumieron un carácter endémico, esparciéndose por toda Europa como una influenza. Estos fenómenos, siendo genuinos y verídicos en su
ser y realidad, resultaron ser innegables a pesar de que su interpretación filosófica dejaba mucho que desear. Dado que su naturaleza trascendía cualquier negación, se consideraron como pruebas evidentes de vida en ultratumba, abriendo, además, una
amplia perspectiva para admitir toda posibilidad metafísica. Esta vez, los esfuerzos de la ciencia materialista para refutarlos fueron en vano. Las creencias de que el ser humano sobrevive después de la muerte y que el Espíritu es inmortal, no fueron ridiculizadas como el simple fruto de la imaginación. Desde luego, una vez probado que el carácter genuino de estos fenómenos trascendentales, sobrepasa el campo de la materia y
de la investigación de la ciencia física, se demostró que iban más allá del reino del materialismo. Además: ya sea que estos fenómenos contengan intrínsecamente, o no, la prueba de la inmortalidad, demuestran, de forma inequívoca, la existencia de
regiones espirituales invisibles, en las cuales operan otras fuerzas de las que la ciencia exacta conoce. Es suficiente atravesar, con un paso, la línea de la materia y el área del
Espíritu se hace infinita. Por lo tanto, las amenazas de ostracismo y contumacia, endilgadas a los que creían en los fenómenos, no eran más eficaces por la simple razón que al principio, las manifestaciones polarizaron la atención de casi toda la clase alta europea, convirtiendo a sus miembros en fervientes "espiritistas." Considerando el número de los creyentes en los fenómenos, podemos decir que, en un cierto
momento, el baluarte contra la poderosa oleada cíclica fue sólo un puñado de personas con ideas anticuadas y proclives a rezongar y a negarlo todo.

Una vez más se demostró que la vida humana se despoja de su sentido y significado superior si la privamos de todos sus ideales y creencias mundanas aceptadas por la antigüedad filosófica y culta, empezando por Sócrates, Platón, Pitágoras y los neo-
platónicos alejandrinos. Los ideales del mundo jamás podrán extinguirse completamente. Desterrados por los padres, serán recibidos con los brazos abiertos por los hijos.
Y ahora vamos a rememorar como aconteció todo esto.
Como ya mencionamos, al promediar el siglo, en Europa se experimentó la reacción que en los Estados Unidos ya había acontecido. Los días de una rebelión contra el frío dogmatismo de la ciencia y las enseñanzas aun más glaciales de las escuelas de Büchner y Darwin, sobrevinieron en armonía con el tiempo preordenado y preestablecido de la ley cíclica. Nuestros lectores que nos acompañan desde más tiempo, recordarán el fluir de los eventos. Que tengan presente cómo el público y especialmente los prejuicios religiosos, detuvieron la oleada de misticismo durante sus primeros 12 o 15 años en América. Sin embargo, al final, irrumpió a través de todo dique artificial, inundando a
Europa. Empezó en Francia y Rusia y terminó en Inglaterra, el más lento de todos los países en aceptar nuevas ideas, aunque éstas nos comuniquen verdades antiguas como el mundo.
A pesar de toda oposición, muy pronto la oleada asumió el nombre de "Espiritismo" y ganó su derecho de ciudadanía en Gran Bretaña. Por muchos años reinó incontrastable. En realidad, sus fenómenos, sus manifestaciones psíquicas y mesméricas eran simplemente los pioneros cíclicos que anunciaban el renacimiento de la Teosofía prehistórica y el Gnosticismo oculto de los misterios antediluvianos. Estos son
hechos que ningún espiritista inteligente podrá negar ya que, en verdad, el espiritismo moderno es meramente un renacimiento prematuro de una Teosofía rudimentaria, mientras la Teosofía moderna es un renacimiento del antiguo Espiritualismo.
Así, las aguas de la gran inundación "Espiritual" no eran primordiales, ni puras. Cuando, merced a la ley cíclica, aparecieron por primera vez en Rochester, se dejaron a los expedientes ya las tramoyas aleves de dos chicas, para que los denominaran e interpretaran. Por lo tanto, cuando el dique fue demolido, estas aguas penetraron en Europa llevando consigo las escorias y los sedimentos procedentes de los antiguos
naufragios de las hipótesis y de las aspiraciones nebulosamente esbozadas, cuyos cimientos eran las declaraciones de estas chicas. Aún el afán con que, casi todas las clases cultas europeas recibieron el "Espiritualismo" y su gemelo, el "espiritismo",
entraña una lección estupenda a pesar de todas las trivialidades.
Así se pudo oír la voz de la conciencia pública en esta aspiración ferviente del Alma humana, en este vuelo irreprimible de los elementos humanos superiores hacia los
Dioses olvidados y el Dios interno. Fue una respuesta innegable e inequívoca de la naturaleza humana interior al materialismo de entonces, que triunfaba malignamente, esponjándose. Para sustraerse de éste, existía solamente otra forma de mal: el
adherirse al convencionalismo dogmático y eclesiástico de las religiones de estado. Era una protesta estentórea y enfática contra el materialismo y el dogmatismo religioso, un oscilar hacia el punto intermedio de los dos extremos, representados, a un lado, por la imposición, durante largos siglos, de un Dios personal de amor y compasión infinitas mediante los artificios diabólicos de la espada, el fuego y las torturas de la inquisición
y del otro, como reacción natural, por el reino de la negación completa de tal Dios en conjunción con un Espíritu infinito, un Principio Universal que se manifiesta como Ley inmutable.
La verdadera ciencia se había esmerado, sabiamente, para eliminar la esclavitud mental humana y su Dios ortodoxo y paradójico. Sin embargo, la pseudo-ciencia, valiéndose de su ergotismo, se propuso aniquilar toda creencia exceptuando aquella de la materia. Los que detestan el Espíritu del mundo, al negar un Dios en la Naturaleza, así como una Deidad extracósmica, han estado preparándose, durante muchos años, para crear una humanidad artificial y desalmada. Por lo tanto, es justo que su K arma les enviara una hueste de pseudo-"Espíritus" o Almas para obstaculizar sus esfuerzos. ¿Puede alguien negar que los mejores próceres de la ciencia materialista no han capitulado delante de la fascinación fatua que, a primera vista, tenía visos de prueba muy palpable de un Alma inmortal en el ser humano, (1) la presunta comunión entre los muertos y los vivos? (2) Aún, estas manifestaciones anormales, siendo, en su totalidad, genuinas y espontáneas, entusiasmaron y polarizaron la atención de todos los que entrañaban en sus almas la sagrada chispa de la intuición. Algunos se aferraron a ellas debido a la muerte de los
ideales, la demolición de los Dioses y de la fe en todo centro civilizado, causándoles una consunción espiritual. Otros las aceptaron porque, viviendo en medio de una perversión ergotista de cada noble verdad, prefirieron una tenue aproximación a la
verdad que la nada.
Sin embargo, ya sea que la gente creyera y siguiera el "espiritismo" o no, la evolución espiritual y psíquica del ciclo había ejercido una impresión indeleble sobre muchos y, estos ex-materialistas, jamás pudieron volver a sus ideas iconoclastas.
La profusión en constante ascenso de los místicos actuales es la mejor prueba de la innegable obra oculta del ciclo. Millares de hombres y mujeres que no pertenecen a ninguna iglesia, secta y sociedad, los cuales no son teósofos ni espiritistas, son
virtualmente miembros de la Hermandad Silente, cuyos componentes a menudo no se conocen; ya que viven en naciones diferentes. Sin embargo, cada uno lleva entre sus cejas la marca del misterioso sello Kármico, convirtiéndole en un miembro de
la Hermandad de los Electos del Pensamiento. No habiendo logrado satisfacer sus aspiraciones en las respectivas fes ortodoxas, se han separado de las iglesias en su alma si no en su cuerpo, dedicando el resto de sus vidas al culto de ideales más elevados y más puros que cualquier especulación intelectual pueda ofrecerles. Aunque son una pequeña minoría que uno infrecuentemente encuentra, su nombre es legión, si sólo
eligiesen presentarse abiertamente.
Estos hombres y mujeres dedicados, prefieren seguir a solas y sin ayuda, los vericuetos estrechos y espinosos que se extienden delante de aquél que no reconoce las autoridades, ni se postra frente a la hipocresía. Los impulsa la influencia de esa misma
búsqueda ardiente por la "vida en el espíritu y en la verdad", que insta a todo teósofo serio durante años de denigración moral y ostracismo público. Les mueve el idéntico descontento con los principios de la pura convencionalidad social moderna y el
desdén hacia el pensamiento de moda aun triunfante; el cual, apoderándose con irreverencia de los epítetos honrados de "científico" y "sin precedente", "pionero" y "liberal", usa esta prerrogativa a fin de subyugar a los pusilánimes y a los egoístas.
Pueden dejar en paz a los "señores Oráculos" del pensamiento moderno, así como a los personajes hipócritas que el tiempo ha desacreditado ya los laicos del convencionalismo eclesiástico embebidos de dogmas; aún entrañan, en el santuario silencioso
de su alma, los mismos grandes ideales de todos los místicos y son teósofos reales y no nominales. Los encontramos en todo círculo y clase social. Se enumeran entre artistas y escritores de novelas, en la aristocracia y la clase comercial, entre los más elevados y acomodados, así como entre los más bajos y pobres.
Entre los que se destacan en este siglo, mencionaremos al Conde L. Tolstoi, un ejemplo viviente y una de las señales de los tiempos en que vivimos, de la obra oculta del ciclo en constante movimiento. Escuchad, de la pluma de uno de los mejores autores de San Petersburgo, unos pasos de la historia de la evolución psico-espiritual de este aristocrático, L. Tolstoi, el escritor más grande de la Rusia moderna
[. . .] El autor ruso más famoso, "el pintor de las palabras", un escritor de realismo shakespeariano, un poeta pagano, el cual, bajo cierto punto de vista, en su producción literaria, rinde culto a la vida por la vida misma, en sí y por sí, según dicen los hegelianos y de repente cae en congoja sobre su hermosa paleta, absorto en pensamientos atormentadores y así empieza a someter a sí mismo y al mundo, los problemas más recónditos e insolubles. [. . .] El autor de "Los Cosacos" y "Felicidad Familiar", con atuendos de campesino y zapatos de cuerda, emprende un peregrinaje en búsqueda de la verdad divina. Se adentra en el bosque solitario ski! (una ermita
religiosa) de Raskolnikyi (un disidente, secta hasta la fecha hostigada y prohibida en Rusia). Visita a los monjes del Desierto de Optino, transcurriendo su tiempo ayunando y
rezando. Ha sustituido las bellas letras y la filosofía con la Biblia y las escrituras de los Padres de la Iglesia y como continuación de " Ana Karenina" ha creado sus "Confesiones" y "Explicaciones del Nuevo Testamento."
El hecho de que el Conde Tolstoi, no obstante su dedicación ardiente, no se convirtió en un cristiano ortodoxo, ni sucumbió a los estratagemas del espiritismo (como prueba su más reciente sátira sobre los mediums y los "espíritus") no le impide, en nada, ser un místico completo. ¿Cuál es la influencia misteriosa que, repentinamente, lo ha encauzado en esta extraña corriente sin casi ningún período de transición? ¿Qué idea o visión inesperada lo instó hacia esta nueva línea de pensamiento?
¿Quién puede saberlo, sino él mismo o esos verdaderos "Espíritus" que no lo ventilarán en una sección espiritista moderna?
Aún, el Conde Tolstoi no es un ejemplo aislado de la obra de ese misterioso ciclo de evolución psíquica y espiritual ahora en plena actividad. Un trabajo que, de manera silenciosa y desapercibida, pulverizará las estructuras más grandiosas y
magníficas de las especulaciones materialistas y en breve tiempo reducirá a la nada la obra intelectual de años. ¿Qué es esa Fuerza moral e invisible? Sólo la filosofía oriental puede explicarlo.
En 1875 nació la Sociedad Teosófica. Se presentó al mundo con la intención clara de convertirse en una aliada del movimiento espiritista, suplementándolo y ayudándolo en su aspecto más elevado y espiritual. Sin embargo, sólo logró convertir a los espiritistas en sus más acérrimos enemigos, los que la han perseguido y denostado incesantemente. Quizá dependa, principalmente, de que muchos de sus mejores representantes más intelectuales se adhirieron, cuerpo y alma, a la Sociedad Teosófica. En realidad, la Teosofía era el único sistema capaz de dar una racionalidad filosófica a los
fenómenos mediumnísticos y una lógica razón de ser. Es cierto que algunas de sus enseñanzas son incompletas e insatisfactorias. La causa de ésto es reconducible sólo a las imperfecciones de la naturaleza humana de los que la divulgan y a ninguna falta en el sistema mismo o en sus enseñanzas, las cuales hay que considerarlas más confiables que algunos dictados de ciertas "inteligencias"; ya que se sustentan en filosofías antiquísimas, en la experiencia de seres humanos y razas más cercanas a la fuente de las cosas que nosotros y en los anales de sabios que han interrogado, sucesivamente y durante incontables generaciones, la esfinge de la Naturaleza, la cual mantiene ahora sus labios cerrados con respecto a los secretos de la vida y de la muerte.
No importa que el intelecto y la conciencia de dichas "inteligencias" sean inducidos y artificiales, como suponemos o emanen de una fuente y una entidad personal. Aun las filosofías exotéricas de los sabios orientales, sistemas de pensamiento cuya majestuosidad y lógica pocos negarán, concuerdan en toda doctrina fundamental con nuestras enseñanzas teosóficas. En lo que atañe a esas criaturas llamadas y aceptadas como "Espíritus de los Muertos", porque ellas así se autodenominan, los espiritistas y sus mediums desconocen su verdadera naturaleza.
En el caso de los espiritistas más intelectuales, la cuestión permanece aún en suspenso. Ciertamente, no serán los teósofos quienes discreparán con ellos en su concepción más elevada de los Espíritus.
Como este artículo no se supone yuxtaponer los dos movimientos más significativos de nuestro siglo, ni debatir sus méritos o superioridad relativos; afirmamos, por lo pronto, que los hemos considerado sólo para polarizar la atención al reciente progreso maravilloso de este ciclo oculto. El enorme número de adherentes a la Teosofía y al espiritismo, dentro o fuera de nuestras respectivas sociedades, evidencia que ambos
movimientos eran el trabajo necesario o podríamos decir, Kármicamente preordenado, de la edad y cada cual nació en el momento adecuado, cumpliendo con su misión tempestivamente. Sin embargo, existen otras señales de los tiempos en que vivimos mucho más significativas.
Hace algunos años publicamos una predicción según la cual, después de un breve ciclo de abuso y persecución, muchos de nuestros enemigos cambiarían la trayectoria, mientras otros, viendo cuán desesperanzadora era la situación, seguirían nuestro
ejemplo, instituyendo Sociedades místicas. La Teosofía, análogamente a Egipto, en la profecía de Hermes, fue acusada por "extranjeros impíos" (en nuestro caso los que no saben nada de ésta) de adorar monstruos y quimeras, enseñando "enigmas increíbles a la posteridad." Si nuestros "escribas e hierofantes sagrados" no vagan desamparados en la superficie terrestre, no es por mérito de los buenos sacerdotes y clérigos cristianos. Y
nosotros, análogamente a los egipcios en los primeros siglos de la nueva fe y edad, inducidos por el miedo de una profanación aun peor de los nombres y las cosas sagradas, tuvimos que sepultar en las anfractuosidades el poco conocimiento esotérico
que se nos ha permitido divulgar al mundo.
Sin embargo, en los últimos tres años, todo esto ha ido cambiando rápidamente y la demanda de información mística se ha multiplicado tanto que la editorial Teosófica no lograba encontrar suficientes trabajadores para cumplir con los pedidos.
Aun "La Doctrina Secreta" ha demostrado ser un éxito financiero, a pesar de ser nuestra publicación más críptica, su precio prohibitivo y el trato que la prensa le dio: ya sea
ignorándola o denigrándola con desdén. Constatad el cambio. Lo que los teósofos casi no osaban mencionar si no susurrando, para que, hace algunos años, no los tildaran de lunáticos, hoy los oradores lo divulgan y los clérigos lo abogan públicamente.
Mientras los ortodoxos se apremian a eliminar el antiguo infierno y la Nueva Jerusalén embaldosada de zafiros, los más liberales aceptan nuestra Doctrina de K arma, Reencarnación y de Dios como Principio abstracto, bajo los velos cristianos y de
una fraseología bíblica.
Así, la Iglesia está dirigiéndose paulatinamente hacia la filosofía y el panteísmo. Diariamente constatamos que algunas de nuestras enseñanzas afloran a guisa de especulaciones religiosas, poéticas y hasta científicas, suscitando el respeto de
los rotativos que no admiten su origen teosófico, ni se abstienen de vilipendiar el caudal de estas ideas místicas, la Sociedad Teosófica. Hace un año, un periódico que no vale la pena mencionar, incluyó la exclamación de un sabio criticastro:
A fin de mostrar la plétora de ideas anticientificas en la obra "La Doctrina Secreta", es suficiente indicar que su autora rehúsa creer en la existencia de la materia inorgánica y dota a los átomos de inteligencia.
Hoy en día, la revista londinense "Harper's" menciona con aprobación y simpatía el concepto de materia facilitado por Edison:
No creo que la materia sea inerte y que sobre ella actúe una fuerza externa. Por lo visto, parece que cada átomo posee cierta cantidad de inteligencia primitiva: mirad los millares de modos en los cuales los átomos de hidrógeno se combinan con los de otros elementos. [. . .] ¿Acaso queréis decir que lo hacen sin inteligencia? [...]
Edison es un teósofo, aunque no sea muy activo, mas el mero hecho de que tenga un diploma (de la Sociedad Teosófica), parece inspirarle verdades teosóficas.
Nuestros enemigos cristianos exclaman con desdén: "¡Los teósofos creen en la reencarnación!" "No hay una palabra, pronunciada por nuestro Salvador, que pueda interpretarse contra la creencia moderna de la reencarnación. . . ", predica el
reverendo Bullard, entreabriendo, muy sabiamente, una puerta secundaria para el día en que esta "creencia vacía", brahmánica y budista, adquiera un carácter general.
Los teósofos creen que las primeras razas humanas eran tan etéreas como ahora lo son sus dobles astrales y las llaman chhayas (sombras). Ahora, escuchad a un insigne poeta inglés que en su último libro: "Deméter y otros Poemas", canta:
“El fantasma en el hombre, el fantasma que una vez fue hombre,
Pero no puede liberarse completamente de los hombres,
Que están llamándose los unos a los otros al Alba,
De manera tan estentórea jamás vista en la tierra;
El velo se desgarra y las voces del día
Resuenan sobre las de la Oscuridad.
No hay cielo ni infierno repentino para el hombre,

Una Evolución Intemporal, rápida o lenta,
Por todas las esferas, una cumbre que se abre más y más
y una tierra que sigue reduciéndose. . .”

Parece que Tennyson ha leído los libros teosóficos o lo inspiraron las mismas ideas grandiosas que nos movieron a nosotros.
"¡Oh!", ciertos escépticos exclaman: "sin embargo hay licencias poéticas. El autor no cree una palabra de lo que escribe." ¿Cómo lo saben? Aun suponiendo que así sea, he aquí una prueba ulterior de la evolución cíclica de nuestras ideas teosóficas, que espero no se tilden de "licencias clericales." Uno de los sacerdotes londinenses más estimados y compasivos, el Reverendo G. W. Allen, se ha puesto los zapatos teosóficos y ha
seguido nuestro buen ejemplo fundando una "Sociedad Cristo-Teosófica." Como su doble título muestra, su plataforma y programa deben ser, necesariamente, más limitados que los nuestros, ya que en su circular leemos: "Se propone solamente
cubrir el terreno que la Sociedad Teosófica ahora no estudia."
Seguramente, esta nueva Sociedad hará un buen trabajo a pesar de lo equivocado que nuestro estimado amigo y colaborador teosófico esté, en creer que las enseñanzas de la Sociedad Teosófica no cubren al Cristianismo esotérico, ya que estudia el aspecto esotérico de toda religión del mundo. Desde luego, si el nombre escogido quiere decir algo, implica que el trabajo y el estudio de los miembros debe ser, necesariamente, teosófico. Un párrafo entresacado de la circular de la "Sociedad Cristo-Teosófica" avalará lo antedicho.
Es nuestra creencia que, actualmente, hay muchas personas descontentas con la enunciación estéril y antifilosófica del Cristianismo, expresada en sermones y escritos teológicos.
Algunos de estos individuos se ven inducidos a abandonar todo tipo de fe en el Cristianismo, mas muchos de ellos lo hacen con reluctancia y acogerían con benevolencia una presentación de las antiguas verdades que les mostrara la
consonancia con las conclusiones de la razón y el testimonio de la intuición innegable. Existen muchos otros cuyo único sentimiento es que las verdades de su religión tienen un significado práctico tan pequeño, que ejercen un poder diminuto en la influencia y el ennoblecimiento de su carácter y diario vivir. La Sociedad Cristo-Teosófica apela a ellos, invitándoles a unirse en un esfuerzo común para aprender acerca de la Verdad Cristiana y alcanzar ese Poder capaz de satisfacer los anhelos profundos del corazón humano, fortificándonos en el dominio de nosotros mismos y en la existencia vivida para los demás.
Esto es admirable y muestra claramente su propósito de contrarrestar las influencias perniciosas de la teología exotérica y dogmática, que es cuanto hemos tratado de hacer desde el principio. Sin embargo, todas las similitudes terminan allí, pues parece no tener ningún nexo con la Teosofía universal, sino sólo con la sectaria. Tememos que la "S.C.T." limite los "Misterios de la Verdad Divina" a una religión, la más reciente y los
avatares a un sólo hombre, cuando invita:
a su membresía, aquellos que, dispuestos a aprender los misterios de la Verdad Divina de forma más clara y más amplia, aún desean mantener como base de su filosofía las
doctrinas cristianas de Dios como Padre de todos los seres y Cristo como revelación de Sí mismo a la humanidad.
Esperamos, sinceramente, que los miembros de la Sociedad Cristo-Teosófica puedan evitar estos Caribdis sin caer en Escila. (3)
Sin embargo, no podemos más que hacer notar una dificultad y pedimos, humildemente, que se nos explique. Según la circular: "La Sociedad no consta de maestros, ni educandos.
Todos son estudiantes." Ahora, a esto le antecede la declaración que los miembros "acogerían con benevolencia una presentación de las antiguas verdades [. . .] en consonancia con las conclusiones de la razón etc." Por lo tanto nos preguntamos:
¿quién de los "estudiantes" presentará estas verdades a los otros? Es obvio que, a pesar de quien sea, tan pronto como empiece su presentación, se convertirá, quiéralo o no, en un "maestro."
Mas todo esto es secundario. Nos sentimos muy orgullosos y satisfechos con el homenaje tributado a la Teosofía en la imagen de un representante del clero anglicano dispuesto a seguir nuestras huellas, para que desmenucemos los detalles. Por lo
tanto, deseamos lo mejor a la Asociación Cristo- Teosófica.



NOTAS

1) Que nuestros lectores tengan presente los nombres de algunos letrados y científicos eminentes que se han convertido en espiritistas abiertamente. En América es suficiente mencionar al profesor Hare, Epes, Sarjeant, Robert Dale Owen, Judge Edmonds etc; en Rusia los profesores Butlerof, Wagner y el más grande entre ellos, el difunto Pirogoff; en Alemania Zollner; en Francia el astrónomo M. Camille Flammarion y al final, en Inglaterra, A. Russel Wallace, W. Crookes, Balfour Stewart, etc., seguidos por un número de estrellas científicas secundarias.
2) Esperamos que los pocos amigos remanentes en las filas de los espiritistas no nos malentiendan. Acusamos a los "espíritus" falsos de las secciones espiritistas encabezadas por mediums profesionales y negamos la posibilidad de tales manifestaciones de espíritus en el plano físico. Sin embargo, creemos profundamente en los fenómenos espiritísticos y en la relación entre los Espíritus de Egos de entidades
encarnadas y desencarnadas. Mas dado que estos últimos no pueden manifestarse en nuestro plano, es el Ego del ser vivo el que encuentra al Ego de la personalidad difunta, ascendiendo al plano Devachánico. Esto es realizable en estado de trance, durante los sueños y otros medios subjetivos.
3) Evitar que se encuentren entre dos fuegos. (N .d. T.)





LA CAÍDA DE LOS IDEALES H. P. Blavatsky





LA CAÍDA DE LOS IDEALES

H.  P.  Blavatsky

Artículo publicado en 1889


“El mal nos llena de deudas a pagar,  el Bien libera y
redime, huye del mal, sigue el bien;  ¡gobiérnate a ti
mismo! Este es el Camino. ”
GAUTAMA BUDDHA

INTRODUCCIÓN

El debate filosófico comenzó en nuestro articulo El Origen del Mal, y continúa en
éste, que es reedición de un artículo que se publicó en la revista Lucifer , en 1889.
Un cuidadoso estudio de estos dos artículos desvelará la verdad de las sabias
palabras de un gran Adepto:
“Después de tener en cuenta los males que son naturales y no pueden ser evitados –y son tan pocos que yo reto a toda la hueste de metafísicos occidentales a que los llamen males, o que los conduzcan directamente a una causa independiente –, señalaré el mayor y principal motivo de casi los dos tercios de los males que persiguen a la Humanidad desde que éste se convirtió en poder:  es la religión, cualquiera que sea su forma, y en la nación que sea;  es la casta sacerdotal, el clero y las Iglesias;  en esas ilusiones que el hombre tiene como sagradas, es donde se tiene que hallar el origen de esa multitud de males, los cuales son la mayor maldición de la Humanidad y de casi todas las agresiones del género humano.
La ignorancia creó a los Dioses, y los astutos aprovecharon la oportunidad. Miremos la
India, el Cristianismo, el Islamismo, el Judaísmo, y el Fetichismo. Es la imposición por parte de los sacerdotes lo que hace aparecer a esos Dioses tan terribles para el hombre. La religión ha convertido a éste en un hipócrita egoísta: el fanático que odia a todo hombre que no pertenezca a su propia secta sin otorgarle nada mejor ni más moral a cambio. Es la creencia en Dios y los Dioses, lo que ha convertido a las dos terceras partes de la Humanidad en esclavos de unos pocos, de aquellos que les engañan bajo la falsa pretensión de salvarlos. ¿No está el hombre siempre dispuesto a cometer cualquier clase de males si se le dice que su Dios o Dioses se lo piden?; víctima voluntaria será de un Dios engañoso, esclavo y abyecto de sus artificiosos ministros.
Los campesinos irlandeses, italianos y eslavos morirían de hambre y verían a su familia
sucumbir de inanición y desnuda, por alimentar y vestir a su “padre ” y Papa. . Durante dos mil años la India gimió bajo el peso de las castas, los brahmanes sólo se alimentaban de las riquezas de la tierra, y hoy los seguidores de Cristo y los de Mahoma se despedazan entre ellos, en el nombre de y por el engrandecimiento y la gloria de sus respectivos mitos.
Recuerden que la suma de las miserias humanas no disminuirá hasta el día en que la mejor parte de la Humanidad destruya los altares de sus falsos dioses en nombre de la Verdad, Moralidad y Caridad Universal. ”

En un mundo de ilusión dirigido por la ley de la evolución, nada sería más natural
que los ideales del Hombre (entendiendo a éste como la totalidad del género
humano)estuvieran siempre cambiando. Una parte de la Naturaleza le rodea,
esa proteica y siempre cambiante Naturaleza, y así como cada una de sus partículas es
transformada incesantemente, mientras que el armonioso cuerpo permanece como un
todo, siempre el mismo, el hombre estará continuamente cambiando, física, intelectual,
moral, espiritualmente. En un momento dado, se encontrará en el punto más alto del
desarrollo; en otro, en el más bajo. Y como alternativamente sube y baja tanto, su moral
natural se expandirá y contraerá; así su código de moral unas veces reunirá los más
nobles, altruistas y elevados ideales, mientras que en otras, la conciencia que lo dirige
no será sino el reflejo del egoísmo, la brutalidad y la falta de fe. Pero esto, solamente es
en lo externo, en el plano ilusorio. En su interior, o mejor dicho en su constitución
esencial , tanto la Naturaleza como el hombre son lo mismo, porque su esencia es
idéntica. Todo nace, se desarrolla y se dirige hacia la perfección en la matriz donde se
originó su percepción externa, o como dijo un filósofo “siempre llegando a ”.
Pero en el último extremo de la esencia espiritual, todo es y por lo tanto permanece
inmutable. Todo va hacia esa Esencia eterna, adonde cada cosa y cada ser tienden
gradualmente, de manera casi imperceptible, pero con tanta seguridad como el
Universo poblado de estrellas y mundos se mueve hacia un misterioso punto, al que la
Astronomía aún no ha dado nombre, y que es llamado por los ocultistas el Sol Central
Espiritual.
Es señalado en casi todas las épocas históricas que un vasto intervalo –casi un vacío –
dista entre el ideal de perfección y su aplicación práctica. A pesar de esto, cada cierto
tiempo aparecieron en la Tierra grandes genios que enseñaron a la Humanidad a mirar
más allá del velo de la ilusión, y el hombre aprendió que ante él no existía un abismo
infranqueable, sino que la providencia que guía a la humanidad es quien, mediante sus
más altas y espirituales razas, ha de rellenar cada vez más el gran hueco, en cada ciclo
venidero. Pues, como una unidad, cada hombre tiene la facultad de poder llenar ese
vacío con su propio mito. Sí, todavía existen hombres que, a pesar del presente estado
caótico del mundo moral y los tristes despojos de los más altos ideales humanos,
persisten en creer y enseñar que el actual ideal de perfección humano no es un sueño,
sino una ley de naturaleza divina; y que la Humanidad aún deberá esperar quizás
millones de años hasta que llegue el día en que se transforme en una raza de dioses.
Mientras tanto, los periódicos ascensos y descensos de la naturaleza humana en su
aspecto exterior apartan al hombre de su posición, pues la percepción media de la
Humanidad es demasiado débil para ver que ambos procesos ocurren cada vez en un
nivel más elevado que el precedente. Pero para tales transformaciones no siempre se
necesitan siglos, pues algunos cambios externos son forjados por veloces fuerzas
activas –por ejemplo: guerras, nuevas teorías, epidemias, devastación por hambre o
fanatismo religioso –, y por lo tanto, las masas ciegas imaginarán que el hombre fue, es,
y será el mismo. A nuestros ojos, la humanidad es como nuestro globo, aparentemente
estacionario; sin embargo ambos se mueven en el espacio y en el tiempo con velocidad
semejante, alrededor de sí mismos y avanzando .
Además, cualquiera que sea el fin de esta evolución, el hombre era desde el
nacimiento de su conciencia, y todavía lo es, el vehículo de un espíritu dual, el bien y el
mal. Como las hermanas gemelas del gran poema póstumo de Víctor Hugo, Satanás –la
progenie surgida respectivamente de la Luz y las Tinieblas –, el ángel “Libertad ”y el
ángel “Isis-Lilith ”, han escogido al hombre como habitáculo en la Tierra, y ambos están en eterna disputa dentro de él.
Las Iglesias dicen al mundo que “el hombre nace en pecado ”, y San Juan (I Epístola III, 8)agrega que: “Aquel que cometa pecado es del mal, pues el mal pecó, desde el
principio ”. Aquellos que todavía creen en la fábula de “la costilla y la manzana ”, y en
«Satanás » –el ángel rebelde creen como consecuencia, por supuesto, en un Diablo
personal como contraste –en una religión dualista –un Dios personal. Nosotros,
filósofos esoteristas, no creemos en ninguno. Vamos, quizás, más allá de la letra muerta
de la Biblia. Pues decimos que, como entidades extracósmicas , no hay diablo ni dios; no obstante ambos existen. Y añadimos que ambos habitan en la Tierra, en el hombre, el
verdadero hombre en sí mismo, que es –como un ser físico –el diablo, el verdadero
vehículo del mal , y –como una entidad espiritual –es Dios o el bien . Por lo tanto, al
decirle a la Humanidad “tú tienes el diablo en ti ” se dice tanto de verdad metafísica
como cuando decimos a todos sus hombres “¿No conocéis a ese dios que habita en
vosotros?” Ambas declaraciones son ciertas. . Pero nosotros estamos en el punto crítico
del gran ciclo social, y es la primera evidencia la que domina ahora. Sin embargo
–parafraseando un texto de San Pablo – “hay muchos diablos … pero no hay más que un Satanás ”; así, mientras nosotros tenemos una gran variedad de demonios constituyendo colectivamente la Humanidad, hay pocos, si los hay, de tan grandiosos caracteres satánicos como los descritos por Milton, Byron, y recientemente por Víctor Hugo. Por lo tanto, debido a tal mediocridad, los ideales humanos están cayendo, para permanecer irremplazados; una vida en prosa tan espiritualmente muerta como la niebla de Londres en noviembre, da tanta vitalidad al materialismo brutal y los vicios –de los que los siete pecados capitales no serían más que una pequeña parte – como esa niebla fomenta los microbios patógenos.
Ahora raramente encontramos en el corazón humano aspiraciones dirigidas al ideal
eterno, sino que, en lugar de ello, cada pensamiento tiende hacia la única y central idea
de nuestro siglo, el gran “Yo ”, que es para cada uno el único centro posible alrededor
del cual todo el Universo está para girar y rodar.
Cuando el emperador Juliano –llamado “el Apóstata ” porque, , al creer en los grandes
ideales de sus antecesores, los Iniciados, no quiso aceptar la antropomorfización –vio
por última vez a sus amados Dioses que se le aparecieron, lloró.

¡Ay!, ellos no fueron los brillantes seres espirituales que él había adorado, sino sólo las
decrépitas, pálidas y gastadas sombras de los Dioses que tanto amó. Tal vez ellos
fueron las visiones proféticas de los ideales desaparecidos de su época, y también de
nuestro propio ciclo. Estos “dioses ” son ahora considerados por la Iglesia demonios , y así son llamados; mientras que quien les guarde un poético y dilatado amor es
inmediatamente tachado como un Anticristo y un Satanás moderno.
Bien, Satanás es un término elástico y nadie ha dado todavía siquiera una definición
lógica aproximada del significado simbólico del nombre. El primero que lo
antropomorfizó fue John Milton, él es un verdadero padre intelectual putativo, como
está ampliamente admitido que el teológico Satanás de la Caída es el “Hijo de la
Mente ” del poeta ciego. . Sin sus atributos teológicos y dogmáticos, Satanás es
simplemente un adversario; no necesariamente un “diablo travieso ” o un “perseguidor
de hombres ”, sino posiblemente también un enemigo del mal. El pudo, de ese modo,
convertirse en el Salvador de los oprimidos, un paladín de los débiles y pobres,
aplastado por los demonios, menores (los hombres), los demonios de la avaricia,
egoísmo e hipocresía. Michelet lo llama el “Gran Desheredado ”, y lo acepta en su
corazón. El Satanás gigante del concepto poético no es, en realidad, sino el compendio
de todos los descontentos y nobles entendimientos de la época. Pero Víctor Hugo fue
el primero en comprender la oculta verdad. Satanás, en su poema así llamado, es una
Entidad verdaderamente grandiosa, con la suficiente humanidad en él para poder ser
comprendido por un intelecto normal.
Entender el Satanás de Milton y de Byron es como intentar apresar un puñado de
niebla: no hay nada humano en ellos. El Satanás de Milton pelea con ángeles que son
especie de marionetas volátiles, sin espontaneidad, sacadas al escenario de la existencia
y la acción por el hilo invisible de la predestinación teológica. El Lucifer de Hugo
entabla una espantosa batalla con sus propias y terribles pasiones, y nuevamente se
convierte en Arcángel de la Luz después de las agonías más pavorosas jamás concebidas por una mente mortal ni escritas por una pluma humana. Todos los demás modelos satánicos palidecen ante su esplendor. El Mefistófeles de Goethe es un verdadero diablo de la Teología; el Ahrimán del Manfredo de Byron es un personaje demasiado sobrenatural que incluso tiene poca afinidad con el elemento humano, y es tan elevado como fue el genio de su creador. Todas estas figuras se empequeñecen ante el Satanás de Víctor Hugo, quien ama tan intensamente como odia. Manfredo y Caín son las Protestas encarnadas de los oprimidos, agraviados y perseguidos individualmente,  contra el “Mundo ” y la “Sociedad ” –aquellos demonios gigantes y monstruos salvajes de injusticia colectiva –. Manfredo es el modelo de una voluntad indomable, orgulloso, que no se doblega ante ninguna influencia terrenal o divina, que valora su absoluta libertad de acción por encima de cualquier sentimiento o consideración social, superior a la Naturaleza y a todo lo que hay en ella.
Pero, tanto en Manfredo como en Caín, el sí-mismo, el “Yo ”, es siempre prioritario, y
no hay una chispa de amor redentor en ellos, sino de miedo. Manfredo tampoco se
someterá al universal Espíritu del Mal; todavía permanece solo, cara a cara, con el
oscuro oponente de Ahura-Mazda (luz Universal), Ahrimán y sus incontables huestes de
la Oscuridad.
Estos modelos nacen de un intenso preguntarse, de un asombro espantoso y atrevida
actitud desafiante, pero que no mueve a resentimientos humanos; además, ellos son
sobrenaturales . Byron nunca pensó en unificar a su Arcángel con aquella chispa
imperecedera de amor, la cual constituye –y debe constituir – la esencia del
“Primer –Nacido ” fuera de la esencia homogénea de la eterna Armonía y Luz, , y es el
elemento de la piadosa reconciliación, incluso en su (según nuestra filosofía)última
progenie terrenal, la Humanidad.
La discordia es el compañero de la diferenciación, y Satanás estando en evolución,
debe en este sentido, ser un adversario, un contraste, siendo un símbolo de la materia
caótica . La esencia del amor no puede extinguirse, sino sólo pervertirse. Sin este poder
salvador redentor, imbuido en Satanás, simplemente aparecería como un absurdo
fracaso, de una omnipotente y omnisciente imbecilidad, lo cual es llamado, muy
justamente, de manera desdeñosa, antagonista, por la teología cristiana. Con ello, él se
convierte en una Entidad concebible: los Asuras de los mitos puránicos, los primeros
alientos de Brahma quienes, después de pelearse con los Dioses y derrotarles, son
finalmente ellos mismos derrotados y después arrojados a la Tierra donde encarnan en
la Humanidad. De este modo la Humanidad Satánica se hace comprensible. Y después
de moverse de un lado a otro en su ciclo de pruebas, puede –con las experiencias
acumuladas por todo el dolor de la Humanidad – emerger de nuevo a la luz, , como la
filosofía oriental enseña.
Si Víctor Hugo hubiera vivido para completar su poema, posiblemente con el
discernimiento robustecido, habría combinado su concepto satánico con el de las razas
arias, las cuales hacen que todos los poderes menores, buenos o malos, nazcan al
comienzo y mueran al final de cada “Era Divina ”. Como la naturaleza humana es
siempre la misma y, sociológica, espiritual e intelectualmente, la evolución es una
cuestión de superación paso a paso, es muy posible que en vez de apresar una unidad
del ideal satánico como hizo Hugo, el siguiente gran poeta pueda hacerlo enteramente;
haciéndose eco de su generación, con la eterna idea del equilibrio cósmico tan
noblemente enfatizado en la mitología aria.
La primera mitad de este ideal se aproxima suficientemente al ideal humano como
para hacer las torturas morales del Satanás de Hugo completamente comprensibles
para los filósofos esoteristas. ¿Cuál es el principal tormento de este Anarquista
Cósmico?Es la agonía moral causada por tal dualidad en la Naturaleza, el
desgarramiento del Espíritu del Mal y la Oposición por el inmortal elemento del amor
originario en el Arcángel. Esta chispa de amor divino, de Luz y Armonía, que ningún odio puede descomponer totalmente, le causa una tortura mucho más insoportable que su Caída y exilio por protestar y rebelarse. Esta brillante y celestial chispa, que irradia
Satanás en la negra oscuridad de su reinado de noche moral, le hace visible al lector
intuitivo. Esto hizo que Víctor Hugo le viera sollozando con una desesperación
sobrehumana, de manera que cada gemido estremecía la Tierra de un polo a otro.

Primero, sollozos de ira al no poder él extirpar el amor por la divina bondad de su
naturaleza; luego cambiando a un estado de desesperación por ser separado de ese
amor divino que tanto anhela. Todo esto es intensamente humano. Este abismo de
desesperación es la salvación de Satanás. En esta Caída una pluma se desprende de un
ala, antes blanca e inmaculada, siendo iluminada por un rayo de resplandor divino, e
inmediatamente transformada en un Ser brillante: el Ángel de la libertad. Esta es la hija
de Satanás, la hija conjuntamente de Dios y del Ángel Caído, la progenie del Bien y del
Mal, de la Luz y de la Oscuridad, y Dios reconoce esta común y “sublime paternidad ”
que los une. Es la hija de Satanás quien le salva a él. En la cima de la desesperación, al
sentirse odiado por la LUZ, Satanás oye las palabras divinas: “No; yo no te odio ”, dice la Voz. “Un Angel está entre nosotros, y sus obras te dan prestigio. El hombre sujeto a ti, por ello está ahora liberado ”.

“¡Oh Satanás, tu puedes ahora decir: yo viviré!
Ven, el Ángel de la Libertad, es tu hijo y el mío. 
¡Esta paternidad sublime nos une …!”

La concepción total es una eflorescencia de idealidad metafísica. Esta blanca flor de
loto del pensamiento nace ahora, como en épocas anteriores, de la corrupción del
mundo de la materia, generando Protesta y Libertad. Está naciendo entre nosotros
mismos y ante nuestros ojos del fango de la civilización moderna, lecho fecundo de
virtudes encontradas. En este sucio suelo crecieron los gérmenes que finalmente se
convirtieron en protestones que lo niegan todo, ateístas, nihilistas y anarquistas,
hombres del terror. Algunos podrán ser malos, violentos, criminales, pero ninguno
igualará a Satanás; pero tomando esta descorazonada, desesperada, amargada porción
de la Humanidad, colectivamente son Satanás mismo; pues él es la síntesis ideal de
todas las fuerzas discordantes, y cada vicio humano por separado o pasión, no son sino
un átomo de su totalidad. En lo profundo del corazón de esta humana-satánica
totalidad, arde la chispa divina, a pesar de todas las negaciones. Se llama AMOR POR
LA HUMANIDAD, una ardiente aspiración por un reino universal de Justicia, de aquí el deseo latente de Luz, Armonía y Bondad. ¿Dónde encontramos tal chispa divina entre
los orgullosos y los ricos?En una sociedad respetable y con una correcta ortodoxia, así
llamada por los creyentes, no se encuentra sino el predominio de un sentimiento de
egoísmo y el deseo de riquezas a expensas del débil y el desposeído, de ahí el
paralelismo entre la indiferencia ante la injusticia y el mal. Ante Satanás, la Protesta
encarnada se arrepiente y reúne con los hombres en una Hermandad común, y todo
motivo de protesta habrá desaparecido de la Tierra. Y eso sólo puede ocurrir cuando la
avaricia, la marginación y los prejuicios desaparezcan ante elementos de altruismo y
justicia para todos. Ahora mismo, la libertad no es sino una palabra vana en todo el
mundo civilizado; libertad no es más que un sinónimo solapado de opresión de las
gentes en nombre de las gentes y existe para castas, nunca para unidades. Para
conseguir el reino de la libertad, tal como lo contempla el Satanás de Hugo, “el Angel
de la Libertad ” tiene que nacer simultáneamente, , por mutuo amor y con el
consentimiento de la más elevada clase dominante, y las clases inferiores –los pobres –;
en otras palabras, convertirse en progenie de Dios y Satanás, y así reconciliar a ambos.
Pero esto es una utopía en el presente. No puede acontecer antes de que las castas de
los modernos levitas y su teología –el fruto del Mar Muerto de la espiritualidad –hayan
desaparecido; y que los sacerdotes del Futuro hayan declarado ante el mundo entero en
las palabras de su Dios:

“Y yo oscurezco la noche siniestra, 
y ya no queda nada, 
¡Satanás ha muerto, renace, oh
LUCIFER CELESTE!”

algo para leer