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EN LOS LIMITES DE LA REALIDAD

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martes, 29 de abril de 2008

HONGOS DE YUGGOTH -- POEMAS ONIRICOS DE "LOVECRAFT "

LOVECRAFT
HONGOS DE YUGGOTH
Poemas oníricos





HESPERIA
La puesta de sol invernal, refulgiendo tras las agujas Y las chimeneas medio desprendidas de esta esfera sombría, Abre grandes puertas a algún año olvidado De antiguos esplendores y deseos divinos. Futuras maravillas arden en aquellos fuegos Cargados de aventura y sin sombra de temor;
Una hilera de esfinges indica el camino
Entre trémulos muros y torreones hacia liras lejanas.
Es la tierra donde florece el sentido de la belleza, Donde todo recuerdo inexplicado tiene su fuente, Donde el gran río del Tiempo inicia su curso descendiendo Por el vasto vacío en sueños de horas iluminadas por las estrellas. Los sueños nos acercan... pero un saber antiguo Repite que el pie humano no ha hollado jamás estas calles.





EL CANAL
En algún lugar del sueño hay un paraje maldito
Donde altos edificios deshabitados se apiñan a lo largo
De un canal estrecho, sombrío y profundo, que apesta
A cosas horrendas arrastradas por corrientes grasientas.
Callejones con viejos muros que se tocan casi en lo alto Desembocan en calles que uno puede conocer o no, Y un pálido claro de luna arroja un brillo espectral Sobre largas hileras de ventanas, oscuras y muertas.
No se oyen ruidos de pasos, y ese sonido suave Es el del agua grasienta deslizándose Bajo puentes de piedra y por las orillas De su cauce profundo, hacia algún vago océano. Ningún ser vivo podría decir cuándo arrastró esa corriente Del mundo de arcilla su región perdida en el sueño.





NÉMESIS
A través de las puertas del sueño custodiadas por los gules, Más allá de los abismos de la noche iluminados por la pálida luna, He vivido mis vidas sin número, He sondeado todas las cosas con mi mirada;
Y me debato y grito cuando rompe la aurora, y me siento Arrastado con horror a la locura.
He flotado con la tierra en el amanecer de los tiempos, Cuando el cielo no era más que una llama vaporosa;
He visto bostezar al oscuro universo, Donde los negros planetas giran sin objeto, Donde los negros planetas giran en un sordo horror, Sin conocimiento, sin gloria, sin nombre.
He vagado a la deriva sobre océanos sin límite,
Bajo cielos siniestros cubiertos de nubes grises
Que los relámpagos desgarran en múltiples zigzags,
Que resuenan con histéricos alaridos,
Con gemidos de demonios invisibles
Que surgen de las aguas verdosas.

Me he lanzado como un ciervo a través de la bóveda De la inmemorial espesura originaria, Donde los robles sienten la presencia que avanza Y acecha allá donde ningún espíritu osa aventurarse, Y huyo de algo que me rodea y sonríe obscenamente Entre las ramas que se extienden en lo alto.
He deambulado por montañas horadadas de cavernas Que surgen estériles y desoladas en la llanura, He bebido en fuentes emponzoñadas de ranas Que fluyen mansamente hacia el mar y las marismas;
Y en ardientes y execrables ciénagas he visto cosas Que me guardaré de no volver a ver.
He contemplado el inmenso palacio cubierto de hiedra, He hollado sus estancias deshabitadas, Donde la luna se eleva por encima de los valles E ilumina las criaturas estampadas en los tapices de los muros;
Extrañas figuras entretejidas de forma incongruente Que no soporto recordar.
Sumido en el asombro, he escrutado desde los ventanales Las macilentas praderas del entorno, El pueblo de múltiples tejados abatido Por la maldición de una tierra ceñida de sepulcros;
Y desde la hilera de las blancas urnas de mármol persigo Ansiosamente la erupción de un sonido.
He frecuentado las tumbas de los siglos, En brazos del miedo he sido transportado Allá donde se desencadena el vómito de humo del Erebo;
Donde las altas cumbres se ciernen nevadas y sombrías, Y en reinos donde el sol del desierto consume Aquello que jamás volverá a animarse.
Yo era viejo cuando los primeros Faraones ascendieron Al trono engalanado de gemas a orillas del Nilo;
Yo era viejo en aquellas épocas incalculables, Cuando yo, sólo yo, era astuto;
Y el Hombre, todavía no corrompido y feliz, moraba En la gloria de la lejana isla del Ártico.
Oh, grande fue el pecado de mi espíritu, Y grande es la duración de su condena;
La piedad del cielo no puede reconfortarle, Ni encontrar reposo en la tumba:
Los eones infinitos se precipitan batiendo las alas De las despiadadas tinieblas.
A través de las puertas del sueño custodiadas por los gules, Más allá de los abismos de la noche iluminados por la pálida luna, He vivido mis vidas sin número, He sondeado todas las cosas con mi mirada;
Y me debato y grito cuando rompe la aurora, y me siento Arrastado con horror a la locura.

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