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EN LOS LIMITES DE LA REALIDAD

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miércoles, 18 de mayo de 2011

ESPIRITISMO EXPERIMENTAL




ESPIRITISMO EXPERIMENTAL


El libro

de los médiums



GUÍA DE LOS MÉDIUMS Y DE LOS EVOCADORES



ALLAN KARDEC












GUÍA DE LOS MÉDIUMS Y DE LOS EVOCADORES conteniendo la enseñanza especial de los Espíritus sobre la teoría de todos los géneros da manifestaciones, los medios de comunicar con el mundo invisible, el desarrollo de la mediumnidad, las dificultades y los escollos que se pueden encontrar en la práctica del Espiritismo, continuación de EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS por ALLAN KARDEC

INTRODUCCIÓN

La experiencia nos confirma todos los días en esta opinión de que las dificultades y las decepciones que se encuentran en la práctica del Espiritismo, tienen su origen en la ignorancia de los principios de esta ciencia, y estamos felices por haber constatado que el trabajo que hemos hecho, para precaver a los adeptos contra los escollos de un noviciado, ha producido sus frutos, y que muchos han debido a la atenta lectura de esta obra el haber podido evitarlos.
Un deseo muy natural, entre las personas que se ocupan del Espiritismo, es el poder entrar por sí mismas en comunicación con los Espíritus; esta obra está destinada a facilitarles el camino, haciéndoles aprovechar del fruto de nuestros largos y laboriosos estudios, porque se tendría una idea muy falsa, pensando que para ser experto en esta materia basta saber colocar los dedos sobre una mesa para hacerla girar o tener un lápiz para escribir.
Se engañaría igualmente, si se creía encontrar en esta obra una receta universal e infalible para formar los médiums. Aunque cada uno contenga en sí mismo el germen de la cualidades necesarias para poderlo ser, estas cualidades no existen si no en grados muy diferentes, y su desarrollo proviene de causas que no dependen de ninguna persona el hacerlas nacer a voluntad. Las reglas de la poesía, de la pintura y de la música, no hacen ni poetas, ni pintores, ni músicos de aquéllos que no les tienen el genio: guían en el empleo de facultades naturales. Lo mismo pasa con nuestro tabajo; su objeto es indicar los medios de desenvolver la facultad medianímica, tanto como lo permitan las disposiciones de cada uno, y sobre todo dirigir el empleo de éstas de una manera útil, cuando la facultad existe. Pero eso no es el fin único que nos hemos propuesto.
Al lado de los médiums propiamente dichos, hay la multitud, que aumenta todos los días, de personas que se ocupan de las manifestaciones espiritistas; guiarles en sus observaciones, señalarles los escollos que pueden y deben necesariamente encontrar en una cosa nueva, iniciarlas en la manera de tener relación con los Espíritus, indicarles los medios de tener buenas comunicaciones, tal es el círculo que debemos abrazar, bajo pena de hacer una cosa incompleta. Nadie quedará, pues, sorprendido, al encontrar en nuestro trabajo noticias que de pronto, podrán parecer extrañas: la experiencia demostrará su utilidad. Después de haberlo estudiado con cuidado, se comprenderán mejor los hechos de que será testigo; el lenguaje de ciertos Espíritus parecerá menos raro. Como instrucción práctica, no se dirige pues exclusivamente a los médiums sino a todos aquellos que están en disposición de ver y observar los fenómenos espiritistas.
Algunas personas hubieran deseado que publicásemos un manual práctico muy sucinto, conteniendo en pocas palabras la indicación de los procedimientos que deben seguirse para entrar en comunicación con los Espíritus; piensan que un librito de esta naturaleza, pudiendo, por lo módico de su precio, circular con profusión, sería un poderoso medio de propaganda, multiplicando los médiums; en cuanto a nosotros, miramos tal obra como más dañosa que útil, al menos por el momento. La práctica del Espiritismo está rodeada de muchas dificultades, y no está exenta de los inconvenientes que un estudio serio y completo puede sólo precaver. Sería, pues, de temer que una indicación demasiado sucinta, provocase experiencias hechas con ligereza, que podrían dar lugar a arrepentirse; éstas son cosas con las cuales no es conveniente ni prudente jugar, y creeríamos prestar un mal servicio poniéndolas a disposición del primer atolondrado que tomase a diversión el hablar con los muertos. Nos dirigimos a las personas que ven en el Espiritismo un fin serio, que comprenden toda su gravedad, y no hacen juguete de las comunicaciones con el mundo invisible.
Habíamos publicado una Instrucción práctica con el objeto de guiar a los médiums; ésta obra está hoy agotada, y aunque se hizo con un fin eminentemente grave y serio, no la reimpri meremos, porque no la encontramos aún bastante completa para ilustrar sobre todas las dificultades que pueden encontrar. La hemos reemplazado por ésta, en la que reunimos todos los datos que una larga experiencia y un estudio concienzudo, nos permitieron adquirir. Contribuirá, lo esperamos al menos, a dar al Espiritismo el carácter grave que es su esencia y evitar que se vea en él un objeto de ocupación frívola de diversión.
A estas consideraciones añadiremos una muy importante que es la mala impresión que produce sobre las personas novicias o mal dispuestas, la vista de experiencias hechas ligeramente y sin conocimiento de causa; tienen por inconveniente el dar del mundo de los Espíritus, una idea muy falsa y de prestar el flanco a la burla y a una crítica muchas veces fundada; por eso es que, raramente, los incrédulos salen convertidos de estas reuniones, y poco dispuestos a ver el lado grave del Espiritismo. La ignorancia y la liviandad de ciertos médiums, han hecho más mal, del que parece, en la opinión de muchas gentes.
El Espiritismo ha hecho grandes progresos desde algunos años, pero los ha hecho sobre todo inmensos, desde que ha entrado en la vía filosófica, porque ha sido apreciado por las gentes ilustradas. Hoy día nos es ya un espectáculo: es una doctrina de la que ya no se ríen, los que se mofaban de las mesas giratorias. Poniendo nuestros esfuerzos en dirigirle y manternele en este terreno, tenemos la convicción de conquistarle más partidarios útiles, que provocando, de cualquer modo, manifestaciones de las cuales se podría abusar. Todos los días, tenemos la prueba de eso por el número de adeptos que ha hecho la sola lectura del Libro de los Espíritus.
Después de haber expuesto en el Libro de los Espíritus la parte filosófica de la ciencia Espiritista, damos en esta obra la parte práctica para el uso de aquellos que quieran ocuparse de las manifestaciones, ya por sí mismos, ya para darse cuenta de los fenómenos que pueden ser llamados a presenciar. En ella verán los escollos que se pueden encontrar, y tendrán así un medio de evitarlos. Estas dos obras, aunque continuación la una de la otra, son hasta cierto punto independientes: pero al que quiera ocuparse seriamente de la cosa diremos que lea desde luego el Libro de los Espíritus porque contiene los principios fundamentales, sin los cuales ciertas partes de esta obra serían tal vez difícilmente comprendidas.
Mejoras importantes fueron introducidas en esta segunda edición que es mucho más completa que la primera. Se ha corrigido con un cuidado muy particular por los Espíritus, que han añadido un número muy grande de observaciones y de instrucciones del más alto interés. Como todo lo han revistado y lo han aprobado o modificado a su gusto, se puede decir que esta edición es en gran parte su obra, porque su intervención no se ha limitado a algunos artículos firmados; no hemos indicado los nombres sino cuando ésto nos ha parecido necesario para caracterizar ciertas citas un poco extensas, como emanadas de ellos textualmente; de otro modo nos hubiera sido necesario citarlos casi en cada página; notablemente en todas las respuestas hechas a las preguntas propuestas, lo que no nos ha parecido útil. Los nombres, como se sabe, importan poco en semejante materia; lo esencial es que el conjunto del trabajo, responda al fin que nos hemos propuesto. La acogida hecha a la primera edición, aunque imperfecta, nos hace esperar que ésta no lo será con menos favor.
Como hemos añadido, en ella, muchas cosas, y muchos capítulos enteros, hemos suprimido algunos artículos que tenían doble colocación; entre otros la Escala espiritista que se encuentra ya en el Libro de los Espíritus. Hemos igualmente suprimido del Vocabulario lo que no entraba especialmente en el cuadro de esta obra, y que se halla últimamente reemplazado por cosas más prácticas. Por otra parte, este vocabulario no era bastante completo; lo publicaremos más tarde separadamente, bajo la forma de un pequeño diccionario de filosofia espírita; sólo hemos conservado las palabras nuevas o especiales relativas al objeto del que nos ocupamos.

PRIMERA PARTE
NOCIONES PRELIMINARES
CAPÍTULO PRIMERO
¿HAY ESPÍRITUS?

1. La duda concerniente a la existencia de los Espíritus, tiene por causa primera la ignorancia de su verdadera naturaleza. Se les figura generalmente como seres aparte en la creación, y cuya necesidad no está demostrada. Muchos no los conocen sino por los cuentos fantásticos que han oído desde la cuna, poco más o menos como se conoce la historia por los romances; sin investigar si estos cuentos, separados los accesorios ridículos, se apoyan sobre un fondo de verdad, sólo les impresiona lo absurdo; no quieren tomarse el trabajo de quitar la corteza amarga para descubrir la almendra y rehusan el todo, como hacen con la Religión los que, por ver ciertos abusos, todo lo confunden en la misma reprobación.
Cualquiera que sea la idea que se forme de los Espíritus, esta creencia está necesariamente fundada sobre la existencia de un principio inteligente fuera de la materia, y es incompatible con la negación absoluta de este principio. Tomamos, pues, nuestro punto de partida en la existencia, la supervivencia y la individualidad del alma, de lo que el "Espiritualismo" es la demostración teórica y dogmática, y el "Espiritismo" la demostración patente. Hagamos, por un instante, abstracción de las manifestaciones propiamente dichas, y raciocinando por inducción, veamos a qué consecuencia llegaremos.

2. Desde el momento que se admite la existencia del alma y su individualidad después de la muerte, es menester también admitir: 1º que es de una naturaleza diferente del cuerpo, pues que una vez separada de éste no tiene ya sus propriedades; 2º que goza de la conciencia de sí misma, puesto que se le atribuyen la alegria o el sufrimiento; de otro modo sería un ser inerte, y tanto valdría para nosotros no tenerla. Admitido esto, el alma va a alguna parte; ¿en qué se convierte y a dónde va? Según la creencia común, va al cielo o al infierno ¿pero dónde están el cielo y el infierno? Se decía en otro tiempo que el cielo estaba arriba y el infierno abajo; ¿pero qué es lo que está arriba o abajo en el universo desde que se conoce la redondez de la Tierra, el movimiento de los astros que hace que lo que es arriba en un momento dado venga a ser lo bajo en doce horas, lo infinito del espacio en el cual el ojo se sumerge en distancias inconmensurables? Es verdad que por lugares bajos se entienden también las profundidades de la tierra; ¿pero qué han venido a ser estas profundidades desde que se han ojeado por la geología? ¿Qué se han hecho estas esferas concéntricas llamadas cielo de fuego, cielo de las estrellas, desde que se sabe que la Tierra no es el centro de los mundos, que nuestro mismo sol no es más que uno de los millones de soles que brillan en el espacio, y que cada uno de ellos es el centro de un torbellino planetario? ¿Qué importancia tiene la Tierra perdida en esta inmensidad? ¿Por qué privilegio injustificable este grano de arena imperceptible, que no se distingue por su volumen ni por su posición, ni por un objeto particular, estaría él sólo poblado de seres racionales? La razón rehusa admitir esta inutilidad de lo Infinito, y todo nos dice que esos mundos están habitados. Si están poblados, suministran pues su contigente al mundo de las almas; pero repetimos, ¿qué es de estas almas, puesto que la Astronomía y la Geología han destruido las moradas que les estaban señaladas, y sobre todo desde que la teoria tan racional de la pluralidad de los mundos, las ha multiplicado hasta el infinito? La doctrina de la localización de las almas, no pudiendo ponerse de acuerdo con los datos de la ciencia, otra doctrina más lógica les señala por dominio, no un lugar determinado, y circunscrito, sino el espacio universal: es todo un mundo invisible en medio del cual vivimos, que nos circuye y nos rodea sin cesar. ¿Hay en esto una imposibilidad, alguna cosa que repugne a la razón? De ningún modo; todo nos dice, al contrario, que no puede ser de otra manera. ¿Pero entonces qué vienen a ser las penas y las recompensas futuras, si les quitáis los lugares especiales? Observad que la incredulidad, respecto a esas penas y recompensas, está, generalmente, provocada, porque se las presenta con condiciones inadmisibles; pero decid en lugar de esto que las almas sacan su dicha o su desgracia de sí mismas; que su suerte está subordinada a su estado moral; que la reunión de las almas simpáticas y buenas es una fuente de felicidad; que según su grado de depuración, penetran y ven cosas que se borran ante las almas groseras, y todo el mundo lo comprenderá sin trabajo; decid además que las almas no llegan al grado supremo si no por medio de los esfuerzos que hacen para mejorarse y después de una serie de pruebas que sirven a su depuración; que los ángeles son las almas que han llegado al último grado, el que todas pueden alcanzar con buena voluntad; que los ángeles son los mensajeros de Dios encargados de velar en la ejecución de sus designios en todo el Universo; que son dichosos de estas misiones gloriosas, y daréis a su felicidad un fin más útil y más atractivo que el de una contemplación perpetua, que no sería otra cosa que una inutilidad perpetua; decid, en fin, que los demonios no son otros que las almas de los malvados, todavía no depuradas, pero que pueden llegar a serlo como las otras, y esto parecerá más conforme a la justicia y a la bondad de Dios, que la doctrina de seres creados para el mal y perpetuamente dedicados a él. He aquí, repetimos, lo que la razón más severa, la lógica más rigurosa, en una palabra, el buen sentido, pueden admitir.
Las almas que pueblan el espacio son precisamente lo que se llaman "Espíritus"; los "Espíritus" no son, pues, otra cosa que las almas de los hombres despojadas de su envoltura corporal. Si los Espíritus fuesen seres aparte, su existencia sería más hipotética; pero si admitimos que hay almas, es necesario también admitir los Espíritus que no son otros que las almas; si se admite que las almas están por todas partes, es necesario admitir igualmente que los Espíritus están por todo. No se podría, pues, negar la existencia de los Espíritus sin negar la de las almas.

3. Esto no es, en verdad, sino una teoría más racional que la otra; pero ya es mucho una teoría que no contradiga ni la razón ni la ciencia; si además está corroborada por los hechos, tiene para sí la sanción del razonamiento y de la experiencia. Estos hechos, nosotros los encontramos en el fenómeno de las manifestaciones espiritistas, que son así la prueba patente de la existencia y de la supervivencia del alma. Pero para muchas gentes, su creencia no va mas allá; admiten la existencia de las almas y por consecuencía la de los Espíritus, pero niegan la posibilidad de comunicarse con ellos, por la razón, dicen, que seres inmateriales, no pueden obrar sobre la materia. Esta duda está fundada sobre la ignorancia de la verdadera naturaleza de los Espíritus, de la cual se forma generalmente una idea muy falsa, que se les considera sin razón como seres abstractos, vagos e indefinidos, lo que no es así.
Figurémonos desde luego el Espíritu en su unión con el cuerpo; el Espíritu es el ser principal, pues, que es el ser "pensador y superviviente"; el cuerpo no es, por consiguiente, más que un "accesorio" del Espíritu, una envoltura, un vestido que deja cuando está usado. Además de esta envoltura material, el Espíritu tiene una segunda, semi-material que le une a la primera; en la muerte, el Espíritu se despoja de ésta, pero no de la segunda a la que nosotros damos el nombre de "periespíritu". Esta envoltura semi-material que afecta la forma humana, constituye para él un cuerpo fluídico, vaporoso, pero que, por ser invisible para nosotros en su estado normal no deja de poseer algunas de las propiedades de la materia. El Espíritu no es, pues, un punto, una abstracción, sino un ser limitado y circunscrito, al cual sólo falta ser visible y palpable para parecerse a los seres humanos. ¿Por qué pues no obraría sobre la materia? ¿Por qué su cuerpo es fluídico? ¿Pero no es entre los fluidos los más rarificados, los mismos que se miran como imponderables, la electricidad, por ejemplo, que el hombre encuentra sus más poderosos motores? ¿Es que la luz imponderable no ejerce una acción química sobre la materia ponderable? Nosotros no conocemos la naturaleza íntima del periespíritu; pero supongámosle formado de materia eléctrica, o de otra tan sutil como ésta, ¿por qué no tendría la misma propiedad siendo dirigida por una voluntad?

4. La existencia del alma y la de Dios, que son la consecuencia una de la otra, siendo la base de todo el edificio, antes de entablar alguna discusión espiritista, importa asegurarse si el interlocutor admite esta base. Si a estas preguntas: ¿Creéis en Dios? ¿Creéis tener un alma? ¿Creéis en la supervivencia del alma después de la muerte? – responde negativamente, o si dice simplemente: "Yo no sé; querría que fuese así, pero no estoy seguro de ello", lo que, las más veces, equivale a una cortés negativa, disfrazada bajo una forma menos explícita a fin de no chocar muy bruscamente lo que él llama “preocupaciones respetables”, sería tan inútil ir más allá, como el pretender demostrar las propiedades de la luz al ciego que no la admitiese, porque en definitiva, las manifestaciones espiritistas no son otra cosa que los efectos de las propiedades del alma; con aquél es necesario seguir otro orden de ideas si no se quiere perder el tiempo.
Si se admite la base, no a título de "probabilidad", si no como cosa segura, incontestable, la existencia de los Espíritus, se deduce naturalmente.

5. Resta ahora la cuestión de saber si el Espíritu puede comunicarse al hombre, esto es, si puede hacer con él cambio de pensamientos. ¿Y por qué no? ¿Qué es el hombre si no un Espíritu encarcelado en un cuerpo? ¿Por qué el Espíritu libre no podría comunicarse con el Espíritu en prisión, como el hombre libre con el que está entre cadenas? Desde luego que admitís la supervivencia del alma, ¿es racional no admitir la supervivencia de los afectos? Puesto que las almas están por todas partes, ¿no es natural el pensar que la de un ser que nos ha amado durante su vida, venga cerca de nosotros, que desee comunicarse, y que se sirva para esto de los medios que están a su disposición? ¿Durante su vida no obraba sobre la materia de su cuerpo? ¿No era ella quién dirigía sus movimientos? ¿Por qué, pues, después de su muerte, de acuerdo con otro Espíritu ligado a un cuerpo, no tomaría este cuerpo vivo para manifestar su pensamiento, como un mudo puede servirse de uno que hable para hacerse comprender?

6. Hagamos por un instante abstracción de los hechos que, para nosotros, hacen la cosa incontestable; admitámoslos a titulo de simple hipótesis; pidamos que los incrédulos nos prueben, no por una simple negativa, porque su dictamen personal no puede hacer ley, sino por razones perentorias, que esto no puede ser. Nosotros nos colocaremos sobre su terreno, y puesto que quieren apreciar los hechos espiritistas con ayuda de las leyes de la materia, que tomen, por consiguiente, en este arsenal, alguna demostración matemática, física, química, mecánica, y fisiológica, y prueben por "a" más "b", partiendo siempre del principio de la existencia y supervivencia del alma:
1º Que el ser que piensa en nosotros durante la vIda no debe pensar más después de la muerte;
2º Que, si piensa, no debe pensar más en los que ha amado;
3º Que si piensa en aquellos que ha amado, no debe querer ya comunicarse con
ellos;
4º Que si puede estar por todas partes, no puede estar a nuestro lado;
5º Que si está a nuestro lado, no puede comunicarse con nosotros;
6º Que por su envoltura fluídica no puede obrar sobre la materia inerte;
7º Que si puede obrar sobre la materia inerte, no puede obrar sobre un ser animado;
8º Que si puede obrar sobre un ser animado, no puede dirigir su mano para hacerle escribir;
9º Que pudiendo hacerlo escribir, no puede responder a sus preguntas y trasmitirle su pensamiento.
Cuando los adversarios del Espiritismo nos hayan demostrado que esto no puede ser, por razones tan patentes como aquellas por las cuales Galileo demostró que no es el Sol el que da vueltas alrededor de la Tierra, entonces podremos decir que sus dudas son fundadas; desgraciadamente hasta este día toda su argumentación se resume en estas palabras: Yo no creo, luego esto es imposible. Nos dirán sin duda que toca a nosotros probar la realidad de las manifestaciones; nosotros se la probamos por los hechos y el raciocinio; si no admiten ni lo uno ni lo otro, si aún niegan lo que ven, corresponde a ellos el probar que nuestro raciocinio es falso y que los hechos son imposibles.

CAPÍTULO II
LO MARAVILLOSO Y LO SOBRENATURAL

7. Si la creencia en los Espíritus y en sus manifestaciones fuese una concepción aislada, el producto de un sistema, podría con alguna apariencia de razón ser sospechosa de ilusión; pero que se nos diga ¿por qué se la encuentra tan viva entre todos los pueblos antiguos y modernos, y en los libros santos de todas las religiones conocidas?
Esto es, dicen algunos críticos, porque en todo tiempo el hombre ha amado lo maravilloso. - ¿Qué es, pues, lo maravilloso según vosotros? - Lo que es sobrenatural. –Qué entendéis por sobrenatural? - Lo que es contrario a las leyes de la naturaleza. -¿Acaso conocéis estas leyes con tanta perfección que os sea posible marcar un limite a la potencia de Dios? ¡Pues bien! Probad entonces que la existencia de los Espíritus y sus manifestaciones son contrarias a las leyes de la naturaleza; que esto no es y no puede ser una de estas leyes. Seguid la Doctrina Espiritista y ved si se eslabona con todos los caracteres de una admirable ley que resuelve todo lo que las leyes filosóficas no han podido resolver hasta este día. El pensamiento es uno de los atributos del Espíritu; la posibilidad de obrar sobre la materia, de hacer impresión sobre nuestros sentidos y por consecuencia de transmitir su pensamiento, resulta, si podemos expresarnos así, de su constituición fisiológica: luego no hay en este hecho nada de sobrenatural, nada de maravilloso. Que un hombre muerto y bien muerto, resucite corporalmente, que sus miembros dispersos se reúnan para volver a formar su cuerpo, he aquí lo maravilloso, lo sobrenatural, lo fantástico; eso sería una verdadera derogación que Dios no puede cumplir sino por un milagro, pero no hay nada de esto en la Doctrina Espiritista.

8. Sin embargo, se dirá, admitís que un Espíritu puede levantar una mesa y mantenerla en el espacio sin punto de apoyo; ¿acaso no es ésto una derogación de la ley de gravedad? De la ley conocida, sí, ¿pero la Naturaleza ha dicho su última palabra?
Antes que se hubiese conocido la fuerza ascensional de ciertos gases, ¿quién hubiera dicho que una pesada máquina llevando muchos hombres, pudiera triunfar a la fuerza de atracción? A los ojos del vulgo ¿no debería parecer maravilloso, diabólico? El que hubiera propuesto, hace un siglo, transmitir un despacho a 500 leguas, y recibir la contestación en algunos minutos, hubiera pasado por un loco; si lo hubiese hecho, se hubiera creído que tenía el diablo a sus órdenes, porque entonces sólo el diablo era capaz de ir tan aprisa. ¿Por qué, pues, un fluido desconocido, no tendría la propiedad en circunstancias dadas, de contrabalancear el efecto de la gravedad, como el hidrógeno contrabalancea el peso del globo aereostático? Hacemos esta observación de paso, que es una comparación, mas no una asimilación, y únicamente para demostrar, por analogía que el hecho no es físicamente imposible. Pero fue precisamente cuando los sabios, en la observación de estas especies de fenómenos, quisieron proceder por vía de asimilación que se engañaron. Por lo demás el hecho existe; todas las denegaciones no podrán hacer que no sea, porque negar no es probar; para nosotros no hay nada de sobrenatural; es todo lo que podemos decir por el momento.

9. Si el hecho está constatado, se dirá, nosotros lo aceptamos, aceptamos aún la causa que acabáis de señalar, la de un fluido desconocido; ¿pero que prueba la intervención de los Espíritus? En esto está lo maravilloso, lo sobrenatural.
Sería menester aquí una demostración que no estaría en su sitio y tendría por otra parte doble colocación, porque resalta de todas las otras partes de la enseñanza. Sin embargo, para resumirla en pocas palabras, diremos que está fundada, en teoría, sobre este principio: todo efecto inteligente debe tener una causa inteligente; en práctica: sobre la observación que los fenómenos llamados espiritistas, habiendo dado pruebas de inteligencia, debían tener su causa fuera de la materia; que esta inteligencia no siendo la de los asistentes - esto es un resultado de experiencia - debía estar fuera de ellos; pues que no se veía el ser en acción, debía ser un ser invisible. Desde entonces fue, que de observación se llegó a reconocer que este ser invisible, al cual se ha dado el nombre de Espíritu, no es otro que el alma de aquellos que han vivido corporalmente, y que la muerte ha despojado de su grosera envoltura visible, no dejándoles más que una envoltura etérea, invisible en su estado normal. He aquí pues, lo maravilloso y lo sobrenatural reducidos a su más simple expresión. Una vez acreditada la existencia de seres invisibles, su acción sobre la materia resulta de la naturaleza de su envoltura fluídica; esta acción es inteligente, porque muriendo, ellos no han perdido más que su cuerpo, pero han conservado la inteligencia que es su esencia; ahí está la llave de todos estos fenómenos reputados sin razón sobrenaturales. La existencia de los Espíritus no es pues un sistema preconcebido, una hipótesis imaginada para explicar los hechos; es un resultado de observaciones y la consecuencia natural de la existencia del alma; negar esta causa, es negar el alma y sus atributos. Aquellos que crean poder dar, de estos efectos inteligentes, una solución más racional, pudiendo sobre todo dar razón de "todos los hechos" , que tengan la bondad de hacerlo y entonces se podrá discutir el mérito de cada uno.

10. A los ojos de estos que miran la materia como la sola potencia de la Naturaleza, "todo lo que no puede ser explicado por las leyes de la materia es maravilloso o sobrenatural"; y para ellos, "maravilloso" es sinónimo de superstición.
Bajo este título la religión, fundada sobre la existencia de un principio inmaterial, sería un tejido de supersticiones; no se atreven a decirlo en voz alta, pero lo dicen bajito, y creen salvar las apariencias concediendo que es necesaria una religión para el pueblo, y para hacer que los niños sean sabios; luego, de dos cosas la una, o el principio religioso es verdadero o es falso; si es verdadero, lo es para todo el mundo; si falso, tan malo es para los ignorantes como para las gentes ilustradas.

11. Los que atacan al Espiritismo en nombre de lo maravilloso, se apoyan, pues, generalmente, sobre el principio materialista, porque negando todo efecto extra-material, niegan, por lo mismo, la existencia del alma; sondead el fondo de su pensamiento, escudriñad bien el sentido de sus palabras, y veréis casi siempre este principio, si no es categóricamente formulado, despuntar bajo las apariencias de una pretendida filosofía racional con que ellos lo cubren. Rebatiendo a cuenta de lo maravilloso, todo lo que se deduce de la existencia del alma, son consecuentes consigo mismos; no admitiendo la causa, no pueden admitir los efectos; de ahí en ellos una opinión preconcebida que les hace impropios para juzgar sanamente el Espiritismo porque parten del principio de la negación de todo lo que no es material. En cuanto a nosotros, de que admitamos los efectos que son la consecuencia de la existencia del alma, ¿se sigue acaso que aceptemos todos los hechos calificados de maravillosos; que seamos los campeones de todos los que sueñan, los adeptos de todas las utopías, de todas las excentricidades sistemáticas? Sería menester conocer muy poco el Espiritismo para pensarlo; pero nuestros adversarios no miran éste tan de cerca: la necesidad de conocer aquello de que hablan es el menor de sus cuidados. Según ellos, lo maravilloso es absurdo; pues el Espiritsmo se apoya sobre hechos maravilosos, luego el Espiritismo es absurdo: esto para los mismos es un juicio sin apelación. Creen oponer un argumento sin réplica, cuando después de haber hecho eruditas investigaciones sobre los convulsionarios de San-Medard, los calvinistas de las Cevenas, o las religiosas de Londun, han conseguido descubrir hechos patentes de superchería que nadie niega; ¿pero estas historias son el evangelio del Espiritismo? ¿Sus partidarios han negado que el charlatanismo haya explotado ciertos hechos en su provecho; que la imaginación los haya creado; que el fanatismo los haya exagerado mucho? No es solidario de las extravagancias que se pueden cometer en su nombre, como la verdadera ciencia, no lo es de los abusos de la ignorancia, ni la verdadera religión, de los excesos del fanatismo. Muchos críticos juzgan el Espiritismo sobre los cuentos de hadas y las leyendas populares que son sus ficciones; es como si juzgáramos la historia sobre los romances históricos o las tragedias.

12. En lógica elemental, para discutir una cosa es menester conocerla, porque la opinión de su crítico no tiene valor, hasta tanto que hable con perfecto conocimiento de causa; sólo entonces aunque su opinión fuese errónea, puede tomarse en consideración ¿pero qué valor tendrá sobre una materia que no conoce? El verdadero crítico debe hacer prueba, no sólo de erudición, sino de un saber profundo respecto del objeto que trate, de un juicio sano y de una imparcialidad a toda prueba; de otro modo el primer músico del lugar podría arrogarse el derecho de juzgar a Rossini, y un aprendiz el de censurar a Rafael.

13. El Espiritismo no acepta, pues, todos los hechos reputados maravillosos o sobrenaturales; lejos de eso, demuestra la imposibilidad de un gran número, y el ridículo de ciertas creencias que constituyen, propiamente hablando, la superstición. Es verdad que en lo que admite, hay cosas que para los incrédulos, son puras maravillas, o sea, de la superstición; que sea, pero, al menos no discutáis sino estos puntos, porque sobre los otros no hay nada que decir y predicáis a convertidos. Atacándoos con lo mismo que él refuta, probáis vuestra ignorancia de la cosa, y vuestros argumentos caen en falso. ¿Pero, se dirá, en dónde se detiene la creencia del Espiritismo? Leed, observad, y lo sabréis. Toda ciencia sólo se adquiere con el tiempo y el estudio; así es que el Espiritismo que toca las cuestiones más graves de la filosofía, a todas las ramas del orden social, que abraza a la vez al hombre físico y al hombre moral, es por sí mismo toda una ciencia, toda una filosofía que no puede ser aprendida en algunas horas como cualquiera otra ciencia; habría tanta puerilidad en querer ver todo el Espiritismo en una mesa giratoria, como en ver toda la física en ciertos juegos de niño. Para aquel que no quiera detenerse en la superficie, no son horas, sino meses y años que son necesarios para sondearle todos los arcanos. Que se juzgue por eso del grado de saber y del valor de la opinión de aquellos que se arrogan el derecho de juzgar, porque han visto uno o dos experimentos, las más veces a manera de ditracción y pasatiempo. Ellos dirán sin duda que no están siempre en disposición de ocuparse en este estudio: concedido; nada les obliga; pero entonces cuando no se tiene tiempo de aprender una cosa, que no se hable de ella y aun menos se la juzgue, si no se quiere ser acusado de ligero; y cuando más se ocupa una posición elevada en la ciencia, menos se le disimula el que trate ligeramente un objeto que no conoce.

14. Nosotros nos resumimos en la seguientes proposiciones:

1º Todos los fenómenos espiritistas tienen por principio la existencia del alma, su supervivencia al cuerpo, y sus manifestaciones;
2º Estos fenómenos, estando fundados sobre una ley de la Naturaleza, no tienen nada de maravilloso ni de sobrenatural en el sentido vulgar de estas palabras;
3º Muchos de los hechos son reputados sobrenaturales porque no se conoce su causa; señalándoles el Espiritismo una causa, les hace entrar en el dominio de los fenómenos naturales;
4º Entre los hechos calificados de sobrenaturales, hay muchos cuya imposibilidad demuestra el Espiritismo, y coloca entre las creencias supersticiosas;
5º Aunque el Espiritismo reconozca en muchas creencias populares, un fondo de verdad, no acepta de ningún modo la solidaridad de todas las historias fantásticas creadas por la imaginación;
6º Juzgar al Espiritismo por los hechos que no admite, es manifestar ignorancia, y quitar todo el valor a su opinión;
7º La explicación de los hechos admitidos por el Espiritismo, sus causas y sus consecuencias morales, constituyen toda una ciencia y toda una filosofía, que requieren un estudio serio, perseverante y profundo;
8º El Espiritismo no puede mirar como critico serio sino el que ha visto, estudiado y profundizado todo, con la paciencia y perseverancia de un observador concienzudo; la del que sabrá tanto sobre este objeto, como el adepto más ilustrado; la del que habrá por consiguiente sacado sus conocimientos de otra parte que de los romances de la ciencia, a quien no se podría oponer "ningún" hecho de que no tuviera conocimiento, ningún argumento que no hubiese meditado; que refutaría, no por negaciones, sino por otros argumentos más perentorios; la del que podría, en fin, señalar una causa más lógica a los hechos averiguados. Este crítico está todavía por encontrarze.

15. Hemos anunciado ahora mismo la palabra "milagro", una corta observación sobre este objeto, no estará mal colocada en este capítulo sobre lo maravilloso.
En su acepción primitiva, y por su etimología, la palabra milagro significa "cosa extraordinaria"; "cosa admirable de ver"; pero esta palabra, como tantas otras, se ha separado de su sentido originario, y hoy día se dice (según la Academia) "de un acto de la potencia divina contrario a las leyes comunes de la Naturaleza. Tal es en efecto su acepción usual, y sólo por comparación y por metáfora se aplica a las cosas vulgares que nos sorprenden y cuya causa es desconocida. No entra, de ninguna manera, en nuestras miras examinar si Dios ha podido juzgar útil en ciertas circunstancias, derogar las leyes establecidas por él mismo; nuestro fin es únicamente demostrar que los fenómenos espiritistas, por extraordinarios que sean, no derogan de ningún modo estas leyes, no tienen ningún carácter milagroso, como tampoco son maravillosos o sobrenaturales. El milagro no se explica; los fenómenos espiritistas, al contrario, se explican de la manera más racional; éstos no son, pues, milagros, sino simples efectos que tienen su razón de ser en las leyes generales. El milagro tiene además otro carácter, el de ser insólito y aislado. Luego, desde el momento que un hecho se reproduce, por decirlo así, a voluntad y por diversas personas, éste no puede ser milagro.
La ciencia hace todos los días milagros a los ojos de los ignorantes; he aquí porque en otro tiempo, los que sabían más que el vulgo pasaban por hechiceros; y como se creía que toda ciencia sobrehumana venía del diablo, se les quemaba. Hoy día que se está mucho más civilizado, se contentan con enviarles a los manicomios.
Que un hombre realmente muerto, como hemos dicho al principio, vuelva a la vida por una intervención divina, eso es un verdadero milagro, porque es contrario a las leyes de la naturaleza. Pero si este hombre tiene sólo las apariencias de la muerte, si hay todavía en él un resto de "vitalidad latente", y que la ciencia o una acción magnética consigue reanimarle, para las gentes ilustradas, es un fenómeno natural; pero a los ojos del vulgo ignorante, el hecho pasará por milagroso, y el autor será apedreado o venerado, según el carácter de los individuos. Que en medio de ciertas aldeas un físico lance un cometa eléctrico y haga caer el rayo sobre un árbol, este nuevo Prometeo será ciertamente mirado como armado de una potencia diabólica; y sea dicho de paso, Prometeo nos parece singularmente haber adelantado a Franklin; pero Josué deteniendo el movimiento del Sol, o mejor, de la Tierra, he aqui el verdadero milagro, porque nosotros no conocemos ningún magnetizador dotado de tan gran potencia para operar tal prodigio. De todos los fenómenos espiritistas, uno de los más extraordinarios es, sin contradicción, el de la escritura directa, y uno de aquellos que demuestran de la manera más patente la acción de las inteligencias ocultas; pero aunque el fenómeno sea producido por seres ocultos, no es más milagroso, que los otros que son debidos a agentes invisibles, porque estos seres ocultos, que pueblan los espacios, son una de las potencias de la Naturaleza, potencia, cuya acción es incesante sobre el mundo material, así como sobre el mundo moral.
El Espiritismo, ilustrándonos sobre esta potencia nos da la llave de una porción de cosas inexplicadas e inexplicables, por cualquier otro medio, y que han podido en tiempos anteriores pasar por prodigios; revela lo mismo que el magnetismo, una ley, si no desconocida, al menos mal comprendida; o por mejor decir, se conocían los efectos, porque se han producido en todo tiempo, pero no se conocía la ley, y la ignorancia de esta ley es la que ha engendrado la superstición. Conocida esta ley, lo maravilloso desaparece, y los fenómenos entran en el orden de las cosas naturales. He aquí porque los espiritistas no hacen milagros haciendo girar una mesa o escribir a los difuntos, como el médico haciendo revivir a un moribundo, o el físico haciendo caer el rayo. Aquel que pretendiese, con la ayuda de esta ciencia, "hacer milagros", sería, o un ignorante de la cosa o un farsante.

16. Los fenómenos espiritistas, lo mismo que los fenómenos magnéticos, han debido pasar por prodigios antes que se conociese la causa; pero, como los escépticos, los espíritus fuertes, esto es, aquellos que tienen el privilegio exclusivo de la razón y del buen sentido, no creen que una cosa sea posible desde el momento que no la comprenden: he aquí porque todos los hechos reputados prodigiosos, son objeto de sus bufonadas; y como la religión contiene gran número de hechos de este género, no creen en la religión, y de ahí a la incredulidad absoluta, sólo hay un paso. El Espiritismo explicando la mayor parte de estos hechos, les da una razón de ser. Viene pues en ayuda de la religión, demostrando la posibilidad de ciertos hechos, que por no tener el carácter milagroso, no son menos extraordinarios, y Dios no es por esto menos grande ni menos poderoso, que si hubiera derogado sus leyes. ¡De cuántas pullas ha sido objeto, San Cupertin, por elevarse con su cuerpo en el espacio! Mas la suspensión etérea de los cuerpos graves es un hecho explicado por la ley espiritista; hemos sido "personalmente testigo ocular" y M. Home, así como otras personas conocidas, han renovado muchas veces el fenómeno producido por San Cupertin. Luego este fenómeno entra en el orden de las cosas naturales.

17. En el número de los hechos de este género es menester colocar en primera línea las apariciones, porque éstas son las más frecuentes. La de la Salette, que dividió al mismo clero, no tiene para nosotros nada de insólito. Seguramente no podemos afirmar que el hecho haya tenido lugar, porque no tenemos la prueba material; mas para nosotros es posible, atendido que millares de hechos análogos "recientes" nos son conocidos; creemos en ellos, no sólo porque su realidad se ha averiguado por nosotros, sino sobre todo porque nos damos perfectamente cuenta del modo como se producen. Quien pretenda reportarse a la teoría que damos más lejos de las apariciones, verá que este fenómeno viene a ser tan sencillo y tan plausible, como una porción de fenómenos físicos que no son prodigiosos, sino por falta de tenerles la llave. En cuanto al personaje que se presentó a la Salette, es otra cuestión; su identidad no nos ha sido demostrada de ningún modo; nosotros hacemos constar simplemente que una aparición puede haber tenido lugar, lo demás no es de nuestra competencia; cada uno puede, respecto a esto, guardar sus convicciones; el Espiritismo no tiene que ocuparse de ello; nosotros decimos solamente que los hechos producidos por el Espiritismo nos revelan leyes nuevas, y nos dan la llave de una porción de cosas que parecían sobrenaturales; si algunos de aquellos que pasaban por milagrosos encuentran en él una explicaión lógica, es un motivo para no apresurarse en negar lo que no se comprende.
Los fenómenos espiritistas son contestados por ciertas personas, precisamente porque parecen salir de la ley común y por lo mismo no pueden comprenderlos. Dadles una base racional y la duda cesa. La explicación, en este siglo en que no bastan palabras, es, pues, un poderoso motivo de convicción; así vemos todos los días personas que no han sido testigos de ningún hecho, que no han visto ni girar una mesa, ni escribir a un médium, y que, sin embargo, están tan convencidas como nosotros, únicamente porque han leído y comprendido. Si sólo se debía creer en lo que uno ha visto con los ojos, nuestras convicciones se reducirían a muy poca cosa.

CAPÍTULO III
MÉTODO

18. El deseo muy natural y muy laudable de todo adepto, deseo que todo sería poco para alentar, es el de hacer prosélitos. Con la mira de facilitar su tarea, nos proponemos examinar aquí la marcha más segura, según nosotros, para alcanzar este objeto, a fin de ahorrarles esfuerzos inútiles.
Hemos dicho que el Espitismo es toda una ciencia, toda una filosofía; aquél que quiera reconocerla seriamente, debe, pues, como primera condición, dedicarse a un estudio serio, y persuadirse que, más que ninguna otra ciencia, no puede aprenderse jugando. Ya hemos dicho también, que el Espiritismo toca todas las cuestiones que interesan a la Humanidad; su campo es inmenso, y sobre todo debe considerárselo por sus consecuencias. La creencia en los Espíritus forma de él sin duda la base, pero no basta para hacer un espiritista ilustrado, como la creencia en Dios no basta para hacer un téologo. Veamos, pues, de que manera conviene proceder en esta enseñanza para conducir con más seguridad a la convicción.
No deben asustarse los adeptos por esta palabra: “enseñanza”; la enseñanza desde la cátedra o de la tribuna no es la única; hay también la de la simple conversación. Toda persona que quiere persuadir a otra, ya por la vía de las explicaciones, ya por la de las experiencias, también enseña; lo que nosotros deseamos, es que su trabajo dé fruto, y para esto creemos deber dar algunos consejos, de los cuales podrán igualmente aprovecharse aquellos que quieran instruirse por sí mismos; aquí encontrarán el medio de llegar más pronto y con más seguridad al objeto.

19. Se cree generalmente, que para convencer basta mostrar los hechos; esto parece en efecto la marcha más lógica, y sin embargo, la experiencia enseña que no es la mejor, porque se ven muchas veces personas a quienes los hechos más patentes no convencen de ningún modo. ¿En qué consiste? Esto es lo que nos proponemos demostrar.
En el Espiritismo, la cuestión de los Espíritus es secundaria y consecutiva; no es el punto de partida, y aquí precisamente está el error en que se cae, y que muchas veces hace fracasar ante ciertas personas. Los Espíritus no siendo otra cosa que las almas de los hombres, el verdadero punto de partida es la existencia del alma. ¿Pero cómo puede admitir el materialista que haya seres que vivan fuera del mundo material, cuando cree que él mismo no es sino materia? ¿Cómo puede creer en Espíritus fuera de él, cuando no cree tener uno? En vano se acumularían a sus ojos las pruebas más palpables, pues las negaría todas, porque no admite el principio. Toda enseñanza metódica debe proceder de lo conocido a lo desconocido; para el materialista lo conocido es la materia ¿partid, pues, de la materia y procurad ante todo, haciéndosela observar, de convencerle que en él hay alguna cosa que escapa a las leyes de la materia; en una palabra, "antes de hacerle" Espiritista, "procurad hacerle" Espiritualista; pero para esto es necesario otro orden de hechos, una enseñanza enteramente especial, a la cual se debe proceder por otros medios; hablarle de los Espíritus antes que esté convencido de tener un alma, es comenzar por donde debería acabar, porque no puede admitir la conclusión si no admite las premisas. Antes, pues, de emprender el convencer a un incrédulo, aun por los hechos, conviene asegurarse de su opinión con relación al alma, esto es, si cree en su existencia, en su supervivencia al cuerpo, en su individualidad después de la muerte; si su contestación es negativa, sería trabajo perdido hablarle de los Espíritus. He aquí la regla; no decimos nosotros que sea sin excepción, pero entonces es que hay probablemente otra causa que le hace menos refractario.

20. Entre los materialistas, es menester distinguir dos clases: en la primera ponemos todos aquellos que lo son por "sistema"; entre éstos no es la duda, es la negación absoluta, razonada a su manera; a sus ojos el hombre no es más que una máquina que marcha mientras está montada, que si descompone, y sólo queda de ella después de la muerte el esqueleto. Su número es felizmente muy restrIngido, y no constituye, en ninguna parte, una escuela altamente reconocida; no tenemos necesidad de insistir sobre los deplorables efectos que resultarían para el orden social de la vulgarización de semejante doctrina: nos hemos suficientemente extendido sobre este objeto en el Libro de los Espíritus (núm. 147 y conclusión § III).
Cuando hemos dicho que la duda cesa entre los incrédulos en presencia de una explicación racional, es necesario cuando menos exceptuar de ellos a los materialistas, aquellos que niegan toda potencia y todo principio inteligente fuera de la materia; la mayor parte se obstinan en su opinión por orgullo, y creen que su amor propio está obligado a persistir: persisten por y contra todas las pruebas contrarias, porque no quieren quedar debajo. Con estas gentes no hay nada que hacer; tampoco es conveniente dejarse sorprender por el falso semblante de sinceridad de aquellos que dicen: hacedme ver y creeré. Los hay que son más francos y dicen claramente: vería y no creería.

21. La segunda clase de materialistas, y de mucho la más numerosa, porque el verdadero materialismo es un sentimiento antinatural, comprende a aquellos que lo son por indiferencia, y se puede decir "a falta de otra cosa mejor"; no lo son con propósito deliberado, y su deseo es el de creer, porque la incertidumbre es para ellos un tormento.
Hay en ellos una vaga aspiración hacia el porvenir; pero este porvenir se les ha presentado bajo unos colores que su razón no puede aceptar; de ahí la duda, y como consecuencia de la duda, la incredulidad. Entre éstos la incredulidad no es, pues, un sistema; presentadles alguna cosa racional, y la aceptan con anhelo; éstos pueden comprendernos, porque están más cerca de nosotros de lo que ellos mismos creen; con el primero no habléis ni de revelación, ni de ángeles, ni de paraíso, no os comprenderán; pero colocándoos sobre su terreno, probadle desde luego que las leyes de la fisiología son impotentes para dar razón de todo; lo demás vendrá en seguida. Otra cosa sucede cuando no se tiene opinión preconcebida, porque entonces la creencia no es absolutamente nula; es un germen latente, oculto y oprimido por malas yerbas, pero que una chispa puede reanimar; es el ciego a quien se le vuelve la vista, y se llena de gozo cuando puede volver a ver la luz; es el náufrago a quien se le echa una tabla de salvación.

22. Al lado de los materialistas propiamente dichos, hay una tercera clase de incrédulos, que aunque espiritualistas, al menos de nombre, no son por eso menos refractarios: estos son los "incrédulos de mala voluntad". Les sabría mal el creer, porque esto alteraría su quietud en los goces materiales; temen ver en ello, la condenación de su ambición, de su egoísmo y de las vanidades humanas, de las que hacen sus delicias; cierran los ojos para no ver y se tapan las orejas para no oír. No puede hacerse otra cosa si no compadecerles.

23. No hablaremos sino de memoria, de una cuarta categoría que llamaremos la de los "incrédulos interesados o de mala fe". Estos saben muy bien a qué atenerse sobre el Espiritismo pero, ostensiblemente, lo condenan por motivos de interés personal. Nada hay que decir y hacer con ellos. Si el materialista puro se engaña, hay al menos para él la excusa de la buena fe; se le puede conducir, probándole su error; éste, es ya un partido tomado contra el cual todos los argumentos vienen a estrellarse; el tiempo se encargará de abrirles los ojos y demostrarles, puede ser a sus costas, dónde estaban sus verdaderos intereses, porque no pudiendo impedir que la verdad se propague, serán arrastrados por el torrente, y con ellos los intereses que creían salvar.

24. Además de estas diversas categorías de opositores, hay una infinidad de grados, entre los cuales se pueden contar los "incrédulos por pusilanimidad": el valor les vendrá cuando vean que los otros no se queman; los "incrédulos por escrúpulo religioso": un estudio ilustrado les enseñará que el Espiritismo se apoya sobre las bases fundamentales de la religión, y que respeta todas las creencias, que uno de sus efectos es dar sentimientos religiosos a aquellos que no los tienen, y fortificarlos en los que están vacilantes. Después vienen los incrédulos por orgullo, por espíritu de contradicción, por indolencia, por ligereza, etc.

25. No podemos omitir una categoría que llamaremos la de los "incrédulos por decepciones". Comprende las personas que han pasado de una confianza exagerada a la incredulidad, porque han probado contrariedades; entonces desanimados, todo lo han abandonado, todo lo han desechado. Están en el caso de aquel que negaría la buena fe, porque habría sido engañado. Esto es también el resultado de un estudio incompleto del Espiritismo, y de falta de experiencia. El que está sofisticado por los Espíritus, generalmente es porque les pide lo que no pueden o no deben decir, o porque no está bastante ilustrado sobre la cosa para discernir la verdad de la impostura. Muchos, por otra parte, no ven en el Espiritismo sino un nuevo medio de adivinación, y se imaginan que los Espíritus son hechos para decir la buenaventura; pero los Espíritus ligeros y burlones se presentan y se divierten a sus costas: así es que ellos anunciarán marido a las jóvenes solteras; a los ambiciosos, honores, herencias, tesoros ocultos, etc.; de ahí muchas veces decepciones desagradables, pero de las cuales el hombre serio y prudente sabe siempre preservarse.

26. Una clase muy numerosa, la mayor de todas, pero que no podría colocarse entre los opositores, es la de los que "vacilan"; éstos son generalmente "espiritualistas" por principio, entre la mayor parte hay una vaga intuición de las ideas espiritistas, una aspiración hacia alguna cosa que no pueden definir; sólo falta a sus pensamientos el ser coordinados y formulados; el Espiritismo es para ellos como un rayo de luz: es la claridad que disipa la niebla: así es que lo acogen con ahínco, porque les libra de las angustias de la incertidumbre.

27. Si desde este punto echamos una ojeada sobre las diversas categorías de creyentes, encontraremos en primer lugar los "espiritistas sin saberlo"; propiamente hablando ésta es una variedad o matiz de la clase precedente. Sin haber oído jamás hablar de la Doctrina Espiritista, tienen el sentimiento innato de los grandes principios que se deducen, y este sentimiento se refleja en ciertos pasajes de sus escritos y de sus discursos, a tal punto que oyéndoles se les creería completamente iniciados en él.
Muchos de éstos ejemplos se encuentran en los escritores sagrados y profanos, en los poetas, los oradores, los moralistas, y los filósofos antiguos y modernos.

28. Entre los convencidos por medio de un estudio directo pueden distinguirse:
1º Los que creen pura y simplemente en las manifestaciones. El Espiritismo es para ellos una simple ciencia de observación, una serie de hechos más o menos curiosos; a éstos les llamaremos "espiritistas experimentadores".
2º Los que ven en el Espiritismo otra cosa más que los hechos; comprenden la parte filosófica; admiran la moral que se deduce, pero no la practican. Su influencia sobre su carácter es insignificante o nula; nada cambian en sus costumbres, y no se privarían de un solo goce; el avaro es siempre miserable, el orgulloso siempre lleno de sí mismo, el envidiado y el celoso siempre hostiles; para ellos la caridad cristiana sólo es una bella máxima: éstos son los "espiritistas imperfectos".
3º Aquellos que no se contentan con admirar la moral espiritista, sino que la practican y aceptan con todas sus consecuencias. Convencidos que la existencia terrestre es una prueba pasajera, procuran sacar provecho de sus cortos instantes para marchar en el camino del progreso, el único que puede elevarles en la jerarquía del mundo de los Espíritus, esforzándose en hacer el bien y en reprimir sus malas inclinaciones; sus relaciones son siempre seguras, porque su convicción les aleja de todo mal pensamiento. En todas sus cosas la caridad es la regla de su conducta: éstos son los "verdaderos espiritistas" , o mejor dicho, los "espiritistas cristianos".
4º Hay, en fin, los "espiritistas exaltados". La especie humana sería perfecta si sólo tomara siempre la parte buena de las cosas. En todo, la exageración es dañosa; en Espiritismo da una confianza demasiado ciega y a menudo pueril en las cosas del mundo invisible, y hace aceptar, muy fácilmente y sin comprobación, lo que la reflexión y el examen demostrarán lo absurdo y la imposibilidad; pero el entusiasmo no reflexiona, ofusca. Esta especie de adeptos es más dañosa que útil a la causa del Espiritismo; éstos son los menos a propósito para convencer, porque se desconfía con razón de su criterio, son, de muy buena fe, el juguete, ya de los Espíritus mixtificadores, ya de los hombres que procuran explotar su credulidad. Si ellos debían sufrir solos las consecuencias, el mal sería a medias; lo peor es que dan, sin querer, armas a los incrédulos que buscan con ahínco más bien las ocasiones de divertirse que de convencerse, y no dejan de atribuir a todos el ridículo de algunos. Ciertamente esto no es ni justo ni racional; pero ya se sabe, los adversarios del Espiritismo sólo reconocen su razón como la más elegida, y conocer a fondo aquello que hablan, es el menor de sus cuidados.

29. Los medios de convicción varían extremadamente según los individuos; lo que persuade a los unos, nada produce sobre los otros; tal se convence por ciertas manifestaciones materiales, tal por comunicaciones inteligentes, y el mayor número por el razonamiento. Aún podemos añadir que para la mayor parte de aquellos que no están preparados por el razonamiento, los fenómenos materiales son de poco peso; cuanto más extraordinarios son estos fenómenos y más se separan de las leyes conocidas, más oposición encuentran, por una razón muy sencilla, y es que conduce naturalmente a dudar de una cosa que no tiene una sanción racional; cada uno la mira desde su punto de vista y se la explica a su manera: el materialista ve en ella una causa puramente física o una superchería; el ignorante y el supersticioso, una causa diabólica o sobrenatural; mientras que una explicación previa tiene por efecto destruir las ideas preconcebidas, y demostrar, sino la realidad, al menos la posibilidad de la cosa; se la comprende antes de haberla visto; pues desde el momento que se reconoce la posibilidad, la convicción está hecha en tres cuartas partes.

30. ¿Es útil tratar de convencer a un incrédulo obstinado? Hemos dicho que esto depende de las causas y de la naturaleza de su incredulidad; a menudo la insistencia que se pone en persuadirle le hace creer en su importancia personal, y es una razón para que se obstine más. Aquel que no se convence ni por el raciocinio ni por los hechos, es porque debe sufrir aún la prueba de la incredulidad; es menester dejar a la Providencia el
cuidado de conducirle por circunstancias más favorables; bastantes son los que desean ver la luz para que no se pierda el tiempo con los que la rechazan; dirigíos, pues, a los hombres de buena voluntad, cuyo número es más grande de lo que se cree, y su ejemplo multiplicándose vencerá más resistencias que las palabras. El verdadero espiritista no faltará nunca en practicar el bien, aliviar corazones afligidos, dar consuelo, calmar desesperaciones, obrar reformas morales, ahí está su misión; en esto encontrará también su verdadera satisfacción. El Espiritismo está en el aire; se extiende por la fuerza de las cosas y porque hace dichosos a aquellos que lo profesan. Cuando sus adversarios sistemáticos le oigan resonar a su alrededor, entre sus mismos amigos, comprenderán su aislamiento, y se verán obligados a callarse o a rendirse.

31. Para proceder en la enseñanza del Espiritismo como se hace con las ciencias ordinarias, sería necesario pasar revista a toda la serie de fenómenos que pueden producirse, empezando por los más sencillos y llegando sucesivamente hasta los más complicados; pero esto es lo que no se puede, porque no es posible hacer un curso de Espiritismo experimental, como se hace un curso de física o química. En las ciencias naturales se opera sobre la materia bruta, que se manipula a gusto y se está casi siempre cierto de poder regularizar los efectos; en el Espiritismo tiene uno que habérselas con inteligencias libres, y nos prueban a cada instante que no están sometidas a nuestros caprichos, es menester, pues, observar, esperar los resultados; aprovechar las ocasiones. Decimos además, con toda convicción que "el que se lisonleare en obtenerlas por su voluntad, no puede ser más que un ignorante o un impostor"; porque el verdadero Espiritismo no se pondrá en espectáculo ni se mostrará jamás en escena. Tiene también algo de ilógico el creer que los Espíritus vengan a ser examinados y someterse a la investigación como objetos de curiosidad. Los fenómenos pueden, pues, faltar cuando se tiene necesidad de ellos, o presentarse en otro orden que el que se desea. Añadamos también que para obtenerlos son necesarias personas dotadas de facultades especiales, y estas facultades varían hasta el infinito, según la aptitud de los individuos: luego como es extremadamente raro que una persona tenga todas las aptitudes, es una dificultad de más, porque sería menester siempre tener a la mano una verdadera colección de médiums, lo que no es posible.
El medio de obviar este inconveniente es muy sencillo, es el de empezar por la teoría; en ella se examinan todos los fenómenos; se explican y se da cuenta de ellos, se comprende la posibilidad, se conocen las condiciones en las cuales pueden producirse y los obstáculos que pueden encontrarse, cualquiera que sea entonces el orden en el cual son conducidos por las circunstancias, nada tienen que pueda sorprender. Esta marcha ofrece además otra ventaja, es la de ahorrar una porción de contrariedades al que quiere operar; prevenido contra las dificultades, se puede poner en guardia y evitar el adquirir la experiencia a sus costas.
Desde que nos ocupamos de Espiritismo, no sería difícil manifestar el número de personas que han venido a nosotros, y entre éstas, cuántas hemos visto que habían permanecido indiferentes e incrédulas en presencia de los hechos más patentes, y que más tarde se han convencido por una explicación razonada; cuántas otras han sido predispuestas a la convicción por el razonamiento; cuántas, en fin, han sido persuadidas sin haber visto nada sino únicamente porque comprendieron. Hablamos, pues, por experiencia, y por lo que decimos, creemos que el mejor método de enseñanza espiritista, es el de dirigirse a la razón antes que a los ojos. Este es el que seguimos en nuestras lecciones, y tenemos motivo para quedar satisfechos. (1)

32. El estudio previo de la teoría, tiene otra ventaja, es la de mostrar inmediatamente la grandeza del objeto y el alcance de esta ciencia; aquel que debuta viendo girar o golpear una mesa, está más inclinado a la burla, porque difícilmente cree que de una mesa pueda salir una doctrina regeneradora de la Humanidad. Hemos mencionado siempre que aquellos que creen antes de haber visto, sólo porque han leído y comprendido, lejos de ser superficiales son al contrario los que más reflexionan; adhiriéndose más al fondo que a la forma, para ellos la parte filosófica es la principal, los fenómenos propiamente dichos, son el accesorio, y dicen que aún cuando los fenómenos no existieron, no dejaría de quedar una filosofía, que sola resuelve problemas insolubles hasta el día; que sola da al pasado del hombre y de su porvenir la teoría más racional; pues prefieren una doctrina que explica, a las que no explican o explican mal. El que reflexiona comprende muy bien, que se podría hacer abstracción de las manifestaciones y que por eso no subsistiría menos la doctrina, las manifestaciones vienen a corroborarla, a confirmarla, pero no son la base esencial; el observador formal no las rechaza, al contrario, espera las circunstancias favorables que le permitirán ser testigo. La prueba de lo que avanzamos, es que antes de haber oído hablar de las manifestaciones, muchas personas tenían la intuición de esta doctrina, que no ha hecho si no dar un cuerpo, un conjunto a sus ideas.

33. Por otra parte no sería exacto decir que los que empiezan por la teoría, no tengan objetos prácticos de observación; por el contrario, los hay que a sus ojos deben tener mayor valor que los que puedan producir en su presencia, éstos son los hechos numerosos de las "manifestaciones espontáneas", de las cuales hablaremos en los capítulos siguientes. Hay pocas personas que no tengan conocimiento de éstas al menos de oídas; muchas las han tenido ellas mismas, a las cuales sólo habían prestado una mediana atención. La teoría tiene por efecto darles la explicación de esto mismo; y decimos que estos hechos son de un gran valor, cuando se apoyan sobre testimonios irrecusables, porque no se puede suponer ni preparación ni connivencia. Si los fenómenos provocados no existían, no menos subsistirían los fenómenos espontáneos, y aunque el Espiritismo no tuviese otro resultado que el de darles una solución racional, esto sería ya mucho. Así es que la mayor parte de los que leen por adelantado, transportan sus recuerdos sobre estos hechos, que son para ellos una confirmación de la teoría.

34. Se formaría un concepto equivocado sobre nuestra manera de ver, si se suponía que aconsejamos el que se desprecien los hechos; por los hechos hemos llegado a la teoría; es verdad que para conseguirlo nos ha sido necesario un trabajo asiduo de muchos años y millares de observaciones; mas ya que los hechos nos han
servido y nos sirven todos los días, seríamos inconsecuentes con nosotros mismos si cuestionáramos su importancia, cuando sobre todo hacemos un libro destinado a hacerlos conocer. Sólo queremos decir, que sin el razonamiento no bastan para determinar la convicción; que una explicación previa destruyendo las prevenciones y mostrando que no tienen nada contrario a la razón, "prepara" para que se acepten. Esto es tan cierto, que de diez personas completamente novicias, que asistieran a una sesión experimental, aunque fuese de las más satisfactorias desde el punto de vista de los adeptos, nueve saldrían sin estar convencidas, y algunas más incrédulas que antes, porque los experimentos no habrán correspondido a lo que esperaban. Otra cosa será en cuanto a aquellas que podrán darse cuenta de las mismas por un conocimiento teórico anticipado: para éstas es un medio de comprobación, pues nada les sorprende, ni el mal resultado, porque saben con qué condiciones se producen los hechos, y que es preciso no pedirles sino lo que pueden dar. La inteligencia previa de los hechos, los pone, pues, en disposición de conocer todas las anomalías, además les permite coger una porción de detalles y pormenores, a menudo muy delicados, que son para él los medios de convicción, y pasan por alto al observador ignorante. Tales son los motivos que nos obligan a no admitir en nuestras sesiones experimentales, sino a las personas que poseen nociones preparatorias bastantes para comprender lo que en ellas se hace, persuadidos de que las otras perderían el tiempo y nos harían perder el nuestro.

35. A los que quieran adquirir estos conocimientos preliminares por la lectura de nuestras obras, he aquí el orden que les aconsejamos:
1º “¿Qué es el Espiritismo?” Este cuaderno, de un centenar de páginas solamente, es una exposición sumaria de los principios de la Doctrina Espiritista, una ojeada general que permite abrazar el conjunto en un cuadro reducido. En pocas palabras se ve el objeto y se puede juzgar su fondo. Se encuentran en él, además, la respuesta a las principales preguntas u objeciones que están naturalmente inclinadas a hacer las personas novicias. Esta primera lectura, que pide poco tiempo, es una introducción que facilita un estudio más profundo.
2º “El Libro de los Espíritus” , contiene la doctrina completa dictada por los mismos Espíritus con toda su filosofía y todas sus consecuencias morales; es el destino del hombre sin el velo que le cubre, la iniciación en la naturaleza de los Espíritus, y en los misterios de la vida de ultratumba. Leyéndole se comprende que el Espiritismo tiene un objeto serio, y no es un pasatiempo frívolo.
3º “El Libro de los Médiums”; está destinado a dirigir en la práctica de las manifestaciones, por el conocimiento de los medios más propios para comunicar con los Espíritus; es una guía, ya para los médiums, ya para los que evocan, y el complemento del Libro de los Espíritus.
4º “La Revista Espiritista”; es una colección variada de hechos, de explicaciones teóricas, y de fragmentos separados, que completan lo que se ha dicho en las dos precedentes obras y que de cierto modo es su aplicación. La lectura puede hacerse al mismo tiempo, pero será más provechosa y más inteligible, sobre todo después de la del Libro de los Espíritus.
He ahí lo que nos concierne. Los que quieren adquirir todos los conocimientos de una ciencia, deben necesariamente leer todo lo que se ha escrito sobre la materia, o al menos las cosas principales, y no limitarse a un solo autor; deben asimismo leer el pro y el contra, tanto las críticas como las apologías, iniciarse en los diferentes sistemas a fin de poder juzgar por comparación. Bajo este aspecto no preconizamos ni criticamos ninguna obra, no queriendo influir en nada sobre la opinión que de ellas pueda formarse; llevando nuestra piedra al edificio, nos ponemos en las filas: no nos pertenece ser juez y parte, y no tenemos la ridícula pretensión de ser los solos dispensadores de la luz; corresponde al lector separar lo bueno de lo malo, lo verdadero de lo falso.

CAPÍTULO IV
SISTEMAS

36. Cuando los extraños fenómenos del Espiritismo empezaron o producirse, o mejor dicho, se han renovado en estos últimos tiempos, el primer sentimiento que excitaron fue el de la duda sobre su misma realidad y aún más sobre su causa. Cuando se ha probado por testimonios irrecusables y por las experiencias que cada uno ha podido hacer, ha acontecido que todos también los han interpretado a su manera, según sus ideas personales, sus creencias o sus prevenciones; de aquí, muchos sistemas que una observación más atenta debía reducir a su justo valor.
Los adversarios del Espiritismo han creído encontrar un argumento en esta divergencia de opiniones, diciendo que los mismos espiritistas no están acordes entre sí. Esta es una razón muy pobre, si se reflexiona que todos los pasos de una ciencia naciente son necesariamente inciertos hasta que el tiempo haya permitido reunir y coordinar los hechos que pueden sentar la opinión; a medida que los hechos se completan y se observan mejor, las ideas prematuras se borran, y la unidad se establece, al menos sobre los puntos fundamentales, si no en todos los detalles. Esto es lo que ha tenido lugar en el Espiritismo; él no podía escapar de la ley común, y debía por naturaleza, prestarse más que otra cosa a diversidad de interpretaciones. Se puede aún decir que bajo este aspecto ha ido más aprisa que las otras ciencias sus primogénitas, que la medicina por ejemplo, que todavía divide a los más grandes sabios.

37. En el orden metódico, para seguir la marcha progresiva de las ideas, conviene colocar en primer lugar los que se pueden llamar "sistemas de la negación", esto es, los de los adversarios del Espiritismo. Hemos refutado sus objeciones en la introducción y en la conclusión del Libro de los Espíritus, así como en la pequeña obra titulada ¿Qué es el Espiritismo? Sería superfluo repetir lo mismo; nos limitaremos a recordar en dos palabras los motivos en que se fundan.
Los fenómenos espiritistas son de dos clases: los efectos físicos y los efectos inteligentes. No admitiendo la existencia de los Espíritus por la razón de que no admiten nada fuera de la materia, se concibe que niegan los efectos inteligentes. En cuanto a los efectos físicos, los comentan a su punto de vista y sus argumentos pueden resumirse en los cuatro sistemas siguientes:

38. Sistema del charlatanismo . Entre los antagonistas, muchos atribuyen estos efectos a la superchería, por la razón que algunos han podido imitarse. Esta suposición transformaría a todos los espiritistas en bobalicones y a todos los médiums en forjadores de patrañas, sin considerar la posición, carácter, saber y honradez de las personas. Si mereciera una contestación, diríamos que ciertos fenómenos de la física también se imitan por los prestidigitadores, y que esto no prueba nada contra la verdadera ciencia. Además hay personas cuyo carácter aparta toda sospecha de fraude y es preciso estar desprovisto de toda educación y urbanidad, para atreverse a decirles en su cara que son cómplices de charlatanismo. En un salón muy respetable, un caballero, que se tenía por bien educado, habiéndose permitido una reflexión de esta naturaleza, la señora de la casa le dijo: "Caballero, puesto que no está usted contento, se le volverá a usted el dinero en la puerta"; y con un gesto le hizo comprender lo que debía hacer. ¿Es decir por esto, que jamás haya habido abusos? Sería necesario, para creerlo, admitir que los hombres son perfectos. Se abusa de todo, aún de las cosas más santas: ¿por qué no se abusaría del Espiritismo? Pero el mal uso que se puede hacer de una cosa, no puede prejuzgar nada contra la misma cosa; los informes que puedan tenerse con respecto a la buena fe de las personas están en los motivos que les hacen obrar. Donde no hay especulación, el charlatanismo no tiene nada que hacer.

39. Sistema de la locura. Algunos, por condescendencia, no quieren sospechar de superchería, pero pretenden que los que no tratan de engañar, lo son ellos mismos: lo que viene a decir que son imbéciles. Cuando los incrédulos ponen en ellos menos formas, dicen simplemente que uno es loco, atribuyéndose así, sin cumplimiento el privilegio del buen sentido. Ahí está el gran argumento de los que no les asiste la razón para oponerse. Por lo demás, esta especie de atacar ha caído en el ridículo por su poca sustancia, y no merece que se pierda el tiempo en refutarlo. Los espiritistas, por otra parte, no se aturden por eso; toman con valor su partido y se consuelan pensando que tienen por compañeros de infortunio bastantes gentes cuyo mérito podría nadie disputar. Es preciso en efecto convenir que esta locura, si la hay, tiene un carácter bien singular, y es que ataca con preferencia a la clase ilustrada, entre la que el Espiritismo cuenta la inmensa mayoría de sus adeptos hasta el presente. Si en el número, se encuentran algunas excentricidades, nada prueban contra la Doctrina que los locos religiosos no prueban contra la religión; los locos melómanos contra la música; los locos matemáticos contra las matemáticas. Todas las ideas han encontrado fanáticos exaltados, y sería menester estar dotado de un juicio bien obtuso para confundir la exageración de la cosa con la misma cosa. Para más amplias explicaciones sobre este objeto nos remitiremos a nuestro librito: ¿Qué es el Espiritismo? al Libro de los Espíritus . (Introducción § XV).

40. Sistema de la alucinación. Hay otra opinión, menos ofensiva porque tiene un pequeño color científico, que consiste en poner los fenómenos bajo el aspecto de la ilusión de los sentidos; de este modo, el observador sería de muy buena fe; sólo creería ver lo que no ve. Cuando ve levantarse una mesa y mantenerse en el espacio sin punto de apoyo, la mesa no se habría movido del sitio; la ve en el aire por una especie de ilusión óptica, o un efecto de refracción, como la que hace ver un astro, o un objeto en el agua, fuera de su posición real. Esto sería posible en rigor; pero aquellos que han sido testigos de este fenómeno han podido acreditar el aislamiento, pasando bajo la mesa suspendida, lo que sería difícil si no hubiese dejado el suelo. Por otra parte ha acontecido varias veces que la mesa se ha roto cayendo: ¿se dirá también que es un efecto de óptica?
Una causa fisiológica bien conocida puede, sin duda, hacer que se crea ver dar vueltas a una cosa que no se mueve, o que se la crea girar sobre sí misma cuando está inmóvil; ¿pero cuando muchas personas alrededor de una mesa son arrastradas por un movimiento tan rápido que tienen trabajo en seguirla, que algunas son a veces echadas por tierra, se dirá que todas están atacadas de vértigo, como el borracho que cree ver pasar su casa por delante de sus ojos?

41. Sistema del músculo crujidor. Si esto sucediera con respecto a la vista, no sería lo mismo en cuanto al oído , y cuando se oyen golpes por toda una reunión uno no puede razonablemente atribuirlos a una ilusión. Téngase entendido que hacemos abstracción de toda idea de fraude, y suponemos que una atenta observación ha acreditado que estos fenómenos no se deben a ninguna causa fortuita o material.
Es verdad que un sabio médico ha dado de los mismos una explicación perentoria, según él (2). "La causa está, dice, en las contracciones voluntarias o involuntarias del tendón del músculo corto-peroné". Con este objeto entra en detalles anatómicos los más completos para demostrar por qué mecanismo este tendón puede producir estos ruidos, imitar los redobles del tambor, y aún ejecutar aires musicales, sacando en consecuencia que los que creen oír golpes en una mesa son engañados O por una mixtificación o por una ilusión. El hecho no es nuevo en sí mismo; desgraciadamente para el autor de este pretendido descubrimiento, su teoría no puede dar razón de todos los casos. Digamos desde luego que los que gozan de la singular facultad de hacer crujir cuando quieren su músculo corto-peroné o cualquier otro, y tocar aires por este medio, son sujetos excepcionales; mientras que la de hacer golpear las mesas es muy común, y que los que poseen ésta, no gozan todos ni de mucho de la primera. En segundo lugar el sabio doctor ha olvidado explicar cómo el crujido muscular de una persona inmóvil y aislada de la mesa, puede producir en ésta vibraciones sensibles al tacto; cómo este ruido puede reproducirse por voluntad de los asistentes en las diferentes partes de la mesa, en los otros muebles, contra las paredes, en el techo, etc.; cómo, en fin, la acción de este músculo puede extenderse a una mesa que no se toca y hacerla mover. Esta explicación por otra parte, si es que lo fuera, no comprendería más que el fenómeno de los golpes, pero no puede concernir a los otros medios de comunicación. Concluyamos que él ha juzgado sin haber visto, o sin haberlo visto todo, como debe verse. Siempre es sensible que los hombres de ciencia se apresuren a dar sobre lo que no conocen, explicaciones que los hechos pueden desmentir. Su mismo saber debería hacerles tanto más circunspectos en sus juicios, cuanto más lejos están para ellos los límites de lo desconocido.

42. Sistema de las causas físicas. Aquí salimos del sistema de la negación absoluta. Concediéndose la realidad de los fenómenos, el primer pensamiento que naturalmente vino al espíritu de aquellos que los han reconocido, ha sido el de atribuir los movimientos al magnetismo, a la electricidad, o a la acción de un fluido cualquiera, en una palabra, a una causa enteramente física y material. Esta opinión no tendría nada de irracional, y hubiera prevalecido si el fenómeno se hubiese limitado a efectos puramente mecánicos. Una circunstancia también parece corroborarla; ésta es, en ciertos casos el aumento de la potencia en razón del número de las personas; cada una de ellas podría así ser considerada como uno de los elementos de una pila eléctrica humana. Hemos dicho que lo que caracteriza una teoría verdadera, es el poder dar razón de todo; mas si un solo hecho viene a contradecirla, es que es falsa, incompleta o demasiado absoluta. Pues esto es lo
que no ha tardado en acontecer. Estos movimientos y estos golpes han dado señales inteligentes, obedeciendo a la voluntad y respondiendo al pensamiento; debían, pues, tener una causa inteligente. Desde entonces, que el efecto cesó de ser puramente físico, la causa por esto mismo, debía tener otro origen; así el sistema de la acción "exclusiva" de un agente material ha sido abandonado y no se encuentra sino entre aquellos que juzgan a "priori" y sin haber visto. El punto capital es, pues, el de acreditar la acción inteligente, y esto es lo que puede convencer a cualquiera que se tomara el trabajo de observar.

43. Sistema del reflejo. Una vez reconocida la acción inteligente, queda por saber cuál es el origen de ésta inteligencia. Se ha pensado que podía ser la del médium o de los asistentes que se reflejaba como la luz o los rayos sonoros. Esto era posible: sólo la experiencia podía decir su última palabra. Mas desde luego, observamos que este sistema se separa ya completamente de la idea puramente materialista; para que la inteligencia de los asistentes pueda reproducirse por la vía indirecta, sería preciso admitir en el hombre un principio fuera del organismo.
Si el pensamiento expresado hubiera siempre sido el de los asistentes, la teoría de la reflexión se hubiera confirmado; ¿pero el fenómeno, aún reducido a esta proporción, no sería acaso del más grande interés? ¿Reflejándose el pensamiento en un cuerpo inerte y traduciéndose por el movimiento y el ruido, no sería una cosa muy notable? ¿No habría motivo para excitar la curiosidad de los sabios? ¿Por qué, pues, le han desdeñado, aquellos que agotan sus fuerzas en la investigación de una fibra nerviosa?
Sólo la experiencia, decimos nosotros, podía dar o dejar de dar la razón a esta teoría, y no se ha dado, porque demuestra a cada instante, y por los hechos más positivos, que el pensamiento expresado, puede ser no sólo extraño al de los asistentes, sino que muchas veces le es enteramente contrario; que viene a contradecir todas las ideas preconcebidas y desbaratar todas las previsiones; en efecto, cuando yo pienso blanco y se me responde negro, me es difícil creer que la respuesta venga de mí. Dicha teoría se apoya en algunos casos de identidad entre el pensamiento expresado y el de los asistentes; ¿pero qué prueba esto, sino que los asistentes pueden pensar como la inteligencia que se comunica? Nadie dice que deben ser siempre de opinión contraria. Cuando en la conversación, el interlocutor emite un pensamiento análogo al vuestro ¿diréis por esto que viene de vosotros? Bastan algunos ejemplos contrarios bien acreditados, para probar que esta teoría no puede ser absoluta. ¿Cómo, por otra parte, explicar que la reflexión del pensamiento, la escritura producida por personas que no saben escribir, las respuestas filosóficas de la mayor elevación obtenidas por personas no literatas, las que se dan a preguntas mentales o en un lenguaje desconocido del médium, y mil otros hechos que no pueden dejar duda sobre la independencia de la inteligencia que se manifiesta? La opinión contraria no puede ser sino el resultado de una falta de observación.
Si la presencia de una inteligencia extraña está probada moralmente por la naturaleza de las contestaciones, lo es materialmente por el hecho de la escritura directa; esto es, de la escritura obtenida espontáneamente, sin pluma ni lápiz, sin contacto, y a pesar de todas las precauciones tomadas para garantizarse de todo subterfugio. El carácter inteligente del fenómeno, no puede ponerse en duda; luego hay otra cosa más que una acción fluídica. Además, la espontaneidad del pensamiento expresado fuera de toda espera, de toda cuestión propuesta, no permite ver en ello un reflejo del de los asistentes.
El sistema del reflejo es bastante desatento en ciertos casos; cuando en una reunión de personas decentes, sobreviene inopinadamente una de estas comunicaciones irritantes por su grosería, sería hacer poco favor a los asistentes el pretender que proviene de alguno de ellos; y es probable que todos se apresurarán a rechazarla. (Véase el Libro de los Espíritus, Introducción § XVI).

44. Sistema del alma colectiva. Es una variante del precedente. Según este sistema, sólo el alma del médium se manifiesta, pero se identifica con la de muchos otros vivientes presentes o ausentes, y forma un "todo colectivo" reuniendo las aptitudes, la inteligencia y los conocimientos de cada uno. Aunque la obrita en que esta teoría se expone se titule "la luz" (*), nos ha parecido de un estilo muy oscuro; confesamos haberla comprendido poco y no hablamos de la misma sino para que se tenga presente. Por otra parte, es, como muchas otras, una opinión individual que ha hecho pocos prosélitos. El nombre de "Emah Tirpsé" es el que toma el autor para designar el ser colectivo que representa. Toma por epígrafe: "nada hay oculto que no deba ser conocido". Esta proposición es evidentemente falsa, porque hay una porción de cosas que el hombre no puede ni debe saber; muy presuntuoso sería el que pretendiese penetrar todos los secretos de Dios.

45. Sistema de sonambulismo. Este ha tenido más partidarios, y cuenta todavía con algunos. Como el precedente, admite que todas las comunicaciones inteligentes tienen su origen en el alma o Espíritu del médium; pero para explicar su aptitud y tratar de objetos fuera de sus conocimientos, en lugar de suponer en él un alma múltiple, atribuye esta aptitud a una sobrexcitación momentánea de las facultades mentales, a una especie de estado de sonambulismo o de éxtasis que exalta y desenvuelve su inteligencia.
No se puede negar, en ciertos casos, la influencia de esta causa; pero basta haber visto operar a la mayor parte de estos médiums, para convencerse que no puede resolver todos los hechos, y que forma la excepción y no la regla. Se podría creer que es así, si el médium tenía siempre el aspecto de un inspirado o de un extático, apariencia que por otra parte podía simular perfectamente, si quisiera hacer una farsa; ¿pero cómo creer en la inspiración, cuando el médium escribe como una máquina, sin tener la menor conciencia de lo que obtiene, sin la menor emoción, sin ocuparse de lo que hace y mirando a otra parte, riendo y haciendo diferentes cosas? Se concibe la sobrexcitación de las ideas, pero no se comprende que pudiese hacer escribir
al que no sabe, y aún menos cuando las comunicaciones se transmiten por golpes, o con la ayuda de una tablita o de una cestita. Veremos en la continuación de esta obra la parte que es preciso conceder a la influencia de las ideas del médium; pero los hechos en que la inteligencia extraña se revela por señales incontestables, son tan numerosos y tan evidentes, que no pueden dejar ninguna duda. La falta de razón en la mayor parte de los sistemas nacidos en el origen del Espiritismo, es el haber sacado consecuencias generales
de algunos hechos aislados.

46. Sistema pesimista, diabólico o demoníaco. - Aquí entramos en otro orden de ideas. Estando acreditada la intervención de una inteligencia extraña, se trataba de saber cuál era la naturaleza de esta inteligencia. El medio más sencillo era, sin duda, el preguntárselo; pero ciertas personas no han encontrado en eso una garantía suficiente, y no han querido ver en todas las manifestaciones sino una obra diabólica. Según ellas, sólo los demonios o el diablo pueden comunicarse. Aunque este sistema encuentra poco eco en el día de hoy, no ha dejado de gozar de algún crédito por algunos momentos por el carácter de aquellos que han tratado de hacerle prevalecer. Haremos, sin embargo, observar que los partidarios del sistema demoníaco, no deben estar colocados entre los adversarios del Espiritismo, antes al contrario. Que los seres que se comunican sean
demonios o ángeles, siempre son seres incorpóreos; luego, admitir las manifestación de los demonios, siempre es admitir la posibilidad de comunicar con el mundo invisible, o al menos con una parte de este mundo.
La creencia en la comunicación exclusiva de los demonios, por irracional que sea, podía no parecer imposible cuando se miraba a los Espíritus como seres creados fuera de la humanidad; pero desde que se sabe que los Espíritus no son otra cosa que las almas de aquellos que han vivido, ha perdido todo su prestigio, y se puede decir toda verosimilitud; porque se seguiría que todas estas almas son demonios, aunque fuesen de un padre, de un hijo o de un amigo, y que nosotros mismos muriendo, venimos a ser demonios, doctrina poco lisonjera y poco consoladora para muchas gentes. Será muy difícil persuadir a una madre de que el niño querido que ha perdido, y que viene a darle, después de su muerte, pruebas de su afecto y de su identidad, sea un dependiente de Satanás. Es verdad que entre los Espíritus, los hay muy malos, y que no valen más que aquellos que se llaman "demonios", por una razón bien sencilla: porque hay hombres muy malos, y que la muerte no les hace inmediatamente mejores, la cuestión está en saber si éstos son los únicos que puedan comunicarse. A los que lo crean así, les dirigimos las preguntas siguientes:
1ª. ¿Hay buenos y malos Espíritus?
2ª. ¿Dios es más poderoso que los malos Espíritus, o que los demonios, si así los queréis llamar?
3ª. Afirmar que sólo los malos se comunican, es decir que los buenos no lo pueden; si esto es así, una de dos: esto tiene lugar por la voluntad, o contra la voluntad de Dios. Si es contra su voluntad, es que los malos Espíritus son más poderosos que él; si es por su voluntad, ¿por qué en su bondad, no lo permitiría a los buenos para contrabalancear la influencia de los otros?
4ª. ¿Qué prueba podéis dar de la impotencia de los buenos Espíritus en comunicarse?
5ª. Cuando se nos opone la sabiduría de ciertas comunicaciones, respondéis que el demonio toma todas las apariencias para seducir mejor. Sabemos en efecto, que hay Espíritus hipócritas que dan a su lenguaje un falso barniz de sabiduría; ¿pero admitís acaso que la ignorancia pueda falsificar el verdadero saber, y una mala naturaleza remedar la verdadera virtud, sin dejar penetrar nada que pudiese descubrir el fraude?
6ª. Si el demonio sólo se comunica, puesto que es el enemigo de Dios y de los hombres, ¿por qué recomienda orar a Dios, someterse a su voluntad, sufrir sin murmurar las tribulaciones de la vida, no ambicionar honores ni riquezas, practicar la caridad y todas las máximas de Cristo; en una palabra, hacer todo lo que es necesario para destruir su imperio? Si es el demonio quien da tales consejos, es preciso convenir que tan astuto como es, es bien poco diestro en suministrar armas contra sí mismo. (*).
7ª. Si los Espíritus se comunican, es porque Dios lo permite; viendo buenas y malas comunicaciones, ¿no es más lógico el pensar que Dios permite a unas para probarnos y a otras para aconsejarnos el bien?
8ª. ¿Qué pensaríais de un padre que dejase a su hijo a merced de los ejemplos y consejo perniciosos, que apartase de él, y le prohibiese ver las personas que pudiesen desviarle del mal? Lo que un buen padre no haría, ¿debe creerse que Dios, que es la bondad por excelencia, haga menos que lo que haría un hombre?
9ª. La Iglesia reconoce como auténticas ciertas manifestaciones de la Virgen y otros santos, en apariciones, visiones, comunicaciones orales, etc.; ¿esta creencia no es acaso contraria a la doctrina de la comunicación exclusiva de los demonios?
Creemos que ciertas personas han profesado esta teoría de buena fe; pero también creemos que muchas lo han hecho únicamente con el objeto de que no se ocupasen de estas cosas, a causa de las malas comunicaciones que se exponen a recibir; diciendo que sólo el diablo se manifiesta, han querido asustar, casi como cuando se dice a un niño: no toques esto, porque quema. La intención puede ser laudable, pero el fin es erróneo; porque la sola prohibición excita la curiosidad, y el miedo al diablo retiene a muy pocas gentes: se le quiere ver, aunque no sea sino para saber cómo está hecho, y se quedan admirados de no encontrarlo tan negro como se creían.
¿No se podría ver también otro motivo en esta teoría exclusiva del diablo? Creen algunas gentes que todos los que no son de su opinión van mal; así pues, aquellos que pretenden que todas las comunicaciones son obra del demonio, ¿no estarían acaso dominados por el miedo de que los Espíritus no fuesen de su mismo parecer sobre todos los puntos, principalmente sobre los que tocan a los intereses de este mundo, más que a los del otro? No pudiendo negar los hechos, han querido presentarlos de una manera pavorosa; pero este medio no ha contenido más que los otros. Cuando el miedo al ridículo es impotente, es preciso resignarse que las cosas sigan su curso.
El musulmán que oyera a un Espíritu hablar contra ciertas leyes del Corán, pensaría seguramente que éste era un mal Espíritu; lo mismo sería de un judío por lo que mira a ciertas prácticas de la ley de Moisés. En cuando a los católicos, hemos oído afirmar a uno que el Espíritu que se comunicaba no podía ser si no el "diablo", porque se había permitido pensar de otro modo que él sobre el poder temporal, aunque por otra parte sólo hubiese predicado la caridad, la tolerancia, el amor al prójimo, y la abnegación de las cosas de este mundo, máximas todas enseñadas por Cristo.
Los Espíritus, no siendo otros que las almas de los hombres, y los hombres no siendo perfectos, resulta de esto que hay Espíritus igualmente imperfectos, y cuyo carácter se refleja en sus comunicaciones. Es un hecho incontestable que los hay malos, astutos, profundamente hipócritas, y contra los cuales es preciso ponerse en guardia; pero, porque haya en el mundo hombres perversos, no es una razón para huir de la sociedad. Dios nos ha dado la razón y el juicio para apreciar a los Espíritus, así como a los hombres. El mejor medio de precaverse contra los inconvenientes que puede presentar la práctica del Espiritismo, no es el prohibirle, sino el hacerle comprender. Un miedo imaginario sólo impresiona un instante y no afecta a todo el mundo; la realidad claramente demostrada se comprende por todos.

47. Sistema optimista. Al lado de aquellos que no ven en estos fenómenos sino la acción de los demonios hay otros que sólo han visto la de los buenos Espíritus; éstos han querido suponer que el alma estando separada de la materia, ningún velo existía para ella, y que debía tener la soberana ciencia y la soberana sabiduría. Su ciega confianza en esta superioridad absoluta de los seres del mundo invisible, ha sido para muchos el origen de bastantes decepciones y han aprendido a sus costas a desconfiar de ciertos Espíritus así como de ciertos hombres.

48. Sistema uniespiritista o monoespiritista. Una variedad del sistema optimista, consiste en la creencia de que un solo Espíritu se comunica con los hombres, y que este Espíritu es Cristo, quien es el protector de la Tierra. Cuando se ven comunicaciones de la más baja trivialidad, de una grosería irritante, llenas de malevolencia y de maldad, habría profanación e impiedad en suponer que pudiesen dimanar el Espíritu del bien por excelencia. Además, si aquellos que lo creen no hubiesen tenido jamás sino comunicaciones irreprochables, se concebiría su ilusión; pero la mayor parte conviene en haberlas tenido muy malas, lo que explican diciendo, que es una prueba que el buen Espíritu les hace sufrir, dictándoles cosas absurdas; de este modo, mientras los unos atribuyen todas las comunicaciones al diablo, quien puede decir cosas buenas para tentar, otros creen que sólo Jesús se manifiesta, y que puede decir cosas malas para probar. Entre estas dos opiniones tan inversas, ¿quién fallará? El buen sentido y la experiencia.
Decimos la experiencia, porque es imposible que los que profesan ideas tan exclusivas lo hayan visto todo como debe verse. Cuando se les oponen los hechos de identidad que atestiguan la presencia de parientes, amigos o conocidos por las manifestaciones escritas, visuales u otras, responden que es siempre el mismo Espíritu, el diablo según los unos, Cristo según los otros, que toma todas las formas; pero no nos dicen por qué no pueden comunicarse los otros Espíritus, ni con qué objeto el Espíritu de verdad vendrá a engañarnos presentándose bajo falsas apariencias, a burlarse de una pobre madre, haciéndole creer mintiendo, que él es el hijo por quien llora. La razón rehúsa admitir que el Espíritu Santo se rebaje, ejecutando semejante comedia. Por otra parte, negar la posibilidad de cualquiera otra comunicación, ¿no es quitar al Espiritismo lo que tiene de más dulce: el consuelo de los afligidos? Digamos sencillamente que dicho sistema es irracional, y no puede sostener un examen severo.

49. Sistema multiespiritista o poliespiritista. Todos los sistemas que hemos examinado, sin exceptuar los que son en sentido negativo, se apoyan en algunas observaciones, pero incompletas o mal interpretadas. Si una casa es de color encarnado por un lado, y blanca de otro, aquel que no la haya visto sino de un lado afirmará que es encarnada, el otro dirá que es blanca: los dos se engañarán y tendrán razón; pero el que haya visto la cosa por ambos lados dirá que es encarnada y blanca, y sólo él estará en lo verdadero. Lo mismo sucede en cuanto a la opinión que se forma del Espiritismo: puede ser verdadera bajo ciertos aspectos, y falsa si se generaliza lo que es sólo parcial, si se toma por regla lo que es sólo la excepción, por el todo lo que no es sino la parte. Por esto decimos que el que quiera estudiar seriamente esta ciencia, debe ver mucho y largo tiempo; sólo el tiempo le permitirá coger los detalles, observar los matices delicados, notar una multitud de hechos característicos que serán para él rayos de luz; pero si se detiene en la superficie, se expone a formar un juicio prematuro, y por consiguiente erróneo. He aquí las consecuencias generales que se han deducido de una observación completa, y que forman ahora la creencia, se puede decir, de la universidad de los espiritistas, porque los sistemas restrictivos sólo son opiniones aisladas.
1.º Los fenómenos espiritistas se producen por inteligencias extra-corporales, o sea por los Espíritus.
2.º Los Espíritus constituyen el mundo invisible; están por todas partes; cubren los espacios hasta lo infinito, los hay sin cesar alrededor nuestro, con los cuales estamos en contacto.
3º Los Espíritus reaccionan incesantemente sobre el mundo físico y sobre el mundo moral, y son una de las potencias de la Naturaleza.
4º Los Espíritus no son seres aparte en la creación; son las almas de aquellos que han vivido sobre la Tierra o en otros mundos, y que han dejado su envoltura corporal; de donde se sigue que las almas de los hombres son Espíritus encarnados, y que muriendo venimos a ser Espíritus.
5º Hay Espíritus de todos los grados de bondad y de malicia, de saber y de ignorancia.
6º Todos están sometidos a la ley del progreso, y todos pueden llegar a la perfección; pero como tienen su libre albedrío, llegan en un tiempo más o menos largo, según sus esfuerzos y su voluntad.
7º Son dichosos o desgraciados, según el bien o el mal que han hecho durante su vida, y el grado de adelantado a que han llegado. La dicha perfecta y sin mezcla sólo pertenece a los Espíritus que llegan al supremo grado de perfección.
8º Todos los Espíritus, en circunstancias dadas, pueden manifestarse a los hombres; el número de los que pueden comunicarse es indefinido.
9º Los Espíritus se comunican por el intermediario de médiums, que les sirven de instrumentos y de intérpretes.
10º Se reconoce la superioridad o inferioridad de los Espíritus en su lenguaje: los buenos sólo aconsejan el bien y no dicen sino cosas buenas: todo atestigua en ellos la elevación; los malos engañan y todas sus palabras llevan el sello de la imperfección y de la ignorancia.
Los diferentes grados que recorren los Espíritus están indicados en la Escala Espiritista (Libro de los Espíritus, lib. II, cap. I, n.º 100). El estudio de esta clasificación es indispensable para apreciar la naturaleza de los Espíritus que se manifiestan, sus buenas y malas cualidades.

50. Sistema del alma material . Consiste únicamente en una opinión particular sobre la naturaleza íntima del alma. Según esta opinión, el alma y el periespíritu no serían dos cosas distintas o, por mejor decir, el periespíritu no sería otro que la misma alma, depurándose gradualmente por las diversas transmigraciones, como el alcohol se depura por las diversas destilaciones, mientras que la Doctrina Espiritista no considera al periespíritu sino como la envoltura fluídica del alma o del Espíritu. Siendo el periespíritu una materia, aunque muy etérea, el alma sería de este modo de una naturaleza material más o menos esencial, según el grado de su depuración. Este sistema no invalida ninguno de los principios fundamentales de la Doctrina Espiritista, porque nada cambia el destino del alma; las condiciones de su felicidad futura son siempre las mismas; el alma y el periespíritu forman un todo, bajo el nombre de Espíritu, como el germen y el perispermo lo forman bajo el nombre de fruto; toda la cuestión se reduce a considerar el todo como homogéneo en lugar de formarse de dos partes distintas.
Como se ve, de eso no se deduce ninguna consecuencia, y no hubiéramos hablado de ello si no hubiésemos encontrado personas inclinadas a ver una nueva escuela en lo que en definitiva sólo es una simple interpretación de palabras. Esta opinión, muy restringida por cierto, aunque fuese más general, no constituiría una escisión entre los espiritistas, así como las dos teorías de la emisión o de las ondulaciones no la constituyen entre los físicos. Los que quisieran formar partido separado por una cuestión tan pueril, probarían, por lo mismo, que dan más importancia a lo accesorio que a lo principal, y que están conducidos a la desunión por Espíritus que no pueden ser buenos, porque los buenos jamás aconsejan la acritud y la cizaña; por esto invitamos a todos los verdaderos espiritistas a ponerse en guardia contra semejantes sugestiones, y a no dar a ciertos detalles más importancia que la que merecen; lo esencial está en el fondo.
Creemos, sin embargo, deber decir en pocas palabras, en qué se apoya la opinión de aquellos que consideran el alma y el periespíritu como dos cosas distintas. Se funda en la enseñanza de los Espíritus, que jamás han variado sobre el particular; hablamos de los Espíritus ilustrados, porque entre ellos los hay que no saben ni más ni menos que los hombres, mientras que la teoría contraria es una concepción humana. Nosotros no hemos inventado ni supuesto el periespíritu para explicar los fenómenos; su existencia se nos ha revelado por los Espíritus, y la observación nos la ha confirmado (Libro de los Espíritus, número 93). Se apoya además sobre el estudio de las sensaciones entre los Espíritus (Libro de los Espíritus, número 257) y sobre todo en el fenómeno de las apariciones tangibles, que implicaría, según la otra opinión, la solidificación y desagregación de las partes que constituyen el alma, y por consecuencia su desorganización. Sería menester también admitir que esta materia que puede hacerse sensible a los sentidos, es, por sí misma, el principio inteligente, lo que no es más racional que confundir el cuerpo con el alma, o el vestido con el cuerpo. En cuanto a la naturaleza íntima del alma, nos es desconocida. Cuando se dice que es "inmaterial" es preciso entenderlo en el sentido relativo y no absoluto, porque la inmaterialidad absoluta sería la nada; luego el alma o el Espíritu es alguna cosa; se quiere decir que su esencia es de tal modo superior que no tiene ninguna analogía con lo que nosotros llamamos materia y que así para nosotros es inmaterial. (Libro de los Espíritus, números 23 y 82).

51. He aquí la respuesta que sobre este asunto dio un Espíritu: "Lo que los unos llaman 'periespíritu' no es otra cosa que lo que los otros llaman envoltura material fluídica. Diré, para hacerme comprender de una manera más lógica, que este fluido es la perfectibilidad de los sentidos, la extensión de la vista y de las ideas: hablo de los Espíritus elevados. En cuanto a los Espíritus inferiores, los fluidos terrestres están todavía completamente inherentes a ellos, pues es materia como veis; de ahí los sufrimientos del hambre, del frío, etc., sufrimiento que no pueden padecer los Espíritus superiores, atendido a que los fluidos terrestres están depurados alrededor del pensamiento, es decir, del alma. El alma, para su progreso, tiene siempre necesidad de un agente; el alma sin agente es nada para vosotros o, por mejor decir, no la podéis concebir. El periespíritu para nosotros, Espíritus errantes, es el agente por el cual nos comunicamos con vosotros, ya sea indirectamente por vuestro cuerpo o vuestro periespíritu, o directamente con vuestra alma; de ahí la infinita variedad de médiums y de comunicaciones. Queda ahora el punto de vista científico esto es, la esencia misma del periespíritu; este es otro asunto. Primero comprended moralmente y sólo quedará una discusión sobre la naturaleza de los fluidos, lo que es inexplicable por ahora; la ciencia no conoce bastante, pero lo conseguiremos si ésta quiere marchar con el Espiritismo. El periespíritu puede variar y cambiar hasta lo infinito; el alma es el pensamiento; no cambia de naturaleza; bajo este aspecto no vayáis más lejos, es un punto que no puede explicarse. ¿Creéis, acaso, que yo no busco como vosotros? Vosotros buscáis el periespíritu: nosotros ahora buscamos el alma. Esperad, pues. - LAMENNAIS."
Pues si los Espíritus que pueden considerarse como avanzados no han podido aún sondear la naturaleza del alma, ¿cómo podríamos hacerlo nosotros mismos? Es, pues, perder el tiempo el querer escudriñar el principio de las cosas, que así como hemos dicho en el Libro de los Espíritus (números 17 y 49) está en los secretos de Dios.
Pretender ojear con ayuda del Espiritismo lo que aún no es competencia de la humanidad, es separarle de su verdadero objeto; es hacer como el niño que quisiera saber tanto como el viejo. Que el hombre haga servir el Espiritismo para su mejoramiento moral, es lo esencial; lo demás es sólo una curiosidad estéril y muchas veces orgullosa, cuya satisfacción no le hará hacer ningún paso, el sólo medio de avanzar es volverse mejor. Los Espíritus que han dictado el Libro que lleva su nombre, han probado su sabiduría encerrándose, por lo que concierne al principio de las cosas, en los límites que Dios no permite penetrar, dejando a los Espíritus sistemáticos y presuntuosos la responsabilidad de las teorías anticipadas y erróneas, más seductoras que sólidas, y que caerán un día ante la razón como tantas otras salidas de los cerebros humanos. Sólo han dicho precisamente lo necesario para hacer comprender al hombre el porvenir que le espera, y por lo mismo animarle al bien. (Véase continuación, 2ª parte, cap. 1º Acción de los Espíritus sobre la materia).

SEGUNDA PARTE
DE LAS MANIFESTACIONES ESPIRITISTAS

CAPÍTULO PRIMERO
ACCIÓN DE LOS ESPÍRITUS SOBRE LA MATERIA

52. Separada la opinión materialista, como condenada a la vez por la razón y por los hechos, todo se reduce a saber si el alma después de la muerte puede manifestarse a los vivos. La cuestión, reducida de este modo a la más simple expresión, se encuentra singularmente despejada. Se podría preguntar, desde luego, por qué seres inteligentes que en cierto modo viven en nuestro centro, aunque invisibles por su naturaleza, no podrían atestiguar su presencia de una manera cualquiera. La simple razón dice que para esto no hay nada absolutamente imposible, y esto es ya alguna cosa. Esta creencia tiene, por otra parte, el asentimiento de todos los pueblos, porque se la encuentra por todas partes y en todas las épocas; luego una intuición no podría ser tan general, ni sobrevivir a los tiempos sin apoyarse en alguna cosa. Está, además, sancionada por el testimonio de los libros sagrados y de los padres de la Iglesia, y ha sido menester el escepticismo y el materialismo de nuestro siglo para relegarla entre las ideas supersticiosas; si estamos en el error, estas autoridades lo están igualmente.
Pero esto sólo son consideraciones morales; una causa, sobre todo, ha contribuido a fortificar la duda en una época tan positiva como la nuestra, en que se procura darse cuenta de todo, en que se quiere saber el por qué y el cómo de cada cosa, y consiste en la ignorancia de la naturaleza de los Espíritus y de los medios por los cuales pueden manifestarse. Adquirido este conocimiento, el hecho de las manifestaciones nada tiene de sorprendente y entra en el orden de los hechos naturales.

53. La idea que uno se forma de los Espíritus hace a primera vista incomprensible el fenómeno de las manifestaciones. Estas manifestaciones no pueden tener lugar sino por la acción del Espíritu sobre la materia; por esto los que creen que el Espíritu es la ausencia de toda materia, se preguntan, con alguna apariencia de razón, cómo puede obrar materialmente. Pero ahí está el error, porque el Espíritu no es una abstracción: es un ser definido, limitado y circunscrito. El Espíritu encarnado en el cuerpo, constituye el alma; cuando lo deja a la muerte, no sale despojado de toda envoltura. Todos los Espíritus nos dicen que conservan la forma humana, y en efecto, cuando se nos aparecen es bajo la que nosotros les conocíamos.
Observémosle atentamente en el momento en que acaban de dejar la vida; están en un estado de turbación; todo está confuso a su alrededor; ven su cuerpo sano o mutilado según el género de muerte; por otra parte se ven y se sienten vivir; alguna cosa les dice que este cuerpo les pertenece y no comprenden que estén separados de él. Continúan viéndose bajo su forma primitiva, y esta visión produce en algunos, durante cierto tiempo, una singular ilusión: la de creerse aún vivos: les falta la experiencia de su nuevo estado para convencerse de la realidad. Disipado este primer momento de turbación, el cuerpo viene a ser para ellos un vestido viejo, del cual se han despojado, y que no lo echan de menos; se sienten más ligeros y como desembarazados de un peso; no experimentan ya dolores físicos, y son muy felices en poder elevarse, recorrer el espacio así como lo hacían diferentes veces, viviendo en sueños (*). Sin embargo, a pesar de la ausencia del cuerpo, acreditan su personalidad; tienen una forma, pero una forma que no les molesta ni les embaraza; ellos, en fin, tienen la conciencia de su "Yo" y de su individualidad. ¿Qué debemos deducir de todo esto? Que el alma no lo deja todo en la tumba, y que algo se lleva consigo.

54. Numerosas observaciones y hechos irrecusables de que tendremos que hablar más tarde nos han conducido a esta consecuencia, a saber que en el hombre hay tres cosas: 1ª el alma o Espíritu, principio inteligente en quien reside el sentido moral; 2ª el cuerpo, envoltura grosera, material, de la que está temporalmente revestido para el cumplimiento de ciertas miras providenciales; y 3ª el periespíritu, envoltura fluídica semi-material, sirviendo de lazo entre el alma y el cuerpo.
La muerte es la destrucción o, mejor, la desagregación de la envoltura grosera, de aquella que el alma abandona; la otra se separa y sigue al alma, que se encuentra de esta manera tener siempre una envoltura; esta última, bien que fluídica, etérea, vaporosa, invisible para nosotros en su estado normal, no por eso deja de ser materia, aunque hasta ahora no hayamos podido cogerla y someterla al análisis.
Esta segunda envoltura del alma o "periespírítu existe", pues, durante la vida corporal; es el intermediario de todas las sensaciones que percibe el Espíritu, aquel por el cual el Espíritu transmite su voluntad al exterior y obra sobre los órganos. Para servirnos de una comparación material, es el hilo eléctrico conductor que sirve a la recepción y a la transmisión del pensamiento; es, en fin, ese agente misterioso que no puede cogerse, designado con el nombre de fluido nervioso, que tan gran papel juega en la economía, y del que no se tiene bastante cuenta en los fenómenos fisiológicos y patológicos. No considerando la medicina sino el elemento material ponderable, se priva en la apreciación de los hechos de una causa incesante de acción. Pero no es este el lugar de examinar esta cuestión; haremos solamente observar que el conocimiento del periespíritu es la llave de una porción de problemas hasta ahora inexplicables.
El periespíritu no es una de esas hipótesis a las cuales se ha recurrido algunas veces en la Ciencia para la explicación de un hecho; su existencia no solamente es revelada por los Espíritus, sino que es un resultado de observaciones, como tendremos ocasión de demostrarlo. Por el momento y para no anticiparnos sobre los hechos que tenemos que relatar, nos limitaremos a decir que sea durante su unión con el cuerpo, sea después de su separación, el alma no está nunca separada de su periespíritu.
55. Se ha dicho que el Espíritu es una llama, una chispa: ésta debe entenderse del Espíritu propiamente dicho, como principio intelectual y moral, y al cual no se podría atribuir una forma determinada; pero en cualquier grado que se encuentre, está siempre revestido de una envoltura o periespíritu cuya naturaleza se va haciendo más etérea a medida que se purifica y se eleva en la jerarquía; de tal suerte, que para nosotros la idea de forma es inseparable de la de espíritu, y que no concebimos la una sin la otra. El periespíritu forma, pues, parte integrante del hombre; pero el periespíritu solo no es el Espíritu como el cuerpo solo no es el hombre, porque el periespíritu no piensa; es al Espíritu lo que el cuerpo es al hombre; esto es, el agente o instrumento de su acción.
56. La forma del periespíritu es la forma humana y cuando nos aparece es generalmente aquella bajo la cual hemos conocido al Espíritu en su vida. Se podría creer, según esto, que el periespíritu, separado de todas las partes del cuerpo, se amolda de algún modo sobre él y conserva su tipo, pero no parece que sea así. La forma humana, con algunas diferencias de detalle y salvo las modificaciones orgánicas necesarias para el centro en el cual el ser está llamado a vivir, se encuentra en los habitantes de todos los globos; al menos ésto es lo que dicen los Espíritus; es igualmente la forma de todos los Espíritus no encarnados y que no tienen más que el periespíritu; es aquella bajo la que en todo tiempo se han representado los ángeles o Espíritus puros; de donde debemos deducir que la forma humana es la forma tipo de todos los seres humanos a cualquier grado que pertenezcan. Pero la materia sutil del periespíritu no tiene la tenacidad ni la rigidez de la materia compacta del cuerpo; es, si podemos expresarnos así, flexible y expansible por esto la forma que toma, aunque calcada sobre la del cuerpo, no es absoluta; se pliega a voluntad del Espíritu, quien puede darle tal o
cual apariencia a su gusto, mientras que la envoltura sólida le ofrece una resistencia insuperable Desembarazado de esa traba que le comprimía e periespíritu se extiende o se estrecha, se transforma, en una palabra, se presta a todas las metamorfosis, según la voluntad que obra sobre él. A consecuencia de esta propiedad de su envoltura fluídica, es como el Espíritu que quiere hacerse reconocer, puede, cuando esto es necesario, tomar la exacta apariencia que tenía en su vida, hasta la de los accidentes corporales que pueden ser signos de reconocimiento.
Los Espíritus, como se ve, son, pues, seres semejantes a nosotros, formando a nuestro alrededor toda una población invisible en el estado normal; decimos en el estado normal porque, como lo veremos, esta invisibilidad no es absoluta.

57. Volvamos a la naturaleza del periespíritu, porque esto es esencial para la explicación que vamos a dar. Hemos dicho que, aunque fluídica, no deja de ser una especie de materia, y esto resulta del hecho de las apariciones tangibles, sobre las cuales volveremos a tratar. Se ha visto, bajo la influencia de ciertos médiums, aparecer manos teniendo todas las propiedades de manos vivientes que tienen calor, que se pueden tocar, que ofrecen la resistencia de un cuerpo sólido que os agarran, y que de repente se desvanecen como una sombra. La acción inteligente de estas manos, que obedecen evidentemente a una voluntad, ejecutando ciertos movimientos, aun tocando aires sobre un instrumento prueba que son la parte visible de un ser inteligente insivible.
Su tangibilidad, su temperatura, en una palabra, la impresión que hacen sobre los sentidos, puesto que se ha visto que han dejado señales sobre la piel, dar golpes dolorosos o acariciar delicadamente prueban que son de alguna materia. Su desaparición instantánea prueba también que esta materia es eminentemente sutil y se modifica como ciertas sustancias que pueden alternativamente pasar del estado sólido al estado fluídico y recíprocamente.

58. La naturaleza íntima del Espíritu propiamente dicho, esto es, del ser pensador, no es enteramente desconocida; no se revela a nosotros sino por sus actos, y sus actos no pueden afectar a nuestros sentidos materiales sino por un intermediario material. El Espíritu tiene, pues, necesidad de materia para obrar sobre la materia. Tiene por instrumento directo su periespíritu, como el hombre tiene su cuerpo, pues su periespíritu es materia, como acabamos de verlo. Tiene en seguida por agente intermediario el fluido universal, especie de vehículo sobre el cual obra, como nosotros obramos sobre el aire para producir ciertos efectos con ayuda de la dilatación, de la compresión, de la propulsión o de las vibraciones.
Considerada de esta manera la acción del Espíritu sobre la materia, se concibe fácilmente; se comprende desde luego que todos los efectos que de esto resultan entran en el orden de los hechos naturales, y no tienen nada de maravilloso. Sólo han parecido sobrenaturales, porque no se conocía la causa; conocida ésta lo maravilloso desaparece y esta causa está toda entera en las propiedades semimateriales del periespíritu. Este es un nuevo orden de hechos que una nueva ley viene a explicar, y de la cual nadie se maravillará dentro algún tiempo, lo mismo que sucede hoy día con la correspondencia a larga distancia en algunos minutos por la electricidad.

59. Quizá nos preguntarán cómo el Espíritu, con la ayuda de una materia tan sutil, puede obrar sobre cuerpos pesados y compactos, levantar mesas, etcétera. Seguramente no sería un hombre de ciencia quien pudiera hacer semejante objeción; porque sin hablar de las propiedades desconocidas que puede tener este nuevo agente, ¿no tenemos nosotros bajo nuestros ojos ejemplos análogos? ¿Acaso la industria no encuentra sus más poderosos motores en los gases más rarificados y en los fluidos imponderables? Cuando se ve que el aire derriba los edificios, que el vapor arrastra masas enormes, que la pólvora gasificada levanta las rocas, que la electricidad rompe los árboles y agujerea las murallas, ¿es extraño admitir que el Espíritu, con ayuda de su periespíritu, pueda levantar una mesa, cuando sobre todo se sabe que este periespíritu puede venir a ser visible, tangible y obrar como un cuerpo sólido?

CAPÍTULO II
MANIFESTACIONES FÍSICAS - MESAS GIRATORIAS

60. Se da el nombre de manifestaciones físicas a las que se traducen por efectos sensibles, tales como los ruidos, el movimiento y la traslación de los cuerpos sólidos.
Los unos son espontáneos, esto es, independientes de toda voluntad; los otros pueden ser provocados. Primero hablaremos de estos últimos.
El efecto más sencillo, y uno de los primeros que se han observado, consiste en el movimiento circular impreso a una mesa. Este efecto se produce igualmente con todos los objetos; pero habiéndose practicado más con la mesa esta clase de ejercicios, porque era el más cómodo, el nombre de "mesas giratorias" ha prevalecido para designar esta clase de fenómenos.
Cuando decimos que este efecto es uno de los primeros que se han observado, nos referimos a estos últimos tiempos, porque se sabe que todos los géneros de manifestaciones han sido conocidos desde los tiempos más remotos, y no puede ser de otra manera; pues que siendo efectos naturales, han debido producirse en todas épocas.
Tertuliano habla en términos explícitos de las mesas giratorias y parlantes.
Este fenómeno, durante algún tiempo, ha alimentado la curiosidad de los salones; después se ha dejado por otras distracciones porque no era más que un objeto de distracción. Dos causa han contribuido al abandono de las mesas giratorias: la moda para las gentes frívolas que raramente consagran dos inviernos a la misma diversión, siendo prodigioso el que hayan empleado en este tres o cuatro. Para las gentes graves y observadoras ha salido de ella alguna cosa seria que ha prevalecido; si abandonaron las mesas giratorias fue para ocuparse de las consecuencias mucho más importantes en sus resultados: han dejado el alfabeto por la ciencia; he aquí todo el secreto de este abandono aparente que tanta algazara ha movido entre los burlones.
Sea de ello lo que quiera, las mesas giratorias no dejan de ser el punto de partida de la Doctrina Espiritista, y bajo este título les debemos algún desarrollo, tanto más que presentando los fenómenos en su mayor sencillez, el estudio de las causas será mucho más fácil, y una vez establecida la teoría, nos dará la llave de los efectos más complicados.

61. Para la producción del fenómeno es necesaria la intervención de una o muchas personas dotadas de una aptitud especial que se designan bajo el nombre de "médiums." El número de los que cooperan es indiferente, no ser que en la cantidad puedan encontrarse algunos médiums desconocidos. En cuanto a aquellos cuya mediumnidad es nula, su presencia es de ningún resultado y aún más dañosa que útil, por la disposición de espíritu que traen muchas veces.
Los médiums poseen, bajo este aspecto, un poder más o menos grande, y producen, por consecuencia, efectos más o menos pronunciados; muchas veces una persona, médium poderoso, producirá por si sola mucho más que otras veinte reunidas; le bastará colocar las manos sobre la mesa para que al instante se mueva, se levante, se caiga, dé saltitos o gire con violencia.
62. No hay ningún indicio de la facultad medianímica; la experiencia sólo puede hacerla conocer. Cuando en una reunión se quiere ensayar, es preciso sentarse simplemente alrededor de una mesa y colocar las manos extendidas encima, sin presión ni contracción muscular. Al principio, como se ignoraban las causas del fenómeno, se indicaron muchas precauciones, reconocidas después absolutamente inútiles; tal es, por ejemplo, la alternativa de los sexos, y también el contacto de los dedos pequeños de las diferentes personas, formando una especie de cadena no interrumpida. Esta última precaución había parecido necesaria cuando se creía en la acción de una especie de corriente eléctrica; después la experiencia ha demostrado su inutilidad. La sola prescripción rigurosamente obligatoria es el recogimiento, un silencio absoluto, y sobre todo la paciencia, si el efecto se hace esperar. Puede ser que se produzca en algunos minutos, como puede tardar media hora o una; esto depende de la potencia medianímica de los cooperantes.

63. Decimos, además, que la forma de la mesa, la sustancia de que está hecha, la presencia de los metales, de la seda, de los vestidos, de los asistentes, los días, las horas, la oscuridad o la luz, etc., son tan indiferentes como la lluvia o el buen tiempo. Solo el volumen de la mesa es de alguna importancia, pero únicamente en el caso de que la potencia medianímica fuese insuficiente para vencer la resistencia; en caso contrario una sola persona aun un niño puede hacer levantar una mesa de cien kilogramos, mientras que con condiciones menos favorables, doce personas no harían mover el más pequeño velador.
En este estado, cuando el efecto empieza a manifestarse, generalmente se oye un pequeño crujido en la mesa se siente como un estremecimiento que es el preludio del movimiento; parece que hace esfuerzos para destacarse; después se pronuncia el movimiento de rotación y se acelera hasta el punto de adquirir una rapidez tal que los asistentes casi no pueden seguirla. Una vez establecido el movimiento, pueden también separarse de la mesa, la que continúa moviéndose en diversos sentidos, sin contacto.
En otras circunstancias la mesa se levanta y se endereza, tan pronto sobre un solo pie como sobre otro; después vuelve a tomar con suavidad su posición natural.
Otras, veces se balancea imitando el movimiento de ondulación de un buque; otras, en fin, pero para esto es preciso una potencia medianímica considerable, se destaca enteramente del suelo y se mantiene en equilibrio en el espacio, sin punto de apoyo, levantándose también algunas veces hasta el techo, de modo que puede pasarse por debajo; después vuelve a descender lentamente, meciéndose como lo haría una hoja de papel, o bien cae violentamente y se rompe, lo que prueba de una manera patente, que uno no es juguete de una ilusión óptica.

64. Otro fenómeno que se produce muy a menudo, según la naturaleza del médium, es el de los golpes dados en el mismo tejido de la madera, sin ningún movimiento de la mesa; estos golpes, algunas veces muy débiles, otras veces bastante fuertes, se hacen oír igualmente en los otros muebles de la habitación, contra las puertas, las paredes y el techo. Luego volveremos a tratar de esto. Cuando han tenido lugar en la mesa, producen en ésta una vibración muy sensible para los dedos, y sobre todo muy clara cuando se aplica el oído.

CAPÍTULO III
MANIFESTACIONES INTELIGENTES

65. En lo que acabamos de ver, nada revela, seguramente, la intervención de una potencia oculta, y estos efectos podrían perfectamente explicarse por la acción de una corriente magnética o eléctrica, o la de un fluido cualquiera. Tal ha sido en verdad la primera solución dada a estos fenómenos, y que podía con razón, pasar por muy lógica.
Hubiera, sin duda, prevalecido si otros hechos no hubiesen venido a demostrar su insuficiencia; estos hechos son las pruebas de inteligencia que ellos han dado; pues como todo efecto inteligente debe tener una causa inteligente, es evidente que aun admitiendo que la electricidad o cualquiera otro fluido juegue en ello algún papel, se mezcla alguna otra causa. ¿Qué causa es esta? ¿Qué inteligencia? Las continuadas observaciones nos lo han hecho conocer.

66. Para que una manifestación sea inteligente, no es necesario que sea elocuente, ni de genio privilegiado o sabio: basta que pruebe un acto libre y voluntario, expresando una intención o respondiendo a un pensamiento. Cuando se ve una veleta agitada por el viento, se tiene la seguridad de que sólo obedece a una impulsión mecánica; pero si se reconoce en sus movimientos señales intencionales, si gira de derecha a izquierda, pronto o con lentitud, obedeciendo a una voluntad, nos veremos obligados a admitir no que la veleta sea inteligente sino que obedece a una inteligencia.
Esto mismo sucede respecto de la mesa.

67. Hemos visto moverse la mesa, levantarse y dar golpes bajo la influencia de uno o muchos médiums. El primer efecto inteligente que se notó fue el ver que estos movimientos obedecían a un mandato y, sin mudar de sitio, la mesa se levantaba alternativamente sobre el pie designado; después, volviendo a caer, daba un número determinado de golpes, respondiendo a una pregunta. Otras veces la mesa, sin el contacto de nadie, se paseaba sola por la habitación, yendo de derecha a izquierda, adelante o atrás, ejecutando diversos movimientos según la orden de los asistentes.
Es muy evidente que, lejos de toda suposición de fraude, admitimos la completa lealtad de los asistentes, atestiguada por su honradez y su perfecto desinterés. Más tarde hablaremos de las supercherías contra las cuales es prudente estar preparado.

68. Por medio de los golpes, y, sobre todo, por los golpes íntimos que acabamos de hablar, se obtienen efectos aún más inteligentes, como la imitación de los diversos redobles del tambor, fuegos de fila o pelotón, cañonazos, como en un simulacro de guerra, el rechino de la sierra, los golpes del martillo, la cadencia de diferentes melodías, etc. Esto fue, como se comprende, un vasto campo abierto a la explotación. Se dijo que, puesto que allí había una inteligencia oculta, podía responder a las preguntas, y respondió, en efecto, por un "sí" o por un "no", mediante un número de golpes de convención. Estas respuestas fueron muy insignificantes; así es que se tuvo la idea de hacer que se designaran las letras del alfabeto, y componer de este modo palabras y frases.

69. Estos hechos, repetidos a voluntad por millares de personas y en todos los países, no podían dejar duda sobre la naturaleza inteligente de las manifestaciones. Entonces fue cuando surgió un nuevo sistema, según el cual esta inteligencia debía ser la del médium, la del interrogador o la de los mismos asistentes. La dificultad estaba en explicar cómo esta inteligencia podía reflejarse en la mesa e interpretarse por los golpes; una vez constatado que los golpes, no los daba el médium, lo serían por el pensamiento; pero, el pensamiento dando golpes, era un fenómeno aún más prodigioso que todos aquellos que se habían visto.
La experiencia no tardó en demostrar lo inadmisible de esta opinión. En efecto, las respuestas se encontraban muy a menudo diametralmente opuestas con el pensamiento de los asistentes, fuera del alcance intelectual del médium, y aun en idiomas que no conocía, o relatando hechos ignorados de todos. Estos ejemplos son tan numerosos, que es casi imposible que el que se haya ocupado algo de comunicaciones espiritistas no lo haya visto diferentes veces. Sólo citaremos uno que se nos ha referido por un testigo ocular.

70. A bordo de un buque de la marina imperial francesa, en estación en los mares de la China, toda la tripulación, desde los marineros hasta el estado mayor, se ocupaba en hacer hablar a las mesas. Se tuvo la idea de evocar al Espíritu de un teniente de este mismo buque, muerto hacía dos años. Vino, y después de diversas comunicaciones que llenaron a todos de asombro, dijo lo que sigue, por medio de golpes. "Os suplico
encarecidamente que paguéis al capitán la suma de... (indicaba la cantidad) que le debo, y que siento no haberle podido reembolsar antes de mi muerte." Nadie conocía el hecho; el mismo capitán había olvidado este crédito, por cierto muy insignificante; pero examinando sus cuentas, encontró el asiento de la deuda del teniente, y cuya cantidad era exactamente la indicada. Dígasenos de qué pensamiento provenía el reflejo de esta indicación.

71. Se perfeccionó el arte de comunicar por los golpes alfabéticos, pero el medio era siempre muy largo. Sin embargo se obtienen comunicaciones de cierta extensión así como interesantes revelaciones sobre el mundo de los Espíritus. Estos indicaron otros medios, y a ellos debemos el de las comunicaciones escritas.
Las primeras comunicaciones de este género tuvieron lugar adaptando un lápiz al pie de una mesita ligera colocada sobre una hoja de papel. La mesita, puesta en movimiento por la influencia del médium, se puso a trazar caracteres, luego palabras y frases. Se simplificó sucesivamente este medio sirviéndose de mesitas tan grandes como la mano, hechas expresamente; después de cestitas, de cajas de cartón y, en fin, de simples tablitas. La escritura era tan corriente, tan rápida y tan fácil como con la mano; pero se reconoció más tarde que todos estos objetos no eran más, en definitiva, que apéndices, verdaderos lapiceros de los cuales no había necesidad, teniendo por si mismo el lápiz; la mano, arrastrada por un movimiento voluntario, escribía bajo la impulsión dada por el Espíritu y sin el concurso de la voluntad, ni del pensamiento del médium. Desde entonces las comunicaciones de ultratumba no tuvieron más límites que la correspondencia habitual entre vivos. Volveremos sobre estos diferentes medios que explicaremos en detalle; los hemos bosquejado rápidamente para demostrar la sucesión de los hechos que han conducido a acreditar en estos fenómenos la intervención de inteligencias ocultas, o de otro modo, de los Espíritus.

CAPÍTULO IV
TEORÍA DE LAS MANIFESTACIONES FÍSICAS
Movimientos y suspensiones. - Ruidos. – Aumento y disminución del peso de los cuerpos

72. Estando demostrada por el razonamiento y por los hechos la existencia de los Espíritus, así como la posibilidad para ellos de obrar sobre la materia, se trata ahora de conocer cómo se opera esta acción y cómo se arreglan para hacer mover las mesas y los otros cuerpos inertes.
Una idea se presenta naturalmente y es la que hemos tenido ya; como fue combatida por los Espíritus, que han dado otra explicación de la que esperábamos, es una prueba evidente que su teoría no era nuestra opinión. Pero este primer pensamiento cada uno podrá tenerlo como nosotros; en cuando a la teoría de los Espíritus no creemos que haya venido jamás a la idea de alguien. Se reconocerá sin trabajo cuán superior es a la nuestra, aunque menos sencilla, porque da la solución a una porción de hechos que no encontraban en aquélla una explicación satisfactoria.

73. Desde el momento que se conoce la naturaleza de los Espíritus, su forma humana, las propiedades semimateriales del periespíritu, la acción mecánica que puede tener sobre la materia, que en los hechos de aparición, se han visto manos fluídicas y aun tangibles asir objetos y transportarlos, era natural el creer que el Espíritu se servía simplemente de sus manos para hacer girar la mesa y que la levantaba en el espacio a fuerza de brazos. Pero en este caso, ¿qué necesidad hay de tener un médium? ¿El Espíritu no puede obrar solo? Porque el médium, que coloca las más de las veces sus manos en sentido contrario del movimiento, o casi que no las coloca del todo, evidentemente no puede secundar al Espíritu con ninguna acción muscular. Dejemos, desde luego, hablar a los Espíritus que hemos interrogado con este objeto.

74. Las respuestas siguientes se nos dieron por el Espíritu de San Luis; después se han confirmado por muchos otros.
1. ¿El fluido universal es una emanación de la divinidad? "No."
2. ¿Es una creación de la divinidad? "Todo es creado excepto Dios."
3.¿El fluido universal es al mismo tiempo el elemento universal? "Sí, es el principio elemental de todas las cosas."
4. ¿Tiene alguna relación con el fluido eléctrico del cual conocemos los efectos? "Es su elemento."
5. ¿Cuál es el estado en que el fluido universal se presenta a nosotros en su más grande simplicidad?
"Para encontrarlo en su simplicidad absoluta sería preciso remontarse hasta los Espíritus puros; en vuestro mundo está siempre más o menos modificado para formar la materia compacta que os rodea; sin embargo podéis decir que el estado que se acerca más a esta simplicidad, es el del fluido que vosotros llamáis 'fluido magnético animal'."
6. Se ha dicho que el fluido universal es la fuente de la vida; ¿es el mismo tiempo la fuente de la inteligencia?
"No; este fluido sólo anima la materia."
7. Puesto que es este fluido el que compone el periespíritu, parece que está en un estado de condensación ¿qué le acerca, hasta cierto punto, a la materia propiamente dicha?
"Hasta cierto punto, como vosotros lo decís, porque no tiene todas sus propiedades; es más o menos condensado según los mundos."
8. ¿Cómo un Espíritu puede operar el movimiento de un cuerpo sólido? "Combina una parte de fluido universal con el fluido que despide el médium propio a este efecto."
9. ¿Los Espíritus levantan la mesa con ayuda de sus miembros solidificados de cierto modo?
"Esta respuesta no conducirá todavía a lo que deseáis. Cuando una mesa se mueve balo vuestras manos, el Espíritu evocado va a tomar en el fluido universal de qué animarla de una vida ficticia. La mesa preparada de este modo el Espíritu la atrae y la mueve balo la influencia de su propio fluido desprendido por su voluntad. Cuando la mesa que quiere poner en movimiento es demasiado pesada para él, llama en su ayuda a los Espíritus que se encuentran en las mismas condiciones que él. En razón de su naturaleza etérea, el Espíritu propiamente dicho no puede obrar sobre la materia grosera sin intermediario, esto es, sin el lazo que le une a la materia; este lazo, que constituye lo que vosotros llamáis el periespíritu, os da la llave de todos los fenómenos espiritistas materiales. Creo haberme explicado bastan te claro para hacerme comprender."
Observación. - Llamamos la atención sobre esta primera frase: "Esta respuesta no conducirá todavía a lo que deseáis." El Espíritu había comprendido perfectamente que todas las preguntas precedentes no se hacían sino para llegar a ésta; e hizo alusión a nuestro pensamiento que esperaba en efecto, otra respuesta, esa es la confirmación de nuestra idea sobre la manera con que el Espíritu hace mover las mesas.
10. Los Espíritus que él llama en su ayuda, ¿le son inferiores? ¿están bajo sus órdenes? "Iguales casi siempre; muchas veces vienen por sí mismos."
11. ¿Todos los Espíritus son aptos para producir los fenómenos de este género?
"Los Espíritus que producen esta clase de efectos son siempre Espíritus inferiores que no están aún enteramente desprendidos de toda influencia material."
12. Nosotros comprendemos que los Espíritus superiores no se ocupen de cosas inferiores a su esfera; pero preguntamos si en razón de estar más desmaterializados, tendrían la potencia de hacerlo, si lo quisieran hacer.
"Tienen la fuerza moral, como los otros tienen la fuerza física; cuando tienen necesidad de ésta fuerza, se sirven de los que la poseen. ¿No se os ha dicho que se sirven de Espíritus inferiores, como lo hacéis vosotros con los cargadores"?
Observación. Se ha dicho que la densidad del periespíritu si puede expresarse así, varía según el estado de los mundos, parece que varía también, del mismo modo según los individuos. En los Espíritus avanzados "moralmente", es más sutil y se acerca al de los Espíritus elevados: en los Espíritus inferiores al contrario, se aproxima a la materia, y es la que hace que estos Espíritus de baja clase, conserven tan largo tiempo las ilusiones de la vida terrestre; piensan y obran como si aún estuvieran vivos; tienen los mismos deseos, y se podría casi decir, la misma sensualidad. Esta grosería del periespíritu dándole más "afinidad" con la materia hace a los Espíritus inferiores más propios para las manifestaciones físicas. Por la misma razón un hombre de mundo acostumbrado a los trabajos de la inteligencia, cuyo cuerpo es débil y delicado, no puede levantar un bulto pesado como un mozo de cordel. La materia en él es de cierto modo menos compacta, los órganos menos resistentes; tiene menos fluido nervicio. El periespíritu siendo al Espíritu lo que el cuerpo es al hombre, y su densidad estando en razón de la inferioridad del Espíritu, reemplaza en él la fuerza muscular, esto es, le da sobre los fluidos necesarios para las manifestaciones, una potencia mayor que la que podrían tener aquellos cuya naturaleza es más etérea. Si un Espíritu elevado quiere producir tales efectos, hace lo que hacen entre nosotros las gentes delicadas: lo hace hacer por un "Espíritu del oficio."
13. Si nosotros hemos comprendido bien lo que habéis dicho, el principio vital reside en el fluido universal; el Espíritu toma en ese fluido la envoltura semimaterial que constituye su periespíritu, y por medio de este fluido obra sobre la materia inerte.
"Sí esto es, que él anima la materia de una especie de vida ficticia: la materia se anima de la vida animal. La mesa que se mueve balo vuestras manos vive, como el animal; obedece por si misma al ser inteligente. No es éste el que la empuja como el hombre hace con un fardo; cuando la mesa se levanta, no es que el Espíritu la levan te a fuerza de brazos es la mesa animada que obedece a la impulsión dada por el Espíritu."
14. ¿Cuál es el papel del médium en este fenómeno?
"Lo he dicho: el fluido propio del médium se combina con el fluido universal acumulado por el Espíritu; es menester la unión de estos dos fluidos, esto es, del fluido animalizado con el fluido universal, para dar vida a la mesa. Pero observad bien que esta vida es sólo momentánea; se extingue con la acción, y muchas veces antes del fin de la acción, tan pronto como la cantidad del fluido no es suficiente para animarla."
15. ¿El Espíritu puede obrar sin el concurso de un médium?
"Puede obrar sin saberlo el médium; es decir, que muchas personas sirven de auxiliares a los Espíritus para ciertos fenómenos, sin pensar en ello. El Espíritu toma de ellas, como de una fuente, el fluido animalizado que necesita; así es que el concurso de un médium tal como lo entendéis, no es siempre necesario, lo que tiene lugar, sobre todo, en los fenómenos espontáneos."
16. La mesa animada, ¿obra con inteligencia? ¿piensa? "Piensa tanto como el bastón con el cual hacéis un signo inteligente; pero la vitalidad de que está animada le permite obedecer a la impulsión de una inteligencia.
Sabed, pues, bien, que la mesa que se mueve no viene a ser 'Espíritu', y que no tiene por sí misma ni pensamiento ni voluntad."
Observación. - Muchas veces se sirve de una expresión análoga en el lenguaje usual se dice de una rueda que gira con velocidad que está "animada" de un movimiento rápido.
17. ¿Cuál es la causa preponderante en la producción de este fenómeno: el Espíritu o el fluido? "El Espíritu es la causa; el fluido es el instrumento; las dos cosas son necesarias."
18. ¿Qué papel hace la voluntad del médium en este caso? "Llamar a los Espíritus y secun darles en la impulsión dada al fluido."
- ¿La acción de la voluntad es siempre indispensable?
"Ayuda a la potencia pero no es siempre necesaria, puesto que el movimiento puede tener lugar contra y a pesar de esta voluntad, y eso es una prueba de que hay una causa independiente del médium."
Observación. - El contacto de las manos no es siempre necesario para hacer mover un objeto. Las más de las veces lo es para dar el primer impulso, pero una vez que el objeto está animado, puede obedecer a la voluntad sin el contacto material; esto depende, ya de la potencia del médium, ya de la naturaleza de los Espíritus. El primer contacto ni siquiera es siempre indispensable; tenemos la prueba en los movimientos y mudanzas espontáneas que nadie piensa en provocar.
19. ¿Por qué todo el mundo no puede producir el mismo efecto, y por qué todos los médiums no tienen la misma potencia?
"Esto depende del organismo y de la mayor o menor facilidad con la cual la combinación de los fluidos puede operarse después, porque el Espíritu del médium simpatiza más o menos con los Espíritus extraños que encuentran en él la potencia fluídica necesaria. Sucede con esta potencia como con la de los magnetizadores, que es más o menos grande. Bajo este aspecto hay personas que son del todo refractarias; otras en las que la combinación no se opera por un esfuerzo de su voluntad; otras, en fin, entre las cuales tiene lugar tan natural y fácilmente que ni aun se lo conocen, y sirven de instrumento sin saberlo, como ya hemos dicho." (Véase más
adelante el capítulo de las manifestaciones espontáneas).
Observación. - El magnetismo es sin ninguna duda el principio de estos fenómenos, pero no tal como se entiende generalmente; la prueba es que hay magnetizadores muy poderosos, que no harían mover un velador, y personas que no pueden magnetizar, y también niños, a quienes basta colocar los dedos sobre una pesada mesa para hacerla mover; luego, si la potencia medianímica no está en razón de la potencia magnética, es que hay otra causa.
20. Las personas llamadas eléctricas, ¿pueden ser consideradas como médiums? "Estas personas toman en sí mismas el fluido necesario para producir el fenómeno, y pueden obrar sin el socorro de Espíritus extraños. No son entonces médiums en el sentido que se da a esta palabra; pero puede ser también que un Espíritu les asista y aproveche sus disposiciones naturales."
Observación. Será respecto de estas personas como de las de los sonámbulos que pueden obrar con o sin el concurso de un Espíritu extraño, (véase el cap. de los médiums, artículo relativo a los médiums sonámbulos).
21. El Espíritu que obra sobre los cuerpos sólidos para moverlos, ¿está en la sustancia misma de los cuerpos, o bien fuera de esta sustancia?
"Lo uno y lo otro; hemos dicho que la materia no es un obstáculo para los Espíritus; penetran por todo; una porción del periespíritu se identifica, por decirlo así con el objeto que penetra."
22. ¿Cómo se arregla el Espíritu para golpear? ¿se sirve de un objeto material? "No, así como no se sirve de sus brazos para levantar la mesa. Bien sabéis que no tiene martillo a su disposición. Su martillo es el fluido combinado puesto en acción por su voluntad para mover o para golpear. Cuando mueve, la luz os trae la vista de sus movimientos; cuando golpea, el aire os trae el sonido."
23. Nosotros concebimos esto cuando golpea sobre un cuerpo duro; pero, ¿cómo puede hacer oír ruido o sonidos articulados en el espacio? "Puesto que obra sobre la materia, puede obrar sobre el aire lo mismo que sobre la mesa. En cuanto a los sonidos articulados puede imitarlos como los demás ruidos."
24. Decís que el Espíritu no se sirve de sus manos para remover la mesa; sin embargo se ha visto en ciertas manifestaciones visuales aparecer manos cuyos dedos se paseaban sobre un teclado, agitaban las teclas y hacían oír sonidos. ¿No parecería que el movimiento de las teclas se producía por la presión de los dedos? ¿Esta presión no es también directa y real, cuando se hace sentir sobre nosotros mismos y cuando estas manos dejan señales sobre la piel?
"Vosotros no podéis comprender la naturaleza de los Espíritus y su manera de obrar sino por comparaciones que sólo os dan una idea incompleta, y es un mal el querer asimilar siempre sus procedimientos a los vuestros. Sus procedimientos deben estar en relación con su organismo. ¿No os he dicho que el fluido del periespíritu penetra la materia y se identifica con ella, a la que anima con una vida ficticia? ¡Pues bien! cuando
el Espíntu pone los dedos sobre las teclas, los pone realmente y también las mueve; pero no es por la fuerza muscular que comprime la tecla; lo que hace es animarla lo mismo que anima la mesa, y la tecla, obedeciendo a su voluntad, se mueve y toca la cuerda. En esto sucede también una cosa que os será difícil comprender, y es que ciertos Espíritus están tan poco adelantados y de tal modo materializados comparativamente con los Espíritus elevados, que tienen todavía las ilusiones de la vida terrestre y creen obrar como cuando tenían su cuerpo; no se dan más cuenta de la verdadera causa de los efectos que producen, lo mismo que un hombre del campo tampoco comprende la teoría de los sonidos que articula; preguntadles cómo tocan el piano: os dirán que golpean encima con sus dedos, porque creen golpear; el efecto se produce instintivamente en ellos sin que sepan cómo, y, sin embargo, por su voluntad. Lo mismo sucede cuando se hacen oír por palabras."
Observación. Resulta de estas explicaciones, que los Espíritus pueden producir todos los efectos que producimos nosotros mismos, pero por medios apropiados a su organismo; ciertas fuerzas que les son propias reemplazan los músculos que nos son necesarios para obrar; de la misma manera que el gesto reemplaza en el mudo, la palabra que le falta.
25. Entre los fenómenos que se citan como prueba de la acción de una potencia oculta, los hay que son evidentemente contrarios a todas las leyes conocidas de la Naturaleza; entonces ¿no parece que debe permitirse la duda? "Es que el hombre está lejos de conocer todas las leyes de la Naturaleza; si las conociese todas sería Espíritu superior. Todos los días, por tanto, da en desmentido a aquellos que, creyendo saberlo todo, pretenden poner límites a la Naturaleza, y por eso no son menos orgullosos. Descorriendo el velo sin cesar de los nuevos misterios, Dios advierte al hombre para que desconfíe de sus propias luces, porque vendrá un día en que 'la ciencia del más sabio será confundida' ¿No tenéis todos los días ejemplos de cuerpos animados de un movimiento capaz de vencer la fuerza de gravitación? La bala lanzada en el aire ¿no vence momentáneamente esta fuerza? Pobres hombres que creéis ser muy sabios, y cuya tonta vanidad es a cada instante derrotada, sabed, pues, que aún sois muy pequeños."

75. Estas explicaciones son claras, categóricas y sin ambigüedad; resalta de ellas este punto capital que el fluido universal, en el cual reside el principio de la vida, es el agente principal de las manifestaciones y recibe su impulsión del Espíritu, ya sea encarnado o errante. Este fluido condensado constituye el periespíritu o envoltura semimaterial del Espíritu. En el estado de encarnación, el penespíritu está unido a la materia del cuerpo; en el estado errante, es libre; cuando el Espíritu está encarnado, la sustancia del periespíritu esta más o menos adherente, si se puede expresar así. Entre ciertas personas hay alguna especie de emanación de este fluido por consecuencia de su organismo, y esto es lo que, propiamente hablando, constituye los médiums de influencias físicas. La emisión del fluido animalizado puede ser más o menos abundante, su combinación más o menos fácil; de ahí los médiums más o menos potentes; tampoco es permanente, y así se explica la intermitencia de esta potencia.

76. Pongamos una comparación. Cuando se tiene la voluntad de obrar materialmente sobre un punto cualquiera colocado a distancia, el pensamiento es el que quiere, pero el pensamiento solo no va a tocar este punto; le es preciso un intermediario que el mismo dirige: un bastón, un proyectil, una corriente de aire, etc. Observad, también, que el pensamiento no obra directamente sobre el bastón, porque si no se le toca no obrará por sí solo. El pensamiento, que no es otro que el Espíritu encarnado en nosotros, está unido al cuerpo por el periespíritu; así, pues, no puede obrar sobre el cuerpo sin el periespíritu, como no puede obrar sobre el bastón sin el cuerpo; obra sobre el periespíritu porque es la sustancia con la cual tiene más afinidad; el periespíritu obra sobre los músculos, los músculos cogen el bastón y el bastón toca el objeto. Cuando el Espíritu no es encarnado, le es preciso un auxiliar extraño; este auxiliar es el fluido con cuya ayuda hace que el objeto sea propio para seguir la impulsión de su voluntad.
77. De este modo, cuando se da movimiento a un objeto levantándolo o lanzándolo al aire, no es el Espíritu quien lo coge, lo empuja o levanta, como nosotros lo haríamos con la mano; él lo "satura", por decirlo así, con su fluido combinado con el del médium, y el objeto, vivificado así momentáneamente, obra como lo haría un ser viviente con la diferencia de que no teniendo voluntad propia, sigue el impulso de la voluntad del Espíritu.
Puesto que el fluido vital tomado en cierto modo por el Espíritu, da una vida ficticia y momentánea a los cuerpos inertes, pues el periespíritu no es otra cosa sino este mismo fluido vital, se sigue que cuando el Espíritu está encarnado, él es quien da la vida a su cuerpo por medio de su periespíritu, al que permanece unido tanto como el organismo lo permite; cuando se retira, el cuerpo muere. Ahora, si en lugar de una mesa se hace una estatua de madera, y se obra sobre esta estatua como sobre una mesa, se tendrá una estatua que se moverá, que golpeará, que responderá por sus movimientos y por sus golpes; se tendrá, en una palabra, una estatua momentáneamente animada por una vida artificial; se han llamado mesas parlantes, se podrían llamar estatuas parlantes.
¡Qué luz no no arroja esta teoría sobre una porción de fenómenos hasta ahora sin solución! ¡Qué alegorías y efectos misteriosos no explica!

78. Los incrédulos objetan también que el hecho de la suspensión de las mesas sin punto de apoyo, es imposible porque es contrario a la ley de gravitación. Nosotros les responderemos, desde luego, que su negación no es una prueba; en segundo lugar, que si el hecho existe, por más que fuese contrario a todas las leyes conocidas, probaría una cosa, y es que se apoya sobre una ley desconocida y que los que niegan no pueden tener la pretensión de conocer todas las leyes de la Naturaleza. Acabamos de explicar esta ley, pero esto no es una razón para que sea aceptada por ellos, precisamente, porque se ha dado por Espíritus que han dejado su vestido terrestre, en lugar de serlo por Espíritus que lo tienen todavía y que se sientan en la Academia. De tal suerte que si el Espíritu de Arago vivo hubiese presentado esta ley, la hubiesen aceptado a ojos cerrados; pero presentaba por el Espíritu de Arago muerto, es una utopía; ¿y por qué? porque creen que Arago, siendo muerto, todo ha muerto en él. No tenemos la pretensión de disuadirles: sin embargo, como esta objeción podría embarazar a ciertas personas, vamos a ensayar en contestarla poniéndonos desde su punto de vista, esto es, haciendo abstracción por un instante de la teoría de la animación ficticia.

79. Cuando se hace el vacío bajo la campana de la máquina neumática, esta campana se adhiere con tal fuerza que es imposible levantarla por causa del peso de la columna de aire que pesa sobre ella. Que se haga entrar el aire y la campana se levanta con la mayor facilitad, porque el aire de debajo hace contrapeso con el aire de encima; sin embargo, abandonada a si misma, permanecerá sobre el platillo en virtud de la ley de gravitación. Ahora, que el aire de debajo esté comprimido, que tenga una densidad más grande que el de encima, la campana se levantará a pesar de la gravitación; si la corriente de aire es rápida y violenta, podrá sostenerse en el espacio sin ningún apoyo "visible", lo mismo que se hace con ciertos muñecos que, puestos en un surtidor de agua, dan volteretas. ¿Por qué, pues, el fluido universal, "que es el elemento de toda materia", estando acumulado alrededor de la mesa, no tendría la propiedad de disminuir o aumentar el peso específico relativo, como el aire lo hace con la campana de la máquina neumática, como el gas hidrógeno lo hace con los globos, sin que por esto se deroguen las leyes de la gravitación? ¿Conocéis todas las propiedades y todo el poder de este fluido? No; ¡pues bien! no neguéis un hecho porque no podáis explicarlo.
80. Volvamos a la teoría del movimiento de las mesas. Si por el medio indicado el Espíritu puede levantar una mesa, puede levantar cualquier otra cosa: un sillón por ejemplo. Si puede levantar un sillón, puede también, con una fuerza suficiente, levantar al mismo tiempo una persona sentada en él. He aquí, pues, la explicación de este fenómeno, que ha producido cien veces M. Home, en sí mismo y sobre otras personas; lo ha repetido durante un viaje a Londres, y a fin de probar que los espectadores no eran juguete de una ilusión óptica, hizo en el techo una señal con un lápiz, pasándole por debajo. Se sabe que M. Home es un poderoso médium para los efectos físicos; él era, en este caso, la causa eficiente y el objeto.

81. Acabamos de hablar del aumento posible del peso; en efecto, es un fenómeno que se produce algunas veces y sólo tiene de anómalo la misma resistencia prodigiosa de la campana, bajo la presión de la columna atmosférica. Se ha visto bajo la influencia de ciertos médiums que, objetos bastante ligeros, ofrecían la misma resistencia, y después ceder de repente al menor esfuerzo. En la referida experiencia, la campana no pesa en realidad ni más ni menos por sí misma, pero parece más pesada por efecto de la causa exterior que obra sobre ella; probablemente en esto sucede lo mismo. La mesa tiene siempre el mismo peso intrínseco, porque su masa no ha aumentado, pero una fuerza extraña se opone a su movimiento, y esta causa puede estar en los fluidos ambientes que la penetran, como la que aumenta o disminuye el peso aparente de la campana, esta en el aire. Haced la experiencia de la campana neumática delante de un campesino ignorante, y no comprendiendo que es el aire que no ve él que obra, no será difícil persuadirle de que es el diablo.
Puede que se diga que, siendo este fluido imponderable, su acumulación no puede aumentar el peso de un objeto: conformes, pero observad que si nos hemos servido de la palabra "acumulación" es por comparación y no por asimilación absoluta con el aire; este es imponderable, convenido; pero nada lo prueba; su naturaleza íntima no es desconocida, y estamos lejos de conocer todas sus propiedades. Antes que se hubiera experimentado el peso del aire, no se sospechaban los efectos de este mismo peso. La electricidad está también colocada entre los fluidos imponderables; sin embargo, un cuerpo puede ser detenido por una corriente eléctrica y ofrecer una resistencia grande al que quiera levantarlo; es, pues, que se ha vuelto más pesado en apariencia. Porque no se vea lo que le sostiene, sería ilógico decir que no existe. El Espíritu puede, pues, tener palancas que nos son desconocidas; la Naturaleza nos prueba todos los días que su potencia no se detiene en el testimonio de los sentidos.
No puede explicarse sino por una causa semejante el fenómeno singular, del que se han visto muchos ejemplos, de una joven débil y delicada, levantando con dos dedos, sin refuerzo y como una pluma, a un hombre fuerte y robusto, con el asiento en que estaba. Lo que prueba una causa extraña a la persona, son las intermitencias de la facuItad.

CAPÍTULO V
MANIFESTACIONES FÍSICAS ESPONTÁNEAS
Ruidos, barahúndas, alborotos y perturbaciones - Objetos lanzados. - Fenómeno de los aportes

82. Los fenómenos, de los cuales acabamos de hablar, son provocados; pero algunas veces son, también, espontáneos, sin que participe para nada la voluntad; todo lo contrario, puesto que a menudo son muy importunos. Lo que excluye, por otra parte, el pensamiento de que puedan ser efecto de la imaginación sobrexcitada por las ideas espiritistas, es que tienen lugar entre personas que no han oído jamás hablar de ellas en el momento que menos lo esperaban. Estos fenómenos, que se podrían llamar Espiritismo práctico natural, son muy importantes, porque no pueden haber sospechas de connivencia; por esto invitamos a las personas que se ocupan de los fenómenos espiritistas a que recojan todos los hechos de este género que viniesen a su conocimiento, y sobre todo a hacer constatar con cuidado su realidad por un estudio minucioso de las circunstancias, a fin de asegurarse que uno no es juguete de una ilusión o de una mixtificación.

83. De todas las manifestaciones espiritistas, las más sencillas y las más frecuentes son los ruidos y los golpes; aquí es, sobre todo, donde es preciso temer a la ilusión, porque una porción de causas naturales pueden producirlos: el viento que silba o que agita un objeto, un cuerpo que se mueve por si mismo sin apercibirse, un efecto acústico, un animal oculto, un insecto, etc. y también las bromas de mal gusto de algunas personas. Los ruidos espiritistas tienen, por otra parte, un carácter particular, afectando una intensidad y un timbre muy variados que les distinguen fácilmente, y que no permiten confundirlos con el crujido de la madera, el chisporroteo del fuego o el monótono tic-tac de un péndulo; esto son golpes secos, tan pronto sordos, débiles y ligeros, como claros distintos, algunas veces estrepitosos, que cambian de sitio y se repiten sin tener una regularidad mecánica. De todos los medios de comprobación, el más eficaz, el que no puede dejar duda sobre su origen, es la obediencia a la voluntad. Si los golpes se oyen en el paraje designado, si responden al pensamiento por su número y su intensidad, no se puede desconocer en ellos una causa inteligente; pero la falta de obediencia no es siempre una prueba contraria.

84. Admitamos ahora que por una indagación minuciosa se adquiere la certeza que los ruidos o todos los demás efectos son manifestaciones reales. ¿Es racional el asustarse? Seguramente que no; porque en ningún caso podría haber el menor peligro; las personas a quienes se persuade que es el diablo, son las únicas que se afectan de un modo molesto, como los niños a quienes se hace miedo con las brujas. Es preciso convenir que estas manifestaciones adquieren en ciertas circunstancias proporciones de una persistencia desagradable y es muy natural que se desee desembarazarse de ellas.
Con este motivo es necesario que hagamos una explicación.

85. Hemos dicho que las manifestaciones físicas tienen por objeto llamar nuestra atención sobre alguna cosa y convencernos de la presencia de una potencia superior al hombre. Hemos dicho también que los Espíritus elevados no se ocupan de esta clase de manifestaciones; se sirven de los Espíritus inferiores para producirlas, como nosotros nos servimos de los criados para los trabajos groseros, y con el fin que acabamos de indicar. Conseguido el objeto, la manifestación material cesa, porque ya no es necesaria.
Uno o dos ejemplos harán que este se comprenda mejor.
Hace algunos años, al principio de mis estudios sobre el Espiritismo, estando una tarde ocupado en un trabajo sobre esta materia, oí golpes alrededor de mí durante cuatro horas consecutivas. Era la vez primera que semejante cosa me acontecía, averigüé que no tenía ninguna causa accidental, pero por el momento no pude saber más. En esta época tenía yo ocasión de ver frecuentemente a un excelente médium escribiente. Desde el día siguiente interrogué al Espíritu que se comunicaba por su mediación, sobre la causa de estos golpes. Me contestaron: "Es tu espíritu familiar que quiere hablarte." ¿Qué quería decirme? - Replicó: "Tú mismo puedes preguntárselo porque él está aquí. - Habiendo, pues, interrogado a este Espíritu, se dio a conocer bajo
un nombre alegórico (supe después por otros Espíritus que pertenece a un orden muy elevado, y que hizo sobre la Tierra un papel importante); me señaló errores en mí trabajo, indicándome las líneas en que se encontraban; me dio útiles y sabios consejos y añadió que estaría siempre conmigo y vendría a mí llamamiento todas las veces que quisiera preguntarle. En efecto, desde entonces no me ha dejado nunca. Me ha dado diferentes pruebas de gran superioridad, y su intervención "benéfica y eficaz" se me ha manifestado en los asuntos de la vida material, y en lo que concierne a las cosas metafísicas. Pero desde nuestra primera conversación los golpes han cesado. ¿Qué quería, pues? Entrar en comunicación regular conmigo; para esto le era preciso advertirme. Hecha la advertencia, puestos en inteligencia y establecidas las relaciones regulares, los golpes se hicieron inútiles; por lo tanto cesaron. Cuando los soldados están formados ya no se toca diana para despertarlos.
Un hecho casi parecido ha acontecido a uno de mis amigos. Desde algún tiempo en su habitación resonaban ruidos diversos que se hacían muy incómodos. Habiéndose presentado la ocasión de preguntar al Espíritu de su padre, por un médium escribiente supo lo que se le quería; hizo lo que le fue recomendado y desde entonces nada más ha oído. Es de notar que las personas que tienen en los Espíritus un medio regular y fácil de comunicación, rara vez tienen manifestaciones de este género, y esto se concibe.

87. Las manifestaciones espontáneas no se limitan siempre a ruidos y golpes; degeneran a veces en verdadera barahúnda yen perturbaciones; los muebles y objetos diversos son derribados; proyectiles de todas clases son lanzados desde fuera; se abren puertas y ventanas; y cerradas por manos invisibles, se ven romperse cristales, lo que no puede tomarse por ilusión.
El trastorno es a menudo muy efectivo, pero a veces sólo tiene la apariencia de la realidad. Se oye barahúnda en una pieza inmediata, un ruido de vajilla que cae y se hace pedazos, troncos que ruedan sobre el pavimento; corren a ver lo que hay y se lo encuentran todo tranquilo y en orden; después vuelve a empezar de nuevo la algazara.

88. Las manifestaciones de este género no son ni raras, ni nuevas; hay pocas crónicas locales que no encierren alguna historia de esta clase. Sin duda el miedo ha exagerado muchas veces los hechos, que han debido tomar proporciones extraordinariamente ridículas pasando de boca en boca; con ayuda de la superstición, las casas en que han tenido lugar estos hechos han sido reputadas por moradas de los diablos, y de ahí todos los cuentos maravillosos o terribles de fantasmas. Por otro lado, la bellaquería no ha dejado escapar tan buena ocasión para explotar la credulidad, y a menudo en provecho de intereses personales. Se concibe, por lo demás, la impresión que hechos de este género, aun reducidos a la realidad, pueden causar sobre caracteres débiles y predispuestos por la educación a las ideas supersticiosas. El medio más seguro de prevenir los inconvenientes que pudiesen ocurrir, puesto que no se pueden impedir, es el de hacer conocer la verdad. Las cosas más sencillas vienen a ser espantosas cuando se ignora la causa. Cuando nos familiaricemos con los Espíritus, y aquellos a quienes se manifiestan no crean ya tener una legión de demonios que les pisen los talones, dejarán de tener miedo.
Se puede ver en la Revista Espiritista la descripción de muchos hechos auténticos de este género, entre otros la historia del Espíritu golpeador de Bergzabern, cuyas burlas de mala especie duraron más de ocho años: (números.94 de mayo, junio y julio de 1858); la de Dibbelsdorf (agosto de 1858); la del panadero de Grandes-ventes, cerca de Dieppe (marzo de 1860); la de la calle de Noyers, en París (agosto de 1860); la del Espíritu de Castelnaudari, bajo el titulo de "Historia de un condenado" (febrero de 1860); la del fabricante de San Petersburgo (abril de 1860) y muchas otras.

89. Los hechos de esta naturaleza tienen frecuentemente el carácter de una verdadera persecución. Conocemos seis hermanas que habitaban juntas, y que durante muchos años encontraban por la mañana sus ropas dispersadas, ocultas hasta en los techos, desgarradas y cortadas en trozos, a pesar de cuantas precauciones tomaban para encerrarlas bajo llave. Ha ocurrido muchas veces que personas acostadas y "perfectamente despiertas" veían sacudir sus cortinas, arrancar violentamente sus cobertores de la cama y sus almohadas, siendo levantadas sobre sus colchones y aún arrojadas fuera de la cama. Estos hechos son más frecuentes de lo que se cree; pero la mayor parte de las veces los que son víctimas no se atreven a hablar por temor al ridículo. Tenemos conocimiento de ciertos individuos que se han querido curar de lo que consideraban alucinación, sometiéndoles al tratamiento de los enajenados, y se les ha hecho volver realmente locos. La medicina no puede comprender estas cosas, porque no admite en las causas sino el elemento material, de donde resultan equivocaciones a menudo funestas. Algún día la historia contará ciertos tratamientos del siglo diez y nueve, como se cuentan hoy cierto procederes de la Edad Media.
Admitimos perfectamente que ciertos hechos son obra de la malicia o de la malevolencia; pero si hechas todas las averiguaciones resulta probado que no son la obra de los hombres, es preciso convenir que son: los unos dirán la obra del diablo; nosotros diremos de los Espíritus. ¿Pero de qué Espíritus?

90. Los Espíritus superiores, así como entre nosotros los hombres graves y serios, no se divierten en dar cencerradas. Muchas veces hemos evocado para preguntarles el motivo que les conduce a alterar así el reposo. La mayor parte no tiene otro objeto que el de divertirse; son Espíritus más bien ligeros que malos, que se ríen de los sustos que ocasionan y de las investigaciones inútiles que se hacen para descubrir la causa del desorden. A menudo se encarnizan con un individuo que se complacen en vejar y que persiguen de casa en casa; otras veces se aficionan a un local, sin otro motivo que su capricho. Algunas veces también es una venganza que ejercen, como tendremos ocasión de verlo. En ciertos casos su intención es saludable; quieren llamar la atención y ponerse en relación, ya sea para dar una advertencia útil a la persona a la cual se dirigen, ya sea para pedirle alguna cosa para ellos mismos. Hemos visto muchas veces pedir oraciones; otras solicitar el cumplimiento en su nombre de un voto que no habían podido cumplir; otras, en fin, querer, en interés de su propio reposo, reparar una mala acción cometida por ellos en su vida. En general se hace mal en asustarse; su presencia puede ser importuna, pero no peligrosa. Por los demás, se concibe el deseo que se tiene de desembarazarse de esto, y se hace generalmente todo lo contrario de lo que sería menester. Si son Espíritus que se divierten, cuánto más se toma la cosa en serio tanto más persisten, como los muchachos traviesos que hostigan, tanto mas cuanto más ven que incomodan, y hacen miedo a los medrosos. Si se toma el prudente partido de reírse uno mismo de sus bromas pesadas acabarán por cansarse y quedar tranquilos.
Conocemos a uno que, lejos de irritarse, les excitaba, les ponía en el caso de que hicieran tal o cual cosa y al cabo de algunos días ya no volvían. Pero como hemos dicho, los hay cuyo motivo es menos frívolo. Por esto es siempre útil saber lo que quieren. Si piden alguna cosa se puede estar seguro que cesarán sus visitas después de estar satisfecho su deseo. El mejor medio de enterarse sobre el particular es el de evocar al Espíritu por conducta de un buen médium escribiente; en sus contestaciones se verá en seguida con quién se trata y se obrará en consecuencia; si es un Espíritu infeliz, la caridad exige que se le trate con las consideraciones que merece; sí es un bromista de mal género, se puede obrar con él sin cumplimiento; si es malévolo, es preciso rogar a Dios que se mejore. De cualquier modo que sea, la oración siempre tendrá un buen resultado.
Pero se ríen de la gravedad de las fórmulas del exorcismo y no hacen ningún caso de ellas. Si se puede entrar en comunicación con ellos es menester desconfiar de las calificaciones burlescas o medrosas que ellos mismos se dan algunas veces para divertirse de la credulidad.
Volveremos a tratar más detalladamente sobre este objeto y sobre las causas que muchas veces hacen ineficaces las plegarias, en los capítulos de los "lugares frecuentados por los fantasmas" y de la "obsesión."

91. Estos fenómenos, aunque ejecutados por Espíritus inferiores, son muchas veces provocados por Espíritus de un orden más elevado, con el fin de convencer de la existencia de los seres incorpóreos, y de una potencia superior al hombre. El estremecimiento que resulta de esto, aun el espanto que esto causa, llaman la atención y acabarán por hacer abrir los ojos a los más incrédulos. Estos encuentran más sencillo el poner estos fenómenos en los efectos de la imaginación, explicación muy cómoda y que dispensa de dar otra; sin embargo, cuando los objetos son trastornados o se os han arrojado a la cabeza, fuera preciso una imaginación muy complaciente para figurarse que semejantes cosas suceden cuando no existen. Se observa un efecto cualquiera, este efecto tiene necesariamente una causa; si una "fría y tranquila" observación nos demuestra que este efecto es independiente de toda voluntad humana y de toda causa material; si además nos da señales "evidentes" de inteligencia y libre voluntad, "lo que es la señal más característica", no se puede menos que atribuirlo a una inteligencia oculta. ¿Cuáles son estos seres misteriosos? es los que los estudios espiritistas nos enseñan de la manera menos disputable, por los medios que nos dan para comunicar con ellos. Estos estudios nos enseñan también a ponernos de la parte que pueda haber de real, de falso o de exagerado en los fenómenos que nosotros no comprendemos. Si se produce un efecto insólito, ruido, movimiento o aun cuando sea aparición, el primer pensamiento que se debe tener es que obedece a una causa del todo natural, por ser la más probable; es preciso entonces buscar esta causa con el mayor cuidado y no admitir la intervención de los Espíritus sino a ciencia cierta; este es el modo de no hacerse ilusión.
Aquel, por ejemplo, que sin estar cerca de nadie, recibiese un bofetón, o bastonazos sobre las espaldas, como se ha visto, no podría dudar de la presencia de un ser invisible.
Se debe estar preparado no sólo contra las narraciones que pueden ser más o menos exageradas, sino contra sus propias impresiones, y no atribuir un origen oculto a todo lo que no se comprende. Una infinidad de causas muy sencillas y muy naturales pueden producir efectos extraños al primer momento, y sería una verdadera superstición ver por todas partes Espíritus ocupados en derribar los muebles, romper la vajilla, suscitar, en fin, los mil enredos domésticos, que es más prudente atribuirlos a la impericia.

92. La explicación dada al movimiento de los cuerpos inertes se aplica, naturalmente, a todos los efectos espontáneos que acabamos de ver. Los ruidos, aunque mas fuertes que los golpes dados en la mesa, tienen la misma causa; los objetos lanzados o cambiados de puesto lo son por la misma fuerza que levanta un objeto
cualquiera. Una circunstancia viene también aquí en apoyo de esta teoría. Se podría preguntar: ¿dónde está el médium en esto? Los Espíritus nos han dicho que en semejante caso hay siempre alguno cuyo poder se ejerce sin que él lo sepa. Las manifestaciones espontáneas se producen muy raramente en los puntos aislados; tienen lugar casi siempre en las casas habitadas y por causa y mediación de ciertas personas que ejercen una influencia sin quererlo; estas personas son verdaderos médiums que ellos mismos ignoran su facultad, y que nosotros llamamos por esta razón "médiums naturales", son, con respecto a los otros médiums lo que los sonámbulos naturales son a los sonámbulos magnéticos, que también son dignos de observar.

93. La intervención voluntaria o involuntaria de una persona dotada de cierta aptitud especial para la producción de estos fenómenos, parece ser necesaria en la mayor parte de los casos, aunque haya algunos en que el Espíritu parezca obrar solo; pero entonces podría ser que tomase el fluido animalizado de otra parte que de la persona presente. Esto explica por qué los Espíritus que nos rodean sin cesar no producen a cada instante perturbaciones. Es menester, desde luego, que el Espíritu lo quiera, que tenga un fin un motivo, sin esto no hace nada. Luego es menester que en el acto encuentre, precisamente en el lugar en que quiera obrar, una persona apta para secundarle, coincidencia que se encuentra muy raramente. Sobreviniendo esta persona inopinadamente, se aprovecha de ello. A pesar de la reunión de circunstancias favorables, podría también ser impedido por una voluntad superior que no le permitiría obrar a su gusto. Puede no serle permitido hacerlo sino dentro de ciertos limites, y en el caso en que estas manifestaciones fuesen juzgadas útiles, ya sea como medio de convicción, ya sea como prueba para la persona que es el objeto.

94. No citaremos a este fin más que la conversación provocada a propósito de los hechos, que pasaron en junio, de 1860 en la calle de Noyers, en Paris. Se encontrarán los detalles en la Revista Espiritista número de agosto de 1860.
1. (A San Luis). ¿Tendréis la bondad de decirnos si los hechos que se dicen haber pasado en la calle de los Noyers son reales? En cuanto a la posibilidad no lo dudamos.
"Sí, estos son hechos verdaderos; solo que la imaginación de los hombres los abultará, ya sea por miedo, ya sea por ironía; pero, lo repito, son verdaderos. Estas manifestaciones son provocadas por un Espíritu que se divierte un poco a costa de los habitantes del lugar."
2. ¿Hay en la casa una persona que sea causa de estas manifestaciones?
"Estas manifestaciones son siempre causadas por la presencia de la persona a la cual se ataca; es que el Espíritu perturbador mirando el habitante del lugar donde está quiere hacerle ruindades o que se vaya de la habitación."
3. Nosotros preguntamos si entre los habitantes de la casa hay alguno que sea la causa de estos fenómenos por una influencia medianímica, espontánea e involuntaria.
"Es muy necesario; 'sin esto el hecho no podría tener lugar'. Un Espíritu habita un paraje de predilección para él, permanece en la inacción hasta tanto que una naturaleza que le sea conveniente se presente en este lugar; cuando llega esta persona se divierte tanto como puede."
4. La presencia de esta persona sobre los mismos lugares, ¿es indispensable?
"Es el caso más ordinario, y este es el del hecho que citáis; por eso he dicho que sin esto el hecho no podría tener lugar; pero yo no he querido generalizarlo; hay casos en que la presencia inmediata no es necesaria."
5. Estos Espíritus, siendo siempre de un orden inferior, la aptitud que les sirve de auxiliar es una presunción desfavorable para la persona? ¿anuncia esto una simpatía con los seres de esta naturaleza?
"No, precisamente porque esta aptitud proviene de una disposición física; sin embargo esto anuncia muy a menudo una tendencia material que sería preferible no tener; porque cuanto más se está elevado moralmente, más se atrae a sí a los buenos Espíritus, que alejan necesariamente a los malos."
6. ¿Dónde va a tomar el Espíritu los proyectiles de que se sirve?
"Estos objetos diversos son los más de las veces tomados en los mismos lugares o en la vecindad, una fuerza que viene del Espíritu los lanza en el espacio y caen en el paraje designado por este Espíritu."
7. Puesto que las manífestaciones espontáneas son muchas veces permitidas y aún provocadas con el fin de convencer, nos parece que si ciertos incrédulos fuesen personalmente el objeto se verían forzados a rendirse a la evidencia. Se quejan algunas veces de no poder ser testigos de hechos concluyentes; ¿podría depender de los Espíritus el hacerles dar alguna prueba sensible?
"Los ateos y los materialistas ¿no son a cada instante testigos de la potencia de Dios y del pensamiento? Esto no les impide negar a Dios y el alma. Los milagros de Jesús ¿han convertido a todos sus contemporáneos? Los fariseos que le decían: 'Maestro, hacednos ver algún prodigio', ¿no se parecen a los que en vuestros tiempos piden que les hagáis ver manifestaciones? Si no están convencidos por las maravillas de la creación menos lo están aun cuando los Espíritus se les aparecieren de la manera menos inequívoca, porque su orgullo les pone como los caballos rebelones. Las ocasiones de ver no les faltarán si las buscan de buena fe; por esto Dios no juzga a propósito hacer por ellos más de lo que hace por aquellos que procuran sinceramente la instrucción, porque sólo recompensa a los hombres de buna voluntad. Su incredulidad no impedirá el que se cumpla la voluntad de Dios; ved bien que ella no ha impedido a la doctrina su propagación. Cesad pues de inquietaros por su oposición, que es a la doctrina como la sombra es al cuadro y le da mayor relieve. ¿Qué méritos tendrían el ser convencidos por la fuerza? Dios les deja toda la responsabilidad de su terquedad, y esta responsabilidad será más terrible de que lo pensáis. Bienaventurados aquellos que creen sin haber visto, dilo Jesús, porque esos no dudan de la potencia de Dios."
8. ¿Creéis que sería inútil evocar este Espíritu para pedirle algunas explicaciones?
"Evocadle si queréis; pero es un Espíritu inferior que no os dará más que contestaciones bastante insignificantes."

95. Conversación con el Espíritu perturbador de la calle de "Noyers."
1. Evocación.
"¿Qué me queréis que me llamáis? ¿Queréis, acaso, que os apedree? Entonces, se vería un bonito sálvese quien pueda, a pesar de vuestro grave aspecto."
2. Aunque tú nos apedrees no nos asustarías por eso y quisiéramos saber si podrías hacerlo.
"Podría muy bien ser que no pudiera; tenéis un guardián que vela mucho por vosotros."
3. En la calle de "Noyers" ¿había una persona que te servía de auxiliar para facilitarte las bromas pesadas que hacías a los habitantes de la casa?
"Ciertamente encontré un buen instrumento, y ningún Espíritu docto, sabio y mojigato para impedírmelo; porque soy alegre y me gusta divertirme de cuando en cuando."
4. ¿Qué persona te ha servido de instrumento?
"Una moza de servicio."
5. ¿Te servía de auxiliar sin saberlo?
"¡Oh! si, pobre muchacha. Ella era la que más se asustaba."
6. ¿Obrabas con un fin hostil?
"No tenía ningún fin hostil; pero los hombres que de todo sacan partido, se aprovecharán de esto."
7. ¿Qué entiendes tú por eso? No te comprendemos.
"Procuraba divertirme; pero vosotros estudiaréis la cosa y tendréis un hecho más para demostrar que existimos."
8. Tú dices que no tenias ningún fin hostil, y sin embargo has roto todos los cristales de la habitación, de este modo has causado un perjuicio real.
"Es un detalle."
9. ¿Dónde te has procurado los objetos que han lanzado?
"Son bastante comunes; los he encontrado en el patio, en los jardines vecinos."
10. ¿Los has encontrado todos o has fabricado algunos? (Véase después de cap. VIII).
"Nada he creado, nada he compuesto."
11. Si tú no los hubieras encontrado, ¿habrías podido fabricarlos?
"Hubiera sido más difícil, pero en rigor, se mezclan las materias y esto hace un todo cualquiera."
12. Ahora dinos cómo los has lanzado.
"Ah! eso es más difícil de decir; me he servido de la naturaleza eléctrica de esta muchacha, junto con la mía, menos material; de este modo hemos podido transportar entre los dos estas diversas materias."
13. Yo pienso que querrás darnos algunos indicios sobre tu persona. Dinos, pues, desde luego, si hace mucho tiempo que has muerto.
"Hace bastante tiempo; hará como una cincuentena de años."
14. ¿Qué eras tú cuando vivías?
"Poca cosa de bueno; yo recogía trapos en este barrio y se me decían algunas veces tonterías porque me gustaba mucho el licor rojo del buen hombre Noé; este es el motivo por que yo quería que todos levantasen el campo."
15. ¿Eres tú mismo el que ha contestado a nuestras preguntas y lo has hecho por tu propia voluntad?
"Tengo un instructor."
16. ¿Quién es ese instructor?
"Vuestro buen rey Luis."
Observación. - Esta pregunta fue motivada por la naturaleza de ciertas respuestas, que parecían superar el alcance de este Espíritu por el fondo de las ideas, y aun por la forma del lenguaje. No tiene nada de admirable que fuese ayudado por un Espíritu más ilustrado, que quiso aprovechar esta ocasión para darnos una instrucción.
Este es un hecho muy ordinario; pero la particularidad notable en esta circunstancia, ha sido que la influencia del otro Espíritu se ha hecho sentir sobre la misma escritura; la de las respuestas en que ha habido intervención es más regular y más corrida; la del trapero es angulosa, gruesa, irregular, a menudo poco legible, y tiene otro carácter.
17. ¿Qué haces tú ahora? ¿Te ocupas de tu porvenir?
"Todavía no; estoy errante. Se piensa tan poco en mí sobre la Tierra, que nadie ruega por mí; por lo mismo que no estoy ayudado, no trabajo."
Observación. - Se verá más tarde cuánto se puede contribuir al adelantamiento y al alivio de los Espíritus inferiores por la oración y los consejos.
18. ¿Cuál era tu nombre cuando vivías?
"Juanito"
19. Pues bien, Juanito: nosotros rogaremos por ti. Dinos si nuestra evocación te ha gustado o te ha contrariado.
"Antes me ha hecho placer, porque sois buenos muchachos, alegres vivientes, aunque un poco austeros; pero ¡qué importa! me habéis escuchado y estoy contento. Juanito."

Fenómenos de los aportes

96. Este fenómeno no difiere de los que acabamos de hablar sino por la intención benévola del Espíritu que es su autor, por la naturaleza de los objetos casi siempre graciosos y por la manera dulce y muchas veces delicada con que son traídos. Consiste en aportar espontáneamente objetos que no existían en el paraje en que se está. Son lo más a menudo flores, algunas veces frutas, cajas de dulces, alhajas, etc.

97. Decimos, desde luego, que este fenómeno es uno de los que más se prestan a la imitación, y que, por consiguiente, es preciso estar en guardia de la superchería. Se sabe hasta dónde puede llegar el arte de la prestidigitación con relación a experiencias de este género, pero sin referir-se a un hombre del oficio se podría fácilmente ser juguete de una maniobra hábil e interesada. La mejor de todas las garantías está en el "carácter", la "honradez notoria" y el "desinterés absoluto" de la persona que obtiene semejantes efectos; en segundo lugar, en el examen atento de todas las circunstancias con las cuales los hechos se producen; en fin, en el conocimiento ilustrado del Espiritismo, que sólo puede hacer descubrir lo que fuera sospechoso.

98. La teoría del fenómeno de los aportes y de las manifestaciones físicas en general, se encuentra resumida de una manera notable en la disertación siguiente por un Espíritu cuyas comunicaciones tienen un carácter incontestable de profundidad y de lógica. Muchas de éstas se encontrarán en la continuación de esta obra. Este Espíritu se ha dado a conocer bajo el nombre de Erasto, discípulo de San Pablo, y como Espíritu protector del médium que le ha servido de intérprete.
"Es de todo punto preciso, para obtener fenómenos de este orden, tener consigo médiums que yo llamaré 'sensitivos', es decir, dotados del más alto grado de facultades medianímicas, de expansión y de penetrabilidad; porque el sistema nervioso de estos médiums, fácilmente excitable, les permite, por medio de ciertas vibraciones, el proyectar alrededor de ellos su fluido animalizado con profusión.
"Las naturalezas impresionables, las personas cuyos nervios vibran al menor sentimiento, a la más pequeña sensación, que la influencia moral o física, interna o externa, sensibiliza, son sujetos muy aptos para ser excelentes médiums, para los efectos físicos de tangibilidad y de aportes. En efecto, su sistema nervioso, casi
enteramente desprovisto de la envoltura refractaria que aísla este sistema en la mayor parte de los otros encarnados, les hace propios para el desenvolvimiento de estos diversos fenómenos. Por consecuencia con un sujeto de esta naturaleza, y no siendo las demás facultades hostiles a la medianimización, se obtendrán más fácilmente los fenómenos de tangibilidad, los golpes dados en las paredes y en los muebles, los movimientos inteligentes y aun la suspensión en el espacio de la materia inerte más pesada. 'A fortiori' se obtendrán estos resultados, si en lugar de un médium se tienen a la mano muchos que tengan las mismas dotes.
"Pero de la producción de estos fenómenos a la obtención del de los aportes hay mucha distancia; porque en este caso no sólo el trabajo del Espíritu es más complejo, más difícil, sino que también el Espíritu no puede operar sino por medio de un solo aparato medianímico, esto es, que muchos médiums no pueden concurrir simultáneamente a la producción del mismo fenómeno. Acontece, por el contrario, que la presencia de ciertas personas antipáticas al Espíritu que opera estorba radicalmente su operación.
A estos motivos que, como veis, no dejan de tener importancia, añadid que los aportes necesitan siempre concentraciones más grandes y al mismo tiempo mayor difusión de ciertos fluidos, que no pueden obtenerse sino con los médiums mejor dotados, aquellos, en una palabra, cuyo aparato "electromedianímico" es de mejores condiciones.
"En general los hechos de aportes son y permanecerán excesivamente raros. No tengo necesidad de demostraros por qué son y serán menos frecuentes que los otros hechos de tangibilidad; vosotros mismos, deduciréis lo que digo. Por otra parte, estos fenómenos son de tal naturaleza que no sólo todos los médiums no son propicios para ellos, sino que todos los Espíritus no pueden producirlos. En efecto, es preciso que entre el Espíritu y el médium exista cierta afinidad, cierta analogía, cierta semejanza que permita a la parte expansible del fluido "periespíritico" (*) del encarnado mezclarse, unirse y combinarse con el del Espíritu que quiere hacer un aporte. Esta fusión debe ser tal que la fuerza resultante venga a ser, por decirlo así, "una"; de la misma manera que una corriente eléctrica, obrando sobre el carbón, produce una hoguera, una claridad única. ¿Por qué esta unión, por qué esta fusión? diréis vosotros. Es que para la producción de estos fenómenos se hace preciso que las propiedades esenciales del Espíritu motor se aumenten con algunas del medianimizado; es que el "fluido vital" indispensable para la producción de todos los fenómenos medianímicos es el dote "exclusivo" del encarnado, y que por consecuencia el Espíritu operador está obligado a impregnarse del mismo. Entonces es cuando puede, por medio de ciertas propiedades de vuestro centro ambiente, desconocidas para vosotros, aislar, hacer invisibles, y mover ciertos objetos materiales y a los mismos encarnados.
"No me es permitido, por el momento, descorreros el velo de estas leyes particulares que rigen los gases y los fluidos que os cercan; pero antes que pasen muchos años, antes que se cumpla una existencia de hombre, la explicación de estas leyes y de estos fenómenos se os revelará, y veréis surgir y producirse una nueva variedad de médiums que caerán en un estado cataléptico particular desde que sean medianimizados.
"Vosotros veis de cuántas dificultades la producción de los aportes se encuentra rodeada; podéis deducir de esto muy lógicamente que los fenómenos de esta naturaleza son excesivamente raros, como ya lo he dicho, y con tanta más razón por cuanto los Espíritus se prestan a ello muy poco, porque esto motiva de su parte un trabajo casi material, lo que es un fastidio y una fatiga para ellos. Por otra parte acontece, además, que muchas veces a pesar de su energía y su voluntad, el estado del mismo médium les opone una barrera insuperable.
"Es, pues, evidente, y vuestro raciocinio lo sanciona, no dudo de ello, que los hechos tangibles de golpes, de movimiento y de suspensión, son fenómenos sencillos que se operan por la concentración y la dilatación de ciertos fluidos, y que pueden ser provocados y obtenidos por la volunta y el trabajo de los médiums que son aptos para eso, cuando éstos son secundados por Espíritus amigos y benévolos; mientras que los hechos de los aportes son múltiples, complejos, exigen un concurso de circunstancias especiales, no pueden operarse sino por un solo Espíritu y un solo médium, y tienen precisión, fuera de la necesidad de la tangibilidad, de una combinación del todo particular, para aislar y hacer invisibles el objeto o los objetos que forman el motivo del aporte.
"Todos vosotros, espiritistas, comprendéis mis explicaciones y os dais perfecta cuenta de esta concentración de fluidos especiales, para la locomoción y la tangibilidad de la materia inerte; creéis en ellos como creéis en los fenómenos de la electricidad y del magnetismo, con los cuales los hechos medianímicos están llenos de analogía, y son, por decirlo así, la consagración y el desenvolvimiento. En cuanto a los incrédulos, y a los sabios, peores que los incrédulos, no pienso en convencerlos, pues no me ocupo de ellos lo serán un día por la fuerza de la evidencia, porque será preciso que se inclinen ante el testimonio unánime de los hechos espiritistas, como se han visto forzados a hacerlo ante tantos otros hechos que habían rechazado en un principio.
"Para resumir: si los hechos de tangibilidad son frecuentes, los hechos de aportes son muy raros, porque las condiciones para éstos son muy difíciles; por consecuencia, ningún médium puede decir: A tal hora, a tal momento, obtendré un aporte; porque muchas veces el mismo Espíritu se encuentra impedido en su obra. Debo añadir que estos fenómenos son doblemente difíciles en público, porque en éste se encuentran casi siempre elementos enérgicamente refractarios que paralizan los esfuerzos del Espíritu y con mayor razón la acción del médium. Tened, al contrario, por cierto, que estos fenómenos se producen casi siempre en particular, espontáneamente, lo más a menudo sin saberlo los médiums y sin premeditación y, en fin, muy raramente cuando éstos están prevenidos; de donde debéis deducir que hay un motivo legítimo de sospecha todas las veces que un médium se alaba de obtenerlos a su voluntad o, de otro modo, de mandar a los Espíritus como a domésticos, los que es sencillamente un absurdo. Tened, además, por regla general, que los fenómenos espiritistas no se han hecho para presentarse en espectáculo y para divertir a los curiosos. Si algunos Espíritus se prestan a esta especie de cosas, sólo puede ser para fenómenos simples, y no para aquellos que, tales como los aportes y otros semejantes, exigen condiciones excepcionales.
"Recordad, espiritistas, que si es absurdo rechazar sistemáticamente todos los fenómenos de ultratumba, no es prudente tampoco aceptarlos todos ciegamente. Cuando un fenómeno de tangibilidad, de aparición, de visibilidad o de aporte se manifiesta espontáneamente y de una manera instantánea, aceptadle; pero, no me cansaré de repetíroslo, no aceptéis nada ciegamente; que cada hecho sufra un examen minucioso, profundo y severo; porque, creedlo, el Espiritismo, tan rico en fenómenos sublimes y grandiosos, no tiene nada que ganar en estas pequeñas manifestaciones que hábiles prestidigitadores pueden imitar.
"Sé muy bien lo que me vais a decir: que estos fenómenos son útiles para convencer a los incrédulos; pero sabed que si no hubierais tenido otros medios de convicción, no tendríais hoy día la centésima parte de espiritistas que tenéis. Hablad al corazón, éste es el modo de hacer más conversiones formales. Si creéis útil para ciertas personas obrar por los hechos materiales, presentadlos al menos en tales circunstancias que no puedan dar lugar a ninguna falsa interpretación, y sobre todo no salgáis de las condiciones normales de estos hechos porque los hechos, presentados en malas condiciones, suministran argumentos a los incrédulos en lugar de convencerlos. -ERASTO."

99. Este fenómeno ofrece una particularidad bastante singular, y es que ciertos médiums tan sólo lo obtienen en el estado de sonambulismo; y esto se explica fácilmente.
Hay en el sonámbulo un desprendimiento natural, una especie de aislamiento del Espíritu y del periespíntu que debe facilitar la combinación de los fluidos necesarios. Tal es el caso de los aportes de que hemos sido testigos. Las preguntas siguientes se dirigieron al Espíritu que los produjo, pero sus respuestas se resienten alguna vez de su insuficiencia; las hemos sometido al Espíritu Erasto, mucho más ilustrado desde el punto de vista teórico, y quien las ha completado con observaciones muy juiciosas. El uno es el artesano, el otro el sabio, y la misma comparación de estas dos inteligencias es un estudio instructivo, porque prueba que no basta ser Espíritu para comprenderlo todo.
1. Os ruego nos digáis ¿por qué los aportes que hacéis no se producen sino en el sueño magnético del médium?
"Esto proviene de la naturaleza del médium; los hechos que yo produzco cuando el mío está dormido, podría igualmente producirlos en el estado de vigilia con otro médium."
2. ¿Por qué hacéis esperar tan largo tiempo el aporte de los objetos y por qué excitáis la codicia del médium, irritando su deseo de obtener el objeto prometido?
"Este tiempo me es necesario a fin de preparar los fluidos que sirven para el aporte, en cuanto a la excitación, esto no es muchas veces sino para divertir a las personas presentes y a la sonámbula."
Observación de Erasto. - El Espíritu que ha contestado no sabía más; no se da cuenta del motivo de esta ansiedad que le aguijonea instintivamente sin comprender el efecto; cree divertir, mientras que en realidad provoca sin pensarlo mayor emisión de fluido; ésta es la consecuencia de la dificultad que presenta el fenómeno, dificultad siempre más grande, cuando no es espontánea, sobre todo con ciertos médiums.
3. ¿La producción del fenómeno tiende a la naturaleza especial del médium y podría producirse por otros médiums con más facilidad y prontitud?
"La producción tiende a la naturaleza especial del médium y no puede producirse sino con naturalezas correspondientes; pera la prontitud, la costumbre que adquirimos, correspondiendo a menudo con el mismo médium nos es de gran utilidad."
4. La influencia de las personas presentes ¿contribuye en algo?
"Cuando hay incredulidad y oposición se nos puede molestar mucho; mejor queremos hacer nuestras pruebas con creyentes y personas versadas en el Espiritismo; pero no quiero decir por eso que la mala voluntad pueda paralizarnos completamente."
5. ¿Dónde habéis ido a tomar las flores y los confites que habéis traído?
"En los jardines tomo las flores que me gustan."
6. ¿Y los confites? ¿El confitero se habrá apercibido de que les faltaban?
"Yo los tomo donde quiero; el confitero no lo ha notado porque he puesto otros en su lugar."
7. Pero los anillos tienen un valor; ¿en dónde los habéis cogido? ¿Acaso habéis causado algún daño al que se los habéis tomado?
"Las he tomado en parajes desconocidos para todos y de manera que nadie pueda experimentar ningún perjuicio."
Observación de Erasto. - Creo que el hecho está explicado de una manera insuficiente en razón de la capacidad del Espíritu que ha respondido. Sí; puede haber en eso un mal real de causa, pero el Espíritu no ha querido pasar por haber tomado alguna cosa. Un objeto no puede ser reemplazado sino por un objeto idéntico, de la misma forma, del mismo valor; por consecuencia; si un Espíritu tenía la facultad de sustituir un objeto semejante a aquel que toma, no tendría razón para tomarlo, y debería dar aquel que sirve para substituirlo.
8. ¿Es posible el traer flores de otro planeta?
"No, esto no me es posible."
(A. Erasto). ¿Otros Espíritus tendrían este poder?
"No, esto no es posible, en razón de la diferencia de los centros ambientes."
9. ¿Podríais traer flores de otro hemisferio, de los trópicos, por ejemplo?
"Desde el momento que esto esté sobre la Tierra, lo puedo.
10. Los objetos que habéis traído ¿podríais hacerlos desaparecer y llevároslos?
"Del mismo modo que los he hecho venir puedo llevarlos por mi voluntad."
11. ¿La producción del fenómeno de los aportes os causa alguna dificultad, algún embarazo?
"No nos causa ninguna dificultad, cuando tenemos el permiso; podría causárnoslos muy grandes si quisiéramos producir estos efectos sin estar autorizados para eso."
Observación de Erasto. - No quiere confesar su dificultad aunque sea real, puesto que está forzado a hacer una operación, por decirlo así, material.
12. ¿Cuales son las dificultades que encontráis?
"Ninguna otra sino malas disposiciones fluídicas que pueden sernos contrarias."
13. ¿Cómo traéis el objeto? ¿lo cogéis con las manos?
"No; lo envolvemos en nosotros mismos."
Observación de Erasto. - No explica claramente su operación, porque no envuelve el objeto con su propia personalidad; pero como su fluido personal es dilatable, penetrable y expansible, combina una parte de este fluido con una parte del fluido animalizado del médium, y en esta combinación oculta y transporta el objeto causa del aporte. No está, pues, en lo justo al decir que lo envuelve en si mismo.
14. ¿Aportaríais con la misma facilidad un objeto de un peso considerable, de 50 kilogramos, por ejemplo?
"El peso nada tiene que ver para nosotros; aportamos flores porque pueden ser más agradables que un peso voluminoso."
Observación de Erasto. - Justamente: puede aportar 100 ó 200 kilogramos en objetos, porque el peso que existe para vosotros es nulo para él, pero tampoco en esto se sabe dar cuenta de lo que pasa. La masa de los fluidos combinados es proporcionada a la masa de los objetos; en una palabra, la fuerza debe estar en razón de la resistencia; de donde se sigue que si el Espíritu sólo aporta una flor o un objeto ligero es porque muchas veces no encuentra en el médium o en sí mismo los elementos necesarios para un esfuerzo más considerable.
15. ¿Hay algunas veces desapariciones de objetos cuya causa se ignora, y que serían obra de los Espíritus?
"Esto acontece muy a menudo, más a menudo de lo que pensáis, y podría remediarse rogando al Espíritu que vuelva a traer el objeto desaparecido."
Observación de Erasto. - Esto es verdad; pero algunas veces lo que ha sido quitado es bien quitado; porque hay objetos que no vuelven a encontrarse en casa, que frecuentemente se llevan muy lejos. Sin embargo, como el sacar los objetos exige casi las mismas condiciones fluídicas que los aportes no puede tener lugar sino con ayuda de médiums dotados de facultades especiales; así es que cuando alguna cosa desaparece, hay más probabilidad de que sea la consecuencia de vuestro aturdimiento que obra de los Espíritus.
16. ¿Hay efectos que se miran como fenómenos naturales, y que se deben a la acción de ciertos Espíritus?
"Vuestros días están llenos de estos hechos que no comprendéis, porque no os habéis ocupado de ellos, pero con un poco de reflexión lo veríais claramente."
Observación de Erasto. - No atribuyáis a los Espíritus lo que es la obra de la Humanidad; pero creed en su influencia oculta constante, que hace nacer alrededor de vosotros mil circunstancias, mil incidentes necesarios para el cumplimiento de vuestros actos, de vuestra existencia.
17. Entre los objetos aportados ¿los hay que pueden ser fabricados por los Espíritus, esto es, producidos espontáneamente por las modificaciones que los Espíritus pueden hacer sufrir al fluido o al elemento universal?
"Para mí no, porque no tengo el permiso; sólo lo puede un Espíritu elevado."
18. ¿Cómo habéis introducido el otro día estos objetos, puesto que la habitación estaba cerrada?
"Los he hecho entrar conmigo envueltos, por decirlo así, en mí sustancia; para vosotros esto no tiene más explicación."
19. ¿Cómo habéis hecho volver visibles estos objetos que eran invisibles un instante antes?
"He quitado la materia que los envolvía."
Observación de Erasto. No es la materia propiamente dicha la que los envuelve, sino un fluido tomado la mitad del periespíritu del médium, la otra mitad del de el Espíritu que opera.
20. (A Erasto). ¿Un objeto puede ser aportado a un paraje perfectamente cerrado, en una palabra, el Espíritu puede espiritualizar un objeto material, de manera que pueda penetrar la materia?
"Esta cuestión es compleja. Para los objetos aportados, el Espíritu puede hacerlos invisibles pero no penetrables; él no puede romper la agregación de la materia, lo que sería la destrucción del objeto. Este objeto hecho invisible puede traerlo cuando quiere y no desprenderse de él sino en el momento conveniente para hacerle aparecer.
En cuanto a los objetos que nosotros componemos, es otra cosa; como no introducimos sino los elementos de la materia, y que estos elementos son esencialmente penetrables, que nosotros mismos penetramos y atravesamos los cuerpos más condensados, con tanta facilidad como los rayos solares atraviesan las vidrieras, podemos perfectamente decir que hemos introducido el objeto en un paraje por cerrado que sea; pero es solamente en este caso."
Nota. - Véase más adelante la teoría de la formación espontánea de los objetos, el cap. titulado "Laboratorio del mundo invisible".

CAPÍTULO VI
MANIFESTACIONES VISUALES
Preguntas sobre las apariciones. - Ensayo teórico sobre las apariciones. - Espíritus glóbulos. - Teoría de la alucinación.

100. De todas las manifestaciones espiritistas, las más interesantes son, sin contradicción, aquellas por las cuales los Espíritus pueden hacerse visibles. Se verá por la explicación de este fenómeno que, como los otros, nada tiene de sobrenatural. A continuación ponemos las respuestas que con este objeto han dado los Espíritus.
1. ¿Los Espíritus pueden hacerse visibles?
"Sí, sobre todo durante el sueño; sin embargo, ciertas personas los ven también durante la vigilia, pero es más raro."
Observación. - Mientras que el cuerpo descansa, el Espíritu se desprende de los lazos materiales; es más libre y puede más fácilmente ver a los otros Espíritus con los cuales entra en comunicación. El sueño no es más que el recuerdo de este estado; cuando uno no se acuerda de nada, se dice que no ha soñado, pero el alma no ha dejado de ver y gozar de su libertad. Nosotros nos ocupamos más especialmente aquí de las apariciones en estado de vigilia. (*)
2. Los Espíritus que se manifiestan a la vista, ¿pertenecen más bien a una clase que a otra?
"No, pueden pertenecer a todas las clases, a las más elevadas como a las más inferiores."
3. ¿Es dado a todos los Espíritus el manifestarse visiblemente?
"Todos lo pueden; pero para esto no tienen siempre el permiso ni la voluntad."
4. ¿Cuál es el fin de los Espíritus que se manifiestan visiblemente?
"Esto depende de su naturaleza; el fin puede ser bueno o malo."
5. ¿Cómo puede darse este permiso cuando el fin es malo?
"Entonces es para probar a aquellos a quienes se aparecen. La intención del Espíritu puede ser mala, pero el resultado puede ser bueno."
6. ¿Cuál puede ser el fin de los Espíritus que tienen mala intención haciéndose ver?
"Asustar y muchas veces vengarse."
- ¿Cuál es el de los Espíritus que vienen con buena intención?
"Consolar a las personas que los lastiman, probar que existen y estar cerca de vosotros, dar consejos y algunas veces reclamar asistencia para ellos mismos."
7. ¿Qué inconveniente habría en que la posibilidad de ver los Espíritus fuese permanente y general? ¿No sería esto un medio de quitar las dudas de los más incrédulos?
"Estando el hombre constantemente rodeado de Espíritus, su visión incesante le alteraría, le mortificaría en sus acciones y le quitaría su iniciativa en la mayor parte de los casos, mientras que creyéndose solo obra más libremente. En cuanto a los incrédulos, bastantes medios tienen de convencerse sI quieren aprovecharse y si no les ciega el orgullo.
Sabéis muy bien que hay personas que han visto y que por esto no creen más, puesto que dicen que son ilusiones. No os inquietéis por estas gentes; Dios se encarga de ellas."
Observación. - Habría tanto inconveniente en verse constantemente en presencia de los Espíritus, como en ver el aire que nos rodea, o los millares de animales microscópicos que pululan alrededor de nosotros y sobre nosotros. De donde debemos deducir que lo que Dios hace está bien hecho, y que sabe mejor que nosotros lo que nos conviene.
8. Si la visión de los Espíritus tiene inconvenientes, ¿por qué se permite en ciertos casos?
"Con el fin de dar una prueba de que todo no muere con el cuerpo, y que el alma conserva su individualidad después de la muerte. Esta visión pasajera basta para dar esta prueba y atestiguar la presencia de vuestros amigos a vuestro lado; pero no tiene los inconvenientes de la permanencia."
9. ¿En los mundos más avanzados que el nuestro la visión de los Espíritus es más frecuente?
"Cuanto más el hombre se acerca a la naturaleza espiritual, más fácilmente entra en relación con los Espíritus; lo grosero de vuestra envoltura es lo que hace más difícil y rara la percepción de los seres etéreos."
10. ¿Es racional asustarse por la aparición de un Espíritu?
"El que reflexiona debe comprender que un Espíritu, cualquiera que sea, es menos peligroso que un viviente. Por los demás, los Espíritus van por todas partes y no hay necesidad de verlos para saber que podéis tenerlos a vuestro lado. El Espíritu que quisiera dañar puede hacerlo sin dejarse ver y quizás más aún; no es peligroso porque sea Espíritu, sino más bien por la influencia que puede ejercer sobre el pensamiento desviando del bien e induciendo al mal."
Observación. - Las personas que tienen miedo en la soledad o en la oscuridad, raras veces se dan cuenta de la causa de su espanto; no podrían decir de qué tienen miedo, pero seguramente deberían temer más el encuentro de los hombres que el de los Espíritus, porque un malhechor es más peligroso vivo que después de su muerte. Una señora conocida nuestra tuvo una noche en su cuarto una aparición tan bien caracterizada, que creyó en la presencia de alguien, y su primer movimiento fue espanto. Habiéndose asegurado que no había nadie, dijo para sÍ:  
"Parece que esto no es más que un Espíritu; puedo, pues, dormir tranquila."
11. Aquel a quien aparece un Espíritu, ¿podría tener una conversación con él?
"Perfectamente, y es lo que debe hacerse siempre en semejante caso preguntando al Espíritu quién es, lo que desea y lo que puede hacerse por él y serle útil.
Si el Espíritu es desgraciado y padece, la conmiseración que se le demuestra le alivia; si es un Espíritu benévolo puede venir con la intención de dar buenos consejos."
- ¿En este caso el Espíritu cómo puede responder?
"Lo hace algunas veces por sonidos articulados, como lo haría una persona viva; lo más a menudo hay transmisión de pensamientos."
12. ¿Los Espíritus que aparecen con alas, las tienen realmente o bien no son sino una apariencia simbólica?
"Los Espíritus no tienen alas, no tienen necesidad de ellas, pues que pueden transportarse por todas partes como Espíritus. Aparecen según el modo con el que quieren afectar a la persona a la cual se muestran: los unos aparecerán con el traje vulgar, otros envueltos en ropajes, algunos con alas, como atributo de la categoría de los Espíritus que representan."
13. Las personas que se ven en sueños, ¿son siempre aquellas cuyo aspecto tienen?
"Casi siempre son aquellas personas que vuestro Espíritu va a encontrar, o que viene a encontraros."
14. Los Espíritus burlones ¿no podrían tomar la apariencia de las personas que nos son queridas para inducirnos al error?
"No toman apariencias fantásticas sino para divertirse a vuestra costa; pero hay cosas con las que no les es permitido divertirse."
15. Siendo el pensamiento una especie de evocación se comprende que provoque la presencia del Espíritu; pero, ¿cómo es que muchas veces las personas en las cuales se piensa más, que se desea ardientemente volver a ver, nunca se presentan en sueño, mientras que se ven gentes indiferentes y en las cuales no se piensa de ningún modo?
"Los Espíritus no tienen siempre la posibilidad de manifestarse a la vista, aun en sueño, y a pesar del deseo que se tiene de verles; causas independientes de su voluntad pueden impedirlo. Muchas veces esto es también una prueba, de la que el deseo más ardiente no puede librar. En cuanto a las personas indiferentes, si vosotros no pensáis en ellas, es posible que ellas piensen en vosotros. Por lo demás vosotros no podéis formaros una idea de las relaciones del mundo de los Espíritus; encontraréis allí una porción de conocimientos íntimos, antiguos o nuevos, de los cuales no tenéis ninguna idea en el estado de vigilia."
Observación. - Cuando no hay ningún medio de comprobar las visiones o apariciones, se puede, sin duda, ponerlas en la cuenta de las alucinaciones; pero cuando son confirmadas por los acontecimientos, no podrán atribuirse a la imaginación; tales son, por ejemplo, las apariciones en el momento de su muerte, en sueño o en el estado de vigilia, de personas con las cuales no se piense de ningún modo, y que por diversas señales vienen a revelar las circunstancias del todo inesperadas de su objeto. Se ha visto muchas veces a los caballos encabritarse y rehusar el avanzar ante apariciones que espantaban a aquellos que los conducían. Si la imaginación produce algún efecto en los hombres, seguramente no existe entre los animales. Por otra parte, si las imágenes que se ven en sueños eran siempre un efecto de las preocupaciones de la vigilia, nada explicaría por qué acontece a menudo que no se sueña jamás en las cosas que más se piensa.
16. ¿Por qué ciertas visiones son más frecuentes en el estado de enfermedad?
"También tienen lugar en el estado de perfecta salud; pero en la enfermedad los lazos materiales están relajados; la debilidad del cuerpo de la más libertad al Espíritu, quien entra con más facilidad en comunicación con los otros Espíritus."
17. Las apariciones espontáneas parecen ser más frecuentes en ciertos lugares.
¿Será que algunos pueblos están mejor dotados que otros para tener esta clase de manifestaciones?
¿"Es que hacéis un proceso verbal por cada aparición? Las apariciones, los ruidos, todas las manifestaciones, en fin, están igualmente extendidas por toda la Tierra, pero presentan caracteres distintos según los pueblos en los cuales tienen lugar. Por ejemplo, en aquellos donde la escritura está poco extendida, no hay médiums escribientes; en los otros abundan. En otra parte hay ruidos más a menudo y movimientos que comunicaciones inteligentes, porque éstas son menos estimadas y buscadas."
18. ¿Por qué las apariciones tienen más bien lugar por la noche? ¿No sería esto un efecto del silencio y de la oscuridad sobre la imaginación?
"Por la misma razón que la oscuridad os hace ver durante la noche las estrellas que no veis en pleno día. La gran claridad puede borrar una aparición ligera; pero es un error creer que la noche sirva en cuanto a eso para alguna cosa. Preguntad a todos aquellos que las han tenido y veréis que la mayor parte las han visto de día."
Observación. - Los hechos de apariciones son mucho más frecuentes y generales de lo que se cree; pero muchas personas no los confiesan por temor al ridículo, otros los atribuyen a la ilusión. Si parecen más multiplicados en ciertos pueblos, esto proviene de que se conservan en ellos más cuidadosamente las tradiciones verdaderas o falsas, casi siempre abultadas por el atractivo de lo maravilloso, a que se presta más o menos el aspecto de las localidades; la credulidad hace entonces ver efectos sobrenaturales en los fenómenos más vulgares; el silencio de la soledad, la escabrosidad de los torrentes, el mugido del bosque, las ráfagas de la tempestad, el eco de las montañas, la forma fantástica de las nubes, las sombras, las ilusiones ópticas, todo, en fin, se presta para ilusionar a imaginaciones sencillas y cándidas, que cuentan de buena fe lo que han visto, o lo que han creído ver. Pero al lado de la ficción hay la realidad; el estudio formal del Espiritismo conduce a separar de la realidad todos los accesorios ridículos de la superstición.
19. ¿La visión de los Espíritus se produce en el estado normal o solamente en un estado extático?
"Puede tener lugar en las condiciones perfectamente normales; sin embargo, las personas que los ven están muchas veces en un estado particular muy cerca del éxtasis que les da una especie de doble vista" (Libro de los Espíritus, núm. 447).
20. Aquellos que ven a los Espíritus ¿los ven por los ojos?
"Ellos lo creen; pero en realidad el alma es la que ve, y lo que lo prueba es que pueden verse con los ojos cerrados."
21. ¿Cómo puede el Espíritu hacerse visible?
"El principio es el mismo que el de todas las manifestaciones, tiende a las propiedades del periespíritu, que puede sufrir diversas modificaciones a gusto del Espíritu."
22. El Espíritu propiamente dicho ¿puede hacerse visible o bien no lo puede sino con la ayuda del periespíritu?
"En vuestro estado material, los Espíritus no pueden manifestarse sino con la ayuda de su envoltura semimaterial; es el intermediario por el cual obran sobre vuestros sentidos. Bajo esta envoltura aparecen algunas veces con una forma humana o cualquier otra, ya sea en los sueños, ya sea en el estado de vigilia, lo mismo a la luz que en la oscuridad."
23. ¿Se podría decir que es por la condensación del fluido del periespíritu que el Espíritu se hace visible?
"Condensación no es la palabra; más bien es una comparación que puede ayudar a haceros comprender el fenómeno, porque realmente no hay condensación. Por la combinación de los fluidos, se produce en el periespíritu una disposición particular que no tiene analogía para vosotros y que lo hace perceptible."
24. Los Espíritus que aparecen ¿no pueden tocarse nunca y son siempre inaccesibles al tacto?
"En su estado normal son impalpables, como cuando se sueña. Sin embargo pueden hacer impresión en el tacto y dejar trazas de su presencia, y aun en ciertos casos venir a ser momentáneamente tangibles, lo que prueba que entre ellos y vosotros hay una materia."
25. ¿Todos son aptos para ver los Espíritus?
"En el sueño, sí pero no en estado de vigilia. En el sueño el alma ve sin intermediario; en la vigilia está siempre más o menos sujeta a la influencia de los órganos; por esto las condiciones no son siempre las mismas."
26. ¿De qué proviene la facultad de ver los Espíritus durante la vigilia?
"Esta facultad depende del organismo; proviene de la facilitad más o menos grande que tiene el fluido del vidente para combinarse con el del Espíritu. Así no basta al Espíritu querer mostrarse; es preciso, además, que encuentre en la persona a la cual quiere hacerse ver, la aptitud necesaria."
- ¿Esta facultad puede desenvolverse con el ejercicio?
"Lo puede como todas las otras facultades; pero es una de aquellas de las cuales vale más esperar el desenvolvimiento natural que provocarle, por el temor de sobre excitar la imaginación. La visión general y permanente de los Espíritus es excepcional, y no está en las condiciones normales del hombre."
27. ¿Se puede provocar la aparición de los Espíritus?
"Se puede algunas veces, pero muy raramente; es casi siempre espontánea. Para esto es menester estar dotado de una facultad especial.".
28. ¿Los Espíritus pueden hacerse visibles bajo otra apariencia que la forma humana?
"La forma humana es la forma normal, el Espíritu puede variar su apariencia, pero siempre es el tipo humano."
- ¿No pueden manifestarse bajo la forma de una luz?
"Pueden producir llamas, luces, como cualesquiera otros efectos, para atestiguar su presencia; pero estas cosas no son los mismos Espíritus. La llama muchas veces sólo es una ilusión óptica o una emanación del periespíritu; en todos los casos no es más que una parte de éste; el periespíritu no aparece entero sino en las visiones."
29. ¿Qué pensaremos de la creencia que atribuye los fuegos fatuos a la presencia de almas o Espíritus?
"Superstición producida por la ignorancia. La causa física de los fuegos fatuos es bien conocida."
- La llama azul que apareció, según se dice, sobre la cabeza del niño Servius Tullius, ¿es una fábula o una realidad?
"Era real, fue producida por el Espíritu familiar que quería advertir a la madre.
Esta madre, médium vidente, había apercibido un rayo del Espíritu protector de su hijo.
Todos los médiums videntes no ven al mismo grado, así como vuestros médiums escribientes no escriben todos la misma cosa. Mientras que esta madre sólo veía una llama, otro médium hubiese podido ver el mismo cuerpo del Espíritu."
30. ¿Los Espíritus podrían presentarse bajo la forma de animales?
"Puede suceder; pero los que tomen estas apariencias son siempre Espíritus muy inferiores. En todos los casos esto sólo sería una apariencia momentánea; porque sería absurdo el creer que un animal cualquiera pudiese ser la encarnación real de un Espíritu. Los animales son siempre animales y no otra cosa."
Observación. - Sólo la superstición puede hacer creer que ciertos animales están animados por Espíritus; es preciso una imaginación muy complaciente, o bien afectada, para ver alguna cosa sobrenatural en circunstancias un tanto extravagantes, con las cuales se presentan algunas veces; pero el miedo hace ver con frecuencia lo que no existe. El miedo no siempre es el origen de esta idea; hemos conocido una señora muy inteligente por cierto, que se aficionó más de lo regular a un gatazo negro, porque le creía de una naturaleza "sobreanimal"; pero no había oído jamás hablar del Espiritismo; si lo hubiera conocido, le habría hecho comprender lo ridículo de la causa de su predilección, probándole la imposibilidad de semejante metamorfosis.
Ensayo teórico sobre las apariciones

101. Las manifestaciones aparentes más ordinarias tienen lugar cuando se duerme, por los sueños; estas son las visiones. No puede entrar en nuestro cuadro el examen de todas las particularidades que pueden presentar los sueños; nosotros resumimos diciendo que pueden ser una visión actual de cosas presentes o ausentes; una visión retrospectiva del pasado, y en algunos casos excepcionales un presentimiento del porvenir. Muchas veces son también cuadros alegóricos que los Espíritus hacen pasar por nuestra vista para darnos advertencias útiles y consejos saludables, si son buenos Espíritus; o para inducirnos en error y lisonjear nuestras pasiones si son Espíritus imperfectos. La siguiente teoría se aplica a los sueños, como a los otros casos de apariciones. (Véase El Libro de los Espíritus , núms. 400 y siguientes).
Creeríamos hacer injuria al buen sentido de nuestros lectores procurando refutar lo que hay de absurdo y ridículo en lo que vulgarmente se llama la interpretación de los sueños.

102. Las apariciones propiamente dichas tienen lugar en el estado de vigilia, y cuando uno goza de la plenitud y entera libertad de sus facultades. Generalmente se presentan bajo una forma vaporosa y diáfana, algunas veces vaga e indecisa; a menudo es en el primer momento una luz blanquecina cuyos contornos se dibujan poco a poco. Otras veces las formas son acentuadas con claridad y se distinguen las menores trazos del rostro, al punto de poder hacer de ellas una descripción muy precisa. Los ademanes y el aspecto son parecidos a los del Espíritu cuando vivía. Pudiendo tomar todas las apariencias, el Espíritu se presenta bajo aquella que mejor puede hacerle conocer si tal es su deseo. De este modo, aun cuando el Espíritu no tenga ningún defecto corporal, se manifestará estropeado, cojo, jorobado, herido, con cicatrices, si esto es necesario para justificar su identidad. Esopo, por ejemplo, como Espíritu no es deforme; pero si se le evoca, aunque Esopo hubiera tenido después muchas existencias aparecerá feo y jorobado, con el traje tradicional. Una cosa notable es que a menos de circunstancias particulares, las partes menos dibujadas son los miembros inferiores; mientras que la cabeza, el tronco, los brazos y las manos, se presentan siempre claramente. Tampoco casi nunca se les ve andar, sino deslizarse como sombras. En cuanto al traje, ordinariamente se compone de un ropaje terminando en largos pliegues flotantes; la apariencia de los Espíritus que no han conservado nada de las cosas terrestres, es al menos con una cabellera ondulante y graciosa; pero los Espíritus vulgares, aquellos que se han conocido, tienen generalmente el traje que tenían en el último periodo de su existencia. Muchas veces tienen atributos característicos de su elevación, como una aureola o alas para aquellos que puedan considerarse como ángeles mientras que otros llevan los que recuerdan sus ocupaciones terrestres; de este modo un guerrero podrá aparecerse con su armadura, un sabio con sus libros, un asesino con un puñal, etc. Los Espíritus superiores tienen una figura bella, noble y serena; los más inferiores tienen algo de feroz y bestial, y algunas veces llevan aún las señales de los crímenes que han cometido o de los suplicios que han sufrido. La cuestión del traje y de todos estos objetos accesorios puede que sea la que más admira; volveremos a ella en un capítulo especial, porque tiene relación con otros hechos más importantes.

103. Hemos dicho que la aparición tiene algo de vaporoso; en ciertos casos se podría compararla a la imagen reflejada en un espejo sin alinde, y que a pesar de su limpieza no impide ver al través los objetos que están por detrás. Así, es generalmente, como los distinguen los médiums videntes; los ven ir y venir, entrar y salir de una habitación, circular entre los grupos de los vivos, teniendo el aire, al menos por lo que respecta a los Espíritus vulgares, de tomar una parte activa en todo lo que se hace alrededor de ellos, de interesarse y escuchar lo que se dice. Frecuentemente se les ve acercarse a una persona, sugerirle ideas, influiría, consolarla si son buenos, ridiculizaría si son malignos, mostrarse tristes o contentos de los resultados que obtienen; sucede, en una palabra, lo mismo que en el mundo corporal. Tal es el mundo oculto que nos rodea, en medio del cual vivimos sin que lo apercibamos, así como vivimos sin tampoco apercibirlo en medio de las miríadas del mundo microscópico. El microscopio nos ha revelado el mundo de lo infinitamente pequeño que no sospechábamos; el Espiritismo, ayudado de los médiums, nos ha revelado el mundo de los Espíritus, que es también una de las fuerzas activas de la naturaleza. Con ayuda de los médiums videntes hemos podido estudiar el mundo invisible, iniciarnos en sus costumbres, como un pueblo de ciegos podría estudiar el mundo visible, ayudado de algunos hombres que gozasen de la vista. (Véase el capitulo de los médiums, el artículo concerniente a los médiums videntes).
104. El Espíritu que quiere o puede aparecer, reviste algunas veces una forma más clara todavía, teniendo todas las apariencias de un cuerpo sólido, hasta el punto de producir una ilusión completa y hacer creer que se tiene delante de si un ser corporal. En algunos casos, en fin, y bajo el imperio de ciertas circunstancias, la tangibilidad puede venir a ser real, esto es, que se puede tocar, palpar, sentir la misma resistencia, el mismo calor que de parte de un cuerpo vivo, lo que no impide el desvanecerse con la rapidez del rayo. Entonces ya no es por los ojos como se hace constar la presencia, sino por el tacto. Si se podía atribuir a la ilusión o a una especie de fascinación la aparición simplemente visual, la duda no puede tener lugar cuando se puede cogerla, palparla, y más aún cuando ella misma os coge y os estrecha. Los hechos de apariciones tangibles son los más raros; pero los que se han verificado en estos últimos tiempos por la influencia de médiums poderosos (*) y que tienen toda la autenticidad de testigos irrecusables, prueban y explican los que la historia refiere referentes a personas que se han mostrado después de su muerte con todas las apariencias de la realidad. Por lo demás, como lo hemos dicho, por extraordinarios que sean semejantes fenómenos, todo lo maravilloso desaparece cuando se conoce la manera como se producen, y se comprende que, lejos de ser una derogación de las leyes de la naturaleza, no son otra cosa que una nueva aplicación de las mismas.

105. Por su naturaleza y en su estado normal el periespíritu es invisible, así como hay una porción de fluidos que sabemos que existen y que, sin embargo, no hemos visto jamás; pero pueden también, lo mismo que ciertos fluidos, sufrir modificaciones que le hagan perceptible a la vista, ya sea por una especie de condensación, ya por un cambio en la disposición molecular; entonces nos aparece bajo una forma vaporosa. La condensación (no es necesario tomar esta palabra a letra; sólo la empleamos a falta de otra y a título de comparación), la condensación, decimos, puede ser tal que el periespíritu adquiere las propiedades de un cuerpo sólido y tangible; pero puede instantáneamente volver a tomar su estado etéreo e invisible. Podemos darnos cuenta de este efecto por el del vapor, que puede pasar de la invisibilidad al estado nebuloso, luego líquido, luego sólido y viceversa. Estos diferentes estados del periespíritu son el resultado de la voluntad del Espíritu y no de una causa física exterior como en nuestros gases. Cuando nos aparece, es porque pone su periespíritu en el estado necesario para hacerle visible; para esto su voluntad no basta, porque la modificación del periespíritu se opera por su combinación con el fluido propio del médium; pero esta combinación no es siempre posible, lo que explica por que la visibilidad de los Espíritus no es general. Así, no basta que el Espíritu quiera mostrarse; no basta tampoco que una persona quiera verle; es preciso que los dos fluidos puedan combinarse, que haya entre ellos una especie de afinidad; puede ser también que la emisión del fluido de la persona sea bastante abundante para operar la transformación del periespíritu y probablemente otras condiciones que nos son desconocidas; por fin es menester que el Espíritu tenga el permiso de hacerse ver a tal persona, lo cual no siempre se le concede o sólo se le permite en ciertas circunstancias, por motivos que no podemos apreciar.

106. Otra propiedad del periespíritu y que tiende a su naturaleza etérea, es la penetrabilidad. Ninguna materia le hace obstáculo; las atraviesa todas, como la luz atraviesa los cuerpos transparentes. Y por esto nada hay, por cerrado que esté, que pueda oponerse a la entrada de los Espíritus; estos van a visitar al prisionero en su calabozo tan fácilmente como al hombre que está en medio de los campos.

107. Las apariciones en estado de vigilia no son ni raras ni nuevas; las ha habido en todos tiempos; la historia refiere gran número de ellas; pero sin ir tan lejos, en nuestros días son muy frecuentes, y muchas personas las han tenido y en un principio las han tomado, por lo que se ha convenido en llamar alucinaciones. Son frecuentes sobre todo en los casos de muerte de personas ausentes, que vienen a visitar a sus parientes o amigos. Muchas veces no tienen objeto bien determinado, pero se puede decir que en general los Espíritus que aparecen de este modo son atraídos por la simpatía.
Detengámonos a interrogar nuestros recuerdos, y veremos que hay pocas personas que no tengan conocimiento de algunos hechos de este género cuya autenticidad no podría ponerse en duda.

108. Añadiremos a las condiciones precedentes el examen de algunos efectos de óptica que han dado lugar al singular sistema de los Espíritus glóbulos.
El aire no tiene siempre una limpieza absoluta y hay circunstancias en que las corrientes de las moléculas aeriformes y su agitación producida por el calor se hacen perfectamente visibles. Algunas personas han tomado esto por masas de Espíritus agitándose en el espacio; basta indicar esta opinión para refutarla. Pero be aquí otro género de ilusión no menos extravagante contra la cual conviene estar prevenido.
El humor acuoso del ojo ofrece puntos apenas perceptibles que han perdido su transparencia. Estos puntos son como cuerpos opacos suspendidos en el líquido cuyos movimientos siguen. Estos producen en el aire ambiente y a distancia, por efecto del aumento y de la refracción, la apariencia de pequeños discos, variando de uno a diez milímetros de diámetro, y parecen mecerse en la atmósfera. Hemos visto personas que tomaban estos discos por Espíritus que les seguían y les acompañaban por todas partes, y en su entusiasmo tomar por figuras los matices de la irisación, lo que es casi tan racional como ver una figura en la luna. Una simple observación suministrada por estas mismas personas les conducirá sobre el terreno de la realidad.
Estos discos o medallones, dicen ellos, no sólo les acompañan, sino que siguen todos sus movimientos; van a derecha e izquierda, suben, bajan o se detienen según el movimiento de cabeza. Esto no debe causar admiración, puesto que si el sitio de la apariencia está en el globo del ojo, debe seguir sus movimientos. Si fueran Espíritus sería preciso convenir que estarían demasiado sujetos a un papel muy mecánico para seres inteligentes y libres, tarea harto fastidiosa, aun para Espíritus inferiores, con más fuerte razón incompatible con la idea que nos formamos de los Espíritus superiores. Es verdad que algunos toman por Espíritus malos puntos negros o moscas amauróticas. Estos discos, lo mismo que las manchas negras, tienen un movimiento ondulatorio que no se aparta jamás de la amplitud de un cierto ángulo, y lo que contribuye a la ilusión es que no siguen bruscamente los movimientos de la línea visual. La razón de esto es muy sencilla. Los puntos opacos del humor acuoso, causa primera del fenómeno, hemos dicho que están como suspendidos y tienen siempre una tendencia a descender; cuando suben están incitados por el movimiento del ojo de abajo arriba; pero llegados a cierta altura, si se fija el ojo, los discos, después de detenerse descienden por sí mismos. Su movilidad es extrema, porque basta un movimiento imperceptible del ojo para hacerles cambiar de dirección y hacerles recorrer rápidamente toda la amplitud del arco en el espacio en que se produce la imagen. Hasta tanto que no se pruebe que una imagen posee un movimiento propio, espontáneo e inteligente, no puede considerarse sino como un simple fenómeno óptico o fisiológico.
Lo mismo puede decirse con respecto de las lucecitas que se producen algunas veces en gavillas o manojos más o menos compactos por la contracción de los músculos del ojo y que son probablemente debidas a la electricidad fosforescente del iris, puesto que están generalmente circunscritas a la circunferencia del disco de este órgano.
Semejantes ilusiones no pueden ser otra cosa que el resultado de una observación incompleta. Cualquiera que haya estudiado seriamente la naturaleza de los Espíritus por todos los medios que da la ciencia práctica, comprenderá todo lo pueril de estas ilusiones. Tanto como combatimos las teorías atrevidas, por las cuales se atacan las manifestaciones, cuando estas teorías están basadas sobre la ignorancia de los hechos, otro tanto debemos procurar destruir las ideas falsas que prueban más entusiasmo que reflexión, y que por esto mismo hacen más mal que bien entre los incrédulos, ya tan dispuestos a buscar la parte ridícula.

109. Como se ve, el periespíritu es el principio de todas las manifestaciones; su conocimiento ha dado la llave de una porción de fenómenos, ha hecho dar un paso inmenso a la ciencia espiritista, y que ésta entrase en una vía nueva, quitándole todo carácter maravilloso. Por conducto de los mismos Espíritus hemos encontrado la explicación de la acción del Espíritu sobre la materia, del movimiento de los cuerpos inertes, de los ruidos y de las apariciones, pues es preciso tener muy presente que ellos mismos son los que nos han puesto en el camino para todas estas investigaciones. Encontramos en el periespíritu la explicación de muchos otros fenómenos que nos quedan por examinar antes de pasar al estudio de las comunicaciones propiamente dichas. Se les comprenderá mejor cuanto más cuenta nos demos de las causas primeras. Si se comprende bien este principio, lo aplicaremos con facilidad a los diversos hechos que podrán presentarse al observador.

110. Estamos lejos de dar la teoría que presentamos como absoluta y como siendo la última palabra; será, sin duda, completada o rectificada más tarde por nuevos estudios, pero por incompleta o imperfecta que sea aún hoy día puede siempre ayudar a darse cuenta de la posibilidad de los hechos por causas que nada tienen de sobrenatural; si esto es una hipótesis, sin embargo no se le puede negar el mérito de la racionalidad y de la probabilidad, y vale más que todas las explicaciones que dan los que niegan, para probar que todo es ilusión, fantasmagoría y subterfugio en los fenómenos espiritistas.

Teoría de la alucinación

111. Los que no admiten el mundo incorporal e invisible, creen explicarlo todo con la palabra "alucinación." La definición de esta palabra es conocida; esto es: un error, una ilusión de una persona que cree tener percepciones que no tiene realmente (del latín "hallucinari"; errar, formado de "ad lucem"); pero los sabios no han dado todavía la razón fisiológica, que nosotros sepamos.
La óptica y la fisiología parece que no tienen ya secretos para ellos. ¿Cómo es que no han explicado aún la naturaleza y el origen de las imágenes que se presentan al Espíritu en ciertas circunstancias?
Quieren explicarlo todo por las leyes de la materia, conforme; que den, pues, por estas leyes una teoría de la alucinación; buena o mala, siempre sería una explicación.

112. La causa de los sueños no se ha explicado jamás por la ciencia; los atribuye a un efecto de la imaginación, pero no nos dice lo que es la imaginación ni cómo produce estas imágenes tan claras y tan limpias que nos aparecen algunas veces; esto es explicar una cosa que no conoce por otra que tampoco es conocida; la cuestión queda, pues, pendiente. Se dice que es un recuerdo de las preocupaciones de la víspera; pero aun cuando se admita esta solución, que no lo es, quedaría todavía por saber cuál es este espejo mágico que conserva de este modo la impresión de las cosas. ¿Cómo se explican, sobre todo, estas visiones de cosas reales, que no se han visto jamás en el estado de vigilia, y en las que nunca se ha pensado? Sólo el Espiritismo podía darnos la llave de ese raro fenómeno, que pasa desapercibido a causa de su misma vulgaridad, como todas las maravillas de la naturaleza que pisoteamos.
Los sabios han desdeñado ocuparse de la alucinación; que sea real o no, no deja de ser un fenómeno que la tisiología debe poder explicar, bajo pena de confesar su insuficiencia. Si algún día un sabio se empeña en dar, no una definición, entendámonos bien, sino una explicación fisiológica de ella, veremos si su teoría resuelve todos los casos; que no omita sobre todo los hechos tan comunes de apariciones de personas en el momento de su muerte; que diga de dónde viene la coincidencia de la aparición con la muerte de la persona. Si esto fuese un hecho aislado, se podría atribuir a la casualidad; pero como es muy frecuente, la casualidad no tiene estas reincidencias. Además, si aquel que ve la aparición tenía la imaginación afectada por la idea que la persona debía morir, podría pasar; pero la que aparece es lo más a menudo aquello en que menos se piensa: luego la imaginación no toma parte en esto para nada. Por la imaginación pueden explicarse menos aún las circunstancias de la muerte de la cual no se tiene ninguna idea.
Los alucinacionistas dirán, acaso, que el alma (si es que la admiten), tiene momentos de sobreexcitación en que sus facultades están exaltadas. Estamos acordes; pero cuando lo que ve es real, no es una ilusión. Si en su exaltación el alma ve una cosa que no está presente, es, pues, que se transporta; pero si nuestra alma puede transportarse hacia una persona ausente ¿por qué el alma de esa persona no puede transportarse hacia nosotros? Que en su teoría de la alucinación tomen en cuenta estos hechos y no olviden que una teoría a la cual se pueden oponer hechos contrarios, es necesariamente falsa e incompleta.
Esperando su explicación, vamos a ensayar emitir algunas ideas con este objeto.

113. Los hechos prueban que hay verdaderas apariciones de las cuales la teoría espiritista da buena cuenta, y que sólo pueden negar los que no admiten nada fuera del organismo; ¿pero al lado de las visiones reales hay alucinaciones en el sentido aplicado a esta palabra? Esto no es dudoso. ¿Cuál es su origen? Los Espíritus nos pondrán en el camino, porque la explicación nos parece del todo completa en las respuestas hechas a las preguntas siguientes:
- ¿Las visiones son siempre reales y no son algunas veces el efecto de la alucinación? ¿Cuando se ve, en sueños o de otro modo, al diablo, por ejemplo, u otras cosas fantásticas que no existen, no es esto un producto de la imaginación?
"Sí, algunas veces, cuando se está afectado por ciertas lecturas, o por historias de diabluras que impresionan, se recuerda, y se cree ver lo que no existe. Pero hemos dicho también que el Espíritu, balo su envoltura semi- material, puede tomar toda clase de formas para manifestarse. Un Espíritu burlón puede, pues, aparecer con cuernos y garras si le place, a fin de divertirse con la credulidad, como un buen Espíritu puede mostrarse con alas y una figura radiante."
- ¿Se pueden considerar como apariciones las figuras y otras imágenes que se presentan muchas veces cuando uno está medio dormido, o simplemente cuando se nos cierran los ojos?
"Desde que los sentidos se embotan, el Espíritu se desprende y puede ver de lejos o de cerca lo que no podría ver con los ojos. Estas imágenes son muchas veces visiones, pero pueden ser también un efecto de las impresiones que la vista de ciertos objetos ha dejado en el cerebro, cuyas señales conserva como conserva la de los sonidos. El Espíritu desprendido ve entonces en su propio cerebro estas señales que se han fijado en él como sobre una plancha de daguerrotipo. Su variedad y su mezcla forman conjuntos extravagantes y fugitivos que se borran casi repentinamente a pesar de los esfuerzos que se hacen para retenerlos. Es preciso atribuir a una causa semejante ciertas apariciones fantásticas que no tienen nada de real, y que se producen muchas veces en estado de enfermedad."
Es un hecho constante que la memoria es el resultado de las impresiones conservadas por el cerebro; ¿por qué singular fenómeno estas impresiones tan variadas y tan múltiples no se confunden? Este es un misterio impenetrable, pero que no es más extraño que el de las ondulaciones sonoras que se cruzan en el aire y no quedan menos claras En un cerebro sano y bien organizado estas impresiones son claras y precisas; en un estado menos favorable se borran y confunden; de ahí la pérdida de la memoria o la confusión de ideas. Esto parece, además, menos extraordinario si se admite como en frenología un destino especial a cada parte, y aun a cada fibra del cerebro.
Llegadas las imágenes al cerebro por los ojos, dejan en él una impresión que hace que se recuerde un cuadro como si se tuviese delante, pero esto es sólo cuestión de memoria, porque no se le ve; pues en cierto estado de emancipación, el alma ve en el cerebro y encuentra en él estas imágenes, aquellas sobre todo que le han afectado más, según la naturaleza de las preocupaciones o las disposiciones del Espíritu; así es como encuentra en él la impresión de las escenas religiosas, diabólicas, dramáticas, mundanas, figuras de animales raros, que ha visto en pintura en otra época o aun en cuentos, porque los cuentos dejan también impresiones. De este modo el alma ve realmente pero sólo ve una imagen daguerrotipada en el cerebro. En el estado normal estas imágenes son fugitivas y efímeras, porque todas las partes cerebrales funcionan libremente, pero
en el estado de enfermedad, el cerebro está siempre más o menos debilitado, el equilibrio no existe entre todos los órganos; algunos solamente conservan su actividad, mientras que otros están de algún modo paralizados; de ahí la permanencia de ciertas imágenes que no están ya borradas como en el estado normal por las preocupaciones de la vida exterior. Esa es la verdadera alucinación y la causa primera de las ideas fijas.
Como se ve, hemos dado cuenta de esta anomalía por una ley enteramente fisiológica bien conocida, la de las impresiones cerebrales, pero nos ha sido siempre preciso hacer intervenir el alma; pues si los materialistas no han podido dar todavía una solución satisfactoria de este fenómeno, consiste en que no quieren admitir el alma.
También dirán que nuestra explicación es mala, porque ponemos por principio lo que se ha cuestionado. ¿Por quién? Por ellos, pero admitido por la inmensa mayoría desde que hay hombres sobre la tierra, y la negación de algunos no puede hacer ley.
¿Nuestra explicación es buena? La damos por lo que pueda valer a falta de otra, y si se quiere a título de simple hipótesis, esperándola mejor. Tal como es, ¿da razón de todos los casos de visión? Ciertamente que no, y desafiamos a todos los fisiologistas a que den una sola a su punto de vista exclusivo que los resuelva todos; porque cuando han pronunciado sus palabras sacramentales de sobrexcitación y de exaltación no han dicho nada; luego si todas las teorías de la alucinación son insuficientes para explicar todos los hechos, es que hay otra cosa más que la alucinación propiamente dicha. Nuestra teoría seria falsa si la aplicábamos a todos los casos de visión, porque habría algunos de estos que vendrían a contradecirla; puede ser justa si se concreta a ciertos hechos.

CAPÍTULO VII
BI-CORPOREIDAD Y TRANSFIGURACIÓN
Apariciones del Espíritu de los vivos. - Hombres dobles. - San Alfonso de Ligorio, y San Antonio de Padua. - Vespasiano. - Transfiguración. - Invisibilidad

114. Estos dos fenómenos son variedades del de las manifestaciones visuales, y aunque desde luego puedan parecer maravillosos, se reconocerá fácilmente, por la explicación que pueda darse de los mismos, que no salen del orden de los fenómenos naturales. Uno y otro descansan sobre este principio, a saber: que todo lo que sea dicho sobre las propiedades del periespíritu después de la muerte, se aplica al periespíritu de los vivos. Sabemos que durante el sueño el Espíritu recupera parte de su libertad, quiere decir, se aisla del cuerpo, y fue en este estado que tuvimos muchas ocasiones de observarlo. Pero el Espíritu, sea el hombre muerto o vivo, tiene siempre su envoltura semi-material, que por las mismas causas que hemos descrito puede adquirir la visibilidad y al tangibilidad. Hechos muy positivos no dejan ninguna duda en cuanto a esto; sólo citaremos algunos ejemplos que conocemos personalmente, cuya exactitud podemos garantizar, y todos pueden recoger ejemplos análogos consultando su memoria.

115. La esposa de uno de nuestros amigos vio diferentes veces durante la noche entrar en su cuarto, con luz o sin ella, una vendedora de fruta de las cercanías, que conocía de vista, pero a la cual no había hablado jamás. Esta aparición le causó un espanto tanto más grande, cuanto que en esta época esta señora no tenía ningún conocimiento del Espiritismo, y que este fenómeno se repitió muy a menudo. Pues la vendedora estaba perfectamente viva, a esta hora probablemente dormía; mientras que su cuerpo material estaba en su casa, su Espíritu y su cuerpo fluídico estaban en la de esta señora; ¿por qué motivo? Esto es lo que no se sabe. En semejante caso, un espiritista iniciado en esta clase de cosas se lo hubiera preguntado, pero dicha señora no tuvo tal idea. Cada vez la aparición se eclipsaba sin que supiera cómo, y siempre que desaparecía iba a asegurarse que todas las puertas estaban perfectamente cerradas, y que nadie había podido introducirse en su habitación. Esta precaución le probaba que estaba bien despierta y que no era juguete de un sueño. Otras veces vio de la misma manera un hombre que no conocía, pero un día vio a su hermano que estaba en California; tenía de tal modo la apariencia de una persona real, que en primer momento creyó en su vuelta y quería dirigirle la palabra, pero desapareció sin darle tiempo. Una carta recibida posteriormente le acredító que no había muerto. Esta señora era lo que se puede llamar un médium vidente natural, pero como hemos dicho en aquella época no había oído jamás hablar de médiums.

116. Otra señora que habita en la provincia, estando gravemente enferma, vio una noche, a eso de las diez, un caballero anciano, habitante en la misma ciudad, y que veía algunas veces en la sociedad, pero sin ninguna relación de intimidad. Este caballero estaba sentado en un sillón al pie de su cama, y de cuando en cuando tomaba un polvo, aparentando que la cuidaba. Sorprendida de tal visita a semejante hora, quiso preguntarle el motivo, pero el caballero le hizo seña para que no hablase y de que durmiera; varias veces quiso dirigirle la palabra y siempre le hizo la misma recomendación. Al fin se durmió. Después de algunos días, estando restablecida, recibió la visita de este mismo caballero pero en una hora más conveniente, y esta vez era verdaderamente él; tenía el mismo traje, la misma caja de tabaco y exactamente las mismas maneras. Persuadida de que había venido durante su enfermedad, le dio las gracias por la molestia que se había tomado. El caballero, muy sorprendido, le dijo que no había tenido el gusto de verla hacía bastante tiempo. La señora, que conocía los fenómenos espiritistas, comprendió lo que era esto; pero no queriéndoselo explicar, se contentó con decirle que probablemente lo habría soñado.
Esto es lo probable, dirán los incrédulos, los Espíritus fuertes, lo que para ellos es sinónimo de gentes de genio; pero es cierto que esta señora no dormía esta vez ni la precedente. - Entonces sería que soñaba despierta o, de otro modo, que estaba alucinada. - He aquí la gran palabra, la explicación universal de todo lo que no se comprende. Como hemos ya refutado suficientemente esta objeción, continuaremos dirigiéndonos a aquellos que pueden comprendernos.

117. He aquí, sin embargo, otro hecho más característico, y nos alegraríamos al ver cómo podría explicar-se por el solo juego de la imaginación. Un caballero habitante en provincia no había querido jamás casarse, a pesar de las instancias de su familia. Se había insistido notablemente en favor de una persona que residía en una ciudad vecina, y que él no había visto nunca. Un día, estando en su cuarto, se admiró al verse en presencia de una joven vestida de blanco y la cabeza adornada con una corona de flores. Le dijo que era su desposada; le tendió la mano, que tomó, y en la cual vio un anillo. Al cabo de algunos instantes todo desapareció. Sorprendido de esta aparición, y asegurándose que se hallaba bien despierto, se informó si alguien había venido aquel día, pero se le contestó que no se había visto a nadie. Un año después, cediendo a las nuevas instancias de una parienta, se decidió ir a ver a la que se le proponía. Llegó el día de Corpus; volviendo de la procesión, una de las primeras personas que se presentó a su vista entrando en la casa fue una joven que reconoció por la que se le había aparecido, vestida de la misma manera, porque el día de la aparición era también el del Corpus. Quedó anonadado, y por su parte la joven dio un grito de sorpresa y se puso enferma. Vuelta en sí, dijo que había visto a este caballero en semejante día del año precedente. Se efectuó el casamiento. Esto ocurrió hacia el año 1835; en aquella época no se trataba de Espíritus, y por otra parte uno y otro son personas de un positivismo extremo y de una imaginación nada exaltada.
Puede ser que se diga que uno y otro tenían el Espíritu afectado con la idea de la unión propuesta, y que esta preocupación determinó una alucinación; pero es preciso no olvidar que el marido era tan indiferente a esto, que estuvo un año sin ir a ver a su pretendida. Aun admitiendo esta hipótesis, quedaría por explicar la doble aparición, la coincidencia del traje con el día del Corpus y, en fin, el reconocimiento físico entre personas que no se habían visto jamás, circunstancias que no pueden ser el producto de la imaginación.

118. Antes de ir más lejos debemos responder inmediatamente a una pregunta que no dejarán de hacernos: es saber cómo el cuerpo puede vivir mientras que el Espíritu está ausente. Podríamos decir que el cuerpo puede vivir con la vida orgánica que es independiente de la presencia del Espíritu, y la prueba de esto es que las plantas viven y no tienen Espíritu; pero debemos añadir que durante la vida el Espíritu nunca está desprendido completamente del cuerpo. Los Espíritus, lo mismo que ciertos médiums videntes, reconocen el Espíritu de una persona viviente por medio de un cordón luminoso que termina en su cuerpo fenómeno que no tiene nunca lugar cuando el cuerpo está muerto, porque entonces la separación es completa. Por medio de esta comunicación el Espíritu es advertido instantáneamente de la necesidad que el cuerpo puede tener de su presencia, y entonces vuelve con la prontitud del relámpago desde cualquier distancia que esté. Resulta de esto que el cuerpo jamás puede morir mientras dure la ausencia del Espíritu, y que no puede nunca acontecer que éste, a su vuelta, encuentre la puerta cerrada como lo han dicho algunos romanceros en las historias de su invención. (Libro de los Espíritus, núms. 400 y siguientes).

119. Volvamos a nuestro asunto. El Espíritu de una persona viva, aislado del cuerpo, puede aparecer como el de una persona muerta, y tener todas las apariencias de la realidad; además, por las mismas causas que hemos explicado, puede adquirir una tangibilidad momentánea. Es el fenómeno designado bajo el nombre de bi-corporeidad, el que ha dado lugar a las historias de los hombres dobles, esto es, de individuos cuya presencia simultánea ha sido acreditada en dos parajes diferentes. He aquí dos ejemplos sacados, no de las leyendas populares, sino de la historia eclesiástica.
San Alfonso de Ligorio fue canonizado antes del tiempo exigido, por haberse mostrado simultáneamente en dos parajes diferentes, lo que pasó por un milagro.
San Antonio de Padua estaba en España, y al mismo tiempo que predicaba, su padre, que estaba en Padua, iba al suplicio acusado de un asesinato. En este momento aparece San Antonio, demuestra la inocencia de su padre y hace reconocer al verdadero criminal, quien más tarde sufrió el castigo. Se probó que en el mismo momento, San Antonio no había salido de España.
Habiendo sido evocado San Alfonso, e interrogado por nosotros acerca del hecho arriba manifestado, contestó lo que sigue:
1. ¿Podrías explicarnos este fenómeno?
"Sí, el hombre, cuando está completamente desmaterializado por su virtud, y que ha elevado su alma hacia Dios, puede aparecer en dos parajes a la vez. He aquí cómo. El Espíritu encarnado, sintiendo venir el sueno, puede pedir a Dios transportarse a un lugar cualquiera. Su Espíritu o su alma, como queráis llamarla, abandona entonces su cuerpo seguido de una parte de su periespíritu, y dela la materia inmunda en un estado "vecino" a la muerte. Digo "vecino" a la muerte porque queda en el cuerpo un lazo que une el periespíritu y el alma a la materia, y este lazo no puede ser definido. El cuerpo aparece en este estado al paraje que se le ha llamado. Creo que es todo lo que deseáis saber.".
2. Esto no nos da la explicación de la visibilidad y tangibilidad del periespíritu.
"El Espíritu, encontrándose separado de la materia según su grado de elevación puede hacerse tangible a la materia."
3. ¿El sueño del cuerpo es indispensable para que el Espíritu aparezca en otros parajes?
"El alma puede dividirse, cuando se siente transportada a un lugar diferente de aquel en que se encuentra el cuerpo. Puede acontecer que el cuerpo no duerma, aunque esto sea muy raro, pero entonces el cuerpo no está jamás en un estado perfectamente normal, está siempre en un estado más o menos extático."
Observación. - El alma no se divide en el sentido literal de la palabra; irradia por diferentes lados, y es así como puede manifestarse sobre muchos puntos sin estar dividida; es lo mismo que una luz que pueda simultáneamente reflejarse en muchos espejos.
4. ¿Qué le acontecería a un hombre si se le despertase bruscamente en el mismo momento que, sumergido en el sueño, su Espíritu apareciese en otra parte?
"Esto no sucederá, porque si alguno tenía la intención de despertarle, volvería el Espíritu al cuerpo y prevendría la intención, atendido que el Espíritu lee en el pensamiento."
Se nos ha dado varias veces una explicación completamente idéntica, por el Espíritu de personas muertas o vivas. San Alfonso explica el hecho de la doble presencia, pero no da la teoría de la visibilidad y tangibilidad.

120. Tácito refiere un hecho análogo.
Durante los meses que Vespasiano pasó en Alejandría para esperar la vuelta periódica de los vientos de verano y la estación en que el mar estaba más seguro, acontecieron muchos prodigios, por donde se manifestó el favor del cielo y el interés que los dioses parecían tomar por este príncipe...
Estos prodigios redoblaron en Vespasiano el deseo de visitar el lugar sagrado de Dios, para consultarle los asuntos del imperio. Ordenó que el templo se cerrarse para todo el mundo; luego que hubo entrado en él y fijado su atención en lo que iba a pronunciar el oráculo, percibió detrás de él uno de los principales egipcios, nombrado Basilide, que sabia estaba detenido por enfermo a muchas jornadas de Alejandría. Se informó de los sacerdotes si Basilide había venido al templo en este día; se enteró por los demás si se le había visto en la ciudad; en fin, envió hombres a caballo y se aseguró que en dicho momento estaba a ochenta millas de distancia. Entonces no dudó ya que la visión fuese sobrenatural, y el nombre de Basilide le sirvió para él de oráculo. (Tácito, Historias, lib. IV, cap. 81 y 82, traducción de Burnouf).

121. El individuo que se muestra simultáneamente en dos parajes diferentes, tiene, pues, dos cuerpos; pero de estos dos cuerpos uno solo es real, el otro no es más que la apariencia; se puede decir que el primero tiene la vida orgánica, y que el segundo tiene la vida del alma; al despertar, los dos cuerpos se reúnen y la vida del alma entra en el cuerpo material. No parece posible, al menos no tenemos nosotros ejemplo, y la razón parece demostrarlo, que en el estado de separación, los dos cuerpos puedan gozar simultáneamente y al mismo grado de la vida activa e inteligente. Se deduce, además, de lo que acabamos de decir, que el cuerpo real no podría morir mientras que el cuerpo aparente quedase visible; la aproximación de la muerte llamaría siempre al Espíritu al cuerpo, aunque sólo fuese por un instante. Resulta, igualmente, que no podría darse la muerte al cuerpo aparente, porque no es orgánico ni está formado de carne y hueso; desaparecería en el mismo momento que se tratara de martarle (*).

122. Pasemos al segundo fenómeno, el de la "transfiguración." Consiste en el cambio de aspecto de un cuerpo vivo. He aquí respecto a esto un hecho del que podemos garantizar la perfecta autenticidad que pasó en los años 1858 y 1859, en las cercanías de Saint-Etienne. Una joven de unos quince años gozaba de la singular facultad de transfigurarse, esto es, de tomar en momentos dados todas las apariencias de ciertas personas muertas; la ilusión era tan completa, que se creía tener la persona delante de sí tan semejantes eran las facciones, la mirada, el sonido de la voz y hasta la jerga o dialecto. Este fenómeno se ha renovado centenares de veces independientemente de la voluntad de la joven. Muchas veces tomaba la apariencia de su hermano, muerto algunos años antes; tenía no sólo su figura, sino la talla y el volumen del cuerpo. Un médico del país, varias veces testigo de estos raros efectos, y queriendo asegurarse si era él juguete de una ilusión, hizo la experiencia siguiente. Nosotros hemos adquirido estas noticias de él mismo, del padre de la joven y de muchos otros testigos oculares muy honrados y muy dignos de fe. Tuvo la idea de pesar a la joven en su estado normal, después en el de la transfiguración, cuando tenía la apariencia de su hermano, de edad veintitantos años, mucho más corpulento y robusto. Pues bien: se encontró que en este último estado el peso era casi el doble. La experiencia era concluyente y no era posible atribuir esta apariencia a una simple ilusión óptica. Ensayemos la explicación de este hecho que en otro tiempo se hubiera llamado milagro, y que nosotros llamamos simplemente fenómeno.

123. La transfiguración, en ciertos casos, puede tener por causa una simple contracción muscular que puede dar a la fisonomía una expresión diferente, al punto de hacer la persona casi desconocida. Nosotros lo hemos observado muchas veces en ciertos sonámbulos, pero en este caso la transformación es radical; una mujer podrá aparecer joven o vieja, bella o fea, pero será siempre una mujer, y su peso, sobre todo, no aumentará ni disminuirá. En el caso de que se trata, es bien evidente que hay alguna cosa de más: la teoría del periespíritu nos pondrá en camino.
Está admitido en principio que el Espíritu puede dar a su periespíritu todas las apariencias; que por una modificación en la disposición molecular puede darle la visibilidad, la tangibilidad y, por consecuencia, la "opacidad"; que el periespíritu de una persona viva, aislada del cuerpo, puede sufrir las mismas transformaciones; que este cambio de estado se opera por la combinación de los fluidos. Figurémonos ahora el periespíritu de una persona viva, no aislada, sino irradiando alrededor del cuerpo de manera que lo envuelva con una especie de vapor; en este estado puede sufrir las mismas modificaciones que si estuviese separado del cuerpo; si pierde su transparencia, el cuerpo puede desaparecer, venir a ser invisible y estar velado como si estuviese metido en una densa niebla. Podrá también cambiar de aspecto, volverse resplandeciente si tal es la voluntad o el poder del Espíritu. Otro Espíritu, combinando su propio fluido con el primero, puede sustituirle con su propia apariencia; de tal modo que el cuerpo real desaparezca bajo una envoltura fluídica exterior, cuya apariencia puede variar a gusto del Espíritu. Tal parece ser la verdadera causa del extraño y raro fenómeno, preciso es decirlo así, de la transfiguración. En cuando a la diferencia del peso, se explica de la misma manera que para los cuerpos inertes. El peso intrínseco del cuerpo no ha variado porque la cantidad de materia no ha aumentado; sufre, si, la influencia de un agente exterior que puede aumentar o disminuir el peso relativo, como lo hemos explicado más arriba, números 78 y siguientes. Es, pues, probable que si la transfiguración hubiese tenido lugar bajo el aspecto de un niño, el peso hubiera disminuido a proporción.

124. Se concibe que el cuerpo pueda tomar otra apariencia mayor o de la misma dimensión; pero, ¿cómo podría tomarla más pequeña la de un niño, como acabamos de decir? En este caso el cuerpo real no pasaría de los límites del cuerpo aparente? No decimos que el hecho se haya producido; hemos querido sólo demostrar, refiriéndonos a la teoría del peso específico, que el peso aparente hubiese podido disminuir. En cuanto al fenómeno en sí mismo, no afirmamos ni su posibilidad, ni su imposibilidad; pero en el caso en que tuviera lugar, del cual no se pudiera dar una solución satisfactoria, no por esto se infirmaría el fenómeno; no olvidemos que estamos al principio de la ciencia y que estamos aún lejos de que lo diga todo sobre este punto,
como sobre otros muchos. Además, las partes excedentes podrían perfectamente hacerse invisibles.
La teoría del fenómeno de la invisibilidad resalta, naturalmente, de las explicaciones precedentes y de las que se han dado con motivo del fenómeno de los aportes.

125. Nos faltaría tratar del singular fenómeno de los "no engendrados" (*) que por extraordinario que pueda parecer a primera vista no es más sobrenatural que los otros. Pero como lo hemos explicado en la Revista Espiritista (febrero de 1859) creemos inútil reproducir aquí los detalles; diremos solamente que es una variedad de la aparición tangible; es el estado de ciertos Espíritus que pueden revestir momentáneamente las
formas de una persona viva al punto de hacer completa ilusión.

CAPÍTULO VIII
LABORATORIO DEL MUNDO INVISIBLE
Trajes de los Espíritus. - Formación espontánea de objetos tangibles. - Modificación de las propiedades de la materia. - Acción magnética curativa.

126. Hemos dicho que los Espíritus se presentan vestidos con sus túnicas, ropajes o con sus trajes ordinarios. Los ropajes parecen ser la costumbre general en el mundo de los Espíritus; pero uno no comprende de dónde salen semejantes trajes, parecidos enteramente a los que llevaban en su vida, con todos los accesorios de tocador.
Es cierto que ellos no se llevaron estos objetos consigo, puesto que los que realmente vestían los tenemos aún a la vista; ¿de dónde provienen, pues, los que llevan en el otro mundo? Esta cuestión siempre ha embarazado bastante, pero para muchos era un simple asunto de curiosidad; confirma sin embargo, una cuestión de principio de gran importancia, porque su solución nos ha puesto en el camino de una ley general, que encuentra igualmente su aplicación a nuestro mundo corporal. Muchos hechos han venido a complicarla y a demostrar la insuficiencia de las teorías que se habían ensayado.
Hasta cierto punto podía darse cuenta del traje, porque puede considerársele como haciendo de algún modo parte del individuo; pero no es así en cuanto a los objetos accesorios, como por ejemplo la caja de tabaco del caballero que visitó a la señora enferma, de la cual hemos hablado (número 117). Notamos con este motivo que no se trata aquí de un muerto, sino de un vivo, y que este caballero cuando volvió en persona tenía una caja de tabaco parecida en un todo. ¿En dónde encontró, pues, el Espíritu, la que tenía cuando estaba al pie de la cama de la enferma? Podríamos citar gran número de casos en que Espíritus muertos o vivos se aparecen con diversos objetos, tales como bastones, armas, pipas, linternas, libros, etc.
Entonces se nos ocurrió la idea de que los cuerpos inertes podían tener sus análogos etéreos en el mundo invisible; que la materia condensada que forma los objetos podía tener una parte esencial fuera del alcance de nuestros sentidos. Esta teoría no estaba desnuda de verosimilitud, pero no era suficiente para dar razón de todos los hechos. Sobre todo hay uno que debe burlar todas las interpretaciones. Hasta entonces sólo se había tratado de imágenes o apariencias. Hemos visto muy bien que el periespíritu puede adquirir las propiedades de la materia y hacerse tangible, pero esta tangibilidad sólo es momentánea, y el cuerpo sólido se desvanece como una sombra.
Este es un fenómeno muy extraordinario, pero lo es mucho mayor el verse producir la materia sólida persistente, así como lo prueban numerosos hechos auténticos, y notablemente el de la escritura directa, de la que hablaremos en detalle en un capítulo especial. Sin embargo, como este fenómeno tiene íntima relación con el asunto que tratamos en este momento, y que es una de las aplicaciones más positivas, nos anticiparemos al orden que tenemos establecido.

127. La escritura directa o "pneumatografía" es aquella que se produce espontáneamente sin el auxilio de la mano del médium ni del lápiz. Basta tomar una hoja de papel blanco, lo que se puede hacer con todas las precauciones necesarias para no ser chasqueado por ninguna superchería, doblarla y colocarla en alguna parte, en un cajón o simplemente sobre un mueble, y si se tienen las condiciones que se requieren, al cabo de cierto tiempo más o menos largo se encuentran en el papel caracteres trazados, diversos signos, palabras, frases y aun discursos, las más de las veces con una sustancia parduzca parecida al plomo; otras veces con lápiz encarnado, tinta ordinaria y aun tinta de imprenta. He aquí el hecho en toda su sencillez, y cuya reproducción, aunque poco común, no es, sin embargo, muy rara, porque hay personas que lo obtienen con mucha facilidad. Si se ponía el lápiz con el papel se podría creer que el Espíritu se ha servido de él para escribir; pero desde el momento que el papel está enteramente solo, es evidente que la escritura está formada por una materia depositada. ¿De dónde ha tomado el Espíritu esta materia? Tal es la pregunta que hemos hecho, a cuya solución nos ha inducido la caja de tabaco de que más arriba hemos hablado.

128. El Espíritu de San Luis nos ha dado esta solución con las respuestas siguientes:
1. Hemos citado un caso de aparición del Espíritu de una persona viva. Este Espíritu tenía una caja de tabaco y tomaba polvo. ¿Sentía, efectivamente, la impresión del que toma polvo en realidad?
"No."
2. Esta caja de tabaco tenía la misma forma que la que él usaba ordinariamente y que estaba en su casa. ¿Qué era, pues, la caja de tabaco que tenía este hombre en sus manos?
"Una apariencia; sucedió de este modo para que se notase la circunstancia, como lo ha sido, y que la aparición no se tomase por una alucinación producida por el estado de salud del vidente. El Espíritu quería que esta se flora creyese en la verdad de su presencia, y tomó todas las apariencias de la realidad."
3. Decís que fue una apariencia; pero una apariencia nada tiene de real, es como una ilusión de óptica; nosotros quisiéramos saber: ¿esta caja de tabaco sólo era una imagen sin realidad, o tenía alguna cosa de material?
"Ciertamente; con ayuda de este principio material es como el periespíritu toma la apariencia de vestidos semejantes a los que llevaba el Espíritu cuando vivía."
Observación. - Es evidente que en este caso la palabra apariencia debe tomarse en el sentido de aspecto, imitación. La caja de tabaco real no estaba allí; la que tenía el Espíritu sólo fue la representación; era, pues, una apariencia comparada con el original, aunque formada de un principio material.
La experiencia nos enseña que no es necesario tomar siempre a la letra ciertas expresiones empleadas por los Espíritus; interpretándolas según nuestras ideas, nos exponemos a grandes equivocaciones por esto es menester profundizar el sentido de la palabra siempre que presenta la menor ambigüedad; esta recomendación nos la hacen constantemente los mismos Espíritus. Sin la explicación que hemos provocado, la palabra "apariencia" constantemente reproducida en casos análogos, podía dar lugar a una falsa interpretación.
4. ¿Acaso sería doble la materia inerte? ¿Y habría en el mundo de los Espíritus una materia esencial que revistiera la forma de los objetos que vemos? En una palabra, ¿estos objetos tendrían su "doblez etérea" en el mundo invisible, así como los hombres están representados en él por los Espíritus?
"Esto no se opera de este modo; el Espíritu tiene sobre los elementos materiales esparcidos por todas partes en el espacio y en vuestra atmósfera, una potencia que estáis lejos de adivinar. Puede a su gusto concentrar estos elementos y darles la forma aparente acomodada a sus proyectos."
Observación. - Esta cuestión como hemos visto, era la traducción de nuestro pensamiento, esto es, de la idea que nos habíamos formado sobre la naturaleza de estos objetos. Si las respuestas fuesen como algunos lo pretenden, el reflejo del pensamiento, hubiéramos obtenido la confirmación de nuestra teoría, en lugar de una teoría contraria.
5. Os haré la pregunta de nuevo de una manera categórica, a fin de evitar todo equívoco.
¿Los vestidos con que se cubren los Espíritus son alguna cosa?
"Me parece que mi respuesta precedente resuelve la cuestión. ¿No sabéis que el mismo periespíritu es también algo?"
6. Resulta de esta explicación que los Espíritus hacen sufrir a la materia etérea transformaciones a su gusto y que de este modo, por ejemplo, se hizo la caja de tabaco; el Espíritu no la encontró hecha, sino que la hizo él mismo en el momento que la necesitaba, por un acto de su voluntad, y que pudo deshacerla; lo mismo debe ser en cuanto a los otros objetos, tales como vestidos, joyas, etc.
"Esto es evidente."
7. Esta caja de tabaco fue visible para esta señora, al punto de hacerla ilusión. ¿Hubiera podido el Espíritu hacerla también tangible para ella?
"Lo hubiera podido."
8. ¿Si hubiese llegado el caso, hubiera podido tomarla en sus manos, creyendo tener una verdadera caja de tabaco?
"Sí."
9. ¿Si la hubiera abierto, probablemente habría encontrando tabaco; si lo hubiese tomado le hubiera hecho estornudar?
"Sí."
10. ¿El Espíritu puede, pues, dar no sólo la forma, sino las propiedades especiales?
"Si él lo quiere; y en virtud de este principio ha respondido afirmativamente a las preguntas precedentes. Tendréis pruebas de la poderosa acción que ejerce el Espíritu sobre la materia, lo que estáis lejos de comprender, como os he dicho ya."
11. Supongamos, pues, que hubiera querido hacer una sustancia venenosa, y si una persona la hubiese tomado, ¿se hubiera envenenado?
"Lo hubiera podido, pero no lo hubiera hecho no se le hubiere permitido."
12. ¿Podría haber hecho una sustancia saludable y propia para curar una enfermedad, y se ha presentado este caso?
"Sí, muy a menudo."
13. Entonces podría hacer una sustancia alimenticia; supongamos que hubiese hecho un fruto, un manjar cualquiera, ¿se hubiera podido comer y quedar saciado?
"Sí, sí; pero no investiguéis tanto para encontrar lo que es tan fácil de comprender. Basta un rayo de sol para hacer perceptibles a vuestros órganos groseros estas partículas materiales que llenan el espacio en medio del cual vivís; ¿no sabéis que el aire con tiene vapores de agua? condensadlos, los pondréis en el estado normal;
privadles del calor y he aquí que esas moléculas impalpables e invisibles vienen a ser un cuerpo sólido y muy sólido, y muchas otras sustancias de las cuales los químicos os sacarán maravillas más admirables aún; sólo el Espíritu posee instrumentos más perfectos que los vuestros: la voluntad y el permiso de Dios."
Observación. - La cuestión de saciedad es aquí muy importante. ¿Cómo una sustancia que no tiene sino una existencia y propiedades temporales y en algún modo de convención puede producir la saciedad? Esta sustancia por su contacto con el estómago, produce la "sensación" de la saciedad, pero no la saciedad resultante de la plenitud. Si tal sustancia puede obrar sobre la economía y modificar un estado mórbido, puede del mismo modo obrar también sobre el estómago y en ello producir el sentimiento de la saciedad. Rogamos, sin embargo, a los señores farmacéuticos y fondistas que no conciban celos, ni crean que los Espíritus vengan a hacerles la competencia; estos casos son raros, excepcionales, y no dependen jamás de la voluntad; de otro modo se alimentaría y curaría a muy poco precio.
14. ¿Los objetos hechos tangibles por la voluntad del Espíritu, podrían tener un carácter de permanencia y de estabilidad, y venir a ser usuales?
"Esto se podría, pero no se hace; está fuera de las leyes."
15. ¿Todos los Espíritus tienen en el mismo grado el poder de producir objetos tangibles?
"Es cierto que cuanto más elevado está el Espíritu, más fácilmente lo obtiene; pero aún esto depende de las circunstancias: los Espíritus inferiores pueden obtener este poder."
16. ¿El Espíritu sabe siempre cómo produce ya sean sus vestidos, ya sean los objetos de los cuales ofrece la apariencia?
"No; muchas veces concurre a su formación por un acto instintivo que él mismo no comprende, si no es bastan te ilustrado para esto."
17. ¿Si el Espíritu puede tomar en el elemento universal los materiales para hacer todas estas cosas, darles una realidad temporal con sus propiedades, puede también sacar del él lo que necesite para escribir, y por consecuencia esto nos parece que da la llave del fenómeno de la escritura directa?
"¡Por fin hemos llegado adonde queríais!"
Observación. - Aquí era en efecto adonde queríamos venir a parar con todas nuestras preguntas preliminares; la respuesta prueba que el Espíritu había leído nuestro pensamiento.
18. ¿Si la materia de que se sirve el Espíritu no tiene persistencia, cómo es que las señales de la escritura directa no desaparecen?
"No censuréis las palabras; en primer lugar que yo no he dicho: jamás; se trataba entonces de un objeto material voIuminoso ahora se trata de caracteres trazados que siendo útil conservarles se les conserva. He querido decir que los objetos compuestos de este modo por el Espíritu no podrían llegar a ser objetos usuales porque en realidad no hay agregación de materia como en vuestros cuerpos sólidos."

129. La expresada teoría puede resumirse de este modo: El Espíritu obra sobre la materia; toma en la materia cósmica universal, los elementos necesarios para formar a su gusto los objetos, teniendo la apariencia de los diversos cuerpos que existen sobre la Tierra. Puede igualmente operar sobre la materia elemental, por su voluntad, una transformación íntima que le da propiedades determinadas. Esta facultad es inherente a la naturaleza del Espíritu, quien la ejerce muchas veces como un acto instintivo cuando esto es necesario, y sin darse cuenta. Los objetos formados por el Espíritu tienen una existencia temporal, subordinada a su voluntad o a la necesidad; puede hacerlos y deshacerlos a su gusto. Estos objetos pueden, en ciertos casos, tener a los ojos de las personas vivas, todas las apariencias de la realidad; esto es, venir a ser momentáneamente visibles y aún tangibles. Hay formación pero no creación, atendido que el Espíritu no puede sacar nada de la nada.

130. La existencia de una materia elemental única, poco le falta para ser generalmente admitida hoy día por la ciencia y confirmada como se ha visto por los Espíritus. Esta materia da nacimiento a todos los cuerpos de la naturaleza; por las transformaciones que sufre, produce también las diversas propiedades de estos mismos cuerpos, así es que una sustancia saludable puede convertirse en venenosa por una simple modificación; la química nos ofrece de ello numerosos ejemplos. Todos saben que dos sustancias inocentes combinadas en ciertas proporciones pueden producir una que sea muy perniciosa. Una parte de oxígeno y dos de hidrógeno ambos inofensivos, forman el agua; añadid un átomo de oxígeno y tendréis un líquido corrosivo. Sin cambiar las proporciones, basta muchas veces un simple cambio en el modo de agregación molecular para cambiar las propiedades; así es que un cuerpo opaco puede convertirse en transparente y "viceversa". Puesto que el Espíritu tiene por su sola voluntad una acción tan poderosa sobre la materia elemental, se concibe que pueda no sólo formar sustancias, sino también desnaturalizar las propiedades; aquí la voluntad hace el efecto de un reactivo.

131. Esta teoría nos da la solución de un hecho bien conocido en magnetismo, pero hasta ahora inexplicable: el cambio de las propiedades del agua por la voluntad. El Espíritu que obra es el de magnetizador, lo más a menudo asistido por un Espíritu extraño; opera una transmutación con ayuda del fluido magnético que, como se ha dicho, es la sustancia que se aproxima más a la materia cósmica o elemento universal. Si puede operar una modificación en las propiedades del agua, puede igualmente producir un fenómeno análogo sobre los fluidos del organismo, y de ahí el efecto curativo de la acción magnética convenientemente dirigida.
Se sabe ya el papel capital que hace la voluntad en todos los fenómenos del magnetismo; pero ¿cómo se explica la acción material de un agente tan sutil? La voluntad no es un ser, una sustancia cualquiera, ni siquiera es una propiedad de la materia más etérea; la voluntad es el atributo esencial del Espíritu, esto es, del ser pensador. Con la ayuda de esta palanca obra sobre la materia elemental, y por una acción consecutiva reacciona sobre sus compuestos, cuyas propiedades íntimas pueden así ser transformadas.
La voluntad es el atributo del Espíritu encarnado y del Espíritu errante; de ahí la potencia del magnetizador, potencia que se sabe está en razón de la fuerza de voluntad.
El Espíritu encarnado, pudiendo obrar sobre la materia elemental, puede igualmente variar las propiedades de ésta en ciertos límites; así es cómo se explica la facultad de curar por el contacto y la imposición de manos, facultad que algunas personas poseen en un grado más o menos grande. (Véase en el capítulo de los "médiums" el articulo relativo a los "médiums curanderos". Véase también la Revista Espiritista, julio de 1859, pág. 184 y 189: "El zuavo de Margenta; un oficial del ejército en Italia").

CAPÍTULO IX
DE LOS LUGARES FRECUENTADOS POR LOS ESPÍRITUS

132. Las manifestaciones espontáneas que se han producido en todos los tiempos, y la persistencia de algunos Espíritus en dar señales ostensibles de su presencia en algunas localidades, son el origen de la creencia en los lugares frecuentados por aquellos. A las preguntas dirigidas con este objeto se nos ha contestado del modo siguiente:
1. ¿Los Espíritus sólo se apasionan de las personas o se aficionan también a las cosas?
"Esto depende de su elevación. Ciertos Espíritus pueden aficionarse a los objetos terrestres; los avaros, por ejemplo, que ocultaron sus tesoros y que nos están bastante desmaterializados, pueden aún vigilarlos y guardarlos."
2. ¿Los Espíritus errantes tienen lugares de predilección?
"Esto reconoce el mismo principio. Los Espíritus que no tienen apego a la Tierra van a donde encuentran simpatías; vienen aquí atraídos más bien por las personas que por las cosas materiales; sin embargo los hay que, momentáneamente, pueden tener una preferencia por ciertos lugares, pero estos son siempre Espíritus inferiores."
3. Una vez que el apego de los Espíritus por una lo calidad, es una señal de inferioridad ¿es igualmente una prueba de que son malos Espíritus?
"Seguramente que no; un Espíritu puede estar poco adelantado sin ser malo. ¿No sucede lo mismo entre los hombres?"
4. La creencia de que los Espíritus frecuentan con preferencia las ruinas, ¿tiene algún fundamento?
"No; los Espíritus van a estos parajes como a todas partes; pero la imaginación, afectada por el aspecto lúgubre de ciertos lugares, atribuye a su presencia lo que muchas veces sólo es un efecto muy natural. ¡Cuántas veces el miedo ha hecho tomar la sombra de un árbol por un fantasma, el grito de un animal o el soplo del viento por almas en pena! Los Espíritus quieren la presencia de los hombres; por esta razón buscan con preferencia los parajes habitados que los lugares aislados."
- Sin embargo, según lo que sabemos de la diversidad de caracteres de los Espíritus, debe haber entre ellos misántropos que deben preferir la soledad.
"Por eso no he contestado de una manera absoluta a la pregunta; he dicho que pueden ir a los lugares desiertos lo mismo que por todas partes, y es bien evidente que los que quieren estar retirados es porque les gusta; pero esto no es una razón para que las ruinas sean forzosamente sus lugares predilectos; porque ciertamente hay muchos más en las ciudades y palacios que en el fondo de los bosques."
5. ¿Las creencias populares tienen en general un fondo de verdad, cual puede ser el origen de los lugares frecuentados por los Espíritus?
"El fondo de verdad es la manifestación de los Espíritus, en la cual el hombre ha creído en todo tiempo por instinto, pero, como he dicho, el aspecto de los lugares lúgubres afecta su imaginación, y, naturalmente, coloca en ellos los seres que mira como sobrenaturales. Esta creencia, que mira como supersticiosa, se conserva por las narraciones de los poetas y los cuentos fantásticos que se oyen desde la infancia."
6. ¿Los Espíritus que se reúnen tienen para esto días y horas de predilección?
"No; los días y las horas son los registros del tiempo para uso de los hombres y para la vida corporal, pero para nada sirven a los Espíritus; no lo necesitan ni hacen caso.
7. ¿Cuál es el origen de la idea que los Espíritus vienen con preferencia durante la noche?
"La impresión producida sobre la imaginación por el silencio y la oscuridad.
Todas estas creencias son supersticiones que el conocimiento razonado del Espiritismo debe destruir. Lo mismo sucede con respecto a los días y las horas que se cree serles más propicias; creedlo, a no dudar, que la influencia de media noche sólo ha existido en los cuentos."
- Siendo así, ¿por qué ciertos Espíritus anuncian su venida y sus manifestaciones para dicha hora y para días determinados, Como por ejemplo del viernes?
"Estos son Espíritus que se aprovechan de la credulidad y se divierten. Por la misma razón los hay de ellos que dicen ser el diablo o se dan nombres infernales.
Mostradles que no sois un juguete y no volverán."
8. ¿Los Espíritus vienen con preferencia a la tumba en que descansa su cuerpo?
"El cuerpo sólo fue un vestido; no piensan ya en la envoltura que les hizo sufrir como al prisionero sus cadenas. Sólo dan importancia a las personas que les son queridas."
- ¿Las oraciones que se hacen sobre sus tumbas, le son, acaso, más agradables, y les traen allí con preferencia a otra parte?
"La oración es una evocación que atrae a los Espíritus, bien lo sabéis. La oración tiene tanta más acción cuanto más ferviente y más sincera es; pero ante una tumba venerada se está más recogido, y la conservación de las reliquias piadosas en un testimonio de afección para el Espíritu, y al cual es siempre sensible. El pensamiento es el que obra siempre sobre el Espíritu y no los objetos materiales; estos objetos tienen más influencia sobre aquel que ruega filando en ellos su atención, que sobre el Espíritu."
9. Según eso, ¿la creencia en los lugares frecuentados por los Espíritus no parece absolutamente falsa?
"Hemos dicho que ciertos Espíritus pueden ser atraídos por las cosas materiales; pueden serlo por ciertos lugares que parece eligen para domicilio, hasta que cesan las circunstancias que les conducían a ellos."
- ¿Cuáles son las circunstancias que pueden conducirles allí?
"Su simpatía por algunas de las personas que los frecuentan o el deseo de comunicarse con ellas. Sin embargo, sus intenciones no son siempre tan laudables; cuando son Espíritus malos pueden querer ejercer una venganza sobre ciertas personas de las que tienen quejas. La permanencia en un lugar determinado puede ser también, para algunos, un castigo que se les ha impuesto, sobre todo si han cometido en él algún crimen, a fin de que tengan constantemente este crimen ante los ojos." (*)
10. Los lugares frecuentados por los Espíritus ¿lo son siempre por los antiguos habitantes de estas moradas?
"Algunas veces, pero no siempre, porque si el antiguo habitante es un Espíritu elevado, no se acordará ya de su habitación terrestre, como tampoco de su cuerpo. Los Espíritus que frecuentan ciertos lugares no tienen muchas veces otros motivo que el del capricho, a menos que no sean atraídos a ellos por su simpatía hacia ciertas personas."
- ¿Pueden fijarse en ellos con la mira de proteger a una persona o a su familia?
"Seguramente, si son buenos Espíritus; pero en este caso nunca manifiestan su presencia por cosas desagradables.
11. ¿Hay algo de real en la historia de la dama Blanca?
"Es un cuento formado de mil hechos que son verdaderos.
12. ¿Es racional el temer los lugares frecuentados por los Espíritus?
"No; los Espíritus que visitan ciertos lugares y arman en ellos ruido, más bien procuran divertirse a costa de la credulidad y del miedo que hacer mal. Por lo demás figuraos que hay Espíritus en todas partes, y que donde estéis los tenéis sin cesar a vuestro lado, aun en las casas más pacíficas. No frecuentan muchas veces ciertas
habitaciones, sino porque encuentran en ellas ocasiones de manifestar su presencia."
13. ¿Hay algún medio de expulsarlos?
"Sí, y lo más a menudo lo que se hace para esto, los atrae en lugar de alejarlos. El mejor medio de echar a los Espíritus malos es el atraer a los buenos. Atraed, pues, a los buenos Espíritus haciendo el mayor bien posible, y los malos se irán; porque el bien y el mal son incompatibles. Sed siempre buenos, y no tendréis más que buenos Espíritus a vuestro lado."
- ¿Hay, sin embargo, personas muy buenas que son el blanco de los enredos de los Espíritus malos?
"Si estas personas son realmente buenas, puede ser que esto sea una prueba para ejercitar su paciencia y excitarles a ser todavía mejores; pero creed bien que no son los más virtuosos los que más hablan de la virtud. El que posee cualidades reales las ignora muchas veces él mismo o no habla de ellas."
14. ¿Qué creeremos cuanto a la eficacia del exorcismo para echar los Espíritus malos de los lugares que frecuentan?
"¿Habéis visto muchas veces que este medio haya tenido resultados? Por el contrario, ¿no habéis visto redoblar la zambra y el ruido después de las ceremonias del exorcismo? Es que se divierten cuando se les toma por el diablo."
"Los Espíritus que no vienen con mala intención pueden también manifestar su presencia por el ruido y aun haciéndose visibles, pero nunca hacen ruido que incomode.
Estos son muchas veces Espíritus que sufren y que podéis aliviar rogando por ellos; otras veces son Espíritus benévolos que quieren probaros que están cerca de vosotros, o en fin Espíritus ligeros que juguetean. Como los que turban el reposo por el ruido, son casi siempre Espíritus que se divierten, lo que mejor puede hacerse es reírse; ellos se cansarán si ven que no consiguen asustar ni impacientar."
(Véase más arriba, capítulo V, "manifestaciones físicas espontáneas").
Resulta de las referidas explicaciones que hay Espíritus que se aficionan a ciertas localidades y dan a ellas la preferencia, pero que no tienen por esto necesidad de manifestar su presencia por efectos sensibles. Un lugar cualquiera puede ser la morada forzada o predilecta de un Espíritu, aún malo, sin que se haya producido en él ninguna manifestación.
Los Espíritus que se aficionan a las localidades o a las cosas materiales, no son jamás Espíritus superiores, pero sin ser superiores pueden no ser malos y no tener ninguna mala intención; algunas veces son comensales más útiles que dañosos, porque si se interesan por las personas, pueden protegerlas.

CAPÍTULO X
NATURALEZA DE LAS COMUNICACIONES
Comunicaciones groseras, frívolas, formales o instructivas.

133. Hemos dicho que todo efecto que revela en su causa un acto de libre voluntad, por insignificante que sea este acto, acusa por esto mismo una causa inteligente. De este modo, un simple movimiento de una mesa que responde a nuestro pensamiento, O presenta un carácter intencional, puede considerarse como una manifestación inteligente. Si el resultado se limitara a esto solo, tendría para nosotros un interés muy secundario; sin embargo, algo sería ya el habernos dado una prueba de que hay en estos fenómenos otra cosa más que una acción puramente material; pero la utilidad práctica que sacaríamos de eso sería para nosotros nula, o al menos muy restringida; otra cosa sucede cuando esta inteligencia adquiere un desarrollo que permite un cambio regular y seguido de pensamientos; entonces ya no son simples manifestaciones inteligentes, sino verdaderas comunicaciones. Los medios de que disponemos hoy día permiten el obtenerlas tan extensas, tan explícitas y tan rápidas como las que nos comunicamos con los hombres.
Si nos penetramos bien, según la "escala espiritista" (Libro de los Espíritus, núm. 100), de la variedad infinita que existe entre los Espíritus, bajo el doble aspecto de la inteligencia y de la moralidad, se concebirá fácilmente la diferencia que debe haber en sus comunicaciones; en las que debe reflejarse la elevación o la bajeza de sus ideas, su saber y su ignorancia, sus vicios y sus virtudes; en una palabra no deben parecerse las unas a las otras, ni más ni menos que las de los hombres, desde el salvaje al europeo más ilustrado. Todos los matices que presentan pueden agruparse en cuatro categorías principales; según sus caracteres más marcados, son, pues, "groseras, frívolas, formales e instructivas".

134. Las "comunicaciones groseras" son aquellas que se traducen por expresiones que hieren la decencia. No pueden emanar sino de Espíritus de baja clase, manchados todavía con todas las impurezas de la materia, y no difieren en nada de las que podían dar los hombres viciosos y groseros. Repugnan a toda persona que tiene la menor delicadeza de sentimientos; porque son, según el carácter de los Espíritus, triviales, deshonestas, obscenas, insolentes, vanidosas, malévolas y aun impías.

135. Las "comunicaciones frívolas" emanan de los Espíritus ligeros, burlones y traviesos, más maliciosos que malvados, y no dan ninguna importancia a lo que dicen.
Como no tienen nada de indecentes, gustan a ciertas personas que se divierten con ellas y encuentran placer en estos entretenimientos fútiles en que se habla mucho para no decir nada. Estos Espíritus dicen de vez en cuando agudezas espirituales y satíricas, y en medio de sus chistes vulgares dicen algunas veces duras verdades que tocan casi siempre en el blanco. Estos Espíritus ligeros pululan alrededor de nosotros y aprovechan todas las ocasiones para mezclarse en las comunicaciones; la verdad es el menor de sus cuidados; por eso tienen el pernicioso placer de mixtificar a aquellos que tienen la debilidad y algunas veces la presunción de creerlos bajo su palabra. Las personas que se complacen con esta clase de comunicaciones dan, naturalmente, acceso a los Espíritus ligeros y mentirosos; los Espíritus formales se alejan de ellos como sucede entre nosotros, que los hombres formales se alejan de las reuniones de los atolondrados.

136. Las "comunicaciones formales" son graves en cuanto al objeto y a la manera como se hacen. Toda comunicación que excluye la frivolidad y la grosería, y que tiene un fin útil, aunque fuese de interés privado, es por lo mismo formal; pero no por esto está siempre exenta de errores. Los Espíritus formales no todos tienen igual ilustración. Hay muchas cosas que ellos ignoran y sobre las cuales pueden engañarse de buena fe; por eso los Espíritus verdaderamente superiores nos aconsejan sin cesar, que sometamos todas las comunicaciones al examen de la razón y de la más severa lógica.
El preciso, pues, distinguir las comunicaciones "verdaderamente formales" de las "falsas formales", y esto no es siempre fácil, porque es a favor de la misma gravedad del lenguaje ciertos Espíritus presuntuosos o falsos sabios procuran hacer prevalecer las ideas más falsas y los sistemas más absurdos; y para hacerse más verídicos y darse más importancia no tienen escrúpulo en adornarse con los nombres más respetables y más venerados. Ese es uno de los grandes escollos de la ciencia práctica; volveremos a tratar de ello más adelante, con toda la extensión que necesita un objeto tan importante, al mismo tiempo que daremos a conocer los medios de precaverse contra el peligro de las falsas comunicaciones.

137. Las "comunicaciones instructivas" son las comunicaciones formales que tienen por principal objeto alguna enseñanza dada por los Espíritus sobre las ciencias, la moral, la filosofía, etc. Son más o menos profundas, según el grado de elevación o de "desmaterialización" del Espíritu. Para sacar de estas comunicaciones un fruto real, es preciso que se regularicen y se continúen con perseverancia. Los Espíritus formales se interesan por aquellos que quieren instruirse y los secundan, mientras que dejan a los Espíritus ligeros el cuidado de divertir a los que sólo ven en estas manifestaciones una distracción pasajera. Por la regularidad y la frecuencia de estas comunicaciones es como se puede apreciar el valor moral e intelectual de los Espíritus con los cuales uno se comunica, y el grado de confianza que merecen. Si la experiencia es necesaria para juzgar a los hombres, mayor se necesita para juzgar a los Espíritus.
Dado a estas comunicaciones la calificación de "instructivas", nosotros las suponemos "verdaderas", porque lo que no fuese "verdadero" no podría ser "instructivo", aunque se dijera con el lenguaje más imponente. No podríamos, pues, colocar en esta categoría ciertas enseñanzas, que no tienen de formal sino la forma, a menudo pomposa y enfática, con ayuda de la cual los Espíritus más presuntuosos que sabios, que las dictan, pretenden hacer ilusión; pero estos Espíritus, no pudiendo suplir el fondo que no tienen, no podrían sostener mucho tiempo su papel; pronto descubren su flanco débil, por poco que continúen sus comunicaciones o se sepa acosarlos hasta sus últimos atrincheramientos.
138. Los medios de comunicación son muy variados. Los Espíritus obran sobre nuestros órganos y sobre todos nuestros sentidos; pueden manifestarse a la vista en las apariciones, al tacto por impresiones tangibles, ocultas o visibles, al oído por ruidos, al olfato por olores sin causa conocida. Este último modo de manifestarse, aunque muy real, es sin contradicción el más incierto por las numerosas causas que pueden inducir en error, por lo que no nos ocuparemos de ello. Lo que debemos examinar con cuidado son los diversos medios de obtener comunicaciones, es decir, un cambio regular y continuado de pensamientos. Es-tos medios son: "los golpes", la "palabra y la escritura".
Los desarrollaremos en capítulos especiales.

CAPÍTULO XI
SEMASIOLOGÍA Y TYPTOLOGÍA
Lenguaje de los signos y de los golpes. - Typtología altabética

139. Las primeras manifestaciones inteligentes se obtuvieron por los golpes o la typtología. Este medio primitivo, que se resentía de la infancia del arte, no ofrecía más que recursos muy limitados, y en las comunicaciones estaba uno reducido a las respuestas por monosílabos de "sí" o "no", con la ayuda de un número convenido de golpes. Se le perfeccionó más tarde, como hemos dicho. Los golpes se obtienen de dos
maneras por médiums especiales; generalmente para este modo de operar es necesaria cierta aptitud para las manifestaciones físicas. La primera, que se podría llamar "typtología por báscula", consiste en el movimiento de la mesa que se levanta de un lado y vuelve a caer golpeando con el pie. Basta para esto que el médium ponga la mano sobre el borde de la mesa; si desea entrar en conversación con un Espíritu determinado, es menester hacer la evocación del mismo; en caso contrario el primero que llega es el que se presenta o el que tiene la costumbre de comunicarse. Conviniéndose, por ejemplo, en que un golpe quiera decir "sí" y dos golpes "no", lo que es indiferente, se dirigen al Espíritu las preguntas que se desean; más adelante veremos las que no deben hacerse. El inconveniente está en la brevedad de las respuestas y en la dificultad de formular la pregunta de modo que conduzca al Espíritu a contestar un "sí" o un "no".
Supongamos que se pregunta al Espíritu: ¿Qué deseas? No podría responder sino por una frase; es preciso entonces decirle: ¿deseas tal cosa? No; ¿tal otra? sí; y así sucesivamente.

140. Se debe observar que en el empleo de este medio, el Espíritu añade muchas veces una especie de mímica, esto es, que expresa la energía de la afirmación o de la negación por la fuerza de los golpes. Expresa también la naturaleza de los sentimientos que le animan; la violencia por lo brusco de los movimientos, la cólera e impaciencia, dando con fuerza golpes reiterados como una persona que patea con furia, echando algunas veces la mesa por el suelo. Si es benévolo y cortés, al principio y al fin de la sesión inclina la mesa en forma de saludo; si quiere ir directamente a una persona de la sociedad, dirige la mesa hacia ella con dulzura o violencia, según lo que quiere demostrar, afección o antipatía. Esto es, hablando con propiedad, la "semasiología" o lenguaje de los signos, como la "typtología" es el lenguaje de los golpes. He aquí un notable ejemplo de la espontaneidad de la semasiología: Un caballero conocido nuestro, estando un día en su salón, donde muchas personas se ocupaban de manifestaciones, recibió a la sazón una carta nuestra. Mientras que la leía, el velador que servía para los experimentos se dirigió repentinamente hacia él. Acabada la lectura de la carta, fue a ponerla sobre una mesa en el otra extremidad del salón; el velador le siguió y se dirigió hacia la mesa en que estaba la carta. Sorprendido de esta coincidencia, pensó que había alguna relación entre este movimiento y la carta; interrogando el Espíritu respondió ser nuestro Espíritu familiar. Habiéndonos informado este caballero de esta circunstancia, suplicamos por nuestra parte a dicho Espíritu que nos dijera el motivo de la visita que había hecho, y respondió: "Es natural que vaya a ver las personas con las cuales estás en relación, a fin de dar, en caso necesario, los avisos convenientes tanto a los unos como a los otros."
Es, pues, evidente, que el Espíritu quiso llamar la atención de este caballero, y buscaba una ocasión de hacerle saber que estaba allí. Un mudo no se hubiera explicado mejor.

141. La typtología no tardó en perfeccionarse y se enriqueció con un medio de comunicación más completo: el de la typtología alfabética Consiste en hacer designar las letras del alfabeto por medio de golpes; entonces se pudieron obtener palabras, frases y aun discursos enteros. Siguiendo cierto método, la mesa da tantos golpes como es preciso para indicar cada letra, esto es, un golpe por "a" dos por "b" y así consecutivamente; durante este tiempo una persona escribe las letras a medida que se designan. Cuando el Espíritu ha concluido, lo hace saber por un signo convenido.
Este modo de proceder, como se ve, es muy largo y necesita un tiempo enorme para las comunicaciones de alguna extensión; sin embargo hay personas que han tenido la paciencia de servirse de él para obtener dictados de muchas páginas; pero la práctica hizo descubrir medios abreviados que permitieron ir con cierta rapidez. El que está más en uso consiste en tener delante un alfabeto escrito, así como la serie de los números marcando las unidades. Mientras que el médium está en la mesa, otra persona recorre sucesivamente las letras del alfabeto si se trata de una palabra, o la de las cifras si se trata de un número; llegando sobre la letra necesaria, la misma mesa da golpe y se escribe la letra; después se vuelve a empezar por la segunda, la tercera y así sucesivamente.  
Si se ha engañado en una letra, el Espíritu lo advierte por muchos golpes o por un movimiento de la mesa y se vuelve a empezar. Con la práctica se va con bastante rapidez; pero se abrevia sobre todo mucho adivinando el fin de una palabra comenzada, y que el sentido de la frase hace conocer; si se está en la incertidumbre, se pregunta al Espíritu si ha querido poner tal palabra, y él responde por "sí" o por "no".

142. Todos los efectos que acabamos de indicar pueden obtenerse aún de una manera más sencilla por los golpes que se hacen oír en la misma madera de la mesa, sin ninguna especie de movimiento, y que hemos descrito en el capítulo de las manifestaciones físicas, número 64; esto es, la "typología íntima". Todos los médiums no son igualmente propios para este último modo de comunicación, porque los hay que no obtienen más que los golpes por báscula; sin embargo, con el ejercicio pueden conseguirlo la mayor parte, y esta manera tiene la doble ventaja de ser más rápida y de prestarse menos a la sospecha que la báscula, que se puede atribuir a una presión voluntaria. Es verdad que los golpes íntimos podrían también imitarse por médiums de mala fe. Las mejores cosas pueden sofisticarse; lo que no prueba nada contra ellas. (Véase al fin de este volumen el capítulo titulado "Fraudes y supercherías").
Cualesquiera que sean las perfecciones que se hayan podido alcanzar en esta manera de proceder, no puede jamás conseguirse la rapidez y facilidad que presenta la escritura; así es que se emplea ahora muy poco; sin embargo es algunas veces muy interesante al punto de vista del fenómeno, principalmente para los novicios, y tiene, sobre todo, la ventaja de probar de una manera perentoria la independencia absoluta del pensamiento del médium. Se obtienen muchas veces así respuestas tan imprevistas, tan a propósito, que seria preciso haber tomado un partido muy determinado, para no convencerse hasta la evidencia. Por lo tanto esto es para muchas personas un poderoso motivo de convicción; pero por este medio, como tampoco por los otros, los Espíritus no quieren prestarse a los caprichos de los curiosos que desean ponerlos a prueba con preguntas fuera del caso.

143. Con el fin de asegurar mejor la independencia del médium, se han imaginado diversos instrumentos consistentes en cuadrantes sobre los cuales están trazadas las letras a la manera de los cuadrantes de los telégrafos eléctricos. Una aguja movible, puesta en movimiento por la influencia del médium, con ayuda de un hilo conductor y una polea, indica las letras. No conocemos estos instrumentos sino por los dibujos y las descripciones que se han publicado en América; no podemos, pues, hablar sobre su mérito, pero creemos que su misma complicación es un inconveniente; que la independencia del médium está del todo bien atestiguada por los golpes íntimos, y que lo es mucho más aún por lo imprevisto de las contestaciones que por todos los medios materiales. Por otra parte, los incrédulos, que están siempre dispuestos a ver por todas partes hilos y preparaciones, están aún más inclinados en suponer a éstas un mecanismo especial, que en la primera mesa desprovista de todo accesorio.

144. Un aparato más sencillo, pero del cual la mala fe puede fácilmente abusar, como lo veremos en el capítulo de los fraudes, es el que nosotros designaremos bajo el nombre de "Mesa-Girardin", en recuerdo del uso que hacía de ella madama Emilia de Girardin en las numerosas comunicaciones que obtuvo como médium; porque madama Girardin, aun cuando era mujer de genio, tenia la debilidad de creer en los Espíritus y en sus manifestaciones. Este instrumento consite en un sobre-velador movible, de treinta o cuarenta centímetros de diámetro, girando libre y fácilmente sobre su eje a manera de ruleta. Sobre la superficie y en la circunferencia están trazadas, como sobre un cuadrante, las letras, los números y las palabras si y no. Al centro hay una aguja fija.
Colocando el médium sus dedos sobre el borde de la mesita, ésta gira y se detiene cuando la letra deseada está bajo la aguja. Se toma nota de las letras indicadas y se forman así bastante rápidamente las palabras y las frases.
Es de observar que la mesita no se escurre bajo los dedos, sino que los dedos quedan en ella aplicados siguiendo el movimiento de la mesita. Puede ser que un médium poderoso pudiese obtener un movimiento independiente, lo creemos posible, pero no hemos sido jamás testigos. Si la experiencia pudiera hacerse de esta manera, seria infinitamente más concluyente, porque apartaría toda posibilidad de superchería.

145. Nos queda por destruir un error bastante extendido, y que consiste en confundir todos los Espíritus que se comunican por golpes con los Espíritus golpeadores. La typtología es un medio de comunicación como otro, y que no es más indigno de los Espíritus elevados que la escritura o la palabra. Todos los Espíritus, buenos o malos, pueden, pues, servirse de él como de los otros modos. Lo que caracteriza a los Espíritus superiores es la elevación del pensamiento y no el instrumento del que se sirven para transmitirlo; sin duda prefieren los medios más cómodos y sobre todo más rápidos; pero a falta de lápiz y papel, se servirán sin escrúpulo de la vulgar mesa parlante, y la prueba de esto es que se obtienen por este medio las cosas más sublimes. Si nosotros no nos servimos, pues, de ella, no es que la despreciemos, sino únicamente porque, como fenómeno, nos ha enseñado todo lo que podíamos saber, que no puede añadir nada a nuestras convicciones y que la extensión de las comunicaciones que recibimos exige una rapidez incompatible con la typtología.
Todos los Espíritus que golpean no son, pues, Espíritus golpeadores; este nombre debe quedar reservado para aquellos que se pueden llamar golpeadores de profesión, y que con ayuda de este medio se complacen en hacer jugarretas para divertir a una sociedad o vejar con su importunidad. De su parte pueden esperarse algunas veces cosas espirituales pero nunca cosas profundas; así es que será perder el tiempo en dirigirles preguntas de cierto alcance científico o filosófico; su ignorancia y su inferioridad les han valido con justo titulo, de parte de otros Espíritus, la calificación de Espíritus titiriteros o saltimbanquis del mundo espiritista. Añadamos que si obran muchas veces por su propia cuenta son, a menudo también, instrumentos de que se sirven los Espíritus superiores cuando éstos quieren producir efectos materiales.

CAPÍTULO XII
PNEUMATOGRAFÍA O ESCRITURA DIRECTA. - PNEUMATOFONÍA
Escritura directa

146. La "pneumatografía" es a escritura producida directamente por el Espíritu, sin ningún intermediario; difiere de la psycografía en que ésta es la transmisión del pensamiento del Espíritu por medio de la escritura ejecutada por la mano del médium.
El fenómeno de la escritura directa es, sin contradicción, uno de los más extraordinarios del Espiritismo; pero por anómalo que parezca a primera vista, es hoy día un hecho verídico e incontestable. Si la teoría es necesaria para comprender la posibilidad de los fenómenos espiritistas en general, de seguro que lo es más aún en este caso uno de los más extraños que se hayan presentado hasta ahora, pero que cesa de parecer sobrenatural, desde que se comprende el principio.
En la primera revelación de este fenómeno, el sentimiento dominante fue el de la duda; la idea de una superchería vino al pronto al pensamiento; en efecto, todo el mundo conoce la acción de las tintas llamadas simpáticas, cuyos caracteres, al principio completamente invisibles, aparecen al cabo de algún tiempo. Se podía, pues, haber abusado de la credulidad, y no afirmaremos que no se haya hecho nunca; estamos también convencidos de que ciertas personas, ya sea con un objeto mercenario, ya sea únicamente por amor propio y para hacer creer en su potencia, hayan empleado subterfugios. (Véase el capítulo de los "fraudes").
Pero no porque pueda imitarse una cosa debe sacarse en consecuencia que la cosa no existe: esto sería un absurdo. ¿No se ha encontrado en estos últimos tiempos un medio de imitarse la lucidez de los sonámbulos, hasta el punto de hacer ilusión? ¿Y porque este procedimiento de escamoteador ha recorrido todas las ferias hemos de decir que no hay verdaderos sonámbulos? ¿Porque ciertos taberneros vendan vino adulterado es una razón para que no haya vino puro? Lo mismo sucede en cuanto a la escritura directa; las precauciones para asegurarse de la realidad del hecho eran, además, sencillísimas y muy fáciles, y gracias a estas precauciones no puede hoy día ser objeto de ninguna duda.

147. Puesto que la posibilidad de escribir sin intermediario es uno de los atributos del Espíritu, que los Espíritus han existido en todo tiempo y que han producido los diversos fenómenos que conocemos, han debido igualmente producir la escritura directa, en la antigüedad lo mismo que en nuestros días; y así es cómo se explica la aparición de las tres palabras en la sala del festín de Baltasar. La edad media, tan fecunda en prodigios ocultos, pero que fueron sofocados en las hogueras, debió conocer también la escritura directa, y quizá en la teoría de las modificaciones encontraríamos que los Espíritus pueden operar sobre la materia; en el capítulo VIII hemos explanado el principio de la creencia sobre la transmutación de los metales.
Cualesquiera que sean los resultados obtenidos en diversas épocas, sólo se ha tratado formalmente de la escritura directa, desde la vulgarización de las manifestaciones espiritistas. El primero que parece haberla hecho conocer en París en estos últimos años fue el señor Barón de Guldenstubbe, que publicó sobre este objeto una obra muy interesante, conteniendo gran número de "facsímiles" de las escrituras que obtuvo (*). El fenómeno era ya conocido en América desde algún tiempo. La posición social del señor de Guldenstubbe, su
independencia y la consideración de que goza en la sociedad más elevada, incontestablemente quitan toda sospecha de fraude voluntario, porque no puede moverle ninguna clase de interés. Todo lo más que podría creerse es que el mismo podía ser juguete de una ilusión; pero a esto responde perentoriamente el hecho de la obtención del referido fenómeno por otras personas con todas las precauciones necesarias para evitar toda superchería y toda causa que pudiese inducir a error.

148. La escritura directa se obtiene como en general la mayor parte de las manifestaciones espiritistas no "espontáneas", por el recogimiento, la oración y la evocación. Se han obtenido muchas veces de estas en las iglesias, sobre las tumbas, al pie de las estatuas o de las imágenes de los personajes que se les llama; pero es evidente que la localidad no tiene otra influencia que provocar mayor recogimiento y concentración del pensamiento; porque está probado que se obtienen igualmente sin estos accesorios y en los parajes más vulgares, sobre un simple mueble doméstico, si uno se encuentra en las condiciones morales requeridas, y si se goza de la facultad medianímica necesaria.
Al principio se pretendía que era preciso colocar un lápiz con el papel; el hecho entonces podía explicarse hasta cierto punto. Se sabe que los Espíritus operan el movimiento y cambio de los objetos de un punto a otro, que los cogen y los lanzan algunas veces a través del espacio; podían, pues, del mismo modo coger el lápiz y servirse de él para trazar caracteres; ya que ellos dan el impulso por el intermediario de la mano del médium, de una tablita, etc., podían igualmente hacerlo de una manera directa. Pero no se tardó en reconocer que la presencia del lápiz no era necesaria, y que bastaba un simple pedazo de papel doblado o no, sobre el cual se encuentran, después de algunos minutos, caracteres trazados. Aquí el fenómeno cambia completamente la faz y nos pone en otro orden de cosas enteramente nuevo; estos caracteres se han trazado con alguna sustancia; desde el momento en que no se ha facilitado esta sustancia al Espíritu, debe, pues, haberla hecho él mismo, debe hacerla compuesto. ¿De dónde la ha sacado? Este es el problema. Si nos queremos atener a las explicaciones dadas en el capítulo VIII, números 127 y 128, encontraremos allí la teoría completa de este fenómeno. En esta escritura, el Espíritu no se sirve ni de nuestras sustancias, ni de nuestros instrumentos; él mismo hace la materia y los instrumentos que le son necesarios, tomando sus materiales en el elemento primitivo universal, al cual hace sufrir, por su voluntad, las modificaciones necesarias para el efecto que quiere producir. Puede, pues, muy bien fabricar lápiz encarnado, tinta de imprenta o tinta ordinaria, así como lápiz negro, los mismo que presentar caracteres tipográficos bastante consistentes para dar un relieve al impreso, así como hemos visto de ello varios ejemplos. La hija de un caballero que conocemos, joven de doce a trece años, obtuvo páginas enteras escritas con una sustancia análoga al pastel.

149. Tal es el resultado a que nos ha conducido el fenómeno de la caja de tabaco referido en el capítulo VII, número 116, y sobre el cual nos hemos extendido largamente, porque hemos visto en aquél la ocasión de sondear una de las más graves leyes del Espiritismo, ley cuyo conocimiento puede ilustrar más de un misterio aun del mundo visible. Así es que de un hecho, vulgar en apariencia, puede salir la luz; todo consiste en observar con cuidado, y esto es lo que cada uno puede hacer como lo hemos hecho nosotros, si es que no quieren limitarse a ver efectos sin buscar sus causas. Si nuestra fe se afirma de día en día, es porque comprendemos; haced que os comprendan si queréis hacer prosélitos formales. La inteligencia de las causas tiene otro resultado, y es el de trazar la línea de demarcación entre la verdad y la superstición.
Si mirásemos la escritura directa desde el punto de vista de las ventajas que puede ofrecer, diríamos que hasta ahora su principal utilidad ha sido la prueba material de un hecho grave: la intervención de una potencia oculta que encuentra por este medio un nuevo modo de manifestarse. Pero las comunicaciones que se obtienen de este modo rara vez son extensas; generalmente son espontáneas y limitadas a palabras, sentencias, a menudo a signos ininteligibles; se han obtenido en todas las lenguas, en griego, en latín, en siríaco, en caracteres geroglíficos, etc., pero no se han prestado todavía a estas conversaciones continuadas y rápidas que permite la psycografía o escritura por médiums.

Pneumatofonía

150. Los Espíritus pueden producir ruidos y dar golpes, pueden también hacer oír gritos de cualquiera naturaleza y sonidos vocales imitando la voz humana, a nuestro lado o en la vaguedad del aire; este es el fenómeno que designamos bajo el nombre de "pneumatofonía". Según lo que conocemos de la naturaleza de los Espíritus, se puede pensar que algunos de entre ellos, cuando son de orden inferior, se hacen ilusión y creen hablar como cuando vivían. (Véase Revista Espiritista, Febrero 1858: "Historia del aparecido de la señora Clairon").
Será preciso, sin embargo, guardarse de tomar por voces ocultas todos los sonidos que no tienen causa conocida, o simples zumbidos de oídos, y sobre todo de creer que haya la menor verdad en la especie vulgar de que el oído que zumba nos advierte que se habla de nosotros en alguna parte. Esos zumbidos cuya causa es puramente fisiológica, no tienen, por otra parte, ningún sentido, mientras que los sonidos pneumatofónicos expresan pensamientos y sólo por esto se puede reconocer que son debidos a una causa inteligente y no accidental. Se puede poner por principio que los efectos "notoriamente inteligentes" son los únicos que pueden atestiguar la intervención de los Espíritus; en cuanto a los otros hay al menos cien probabilidades contra una que se deben a causas fortuitas.

151. Acontece bastante a menudo que dormitando se oyen pronunciar palabras claras, nombres, algunas veces frases enteras, y bastante fuertes que nos despiertan con sobresalto. Aunque puede suceder que en ciertos casos sea esto una manifestación muy real, este fenómeno nada tiene que sea bastante positivo para que no se pudiese atribuir a una causa análoga a la que hemos manifestado en la teoría de la alucinación, capítulo VII, números 111 y siguientes. Además de que lo que se oye de esta manera, no tiene ninguna ilación; no sucede lo mismo cuando a uno se le despierta de repente, porque entonces si es un Espíritu quien se hace oír, casi siempre puede cambiar con él algunos pensamientos y ligar una conversación regular.
Los sonidos espiritistas o pneumatofónicos tienen dos maneras bien claras de producirse; algunas veces es una voz íntima que resuena en el interior; pero aunque las palabras sean claras y distintas, sin embargo nada tienen de material; otras veces son exteriores y tan distintamente articuladas, como si proviniesen de una persona que se tuviera a nuestro lado.
De cualquier manera que se produzca, el fenómeno de la pneumatofonía es casi siempre espontáneo y no puede ser sino muy raramente provocado.

CAPÍTULO XIII
PSYCOGRAFÍA
Psycografía indirecta: cestitas y tablitas.
Psycografía directa o manual

152. La ciencia espiritista ha progresado como todas las otras, y con más rapidez aún; porque apenas hace algunos años que empezaron estos medios primitivos e incompletos que se llaman trivialmente mesas parlantes, y estamos ya en disposición de poder comunicarnos con los Espíritus, con tanta facilidad y tanta rapidez como los hombres lo hacen entre sí, y por los mismos medios: esto es, la escritura y la palabra. La escritura tiene sobre todo la ventaja de acusar la intervención de una potencia oculta con más materialidad y dejar señales que se pueden conservar, como nosotros lo hacemos con nuestra propia correspondencia. El primer medio que se observó fue el de las tablitas y cestitas provistas de un lápiz. He aquí cual es el modo de servirse de las mismas.

153. Hemos dicho que una persona dotada de una aptitud especial puede imprimir un movimiento de rotación a una mesa o a un objeto cualquiera; tomemos, en lugar de una mesa, una pequeña cestita de quince a veinte centímetros de diámetro (que sea de madera o de mimbre poco importa, la sustancia es indiferente). Si a través del fondo de esta cestita se hace pasar un lápiz sujetado sólidamente, la punta por fuera y hacia abajo, y que se mantenga el todo en equilibrio sobre la punta del lápiz, colocado el mismo sobre una hoja de papel, poniendo los dedos sobre los bordes de la cestita, ésta tomará su movimiento; pero en lugar de girar paseará el lápiz en sentido diverso sobre el papel, formando ya sean trazos insignificantes, ya sean caracteres de escritura. Si se evoca a un Espíritu y quiere comunicarse, responderá no ya por golpes, como en la typtología,
sino por palabras escritas. El movimiento de la cestita no es ya automático como en las mesas giratorias; viene a ser inteligente. En esta disposición el lápiz, llegado al extremo de la línea, no vuelve sobre si mismo para empezar otra; continúa circularmente de tal modo que la línea de escritura forme una espiral y que es preciso volver muchas veces el papel para leer lo que está escrito. La escritura obtenida de este modo no siempre es muy legible, porque las palabras no están separadas; pero el médium, por una especie de intuición, las descifra fácilmente. Por sistema de economía se puede sustituir la pizarra y el pizarrín al papel y al lápiz ordinario. Nosotros designaremos esta cestita bajo el nombre de "cestita-trompo". A la cestita se sustituye algunas veces un cartón bastante semejante a las cajas de dulces; el lápiz forma el eje como el juego llamado "perinola".

154. Muchas otras disposiciones se han imaginado para alcanzar el mismo objeto. La más cómoda es la que llamaremos "cestita de pico", y que consiste en adaptar sobre la cestita pedazos de un palo inclinado, saliendo de diez a quince centímetros de un lado, en la posición del mástil de bauprés de un buque. Por un agujero practicado en la extremidad de este palo o del pico, se hace pasar un lápiz bastante largo para que la punta descanse sobre el papel. El médium, poniendo los dedos sobre los bordes de la cestita, todo el aparato se agita, y el lápiz escribe como en el caso arriba dicho, con la diferencia que la escritura es, en general, más legible, las palabras separadas y las líneas no forman espiral, y siguen como la escritura ordinaria, pudiendo el médium fácilmente llevar el lápiz de una línea a otra. Se obtienen así disertaciones de muchas páginas tan rápidamente como si se escribía con la mano.

155. La inteligencia que obra se manifiesta a menudo por otras señales no equívocas. Llegado al fin de la página, el lápiz hace espontáneamente un movimiento para volverla; quiere referirse a un pasaje precedente, en la misma página o en otra, busca con la punta del lápiz, como lo haría con el dedo, después lo subraya, Quiere, en fin, el Espíritu dirigirse a uno de los asistentes, la punta del palo se dirige hacia él. Para abreviar, expresa a menudo las palabras "sí" y "no" por los signos de afirmación y negación como nosotros hacemos con la cabeza; si quiere expresar la cólera y la impaciencia da golpes redoblados con la punta de lápiz y muchas veces lo rompe.

156. En lugar de cestita, algunas personas se sirven de una especie de mesita hecha expresamente, de doce a quince centímetros de largo, sobre cinco o seis de altura, de tres pies, de los cuales el uno lleva el lápiz; los otros dos están redondeados o guarnecidos de una bolita de marfil para deslizarse fácilmente sobre el papel. Otros se sirven simplemente de una "tablita" de quince a veinte centímetros cuadrados triangular, oblonga u ovalada; sobre uno de los bordes hay un agujero "oblicuo" para meter el lápiz; colocada para escribir, se encuentra inclinada y se apoya por uno de sus lados sobre el papel; el lado que descansa sobre éste está algunas veces guarnecido de dos ruedecitas para facilitar el movimiento. Se concibe, por otra parte, que todas estas disposiciones no tienen nada de absoluto; la más cómoda es la mejor.
Con todos estos aparatos es preciso casi siempre ser dos personas; pero no es necesario que la segunda esté dotada de la facultad medianímica: sirve únicamente para mantener el equilibrio y disminuir la fatiga del médium.

157. Llamamos "psycografía indirecta" la escritura obtenida así, en oposición a la "psycografía directa o manual" obtenida por el mismo médium. Para comprender este último procedimiento es necesario hacerse cargo de lo que pasa en esta operación. El Espíritu extraño que se comunica obra sobre el médium; éste, bajo su influencia, dirige "maquinalmente" su brazo y su mano para escribir, sin tener (es al menos el caso más
ordinario) la menor conciencia de lo que escribe; la mano obra sobre la cestita y la cestita sobre el lápiz; de este modo "no es la cestita la que es inteligente", es un instrumento dirigido por una inteligencia; no es en realidad sino un lapicero, un apéndice de la mano, un intermediario entre la mano y el lápiz; suprimid este intermediario y colocad el lápiz en la mano, tendréis el mismo resultado, con un mecanismo mucho más sencillo, puesto que el médium escribe como lo hace, en condiciones normales; así es que toda persona que escribe con la ayuda de una cestita, tablita u otro objeto, puede escribir directamente. De todos los medios de comunicación, la "escritura de la mano", designada por algunos bajo el nombre de "escritura involuntaria", es, sin contradicción, la más sencilla, la más fácil y la más cómoda, porque no exige ninguna preparación y se presta, como la escritura corriente, a las comunicaciones más extensas. Volveremos a esto mismo hablando de los médiums.

158. Al principio de las manifestaciones, cuando se tenían sobre este objeto ideas menos precisas, se publicaron muchos escritos con esta designación: "Comunicaciones de una cestita, de una tablita, de una mesita," etc. Hoy día se comprende lo insuficiente y erróneo de estas palabras, hecha abstracción de su carácter poco formal. En efecto, como acabamos de ver, las mesas, tablitas y cestitas, no son más que instrumentos ininteligentes, aunque animados momentáneamente de una vida ficticia, y que no pueden comunicar nada por sí mismas; esto es tomar el efecto por la causa, el instrumento por el principio; esto equivaldría a que un autor pusiera sobre el título de su obra que la escribió con una pluma metálica o una pluma de ave. Por otra parte estos instrumentos no son absolutos; conocemos a uno que en lugar de la "cestita-trompo" que hemos descrito, se servía de un embudo o gollete por el cual pasaba el lápiz. Se hubieran, pues, podido tener las comunicaciones de un embudo, lo mismo que de una cazuela o de una ensaladera. Si han tenido lugar por medio de golpes, y que estos golpes los haya dado una silla o un bastón, tampoco es una mesa parlante, sino una silla o un bastón parlante. Lo que importa conocer no es la naturaleza del instrumento, sino el modo como se obtiene. Si la comunicación ha tenido lugar por la escritura, cualquiera que sea el instrumento que ha sostenido el lápiz, para nosotros es la "psycografía"; si es por los golpes, es la "typtología". Tomando el Espiritismo las proporciones de una ciencia, le es preciso un lenguaje científico.

CAPÍTULO XIV
DE LOS MÉDIUMS
Médiums de efectos físicos. - Personas eléctricas. - Médiums sensitivos o impresionables. - Médiums auditivos. - Médiums parlantes. - Médiums videntes. –Médiums sonámbulos. - Médiums curanderos. - Médiums pneumatógrafos.

159. Toda persona que resiente en cualquier grado la influencia de los Espíritus, es por esto mismo médium. Esta facultad es inherente al hombre, y por consecuencia no es privilegio exclusivo; así es que hay pocos entre los que no se encuentren algunos rudimentos. Se puede, pues, decir, que casi todos son médiums. Sin embargo, en el uso, esta calificación sólo se aplica a aquellos cuya facultad medianímica está claramente caracterizada y se conoce por los efectos patentes de cierta intensidad, lo que depende de una organización más o menos sensitiva. También debemos notar que esta facultad, no se revela en todos de la misma manera; los médiums tienen generalmente, una aptitud especial para tal o cual orden de fenómenos, y en esto consiste que se hagan tantas variedades, como hay clases de manifestaciones. Las principales son: "Los médiums de efectos físicos, los médiums sensitivos o impresionables, auditivos, parlantes, videntes, sonámbulos, curanderos, pneumatágrafos, escribientes o psycógrafos".

1. Médiums de efectos físicos

160. Los "médiums de efectos físicos" son más especialmente aptos para producir fenómenos materiales, tales como los movimientos de los cuerpos inertes, los ruidos, etc. Se puede dividir en "médiums facultativos y médiums involuntarios". (Véase segunda parte, cap. II y IV).
Los "médiums facultativos" son aquellos que tienen la conciencia de su poder y que producen los fenómenos espiritistas por un acto de su voluntad. Esta facultad, bien que inherente a la especie humana, como ya lo hemos dicho, está lejos de existir en todos en el mismo grado; pero si hay pocas personas en que es absolutamente nula las que son aptas para producir los grandes efectos, tales como la suspensión de los cuerpos graves en el espacio, la traslación aérea y sobre todo las apariciones, son más raras aún. Los efectos más sencillos son los de la rotación de un objeto, los golpes que da levantándose este objeto, o en su misma sustancia. Sin dar más importancia capital a estos fenómenos, aconsejamos que no se desprecien, pueden dar lugar a observaciones interesantes y ayudar a la convicción. Pero es de notar que la facultad de producir efectos materiales existe rara vez entre aquellos que tienen medios más perfectos de comunicación como la escritura o la palabra. Generalmente la facultad disminuye en un sentido a medida que se desenvuelve en otro.

161. Los "médiums involuntarios o naturales" son aquellos cuya influencia se ejerce sin saberlo ellos mismos. No tienen ninguna conciencia de su poder, y muchas veces lo anómalo que pasa a su alrededor no les parece de ningún modo extraordinario; esto forma parte de sí mismos, absolutamente como las personas que están dotadas de la doble vista y ellas mismos no lo saben. Estos sujetos son muy dignos de observación y deben recogerse y estudiarse los hechos de este género que vengan a nuestra noticia; éstos se manifiestan en cualquier edad y a menudo en niños muy jóvenes. (Véase más arriba capítulo V, "Manifestaciones espontáneas").
Esta facultad no es por sí misma el indicio de un estado patológico, porque no es incompatible con una salud perfecta. Si el que la posee sufre, es por razón de una causa extraña; así los medios terapéuticos son impotentes para hacerla cesar. Puede, en algunos casos, ser consecuencia de cierta debilidad orgánica, pero nunca es causa eficiente. No se podría, pues, razonablemente, concebir ninguna inquietud al punto de vista higiénico; no podrá tener ningún inconveniente, a no ser que si el sujeto que ha llegado a ser médium facultativo, abuse de la facultad, porque entonces habría en él emisión demasiado abundante de fluido vital, y por consecuencia debilidad de los órganos.

162. La razón se subleva a la idea de las torturas morales y corporales, a las que la ciencia ha sometido algunas veces a seres débiles y delicados con el fin de asegurarse si por su parte había superchería; estos "experimentos", hechos muchas veces con malevolencia, son siempre dañosos a las organizaciones sensitivas; de esto podrían resultar graves desórdenes en la economía; hacer tales pruebas es jugar con la vida. El observador de buena fe no tiene necesidad del empleo de estos medios; aquel que está familiarizado con esta especie de fenómenos sabe que pertenecen más bien al orden moral que al orden físico, y que en vano se buscaría la solución en nuestras ciencias exactas.
Por lo mismo que estos fenómenos corresponden al orden moral, se debe evitar con un cuidado no menos escrupuloso todo lo que pueda sobreexcitar la imaginación.
Se saben los accidentes que puede ocasionar el miedo, y se sería menos imprudente si se conocían todos los casos de locura y de epilepsia que tienen su origen en los cuentos de hechiceros y brujerías. ¿Qué sería, pues, si se persuadía que es del "diablo"? Los que difunden tales ideas no saben la responsabilidad que contraen: "pueden matar". Pues el peligro no es sólo para el sujeto, es también para los que le rodean, que pueden asustarse pensando que su casa es una guarida. de demonios. Esta funesta creencia es la que ha causado tantos actos de atrocidad en los tiempos de ignorancia. Con un poco más de discernimiento, sin embargo, se hubiera podido pensar que quemando el cuerpo poseído por el diablo, no se quemaba al diablo. Puesto que querían deshacerse del diablo, a él era a quien se debía matar; la Doctrina Espiritista, ilustrándonos sobre la verdadera causa de estos fenómenos, le da el golpe de gracia. "Lejos, pues, de avivar este pensamiento, es un deber de moralidad y de humanidad combatirle si existe".
Lo que es preciso hacer cuando una facultad semejante se desenvuelve espontáneamente en un individuo, es dejar al fenómeno seguir su curso natural: la Naturaleza es más prudente que los hombres; la Providencia, por otra parte, tiene sus miras, y el más pequeño puede ser instrumento de los más grandes designios. Pero es menester convenir en que este fenómeno adquiere algunas veces proporciones fatigosas e importunas para todos; (*) pero he aquí en todos los casos lo que deberá hacerse. En el cap. V., de las "Manifestaciones físicas espontáneas" hemos dado ya algunos consejos con este objeto, diciendo que es necesario procurar ponerse en relación con el Espíritu para saber de el lo que quiere. El siguiente medio está igualmente fundado sobre la observación.
Los seres invisibles que revelan su presencia por efectos sensibles son, generalmente, Espíritus de un orden inferior, y que se pueden dominar por el ascendiente moral; este ascendiente es el que es preciso tratar de adquirir. Para obtener este ascendiente es menester hacer pasar al sujeto del estado de "médium natural" al de "médium facultativo". Entonces se produce un efecto análogo al que tiene lugar en el sonambulismo. Se sabe que el sonambulismo natural cesa generalmente cuando se reemplaza por el sonambulismo magnético. No se detiene la facultad emancipadora del alma, se le da otro curso. Lo mismo es en cuanto a la facultad medianímica.
A este efecto, en lugar de poner trabas a los fenómenos, lo que no se consigue fácilmente, y siempre sin peligro, es preciso excitar al médium a producirlos por su voluntad, imponiéndose al Espíritu; por este medio llega a dominarle, y de un dominador algunas veces tiránico hace un ser subordinado y a menudo muy dócil. Un hecho digno de observación y justificado por la experiencia es que en semejante caso un niño tiene tanta y muchas veces más autoridad que un adulto; nueva prueba en apoyo de este punto capital de la doctrina, que el Espíritu no es niño sino por el cuerpo y que tiene por si mismo un desenvolvimiento necesariamente anterior a su encarnación actual, desenvolvimiento que puede darle ascendiente sobre Espíritus que le son inferiores.
La moralización del Espíritu por los consejos de una tercera persona influyente y experimentada, si el médium no está en estado de hacerlo, es a menudo un medio muy eficaz; más adelante volveremos a esto mismo.

163. A esta categoría de médiums parecen pertenecer las personas dotadas de una cierta dosis de electricidad natural, verdaderos "torpedos humanos", produciendo por el simple contacto todos los efectos de atracción y de repulsión. Se haría mal, sin embargo, al considerarles como "médiums", porque la verdadera mediumnidad supone la intervención directa de un Espíritu; pues, en el caso de que hablamos, experimentos concluyentes han probado que la electricidad es el único agente de estos fenómenos.
Esta rara facultad que casi podría llamarse una dolencia, puede algunas veces ligarse con la mediumnidad, como se puede ver en la historia del "Espíritu golpeador de Bergzabern"; pero frecuentemente es del todo independiente. Así como lo hemos dicho, la sola prueba de la intervención de los Espíritus, es el carácter inteligente de las manifestaciones; cuantas veces no existe este carácter, se las puede atribuir con fundamento a una causa puramente física. La cuestión es el saber si las "personas eléctricas" tendrán una aptitud más grande para llegar a ser "médiums de efectos físicos", nosotros los creemos, pero esto sería un resultado de experiencía.

2. Médiums sensitivos o impresionables

164. Se designan así las personas susceptibles de sentir la presencia de los Espíritus por una vaga impresión, una especie de rozamiento sobre todos los miembros, de lo cual no pueden darse cuenta. Esta variedad no tiene carácter bien marcado; todos los médiums son necesariamente impresionables; la impresionabilidad es antes una cualidad general que especial; es la facultad elemental indispensable para el desarrollo de todas las otras; difiere de la impresionabilidad puramente física y nerviosa, con la que es preciso no confundirla; porque hay personas que no tienen los nervios delicados y que sienten más o menos el efecto de la presencia de los Espíritus, de la misma manera que otros muy irritables no lo sienten.
Esta facultad se desenvuelve por la práctica, y puede adquirir tal sutileza que aquel que esté dotado de ella reconoce en la impresión que siente no solamente la naturaleza buena o mala del Espíritu que está a su lado, sino también su individualidad, como el ciego reconoce por cierto instinto la aproximación de tal o cual persona; viene a ser con relación a los Espíritus una verdadera sensitiva. Un buen Espíritu hace siempre una impresión dulce y agradable; la de un mal Espíritu al contrario, es penosa, ansiosa y desagradable; hay como un olor de impureza.

3. Médiums auditivos

165. Estos oyen la voz de los Espíritus; es como lo hemos dicho hablando de la pneumatofonía: algunas veces una voz íntima que se hace oír en el fuero interno; otras veces es una voz exterior clara y distinta como la de una persona viva. Los médiums auditivos pueden entrar de este modo en conversación con los Espíritus. Cuando tienen la costumbre de comunicar con ciertos Espíritus, los reconocen inmediatamente con el metal de la voz. Cuando uno no está dotado de esta facultad, se puede igualmente comunicar con un Espíritu por el intermediario de un médium auditivo que hace el oficio de intérprete.
Esta facultad es muy agradable cuando el médium no oye sino buenos Espíritus, o solamente aquellos que llama; pero no es lo mismo cuando un Espíritu malo se encarniza en él y le hace oír a cada momento las cosas más desagrables y algunas veces las más inconvenientes. Es preciso entonces procurar desembarazarse de aquel por los medios que indicaremos en el capítulo de la "Obsesión".

4. Médiums parlantes

166. Los médiums auditivos que no hacen más que transmitir lo que ellos oyen, no son propiamente hablando "médiums parlantes"; estos últimos muy a menudo no oyen nada; en ellos el Espíritu obra sobre los órganos de la palabra, como obra sobre la mano de los médiums escribientes. El Espíritu, queriendo comunicarse, se sirve del órgano que encuentra más flexible en el médium; a uno toma prestada la mano, a otro la palabra, a un tercero el oído. El médium parlante se expresa, generalmente, sin tener conciencia de lo que dice, y muchas veces dice cosas completamente fuera de sus ideas habituales, de sus conocimientos y aun del alcance de su inteligencia. Aunque esté enteramente despierto y en un estado normal, rara vez conserva el recuerdo de lo que ha dicho; digámoslo de una vez, la palabra es un instrumento del cual se sirve el Espíritu, y
con el que puede entrar en comunicación una persona extraña, como puede hacerlo por mediación del médium auditivo.
El papel pasivo del médium parlante no es siempre tan completo; los hay que tienen la intuición de lo que dicen en el mismo momento en que pronuncian las palabras.
Volveremos a hablar sobre esta variedad, cuando tratemos de los médiums intuitivos.

5. Médiums videntes

167. Los "médiums videntes" están dotados de la facultad de ver a los Espíritus.
Los hay que gozan de esta facultad en el estado normal, estando enteramente despiertos y conservando un recuerdo exacto; otros no lo tienen sino en un estado de sonambulismo, O próximo a él. Esta facultad rara vez es permanente; casi siempre es el efecto de una crisis momentánea y pasajera. Se pueden colocar en la categoría de los médiums videntes todas las personas dotadas de la doble vista. La posibilidad de ver los Espíritus en el sueño resulta, sin contradicción, de una especie de mediumnidad, pero no constItuye, propiamente hablando, los médiums videntes. Hemos explicado este fenómeno en el capítulo VI, de las "manifestaciones visuales".
El médium vidente cree ver por los ojos como los que tienen la doble vista; pero en realidad es el alma que ve, y esta es la razón por la cual ven tanto con los ojos cerrados como con los ojos abiertos; de donde se sigue que un ciego puede ver a los Espíritus como el que tiene la vista intacta. Se podría hacer sobre este último punto un estudio interesante: el de saber si esta facultad es más frecuente entre los ciegos.
Espíritus que fueron ciegos nos han dicho que en su vida tenía por el alma la percepción de ciertos objetos y que no estaban sumergidos en la "negra" oscuridad.

168. Es preciso distinguir las apariciones accidentales y espontáneas de la facultad propiamente dicha de ver a los Espíritus. Las primeras son frecuentes sobre todo en el momento de la muerte de las personas que se han amado o conocido, y que vienen a advertir que no pertenecen ya a este mundo. Hay numerosos ejemplos de hechos de este género, sin hablar de las visiones durante el sueño. Otras veces son igualmente de parientes o amigos, que aunque muertos de más o menos tiempo, aparecen ya sea para Indicar un peligro, ya sea para dar un consejo o pedir un servicio. El servicio que pueda reclamar un Espíritu consiste, generalmente, en el cumplimiento de una cosa que no ha podido hacer en vida, o en el socorro de las oraciones. Estas apariciones son hechos aislados que tienen siempre un carácter individual y personal, y no constituyen una facultad propiamente dicha. La facultad consiste en la posibilidad, si no permanente, al menos muy frecuente, de ver cualquier Espíritu que se presenta por extraño que nos sea. Esta es la facultad que constituye propiamente hablando los médiums videntes.
Entre los médiums videntes los hay que sólo ven a los Espíritus que se evocan y de los cuales pueden hacer la descripción con una minuciosa exactitud; describen con los menores detalles sus gestos, la expresión de su fisonomía, las facciones, el traje y hasta los sentimientos de que parecen animados. Hay otros en los cuales esta facultad es más general; ven toda la población espiritista ambiente ir, venir y hasta podría decirse cumplir sus misiones.

169. Asistimos una noche a la presentación de la ópera "Oberon" con un médium vidente muy bueno. Había en el teatro gran número de localidades vacantes, muchas de las cuales estaban ocupadas por los Espíritus que, según parecía, tomaban parte en el espectáculo; algunos iban al lado de ciertos espectadores y parecía que escuchaban su conversación. En las tablas pasaba otra escena; detrás de los actores había muchos espectadores de humor jovial que se divertían remedando e imitando sus gestos de una manera grotesca; otros, más formales, parecía que inspiraban a los cantores y hacían esfuerzos para darles energía. Uno de ellos estaba constantemente al lado de una de las principales cantatrices; nosotros le creímos intenciones un poco ligeras; habiéndole llamado después de la caída del telón, vino a nosotros y nos reprendió con alguna severidad por nuestro juicio temerario. Yo no soy lo que creéis, dijo; soy su guía y su espíritu protector; yo soy quien está encargado de dirigirla. Después de algunos minutos de una conversación muy grave nos dejó diciendo: Adiós; está en su cuarto; es necesario que vaya a velar sobre ella. Evocamos en seguida al Espíritu de Weber, autor de la ópera, y le preguntamos lo que pensaba de la ejecución de su obra. "No es muy mala, contestó, pero es floja; los actores cantan, he aquí todo; no hay inspiración.
Esperad, añadió, voy a darles un poco de fuego sagrado". Entonces se le vio sobre la escena, cerniéndose encima de los actores; un efluvio parecía salir de él y derramarse sobre ellos; en este momento hubo en los mismos una recrudescencia visible de energía.

170. He aquí otro hecho que prueba la influencia que los Espíritus ejercen sobre los hombres sin conocerlo éstos. Estábamos, como dicha noche, en una representación teatral con otro médium vidente. Habiendo entablado una conversación con un "Espíritu espectador", éste nos dijo: ¿Veis esas dos señoras solas en ese palco del primer piso? pues bien: me empeño en hacerlas dejar el teatro. Dicho esto se le vio ir a colocarse en el palco en cuestión y hablar a las dos señoras: de repente éstas, que estaban muy atentas al espectáculo, se miraron; pareció que se consultaban, luego se fueron y no volvieron más. El Espíritu nos hizo entonces un gesto cómico para mostrarnos que había cumplido su palabra, pero no le volvimos a ver para pedirle más amplias explicaciones. Así es como diferentes veces hemos podido ser testigos del papel que hacen los Espíritus entre los vivos, les hemos observado en diferentes lugares de reunión en el baile, en el concierto, en el sermón en los funerales, en las bodas, etc., y por todas partes los hemos encontrado fomentando las malas pasiones, induciendo a la discordia, excitando las pendencias y regocijándose de sus proezas; otros, al contrario, combatiendo esta influencia perniciosa, pero rara vez se les escuchaba.

171. La facultad de ver a los Espíritus puede, sin duda, desenvolverse, pero es una de aquellas cuyo desarrollo natural conviene esperar sin provocarlos, si no se quiere exponer a ser el juguete de su imaginación. Cuando el germen de una facultad existe, se manifiesta por si misma; en principio es necesario contentarse con las que Dios nos ha concedido, sin investigar lo imposible; porque entonces, queriendo tener demasiado, se arriesga el perder lo que se tiene.
Cuando hemos dicho que los hechos de apariciones son frecuentes y espontáneos (número 107) no hemos querido decir que sean muy comunes; en cuanto a los médiums videntes propiamente dichos, son todavía más raros y hay mucho que desconfiar de aquellos que pretenden gozar de esa facultad; es prudente el no dar fe sino sobre pruebas positivas. No hablemos de aquellos que se hacen la ridícula ilusión de los Espíritus glóbulos que hemos descrito (número 108), sino de los que pretenden ver a los Espíritus de manera racional. Ciertas personas pueden, sin duda, engañarse de buena fe, pero otras pueden también simular esta facultad por amor propio o por interés. Particularmente en este caso es preciso tener cuenta del carácter, de la moralidad y de la sinceridad habitual; pero sobre todo en las circunstancias de detalle es como se puede encontrar la comprobación más cierta, porque las hay que no pueden dejar duda, como por ejemplo, la exactitud del retrato de los Espíritus que el médium jamás ha conocido vivos. El hecho siguiente se halla en esta categoría.
Una señora viuda, cuyo marido se comunicaba frecuentemente con ella, se encontraba un día con un médium vidente que no la conocía, como tampoco a su familia; el médium le dijo: - Veo un Espíritu cerca de usted, -Ah! dijo también la señora, es sin duda mi marido, que no me deja casi nunca. - No, respondió el médium; es una mujer de cierta edad; va peinada de una manera singular, tiene una venda blanca en la frente.
Con esta particularidad y otros detalles descriptivos, la señora reconoció sin equivocarse a su abuela, de la que no se acordaba ni remotamente en aquel momento. Si el médium hubiera querido simular esta facultad, le era fácil seguir el pensamiento de la señora, mientras que en lugar del marido con quien estaba preocupada, veía una mujer con un peinado particular del que no podía tener ninguna idea. Este hecho prueba también que la vista, en el médium, no era el reflejo de ningún pensamiento extraño.
(Véase número 102).

6. Médiums sonámbulos

172. El sonambulismo puede ser considerado como una variedad de la facultad medianímica, o por mejor decir son dos órdenes de fenómenos que se encuentran muy a menudo reunidos. El sonámbulo obra bajo la influencia de su propio Espíritu; es su alma que en los momentos de emancipación ve, oye y percibe fuera del límite de los sentidos; lo que expresa, lo toma de sí mismo; sus ideas son en general más ajustadas que en el estado normal; sus conocimientos más extensos, porque su alma es libre; en una palabra, vive por antícipación de la vida de los Espíritus. El médium, al contrario, es el instrumento de una inteligencia extraña; es pasivo y lo que dice no proviene de él. En resumen, el sonámbulo expresa su propio pensamiento, y el médium expresa el de otro.
Pero el Espíritu que se comunica a un médium ordinario puede igualmente hacerlo a un sonámbulo; a menudo también el estado de emancipación del alma, durante el sonambulismo, hace esta comunicación más fácil. Muchos sonámbulos ven perfectamente a los Espíritus y los describen con tanta precisión como los médiums videntes; pueden conversar con ellos y transmitirnos sus pensamientos; lo que dicen fuera del círculo de sus conocimientos personales, les es muchas veces sugerido por otros Espíritus. He aquí un ejemplo notable en que la doble acción del Espíritu del sonámbulo y del Espíritu extraño se revela de la manera menos equívoca.

173. Uno de nuestros amigos tenía por sonámbulo un joven de catorce a quince años, de una inteligencia muy vulgar y de una instrucción extremadamente limitada. Sin embargo, en estado sonambúlico, ha dado pruebas de una lucidez extraordinaria y de grande perspicacia. Sobresalía en particular en el tratamiento de las enfermedades y ha hecho un gran número de curas miradas como imposibles. Un día daba una consulta a un enfermo del cual describía el mal con una perfecta exactitud. - No basta esto, le dijo, se trata ahora de indicar el remedio. - Yo no puedo, "mi ángel doctor no está aquí". -¿Qué entendéis por vuestro ángel doctor? - El que me dicta los remedios. - ¿No sois vos quien veis los remedios? - ¡Oh! no, puesto que os digo que es mi ángel doctor quien me los dicta.
Así es que en este sonámbulo la acción de "ver" el mal era el hecho de su propio Espíritu, quien para esto no tenía necesidad de ninguna asistencia; pero la indicación de los remedios le era dada por otro; este otro no estando allí, él no podía decir nada. Solo, no era más que "sonámbulo"; asistido de lo que llamaba su ángel doctor, era "sonámbulo-médium".

174. La lucidez de los sonámbulos es una facultad que depende del organismo, y que es del todo independiente de la voluntad, del adelantamiento y aun del estado moral del sujeto. Un sonámbulo puede, pues, ser muy lúcido y ser incapaz de resolver ciertas cuestiones si su Espíritu es poco avanzado. Aquel que habla por si mismo puede, pues, decir cosas buenas o malas, justas o falsas, tener más o menos delicadeza y escrúpulos en sus procederes, según el grado de elevación o de inferioridad de su propio Espíritu; entonces es cuando la asistencia de un Espíritu extraño puede suplir su insuficiencia; pero un sonámbulo puede ser asistido por un Espíritu mentiroso, ligero o aun malo, del mismo modo que los médiums; aquí es sobre todo donde las cualidades morales tienen gran influencia para atraer a los buenos Espíritus (Véase Libro de los Espíritus, "Sonambulismo, número 452; y más adelante el capítulo sobre "la influencia moral del médium".

7. Médiums curanderos

175. Hablaremos ahora ligeramente de esta variedad de médiums, porque este asunto exigiría explicaciones más extensas para nuestro cuadro; sabemos también que un médico, de nuestros amigos, se ha propuesto tratarlo en una obra especial respecto la medicina intuitiva. Diremos solamente que esta especie de mediumnidad consiste principalmente en el don que ciertas personas poseen de curar con el simple tacto, con
la mirada y aun con un ademán, sin el socorro de ningún medicamento. Sin duda nos dirán que esto no es otra cosa que el magnetismo. Es evidente que el fluido magnético hace en esto un gran papel; pero cuando se examina este fenómeno con cuidado, se reconoce fácilmente que hay alguna otra cosa. La magnetización ordinaria es un verdadero tratamiento continuado, regular y metódico; pero hay una completa diferencia. Casi todos los magnetizadores son aptos para curar si saben conducirse convenientemente, mientras que en los médiums curanderos la facultad es espontánea y aun algunos la poseen sin haber oído jamás hablar de magnetismo. La intervención de un poder oculto, que constituye la mediumnidad, viene a ser evidente en ciertas circunstancias; sobre todo cuando se considera que la mayor parte de las personas que podemos con razón calificar de médiums curanderos, acuden a la oración, que es una verdadera evocación.
(Véase número131).

176. He aquí las respuestas que han dado los Espíritus a las siguientes preguntas que les hemos hecho con este objeto.
1. Las personas dotadas de la potencia magnética ¿se pueden considerar como formando una variedad de médiums?
"No lo podéis dudar."
2. Sin embargo el médium es un intermediario entre los Espíritus y el hombre; luego el magnetizador tomando la fuerza de si mismo, no parece ser el intermediario de ninguna potencia extraña?
"Esto es un error, la potencia magnética reside, sin duda, en el hombre, pero se aumenta con la acción de los Espíritus que llama en su ayuda. Si tú magnetizas con la mira de curar, por ejemplo, y evocas a un buen Espíritu que se interese por ti y por tu enfermo, aumenta tu fuerza y tu voluntad, dirige tu fluido y le da las cualidades necesarias."
3. Sin embargo, ¿no hay muy buenos magnetizadores que no creen en los Espíritus?
"¿Piensas, acaso, que los Espíritus sólo obran sobre aquellos que creen en ellos? Los que magnetizan para hacer bien son secundados por buenos Espíritus. Todo hombre que tiene el deseo del bien, los llama sin pensarlo; del mismo modo que cuando el deseo y las intenciones son malas, llama a los malos."
4. El que teniendo la potencia creyese en la intervención de los Espíritus, ¿obraría más eficazmente?
"Haría cosas que miraríais como milagros."
5. ¿Ciertas personas tienen verdaderamente el don de curar por el simple tacto, sin el empleo de los pases magnéticos?
"Seguramente; ¿no tenéis de eso numerosos ejemplos?"
6. En este caso, ¿hay acción magnética o solamente influencia de los Espíritus?
"Lo uno y lo otro. Estas personas son verdaderos médiums, puesto que obran bajo la influencia de los Espíritus, pero esto no es decir que sean médiums escribientes como vosotros lo entendéis."
7. ¿Este poder puede transmitirse?
"El poder, no; pero sí el conocimiento de las cosas necesarias para ejercerlo si lo posee. Hay quien dudaría tener este poder, si no creía que se lo habían transmitido."
8. ¿Pueden obtenerse curaciones con sólo la oración?
"Sí; algunas veces, si Dios lo permite, pero podría suceder que al enfermo le conviniese sufrir todavía, y entonces creéis que vuestra plegaria no es escuchada."
9. ¿Hay para esto fórmulas de oraciones más eficaces las unas que las otras?
"La superstición sola puede dar una virtud a ciertas palabras y sólo los Espíritus ignorantes o mentirosos pueden concebir semejantes ideas prescribiendo fórmulas. Sin embargo puede acontecer que para personas poco ilustradas e incapaces de comprender las cosas puramente espirituales, el empleo de una fórmula contribuya a darles confianza; en este caso no es la fórmula la que es eficaz, sino la fe que se aumenta por la idea adherida al empleo de la fórmula."

8. Médiums pneumatógrafos

177. Se da este nombre a los médiums aptos para obtener la escritura directa, lo que no se permite a todos los médiums escribientes. Esta facultad es hasta ahora bastante rara; probablemente se desarrolla con el ejercicio; pero, como lo hemos dicho, su utilidad práctica se limita a una prueba patente de la intervención de una potencia oculta en las manifestaciones. Sólo la experiencia puede hacer conocer si se posee; se puede, pues, ensayar y además puede pedirse a un Espíritu protector por los otros medios de comunicación. Según la mayor o menor potencia del médium, se obtienen simples rasgos, signos, letras, palabras, frases y aun páginas enteras. Ordinariamente basta colocar una hoja de papel doblado en un paraje cualquiera, designado por el Espíritu, durante diez minutos o un cuarto de hora, algunas veces, más. La oración y el recogimiento son condiciones esenciales; por esto se puede mirar como imposible el obtener nada en una reunión de personas poco formales, o que no estuviesen animadas de sentimientos simpáticos y benévolos. (Véase la teoría de la escritura directa, capítulo VIII, "Laboratorio del mundo invisible" (números 127 y siguientes) y capítulo XII, "Pneuma-tografía").
Trataremos de una manera especial de los médiums escribientes en los capítulos siguientes.

CAPÍTULO XV
MÉDIUMS ESCRIBIENTES O PSYCÓGRAFOS
Médiums mecánicos; intuitivos; semi-mecánicos; inspirados o involuntarios; de presentimientos

178. De todos los medios de comunicación, la escritura manual es el más sencillo, el más cómodo y, sobre todo, el más completo. Hacia ese deben dirigirse todos los esfuerzos, porque permite establecer con los Espíritus relaciones tan seguidas y tan regulares como las que existen entre nosotros. Deben dedicarse a él con mayor motivo porque por él los Espíritus revelan del mejor modo su naturaleza y el grado de su perfección o de su inferioridad. Por la facilidad que tienen en expresarse, nos hacen conocer sus pensamientos íntimos y nos ponen de este modo en disposición de juzgarles y apreciarles en su valor. La facultad de escribir por un médium es también la más susceptible de desenvolverse con el ejercicio.

Médiums mecánicos

179. Si se examinan ciertos efectos que se producen en los movimientos de la mesa, de la cestita o de la tablita que escribe, no se puede dudar de una acción ejercida directamente por el Espíritu sobre estos objetos. La cestita se agita a veces con tanta violencia que escapa de las manos del médium; algunas veces también se dirige hacia ciertas personas del círculo para golpearles; otras veces sus movimientos atestiguan un sentimiento afectuoso. La misma cosa tiene lugar cuando el lápiz está colocado en la mano; a menudo es lanzado a lo lejos con fuerza, o bien la mano como la cestita se agita convulsivamente y golpea la mesa con cólera, aun cuando el médium esté en la mayor calma y se admire de no ser dueño de sí. Digamos, de paso, que estos efectos denotan siempre la presencia de Espíritus imperfectos; los Espíritus realmente superiores están constantemente tranquilos, son dignos y benévolos; si no se les escucha convenientemente se retiran y otros toman su puesto. El Espíritu puede, pues, expresar directamente su pensamiento, ya sea por el movimiento de un objeto, del cual la mano del médium no es más que el punto de apoyo, ya sea por su acción sobre la misma mano.
Cuando el Espíritu obra directamente sobre la mano, da a ésta un impulso completamente independiente de la voluntad. Marcha sin interrupción y a pesar del médium, tanto como el Espíritu tiene alguna cosa que decir, deteniéndose cuando ha concluido.
Lo que caracteriza el fenómeno en esta circunstancia es que el médium no tiene la menor conciencia de lo que escribe; la falta de conciencia absoluta en este caso constituye lo que se llaman "médiums pasivos" o "mecánicos". Esta facultad es preciosa, porque no puede dejar ninguna duda sobre la independencia del pensamiento del que escribe.

Médiums intuitivos

180. La transmisión del pensamiento tiene también lugar por el intermediario del Espíritu del médium, o mejor dicho de su alma, pues que nosotros designamos bajo este nombre el Espíritu encarnado. El Espíritu extraño en este caso no obra sobre la mano para hacerla escribir; no la tiene, no la guía; obra sobre el alma con la cual se identifica.
El alma, bajo este impulso, dirige la mano, y la mano dirige el lápiz. Observamos aquí una cosa importante, a saber: que el Espíritu extraño no se sustituye al alma, porque no podría desalojaría; la domina sin que lo sepa y le imprime su voluntad. En esta circunstancia, el papel del alma no es absolutamente pasivo; ella es la que recibe el pensamiento del Espíritu extraño y lo transmite. En esta situación, el médium tiene la conciencia de lo que escribe, aunque esto no sea su propio pensamiento; este es el que se llama "médium intuitivo".
Se dirá que si así sucede nada prueba que el que escribe sea antes bien un Espíritu extraño que el del médium. La distinción es, en efecto, algunas veces bastante difícil de hacer, pero puede acontecer que esto importe poco. Sin embargo se puede reconocer el pensamiento sugerido en que nunca se ha concebido anticipadamente; nace a medida que se escribe, y muchas veces es contrario a la idea previa que uno se ha formado; también puede estar fuera de los conocimientos y de la capacidad del médium.
El oficio de médium mecánico es el de una máquina; el médium intuitivo obra como lo haría un intérprete. Este, en efecto, para transmitir el pensamiento debe comprenderle, apropiárselo de cierto modo a fin de traducirlo fielmente, y no obstante no es su pensamiento; no hace más que atravesar su cerebro. Tal es, exactamente, el papel del médium intuitivo.

Médiums semi-mecánicos

181. En el médium puramente mecánico el movimiento de la mano es independiente de la voluntad; en el médium intuitivo, el movimiento es voluntario y facultativo. El médium semi-mecánico participa de los otros dos, siente una impulsión dada a su mano a pesar suyo, pero al mismo tiempo tiene conciencia de lo que escribe a medida que se forman las palabras. En el primero, el pensamiento sigue al acto de la escritura; en el segundo le precede; en el tercero le acompaña. Estos últimos médiums son los más numerosos.

Médiums inspirados

182. Toda persona que ya sea en estado normal, ya sea en estado de éxtasis, recibe por el pensamiento comunicaciones extrañas a sus ideas preconcebidas, puede colocarse en la categoría de los médiums inspirados; como se ve, es una variedad de la mediumnidad intuitiva, con la sola diferencia de que la intervención de esta potencia oculta es todavía mucho menos sensible, porque en el inspirado es aún más difícil de distinguir el pensamiento propio del que es sugerido. Lo que caracteriza a este último, sobre todo, es la espontaneidad.
La inspiración nos viene de los Espíritus que nos influyen en el bien o en el mal, pero antes es la obra de aquellos que nos quieran bien, y cuyos consejos dejamos de seguir muy a menudo; se aplica a todas las circunstancias de la vida, en las resoluciones que debemos tomar; bajo este aspecto se puede decir que todos son médiums, porque no hay persona que no tenga sus Espíritus protectores y familiares que hacen todos sus esfuerzos para sugerir a sus protegidos pensamientos saludables. Si nos penetráramos de esta verdad, recurriríamos más a menudo a la inspiración de nuestro ángel guardián en los momentos en que no sabemos qué decir o qué hacer. Que se le invoque con "fervor" y "confianza" en caso de necesidad y nos admiraremos de ideas que muchas veces surgirán como por encanto, ya sea que debamos tomar un partido, ya sea que tenga que componerse alguna obra. Cuando no acude ninguna idea es porque será preciso esperar. La prueba de que la idea que sobreviene es extraña a uno mismo, es que si hubiera estado en nosotros siempre hubiéramos sido dueños de ella y no habría motivo para que no se manifestara cuando quisiéramos. El que no es ciego abre los ojos para ver cuando quiere; del mismo modo aquel que tiene ideas en sí las tiene siempre a su disposición; si no acuden como lo desea, es porque está obligado a tomarlas en otra parte que en su propio fondo.
Se pueden también colocar en esta categoría las personas que, sin estar dotadas de una inteligencia fuera de lo vulgar, y sin salir del estado normal, tienen rayos de una lucidez intelectual que les da momentáneamente una facilidad desusada de concepción y elocución, y en ciertos casos el presentimiento de las cosas futuras. En estos momentos que se llaman justamente de inspiración, las ideas abundan, se siguen, se encadenan, por decirlo así, por ellas mismas y por una impulsión involuntaria y casi febril; nos parece que una inteligencia superior viene a ayudarnos, y que nuestro espíritu se desembaraza de un peso.
183. Los hombres de genio en todos los géneros, artistas, sabios, literatos, son, sin duda, Espíritus avanzados, capaces por si mismos de comprender y de concebir grandes cosas; precisamente porque se les juzga capaces es por que los Espíritus que quieren el cumplimiento de ciertos trabajos les sugieren las ideas necesarias, y por esto muy a menudo son "médiums sin saberlo". Tienen, no obstante, una vaga intuición de una existencia extraña, porque el que recurre a la inspiración no hace otra cosa sino una evocación; si no espera ser oído, por qué exclama tan a menudo: ¡Mi buen genio, ven en mi ayuda!
Las respuestas siguientes confirman esta aserción.
- ¿Cuál es la causa primera de la inspiración?
"Espíritu que se comunica por el pensamiento."
- ¿La inspiración sólo tiene por objeto la revelación de las grandes cosas?
"No, tiene muchas veces relación con las circunstancias más ordinarias de la vida. Por ejemplo, tú quieres ir a alguna parte, y una voz secreta te dice que no lo hagas porque hay peligro para ti; o bien te dice que hagas una cosa en la cual tú no pensabas, esto es la inspiración. Hay muy pocas personas que no hayan sido más o menos inspiradas en ciertos momentos."
- Un autor, un pintor, un músico, por ejemplo, en los momentos de inspiración, ¿podrían ser considerados como médiums?
"Sí; porque en estos momentos su alma es más libre y está como separada de la materia; recobra una parte de sus facultades de Espíritu y recibe más fácilmente las comunicaciones de los otros Espíritus que le inspiran."

Médiums de presentimientos

184. El presentimiento es una intuición vaga de las cosas futuras. Ciertas personas tienen esta facultad más o menos desenvuelta; pueden deberla a una especie de doble vista que les permite entrever las consecuencias de las cosas presentes y la filiación de los acontecimientos; pero a menudo también es el hecho de comunicaciones ocultas, y en este caso, sobre todo, es cuando podemos dar el nombre de "médiums de presentimientos" a los que están dotados de ella y son una variedad de los "médiums inspirados".

CAPÍTULO XVI
MÉDIUMS ESPECIALES
Aptitudes especiales de los médiums. - Cuadro sinóptico de las diferentes variedades de médiums

185. Además de las categorías de médiums que acabamos de enumerar, presenta la mediumnidad una variedad infinita de grados que constituyen lo que se llama médiums especiales, y que dependen de las aptitudes particulares todavía no definidas, hecha abstracción de las cualidades y de los conocimientos del Espíritu que se manifiesta.
La naturaleza de las comunicaciones siempre es relativa a la naturaleza del Espíritu, y lleva el sello de su elevación o de su inferioridad, de su saber o de su ignorancia; pero con mérito igual, al punto de vista jerárquico, hay incontestablemente en él una propensión a ocuparse de una cosa antes que de otra; los Espíritus golpeadores, por ejemplo, no salen casi de las manifestaciones físicas; y entre los que dan manifestaciones inteligentes hay Espíritus poetas, músicos, dibujantes, moralistas, sabios, médicos, etcétera. Hablamos de los Espíritus de un orden mediano porque llegados a cierto grado, las aptitudes se confunden en la unidad de la perfección. Pero al lado de la aptitud del Espíritu hay la del médium, que es para él un instrumento más o menos cómodo, más o menos flexible, y en el cual descubre cualidades particulares que nosotros no podemos apreciar.
Pongamos una comparación: un músico muy hábil tiene a su disposición muchos violines, que para los demás todos serán muy buenos instrumentos, pero entre los cuales el artista consumado hace gran diferencia; encuentra en éstos graduaciones de una delicadeza extrema que le harán escoger los unos y rechazar los otros, graduaciones que comprende por intuición, pero que no puede definirlas. Lo mismo sucede respecto de los médiums: a cualidades iguales en la potencia medianímica; el Espíritu dará la preferencia al uno o al otro, según la clase de comunicación que quiere dar. Por ejemplo, hay personas que son médiums y escriben como tales admirables poesías, aunque en las condiciones ordinarias ellas no hayan podido ni sabido jamás hacer versos; otras, al contrario, que son poetas, y que como médiums no han podido nunca escribir más que prosa, a pesar de su deseo. Lo mismo sucede en cuanto al dibujo, música, etcétera. Hay algunos que, sin tener por si mismos conocimientos científicos, tienen una aptitud más particular para recibir comunicaciones sabias; otros son para los estudios históricos; otros sirven más fácilmente de intérpretes para los Espíritus moralistas; en una palabra, cualquiera que sea la flexibilidad del médium, las comunicaciones que recibe con más facilidad tienen, generalmente, un carácter especial; los hay también que no salen de cierto círculo de ideas y cuando se apartan de éste sólo tienen comunicaciones incompletas, lacónicas y muchas veces falsas. Fuera de las causas de aptitud, los Espíritus se comunican también con más o menos voluntad por tal o cual intermediario,
según sus simpatías; así es que en condiciones iguales, el mismo Espíritu será mucho más explícito con ciertos médiums, sólo porque les convienen mejor.
Estaríamos, pues, en el error si, por sólo tener a mano un buen médium, aunque tuviese la mayor facilidad en escribir, creyéramos obtener por él comunicaciones buenas y de todas clases. La primera condición es, sin contradicción, el asegurarse del origen de que dimanan, esto es, de las cualidades del Espíritu que las transmite; pero no es menos necesario el atender a las cualidades del instrumento que se da al Espíritu; es preciso, pues, estudiar la naturaleza del médium, como se estudia la naturaleza del Espíritu, porque estos son dos elementos esenciales para obtener un resultado satisfactorio. Hay un tercero que hace en eso un papel igualmente importante: es la intención, el pensamiento íntimo, el sentimiento más o menos laudable de aquel que interroga; y esto se concibe: "Para que una comunicación sea buena, es menester que emane de un Espíritu bueno; para que este buen Espíritu pueda transmitirla, le es necesario un buen instrumento; para que
quiera transmitirla es preciso que el objeto le convenga". El Espíritu que lee en el pensamiento juzga si la pregunta que se le propone merece una respuesta formal, y si la persona que la dirige es digna de recibirla; en caso contrario, no pierde su tiempo en sembrar buenos granos en las piedras, y entonces es cuando los Espíritus ligeros y burlones se dan prisa, porque se ocupan poco de la verdad, les tienen sin cuidado y generalmente son muy poco escrupulosos en cuanto al objeto y medios que emplean.
Resumimos aquí los principales géneros de mediumnidad, a fin de presentar, de algún modo, el cuadro sinóptico, comprendiendo los que ya hemos descrito en los capítulos precedentes, indicando los números en que se trata de ellos con más detalles.
Hemos agrupado las diferentes variedades de médiums por analogías de causas y efectos, sin que esta clasificación nada tenga de absoluta. Algunas se vuelven a encontrar frecuentemente; otras, al contrario, son raras y aun excepcionales, lo que tenemos cuidado de mencionar. Estas últimas indicaciones nos las han suministrado los Espíritus, que también han revisado este cuadro con un cuidado muy particular, y lo han completado por numerosas observaciones y nuevas categorías de tal modo que podemos decir que todo es obra suya. Hemos indicado por comillas sus observaciones textuales, cuando hemos creído que debían llamar la atención. En su mayoría son de "Erasto" y de "Sócrates".

187. Se pueden dividir los médiums en dos grandes categorías.
Los MÉDIUMS DE EFECTOS FÍSICOS: los que tienen el poder de provocar efectos materiales o manifestaciones ostensibles (Núm. 160).
Los MÉDIUMS DE EFECTOS INTELECTUALES: los que son más especialmente a propósito para recibir y para transmitir las comunicaciones inteligentes. (Núms. 65 y siguientes).
Todas las otras variedades participan más o menos directamente de la una o de la otra de estas dos categorías, algunas tienden a las dos. Si se analizan los diferentes fenómenos producidos, bajo la influencia medianímica, se verá que en todos hay un efecto físico, y que a los efectos físicos se junta lo más a menudo un efecto inteligente.
El límite entre los dos es algunas veces difícil de establecer, pero de esto no se deduce ninguna consecuencia. Comprendemos bajo la denominación de "médiums de efectos intelectuales" los que pueden más especialmente servir de intermediarios para las comunicaciones regulares y seguidas. (Número 133).
188. Variedades comunes a todas las clases de mediumnidad
"Médiums sensitivos": personas susceptibles de sentir la presencia de los Espíritus por una impresión general o local, vaga o material. La mayor parte distingue los Espíritus buenos o malos en la naturaleza de la impresión. (Núm. 164).
"Los médiums delicados y muy sensitivos deben abstenerse de las comunicaciones con los Espíritus violentos, o cuya impresión es penosa a causa de la fatiga que de ello resulta".
"Médiums naturales o inconscientes": los que producen los fenómenos espontáneamente, sin ninguna participación de la voluntad, y lo más a menudo sin saberlo. (Núm. 161).
"Médiums facultativos o voluntarios": los que tienen el poder de provocar los fenómenos por un acto de su voluntad. (Núm. 160).
"Cualquiera que sea esta voluntad nada pueden si los Espíritus se niegan; lo que prueba la intervención de un poder extraño".

189. Variedades especiales para los efectos físicos "Médiums golpeadores": aquellos bajo cuya influencia se producen los ruidos y los golpes. Variedad muy común con o sin la voluntad.
"Médiums motores": los que producen el movimiento de los cuerpos inertes. Muy comunes. (Núm. 61).
"Médiums de traslaciones y de suspensiones": los que producen la traslación aérea y la suspensión de los cuerpos inertes en el espacio sin punto de apoyo. Los hay que pueden elevarse por sí mismos. Más o menos raros, según el desarrollo del fenómeno; muy raros en el último caso. (Números 75 y siguientes; núm. 80).
"Médiums de efectos musicales": provocan el que se toque ciertos instrumentos sin contacto. Muy raros. (Número 74, pregunta 24).
"Médiums de apariciones": los que pueden provocar apariciones fluídicas o tangibles, visibles para los asistentes. Muy excepcionales. (Núm. 100; pregunta 27; número 104).
"Médiums de aportes": los que pueden servir de auxiliares a los Espíritus para aportar objetos materiales. Variedad de los médiums motores y de traslaciones. Excepcionales. (Núm. 96).
"Médiums nocturnos": los que no obtienen ciertos efectos físicos sino en la oscuridad. He aquí la contestación de un Espíritu a la pregunta de saber si se pueden considerar estos médiums como formando una variedad.
"Se puede, ciertamente, hacer de estos médiums una especialidad, pero este fenómeno depende antes de las condiciones ambientes, que de la naturaleza del médium o de los Espíritus; debo añadir que algunos escapan de esta influencia del centro, y que la mayor parte de los médiums nocturnos podrían llegar, con la práctica a ejercer su facultad, tanto en la luz como en la oscuridad. Esta variedad de médiums es poco numerosa; y es preciso advertir que a favor de estas condiciones que deja toda libertad para el empleo de los trucos, de la ventriloquía y de los cañones acústicos, los charlatanes han abusado muy a menudo de la credulidad, haciéndose pasar por médiums a fin de recoger escudos. Pero ¿qué importa? Los titiriteros caseros, así como los callejeros, serán descubiertos cruelmente, y los Espíritus les probarán que no se hace bien inmiscuyéndose en sus obras. Sí, lo repito: a ciertos charlatanes se les dará en los dedos de una manera muy ruda para disgustarles del oficio de falsos médiums. Por otra parte todo esto sólo durará algún tiempo.
ERASTO."
"Médiums pneumatógrafos": los que obtienen la escritura directa. Fenómeno muy raro, y sobre todo muy fácil de imitar por la truhanería. (Núm. 177).
Observación. - Los Espíritus han insistido contra nuestra opinión, para colocar la escritura directa entre los tenómenos de orden físico, por la razón, dicen, de que: "Los efectos inteligentes son aquellos por los cuales el Espíritu se sirve de los materiales cerebrales del médium, no estando en este caso la escritura directa; la acción del médium es en esto del todo material, mientras que en el médium escribiente, aún completamente mecánico, el cerebro hace siempre un papel activo.
"Médiums curanderos": los que tienen el poder de curar o de aliviar por la imposición de las manos o de la oración.
"Esta facultad no es esencialmente medianímica, pertenece a todos los verdaderos creyentes, ya sean médiums o no; a menudo sólo es una exaltación de la potencia magnética fortificada en caso de necesidad por el concurso de los buenos Espíritus". (Número 175).
"Médiums excitadores": personas que tienen el poder de desenvolver en los otros, por su influencia, la facultad de escribir
"Más bien es un efecto magnético que un hecho de mediumnidad propiamente dicho, porque nada prueba la intervención de un Espíritu. En todos los casos pertenece al orden de los efectos físicos". (Véase el capítulo de "la formación de los médiums").

190. Médiums especiales para los efectos intelectuales. –Aptitudes diversas
"Médiums auditivos": los que oyen a los Espíritus. Bastante comunes. (Núm. 165).
"Hay muchos que se figuran oír lo que no está sino en su imaginación".
"Médiums parlantes": los que hablan bajo la influencia de los Espíritus. Bastante comunes. (Núm. 166).
"Médiums videntes": los que ven a los Espíritus en estado de vigilia o despiertos.
La vista accidental y fortuita de un Espíritu en una circunstancia particular es bastante frecuente; pero la vista habitual o facultativa de los Espíritus sin distinción, es excepcional. (Número 167).
"Es una aptitud a la cual se opone el estado actual de los órganos; por esto es útil el no creer siempre bajo palabra a los que dicen ver a los Espíritus".
"Médiums inspirados": aquellos cuyos pensamientos son sugeridos por los Espíritus, lo más frecuente sin saberlo, ya sea para los actos ordinarios de la vida, ya sea para los grandes trabajos de la inteligencia. (Número 182).
"Médiums de presentimientos": personas que en ciertas circunstancias tienen una vaga intuición de las cosas futuras vulgares. (Núm. 184).
"Médiums proféticos": variedad de los médiums inspirados o de presentimientos; reciben con el permiso de Dios y con más precisión que los médiums de presentimientos la revelación de las cosas futuras de un interés general, y que están encargados de hacer conocer a los hombres para su instrucción.
"Si hay verdaderos profetas hay muchos más de falsos, que toman los sueños de su imaginación por revelaciones, cuando no son embrollones que se hacen pasar por tales por ambición". (Véase el Libro de los Espíritus, núm. 624, caracteres del verdadero profeta).
"Médiums sonámbulos": los que en estado de sonambulismo están asistidos por los Espíritus (Núm. 172).
"Médiums extáticos": los que en estado de éxtasis reciben revelaciones de parte de los Espíritus.
"Muchos extáticos son el juguete de su propia imaginación y de los Espíritus mentirosos que aprovechan su exaltación. Los que merecen una entera confianza son muy raros".
"Médiums pintores y dibujantes": los que pintan o dibujan bajo la influencia de los Espíritus. Nosotros hablamos de aquellos que obtienen cosas serias, porque no se podría dar este nombre a ciertos médiums que los Espíritus burlescos les hacen dibujar cosas grotescas que desaprobaría el último aprendiz.
Los Espíritus ligeros son imitadores. En la época que aparecieron los notables dibujos de Júpiter, salieron gran número de pretendidos médiums dibujantes, con los cuales los Espíritus burlones se divertieron en hacerles las cosas más ridículas. Uno de ellos, entre otros, queriendo eclipsar los dibujos de Júpiter, al menos por la dimensión ya que no por la calidad, hizo dibujar a un médium un monumento que ocupaba un gran número de hojas, hasta alcanzar la altura de dos pisos. Muchos otros hicieron titulados retratos que eran verdaderas caricaturas. ("Revista Espiritista", agosto de 1858).
"Médiums músicos": los que ejecutan, componen o escriben música bajo la influencia de los Espíritus. Hay médiums músicos, mecánicos, semi-mecánicos, intuitivos e inspirados, como para las comunicaciones literarias. (Véase médiums de efectos musicales).

VARIEDADES DE LOS MEDÍUMS ESCRIBIENTES

191. 1º Según el modo de ejecución
"Médiums escribientes o psycógrafos": los que tienen la facultad de escribir ellos mismos, bajo la influencia de los Espíritus.
"Médiums escribientes mecánicos": aquellos cuya mano recibe una impulsión involuntaria, y que no tienen ninguna conciencia de lo que escriben. Muy raros. (Número 179).
"Médiums semi-mecánicos": aquellos cuya mano marcha involuntariamente, pero que tienen la conciencia instantánea de las palabras o de las frases a medida que escriben. Los más comunes. (Núm. 181).
"Médiums intuitivos": aquellos a quienes los Espíritus se comunican por el pensamiento y cuya mano es guiada por la voluntad. Difieren de los médiums inspirados en que estos últimos no tienen necesidad de escribir, mientras que el médium intuitivo escribe el pensamiento que le es sugerido instantáneamente sobre un asunto determinado y provocado. (Núm. 180).
"Estos son muy comunes, pero también muy sujetos al error, porque muchas veces no pueden discernir lo que proviene de los Espíritus o de ellos mismos."
"Médiums polígrafos": aquellos cuya escritura cambia con el Espíritu que se comunica, o que son aptos para reproducir la escritura que el Espíritu tenía en vida. El primer caso es muy ordinario; el segundo, el de la identidad de la escritura, es más raro. (Número 219).
"Médiums políglotas": los que tienen la facultad de hablar o de escribir en lenguas que le son extrañas. Muy raros.
"Médiums iletrados": los que escriben como médiums, sin saber leer ni escribir en el estado ordinario.
"Más raros que los precedentes; hay más grandes dificultades materiales que vencer".

192. 2º Según el desarrollo de la facultad
"Médiums novicios": aquellos cuyas facultades no están todavía completamente desarrolladas y les falta la experiencia necesaria.
"Médiums improductivos": los que no llegan a obtener sino cosas insignificantes, monosílabos, rasgos o letras sin sentido. (Véase el capítulo de "la formación de los médiums").
"Médiums hechos o formados": son aquellos cuyas facultades medianímicas están completamente desarrolladas que transmiten las comunicaciones que reciben con facilidad, prontitud y sin vacilación. Se concibe que este resultado no puede obtenerse sino con la práctica, mientras que en los médiums novicios las comunicaciones son lentas y difíciles.
"Médiums lacónicos": aquellos cuyas comunicaciones, aunque fáciles, son breves y sin desarrollo.
"Médiums explícitos": las comunicaciones que reciben tienen toda la amplitud y extensión que se puede esperar de un escritor consumado.
"Esta aptitud depende de la expansión y de la facilidad de combinación de los fluidos; los Espíritus los buscan para tratar los asuntos que traen grandes desenvolvimientos."
"Médíums experimentados": la facilidad de ejecución es un asunto de práctica que se adquiere muchas veces en poco tiempo, mientras que la experiencia es el resultado de un estudio serio de todas las dificultades que se presentan en la práctica del Espiritismo. La experiencia da al médium el tacto necesario para apreciar la naturaleza de los Espíritus que se manifiestan, juzgar sus cualidades buenas o malas por las señales más minuciosas, discernir la bellaquería de los Espíritus mentirosos que se abrigan bajo las apariencias de la verdad. Se comprende fácilmente la importancia de esta cualidad, sin la cual todas las otras son sin utilidad real; lo malo es que muchos médiums confunden la experiencia, fruto del estudio, con la aptitud, producto de la organización; se creen maestros con título porque escriben fácilmente; repudian todos los consejos y vienen a ser la presa de los Espíritus mentirosos e hipócritas que captan la voluntad lisonjeando su orgullo. (Véase más adelante el capitulo de la "obsesión").
"Médiums flexibles": aquellos cuya facultad se presta más fácilmente a los diversos géneros de comunicaciones, y por los cuales casi todos los Espíritus pueden manifestarse espontáneamente o por evocación. "Esta variedad de médiums es muy parecida a los médiums sensitivos."
"Médiums exclusivos": aquellos por los cuales un Espíritu se manifiesta con preferencia, y aun con exclusión de todos los otros, y responde por aquellos que se llaman por el intermedio del médium.
''Esto depende siempre de un efecto de flexibilidad; cuando el Espíritu es bueno, puede adherirse al médium por simpatía y con un fin laudable; cuando es malo es siempre con el objeto de poner al médium bajo su dependencia. Esto es más bien un defecto que una cualidad, y muy vecino de la obsesión." (Véase el capitulo de la obsesión).
"Médiums de evocaciones": los médiums flexibles son naturalmente los más propios a este género de comunicación y a las preguntas de detalle, que se pueden dirigir a los Espíritus. Hay bajo este aspecto médiums del todo especiales.
"Sus respuestas se encierran casi siempre en un cuadro restringido, incompatible con el desarrollo de los asuntos generales."
"Médiums de dictados espontáneos": reciben con preferencia comunicaciones espontáneas de parte de los Espíritus que se presentan sin ser llamados. Cuando esta facultad es especial en un médium, es difícil y aun imposible algunas veces hacer una evocación por su conducto.
"Sin embargo tienen mejores instrumentos que los del grado precedente.
Comprended que por instrumentos se entienden aquí los materiales cerebrales, porque es menester muchas veces, mejor dicho, siempre, mayor suma de inteligencia para los dictados espontáneos que para las evocaciones. Entended por dictados espontáneos los que merecen verdaderamente este nombre, y no algunas frases incompletas o algunos pensamientos vulgares que se encuentran en todas las cabezas humanas."
3º Según el género y la especialidad de las comunicaciones
"Médiums versificadores": obtienen más fácilmente que otros comunicaciones versificadas. Bastante comunes para los malos versos; muy raros para los buenos.
"Médiums poéticos": sin obtener versos, las comunicaciones que reciben tienen alguna cosa de vaporoso, de sentimental; nada demuestra la rudeza; son más propios que otros para la expresión de los sentimientos tiernos y afectuosos. Todo es vaguedad y sería inútil pedirles nada preciso. Muy comunes.
"Médiums positivos": Sus comunicaciones tienen, en general, un carácter de limpieza y de precisión que se presta voluntariamente a los detalles circunstanciados, a las noticias exactas. Bastante raros.
"Médiums literarios": no tienen ni la vaguedad de los médiums poéticos ni la cautela de los médiums positivos; pero disertan con facilidad; su estilo es correcto, elegante y a menudo de una notable elocuencia.
"Médiums incorrectos": pueden obtener muy buenas cosas, pensamientos de una moralidad irreprochable, pero su estilo es difuso, incorrecto, sobrecargado de repeticiones y de términos impropios.
"La incorrección material de estilo depende generalmente de la falta de cultura intelectual del médium, que no es para el Espíritu un buen instrumento bajo este aspecto.
El Espíritu da a eso poca importancia; para él el pensamiento es la cosa esencial, y os deja libre de darle la forma conveniente. No sucede así con las ideas falsas e ilógicas que puede encerrar una comunicación; éstas son siempre un indicio de la inferioridad del Espíritu que se manifiesta."
"Médiums historiadores": los que tienen una aptitud especial para el desarrollo de los hechos históricos. Esta facultad, como todas las otras, es independiente de los conocimientos del médium, porque se ven gentes sin instrucción, y aun niños, tratar de asuntos muy superiores a su alcance. Variedad rara de los médiums positivos.
"Médiums científicos": nosotros no decimos "sabios", porque pueden ser muy ignorantes; y, no obstante esto, son más especialmente propios para las comunicaciones relativas a las ciencias.
"Médiums medicinantes": su especialidad es el servir más fácilmente de intérpretes a los Espíritus para las prescripciones medicinales. Es preciso no confundirlos con los "médiums curanderos", porque absolutamente no hacen más que transmitir el pensamiento del Espíritu, y no tienen por si mismos ninguna influencia.
Bastante comunes.
"Médíums religiosos": reciben más especialmente comunicaciones de un carácter religioso o que tratan la cuestión de religión, no obstante sus creencias y sus costumbres.
"Médíums filósofos y moralistas": sus comunicaciones tienen generalmente por objeto las cuestiones de moral y de alta filosofía. Muy comunes para la moral.
"Todas estas diferencias, son variedades de las aptitudes de los buenos médiums. En cuanto a aquellos que tienen una aptitud especial para ciertas comunicaciones científicas, históricas, medicinales u otras, fuera de su alcance actual, estad persuadidos que han poseído estos conocimientos en otra existencia, y que han quedado en ellos en estado latente; forman parte de los materiales cerebrales necesarios al Espíritu que se manifiesta, éstos son los elementos que le facilitan el camino para comunicar sus propias ideas porque estos médiums son para él instrumentos más inteligentes y más flexibles que lo seria uno que fuese tosco - ERASTO."
"Médiums de comunicaciones triviales y obscenas": estas palabras, indican el género de comunicaciones que ciertos médiums reciben de costumbre, y la naturaleza de los Espíritus que las hacen. Cualquiera que haya estudiado el mundo espiritista en todos los grados de la escala, sabe que los hay en ésta cuya perversidad iguala a los hombres más depravados y que se complacen en expresar sus pensamientos en los términos más groseros. Otros, menos abyectos, se contentan con expresiones triviales. Se comprende que estos médiums deben tener el deseo de librarse de la preferencia que estos Espíritus les conceden, y que deben tener envidia de aquellos que en las comunicaciones que reciben no han tenido jamás una palabra malsonante.
Sería preciso una extraña aberración de ideas y haberse divorciado con el buen sentido, para creer que semejante lenguaje pudiese ser el hecho de buenos Espíritus.

194. 4º Según las cualidades físicas del médium
"Médiums tranquilos": escriben siempre con cierta lentitud y sin probar la menor agitación.
"Médiums veloces": escriben con una rapidez más grande que podrían hacerlo voluntariamente en el estado ordinario. Los Espíritus se comunican a ellos con la prontitud del rayo; se diría que hay en los mismos una superabundancia de fluido que les permite identificarse instantáneamente con el Espíritu. Esta cualidad tiene algunas veces su inconveniente, y es que la rapidez de la escritura hace a ésta muy difícil de leerse por cualquier otro que no sea el médium.
"Es también muy fatigosa, porque hace gastar demasiado fluido inútilmente."
"Médiums convulsivos": están en un estado de sobreexcitación casi febril; su mano, y algunas veces toda su persona está agitada de un temblor que no pueden dominar. La primera causa de esto se halla, sin duda, en la organización, pero depende también mucho de la naturaleza de los Espíritus que se comunican con ellos; los Espíritus buenos v benévolos hacen siempre una impresión dulce y agradable; los malos, al contrario, la hacen penosa.
"Es preciso que estos médiums no se sirvan sino raras veces de su facultad medianímica, cuyo uso demasiado frecuente podría afectar su sistema nervioso."
(Capitulo de la "Identidad", distinción de los buenos y de los malos Espíritus).

195. 5º Según las cualidades morales del médium
Hacemos de ellas una mención ligera, para memoria y como para completar el cuadro, atendido que serán desenvueltas más adelante en los capítulos especiales: "De la influencia moral de los médiums, de la obsesión, de la identidad de los Espíritus" y otros, sobre los cuales llamamos particularmente la atención; se verá la influencia que las cualidades y las irregularidades de los médiums pueden ejercer sobre la seguridad de las comunicaciones, y cuáles son aquellos que se pueden con razón considerar como "médiums imperfectos" o "buenos médiums."

196. Médiums imperfectos
"Médiums poseídos": los que no pueden desembarazarse de Espíritus importunos y mentirosos, pero que no se dejan engañar.
"Médiums fascinados": los que son embaucados por Espíritus embusteros y se hacen ilusión sobre la naturaleza de las comunicaciones que reciben.
"Médiums subyugados": los que sufren una dominación moral y muchas veces material de parte de los malos Espíritus.
"Médiums ligeros": los que no toman su facultad a lo serio, y no se sirven de ella sino por diversión o por cosas fútiles.
"Médiurns indiferentes": los que no sacan ningún provecho moral de las instrucciones que reciben y no modifican en nada su conducta y sus costumbres.
"Médiums presuntuosos": los que tienen la pretensión de estar solos en relación con los Espíritus superiores.
Creen en su infalibilidad y miran como inferior y erróneo todo lo que no viene de ellos.
"Médiums orgullosos": los que tienen vanidad de las comunicaciones que reciben; creen no tener ya nada que aprender en Espiritismo, y no toman para ellos las lecciones que reciben a menudo de parte de los Espíritus. Estos no se contentan con las facultades que poseen: quieren tenerlas todas.
"Médíums susceptibles": variedad de los médiums orgullosos; se resienten de las críticas de que pueden ser objeto sus comunicaciones; se enojan de la menor contrariedad, y si enseñan lo que obtienen es para hacerlo admirar y no para pedir pareceres. Generalmente toman aversión a las personas que no les aplauden sin reserva, y desertan de las reuniones en que no pueden imponerse y dominar.
"Dejadíes que se pavoneen en otra parte y que busquen oídos más complacientes, o que se retiren en el aislamiento; las reuniones que se privan de su presencia no pierden mucho. -ERASTO."
"Médiums mercenarios": los que explotan su facultad.
"Médiums ambiciosos": los que sin poner a precio sus facultades esperan sacar de ellas alguna ventaja.
"Médiums de mala fe": los que teniendo facultades reales simulan las que no tienen para darse importancia. No se puede dar el título de médium a las personas que no teniendo ninguna facultad medianímica no producen más efectos que los de la impostura.
"Médiurns egoístas": los que no se sirven de su facultad sino para su uso personal, y guardan para ellos las comunicaciones que reciben.
"Médiums celosos": los que ven con despecho otros médiums mejor apreciados que les son superiores.
Contra todas esas malas cualidades hay también otras que son buenas.

197. Buenos médiums
"Médiums formales": los que no se sirven de su facultad sino para el bien y para cosas verdaderamente útiles; creerían profanarla haciéndola servir para la satisfacción de los curiosos y de los indiferentes o para fruslerías.
"Médiums modestos": los que no se hacen ningún mérito de las comunicaciones que reciben por buenas que sean; se consideran como extraños a ellas y no se creen al abrigo de las mixtificaciones. Lejos de huir de los consejos desinteresados, os solicitan.
"Médiums desinteresados": los que comprenden que el verdadero médium tiene una misión que cumplir, y debe, cuando sea necesario, sacrificar sus gustos, sus costumbres, sus placeres, su tiempo y aun sus intereses materiales al bien de los otros.
"Médiums seguros": los que además de la facilidad de ejecución merecen la mayor confianza por su propio carácter, la naturaleza elevada de los Espíritus por quienes están asistidos, y que son los menos expuestos a ser engañados. Veremos más adelante que esta seguridad no depende de ningún modo de los nombres más o menos respetables que toman los Espíritus.
"Bien conocéis que es incontestable que el censurar así las cualidades y las irregularidades de los médiums, suscitará contrariedades y aun animosidades en algunos; ¿pero qué importa? la mediumnidad se extiende de día en día más y el médium que tomara a mal estas reflexiones, probaría que no es buen médium; esto es, que está asistido por malos Espíritus. Por otra parte, como lo he dicho, todo esto sólo durará algún tiempo, y los malos médiums, los que abusan o hacen mal uso de sus facultades, sufrirán tristes consecuencias, como esto ha acontecido ya para algunos; aprenderán a sus costas lo que cuesta el hacer volver en provecho de sus pasiones terrestres un don que Dios no les había concedido sino para su adelantamiento moral. Si no podéis volverles a conducir al buen camino, compadecedles, que, puedo decíroslo, son réprobos de Dios. - ERASTO."
"Este cuadro es de gran importancia, no solamente para los médiuns sinceros que buscarán de buena fe, leyéndole, se preservarán de los escollos a que están expuestos; también para todos aquellos que se sirven de médiums, porque él les dará la medida de lo que pueden racionalmente esperar de ellos.
Debería estar constantemente bajo la vista de cualquiera que se ocupe de las manifestaciones, lo mismo que la "escala espiritista", de la cual es el complemento; estos dos cuadros resumen todos los principios de la doctrina, y contribuirán más que lo creéis a conducir al Espiritismo a su verdadero camino. - SÓCRATES."

198. Todas estas variedades de médiums presentan grados infinitos en su intensidad; hay muchos de estos que no constituyen propiamente hablando más que matices, pero que no dejan de ser el hecho de aptitudes especiales. Se concibe que debe ser bastante raro que la facultad de un médium se halle rigurosamente circunscrita a un sólo género; el mismo médium puede, sin duda, tener muchas aptitudes, pero siempre hay una que domina, y es la que se debe procurar cultivar si es útil. Es un mal grave el esforzarse en el desarrollo de una facultad cuando no se posee; es preciso cultivar todas aquellas cuyo germen se reconoce en sí mismo; pero buscar las otras es, desde luego, perder el tiempo, y en segundo lugar perder, quizá, o seguramente debilitar aquellas de que se está dotado.
"Cuando el principio, el germen de una facultad existe, se manifiesta siempre por señales nada equívocas. Encerrándose en su especialidad, puede el médium descollar y obtener cosas grandes y hermosas; ocupándose todo no obtendrá nada bueno.
Observad de paso que el deseo de extender indefinidamente el circulo de sus facultades es una pretensión orgullosa que los Espíritus no dejan nunca impune; los buenos abandonan siempre al presuntuoso que viene a ser así el juguete de los Espíritus mentirosos. Desgraciadamente no es raro el ver médiums que no están contentos de los dones que han recibido, y aspiran, por amor propio o ambición, a poseer facultades excepcionales propias para hacerlas notables; esta pretensión les quita la cualidad más preciosa: la de los "médiums seguros." -SÓCRATES."

199. El estudio de la especialidad de los médiums es necesario no sólo para éstos, sino también para el evocador. Según la naturaleza del Espíritu que se desea llamar y las preguntas que se le quiere dirigir, conviene elegir el médium más apto para la cosa; dirigirse al primero que viene es exponerse a respuestas incompletas o erróneas. Pongamos una comparación en los hechos usuales. No se confiará una redacción ni una simple copia al primero que llega porque sabe escribir Un músico quiere hacer ejecutar un trozo de canto de su composición; tiene a su disposición muchos cantantes, todos hábiles; sin embargo no los tomará al azar; elegirá por intérprete suyo aquel cuya voz, la expresión, en una palabra, todas las cualidades, respondan mejor a la naturaleza del trozo. Los Espíritus hacen lo mismo respecto de los médiums, y nosotros debemos hacer como los Espíritus.
Es de observar, además, que las diferencias que presenta la mediumnidad, y a las cuales se podrían todavía añadir otras, no están siempre en relación con el carácter del médium; así, por ejemplo, un médium naturalmente alegre y jovial puede tener habitualmente comunicaciones graves, aun severas, y "viceversa"; esto es también una prueba evidente que él obra bajo el impulso de una influencia extraña. Volveremos sobre este objeto en el capitulo que trata de la "Influencia moral del médium."

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