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EN LOS LIMITES DE LA REALIDAD

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lunes, 16 de mayo de 2011

Edgar Allan Poe - Cuatro Bestias en Una: El Hombre Cameleopardo







Edgar Allan Poe - Cuatro Bestias en Una: El Hombre Cameleopardo



     Chacun a ses vertus. (*)
     "Xerxes" (Crebillón)

     Antíoco Epífanes es generalmente visto como el Gog del profeta Ezequiel.
     Este honor es, empero, más propiamente atribuido a Cambises, el hijo de
     Ciro. Y ciertamente el caracter del monarca sirio no necesita ningún otro
     ornamento. Su acceso al trono, o mejor dicho, su usurpación de la
     soberanía, unos ciento setenta años antes de Cristo; su intento de saquear
     el templo de Diana en Efeso; su implacable hostilidad hacia los Judíos; su
     profanación al Santo de los Santos; y su miserable muerte en Tebas, luego
     de un tumultuoso reinado de once años, son circunstancias bastante
     relevantes, y generalmente han sido mucho más reportadas por los
     historiadores de esta época, que su impía, vil, cruel, tonta y antojadiza
     conjunción de hechos que hicieron el sumatoria de su vida privada y
     reputación.
     Vamos a suponer, amado lector, que estamos ahora en el año tres mil
     ochocientos treinta, y vamos, por unos minutos, a imaginarnos a nosotros
     mismos dentro de una de las más grotescas habitaciones humanas, la
     remarcable ciudad de Antioquía. Se asegura que en Siria y otras naciones,
     hubo dieciséis ciudades con el mismo nombre, aparte de la que estoy
     aludiendo particularmente. Pero la nuestra es aquella denominada Antioquía
     Epidafne, por su vecindad con el pequeño pueblo de Dafne, donde tenemos un
     templo dedicada a tal divinidad. Fue construído por (hay, sin embargo,
     alguna disputa sobre esta materia) Seleuco Nicanor, el primer rey del país
     después de la muerte de Alejandro Magno, en memoria de Antíoco, su padre,
     y se convirtió inmediatamente en residencia de la monarquía siria. En los
     tiempos florecientes del Imperio Romano, fue una usual estación del
     prefecto de las provincias de Medio Oriente; y muchos de los emperadores
     pasaron aquí gran parte de sus tiempos. Pero percibo que hemos llegado a
     la ciudad misma. Pero, ascendamos por su almenaje, y lancemos nuestra
     vista sobre el pueblo y los vecinos.
     ¿Qué río ancho y rápido es que fuerza su camino, con innumerables saltos,
     a través de las salvajes montañas, y finalmente a través de las salvajes
     construcciones?
     Es el Orontes, y es la única traza de agua a la vista, con la excepción
     del Mediterráneo, que se expande, como un ancho espejo, a través de doce
     millas hacia el sur. Todos han visto el Mediterráneo, pero déjenme
     decirles, hay algunos que han dado miradas furtivas sobre Antioquía.
     Estos, unos pocos, como usted y yo, han tenido, al mismo tiempo, las
     ventajas de una moderna educación. Por consiguiente desisten de reconocer
     el mar, y prestan completa atención a la masa de casas que permanecen bajo
     nuestro. Ustedes recordarán que es el año del mundo tres mil ochocientos
     treinta. Donde más tarde, por ejemplo, en el año de nuestro Señor mil
     ochocientos cuarenta y cinco, no tendríamos tal extraordinario
     espectáculo. En el Siglo Diecinueve Antioquía está -o mejor tendríamos que
     decir, estará- e un lamentable estado de decaimiento. Ha estado, para esta
     época, totalmente destruída, en de tres diferentes períodos, por tres
     terremotos sucesivos. Por consiguiente, al decir verdad, lo poco que pudo
     haber quedado, será encontrado en un estado tan desolado y ruinoso que el
     patriarca debería mudar su residencia a Damasco. Esto está bien. Veo que
     aprovecha mi consejo, y dedica la mayoría de su tiempo a reconocer los
     lugares para
     ... Satisfacer vuestros ojos
     Con las memorias y las cosas famosas
     Que más honran a esta ciudad.
     Le pido perdón; había olvidado que Shakespeare no florecería hasta dentro
     de diecisiete siglos y medio. Pero ¿la apariencia de Epidaphne no me
     justifica en llamarla grotesca?
     "Está bien fortificada; y a este respecto, está tan en deuda con la
     naturaleza como con el arte."
     Muy cierto.
     "Hay un gran número de palacios estatales."
     Los hay.
     "Y los numerosos templos, suntuosos y magníficos, pueder ser
     tranquilamente comparados con los más laudados de la antigüedad."
     Todo esto tengo que admitirlo. Aún tenemos una infinidad de chozas de
     barro, y caramancheles abominables. No podemos sino percibir abundancia de
     suciedad en cada esquina, y, no sería por el poderoso humo de idólatras
     inciensos, no tendría duda que encontraríamos una intolerable pestilencia.
     ¿Alguna vez vio calles tan insufriblemente estrechas, o casas tan
     milagrosamente altas? ¡Qué lóbrega se ven sus sombras proyectadas sobre el
     piso! Es que si no fuera que las lámparas pendientes de las interminables
     columnatas son mantenidas encendidas aún de día, tendríamos sin duda la
     oscuridad del Egipto en el tiempo de la desolación.
     "¡Ciertamente es un lugar extraño! ¿Cuál es el significado particular de
     todas estas singulares construcciones? ¡Mire! Son torres encima de otras,
     y todas apuntan hacia lo que yo tomo por el Palacio Real."
     Este es el nuevo Templo del Sol, que es adorado en Siria bajo el título de
     Elah Gabalah. Más adelante, un notorio Emperador Romano instituiría su
     culto en Roma, y consecuentemente tomó del mismo su apodo: Heliogábalo. Me
     atrevo a decirle que eche un vistazo a la divinidad dentro del templo. No
     necesitará mirar hacia arriba, al cielo; su arca no está arriba, al menos
     no el arca adorada por los sirios. Esta deidad es encontrada en el
     interior de aquella construcción. Es adorada bajo la figura de un gran
     pilar que está en la punta de un cono o pirámide, donde se connota el
     fuego.
     "¡Escucha! ¿Quién puede de aquellos ridículos seres, estar, medio desnudo,
     con su rostro pintado, gritando y gesticulando al gentío?"
     Algunos son charlatanes de feria. Otros pertenecen a la raza de los
     filósofos. La mayoría, empero, aquellos especialmente que machacan al
     populacho con palos, son los principales cortesanos del palacio,
     ejecutando como tarea pesada, alguna laudable vis cómica del rey.
     "¿Pero, qué tenemos aquí? ¡Cielos! ¡El pueblo es abarrotado junto a
     bestias salvajes! ¡Qué terrible espectáculo, de peligrosa extravagancia!"
     Terrible, con su permiso; pero no tanto como para ser peligroso. Cada
     animal si usted se toma la molestia de observar, está siguiendo, muy
     tranquilamente, a su amo. Algunos pocos son guiados con sogas alrededor
     del cuello, pero estos son mayormente los menos o solamente especies
     tímidas. El león, el tigre, y el leopardo están enteramente sin ningún
     freno. Todos han sido entrenado sin dificultad para la presente profesión,
     y siguen a sus respectivos dueños como si fueran una especie de
     valets-de-chambre. Es verdad, hay ocasiones en las que la Naturaleza se
     asegura sus dominios violadosl pero por entonces si un hombre era devorado
     o si un toro consagrado era sacrificado, eran circunstancias de muy poca
     monta para ser menos que inferiores en Epimanes.
     "¿Pero, qué extraordinario tumulto escucho? Seguramente este es un ruido
     alto para la ciudad. Debe ser el principio de alguna conmoción de inusual
     interés."
     Si, indudablemente. El rey ha ordenado algún espectáculo novel, algunas
     exhibiciones de gladiadores en el hipódromo, o quizás la masacre de los
     prisioneros escitas, o la incendio de su nuevo palacio, o la demolición de
     algún enorme templo, o tal vez la muerte en la hoguera de algunos judíos.
     Los gritos se acrecientan. Los alaridos de risas ascienden a los cielos.
     El aire se vuelve disonante con instrumentos de viento, y horrible con el
     clamor de un millón de gargantas. Dejémoslo descender, por amor a la
     diversión, y veamos que pasa. ¡Pero cuidado! Aquí estamos en la calle
     principal, la calle de Timarco. Un mar de gente viene por esta vía, y
     encontraremos una gran dificultad en detener la ola. Ellos vienen
     desbordando el callejón desde la calle Heracles, que desemboca
     directamente en el palacio. Por consiguiente, debe ser probable que el Rey
     esté entre los alborotadores. Si, escucho los gritos del líder proclamando
     su advenimiento en la pomposa fraseología del Este. Debemos echar un
     vistazo a esta persona cuando pase por el templo de Ashimah. Podemos
     salvaguardarnos en el vestíbulo del santuario; él estará aquí enseguida.
     En mientras podemos examinar esta imagen. ¿Qué es? ¡Oh! Es el dios Ashimah
     en persona. Tú lo percibes, sin embargo, que no es un cordero, ni una
     cabra ni un sátiro ni tampoco el dios Pan de los Arcadianos. Aún todas
     estas apariencias han sido dadas, pido perdón, serán dadas, por los
     entendidos de futuras épocas, al dios Ashimah de los sirios. Ponlo en tus
     lentes, y dime que es. ¿Qué es?
     "¡Dios bendito! ¡Es como un mono!"
     Cierto, como un babuino; pero de ninguna manera es menos que una deidad.
     Su nombre es una derivación del griego Simia, (¡que grandes tontos son los
     arqueologos!) ¡Pero mira! ¡Mira! Aquel pilluelo harapiento que corre a
     toda prisa. ¿A dónde va? ¿Por qué está llorando? ¿Qué es lo que dice? ¡Oh!
     ¡Dice que el rey está viniendo triunfante; que está vestido de protocolo;
     que acaba de dar muerte, con sus propias manos, a un centenar de
     israelitas encadenados! A raíz de esta hazaña, el mendigo está loándolo
     hasta los cielos. ¡Escucha! Aquí viene una tropa. Han hecho un himno
     latino sobre el valor del rey, y lo están cantando a medida que marchan.
   Mille, mille, mille,
   Mille, mille, mille,
   Decollavimus, unus homo!
   Mille, mille, mille, mille, decollavimus!
   Mille, mille, mille,
   Vivat qui mille mille occidit!
   Tantum vini habet nemo
   Quantum sanguinis effudit!(*)

     Lo que puede ser interpretado como:
   ¡Ciento, ciento, ciento,
   Ciento, ciento, ciento,
   Nosotros, con un guerrero, hemos matado!
   ¡Ciento, ciento, ciento, ciento, cantamos ciento de nuevo!
   ¡Viva! Cantemos
   Larga vida a nuestro rey,
   Quien golpea a un centenar tan valiente
   ¡Viva! Bramemos,
   Él nos ha dado más
   Galones de sangre
   Que todas las jarras de vino de Siria!

     "¿Puedes escuchar el sonido de las trompetas?"
     Si: ¡el rey está llegando! ¡Mira! La gente está pasmada de admiración, y
     abren sus ojos al cielo en reverencia. ¡Él viene, está viniendo, aquí está!
     "¿Quién? ¿Dónde? ¿El rey? No puedo verlo, no puedo decir que lo esté
     percibiendo."
     Entonces tú debes estar ciego.
     "Es muy posible. No veo nada más que un tumultuoso tropel de idiotas y
     locos, que se postran ante un gigantesco cameleopardo, y se esfuerzan para
     darle un beso en las patas del animal. ¡Mira! La bestia acaba de patear a
     uno de los de la chusma, luego a otro y a otro. Ciertamente no puedo dejar
     de admirar al animal por la excelente utilización que hace de sus patas."
     ¡Gentuza! ¡Por qué estos son los ciudadanos nobles y libres de Epidaphne!
     ¿A qué bestias te refieres? Te cuidado que no seas oído por casualidad.
     ¿No percibes que el animal tiene el rostro de un hombre? ¡Por qué, mi
     querido señor, este cameleopardo no es otro que Antíoco Epífanes, Antíoco
     el Ilustre, Rey de Siria, el más potente de todos los autócratas del
     Oriente! Es verdad, que también es nombrado, a veces, como Antíoco
     Epimanes, Antíoco el loco, pero es a causa de que toda la gente no tiene
     la capacidad de apreciar sus méritos. Es también cierto que en este
     momento está camuflado bajo la piel de una bestia, y está haciendo su
     mejor intento por interpretar el rol de un cameleopardo; pero esto lo hace
     para el mejor mantenimiento de su dignidad real. Además, el monarca posee
     una gigantesca estatura, y sus vestiduras, por consiguiente, no son nunca
     indecorosas ni tampoco muy grandes. Nosotros podemos, sin embargo,
     presumir que podría haberlas adoptado por alguna ocasión especial. Tal, si
     me permites, la masacre del centenar de judíos. ¡Con que dignidad
     superior, el monarca deambula en cuatro patas! Su cola es sujetada, como
     tu puedes percibir, por sus dos concubinas principales, Elina y Argelais;
     y su presencia sería mucho más agradable si no fuera por las
     protuberancias de sus ojos, que parecen ciertamente arrancar fuera de su
     cabeza, y el excéntrico color de su rostro es indescriptible a causa de la
     gran cantidad de vino que ha ingerido. Sigámosle al hipódromo, adónde se
     está encaminando, y escuchemos el cántico triunfal que acaba de comenzar:
    ¿Quién es el Rey sino Epífanes?
   Dilo si lo sabes
   ¿Quién es el Rey sino Epífanes?
   ¡Bravo! ¡bravo!
   No hay nadie como Epífanes,
   No, no hay nadie como él.
   ¡Así que destruye el templo,
   Y póstrate al sol!

     ¡Una buena y vigorosa canción! El populacho lo vitorea como el 'Príncipe
     de los Poetas', también como 'Gloria del Oriente', 'Placer del Universo' y
     como 'Más Admirable de los Cameleopardos'. Ellos han entonado su efusión,
     ¿los escuchas? Ahora lo cantan de nuevo. Cuando arriba al hipódromo, será
     coronado con la corona de los poetas, anticipadamente por su victoria en
     las próximas Olimpíadas.
     "¡Pero, buen Jupiter! ¿Qué sucede con la multitud a nuestras espaldas?"
     ¿Qué dices? ¡Oh, ah! Ya veo, mi amigo. Es bueno que hables a tiempo.
     Vayamos a un lugar seguro lo más rápido posible. ¡Aquí! Ocultémonos bajo
     el arco de este acueducto, y te diré en un momento acerca del origen de
     esta conmoción. Se volvió como lo había anticipado. La singular apariencia
     del cameleopardo y la cabeza de un hombre, hubieron, en apariencia,
     realizado alguna ofensa a las nociones de diversión decente, en general,
     por los animales salvajes domesticados en la ciudad. Como resultado se ha
     desatado un motín, y, como es usual en estos casos, todos los esfuerzos
     humanos son inútiles para mitigar a la turba. Varios de los sirios han
     sido devorados; pero la voz general de los patriotas cuadrúmanos parece
     ser la de comer al cameleopardo. 'El Príncipe de los Poetas', por
     consiguiente, debe correr por su vida. Sus cortesanos le han dejado solo,
     y sus concubinas han seguido tal excelente ejemplo. 'El Placer del
     Universo' ¡qué arte para tal triste prédica! 'Gloria del Oriente' ¡qué
     arte para qué peligro de masticación! En consecuencia nunca miró tan
     lastimosamente su cola; iba a ser arrastrado indudablemente hacia el
     fango, y no había nadie que le ayude. No mires detrás tuyo a esta
     inevitable degradación; pero ten coraje, emplea tus piernas con vigor, ¡y
     vete del hipódromo! Recuerda a este Antíoco Epífanes. Antíoco el Ilustre,
     también 'Príncipe de los Poetas', 'Gloria del Oriente', 'Placer del
     Universo', y el 'Más Admirable de los Cameleopardos'. ¡Cielos! Qué rapidez
     estás desplegando! ¡Qué capacidad de huida que demuestras! ¡Corre,
     Príncipe! ¡Bravo, Epífanes! Bien hecho, Cameleopardo. ¡Glorioso Antíoco!
     ¡Corre! ¡Brinca! ¡Vuela! ¡Cómo una flecha lanzada de una catapulta, él
     escapa del hipódromo! ¡Cabriola! ¡Grita! ¡Está ahí! Esto es bueno; por que
     has sido 'Gloria del Oriente', y has sido el segundo en alcanzar las
     puertas del Anfiteatro, ya que no hay cachorro de oso en Epidaphne que no
     hubiese roído tu osamenta. Salgamos, ¡marchémonos!, ya que no podremos con
     nuestros oídos modernos siquiera soportar el vasto estruendo que está por
     comenzar para celebrar el escape del rey. ¡Escucha! Ya ha comenzado.
     ¡Mira! Toda la ciudad está revuelta.
     "¡Seguro, esta es la ciudad más populosa del este! ¡Qué cantidad de gente!
     ¡Qué conglomeración de personas de todas las edades! ¡Qué multiplicidad de
     sectas y naciones! ¡Qué variedad de vestimentas! ¡Qué Babel de lenguajes!
     ¡Qué rugidos de bestias! ¡Qué tintineo de instrumentos! ¡Qué parcela de
     filósofos!"
     Vamos, debemos irnos.
     "¡Espera un momento! Veo una vasta barahúnda en el hipódromo; ¿cuál es el
     significado de esto?, te suplico me digas."
     ¿Eso? ¡Oh, no es nada! Los nobles y los ciudadanos libres de Epidafne
     estando, como ellos declararon, satisfechos con la fe, valor, sabiduría y
     divinidad de su rey, y teniendo ocasión de presenciar, además, su reciente
     agilidad sobrehumana, piensan que deben ceñirle la frente (en añadidura a
     su corona poética) con el lauro de la victoria en la carrera pedestre, un
     lauro que es evidente que él deberá obtener durante las próximos Juegos
     Olímpicos, y que, por consiguiente, está consiguiendo anticipadamente. 




     Notas
     (*1) Traducción: "Cada cuál tiene sus virtudes" Volver al texto
     (*2) Flavio Vospico dice que el himno aquí presentado fue cantado por la
     multitud a Aureliano, en la guerra contra los Sármatas, en ocasión de
     haber asesinado él solo, con sus propias manos, a novecientos cincuenta de
     sus enemigos. (Nota del autor)

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