El origen del mundo
La Civilización Azteca
En
la zona geográfica que corresponde a la mitad sur del México actual, se
desarrolló una gran actividad cultural desde unos 2000 años a. C. En esta
región habitaron diversos pueblos, algunos de los cuales nos han dejado muestra
de su floreciente cultura, como es el caso de los restos arqueológicos de la
ciudad de Teotihuacán, ya deshabitada cuando llegaron los españoles. En la
meseta central mexicana desde finales del siglo VII hasta mediados del siglo XII,
se desarrolló la cultura tolteca que llegó a fusionarse con la maya en su
expansión hasta el Yucatán. En este marco geográfico, más concretamente en las
orillas e islas del lago Texcoco, se desarrolló la civilización azteca, una de
las civilizaciones mejor conocida de la América precolombina y la unidad
política más importante de toda Mesoamérica cuando llegaron los españoles. Los
aztecas son herederos de la tradición cultural de los toltecas, que sirven de
nexo entre la cultura azteca y la maya.
Los
aztecas, que se hacían llamar a sí mismos «mexicas», llegaron del norte y se
asentaron en la cuenca del Texcoco a mediados del siglo XII, fundando su
capital, Tenochtitlán, en 1325 . La palabra «azteca» tiene su origen en una
legendaria tierra del norte llamada «Aztlán». Según cuenta la leyenda, los
aztecas abandonaron esta mítica Aztlán, por orden de los dioses y debían
instalarse allí donde encontrasen un águila devorando a una serpiente.
El azteca fue un
pueblo que, mediante alianzas militares con otros grupos y poblaciones conoció
una rápida expansión y dominó el área central y sur del actual México entre los
siglos XIV y XVI, si bien es cierto que en un primer momento tras su llegada,
tuvo que enfrentarse a otros pueblos ya asentados en la zona. Tras la muerte de
Moctezuma II en el 1520, se puso de manifiesto la debilidad de este gran
imperio, derivada de aquella rápida expansión: no podían controlar aquel vasto
territorio; las divisiones internas entre provincias y las tensiones y ambiciones
independentistas de algunos pueblos, facilitó a los españoles, dirigidos por
Hernán Cortés, la conquista de este gran imperio, que culminó en 1521.
Los
aztecas se asentaron sobre un rico espacio lacustre que les ofrecía grandes
pasibilidades para el desarrollo de la agricultura, la pesca y el comercio. La
economía azteca fue principalmente agrícola (cultivo de maíz y frijoles),
destacando la técnica conocida como «chinampas», dentro de la cual se
diferenciaba la de tierra firme de la de pantano. Con esta técnica, se
explotaba el suelo cenagoso permanentemente fértil y húmedo y se obtenía una
productividad muy elevada. Esta agricultura intensiva se combinaba con la
ganadería, la caza y la pesca en el lago, y un importante comercio, a corta y a
larga distancia. Con respecto al sistema de tenencia y explotación de la
tierra, el pueblo azteca desarrolló una estructura compleja en la cual se podía
distinguir la tierra asignada a los llamados «calpulli» (las unidades básicas
de organización de la sociedad azteca), que a su vez realizaban el reparto
entre las familias de no privilegiados; por otro lado, las tierras de los
elementos privilegiados de la sociedad, trabajadas por braceros y esclavos.
Otro grupo lo integraban las tierras destinadas a fines públicos: mantenimiento
de la administración, del templo, del gobernante y del ejército. Un concepto
muy interesante, tanto desde el punto de vista económico, como desde el punto
de vista político, fue el «tributo», pagado a los aztecas por los pueblos
sometidos a su dominio. Al no conocer la moneda, este tributo era pagado, por
así decirlo, en especie y servía para abastecer a la capital azteca de
productos básicos, materias primas y manofacturas. Por otro lado, este tributo
formaba parte de la redistribución de bienes, ya que parte de dicho tributo era
destinado al mantenimiento de la administración, otra parte revertía en los
elementos privilegiados de la sociedad y cierta cantidad se reservaba para su
almacenamiento.
La
estructura de la sociedad mexica está caracterizada por su complejidad,
recordando, hasta cierto punto, a la estructura feudal que en aquellos momentos
se conocía en el Viejo Mundo. Para empezar, la primera separación hacia
referencia a la condición de privilegiados, o «pipiltzin»Q, (no tenían que
pagar tributo y acapararon tierras y cargos) y no privilegiados, o
«macehualtín» (tenían que pagar tributos). Dentro de l primer grupo, se podían
diferenciar varios subgrupos y a la cabeza de ellos se encontraba el supremo
gobernante azteca: «Huey Tlatoani», cuya residencia estaba en Tenochtitlán. Al
servicio de este gobernante se hallaba una élite de pipiltzin directamente
vinculada con él. Al mando de las ciudades se encontraban los llamados
«tlatoani». Finalmente estaban los pipiltzin de menor categoría. Los
«macehualtín» eran organizados en calpulli. Pero no todos los no privilegiados
quedaron ordenados en estas unidades, por ejemplo los comerciantes de larga
distancia, llamados «pochteca» que, sin ser privilegiados, contaron con
estatutos particulares, cultos propios y espacios diferenciados de residencia o
los «mayeque» o braceros. El escalón más inferior en la sociedad azteca lo
ocupaban los esclavos.
También
la estructura política ofrece una complejidad propia de una administración
evolucionada, en la que, sin embargo, perviven elementos de la antigua sociedad
nómada (calpulli con el calpullec al mando). Al frente del gobierno estaba el
emperador azteca, el «Huey Tlatoani», el último de los cuales fue Moctezuma.
También sabemos de la existencia de consejos, como el llamado «Consejo de los
Cuatro», formado por destacados pipiltzin encargados de elegir al sucesor, y
otra serie de consejos especializados. La unidad política del área del lago
Texcoco se consolidó tras la alianza de los tres grandes reinos: Tenochtitlán,
Texcoco y Tlacopán que dominaban amplias zonas y de los que dependían otros
núcleos menores.
La
complejidad y la riqueza en la estructura política, social y económica de la
civilización azteca, fue acompañada de un espléndido desarrollo cultural. En
concreto, la concepción mesiánica que tenían los aztecas de sí mismos y su
concepción cíclica del tiempo, marcaron la vida cultural y religiosa de este
pueblo, así como su vida diaria y su concepción cosmogónica.
La
visión cosmogónica de los aztecas
La
cultura y la religión aztecas
Los aztecas
recogen la tradición cultural mesoamericana y su arte, su ciencia y su panteón
divino van a caracterizarse por su sincretismo. En primer lugar destaca su
escritura compuesta por caracteres ideográficos, algunos numerales y glifos
fonéticos. Si bien es cierto que su escritura no logró superar a la
desarrollada por los mayas, ésta les sirvió para administrara su imperio. El
arte mexica es la culminación de las manifestaciones artísticas de la tradición
mesoamericana, con una gran estatuaria, una importante pintura mural y unos
elaborados mosaicos. Destaca el arte de la plumaria, del cual, dado el carácter
perecedero del material, no conservamos muestra alguna; sin embargo, sí
disponemos de algún ejemplo como el que muestra la siguiente imagen; se trata
de la Rodela de Ahuítzotl realizada con plumas y oro embutido fechada entre el
1325 y el 1521.
En cuanto al
desarrollo científico, el pueblo azteca destacó en medicina y farmacopea; es de
suponer que una cultura tan vinculada a las prácticas guerreras contase con
eficaces curas para los traumatismos. También destacaron en la astronomía, la
base de su calendario, herencia de la cultura maya. Emplearon el calendario de
365 días y el de 260, utilizando además, la «rueda calendárica» de 52 años. .
Los aztecas tenían una concepción cíclica del tiempo, por lo cual consideraban
que se podía predecir, de ahí la importancia de la observación astronómica y
del calendario. La observación de los astros fue tan importante que esta
prestigiosa tarea fue una obligación del Huey Tlatoani.
La educación
fue importante, sobre todo, en lo que se refiere a la formación de los
pipiltzin, marcada por su carácter obligatorio y su dureza. La enseñanza de los
nobles, desarrollada en escuelas especializadas (calmécac), se diferenciaba de
la que recibían los macehualtín, los no privilegiados. La formación de la élite
debía ser más completa, ya que eran ellos los que ocuparían cargos importantes
en el ejército y en la administración; eran formados en derecho, historia,
astronomía, religión..., pero también en poesía y canto. Era un pueblo
orientado hacia la guerra, preocupado por que los jóvenes fuesen formados en
una serie de conocimientos y prácticas, y en un sentimiento de unión entre
ellos. Existieron órdenes militares entre los aztecas, como las llamadas
«Hombres Valientes», «Caballeros del Sol»; y también los no privilegiados
tenían sus propias órdenes como la conocida como «Nobles Águila».
La importancia de
la guerra está vinculada con la concepción mesiánica que los mexica tenían
sobre sí mismos. Consideraban que ellos eran el pueblo elegido para mantener
con vida al Sol; Sol que únicamente podía alimentarse con un elemento que se
hallaba exclusivamente en la sangre de las madres muertas en el parto, la
sangre de guerreros muertos en combate y la sangre de prisioneros sacrificados
en el altar mayor. Así, las actividades bélicas estaban ampliamente
justificadas desde el punto de vista práctico-religioso.
Los sacrificios
humanos, realizados siguiendo un solemne ritual, eran fundamentales para los
mexicas.. Se desarrollaban en la «Piedra de los Sacrificios» del templo, donde
cuatro sacerdotes sujetaban al prisionero y le extraían el corazón, para
después cortarle la cabeza. El corazón se guardaba en un recipiente especial,
mientras que el cuerpo era arrojado por las escaleras abajo y el guerrero que
capturó al prisionero tenía derecho a celebrar con él un banquete.
Esta religión, que
tenía como preocupación principal el mantenimiento del Sol mediante el
sacrificio, contó con un panteón enorme compuesto por sus propios dioses, por
deidades que fueron asimilando en su marcha desde norte hasta el lago Texcoco y
divinidades de pueblos conquistados. Además los aztecas tenían un dios para
cada actividad y cada calpulli. A este variado panteón, debemos añadir el hecho
de que eran dioses de carácter cambiante, asociados a colores y con posibilidad
de multiplicarse. De todas estas divinidades, la más importante fue
Hiutzilopochtli, el dios del sol y la guerra, que tenía su antítesis en
Telcatlipoca, concebido como un dios oscuro, lo cual pone de manifiesto la
dualidad existente en la religión azteca. También fueron importantes Tlaloc,
dios de la lluvia, y Quetzalcoalt.
Quetzalcoatl era un dios antiguo, anterior
a los mexicas, del que hay diversas versiones. Para algunos era el dios creador
del hombre, mientras que para otros fue un dios civilizador, identificándolo
con Prometeo. El mito de Quetzalcoalt es muy interesante para entender la
reacción de los aztecas ante la llegada de los conquistadores. Este dios
también es conocido como el dios del viento bajo el nombre de Ehecatl, que es
una de sus formas, y otra de sus formas es la de dios del agua y dios de la
fertilidad. Quetzalcoatl es considerado hijo de la diosa virgen Coatlique y
hermano gemelo del dios Xolotl. Como introductor de la cultura, él trajo al
hombre la agricultura y el calendario, y es patrón del las artes y de los
oficios. En un mito azteca el dios Quetazaocoatl permitió ser seducido por Tezcatlipoca, pero se arrojó a sí mismo a una
pira funeraria lleno de arrepentimiento. Tras su muerte su corazón se convirtió
en el lucero de la mañana, y como tal es vinculado con la divinidad
Tlahuizcalpantecutli. En cualquier caso, este dios, descrito como un ser de
rostro blanco y barbado, era un dios pacífico y civilizador, opuesto a los
sacrificios humanos, que intentó detener esta práctica ritual. Al fracasar en
su propósito, emigró hacia el este, prometiendo que un día regresaría en un año
determinado de la cuenta azteca. Esto afectó en la actitud de los aztecas antes
la llegada de los primeros españoles (Hernán Cortés).
Cuando llegó Hernán Cortés,
Moctezuma lo confundió con el dios Quetzalcoatl, por su rostro blanco y su
barba; pero, además, la llegada de los conquistadores coincidió con el año en
que Quetzalcoatl había prometido volver, lo cual hace entender la terrible
confusión de los aztecas, que pronto se percataron de que aquellos extranjeros
no eran dioses. Después, los aztecas le convirtieron en un dios símbolo de la
muerte y la resurrección y en el patrono de los sacerdotes. El sacerdote mayor
era llamado Quetzalcoatl también. El culto a Quetzalcoatl se extendió por muchas
ciudades y pueblos mesoamericanos: Tula (capital Tolteca), Cholula,
Tenochtitlán o Chichén Itzá.
Los mitos cosmogónicos aztecas
Los
Cinco Soles
Según los aztecas el supremo creador de todo fue el dios Ometecuhlti que, junto
a su esposa Omecihuatl, creó toda la vida sobre la tierra. En otras versiones,
esa pareja creadora original, se reduce a una sola divinidad llamada Ometeotl
que adquiere una doble vertiente, por un lado la masculina, Ometecuhtli, y, por
otro, la femenina, Omecihuatl. Así, este dios, que aparece como un dios del
fuego y como el dios supremo del panteón azteca, es una divinidad andrógina. No
recibió culto formal ni tampoco contó un centro de culto, pero estaba presente
en cada ritual y en todas las elementos de este mundo. Esa pareja cósmica, o
ese dios andrógino, dio a luz a los cuatro dioses que más tarde crearían cada
uno de los soles y más tarde tuvo otras 1.600 divinidades más. Según la
mitología azteca antes de nuestro sol, que es el quinto, existieron otros
cuatro. Para los aztecas vivíamos, por tanto, en la quinta creación, o en la
quinta era. Volviendo a la pareja original y a su descendencia, la legenda
mexica señalaba que cada uno de seos dioses creadores luchaba por la supremacía
en el mundo, empleando cada uno su propia fuerza cósmica: tierra, fuego, viento
o agua. Mientras esas fuerzas se mantuvieran en equilibrio, el mundo estaba en
orden y podía existir la era de un sol; sin embargo, si se producía un
desequilibrio cósmico, ese sol, junto con la Tierra y los seres humanos de esa
era, perecerían. El primero de esos cinco soles fue el creado por el dios
Tezcatlipoca, que era el dios de la Tierra. Sin embargo, su creación fue algo
imperfecta, ya que los seres humanos aparecieron con forma de gigantes y en vez
de un sol completo, se formó medio sol. Aquellos gigantes seres humanos, se
vieron obligados a sobrevivir solamente con bellotas y piñones. A consecuencia
de esta pésima alimentación, los humanos crecieron poco y débiles. En un
momento determinado de esa era, los jaguares devoraron al medio sol existente
y, ayudados por la oscuridad, fueron destruyendo y asesinando a los seres
humanos gigantes.
El
segundo de esos soles fue creado por el dios Quetzalcoatl, dios del Viento.
Bajo este sol, los humanos se alimentaron con semillas de árboles, que todavía
eran insuficientes para fortalecer a los hombres, que debían sobrevivir a los
fuertes vientos. Los tremendos huracanes en ocasiones arrojaban a los seres
humanos lejos. A pesar de ello, algunos humanos lograron sobrevivir al ser
capaces de transformarse en monos
Tlaloc,
que era el dios del Fuego en la mitología azteca, creó el tercer sol. Durante
la era del tercer sol, los seres humanos hambrientos vivían de cereales. En
este mundo, fueron los tremendos volcanes los que provocaron las desgracias.
Enromes volcanes hacían erupción y las cenizas caían desde el cielo, consumiendo
y enterrando el mundo. Sin embargo algunos hombres sobrevivieron al convertirse
en pájaros que podía escapar a aquellas destructivas erupciones.
Chalchiuhtlique,
la diosa del Agua azteca, fue la encargada de la creación del cuarto sol. Los seres
humanos de esta creación intentaron sobrevivir con una semilla conocida con el
nombre de acicintli, pero ésta no era comida suficiente para los humanos, que
tenían que enfrentarse a enormes inundaciones. El agua emergió del centro de la
Tierra provocando una tremenda catástrofe en el mundo. Algunos seres humanos
lograron sobrevivir a esta catástrofe convirtiéndose en peces.
Todas
las creaciones anteriores habían sido destruidas por una catástrofe, y con ella
habían desaparecido los soles, las tierras y los seres humanos de cada una de
esas eras. Entonces los dioses se dieron cuenta de que la existencia del quinto
sol solamente sería posible con el sacrificio de otro dios. Así, los dioses
decidieron levantar una enorme pira con ardiente fuego, si bien ninguno de
ellos se atrevía a sacrificarse. Finalmente la decisión recayó en dos
divinidades creadas por el supremo Ometeotl: los dioses Nanahuatl y
Teucciztecatl. Éste último hizo hasta cuatro intentos para arrojarse al fuego,
sin embargo, no tenía el suficiente valor y fue Nanahuatl, lleno de valentía,
el primero en sacrificarse. Teucciztecatl consiguió reunir el suficiente coraje
y finalmente siguió a Nanahuatl en el sacrificio. Nanahuatl se transformó en un
sol resplandeciente, que ninguno de los dioses podía mirar directamente,
mientras que su compañero se convirtió en la luna. El resto de los dioses se
percató de que Nanahuatl no se alzaría en el firmamento hasta que no recibiese
alimento necesario, es decir: los corazones para comer y la sangre para beber,
de otros dioses sacrificados. Tras el enfrentamiento entre Nanahuatl y la
Estrella Matutina, que se enfadó ante la idea del sacrificio, este último dios
que era el más feroz de los 1.600 dioses, fue derrotado. Entonces todas esas
divinidades, las 1.600, decidieron sacrificarse para dar alimento a este quinto
sol, tras lo cual Nanahuatl, se alzó desde el este. Esos dioses se
sacrificaron, ofreciendo su sangre para dar vida a este quinto Sol, pero
Hiutzilopochtli tuvo que luchar con las tinieblas para poder expulsarlas del
mundo y esa lucha dio origen a las estrellas. En otras versiones, se cuenta que
esos dioses se fueron arrojando uno tras otro a ese fuego legendario, hasta
transformarse en los astros que componen el firmamento.
Los
aztecas se creían a sí mismos como el pueblo elegido para mantener al sol con
vida, sin su ayuda este quinto sol, terminado un ciclo de 52 años, no volvería
a salir. Para este pueblo la sangre es un elemento fundamental, que del mismo
modo que mantiene vivo al ser humano, también puede dar vida al actual sol,
llamado Hiutzilopochtli.
Por otro lado, este
pueblo creía que igual que los cuatro soles anteriores, Hiutzilopochtli también
podía desaparecer en un cataclismo y consideraban, además, que el mundo tal y
como lo conocían, sería destruido en un gran terremoto, al final de un ciclo de
la rueda calendárica de 52 años. Para mantenerlo vivo le proporcionaban como
alimento un componente que sólo se encontraba en la sangre de las madre muertas
en el parto, de los guerreros muertos en combate y de los prisioneros
sacrificados.
La estructura del Universo y la Tierra
A pesar de esa continua destrucción y
reordenación del Mundo, para los aztecas el Universo se mantiene con una
estructura permanente e intacta a lo largo de esas cinco creaciones. La
estructura básica del Universo mexica se compone de tres partes: el cielo, la
tierra y el inframundo. Los seres humanos vivimos en la Tierra, que es como un
enorme disco situado en el centro del Universo. Rodeando a la Tierra hay un
anillo de agua que conecta a la Tierra con el Cielo. El Cielo estaba
estructurado, según la cosmovisión azteca, en forma piramidal compuesta por
trece niveles; trece cielos que sirven de morada a los dioses. Los primeros
cuatro niveles constituían el llamado Teteocán, que estaba ocupado por las
tormentas, el sol, el firmamento, las estrellas, la luna, etc... Los siguientes
niveles del Cielo se conocían con el nombre de Ilhuicatl, donde se encontraban
el Dios Rojo del Fuego, el lugar del Dios de la Estrella Blanca del Atardecer y
el Dios Amarillo del Sol. El último nivel del Cielo, el más elevado, lo ocupaba
el dios Ometecuhlti, el supremo creador de todo.
Por debajo de la Tierra se encontraba el
inframundo, que también se componía de varios niveles, pero de número inferior
al Cielo. En total eran nueve los inframundos y eran conocidos con el nombre de
Mictlán, el lugar de los muertos. En el nivel inferior vivía el dios
Mictlanteutli, que era el Dios de la Muerte. La lucha a través de esos inframundos
hasta llegar al último, era angustiosa y muy costosa y el sufrimiento se
sucedía continuamente hasta llegar al noveno nivel, donde uno podía descansar
para siempre junto a Mictlanteutli, también encontrado como Mectlatecuhtli. Sin
embargo, los aztecas también consideraban la posibilidad de ir al cielo cuando
uno moría. Así, por ejemplo, cuando una madre moría en el parto o un guerrero
moría en la batalla, podía ir al Tlalocán, el primer nivel del Cielo.
La Tierra por su
parte, fue creada por los dioses inspirándose en el primitivo monstruo marino
llamado Cipactli, con cuerpo de cocodrilo y de pez; así, la Tierra fue
concebida por la mitología azteca como un enorme cocodrilo que flotaba sobre el
mar original. Las esquinas de ese cocodrilo creado por los dioses fueron
estirándose hacia arriba hasta poder sujetar el cielo.
Con
respecto a la creación de los seres humanos en esta quinta era, los aztecas
atribuyeron esta labor al dios Quetzalcoatl. Como ya hemos señalado
anteriormente, este dios es una de las divinidades principales entre los
aztecas, los toltecas y otros pueblos mesoamericanos. Aparece como el dios del
cielo y también es creador y es el sabio legislador. Quetzalcoatl organizó el
cosmos original y participó en la creación y construcción de los mundos de los
distintos periodos. Según cuenta la legenda, este dios descendió al Mictlán, el
inframundo, y allí recogió los huesos de los seres humanos de los períodos
precedentes. A su vuelta, él esparció su propia sangre sobre estos huesos para
convertirlos en los seres humanos de esta quinta era. Quetzalcoatl gobierna el
ciclo del quinto mundo y es quien creó en él a los humanos.
El
mito de Coatlique
Para
conocer la concepción cosmogónica azteca es necesario narrar brevemente el mito
de la diosa Coatlique, que aunque no describe una cosmogonía exactamente, sí
contiene temas y elementos que nos ayudan a entender la concepción azteca del
Mundo. Coatlique, cuyo nombre significa «La Señora de la Falda de Serpientes»,
era la diosa Tierra de la vida y la muerte en la mitología azteca. Su
apariencia era algo horrible; representada como una mujer extraña con una falda
de serpientes y con un collar de corazones de las víctimas de los sacrificios.
Esta diosa, sedienta de sacrificios, tenía los senos flácidos y afiladas garras
en pies y manos.
Según cuenta la
leyenda, Coatlique fue fecundada en primer lugar por un cuchillo de obsidiana
y, a raíz de este embarazo, dio a luz a la diosa Coyolxanuhqui, conocida con el
nombre de «Campanas Doradas» y a un grupo de vástagos que se convirtieron en
estrellas. La diosa Coyolxanuhqui era identificada con la luna y estaba
asociaba con un grupo de 400 deidades-estrella, conocidas con el nombre de
Huitznauna, que se encontraban bajo su control. Además esta divinidad asociada
a la luna, tenía poderes mágicos con los que podía provocar importantes daños.
Después Coatlique volvió a quedar
embarazada por una bola de plumas. Encontramos distintas versiones sobre el
encuentro de Coatlique con esta bola. Según una de las interpretaciones, la
diosa encontró esa bola mientras estaba en su templo y esa bola tocó su pecho.
En otras versiones, Coatlique recogió la bola de plumas y la guardó en su
pecho; más tarde cuando fue a buscarla, ya no la encontró y, al mismo tiempo,
se percató de que había quedado nuevamente embarazada. Coatlique se dispuso
entonces a contar a su prole lo sucedido, pero ese misterioso embarazo ofendió
a sus hijos, que consideraron la historia de su madre del todo increíble. Según
marcaba la tradición, una diosa únicamente podía dar a luz en una sola ocasión;
esa ocasión en la que daba vida a la auténtica y original descendencia divina y
nunca más. Así Coyolxanuhqui y sus hermanos consideraron aquel embarazo como un
ultraje y, encabezados por Coyolxanuhqui, decidieron matar a su propia madre.
Durante el embarazo Coyolxanuhqui decapitó a su madre, ayudada por sus hermanos.
Sin embargo, de forma inmediata el feroz dios Huitzilopochtli, que se
encontraba en el vientre de su madre Coatlique, apareció armado y con ayuda de
una serpiente de fuego, asesinó a muchos de sus hermanos y hermanas. Los
cuerpos de los hermanos se transformaron en estrellas. Mientras que
Huitzilopochtli en un ataque de furia decapitó a Coyolxanuhqui y lanzo su
cabeza al cielo, donde se convirtió en la luna; su cuerpo, lo arrojó a una
profunda garganta en una montaña, donde su cuerpo yace para siempre.
Como
podemos apreciar, en los mitos aztecas hay algunos elementos comunes con otros
relatos cosmogónicos, que enlazan el sistema de creencias mexica con otras
culturas alejadas de la civilización azteca. En primer lugar, la construcción y
ordenación del mundo en varias fases es una característica común en muchas
cosmogonías, por ejemplo el mito chino del «Huevo Cósmico», sin embargo resulta
novedosa la concepción azteca de que han existido cuatro creaciones, cuatro
mundos anteriores al nuestro, que finalizaron catastróficamente.
Por
otro lado, la intervención divina es un elemento fundamental para explicar el
origen y el orden del Mundo, como sucede en otras muchas cosmogonías (la
cristiana o la griega, por ejemplo), ya que sin esa acción divina el Universo
no existiría. En el caso azteca es el sacrificio de varios dioses lo que
permite la formación de nuestro mundo, el quinto. El sacrificio de un dios, o
dioses, para la creación del mundo es un tema que encontramos, por ejemplo en
la mitología china (dios P'an-Ku).
Otro
aspecto que el mito azteca tiene en común con otros relatos cosmogónicos, es la
aparición del ser humano en una de esas fases, también por obra de un dios, que
en el mito mexica es Quetzalcoatl. Tampoco debemos olvidar el tema del
conflicto entre varias generaciones de dioses o entre distintos dioses, tan
importante en las teogonías griegas, donde Urano es derrotado por su hijo Crono
y Crono, a su vez, es vencido por Zeus. En la cosmogonía azteca este conflicto
está representado por el mito de Coatlique que es decapitada por su propia hija
Coyolxanuhqui, la luna, quien fue igualmente decapitada por su hermano
Huitzilopochtli, el dio sol. Finalmente, también podemos apuntar otro elemento
frecuente en otras teogonías: la fecundación espontánea, sin unión sexual por
la cual la diosa Coatlique quedó embarazada, primero por un cuchillo y luego
por una bola de plumas.
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