El origen del mundo
Cosmogonía De Los Pueblos De La Taiga Y La Tundra
Introducción:
la vida en las regiones de la taiga y de la tundra
Es
preciso, antes de iniciar nuestra exposición sobre las representaciones
cosmogónicas de estas poblaciones, realizar una breve presentación sobre el
poblamiento humano en las regiones de la taiga y de la tundra. Para comprender
mejor la vida de estos pueblos, es necesario conocer su medio y establecer los
principales grupos que habitan en estos dos biomas.
Si
bien la tundra y la taiga son medios fríos, las condiciones climáticas han
mejorado respecto de las que se dan en el Círculo Polar Ártico, habitado por
los inuit. En esos biomas podemos distinguir varios pueblos atendiendo
principalmente a aspectos etnográficos. En el trabajo que dedicamos a los
inuit, ya indicamos que se puede realizar una división inicial atendiendo a
rasgos de tipo etnográfico y a partir de esta primera clasificación étnica, se
pueden realizar nuevas subdivisiones atendiendo a elementos geográficos,
lingüísticos... Empezando por América del Norte, encontramos tres grupos
étnicos; por un lado, el aleutino, formado por los habitantes de las Islas
Aleutianas; por otro lado, los inuit («esquimales»), que ocupan las zonas más
gélidas, y, finalmente, los indios americanos que pueblan la taiga y la tundra
norteamericana, de los que hablaremos en este trabajo. Al otro lado del
Estrecho de Bering, también encontramos poblaciones que habitan las regiones de
la taiga y de la tundra; así en Eurasia podemos distinguir un buen número de
grupos étnicos: los yakutos (cuenca del río Lena), los tungus (ubicados al este
del río Yeniséi), los chukchi (habitantes del extremo nordeste de Siberia), los
saami, más conocidos como lapones, etc...
El
poblamiento humano de la tundra
La
tundra, se extiende entre los 50 y 60 latitud sur, y 60 y 70 de latitud norte.
Sin embargo, mientras que en el Hemisferio Norte ocupa superficies enormes, y
puede considerarse como el medio de transición entre las zonas polares y la
taiga, en el sur se reduce a unas pocas islas. En climatología, este bioma está
marcado por las bajas temperaturas y las precipitaciones escasas que suelen
caer en forma de nieve. Las condiciones para el desarrollo de la vida en la
tundra son especialmente difíciles en invierno, ya que se dan períodos de noche
continua durante semanas y se asemeja bastante al medio polar. En el verano,
época de deshielo, con días continuos que se alargan durante semanas, las
temperaturas pueden llegar a superar los 0C, sin rebasar los 10C, lo que nos da
una idea de la dureza de este clima. A pesar de la pobreza florística, el tapiz
vegetal existente ha permitido el desarrollo de la rica vida animal,
diferenciándose los animales que permanecen en la tundra todo el año, de los
migratorios que llegan en verano, para regresar en invierno a la taiga o bosque
boreal. Esta cubierta vegetal, que da nombre a este medio, presenta una
importante discontinuidad y un grado de recubrimiento que varía desde la
«tundra desnuda», formada por musgos y líquenes, pasando por la «tundra
arbustiva» y finalmente la «tundra boscosa», que da paso al bosque boreal o
taiga.
Los
pueblos aborígenes de la tundra se establecieron hace ya muchísimos siglos en
los límites septentrionales de las tierras habitables, a pesar de que hoy en
día estos límites han sido superados por los exploradores árticos, los
navegantes que frecuentan las gélidas aguas próximas a la banquisa polar y el
personal de estaciones científicas de las islas árticas. Actualmente, casi
todos los pueblos autóctonos de esta zona constituyen una minoría en sus
territorios originarios y no superan el 5% del total de la población, que es de
origen diverso: canadienses y norteamericanos, en América del Norte,
escandinavos en Groenlandia, Islandia y el norte de la península escandinava;
eslavos, tártaros y otras nacionalidades de la Federación Rusa, en toda
Eurasia.
Las
poblaciones consideradas autóctonas de la tundra, presentan una serie de rasgos
comunes tanto las de la tundra euroasiática, como las de la groenlandesa o la
americana. En este medio, donde los humanos han de vivir en unas condiciones
que requieren la adaptación al entorno más allá del límite biológico, la
adaptación cultural es la que ha hecho posible la supervivencia. Estas
poblaciones aborígenes de las regiones más septentrionales del planeta, parecen
tener un origen común, tal y como indican recientes estudios de genética. Los
rasgos morfológicos mongoloides que comparten los diferentes pueblos de la
tundra sugieren un origen asiático. En el caso de los pueblos uralianos, a
medida que nos desplazamos hacia el oeste las características mongoloides se
van atenuando, de manera que los pueblos más orientales (nganasans, samoyedos,
ensi) son claramente asiáticos, mientras que los más occidentales (saami,
komis) se asemejan más a los europeos. De todo esto, deriva la gran diversidad
actual de los pueblos de la tundra su euroasiática. Por otra parte, en el
extremo septentrional del continente americano distinguimos tres pueblos: los
inuits (que ocupan también las costes occidentales de Groenlandia y la
península de los chukchis), los aleutianos (en Alaska, las Islas Aleutianas y
Komandorski), y las tribus indias norteamericanas. Estos pueblos aborígenes de
la tundra tienen como principal actividad la caza de caribú, la ganadería de
reno y la pesca, llevando algunos una vida seminómada.
Mapa con los
principales pueblos de la tundra
Los
habitantes de la tundra euroasiática
En
la zona de la tundra euroasiática occidental, que abarca aproximadamente la
Siberia occidental y parte de la Fenoscandia, región fisiográfica del norte de
Europa que comprende el escudo báltico (Suecia, Finlandia, Noruega, Carelia y
la península de Kola) destacan principalmente dos pueblos: los saami y los
samoyedos. Los saami, same en singular, son más conocidos con el nombre de
«lapones», término poco aconsejable, ya que tiene connotaciones despectivas, al
igual que sucedía con el término «esquimal» empleado para designar a los inuit.
Los saami viven en poblaciones fragmentadas en grupos pequeños y son los
descendientes de los habitantes más antiguos de Escandinavia, si bien su
territorio llega también a la Rusia pre-urálica. Fueron los primeros habitantes
de la península escandinava, pero la posterior llegada de fineses, germanos i
eslavos, le hizo desplazarse hacia la zona septentrional de Fenoscandia:
Laponia, la «tierra de la frontera». La relación de los saami con los europeos
se ha prolongado durante siglos y siempre ha sido desigual, ya que desde el
siglo VIII los saami pagaban tributos a los escandinavos. En la actualidad, los
saami son ciudadanos de cuatro estados: unos 20.000 de Noruega, unos 8.000 de
Suecia, unos 2.500 de Finlandia y unos 1.900 de Rusia.
En
el espacio de la tundra euroasiática occidental que se extiende desde el mar
Blanco hasta el bajo Yeniséi, encontramos las poblaciones samoyedas. Este grupo
comprende un buen número de pueblos, entre ellos los nensi, samoyedos de
aspecto más europeo, que ocupan un territorio extenso de las tundras rusa,
asiática y europea: las penínsulas de Kanin, de Yamal y de Gidanski y los
territorios adyacentes comprendidos entre el Dvina y el Yeniséi. La mayor parte
de los nensi viven permanentemente en la tundra y solamente cruzan los límites
del bosque en el invierno, en busca de pastos y de víveres, o cuando se dirigen
a la costa de océano Ártico para pasar el verano: un viaje anual que los nensi
realizan siguiendo los rebaños de renos y en el cual cubren miles de
kilómetros.
Dentro
de las poblaciones samoyedas encontramos también a los ensi. La mitad de sus
efectivos, unas 400 personas, se concentran cerca de Dudinka, los llamados
«ensi de la taiga», aunque sería más correcto denominarlos como «ensi de la
tundra boscosa». Otro pueblo, dentro del grupo samoyedo, lo forman los nganasan
que ocupan las tundras centrales de la península de Taimir y alcanzan las mil
personas. Los nganasan, no han sido convertidos a la religión mayoritaria: sus
creencias todavía son chamanísticas y cuentan con toda una serie de espíritus
superiores, tanto buenos como malos.
La
población de la tundra euroasiática oriental, que se desarrolla desde la
península de Taimir hacia el este, es todavía más diversa, tanto desde el punto
de vista lingüístico como desde el de sus orígenes. Así, encontramos los evenk,
los yakuts de origen turco, yukagir de origen samoyedo y los chu-ku-tien, esto
sin contar con los pueblos surgidos a partir del mestizaje, como los dolgan,
los chuvan, los kolimchan y los itelmen o kamchadal.
En
el extremo oriental de Siberia, más montañoso, la escasa población se concentra
en las zonas costeras. Entre los habitantes autóctonos de esta zona encontramos
los yakuts, los yukagir o los chukchis. La mayor parte de las lenguas habladas
en la zona de la tundra euroasiática oriental pertenecen a la familia altaica o
a la chu-ku-tiana. La primera familia, la altaica, incluye lenguas turcas y
mongolo-tungas.
La
segunda familia, la chu-ku-tiana, abarca el chukchi, el koryak y el kamchadal o
itelmen. A parte de estas dos familias dominantes, encontramos otras lenguas
minoritarias como yukagir o el yupik. De la península de Taimir hasta el bajo
Kolima se extienden las tundras habitadas por pobladores de lenguas altaicas o
turcas: evenks septentrionales, yakuts y dolgans. Los evenks y los tungus
propiamente dichos, ocuparon toda Siberia y su distribución actual sigue siendo
extensa, desde el distrito de Primorje, hasta las riberas del mar del Japón,
desde el río Khatanga, hasta las zonas más meridionales de Siberia central y
Manchuria. Sin embargo, la única zona de la tundra que realmente frecuentan es
la del norte de Yakutia, cerca de los cursos del Yana, el Lena, el Indigirka y
el Kolima y son unos 17.000. Los yakuts habitan la República Autónoma de
Yakutia (República de Sakha), que se extiende desde las costas del océano
Ártico hasta cerca de los confines de Manchuria, alcanzando los 300.000
habitantes. Los dolgan, viven al norte de la península de Taimir y son
resultado del mestizaje entre yakuts, tungus y rusos. Otro pueblo, los selkup
que ocupan la cuenca del Yeniséi, son también resultado del mestizaje, ya que
surgieron de la mezcla entre los primeros rusos que llegaron a la tundra
nórdica (siglos XVII y XVIII) y aborígenes samoyedos. En el bajo Kolima, hay
otra población mestiza descendiente de los colonos rusos y yukagirs, conocidos
bajo el nombre de kolimchan o markovetse. En la península de Kamtchanka, los
colonos rusos se mezclaron con poblaciones autóctonas, los llamados itelmens, originando
una descendencia mestiza: los kamtchanka.
Joven
del pueblo evenk ataviada con el vestido tradicional
Entre los pueblos de la tundra
euroasiática oriental de lenguas chu-ku-tianas destacan los chukchis, uno de
los pueblos más numerosos que habitan la tundra, ya que alcanzan la cifra de
16.000 personas. También es preciso señalar que, generación tras generación,
los chukchis han ido asimilando distintos pueblos vecinos como los koryak, los
yukagir o los kerek. Así, actaulemente sólo quedan unas pocas familias de
kereks, ya que la mayoría han sido absorbidos por los chukchis. Los kerek, se
establecieron en una franja estrecha a lo largo de la costa del mar de Bering,
desde Anadir hasta el norte de Kamtchanka.
Imagen que muestra a un hombre chukchi limpiando colmillos de morsa, animal del cual también aprovechan la carne, la piel y la grasa
Los
habitantes de la tundra norteamericana y groenlandesa
De
todos los pueblos del continente americano, los auténticos pueblos nativos de
la tundra son los inuit, llamados esquimales, y los aleutianos. A los inuit que
ocupan el extremo más septentrional de América, Groenlandia y la península de
los Chukchis en Siberia, les hemos dedicado una sección en el Origen del Mundo, titulada Cosmogonía del pueblo inuit por
lo cual no nos centraremos ahora en ellos. Los aleutianos se extienden por
Alaska, las islas Aleutianas y Komandorski. Las lenguas que hablan estos dos
pueblos pertenecen a la familia esquimo-aleutiana.
Las
islas Aleutianas fueron ocupadas aproximadamente hace 4.000 ó 3.000 años, fecha
de la cual parte la diferenciación entre inuits y aleutianos. Los aleutianos se
dedicaban a la pesca y a la caza. La mayoría de los aleutianos fueron
convertidos a la fe rusa ortodoxa por predicadores seglares que también
levantaron pequeñas iglesias. En 1824, llegó a las islas Aleutianas el primer
misionero, el padre Veniaminov. Este sacerdote al que adoraban sus feligreses
de Alaska, se convirtió después en el metropolitano de la iglesia ortodoxa, y
se le conoce hoy como san Innokenti. Otro de los primeros sacerdotes fue el
criollo padre Netsvetov. La respuesta de por qué abrazaron el cristianismo los
aleutianos radica en parte en la habilidad de la iglesia para prometer
esperanza y socorro, y en parte, se debía a los lazos de parentesco y las
uniones de tipo económico entre rusos y aleutianos, con las que se beneficiaban
ambos grupos.
Para
1867, la sociedad aleutiana se había adaptado a la presencia de los rusos. La
población empezó a recuperarse; muchos niños aleutianos iban a la escuela y
todos pertenecían a la iglesia rusa ortodoxa. No obstante, con las guerras del
Opio se hundió el mercado de las nutrias y el esfuerzo de la SAC por
diversificar la economía de Alaska fue inútil. Por otra parte, el territorio
americano de Rusia estaba muy lejos de Moscú. Llegado este punto, el imperio
ruso aceptó la oferta americana de comprar Alaska por 71200.000
dólares en oro.
En
este breve repaso por los pueblos de la tundra, hemos podido confirmar la gran
diversidad de los pobladores de estas vastas tierras; cazadores, pastores,
pescadores y recolectores, cada uno con sus características propias, lo cual
dificulta su estudio, sin embargo hemos podido realizar el anterior resumen
atendiendo a los rasgos que tienen en común, el primero: habitar la tundra.
El
poblamiento humano de la taiga
La
taiga es un medio que solamente se sitúa en el Hemisferio Norte, de ahí deriva
su nombre de «boreal» y se extiende al sur de la tundra. Su clima es más
benigno que el de la tundra; se trata de un clima templado con inviernos muy
fríos, temperaturas muy bajas, con duración prolongada de la nieve en el suelo
y con cuatro meses al año en los que la temperatura supera los 10, esto permite
el desarrollo de este bosque boreal. A pesar de que constituye un progreso
respecto a la tundra, la flora de este bosque es pobre, siendo la formación
vegetal típica el bosque de coníferas (pinos, abetos...) y otros árboles como
el abedul, el aliso o el chopo; también podemos encontrar un tapiz vegetal
formado por arándanos, musgos y líquenes. La mejora de las condiciones
florísticas se traduce en una mayor riqueza faunística: alces, lobos, martas,
visones, pájaros...
Los
diversos grupos de habitantes que se asentaron en la taiga, desarrollaron
culturas propias, reflejo de las exigencias de la vida en el bosque, cuya base
económica fueron la caza y la pesca, desarrollando posteriormente la ganadería,
sobretodo de reno. Del bosque tomaron todo lo que necesitaban para sobrevivir:
madera y alimentos. Actualmente, en Eurasia y en América del Norte la población
que ocupa este bioma de la taiga, está representada mayoritariamente por los
descendientes de inmigrantes europeos, mientras que los sucesores de los
primitivos pobladores del bosque boreal, se han convertido en minorías
insignificantes. En Canadá, los indios representan el 5% de la población del
país, si bien la proporción es más alta en la taiga, donde alcanzan el 15% en
el territorio del Yukón y un 10 ó 12% en la zona nororiental. En Alaska la
población aborigen constituye aproximadamente un 3% del total, porcentaje al
que debemos sumar un 3% más representado por los inuit de las zonas litorales.
Los descendientes de los pueblos autóctonos de Rusia septentrional y de Siberia
son muy escasos y solamente los carelianos, los komis, los yakuts y los evenk
superan el 15% de la población.
Pobladores de la
taiga euroasiática
Los
humanos llegaron a la taiga del continente euroasiático durante el Paleolítico.
La distribución de la población humana de la taiga de Eurasia es muy
complicada, ya que pocos pueblos que actualmente habitan esta región, se pueden
relacionar directamente con los que vivieron en la zona antiguamente. Además, a
partir de siglo XVIII, se han instalado en la taiga pueblos de diferentes
etnias, por ejemplo: eslavos, en su mayoría rusos y ucranianos, además de noruegos,
suecos y fineses. Sin embargo, los descendientes de los pobladores autóctonos
de la taiga, anteriores a la colonización europea, conservan todavía muchas
particularidades de su cultura tradicional.
Nuevamente
debemos mencionar a los saami que habitan la tundra y también la taiga de
Escandinavia y de la península de Kola. Entre los karelianos (más de 100.000
personas entre Rusia y Finlandia) se conserva la caza como principal actividad
económica, y lo mismo sucede con los komis (unas 24.500 personas) que residen
en su mayoría en la República de Komi en la parte europea de la Federación Rusa
y el resto en otros distritos de dicha Federación. Excepto los yakuts, que son
más de 250.000, el resto de pueblos nativos de la taiga euroasiática forman
poblaciones muy escasas: los evenks (son más de 30.000), los khantis (unos
22.000), los ainu (16.500), los mansis (poco más de 8.000), los selkups (3.500)
y los kets (aproximadamente mil personas).
Hombre ainu |
Mujer ainu
|
Del
mismo modo, la población indígena de Siberia todavía conserva toda una serie de
tradiciones culturales propias. En la esfera domestica, utilizan algunos
recursos tradicionales para elaborar productos naturales y en la esfera social,
se mantienen muchas costumbres antiguas, especialmente las relacionadas con los
rituales de nacimiento y enterramiento y con la separación de clanes.
Pobladores
de la taiga norteamericana
El
asentamiento humano en la zona de la taiga norteamericana, se inició tras la
desaparición del hielo, de forma que el territorio de la actual Canadá se ocupó
aproximadamente hace 7.000 años y los primeros pobladores de este bioma son los
antecesores de los actuales pueblos atapascanos y algonquianos y su economía se
basaba en la caza del caribú y del ant, así como en la pesca. En su historia
los pueblos aborígenes de los bosques boreales han conocido importantes
desplazamientos, que desconocemos. En cualquier caso, los diversos pueblos
atapascanos hablan lenguas del grupo Nadene, que les diferencia del resto de pueblos
norteamericanos.
En
América la colonización de la taiga por parte de población europea comenzó
también a partir del siglo XVII; franceses e ingleses principalmente.
Actualmente la población india de los bosques boreales de América del Norte se
reparten, atendiendo a criterios lingüísticos, en dos grandes grupos: en el
oeste y el norte se concentran cerca de 30.000 atapascanos, y en el este y el
sur se localizan cerca de 100.000 algonquianos. En Alaska alcanzan entre 6.000
y 7.000 atapascanos, menos de la mitad de los cuales conservan las respectivas
lenguas; los más numerosos (unos 2.200) son los koyukons, que viven en la
cuenca del Koyukuk, afluente de la margen derecha del Yukón, y en la cuenca
media de este último, y sus vecinos por el NE, los kutchins o «gwich'in», que
suman unas 2.600 persones repartidas entre Alaska i el territorio canadiense
del Yukón. Los kutchins son los más septentrionales de los atapascanos y
posiblemente los que mejor preservan sus tradiciones y su lengua.
Los
atapascanos de la taiga canadiense, que como ya se ha indicado suman unos
30.000, se extienden entre el territorio del Yukón y el NW., por un lado, y las
provincias limítrofes de la Columbia Británica, Alberta, Saskatchewan y
Manitoba, por otro. En el territorio del Yukón habitan entre 3.500 y 4.000 y
los más numerosos (unos 1.500) son los tutchones, que viven en el SW de esta
zona, y los ya mencionados kutchin más al N. En la provincia de la Columbia
Británica viven los sekanis, los tahltans, los carriers, los chilcotins, una
fracción de los beavers, el grueso de los cuales vive en Alberta, y una parte
de los kaskes y de los tagishos, que habitan también la región meridional del
territorio del Yukón; todos juntos suman poco más de 6.000 personas. En la zona
montañosa del NW encontramos a los tanaines, los tananes, los kutchin (también
eran llamados «bizcos»), los hans, los tahitans y los hares. Los kutchin, cuyo
nombre significa etimológicamente, «pueblo», estaban constituidos por un grupo
de tribus diferenciadas, básicamente por su territorio. Sus relaciones con el
mundo blanco se establecieron por la vía de la Compañía de la Bahía Hudson. El
descubrimiento de oro en el valle del Klondike trastornó la vida nómada y
libre. Para los tananas, que tenían fama de ser buenos guerreros, la pesca era
el medio de vida más importante, eran sedentarios y presentaban una densidad de
población mayor en comparación con otras tribus. En cambio, los tanana que
ocupaban la zona del nacimiento (tal vez a una distancia de menos de 300 km)
subsistían sobre todo de la caza del caribú, complementada con la pesca de
pescado blanco en julio y agosto.
Otro
grupo nativo cuya lengua pertenece a la familia Nadene son los haida. Los haida
residen en las islas Reina Charlotte de la Columbia Británica y en la isla
Príncipe de Gales, en el sureste de Alaska y a mediados de 1980 sumaban unas
2.000 personas. La sociedad haida tradicional se organizaba en clanes
matriarcales que controlaban un poblado. Estos clanes, liderados por un jefe,
cuyo cargo era hereditario, eran los propietarios de la tierra y constituían
unidades ceremoniales que eran divididas en dos grupos: el Águila y el Cuervo.
Figurilla de un jefe haida,
Entre
los pueblos de lengua algonquina, encontramos diferentes grupos de crees
occidentales que se distribuyen al este y al sur de los ríos Slave y Athabasca,
y en un a extensa zona de lo que hoy es Manitoba, a este del lago Winipeg y
hasta las bahías de Hudson y James, viven los crees centrales y los ojibwa. Al
este de estas bahías y al norte del río San Lorenzo, se extendía el territorio
de los crees orientales, los naskapi y los montagnais, todos ellos de habla
algonquina. Los cree, pueblo eje entre algonquinos y atapascos, estaban escindidos
en varias ramas: los crees de las llanuras y los crees de los bosques que
ocupaban el espacio entre la ribera oeste de la bahía James y el lago Athabasca
y que se dedicaban a la caza y a la pesca. Cazadores y pescadores, sobresalían
en la conducción de sus canoas de corteza de abedul. Este pueblo algonquino
estaba organizado socialmente en grupos de familias emparentadas.
Por
otro lado, los naskapi, tenía fama de ser bastante rudos, de hecho su nombre
les fue dado por sus vecinos montagnais, y significa rústico, tosco... Pero se
hacían llamar a sí mismos nanenot,
«los verdaderos hombres». Los vecinos y aliados de los naskapi, los montagnais,
que recibieron este nombre de los franceses, debido a la topografía de su
territorio, se llamaban ne-enoilno,
«pueblo perfecto». Estos cazadores y pescadores nómadas, que tenían como
enemigos tradicionales a los micmac y a los iroqueses, fueron ampliamente
evangelizados y se volvieron fieles compañeros de los franceses en el comercio
y la guerra. Actualmente suman unas 7.000 personas que viven en nueve reservas
de Quebec.
Fotografía actual de un cree con máscara tradicional de este pueblo |
Familia cree |
Los
ojibwa o chippewa, destacan también entre los pueblos de lengua algonquina, ya
que es la tribu más grande e importante de la familia de idioma algonquino,
ocupando una gran parte de las tierras del actual estado de Wisconsin, sudoeste
de Ontario y nordeste de Minesota. Se hacían llamar an-isk-in-aub-ag, que significa «hombres
espontáneos». Aliados primero de los franceses, y luego de los ingleses,
terminaron por vender sus tierras y trasladarse a la reserva. Según la
tradición ojibwa, su tribu originalmente emigró con otras dos tribus, los
ottawa y los potawatomi, desde la región del río St. Lawrence en el este, pero
mientras que los ojibwa se establecieron al oeste del lago superior, las otras
dos fueron al sur.
Esta
gran tribu de los ojibwa comprendía muchas bandas, divididas en clanes
permanentes. Su economía se basaba en la caza, las pesca y el cultivo, así como
la recolección de semillas. Los ojibwa contaban con una mitología intrincada y
elaborada, cuyos principales ritos eran religiosos y supersticiosos y se
centraban entorno a una compleja sociedad de medicina conocida con el nombre de
Medewiwin.
Fotografía
de unos indios ojibwaextraída de la web Mapahumano de Pueblos, Etnias y Culturas
Los potawatomi, conocidos com
«La Nación del Fuego», eran un pueblo cazador y pescador seminómada de los
bosques que ocupó la orilla oriental del lago Michigan. Su forma de vida
pacífica se vio alterada con la llegada del hombre blanco. También ellos se
aliaron con los franceses, contra los ingleses. Hoy en día, sus descendientes
ocupan reservas en Oklahoma y Kansas. Algunos han regresado a la tierra del sur
de los Grandes Lagos.
Fotografía de un matrimonio potawatomi
extraída de la web Mapahumano de Pueblos, Etnias y Culturas
Los
algonkin, ubicados actualmente en Canadá, son los que dieron nombre a la lengua
de la región y se llamaban a sí mismos elakomkwik,
que quiere decir: «Son nuestros aliados», y fueron aliados de los franceses
contra los iroqueses. Otra interpretación atribuye su nombre a la lengua
micmac: algomeaking
(«arponean a los peces»). Los iroqueses aún les dieron otro nombre: adirondacks que
significa «los que comen árboles», ya que en época de escasez se alimentaban de
la corteza de los árboles. Este pueblo, que vivía de la caza, de la pesca y
también del cultivo, ocupaba la zona norte de San Lorenzo, del lago Hurón, al
este de Montreal y las dos orillas del río Ottawa. Actualmente de 4 a 5.000
algonkinos viven al este del Ontario y oeste de Quebec.
También
del grupo lingüístico algonquino son los mohicanos cuyo su nombre se cree que
significaba «los lobos», aunque otras acepciones indican que se traducía por
«la marea», haciendo referencia a las aguas del Hudson, ya que vivían a sus
orillas; actualmente viven en una reserva de Wisconsin. Los mohicanos se
dedicaban a la caza, pesca y agricultura, al igual que los delawares. Entraron
en conflicto con los mohawks (1628-1675) por el control del comercio de las pieles
de castor en el Hudson. Desde el principio del siglo XIX, la implantación
inglesa los expulsó de sus tierras y como la mayoría de los algonquinos,
tomaron partido por los franceses.
Nos
es casi imposible realizar un estudio completo de todos los pueblos que habitan
los bosques boreales de América del Norte y en la breve descripción que hemos
aventurado en este apartado, seguramente nos hemos dejado muchas tribus (hares,
micmas, abenakis...).
Más
al sur del bosque boreal encontramos muchas otras tribus de la familia
lingüística iroquesa: onondaga, cayuga, seneca, oneida, tuscarona y mohawk (que
formaron la llamada «Confederación de las seis naciones» o «Liga iroquesa»),
hurones... A estas tribus y a otras muchas de las praderas y desiertos de Norteamérica
dedicaremos otra sección.
Las
representaciones cosmogónicas de los pobladores de la taiga y de la tundra
El
amplio abanico de pueblos nativos que habitan la tundra y la taiga de nuestro
planeta, refleja una riquísima variedad cultural que ha permitido al ser humano
adaptarse a estos biomas. Es precisamente esta compleja variedad la que
convierte en ingente la tarea de describir la cosmovisión de cada uno de esos
pueblos. Sin embargo, sí podemos encontrara algunos puntos en común que nos permiten
realizar explicaciones generales sobre sus representaciones cosmogónicas y su
visión del mundo, así como el origen del mismo.
Muchos
pueblos nativos han mantenido vivas algunas de sus tradiciones, transmitidas de
generación en generación, aunque con diferentes niveles de conservación. En la
esfera doméstica, utilizan algunos recursos tradicionales para a elaborar
productos naturales y en la esfera social, se mantienen muchas costumbres
antiguas, especialmente las relacionadas con los rituales de nacimiento y
enterramiento, y también con la separación de clanes.
No
debemos olvidar que el contacto con los colonos europeos, principalmente a
partir del siglo XVII y XVIII, tanto para las poblaciones de Eurasia como para
las de América del Norte, supuso importantes cambios en los modos de vida de
estos indígenas. La religión cristiana se introdujo con los primeros colonos y
fue uno de las transformaciones más importantes. El grado de cristianización
varía de unos pueblos a otros. Así, a pesar de que el cristianismo fue
introducido en Siberia durante los siglos XVII y XVIII, la vida de los
habitantes autóctonos siguió dominada por muchas creencias y costumbres
ancestrales, como por ejemplo el chamanismo o celebraciones paganas como la
llamada fiesta de la primavera «isiakh» dels yakuts, o la «fiesta del oso» de
los khantis y los mansis, de la que hablaremos más tarde. Los dolgan, por
ejemplo, se consideran cristianos, pero solamente de nombre, ya que han llegado
a una especie de religión sincrética en la cual sus chamanes han incorporado
muchos de los santos cristianos dentro del círculo de los principales espíritus
que invocan durante sus rituales.
Fotografía de un servicio religioso en un grupo kutchin
En
1824, llegó a las islas Aleutianas el primer misionero, el padre Veniaminov.
Este sacerdote al que adoraban sus feligreses de Alaska, se convirtió después
en el metropolitano de la iglesia ortodoxa, y se le conoce hoy como san
Innokenti. Otro de los primeros sacerdotes fue el criollo padre Netsvetov. La
respuesta de por qué abrazaron el cristianismo los aleutianos radica en parte
en la habilidad de la iglesia para prometer esperanza y socorro, y en parte, se
debía a los lazos de parentesco y las uniones de tipo económico entre rusos y
aleutianos, con las que se beneficiaban ambos grupos. Entre los pueblos de la
taiga norteamericana también los montagnais fueron ampliamente evangelizados.
Fotografía de una misión en Wyandot
Del
mismo modo que los inuit, los pobladores de la tundra y de la taiga, muestran
en sus creencias nativas una base muy importante de respeto hacia el medio
natural que les rodea, la naturaleza que les permite subsistir y de la que
ellos forman parte. Según este concepto religioso, no existían fronteras entre
el mundo de los seres humanos, el de los animales y el de las plantas. Los
indios americanos se caracterizan por la creencia en un «padre cielo» y una
«madre tierra» que permitían explicar la resurrección anual de la naturaleza.
Todos los pueblos de la taiga creían en la existencia de espíritus «amos» de
los animales, creencia que recuerda a la de los inuit (Cosmogonía del pueblo inuit).
Así, por ejemplo, se respetaba de manera especial al oso, respeto que se
manifestaba con las fiestas que le dedicaban y con la muerte ritual del animal.
También
comparten con los inuit la importancia de la figura del chamán que es un
símbolo de vital importancia en el sistema de creencias de los pueblos nativos
de la tundra y la taiga. La importancia de la figura del chamán radica
principalmente, como ya indicamos para los inuit, en su papel de intermediario
entre mundo físico y ordinario y el mundo de los espíritus, ya que mediante sus
ceremonias rituales y cantos son capaces de convocar a los espíritus y hablar
su lengua especial, y en su vertiente como curandero sabio o «médico» de la
tribu.
Fotografía de un
chamán,
de la web del Illinois State Museum |
Traje ceremonial
de los evenk,
de la web del Illinois State Museum |
Fotografía de
varios chamanes haida,
de la web Haida: Children of Eagle and Raven |
La
Fiesta del Oso
El
oso es reverenciado por todos los pueblos de la taiga, desde Escandinavia al
Japón, desde Alaska hasta Quebec. Se le denomina el «señor del bosque», el
«animal sabio y sagrado», el «viejo de zarpas pulidas». Se supone que el oso
todo lo oye y todo lo comprende. Por eso, a la hora de cazarlo, se habla de
manera alegórica y en voz baja. Y antes de matarlo dentro del guarida, le
despiertan, por respeto...
Un
especial interés ritual tienen las relaciones de los siberianos con los osos de
la taiga. Antiguamente, por ejemplo, cuando los evenks se adentraban en la
guarida del oso, gritaban como si fuesen cornejas, y una vez habían matado al
animal, le decían: «No somos nosotros, quienes te hemos dado muerte, sino las
cornejas». Las mujeres comenzaban a lamentarse, mostrando un gran dolor y
exclamando: «¿Por qué habéis matado al «abuelo»?». Según la leyenda, algunas
fratrias de evenks, de khantis y de mansis provenían del matrimonio entre un
oso y una mujer.
Los
rituales del culto del oso, como también de la fiesta especial que se le
dedicaba, tenían una doble finalidad, en primer lugar, desligarse de la culpa
por la muerte y, en segundo lugar, ofrecer la posibilidad de resucitar. Sin
embargo, este culto al osos muestra rasgos especiales en cada pueblo. Para a
facilitarle las cosas, los evenks disponían los huesos del animal en una
plataforma especial, ordenados anatómicamente, mientras que los khantis los
enterraban juntos en el bosque o los lanzaban a un lago. Algunos pueblos,como
los ulchs, los nanays, los nivkhos y otros, capturaban una cría de oso y lo
mantenían durante dos o tres años en cautividad y en determinados casos, las
mujeres amamantaban a la cría con su pecho, como, por ejemplo, hacían los
ainus. Las fiestas del oso se hacían coincidir con los funerales de algún
familiar muerto, y eran de carácter tribal. El oso era conducido y festejado
por todo el poblado, y después, en una plaza destinada a este fin, el marido
del ama de la casa donde había vivido el animal le disparaba con un arco.
Dentro
de estas fiestas dedicadas al oso, la de los khantis y la de los mansis son
todavía las más interesantes. Una vez que han matado al animal, los cazadores
lo transportan fuera del bosque en una barca (en verano) o en un trineo (en
invierno), y le dejan en el granero. Durante el recorrido, todos los que se
encuentran con los cazadores se riegan los unos a los otros con agua; se trata
de un antiguo ritual de purificación que ha acabado convirtiéndose en una
diversión. Por la tarde, todos los habitantes del poblado son invitados a «la
Fiesta del Oso», llamada también « el juego del oso». El lugar de honor se
destina a la piel del animal, que conserva la cabeza y las patas. La colocan de
manera que parezca que el animal está dormido y no muerto, con la cabeza sobre
las patas. Delante del morro, siempre hay un obsequio, que puede ser vodka, pan
o exquisiteces.
Los
que entran en la casa saludan al oso con una reverencia, las mujeres le dan un
beso en el morro, a través de un pañuelo, y le ofrecen monedas, cintas o
dulces. Todos se mojan nuevamente con agua. La madre del amo de la casa
aromatiza le estancia quemando «chaga», que es una excrecencia resinosa de
abedul. Después entran dos hombres con máscaras hechas también con abedul y, al
son de un instrumento musical parecido a la lira, cantan canciones sobre el oso
y su vida en el bosque. Detrás de los cantantes aparecen tres o cuatro actores,
también cubiertos con máscaras y que siempre son hombres, aunque representen
papeles de mujeres. Representan escenas sobre la caza, la pesca y la vida
cotidiana. Después de uno de los interludios, aparece una mujer con un vestido
de color rojo brillante con franjes blancas bordadas en la faldilla. Lleva la
cabeza y el rostro cubiertos con un gran pañuelo adornado con borlas, para que
el oso no pueda ver su cuerpo. Siguiendo el sonido de la música, la danzarina
gira y gira moviendo los brazos. Todo seguido, otra mujer representa la
pantomima de «el oso cogiendo frutos del bosque». Con gestos torpes, va
saltando cómicamente sobre un pie y sobre el otro como si fuese un oso. La
diversión se alarga hasta la madrugada y se retoma a la tarde siguiente.
Dependiendo
de si el animal es macho o hembra, la fiesta durará cinco noches (macho) o
cuatro (hembra), de acuerdo con un cálculo sagrado, ligado a las
representaciones del alma. La segunda tarde guarnecen la cabeza del oso con
figuritas de renos hechas de pasta, utilizando ramitas para representar las
cornamentas; con esto, la dueña de la casa da a entender que ha preparado
obsequios para los invitados. Cada noche, la fiesta comienza con
representaciones de leyendas o canciones sobre el origen del oso y su vida. En
la fratria de Por, supuestamente descendiente de un oso y una mujer, se
anticipa cada danza con una canción en la que los pretendidos descendientes del
oso invocan su antepasado y le invitan a la fiesta «para el éxito de la caza y
el bienestar de la gente».
Antes
de la última noche, que se considera la más importante y durante la cual se
vuelven a recitar leyendas sobre el oso y se bailan las danzas de los
antepasados de las tribus, algunos hombres hierven la carne del oso en un
recipiente especial. El banquete colectivo tiene lugar esta última noche. No se
pueden utilizar cuchillos ni cubiertos metálicos, únicamente unos bastones
especiales que no rompan los huesos ni las articulaciones; la cabeza queda
reservada a los hombres. Al acabar se entierran los huesos, los extraídos del
cráneo se conservan en un lugar preeminente.
Antiguamente,
hasta la primera mitad del siglo XX, los khantis y los mansis celebraban
periódicamente la fiesta del oso como una fiesta de sus fratrias, una fiesta
privada y destinada a los miembros del grupo. Parece ser que originariamente,
tenían prohibido comer la carne del oso porque se trataba de un antepasado.
Gradualmente, las prohibiciones se fueron debilitando, igual que sus
tradiciones; su fiesta se abrió primero a todas las otras tribus y finalmente a
todo el mundo. Por si acaso, al oso se le explicaba frecuentemente que había
muerto por culpa «de l fusil ruso»...
Algunos
relatos cosmogónicos de los pobladores de estas regiones
A
continuación exponemos algunas narraciones míticas de estos nativos de la taiga
y de la tundra, transmitidas oralmente de generación en generación. Hay miles
de etas leyendas y varían de unas tribus a otras. Como sucede para muchas otras
poblaciones indígenas del planeta (aborígenes australianos, pueblos nativos
africanos, inuit...) todas estas leyendas explican fenómenos naturales,
explican el lugar del ser humano en el Universo y, además, justifican
determinadas normas para el comportamiento humano y preservan sus tradiciones.
En estos pueblos indígenas los relatos relacionados con la creación se asocian
a seres mitológicos, a dioses bondadosos, a animales sagrados que residen en un
mundo superior y que a partir de su obra o de su propio sacrificio dan lugar al
origen del mundo tal y como lo conocemos. Generalmente, parten de un tiempo
anterior o de un mundo pasado donde imperaba la oscuridad o donde dominaban las
aguas. También es frecuente, como en muchas otras culturas, que en estos mismos
relatos se introduzca el mito de la creación del hombre o de su tribu.
En
muchas de estas cosmogonías, aparece ese ser supremo el cual ha existido desde
siempre, ya que nunca fue creado sino que siempre estuvo ahí. Ese ser superior
creó la tierra y le dió la forma actual y, además, es el creador de la vida
(plantas, animales e incluso seres humanos). En esta ingente tarea, ese dios o
ser supremo puede contar con la ayuda de otros seres sobrenaturales y divinos,
aunque de rango menor. Esa oscuridad primordial o ese mundo primario de agua
fue sustituido por la luz y por tierra cuando intervino ese ser supremo y
divino.
Leyendas
de los algonquinos
Según
el relato algonquino relacionado del origen del mundo, la Tierra tuvo dos hijos
polares; por un lado estaba Glooskap, que era piadoso, bueno y creativo, y, por
otro, Malsum, que, al contrario que su hermano, era malvado, destructivo y
egoísta. Cuando la Madre Tierra murió, el primero de los hermanos, el
bondadoso, creó las plantas, los animales y también a los seres humanos a
partir de su cuerpo. Malsum también contribuyó en la tarea de la creación, pero
dando origen a las plantas venenosas y a las serpientes. Pasó el tiempo y
Malsum se obsesionó con su bondadoso hermano y planeó cómo matarle.
Malsum,
bromeaba con su hermano sobre lo invencible que él era; sin embargo sí podía
ser matado por las raíces de un helecho. En su delirio, Malsum intentaba
sonsacar a su hermano Glooskap, de qué modo podía morir. Tan bueno era Glooskap
que no podía mentir a su hermano y finalmente le dijo que podía encontrara la
muerte con una pluma de búho. Triunfante, Malsum había averiguado la forma en
qué podía asesinar a su hermano: elaboró un dardo hecho con plumas de búho y
mató a su hermano.
Sin
embargo, según cuenta esta leyenda, Glooskap regresó de entre los muertos, ya
que el poder del bien es más fuerte que el del mal, y tuvo que vengarse de su
perverso hermano, ya que sabía, muy a su pesar, que Malsum seguiría intentando
deshacerse de él. Así, Glooskap tuvo que matar a Malsum para que las criaturas
que había creado y él mismo, pudiesen sobrevivir. Glooskap atrajo a Malsum a
una corriente y le dijo que también podría ser matado con una especie de
planta. Entonces el dios bueno arrancó un helecho y se lo arrojó a su hermano
que murió inmediatamente. Según este mito, el espíritu de Malsum se transformó
en una especie de lobo y ahora, por las noches, caza humanos y animales.
Otro
relato nos cuenta cómo otro dios, Michabo estaba un día cazando con su manada
de lobos, cuando se percató de que sus lobos se metieron en el lago, pero no
regresaron. Michabo se introdujo en el lago para sacarlos fuera y de repente el
mundo se inundó al tiempo que lo hacía. Entonces este dios, envió un cuervo
para que buscase tierra con la que poder construir un nuevo mundo, pero el
pájaro no encontró nada. Entonces, una nutria partió con el mismo objetivo,
pero tampoco obtuvo buenos resultados.
Michabo,
mandó entonces a un nenúfar que regresó con suficiente tierra para crear una
nueva tierra. Michamo se sintió complacido y los dos se casaron y se
convirtieron en los padres de los seres humanos.
Leyendas
relacionadas con el Cuervo
En
la mitología de varias tribus de la tundra norteamericana, se habla de un
«Tiempo Lejano» (Khadontsídnee)
en el cual todas las criaturas (plantas, animales y seres humanos) vivían
interrelacionadas entre sí: todos hablaban el mismo idioma y tenían una forma
parecida. En esos relatos se explica cómo esos humanos terminaron por
convertirse en animales y plantas que actualmente conocemos; esta mitología
ofrece una percepción particular de la naturaleza, ya que recuerda que debemos
respetar a la naturaleza porque animales y plantas también tienen espíritu. En
los relatos que se desarrollan en ese Tiempo Lejano se explica el origen del
Sol, de la Luna y de otros astros, así como ciertos elementos de la naturaleza
(las montañas, el viento o las tormentas).
Una
figura principal en esos relatos cosmogónicos es el Cuervo; se trata de un ser
impreciso que finalmente adopto la forma de un Cuervo siendo el responsable de
la creación del mundo. El Cuervo es el protagonista en muchas leyendas de estas
tribus de la tundra norteamericana y ocupa un lugar fundamental en la mitología
y en los rituales de estos pueblos; es conocido por los tanaina, los kutchin,
los tinglit y kaska, por los cree, que lo llaman Wísakedjak, y también por los ojibwa, que
lo denominan Nanabush,
y los naskapi, quienes lo conocen como Djokabísh.
Para todos estos pueblos el Cuervo creó al hombre a partir de la piedra. Sin
embargo, en cada tribu podemos encontrar mitos que cuentan el origen particular
de su propia tribu; así es el caso, por ejemplo, de los chippewa, dogrib, haré,
slave y yellowknife que según cuentas sus mitologías, sus pueblos comparten una
nacimiento mítico de una mujer casada con un perro que se convertía en un
hombre por la noche.
Relatos haida
Las
leyendas de los haida, hablan de Nankí'IsLas-lina´-i,
que viene a significar más o menos,«Él se va a transformar en aquel cuya voz se
ha de cumplir». De él cuentan que creó la Tierra cuando sobrevoló sobre el
mundo cubierto por las aguas. Desde la forma de la tierra, hasta las pulgas,
pasando por el comportamiento de ciertos animales... todo esto y mucho más fue
creado por el Cuervo. En muchos relatos, como el de la luz del día (leyenda que
relatamos a continuación), el Cuervo embustero puede cambiar de forma.
Figurita
de un cuervo posado sobre una almeja,obtenida en la web Mapahumano de Pueblos, Etnias y Culturas
Al
principio, solamente había oscuridad. La gente hablaba y se hacía preguntas
sobre algo que nunca habían visto: la luz del día. Algunos comentaban que el
jefe del río había guardado la luz del día en una caja especial. El cuervo
vivía en este mundo sin luz, era ambicioso, embustero, entrometido y orgulloso.
Además este animal podía cambiar de forma para satisfacer sus propias
necesidades. Un buen día, El Cuervo decidió hacer averiguaciones para hallar la
luz, así es que se transformó en una aguja de cicuta y se deslizó cayendo
dentro de un arroyo de agua fresca. Cuando la hija del jefe del río llegó al
lugar para beber, El Cuervo fluyó hasta su copa y la chica se lo tragó. A su
debido tiempo, el Cuervo nació del interior de la hija del jefe, apareciendo
como su legítimo nieto.
El
Cuervo creció rápidamente con el cariño y la adoración de su abuelo, a pesar de
que sus ojos se parecían mucho a los de un cuervo. Un día, cuando el bebé
berreaba, su abuelo le dejó jugar con la Caja de la Luna. Entonces, abrió la
caja y la luna se escapó subiendo hasta el cielo. Cuando el Cuervo se enfadó
nuevamente, su abuelo, le dejó jugar con la Caja de la Luz del Día. Tan pronto
como la tuvo en sus manos, el Cuervo se transformó en pájaro y echó a volar y
desapareció en la oscuridad.
El
Cuervo llevó la Caja a los seres humanos y la abrió sigilosamente, permitiendo
que algunos rayos de luz escapasen de su interior. Sien embargo, aún
desconfiaban de ses animal tan embaucador y no creían que realmente tuviesen en
su poder la luz del día. Encolerizado por la incredulidad y el escepticismo de
la gente, el Cuervo abrió por completo aquella caja y inundó el mundo con la
brillante luz del día.
La
importancia del Cuervo en la mitología de estos pueblos se refleja en sus
manifestaciones artísticas. Así los haida, que son magníficos artesanos de la
madera, elaboran silbatos con forma de cuervos, de compleja decoración cuya
interpretación se nos escapa. Los primeros silbatos con forma de cuervo
pudieron ser empleados por los chamanes en sus complejos ritos y en la
actualidad son empleados en ocasiones especiales.
Silbato
con forma de cuervo,extraído de la web Haida: Children of Eagle and Raven
Relatos de los ojibwa o chippewa
La
mitología ojibwa era muy elaborada. Antes del contacto con los colonos
europeos, la religión de los chippewa tenía un organización similar a la
política. Los principales ritos eran religiosos y supersticiosos y se centraban
en torno del Medewiwin,
o Gran Sociedad de la Medicina, abierta a hombres y mujeres que tenían
funciones chamanísticas, curativas y mágicas.
Según
cuenta un mito ojibwa, Nanabush,
que como ya hemos señalado anteriormente es el ser superior (el Cuervo), enseñó
a esa Gran Sociedad de la Medicina de los pueblos los rituales para salvarlos
de la extinción provocada por una enfermedad mortal. Nanabush contaba con una
tienda que le habían construido los poderes superiores e inferiores, donde
recibió la sabiduría para curar; aprendió a utilizar las medicinas y las
plantas y los rituales adecuados. Además, estudió el modo de venerar a la
Nutria Sagrada y al Oso. Entonces, Nanabush
descendió a la Tierra con su bolsa de medicinas e enseñó al pueblo y le
introdujo en los enigmas de la Gran Sociedad de la Medicina o Medewiwin.
El
«atrapa-sueños» en la mitología ojibwa, es un objeto de gran significado y
vital importancia, relacionado con el origen de su pueblo. Los ojibwa se llaman
a sí mismos anishinabe
(Anishinaubag, Neshnabek) que viene a significar «los hombres originales», «los
primeros hombres». En ocasiones utilizan una especie de abreviatura Shinob que es empleada
como un apodo entre ellos. Los ottawa y los potawatomi también se autodenominan
anishinabe, y
se cree que en algún momento del pasado lejano de estas tribus, las tres
formaban un único pueblo.
Según
cuenta una leyenda chippewa, en el pasado, en el antiguo mundo, los clanes
ojibwa estaban ubicados en la zona conocida como Islas Tortuga. Los sabios
cuentan cómo en este tiempo lejano, Asibikaashi (la Mujer Araña) ayudó a
Wanabozhoo a traer de vuelta al sol (giizis),
para que alumbrase nuevamente a la gente. Fue entonces cuando Asibikaashi
estableció el sitio donde debía quedarse, un lugar ideal para ella que se
encuentra antes del anochecer. Según la leyenda, si todavía estás despierto al
anochecer, puedes buscar ese sitio especial donde Asibikaashi se encuentra, y
puedes ver el milagro de cómo ella capturó los rayos de sol, al tiempo que la
luz centellea. Asibikaashi cuidó de sus niños y de la gente de la tierra, y
todavía se preocupa por ellos. Cuando el pueblo de los ojibwa se dispersó por
todo el continente, a Asibikaashi se le complicó la tarea de hacer su viaje a
cada una de esas cunas, cada uno de esos recién nacidos; así es que las madres,
las hermanas y las abuelas adoptaron la costumbre de tejer telarañas mágicas
para los bebés. De ese modo, se adoptó la forma de un círculo que viene a
representar el viaje del sol que cruza diariamente en cielo.
Esta
exposición es solamente una brevísima muestra de los muchos y variados relatos
sobre el origen y la formación del mundo que componen la cosmogonía de estos
pobladores nativos de la taiga y la tundra de nuestro planeta y que esperamos
poder ampliar en el futuro.
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