El origen del mundo
Cosmogonia De La Grecia Clásica
Introducción
El
mar que muchas veces ha servido y sirve de frontera para los pueblos, sin
embargo en el caso del Mediterráneo, mar cálido y cerrado, se convirtió ya en
la Antigüedad en medio para el intercambio de ideas y de bienes materiales
entre los pueblos que se asentaron en sus orillas: fenicios, persas, griegos...
En este marco del Mediterráneo surgió una de las primeras grandes culturas en
suelo europeo: la cultura cretense (2000 a. C. al 1425 a. C.). La civilización
griega clásica hunde sus raíces en esta civilización cretense, si bien es
cierto que se nutre de muchos otros influjos procedentes de diversos pueblos
(Micenas o Cícladas). La huella de estas influencias puede seguirse a través de
un largo proceso de formación, que duró aproximadamente unos dos mil años, y
que culminó con la aparición, hacia el 800 a. C., de la primera etapa histórica
de la antigua Grecia: la Grecia Arcaica. Tras esa primera etapa, que llegó
hasta el siglo VI a. C., se inició la etapa más floreciente de la cultura
griega conocida como Periodo Clásico (del siglo V al IV a. C.). El último
periodo fue el Helenismo que comenzó en el siglo IV a. C. y finalizó en el
siglo I a. C. con la conquista de Grecia por parte de los romanos.
La
cultura griega clásica es uno de los pilares de nuestra civilización
occidental. Es en Grecia donde surge por primera vez la democracia, donde
aparece la filosofía, pues el ser humano comienza a cuestionarse su existencia,
donde el hombre se convirtió en el centro del pensamiento y en la medida de la
belleza. Grecia ha dado a la Historia de la Humanidad un gran número de
filósofos, historiadores, escritores, artistas y pensadores cuyas obras son
reconocidas en todo el mundo.
Grecia
mantuvo a lo largo de toda su historia una fuerte unidad cultural, a pesar de
su diversidad geográfica y su marcada fragmentación política, ya que el poder
estaba dividido entre las múltiples «polis» o ciudades-estado independientes.
Estas polis eran el núcleo de la vida política y social en Grecia y entre ellas
destacaron ciudades como Atenas, Olimpia, Éfeso o Pérgamo. La evolución de la
estructura social griega desde una sociedad sencilla, hasta una sociedad
compleja y abierta, se desarrolló paralelamente a la evolución operada en la
economía, desde una estructura basada en la tierra hasta una economía monetaria
y comercial. Esa evolución está también ligada al desarrollo en el campo
político, donde el desarrollo de la polis supuso la desaparición de los reyes y
la consolidación de la figura del ciudadano libre, al tiempo que se establecía
el modelo democrático.
Los
mitos cosmogónicos griegos
La
religión y el pensamiento de la antigua Grecia
El
pensamiento griego a la hora de formular su concepción sobre el origen del
mundo, partió tanto del mito como de la ciencia. Así, a partir del mito
surgieron toda una serie de relatos sobre dioses y héroes legendarios y, a
partir de la ciencia, apareció la respuesta racional, ofrecida por filósofos
como Tales de Mileto o Pitágoras. A partir del siglo VI a. C., el pensamiento
griego empezó a buscar repuestas al orden del Mundo, sustentadas en la razón.
Tales (nacido en torno al 640 y muerto en el 545 a. C.) fue uno de los
filósofos destacados de la Escuela de Mileto y defendía que el principio de
todo era el agua, fundamentando su teoría en el hecho de que el agua era el
único elemento que podía encontrarse en los tres estados de la materia: sólido,
líquido y gaseoso. Más tarde los pitagóricos defendieron que el conocimiento de
las cosas solamente se puede alcanzar a través de las matemáticas. A medida que
avanzaba el conocimiento griego, se formularon hipótesis más complejas como la
de Anaxágoras que defendía que el Universo estaba formado por múltiples sustancias,
pero no da respuesta a su origen. Para Platón, el «Demiurgo» era la
inteligencia ordenadora que actuaba sobre el caos, ordenándola y dándole forma
conforme a un plan. Sobre el desarrollo de la investigación científica,
recogemos más información en el apartado «Teorías Científicas».
La
religión griega se basó sencillamente en la mitología, que se caracterizó por
su talante sincrético, ya que incorporaba en sus relatos elementos de diversas
culturas. En esta religión politeísta, cualquier fenómeno y elemento de la
naturaleza, así como las principales actividades económicas, quedaron
representados por divinidades con apariencia humana. Así, en los mitos griegos
podemos encontrar un gran número de dioses pertenecientes a épocas y lugares
distintos. Por este motivo resulta complicado reconstruir el panteón completo,
de hecho en algunas ocasiones, los dioses se confunden y un mismo suceso
presenta varias versiones, llegándose a dar importantes confusiones. Entre
estas divinidades, que moraban en el monte Olimpo, se formaron complejas
relaciones y vínculos que son la base de la mitología griega.
Las
teogonías griegas
La
mitología griega también recoge en sus relatos el origen del Mundo. Pero
debemos tener presente que para el pensamiento religioso griego una cosmogonía
suponía no solamente el origen de nuestro mundo físico, sino también el origen
de los dioses, el origen del hombre y la organización social.
La
literatura griega proporcionó diversos textos cosmogónicos, sin embargo la
mayoría se conservan bastante mal. Entre ellos conocemos la teogonía de
Hesíodo, la teogonía de Eudemo, la de Jerónimo y Helanico, la cosmogonía de las
Rapsodias y la recogida en el Papiro de Derveni, las cuatro últimas son
conocidas como «Teogonías Órficas», ya que son atribuidas a Orfeo. Hay una
serie de rasgos generales compartidos por estas cosmogonías griegas. En primer
lugar, el origen del Mundo parte de la organización de una materia primitiva,
que a veces se organiza sóla. El segundo concepto fundamental es el de los
pares de contrarios; esta idea recuerda a la explicación dualista de los
filósofos pitagóricos que consideraban que los números procedían de dos
elementos opuestos: el par y el impar. Este planteamiento permitía concebir un
gran número de oposiciones: el bien y el mal, frío y calor, día y noche... Otro
elemento característico de las cosmogonías griegas es que la ordenación del
Mundo no se produce instantáneamente, sino que pasa por fases intermedias en
las que aparecen criaturas monstruosas y míticas hasta que el desorden es
definitivamente desplazado y desaparece.
La
teogonía de Hesíodo
De todos los relatos cosmogónicos griegos,
la Teogonía de Hesíodo es la obra más antigua y mejor conocida de todas.
Escrita entre finales del siglo VIII y comienzos del VII a. C., es la fuente de
la que se nutre toda la mitología griega. Hesíodo, que con seguridad es
posterior a Homero, vivió en torno a l siglo VIII a. C. y ya entre los griegos
tuvo la fama de ser él quien ordenó los mitos religiosos, organizando la
genealogía de los dioses. Como señala Mircea Eliade, en esta Teogonía podemos
distinguir hasta cuatro fases: en la primera fase, parte de la existencia de
Caos, y después de la Tierra, Eros, el Cielo y la primera generación divina; en
una segunda fase, se describe la castración del Cielo por su hijo Cronos; en la
tercera parte, Zeus logra no ser devorado por Cronos, su padre y toma el poder;
y en la última fase, se narra la batalla de Zeus y los dioses contra los
titanes. El autor nos describe el origen del Mundo como parte de una teogonía,
siendo la formación del Mundo un tema secundario, porque, de hecho, a Hesíodo
le interesa la «estirpe de los inmortales», como bien nos indica en su poema.
Hesíodo comenzó su
obra con una invocación a las Musas, quienes le inspiraron en su poema y le
instruyeron en su tarea. Hesíodo describe la experiencia como un encuentro
místico con los dioses. Podemos pensar que esta descripción oscila entre lo que
podría ser un recurso literario y una experiencia religiosa, en la que un dios
se aparece a un mortal (pastor, campesino...) y le transmite unos
conocimientos. A continuación presentamos el primer fragmento de este poema:
Ellas, que un día a Hesíodo le enseñaron un hermoso canto,
mientras apacentaba sus ovejas al pie del
divino Helicón.
Tal mensaje, lo primero de todo, me dirigieron
las diosas,
las Musas olímpicas, hijas de Zeus, portador
de la égida: 25
«Rústicos pastores, triste oprobio, vientres
tan sólo
Sabemos decir muchas mentiras con apariencia
de verdades
mas sabemos, cuando queremos, proclamar la
verdad.»
Así dijeron las bienamadas hijas del poderoso
Zeus.
Y me dieron un cetro, tras haber cortado de
florido laurel una rama
admirable. Y me infundieron el canto 31
divino, para celebrar lo que va a pasar y lo
que ha pasado
y me encomendaron alabar con himnos la estirpe
de los Felices,
que por siempre existen
y cantarles a ellas mismas al principio y al
final.
Las
Musas han iniciado a Hesíodo en su labor y lo han provisto para ello y, a
continuación, el autor explica su misión: elaborar la «sagrada estirpe» de los
dioses:
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Y es que de las Musas y del flechador
Apolo
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descienden, en la
tierra, los aedos y los citaristas,
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95
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y de Zeus, los
reyes. ¡Feliz aquél a quien las Musas
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aman! Pues dulce
de su boca fluye el canto
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y si alguien con
un pesar en su ánimo recién afligido
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se consume, con
el corazón angustiado, entonces el aedo
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servidor de las
Musas, las hazañas de los hombres de antaño
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100
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celebra, y a los
dioses que ocupan el Olimpo
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y enseguida éste
de sus pesares se olvida y ya de sus cuitas
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ni se acuerda; de
prisa cambian su ánimo los regalos de las diosas.
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En
el verso 105 Hesíodo nos indica de qué trata su poema, lo que podríamos llamar
el programa de los mitos del poema, para acto seguido iniciar su genealogía
divina:
Salve, hijas de Zeus, Concededme vuestro
canto fascinante,
celebrad la sagrada estirpe de los inmortales,
que por siempre existen, 105
los que nacieron de Tierra y de Cielo
estrellado,
los que nacieron de la tenebrosa Noche y a los
que nutrió el salobre Ponto
decid también cómo nacieron al principio los
dioses,
los ríos y el ponto ilimitado, de impetuosa
corriente,
los astros resplandecientes y el ancho cielo,
arriba, 110
y sus descendientes, los dioses dadores de
bienes,
cómo se repartieron la riqueza, cómo se
dividieron los bienes
y cómo habitaron al principio el muy abrupto
Olimpo.
Inspiradme eso, Musas, que habitáis Olímpicos
palacios
desde el principio y decidme lo que hubo antes
de aquellos. 115
«Pues bien, lo primerísimo que nació fue Caos;
pero enseguida
Tierra de ancho pecho, sede por siempre segura
de todos
los inmortales que ocupan las cimas del nevado
Olimpo,
y el nebuloso Tártaro en abismo de la tierra
de vastos caminos
y Eros, el más hermoso entre los dioses
inmortales, 120
que afloja los miembros, que de todos los
dioses y de todos los hombres
domeña en sus pechos el entendimiento y el
prudente consejo.
De Caos nacieron Érebo y la negra Noche
y de la Noche, a su vez, Éter y Día
nacieron,
a los cuales engendró habiéndose unido en
amorosa coyunda con Érebo. 125
Y Tierra engendró lo primero, igual a sí
misma
el cielo estrellado, para que por todas partes
la cubriera,
a fin de que para los felices dioses fuera
sede por siempre segura.
También engendró los grandes montes, gratas
moradas de unas diosas,
las ninfas, que habitan por los abruptos
montes. 130
Asimismo dio a luz al mar imposible de secar,
de impetuosa corriente,
a Ponto, sin deseada coyunda. Pero luego
unida en amor a Urano parió a Océano de
profundos remolinos,
a Ceo, a Crío, a Hiperión, a Jápeto,
a Teya a Rea, a Temis y a Mnemósine 135
a Febe de áurea corona y a la encantadora
Tetis,
y tras ellos el último nació Crono de tortuosa
intención,
el más terrible de sus hijos y en él floreció
el odio contra su padre
Como
vemos en el texto anterior, lo «primerísimo que nació fue Caos». Pero este
término es bastante confuso y además Hesíodo dice que «nació», por lo tanto
debió existir algo antes, que el autor no nombra. En cuanto al término «Caos»,
los propios autores clásicos dieron sus particulares interpretaciones del
mismo, con lo cual podemos pensar que ellos tampoco tenían una definición
clara. Para el filósofo Aristóteles, el «Caos» era un sitio, un lugar, cuya
existencia era necesaria, como nos indica en su obra Physica 208b 30:
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(Hesíodo)
dice: «De todas las cosas lo primerísimo que nació fue Caos», porque es
necesario que exista primero un lugar para las cosas que existen.
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Zenón,
por el contario, piensa que ese «Caos» del que habla Hesíodo debe ser agua.
Otra interpretación diferente encontramos en Pseudo Platón en su obra Axioco, 371E, que lo
situó en el infierno:
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En
cuanto a aquellos que han orientado su vida por el camino de los crímenes,
son llevados por las Erinias al Érebo y al Caos, a través del Tártaro.
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Para Apolonio de
Rodas IV, (1696-98) aparece como una «sima negra»:
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Esta
horrible noche no la traspasaban las estrellas ni los rayos de la luna, sino
que era una sima negra que se abría desde el cielo o alguna otra tiniebla que
emergía levantándose desde los más hondos abismos.
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Luciano en Amores 32, ve el «Caos»
como una masa invisible y confusa:
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Pues
tú (Eros) diste forma al universo a partir de una invisible y confusa
carencia de forma.
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Para Ovidio el
«Caos» era una forma desordenada, como reflejó en su obra Metamorfosis I, 5-7:
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Antes
del mar y de la tierra, y del cielo que todo lo cubre
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en
todo el orbe la naturaleza solo tenía un aspecto
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al
que se llamó Caos, una masa confusa y desordenada.
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Incluso hay algunos
autores, como Aristófanes en, o Eurípides, que ven al «Caos» como un espacio,
un hueco entre el Cielo y la Tierra. Así, Aristófanes señaló en Aves (190-193):
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De
este modo, cuando los hombres hagan sacrificio a los dioses, como éstos no os
paguen tributo, no dejaréis pasar el olor a muslos asados a través del
espacio y de una ciudad que no es suya.
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Y en Eurípides, Cadmo fr. 448 n2:
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a
esta sede divina
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en
medio del cielo y de la tierra,
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algunos
la llaman Caos.
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Después
de «Caos», apareció la Tierra. Estos dos elementos darán origen a otros: Caos
engendró a Erebo (espacio situado debajo de la Tierra) y la Noche, mientras que
la Tierra engendró a «Ouranos», el «Cielo». Después apareció Eros, que ya no es
un elemento, ni una materia, sino que es un dios, cuya aparición es precisa
para que esos divinidades anteriores puedan practicar el sexo para engendrara
al resto de las divinidades, como vemos en verso 125:
|
...habiéndose
unido en amorosa coyunda...
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De la unión de la
Noche con Érebo, unión sexual, surgieron Éter y el Día. El Día y la Noche
compartirían el espacio ubicado encima de la Tierra, mientras que el Éter se
situó por encima de ellos en la parte más luminosa y elevada.
La
Tierra engendró los montes y el mar, ahora sin unión sexual, pero además fue
fecundada por el Cielo; de la unión con el Cielo surgió la segunda generación
de dioses: los seis Titanes (Océano, el mayor de todos, Ceo, Críos, Hiperión,
Japeto y, por último, Cronos, el tiempo) y sus seis hermanas (Tea, Rea, Temis,
Mnemosine, Febe y Tetis). Esos titanes representan las fuerzas de la naturaleza
y el último fue Cronos. Vemos aquí cómo se distinguen dos tipos de nacimientos
en las divinidades: por generación «espontánea», sin relación sexual, y por
fecundación, es decir: con práctica sexual. Urano no dejaba nacer a su prole,
ya que mantenía esas relaciones sexuales de forma incesante y los retenía en el
vientre de Gea, provocando malestar de la diosa. La Tierra también dio vida a
los Cíclopes (Brontes, Estérope y Arges) y finalmente, de las relaciones entre
el Urano y la Tierra, aparecieron Cotto, Briareo y Gíes, de aspecto monstruoso.
En el poema de Hesíodo esos hijos son calificados como «terribles», como vemos
en el verso 155:
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...los
hijos más terribles y odiaban a su padre
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155
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desde
el principio
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Gea, con sus hijos
en el vientre, se sentía angustiada y elaboró un plan. Produjo un arma nueva y
se la ofreció a sus hijos, indicándoles que su venganza era la respuesta lógica
a las maldades de su padre (verso 166):
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...porque
primero había maquinado él acciones indignas
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Pero solamente
Cronos, «de mente retorcida», se atrevió a seguir los consejos de su madre y
con la hoz, castró a Urano. De la sangre caída sobre la tierra, nacieron las
Erinias, los Gigantes y las ninfas de los bosques. De sus partes caídas
arrojadas al mar por Crono, nació Afrodita.
Crono
complació a su madre y Urano fue derrotado. Así, aunque no fuese su objetivo
principal, Crono se instaló en el trono de su padre y se convirtió en soberano
de los dioses. De esta forma el relato nos describe, además, cómo se produjo la
separación entre el Cielo (Urano) y la Tierra, que resulta ser una manera un
tanto violenta, con similitudes en otros mitos cosmogónicos (en el mito hitita,
Kumarbi castró a Anu).
Crono
se unió entonces a Rea y tuvo con ella cinco hijos: Hestia, Deméter, Hera,
Hades y Poseidón, la siguiente generación de dioses. Hesíodo nos cuenta cómo
Crono, para no ser derrotado y desposeído por ninguno de sus hijos, los iba
devorando a medida que nacían (verso 459 y siguientes):
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...y
los iba devorando el gran Crono
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ya
fin de que ningún otro de los ilustres Uránidas
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ostentara
entre los inmortales la regia dignidad.
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Y
es que se había enterado, por boca de Tierra y de Cielo estrellado,
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|
que
su destino era verse sometido por un hijo suyo.
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|
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Pero las
precauciones tomadas por Crono fueron inútiles, porque Rea le engañó. Así, tras
parir a Zeus, Rea lo escondió en una gruta y, en vez de entregar a Crono el
bebé, le entregó una roca envuelta en pañales, que éste devoró sin darse cuenta
del engaño. Cuando Zeus creció obligo a Crono a vomitar a sus hermanos que
estaban en el vientre de su padre. Zeus rescató de esta manera a sus hermanos,
que en agradecimiento le ofrecieron el trueno y el rayo, símbolos de poder.
Pero, el conflicto no había terminado, porque Crono lanzó contra Zeus a los
Titanes. Se inició una larga guerra entre estas dos generaciones de dioses,
hasta que finalmente los dioses más jóvenes, encabezados por Zeus, arrojaron a
los Titanes al Tártaro. La victoria de Zeus y los dioses olímpicos sobre los
Titanes, que representaban la fuerza bruta y la violencia, es el triunfo del
espíritu y de la justicia y marca el inicio de un nuevo ordenamiento del
Universo. Hesíodo relató que después del triunfo, Zeus es nombrado soberano por
consenso de todos los dioses, insistiendo en la imagen de Zeus como dios justo
y legítimo (versos del 883 al 885):
|
E
instaron entonces, por supuesto, a que fuera rey y soberano
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-por
discretos consejos de Tierra- al Olímpico Zeus longitonante,
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|
entre
los inmortales. Y él distribuyó bien las dignidades.
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885
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Pero Zeus tuvo que
afrontar una batalla más para conservar este nuevo orden: el enfrentamiento con
Tifón, el hijo de Gea y Tártaro.
Finalmente, Zeus,
dios legítimo y justo, adoptó su propia estrategia para no ser destronado por
ningún hijo suyo. Siguiendo los consejos de Urano y Tierra, Zeus aseguró su
reinado comiéndose, no ya a sus hijos, sino a su propia esposa, Metis, frenando
así cualquier intento sucesorio de su descendencia (versos 891 y siguientes):
|
...por
discretos consejos de Tierra y Cielo estrellado,
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y
es que así lo previnieron, a fin de que la regia dignidad
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|
no
la ostentara en vez de Zeus otro de los dioses imperecederos.
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Pues
era su destino que engendraría hijos muy prudentes,
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la
primera, una hija, Tritogenia, de ojos muy brillantes (...)
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895
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pero
después también un hijo, rey de dioses y de hombres,
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|
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iba
a engendrar, dotado de soberbio corazón.
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Así se aseguró el gobierno sobre todo el
cosmos, repartiendo entre las divinidades el dominio de algunos espacios: Hades
dominaría el mundo subterráneo, Poseidón los océanos y el cielo sería gobernado
por él. El Olimpo y la tierra quedaron como espacio para todos los dioses
olímpicos.
En la Teogonía de
Hesíodo esta es la forma en que es establecido el orden del Mundo. Los
enfrentamientos entre distintas generaciones de dioses que intentan destruir el
orden existente y luchan por el dominio del Cosmos, hasta que llega Zeus, el
dios justo, y establece el orden correcto, el que imperará desde entonces. Es
curioso cómo estas luchas recuerdan a las desarrolladas por dioses de otros
mitos cosmogónicos de Próximo Oriente: mito hitita (luchas de Kumarbi y Anu) y
mito babilonio del Enuma
Elis (Marduk se enfrentó a Tiamat). Los historiadores consideran
posible que esos mitos llegaran a Hesíodo mediante la transmisión oral. Por
otro lado, no podemos olvidar la obra de Homero, anterior a Hesíodo, en la que
se puede entrever el tema cosmogónico, si bien no es el tema principal de su
obra. Así en la Ilíada
en el canto XIV (versos 342 al 351) Homero describió la relación entre Hera y
Zeus, que recuerda la unión entre Urano y la Tierra:
|
El
montador de las nubes, Zeus, le dijo en réplica: «Hera, no temas que no vea
ningún dios ni hombre en medio de la nube con que voy a envolverte. Ni
siquiera el Sol la podrá atravesar con sus rayos, los más penetrantes de
todos». Así dijo, y el hijo de Crono estrechó en sus brazos a la esposa. Y,
bajo ellos, la tierra divina produjo verde hierba, loto fresco, azafrán y
jacinto espeso y tierno para levantarlos del suelo. Acostáronse allí y
cubriéronse con una hermosa nube dorada, de la cual caían lucientes gotas de
rocío.
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|
En este texto se
alude a un espacio ideal, un paraíso, pero es el momento en el que Hera intenta
engañar a Zeus, aprovechando su sueño para ayudar a los troyanos.
Hesíodo
pudo conocer esos poemas orales y también pudo conocer la obra de Homero (Ilíada), lo cierto es
que la Teogonía
de Hesíodo es la base de la mitología griega y sirve de enlace entre los mitos
próximo-orientales y los griegos.
Las
teogonías órficas
La
teogonía de Eudemo, la teogonía de Jerónimo y Helanico, la cosmogonía de las
Rapsodias y la teogonía del Papiro de Derveni se engloban dentro del conjunto
de las llamadas «Teogonías Órficas», así designadas porque eran atribuidas a
Orfeo. Damascio, autor neoplatónico que vivió entre el 480 y el 544 d. C.
aproximadamente, nos habló en su obra de la teogonía de Eudemo, de la obra de
Jerónimo y Helanico y de las Rapsodias en su principal obra: Problemas y Soluciones sobre los
Primeros Principios. Orfeo fue conocido por ser un excelente cantor
y era situado por la tradición en los tiempos de los orígenes, es decir antes
de Homero. Su ubicación en esos tiempos se realizó con la intención de que
Orfeo fuese considerado más antiguo que el propio Homero y, por tanto, resultase
más venerable que éste. Así, varias obras fueron atribuidas a Orfeo, como
recurso para garantizar su validez y antigüedad.
El
orfismo se puede definir como un movimiento religioso místico que se nutría de
otros movimientos como el pitagorismo, con el que compartía la transmigración
de las almas, el dionisismo, del que adopta el éxtasis, o el culto a Eleusis,
con el que comparte el elemento mistérico. El orfismo está muy marcado por el
mito y se elaboraron varias teogonías vinculadas con el desarrollo y destino de
las almas, siendo hasta cierto punto «antropogónicas». En las cosmogonías
órficas podemos realizar una clara distinción entre las «cosmogonías de la
Noche» y las «cosmogonías del huevo». «Cosmogonías de la Noche» son la de
Eudemo y la del Papiro de Derveni, y «cosmogonías del huevo», la de Jerónimo y
Helanico y la de Aristófanes. La de las Rapsodias, es una cosmogonía que
sintetiza elementos de ambos tipos: de la Noche y del huevo.
Eudemo
fue alumno de Aristóteles y vivió en el siglo IV a. C. Este autor puede ser
ubicado dentro de la corriente del orfismo y, como tal, transmitió el relato
teogónico atribuyendo la obra a Orfeo. En esta obra nos señaló que lo primero
fue la Noche, de la cual surgieron el Cielo y la Tierra Del Cielo y la Tierra
aparecieron la pareja Océano-Tetis, así hasta que se llegó a la sexta
generación de dioses. La teogonía órfica se detiene en la sexta generación,
dato que sabemos también por Platón, que en su obra Philebus, (66 c) nos indicó:
|
«A
la sexta generación», dice Orfeo, «cesad el orden del canto», pero corremos
el riesgo de que nuestro discurso quede detenido en el sexto juicio.
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|
Eudemo, también nos
relató cómo Cronos castró al Cielo, haciéndose con el poder, del mismo modo
que, posteriormente, Zeus destronaría a Cronos y dominaría el Cosmos. Todos
estos datos los conocemos gracias a las alusiones que hace Damascio en su obra De princ. 124 (III 162,
19 Westerink):
|
...El
relato sagrado transmitido por el peripatético Eudemo como obra de Orfeo guarda
silencio sobre todo lo que es objeto de intuición, como totalmente inefable e
incognoscible para el procedimiento discursivo y narrativo. Configura el
principio a partir de la Noche,...
|
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La
teogonía que conoció Eudemo, parece ser la misma que conoció Aristóteles, quien
afirma sobre los poetas más antiguos poetas, que consideraron como padres de
los dioses a Océano y Tetis. También Platón nos señaló, en Timaeus (40 d), que la
primera pareja fue Océano y Tetis, padres de la Tierra y el Cielo:
|
Hablar
de las demás divinidades (i.e. a excepción de los astros y la tierra) y
conocer su linaje es más de lo que podemos, así que hay que dar crédito a los
que han hablado antes de ello, que eran descendientes de dioses, según
afirmaban, y que de algún modo conocían con claridad a sus antepasados. Así
pues, es imposible no creer en los hijos de los dioses, aun cuando hablan sin
demostraciones verosímiles y necesarias, pero, dado que afirman que nos
relatan asuntos de su familia, hay que creerlos, siguiendo la costumbre.
Tengamos, pues, por buena, y digámosla así, la generación acerca de estos
dioses. De la Tierra y del Cielo nacieron como hijos Océano y Tetis. Y de
ellos Forcis, Crono y Rea y los que se llaman sus hermanos. Y además, los
descendientes de éstos.
|
|
Además, Platón en
su obra Cratylus
(402 b), hizo referencia a la consideración por parte de los «más antiguos» de
que el Océano es origen de los dioses y aludió a Homero, a Hesíodo y a Orfeo:
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Como
también dice Homero: « Océano, generación de los dioses y la madre Tetis».
Creo que también Hesíodo. Y dice en alguna parte Orfeo...
|
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En
1962, en Derveni, a unos 10 kilómetros de Salónica, fue hallado, junto a una
tumba, un papiro. El papiro se encontró entre los restos de la pira funeraria,
pero salvó de su destino de ser quemado, si bien es cierto que se deterioró a
causa del fuego y no se conserva entero. El papiro presenta un texto de 26
columnas, cada una con catorce líneas. Se trata de un comentario realizado por
un autor anónimo, del siglo IV a. C., influido por los presocráticos. El objeto
de la obra era la crítica a una obra anterior, una Teogonía datable en el siglo
VI a. C. que, al parecer, por los fragmentos reproducidos por el autor, se
asemejaba bastante a otras teogonías posteriores. Realmente de esa teogonía del
siglo VI, sólo disponemos de los versos y segmentos citados por el autor del
comentario. El comentarista realizó esa crítica porque consideraba que nada de
lo que había indicado Orfeo en la teogonía era cierto. La teogonía comenzaba
con unos versos que invitaban a escuchar el poema a los «conocedores», a los
que estuviesen capacitados para conocer la verdad. Posteriormente esa
invitación se convirtió en un recurso literario utilizado frecuentemente por muchos
autores al comenzar un tratado de literatura, una obra retórica, etc... A
continuación reproducimos los dos versos:
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Cantaré
para conocedores; cerrad las puertas, profanos.
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Hablaré
a quienes es lícito; cerrad las puertas, profanos.
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El comentarista,
respecto a estos versos introductorios señaló:
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Como
muestra en el verso bien destacado, pues, cuando exhorta a que cierren las
puertas a sus oídos, dice que no legisla para la mayoría... a los que son
puros para oír... y en el siguiente...
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El autor del
comentario considera que él sí estaba preparado para entender el mensaje que
transmitía Orfeo y comienza su crítica, citando versos del poema teogónico. Con
la reconstrucción realizada a partir de esas citas se puede llegar a la
conclusión de que esa teogonía no era muy larga, como mucho cien versos;
presentamos varios fragmentos del poema, los más relevantes para nuestro tema:
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Urano hijo de la Noche, que fue el primer rey
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...que
nacieron de Zeus, el monarca más que poderoso.
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Zeus,
cuando, recibido de su padre, el poder determinado por los dioses
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tomó
en sus manos y la fuerza, y a la ilustre deidad...
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Y
Zeus (... llegó a la cueva, donde)
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se
sentaba Noche, sabedora de todos los oráculos, inmortal nodriza de los
dioses.
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Ella
le vaticinó todo cuanto le era lícito lograr:
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cómo
ocuparía la hermosa sede del nevado Olimpo.
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Zeus,
una vez que oyó los vaticinios de su padre
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devoró
al venerable (o el miembro del)... que había saltado primero del éter.
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(Zeus)
que hizo algo terrible
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a
Cielo, hijo de Noche, que fue el primerísimo en reinar.
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Y
de éste a su vez, Crono, y luego el ingenioso Zeus,
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Respecto a este
último fragmento el autor del comentario señaló:
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Así
que dice (Orfeo) que este Crono nace del Sol y de la Tierra, porque tuvieron
su origen (los seres) por el chocarse de unos contra otros por causa del sol.
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El poema teogónico
sigue aludiendo a diversos dioses, siendo el principal Zeus:
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Al
Ingenio (Metis)... la dignidad regia... los tendones
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...del
venerable rey nacido el primero, y en él todos
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los
inmortales se gestaron: dioses felices y diosas,
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ríos,
fuentes amables y todo lo demás
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cuanto
entonces había llegado a ser, así que él llegó a ser lo único.
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Ahora
es rey de todo y en adelante lo será.
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Zeus
nació el primero, Zeus, el último, el de rayo refulgente,
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Zeus
es cabeza, Zeus centro, de Zeus todo se ha formado.
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Zeus
hálito de todo, Zeus de todo es destino
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Zeus
soberano, Zeus señor de todo, el de rayo refulgente.
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Nuevamente el autor
de la crítica realiza el siguiente comentario:
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Al
decir por eyaculación pone
de manifiesto que en el aire (las cosas) se movían, una vez divididas en
pequeñas partículas, y se montaban... Afrodita
Urania, Zeus, practicar el sexo, eyacular, Persuasión y Harmonía son
nombres del mismo dios. A la unión de un varón con una mujer se le llama
«practicar el sexo» (afrodisiázein)
en el lenguaje hablado.
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El poema
cosmogónico continúa:
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...y
concibió la poderosa fuerza de Océano de ancha corriente,
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e
hizo fluir en él los tendones de Aqueloo de argénteos remolinos,
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del
que proceden todos los mares...
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...de
igual hechura...
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y
que a muchos mortales se les manifiesta sobre la tierra inmensa
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Pero
cuando la mente de Zeus hubo concebido todas sus obras
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deseaba
unirse en amor con su propia madre
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A
partir de estos fragmentos podemos realizar una reconstrucción de los rasgos
principales de genealogía transmitida en esta teogonía. En primer lugar, Urano
fue el primer rey y el hijo de la Noche, por lo tanto la Noche fue lo primero,
si bien es cierto que de ella no se indica que tuviera ningún poder de mando.
El autor del comentario entendió que el Cielo y el Sol, eran el mismo dios. El
Cielo tuvo a su vez otro hijo, Crono. Crono castró a su padre y de esta forma
se hizo con el poder. Crono, padre de Zeus, fue a su vez derrotado por su hijo,
quien le arrebató el poder. Por otro lado, nos cuenta cómo Zeus, protagonista
del relato, fue a consultar a la Noche, que habitaba una cueva. La Noche
vaticinó a Zeus cómo iba a ocupar el trono del Olimpo. Zeus concibió a Océano,
a los mares y los ríos. Según este relato el mundo está ordenado a partir del
reinado de Zeus, puesto que es el principio y fin de las cosas. Zeus debía
unirse con su madre, Rea. De esta unión muy posiblemente surgió Dionisos, pero
antes, mediante una eyaculación de Zeus se formó Afrodita.
Con
la teogonía de Jerónimo y Halanico entramos en las «cosmogonías órficas del
huevo». No sabemos quiénes fueron Jerónimo y Helanico, ni conservamos su obra
completa. Conocemos su teogonía, principalmente, gracias a las referencias de
dos autores: Damascio (gracias al cual conocemos también la teogonía eudemia y
la de las Rapsodias) y Atenágoras. Atenágoras, que vivió entre el 133 y el 190
d. C., fue un autor platónico que se convirtió al Cristianismo y cuyas
referencias coinciden con las de Damascio. Con estas dos fuentes podemos
reconstruir la teogonía de Jerónimo y Helanico mejor que la de Eudemo. Esta
teogonía del huevo se puede datar en torno al siglo II a. C., siendo algo
anterior a las Rapsodias. En ella el relato resulta algo abstracto, sin embargo
la teogonía parece clara. En esta teogonía se indica que lo primero fue el
agua, de la cual se formó el barro, la tierra. Después apareció el Tiempo y la
Necesidad. Ambos separaron del agua original a Éter (ubicado arriba), Caos
(situado en centro) y Érebo (en la parte inferior). Así lo podemos leer en
Damascio De prin.
123
bis (III 160, 17 Westerink), 123 bis (III 161, 3, 8 y 20 Westerink):
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La
Teogonía órfica transmitida por Jerónimo y Helanico dice así: Desde el
principio hubo agua y la materia de la que se cuajó la tierra... siendo éstos
los principios que supone los primeros... el principio único anterior a los
dos lo pasa en silencio, pues el hecho mismo de no decir nada de él muestra
su carácter inefable... El tercer principio después de estos dos se originó
de ellos, digo, del agua y de la tierra, y fue un dragón dotado por
naturaleza de cabezas añadidas, una de toro y otra de león, y en medio de
ellas el rostro de un dios. Sobre sus hombros tenía alas y se llamaba Tiempo
desconocedor de la vejez y Heracles... Se unió a él Necesidad, que es a la
vez Naturaleza y Adrastea, incorpórea y con los brazos extendidos por todo el
mundo, tocando sus confines.
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También podemos
leerlo en la obra de Atenágoras Legatio
pro Christianis 18, 3-4 (128 Pouderon) y 20, 1 (134 Pouderon):
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Orfeo
también afirma un origen primero a partir del agua. Fue en efecto el agua el
principio de todas las cosas y del agua se formó fango... Y de ambos se
originó un animal: un dragón que tenía una cabeza de león
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Damascio en De princ. 123 bis (III
161, 19 Westerink) también nos indicó:
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...Éste
era pues el Tiempo desconocedor de la vejez, muy honrado en aquella (las
Rapsodias), padre de Éter y de Caos. Sin duda también según esta (la de Jerónimo
y Helanico) este Tiempo, el dragón, genera una triple descendencia: Éter
húmedo -dice-, Caos sin límites y el tercero, después de ellos, Érebo
nebuloso...
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La
cosmogonía sigue contando que en el centro del espacio se formó un huevo, engendrado
por el Tiempo y que al romperse, la cáscara de arriba, formó el Cielo y la de
abajo, la Tierra. En el centro apareció el Primogénito. Tiempo y Primogénito
fueron descritos con características similares. Resulta interesante el
fragmento de la obra de Damascio donde reproduce el origen de este «huevo»:
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Pero
entretanto, según dice, Tiempo engendró un huevo; también esta tradición lo
hace criatura de Tiempo.
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También Atenágoras
en su Legatio pro
Christianis 18, 5 (130 Pouderon), nos indicó:
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Este
Heracles engendró un huevo descomunal que, lleno de la fuerza de quien lo
había engendrado, se partió en dos por causa de la fricción. Su parte
superior acabó por ser el Cielo, y la que se fue para abajo, la Tierra. Y
también apareció un tercer dios bicórpore.
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Damascio menciona
este «dios bicórpore» en De
princ. 123 bis (III 162, 5 Westerink):
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La
diada de las naturalezas que hay en él, de la masculina y de la femenina y de
la pluralidad de simienes que hay en medio. Y en tercer lugar, además de
estos, un dios bicórpore, con alas de oro sobre los hombros, que tenía por
naturaleza a ambos lados cabezas de toro y sobre su cabeza una monstruosa
serpiente que adoptaba las más variadas formas de animales... También este
texto sagrado celebra a Primogénito.
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El
relato continúa, describiéndonos cómo Cielo se unió a Tierra. De esta unión
nacieron como hembras: Cloto, Láquesis y Atropo; y como hombres los Centímanos
y los Cíclopes, Brontes, Estéropes y Arges. También nos cuenta que Crono castró
al Cielo y que devoró a sus hijos hasta que Zeus, uno de sus descendientes, lo
derrotó. En la obra de Atenágoras, Legatio
pro Christianis 18, 6 (130 Pouderon) y 20, 2 (134 Pouderon),
tenemos constancia de estos hechos:
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Cielo,
unido a Tierra, engendra como hembras a Cloto, Láquesis y Atropo, y como
varones a los Centímanos, Coto, Giges y Briareo, así como a los Cíclopes
Brontes, Estéropes y Arges. Tras haberlos aherrojado, los arrojó al Tártaro,
al haberse enterado de que sería desposeído del poder por sus hijos... Además
de eso, describieron también sus cuerpos, diciendo de Heracles, que era un
dragón retorcido, y que otros tenían cien manos.
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Con respecto a
Crono, en la obra de Atenágoras, en 20, 3 (136 Pouderon), encontramos:
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Y
asimismo las «hazañas» realizadas por ellos nos las contaron cuidadosamente,
según creen ellos: que Crono le cortó los genitales a su padre y que los
arrojó de su carro y que mató a sus hijos devorando a los varones, pero que
Zeus, tras haber atado a su padre, lo arrojó al Tártaro (igual que Urano
había hecho con sus hijos) y que combatió contra los Titanes por el
reinado...
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Zeus,
tras destronar a su padre, obtuvo el poder, como bien nos transmitió Damascio
en De princ. 123 bis (III 162, 15 Westerink):
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Y
llama a Zeus el que ordena todas las cosas y el universo entero, por lo que
también se le denomina Pan...
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Zeus se unió a su
madre, Rea, también conocida como Deméter, con la cual tuvo una hija: Core,
descrita como una especie de ser «monstruoso». Core, llamada Perséfona, fue
violada por su padre, y fruto de esa violación tuvieron un hijo: Dionisos. De
toda la descendencia de Zeus, descrita en la teogonía de Jerónimo y Helanico,
nos dejó buena constancia Atenágoras en Legatio
pro Christianis, 20, 3 (136 Pouderon) y 32, 1 (192 Pouderon):
|
...
y que persiguió a su madre, Rea, cuando se resistía a unirse sexualmente con
él y, cuando ésta se tornó en una sierpe, también él se tomó en una
serpiente, y tras haberla atado con el llamado «nudo de Heracles» -la varita
de Hermes es símbolo de este tipo de unión- se apareó con ella... E incluso
que se apareó con Perséfona, su hija, tras haberla violado también a ella
bajo la forma de una serpiente, y que tuvo de ella un hijo, Dioniso... No es
extraño, pues, que inventen historias sobre nosotros como las que cuentan
acerca de sus propios dioses. Pues presentan los sufrimientos de sus dioses
como misterios. Sería preciso que ellos, si estaban dispuestos a considerar
terribles las uniones promiscuas y licenciosas, odiaran a Zeus (que tuvo
hijos de su madre, Rea, y de su hija, Core, teniendo así como esposa a su
propia hermana) o a su poeta Orfeo el creador de estas historias, porque hizo
a Zeus más impío y abominable que Tiestes.
|
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En otro fragmento
de esta misma obra, 20, 1 (134 Pouderon), Atenágoras señaló:
|
...Dicen
que la hija de Zeus, a la que había engendrado de su madre Rea o también
Deméter tenía dos ojos en su sitio natural y dos más en la frente, y la cara
de un animal por la parte de atrás de su cuello, y que tenía cuernos, razón
por la cual Rea, asustada del monstruoso aspecto de su hija, huyó y no le
ofreció el pecho, por lo que es llamada en el lenguaje místico Atela, pero
comúnmente Perséfona y Core (la muchacha), aunque
no es la misma que Atenea, a la que se le llama así porque es una doncella.
|
|
En
esta teogonía podemos encontrar elementos y personajes comunes con las
anteriores, pero también hallamos elementos novedosos. Vemos que en este
relato, como en las demás cosmogonías, aparecen temas recurrentes: el origen
divino mediante generación espontánea, o bien mediante la unión sexual, el
enfrentamiento entre las distintas generaciones de dioses, la castración...
Entre los elementos novedosos encontramos el agua como materia primigenia. El
hecho de considerar al agua como elemento primigenio, nos revela que en esta
teogonía, hay cierto influjo del pensamiento filosófico griego; debemos
recordar que para el estudioso Tales de Mileto, el agua era el origen de todo.
Así el agua no es entendida únicamente como un ser primordial divino, sino como
un elemento primordial. Otro aspecto que parece innovador es la unión de Zeus
con su madre y con su hija. Por otro lado, también nos llama la atención que,
frente a la Teogonía
de Hesíodo, donde vivíamos bajo el mundo de Zeus, en esta teogonía órfica,
vivimos bajo el de Dioniso. Finalmente es interesante la presentación de Tiempo
como un ser monstruoso con todos los rasgos animales, y lo mismo sucede con la
hija de Zeus y Rea: Core. Esta presentación como «monstruos» se puede explicar
por el hecho de que fue difícil para los griegos comprender a un ser sin
cuerpo, de ahí que todos los seres míticos que aparecen en el origen del mundo
o antes de que el mundo esté ordenado tal y como lo conocemos, apareciesen con
formas mixtas.
Por
último, nos encontramos con la teogonía de las «Rapsodias» ubicada en torno al
siglo I a. C. y que se nutre de todas las cosmogonías anteriores. Esta teogonía
es la única que aún se conservaba en época de Damascio; según sabemos, este
autor en el siglo V d. C. pudo leer una obra titulada Rapsodias de Orfeo. En
esta teogonía podemos apreciar elementos bastante comunes y antiguos que
recuerdan a la teogonía de Hesíodo, al lado de otros elementos más innovadores.
En este relato del origen del mundo, la Noche no nació, sino que era la
condición inicial del mundo primitivo. Dentro de esa Noche primigenia, se
formaron el tiempo (Crono) y después aparecieron Caos y Éter, de los que
posteriormente surgieron el Cielo y la Tierra. El Tiempo creó en este medio un
huevo cósmico. De ese huevo original surgió el primero de todos los dioses:
Eros, conocido también como «Phanes». Este dios primigenio fue el creador del
resto de las divinidades y del mundo. Crono tuvo un hijo, Zeus quien derrotó a
su padre, emborrachándolo con hidromiel. Después, Zeus, devoró a «Phanes» y a
toda la creación, tras lo cual creó un nuevo mundo, que fue producido de forma
ordenada. A continuación, esta teogonía nos relata el nacimiento y la historia
de Dioniso. Zeus cedió el poder a Dioniso, cuando todavía era un niño, pero
murió a manos de los Titanes. Sin embargo, su corazón todavía palpitante, fue
recogido por Atenea y ofrecido a Semele para que lo comiese. Así es cómo Semele
quedó embarazada de Dioniso, pero ésta murió quemada por su condición de mortal
al unirse a Zeus. Zeus pudo recuperar el feto, que después nació de su muslo.
Dioniso fue entregado a una divinidad del campo para que lo protegiese.
Finalmente, los Titanes fueron destruidos por Zeus con su rayo y de sus pedazos
aparecieron los primeros seres humaos.
La
teogonía de las Rapsodias, como hemos apuntado anteriormente, adopta elementos
de las teogonías anteriores, tanto de las denominadas de la «Noche», como de
las conocidas como «teogonías del huevo». Por tanto, en ella encontramos
detalles que resultan bastante antiguos, y que recuerdan en ocasiones a la
teogonía de Hesíodo, junto con otros elementos novedosos. Una idea que recuerda
a otras teogonías, es la de la dualidad en el origen de los dioses: por un
lado, la generación espontánea, y, por otro, la relación sexual. Otro detalle
que resulta arcaico, es la derrota de Crono por su hijo, Zeus. También resulta
recurrente el tema de la lucha entre dioses, por ejemplo: Zeus contra los
Titanes. Sin embargo, hay algunos elementos innovadores, como la historia de
Dioniso. Su nacimiento a partir del muslo de Zeus es sorprendente, si bien es
cierto que ya antes Atenea había nacido a partir de la cabeza del rey de los
dioses olímpicos. También es novedoso el hecho de que Zeus no sólo devore a
Phanes, sino también a la creación. Si lo examinamos atentamente, ya en la
teogonía de Hesíodo, Zeus había devorado a su esposa Metis para poner fin a
cualquier posible intención sucesoria de su prole, con lo cual no es extraño
que pueda devorar a Eros. Sin embargo, en esta ocasión hay un simbolismo y una
intención que va más allá de la cuestión sucesoria. En la teogonía de las
Rapsodias, se quiere convertir al dios que gobierna el mundo en su dios creador,
por lo cual Zeus devora
la creación y produce un mundo nuevo ordenado.
Debemos citar, para concluir, a
dos autores clásicos, Aristófanes y Eurípides, en cuyas obras subyacen restos
de una antigua teogonía órfica en la que aparece un huevo, tal vez la más
antigua. La obra de Aristófanes (450-385 a. C.), titulada Aves, resulta ser una
fuente indirecta muy interesante para conocer esta cosmogonía. Sin embargo,
debemos tener presente que esta obra es una comedia, cuya estructura imita a
las antiguas teogonías, con la finalidad de justificar, en tono de humor, la
mayor antigüedad de las aves respecto al ser humano. Así, parodiando a las
antiguas cosmogonías, aparecen detalles que pueden recordar a los relatos
órficos, como la aparición de un «huevo cósmico» y la posterior formación de
Eros dentro del mismo. Estos elementos los podemos apreciar en el siguiente
fragmento de Aves
694-696:
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Y
de Erebo en el regazo ilimitado
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engendra
lo primero un huevo huero Noche de alas negras,
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695
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del
que, con el trascurso de las estaciones, nació Eros el deseado,
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de
espalda refulgente por su par de alas de oro, parejo a torbellinos raudos
como el viento.
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|
Por
otro lado, tenemos la escasa información que nos ofrece Eurípides (480-406 a.
C.) en su obra Hipsípila.
Desgraciadamente
el fragmento se halla en un estado de conservación penoso y el papiro sobre el
que fue escrito está bastante deteriorado, por lo cual en algunas frases
solamente se pueden leer palabras inconexas. A pesar de ello, lo que Eurípides
nos transmite en su obra se asemeja bastante a la idea de Aristófanes, como
podemos ver en Hipsípila, 1103 ss (111, 20 Cockle):
|
«Soberana
de los dioses, ...
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una
luz nunca vista ...
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al
(en el) éter el Primogénito ...
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quiso
Eros, cuando Noche(?) ...
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crió,
entonces ...
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de
los dioses nacido?
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La idea del
Primogénito aparecía en la teogonía de Jerónimo y Helanico y también Eros es
mencionado en otras teogonías órficas como la de las «Rapsodias». Para
finalizar, señalaremos que tanto la obra de Aristófanes, como la de Eurípides,
nos remiten a una cosmogonía órfica antigua y responden a la misma tradición que
la Teogonía de Jerónimo y Helanico o las Rapsodias.
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