GUÍA DE LOS MÉDIUMS Y DE LOS EVOCADORES
PRIMERA PARTE
PRIMERA PARTE
NOCIONES PRELIMINARES
CAPÍTULO PRIMERO
¿HAY ESPÍRITUS?
1. La duda concerniente a la existencia de los
Espíritus, tiene por causa primera la ignorancia de su verdadera naturaleza. Se
les figura generalmente como seres aparte en la creación, y cuya necesidad no
está demostrada. Muchos no los conocen sino por los cuentos fantásticos que han
oído desde la cuna, poco más o menos como se conoce la historia por los
romances; sin investigar si estos cuentos, separados los accesorios ridículos,
se apoyan sobre un fondo de verdad, sólo les impresiona lo absurdo; no quieren
tomarse el trabajo de quitar la corteza amarga para descubrir la almendra y
rehusan el todo, como hacen con la Religión los que, por ver ciertos abusos,
todo lo confunden en la misma reprobación.
Cualquiera
que sea la idea que se forme de los Espíritus, esta creencia está
necesariamente fundada sobre la existencia de un principio inteligente fuera de
la materia, y es incompatible con la negación absoluta de este principio.
Tomamos, pues, nuestro punto de partida en la existencia, la supervivencia y la
individualidad del alma, de lo que el "Espiritualismo" es la
demostración teórica y dogmática, y el "Espiritismo" la demostración
patente. Hagamos, por un instante, abstracción de las manifestaciones
propiamente dichas, y raciocinando por inducción, veamos a qué consecuencia
llegaremos.
2.
Desde el momento que se admite la existencia del alma y su individualidad
después de la muerte, es menester también admitir: 1º que es de una naturaleza
diferente del cuerpo, pues que una vez separada de éste no tiene ya sus
propriedades; 2º que goza de la conciencia de sí misma, puesto que se le
atribuyen la alegria o el sufrimiento; de otro modo sería un ser inerte, y
tanto valdría para nosotros no tenerla. Admitido esto, el alma va a alguna
parte; ¿en qué se convierte y a dónde va? Según la creencia común, va al cielo
o al infierno ¿pero dónde están el cielo y el infierno? Se decía en otro tiempo
que el cielo estaba arriba y el infierno abajo; ¿pero qué es lo que está arriba
o abajo en el universo desde que se conoce la redondez de la Tierra, el
movimiento de los astros que hace que lo que es arriba en un momento dado venga
a ser lo bajo en doce horas, lo infinito del espacio en el cual el ojo se sumerge
en distancias inconmensurables? Es verdad que por lugares bajos se entienden
también las profundidades de la tierra; ¿pero qué han venido a ser estas
profundidades desde que se han ojeado por la geología? ¿Qué se han hecho estas
esferas concéntricas llamadas cielo de fuego, cielo de las estrellas, desde que
se sabe que la Tierra no es el centro de los mundos, que nuestro mismo sol no
es más que uno de los millones de soles que brillan en el espacio, y que cada
uno de ellos es el centro de un torbellino planetario? ¿Qué importancia tiene
la Tierra perdida en esta inmensidad? ¿Por qué privilegio injustificable este
grano de arena imperceptible, que no se distingue por su volumen ni por su
posición, ni por un objeto particular, estaría él sólo poblado de seres
racionales? La razón rehusa admitir esta inutilidad de lo Infinito, y todo nos
dice que esos mundos están habitados. Si están poblados, suministran pues su
contigente al mundo de las almas; pero repetimos, ¿qué es de estas almas,
puesto que la Astronomía y la Geología han destruido las moradas que les
estaban señaladas, y sobre todo desde que la teoria tan racional de la
pluralidad de los mundos, las ha multiplicado hasta el infinito? La doctrina de
la localización de las almas, no pudiendo ponerse de acuerdo con los datos de
la ciencia, otra doctrina más lógica les señala por dominio, no un lugar
determinado, y circunscrito, sino el espacio universal: es todo un mundo
invisible en medio del cual vivimos, que nos circuye y nos rodea sin cesar.
¿Hay en esto una imposibilidad, alguna cosa que repugne a la razón? De ningún
modo; todo nos dice, al contrario, que no puede ser de otra manera. ¿Pero
entonces qué vienen a ser las penas y las recompensas futuras, si les quitáis
los lugares especiales? Observad que la incredulidad, respecto a esas penas y
recompensas, está, generalmente, provocada, porque se las presenta con
condiciones inadmisibles; pero decid en lugar de esto que las almas sacan su
dicha o su desgracia de sí mismas; que su suerte está subordinada a su estado
moral; que la reunión de las almas simpáticas y buenas es una fuente de
felicidad; que según su grado de depuración, penetran y ven cosas que se borran
ante las almas groseras, y todo el mundo lo comprenderá sin trabajo; decid
además que las almas no llegan al grado supremo si no por medio de los
esfuerzos que hacen para mejorarse y después de una serie de pruebas que sirven
a su depuración; que los ángeles son las almas que han llegado al último grado,
el que todas pueden alcanzar con buena voluntad; que los ángeles son los
mensajeros de Dios encargados de velar en la ejecución de sus designios en todo
el Universo; que son dichosos de estas misiones gloriosas, y daréis a su
felicidad un fin más útil y más atractivo que el de una contemplación perpetua,
que no sería otra cosa que una inutilidad perpetua; decid, en fin, que los
demonios no son otros que las almas de los malvados, todavía no depuradas, pero
que pueden llegar a serlo como las otras, y esto parecerá más conforme a la
justicia y a la bondad de Dios, que la doctrina de seres creados para el mal y
perpetuamente dedicados a él. He aquí, repetimos, lo que la razón más severa,
la lógica más rigurosa, en una palabra, el buen sentido, pueden admitir.
Las
almas que pueblan el espacio son precisamente lo que se llaman
"Espíritus"; los "Espíritus" no son, pues, otra cosa que
las almas de los hombres despojadas de su envoltura corporal. Si los Espíritus
fuesen seres aparte, su existencia sería más hipotética; pero si admitimos que
hay almas, es necesario también admitir los Espíritus que no son otros que las
almas; si se admite que las almas están por todas partes, es necesario admitir
igualmente que los Espíritus están por todo. No se podría, pues, negar la
existencia de los Espíritus sin negar la de las almas.
3.
Esto no es, en verdad, sino una teoría más racional que la otra; pero ya es
mucho una teoría que no contradiga ni la razón ni la ciencia; si además está
corroborada por los hechos, tiene para sí la sanción del razonamiento y de la
experiencia. Estos hechos, nosotros los encontramos en el fenómeno de las
manifestaciones espiritistas, que son así la prueba patente de la existencia y
de la supervivencia del alma. Pero para muchas gentes, su creencia no va mas
allá; admiten la existencia de las almas y por consecuencía la de los
Espíritus, pero niegan la posibilidad de comunicarse con ellos, por la razón,
dicen, que seres inmateriales, no pueden obrar sobre la materia. Esta duda está
fundada sobre la ignorancia de la verdadera naturaleza de los Espíritus, de la
cual se forma generalmente una idea muy falsa, que se les considera sin razón
como seres abstractos, vagos e indefinidos, lo que no es así.
Figurémonos
desde luego el Espíritu en su unión con el cuerpo; el Espíritu es el ser
principal, pues, que es el ser "pensador y superviviente"; el cuerpo
no es, por consiguiente, más que un "accesorio" del Espíritu, una
envoltura, un vestido que deja cuando está usado. Además de esta envoltura
material, el Espíritu tiene una segunda, semi-material que le une a la primera;
en la muerte, el Espíritu se despoja de ésta, pero no de la segunda a la que
nosotros damos el nombre de "periespíritu". Esta envoltura
semi-material que afecta la forma humana, constituye para él un cuerpo
fluídico, vaporoso, pero que, por ser invisible para nosotros en su estado
normal no deja de poseer algunas de las propiedades de la materia. El Espíritu
no es, pues, un punto, una abstracción, sino un ser limitado y circunscrito, al
cual sólo falta ser visible y palpable para parecerse a los seres humanos. ¿Por
qué pues no obraría sobre la materia? ¿Por qué su cuerpo es fluídico? ¿Pero no
es entre los fluidos los más rarificados, los mismos que se miran como
imponderables, la electricidad, por ejemplo, que el hombre encuentra sus más
poderosos motores? ¿Es que la luz imponderable no ejerce una acción química
sobre la materia ponderable? Nosotros no conocemos la naturaleza íntima del
periespíritu; pero supongámosle formado de materia eléctrica, o de otra tan
sutil como ésta, ¿por qué no tendría la misma propiedad siendo dirigida por una
voluntad?
4.
La existencia del alma y la de Dios, que son la consecuencia una de la otra,
siendo la base de todo el edificio, antes de entablar alguna discusión
espiritista, importa asegurarse si el interlocutor admite esta base. Si a estas
preguntas: ¿Creéis en Dios? ¿Creéis tener un alma? ¿Creéis en la supervivencia
del alma después de la muerte? – responde negativamente, o si dice simplemente:
"Yo no sé; querría que fuese así, pero no estoy seguro de ello", lo
que, las más veces, equivale a una cortés negativa, disfrazada bajo una forma
menos explícita a fin de no chocar muy bruscamente lo que él llama
“preocupaciones respetables”, sería tan inútil ir más allá, como el pretender
demostrar las propiedades de la luz al ciego que no la admitiese, porque en
definitiva, las manifestaciones espiritistas no son otra cosa que los efectos
de las propiedades del alma; con aquél es necesario seguir otro orden de ideas
si no se quiere perder el tiempo.
Si
se admite la base, no a título de "probabilidad", si no como cosa
segura, incontestable, la existencia de los Espíritus, se deduce naturalmente.
5.
Resta ahora la cuestión de saber si el Espíritu puede comunicarse al hombre,
esto es, si puede hacer con él cambio de pensamientos. ¿Y por qué no? ¿Qué es
el hombre si no un Espíritu encarcelado en un cuerpo? ¿Por qué el Espíritu
libre no podría comunicarse con el Espíritu en prisión, como el hombre libre
con el que está entre cadenas? Desde luego que admitís la supervivencia del
alma, ¿es racional no admitir la supervivencia de los afectos? Puesto que las
almas están por todas partes, ¿no es natural el pensar que la de un ser que nos
ha amado durante su vida, venga cerca de nosotros, que desee comunicarse, y que
se sirva para esto de los medios que están a su disposición? ¿Durante su vida
no obraba sobre la materia de su cuerpo? ¿No era ella quién dirigía sus
movimientos? ¿Por qué, pues, después de su muerte, de acuerdo con otro Espíritu
ligado a un cuerpo, no tomaría este cuerpo vivo para manifestar su pensamiento,
como un mudo puede servirse de uno que hable para hacerse comprender?
6.
Hagamos por un instante abstracción de los hechos que, para nosotros, hacen la
cosa incontestable; admitámoslos a titulo de simple hipótesis; pidamos que los
incrédulos nos prueben, no por una simple negativa, porque su dictamen personal
no puede hacer ley, sino por razones perentorias, que esto no puede ser.
Nosotros nos colocaremos sobre su terreno, y puesto que quieren apreciar los
hechos espiritistas con ayuda de las leyes de la materia, que tomen, por
consiguiente, en este arsenal, alguna demostración matemática, física, química,
mecánica, y fisiológica, y prueben por "a" más "b",
partiendo siempre del principio de la existencia y supervivencia del alma:
1º
Que el ser que piensa en nosotros durante la vIda no debe pensar más después de
la muerte;
2º
Que, si piensa, no debe pensar más en los que ha amado;
3º
Que si piensa en aquellos que ha amado, no debe querer ya comunicarse con
ellos;
4º
Que si puede estar por todas partes, no puede estar a nuestro lado;
5º
Que si está a nuestro lado, no puede comunicarse con nosotros;
6º
Que por su envoltura fluídica no puede obrar sobre la materia inerte;
7º
Que si puede obrar sobre la materia inerte, no puede obrar sobre un ser
animado;
8º
Que si puede obrar sobre un ser animado, no puede dirigir su mano para hacerle
escribir;
9º
Que pudiendo hacerlo escribir, no puede responder a sus preguntas y trasmitirle
su pensamiento.
Cuando
los adversarios del Espiritismo nos hayan demostrado que esto no puede ser, por
razones tan patentes como aquellas por las cuales Galileo demostró que no es el
Sol el que da vueltas alrededor de la Tierra, entonces podremos decir que sus
dudas son fundadas; desgraciadamente hasta este día toda su argumentación se resume en estas palabras: Yo
no creo, luego esto es imposible. Nos dirán sin duda que toca a nosotros probar
la realidad de las manifestaciones; nosotros se la probamos por los hechos y el
raciocinio; si no admiten ni lo uno ni lo otro, si aún niegan lo que ven,
corresponde a ellos el probar que nuestro raciocinio es falso y que los hechos
son imposibles.
CAPÍTULO II
LO
MARAVILLOSO Y LO SOBRENATURAL
7. Si la creencia en los Espíritus y en sus
manifestaciones fuese una concepción aislada, el producto de un sistema, podría
con alguna apariencia de razón ser sospechosa de ilusión; pero que se nos diga
¿por qué se la encuentra tan viva entre todos los pueblos antiguos y modernos,
y en los libros santos de todas las religiones conocidas?
Esto
es, dicen algunos críticos, porque en todo tiempo el hombre ha amado lo
maravilloso. - ¿Qué es, pues, lo maravilloso según vosotros? - Lo que es
sobrenatural. –Qué entendéis por sobrenatural? - Lo que es contrario a las
leyes de la naturaleza. -¿Acaso conocéis estas leyes con tanta perfección que
os sea posible marcar un limite a la potencia de Dios? ¡Pues bien! Probad
entonces que la existencia de los Espíritus y sus manifestaciones son
contrarias a las leyes de la naturaleza; que esto no es y no puede ser una de
estas leyes. Seguid la Doctrina Espiritista y ved si se eslabona con todos los
caracteres de una admirable ley que resuelve todo lo que las leyes filosóficas
no han podido resolver hasta este día. El pensamiento es uno de los atributos
del Espíritu; la posibilidad de obrar sobre la materia, de hacer impresión
sobre nuestros sentidos y por consecuencia de transmitir su pensamiento,
resulta, si podemos expresarnos así, de su constituición fisiológica: luego no
hay en este hecho nada de sobrenatural, nada de maravilloso. Que un hombre
muerto y bien muerto, resucite corporalmente, que sus miembros dispersos se
reúnan para volver a formar su cuerpo, he aquí lo maravilloso, lo sobrenatural,
lo fantástico; eso sería una verdadera derogación que Dios no puede cumplir
sino por un milagro, pero no hay nada de esto en la Doctrina Espiritista.
8.
Sin embargo, se dirá, admitís que un Espíritu puede levantar una mesa y
mantenerla en el espacio sin punto de apoyo; ¿acaso no es ésto una derogación
de la ley de gravedad? De la ley conocida, sí, ¿pero la Naturaleza ha dicho su
última palabra?
Antes
que se hubiese conocido la fuerza ascensional de ciertos gases, ¿quién hubiera
dicho que una pesada máquina llevando muchos hombres, pudiera triunfar a la
fuerza de atracción? A los ojos del vulgo ¿no debería parecer maravilloso,
diabólico? El que hubiera propuesto, hace un siglo, transmitir un despacho a
500 leguas, y recibir la contestación en algunos minutos, hubiera pasado por un
loco; si lo hubiese hecho, se hubiera creído que tenía el diablo a sus órdenes,
porque entonces sólo el diablo era capaz de ir tan aprisa. ¿Por qué, pues, un
fluido desconocido, no tendría la propiedad en circunstancias dadas, de
contrabalancear el efecto de la gravedad, como el hidrógeno contrabalancea el
peso del globo aereostático? Hacemos esta observación de paso, que es una
comparación, mas no una asimilación, y únicamente para demostrar, por analogía
que el hecho no es físicamente imposible. Pero fue precisamente cuando los
sabios, en la observación de estas especies de fenómenos, quisieron proceder
por vía de asimilación que se engañaron. Por lo demás el hecho existe; todas
las denegaciones no podrán hacer que no sea, porque negar no es probar; para
nosotros no hay nada de sobrenatural; es todo lo que podemos decir por el
momento.
9.
Si el hecho está constatado, se dirá, nosotros lo aceptamos, aceptamos aún la
causa que acabáis de señalar, la de un fluido desconocido; ¿pero que prueba la
intervención de los Espíritus? En esto está lo maravilloso, lo sobrenatural.
Sería
menester aquí una demostración que no estaría en su sitio y tendría por otra
parte doble colocación, porque resalta de todas las otras partes de la
enseñanza. Sin embargo, para resumirla en pocas palabras, diremos que está
fundada, en teoría, sobre este principio: todo efecto inteligente debe tener
una causa inteligente; en práctica: sobre la observación que los fenómenos
llamados espiritistas, habiendo dado pruebas de inteligencia, debían tener su
causa fuera de la materia; que esta inteligencia no siendo la de los asistentes
- esto es un resultado de experiencia - debía estar fuera de ellos; pues que no
se veía el ser en acción, debía ser un ser invisible. Desde entonces fue, que
de observación se llegó a reconocer que este ser invisible, al cual se ha dado
el nombre de Espíritu, no es otro que el alma de aquellos que han vivido
corporalmente, y que la muerte ha despojado de su grosera envoltura visible, no
dejándoles más que una envoltura etérea, invisible en su estado normal. He aquí
pues, lo maravilloso y lo sobrenatural reducidos a su más simple expresión. Una
vez acreditada la existencia de seres invisibles, su acción sobre la materia
resulta de la naturaleza de su envoltura fluídica; esta acción es inteligente,
porque muriendo, ellos no han perdido más que su cuerpo, pero han conservado la
inteligencia que es su esencia; ahí está la llave de todos estos fenómenos
reputados sin razón sobrenaturales. La existencia de los Espíritus no es pues
un sistema preconcebido, una hipótesis imaginada para explicar los hechos; es
un resultado de observaciones y la consecuencia natural de la existencia del
alma; negar esta causa, es negar el alma y sus atributos. Aquellos que crean
poder dar, de estos efectos inteligentes, una solución más racional, pudiendo
sobre todo dar razón de "todos los hechos" , que tengan la bondad de
hacerlo y entonces se podrá discutir el mérito de cada uno.
10.
A los ojos de estos que miran la materia como la sola potencia de la
Naturaleza, "todo lo que no puede ser explicado por las leyes de la
materia es maravilloso o sobrenatural"; y para ellos,
"maravilloso" es sinónimo de superstición.
Bajo
este título la religión, fundada sobre la existencia de un principio
inmaterial, sería un tejido de supersticiones; no se atreven a decirlo en voz
alta, pero lo dicen bajito, y creen salvar las apariencias concediendo que es
necesaria una religión para el pueblo, y para hacer que los niños sean sabios;
luego, de dos cosas la una, o el principio religioso es verdadero o es falso;
si es verdadero, lo es para todo el mundo; si falso, tan malo es para los
ignorantes como para las gentes ilustradas.
11.
Los que atacan al Espiritismo en nombre de lo maravilloso, se apoyan, pues,
generalmente, sobre el principio materialista, porque negando todo efecto
extra-material, niegan, por lo mismo, la existencia del alma; sondead el fondo
de su pensamiento, escudriñad bien el sentido de sus palabras, y veréis casi
siempre este principio, si no es categóricamente formulado, despuntar bajo las
apariencias de una pretendida filosofía racional con que ellos lo cubren.
Rebatiendo a cuenta de lo maravilloso, todo lo que se deduce de la existencia
del alma, son consecuentes consigo mismos; no admitiendo la causa, no pueden
admitir los efectos; de ahí en ellos una opinión preconcebida que les hace
impropios para juzgar sanamente el Espiritismo porque parten del principio de
la negación de todo lo que no es material. En cuanto a nosotros, de que
admitamos los efectos que son la consecuencia de la existencia del alma, ¿se
sigue acaso que aceptemos todos los hechos calificados de maravillosos; que
seamos los campeones de todos los que sueñan, los adeptos de todas las utopías,
de todas las excentricidades sistemáticas? Sería menester conocer muy poco el
Espiritismo para pensarlo; pero nuestros adversarios no miran éste tan de
cerca: la necesidad de conocer aquello de que hablan es el menor de sus
cuidados. Según ellos, lo maravilloso es absurdo; pues el Espiritsmo se apoya sobre
hechos maravilosos, luego el Espiritismo es absurdo: esto para los mismos es un
juicio sin apelación. Creen oponer un argumento sin réplica, cuando después de
haber hecho eruditas investigaciones sobre los convulsionarios de San-Medard,
los calvinistas de las Cevenas, o las religiosas de Londun, han conseguido
descubrir hechos patentes de superchería que nadie niega; ¿pero estas historias
son el evangelio del Espiritismo? ¿Sus partidarios han negado que el
charlatanismo haya explotado ciertos hechos en su provecho; que la imaginación
los haya creado; que el fanatismo los haya exagerado mucho? No es solidario de
las extravagancias que se pueden cometer en su nombre, como la verdadera
ciencia, no lo es de los abusos de la ignorancia, ni la verdadera religión, de
los excesos del fanatismo. Muchos críticos juzgan el Espiritismo sobre los
cuentos de hadas y las leyendas populares que son sus ficciones; es como si
juzgáramos la historia sobre los romances históricos o las tragedias.
12.
En lógica elemental, para discutir una cosa es menester conocerla, porque la
opinión de su crítico no tiene valor, hasta tanto que hable con perfecto
conocimiento de causa; sólo entonces aunque su opinión fuese errónea, puede
tomarse en consideración ¿pero qué valor tendrá sobre una materia que no
conoce? El verdadero crítico debe hacer prueba, no sólo de erudición, sino de
un saber profundo respecto del objeto que trate, de un juicio sano y de una
imparcialidad a toda prueba; de otro modo el primer músico del lugar podría
arrogarse el derecho de juzgar a Rossini, y un aprendiz el de censurar a
Rafael.
13.
El Espiritismo no acepta, pues, todos los hechos reputados maravillosos o
sobrenaturales; lejos de eso, demuestra la imposibilidad de un gran número, y
el ridículo de ciertas creencias que constituyen, propiamente hablando, la
superstición. Es verdad que en lo que admite, hay cosas que para los
incrédulos, son puras maravillas, o sea, de la superstición; que sea, pero, al
menos no discutáis sino estos puntos, porque sobre los otros no hay nada que
decir y predicáis a convertidos. Atacándoos con lo mismo que él refuta, probáis
vuestra ignorancia de la cosa, y vuestros argumentos caen en falso. ¿Pero, se
dirá, en dónde se detiene la creencia del Espiritismo? Leed, observad, y lo sabréis.
Toda ciencia sólo se adquiere con el tiempo y el estudio; así es que el
Espiritismo que toca las cuestiones más graves de la filosofía, a todas las
ramas del orden social, que abraza a la vez al hombre físico y al hombre moral,
es por sí mismo toda una ciencia, toda una filosofía que no puede ser aprendida
en algunas horas como cualquiera otra ciencia; habría tanta puerilidad en
querer ver todo el Espiritismo en una mesa giratoria, como en ver toda la
física en ciertos juegos de niño. Para aquel que no quiera detenerse en la
superficie, no son horas, sino meses y años que son necesarios para sondearle
todos los arcanos. Que se juzgue por eso del grado de saber y del valor de la
opinión de aquellos que se arrogan el derecho de juzgar, porque han visto uno o
dos experimentos, las más veces a manera de ditracción y pasatiempo. Ellos
dirán sin duda que no están siempre en disposición de ocuparse en este estudio:
concedido; nada les obliga; pero entonces cuando no se tiene tiempo de aprender
una cosa, que no se hable de ella y aun menos se la juzgue, si no se quiere ser
acusado de ligero; y cuando más se ocupa una posición elevada en la ciencia,
menos se le disimula el que trate ligeramente un objeto que no conoce.
14.
Nosotros nos resumimos en la seguientes proposiciones:
1º
Todos los fenómenos espiritistas tienen por principio la existencia del alma,
su supervivencia al cuerpo, y sus manifestaciones;
2º
Estos fenómenos, estando fundados sobre una ley de la Naturaleza, no tienen
nada de maravilloso ni de sobrenatural en el sentido vulgar de estas palabras;
3º
Muchos de los hechos son reputados sobrenaturales porque no se conoce su causa;
señalándoles el Espiritismo una causa, les hace entrar en el dominio de los
fenómenos naturales;
4º
Entre los hechos calificados de sobrenaturales, hay muchos cuya imposibilidad
demuestra el Espiritismo, y coloca entre las creencias supersticiosas;
5º
Aunque el Espiritismo reconozca en muchas creencias populares, un fondo de
verdad, no acepta de ningún modo la solidaridad de todas las historias
fantásticas creadas por la imaginación;
6º
Juzgar al Espiritismo por los hechos que no admite, es manifestar ignorancia, y
quitar todo el valor a su opinión;
7º
La explicación de los hechos admitidos por el Espiritismo, sus causas y sus
consecuencias morales, constituyen toda una ciencia y toda una filosofía, que
requieren un estudio serio, perseverante y profundo;
8º
El Espiritismo no puede mirar como critico serio sino el que ha visto,
estudiado y profundizado todo, con la paciencia y perseverancia de un
observador concienzudo; la del que sabrá tanto sobre este objeto, como el
adepto más ilustrado; la del que habrá por consiguiente sacado sus
conocimientos de otra parte que de los romances de la ciencia, a quien no se
podría oponer "ningún" hecho de que no tuviera conocimiento, ningún
argumento que no hubiese meditado; que refutaría, no por negaciones, sino por
otros argumentos más perentorios; la del que podría, en fin, señalar una causa
más lógica a los hechos averiguados. Este crítico está todavía por encontrarze.
15.
Hemos anunciado ahora mismo la palabra "milagro", una corta
observación sobre este objeto, no estará mal colocada en este capítulo sobre lo
maravilloso.
En
su acepción primitiva, y por su etimología, la palabra milagro significa
"cosa extraordinaria"; "cosa admirable de ver"; pero esta
palabra, como tantas otras, se ha separado de su sentido originario, y hoy día
se dice (según la Academia) "de un acto de la potencia divina contrario a
las leyes comunes de la Naturaleza. Tal es en efecto su acepción usual, y sólo
por comparación y por metáfora se aplica a las cosas vulgares que nos
sorprenden y cuya causa es desconocida. No entra, de ninguna manera, en
nuestras miras examinar si Dios ha podido juzgar útil en ciertas circunstancias,
derogar las leyes establecidas por él mismo; nuestro fin es únicamente
demostrar que los fenómenos espiritistas, por extraordinarios que sean, no
derogan de ningún modo estas leyes, no tienen ningún carácter milagroso, como
tampoco son maravillosos o sobrenaturales. El milagro no se explica; los
fenómenos espiritistas, al contrario, se explican de la manera más racional;
éstos no son, pues, milagros, sino simples efectos que tienen su razón de ser
en las leyes generales. El milagro tiene además otro carácter, el de ser
insólito y aislado. Luego, desde el momento que un hecho se reproduce, por
decirlo así, a voluntad y por diversas personas, éste no puede ser milagro.
La
ciencia hace todos los días milagros a los ojos de los ignorantes; he aquí porque
en otro tiempo, los que sabían más que el vulgo pasaban por hechiceros; y como
se creía que toda ciencia sobrehumana venía del diablo, se les quemaba. Hoy día
que se está mucho más civilizado, se contentan con enviarles a los manicomios.
Que
un hombre realmente muerto, como hemos dicho al principio, vuelva a la vida por
una intervención divina, eso es un verdadero milagro, porque es contrario a las
leyes de la naturaleza. Pero si este hombre tiene sólo las apariencias de la
muerte, si hay todavía en él un resto de "vitalidad latente", y que
la ciencia o una acción magnética consigue reanimarle, para las gentes
ilustradas, es un fenómeno natural; pero a los ojos del vulgo ignorante, el
hecho pasará por milagroso, y el autor será apedreado o venerado, según el
carácter de los individuos. Que en medio de ciertas aldeas un físico lance un
cometa eléctrico y haga caer el rayo sobre un árbol, este nuevo Prometeo será
ciertamente mirado como armado de una potencia diabólica; y sea dicho de paso,
Prometeo nos parece singularmente haber adelantado a Franklin; pero Josué
deteniendo el movimiento del Sol, o mejor, de la Tierra, he aqui el verdadero
milagro, porque nosotros no conocemos ningún magnetizador dotado de tan gran
potencia para operar tal prodigio. De todos los fenómenos espiritistas, uno de
los más extraordinarios es, sin contradicción, el de la escritura directa, y
uno de aquellos que demuestran de la manera más patente la acción de las
inteligencias ocultas; pero aunque el fenómeno sea producido por seres ocultos,
no es más milagroso, que los otros que son debidos a agentes invisibles, porque
estos seres ocultos, que pueblan los espacios, son una de las potencias de la
Naturaleza, potencia, cuya acción es incesante sobre el mundo material, así
como sobre el mundo moral.
El
Espiritismo, ilustrándonos sobre esta potencia nos da la llave de una porción
de cosas inexplicadas e inexplicables, por cualquier otro medio, y que han
podido en tiempos anteriores pasar por prodigios; revela lo mismo que el
magnetismo, una ley, si no desconocida, al menos mal comprendida; o por mejor
decir, se conocían los efectos, porque se han producido en todo tiempo, pero no
se conocía la ley, y la ignorancia de esta ley es la que ha engendrado la
superstición. Conocida esta ley, lo maravilloso desaparece, y los
fenómenos entran en el orden de las
cosas naturales. He aquí porque los espiritistas no hacen milagros haciendo
girar una mesa o escribir a los difuntos, como el médico haciendo revivir a un
moribundo, o el físico haciendo caer el rayo. Aquel que pretendiese, con la
ayuda de esta ciencia, "hacer milagros", sería, o un ignorante de la
cosa o un farsante.
16.
Los fenómenos espiritistas, lo mismo que los fenómenos magnéticos, han debido
pasar por prodigios antes que se conociese la causa; pero, como los escépticos,
los espíritus fuertes, esto es, aquellos que tienen el privilegio exclusivo de
la razón y del buen sentido, no creen que una cosa sea posible desde el momento
que no la comprenden: he aquí porque todos los hechos reputados prodigiosos,
son objeto de sus bufonadas; y como la religión contiene gran número de hechos
de este género, no creen en la religión, y de ahí a la incredulidad absoluta,
sólo hay un paso. El Espiritismo explicando la mayor parte de estos hechos, les
da una razón de ser. Viene pues en ayuda de la religión, demostrando la
posibilidad de ciertos hechos, que por no tener el carácter milagroso, no son
menos extraordinarios, y Dios no es por esto menos grande ni menos poderoso,
que si hubiera derogado sus leyes. ¡De cuántas pullas ha sido objeto, San
Cupertin, por elevarse con su cuerpo en el espacio! Mas la suspensión etérea de
los cuerpos graves es un hecho explicado por la ley espiritista; hemos sido
"personalmente testigo ocular" y M. Home, así como otras personas
conocidas, han renovado muchas veces el fenómeno producido por San Cupertin.
Luego este fenómeno entra en el orden de las cosas naturales.
17.
En el número de los hechos de este género es menester colocar en primera línea
las apariciones, porque éstas son las más frecuentes. La de la Salette, que
dividió al mismo clero, no tiene para nosotros nada de insólito. Seguramente no
podemos afirmar que el hecho haya tenido lugar, porque no tenemos la prueba
material; mas para nosotros es posible, atendido que millares de hechos
análogos "recientes" nos son conocidos; creemos en ellos, no sólo
porque su realidad se ha averiguado por nosotros, sino sobre todo porque nos
damos perfectamente cuenta del modo como se producen. Quien pretenda reportarse
a la teoría que damos más lejos de las apariciones, verá que este fenómeno
viene a ser tan sencillo y tan plausible, como una porción de fenómenos físicos
que no son prodigiosos, sino por falta de tenerles la llave. En cuanto al
personaje que se presentó a la Salette, es otra cuestión; su identidad no nos
ha sido demostrada de ningún modo; nosotros hacemos constar simplemente que una
aparición puede haber tenido lugar, lo demás no es de nuestra competencia; cada
uno puede, respecto a esto, guardar sus convicciones; el Espiritismo no tiene
que ocuparse de ello; nosotros decimos solamente que los hechos producidos por
el Espiritismo nos revelan leyes nuevas, y nos dan la llave de una porción de
cosas que parecían sobrenaturales; si algunos de aquellos que pasaban por
milagrosos encuentran en él una explicaión lógica, es un motivo para no
apresurarse en negar lo que no se comprende.
Los
fenómenos espiritistas son contestados por ciertas personas, precisamente
porque parecen salir de la ley común y por lo mismo no pueden comprenderlos.
Dadles una base racional y la duda cesa. La explicación, en este siglo en que
no bastan palabras, es, pues, un poderoso motivo de convicción; así vemos todos
los días personas que no han sido testigos de ningún hecho, que no han visto ni
girar una mesa, ni escribir a un médium, y que, sin embargo, están tan
convencidas como nosotros, únicamente porque han leído y comprendido. Si sólo
se debía creer en lo que uno ha visto con los ojos, nuestras convicciones se
reducirían a muy poca cosa.
CAPÍTULO III
MÉTODO
18.
El deseo muy natural y muy laudable de todo adepto, deseo que todo sería poco
para alentar, es el de hacer prosélitos. Con la mira de facilitar su tarea, nos
proponemos examinar aquí la marcha más segura, según nosotros, para alcanzar
este objeto, a fin de ahorrarles esfuerzos inútiles.
Hemos
dicho que el Espitismo es toda una ciencia, toda una filosofía; aquél que
quiera reconocerla seriamente, debe, pues, como primera condición, dedicarse a
un estudio serio, y persuadirse que, más que ninguna otra ciencia, no puede
aprenderse jugando. Ya hemos dicho también, que el Espiritismo toca todas las
cuestiones que interesan a la Humanidad; su campo es inmenso, y sobre todo debe
considerárselo por sus consecuencias. La creencia en los Espíritus forma de él
sin duda la base, pero no basta para hacer un espiritista ilustrado, como la
creencia en Dios no basta para hacer un téologo. Veamos, pues, de que manera
conviene proceder en esta enseñanza para conducir con más seguridad a la convicción.
No
deben asustarse los adeptos por esta palabra: “enseñanza”; la enseñanza desde
la cátedra o de la tribuna no es la única; hay también la de la simple
conversación. Toda persona que quiere persuadir a otra, ya por la vía de las
explicaciones, ya por la de las experiencias, también enseña; lo que nosotros
deseamos, es que su trabajo dé fruto, y para esto creemos deber dar algunos
consejos, de los cuales podrán igualmente aprovecharse aquellos que quieran
instruirse por sí mismos; aquí encontrarán el medio de llegar más pronto y con
más seguridad al objeto.
19.
Se cree generalmente, que para convencer basta mostrar los hechos; esto parece
en efecto la marcha más lógica, y sin embargo, la experiencia enseña que no es
la mejor, porque se ven muchas veces personas a quienes los hechos más patentes
no convencen de ningún modo. ¿En qué consiste? Esto es lo que nos proponemos
demostrar.
En
el Espiritismo, la cuestión de los Espíritus es secundaria y consecutiva; no es
el punto de partida, y aquí precisamente está el error en que se cae, y que
muchas veces hace fracasar ante ciertas personas. Los Espíritus no siendo otra
cosa que las almas de los hombres, el verdadero punto de partida es la
existencia del alma. ¿Pero cómo puede admitir el materialista que haya seres
que vivan fuera del mundo material, cuando cree que él mismo no es sino
materia? ¿Cómo puede creer en Espíritus fuera de él, cuando no cree tener uno?
En vano se acumularían a sus ojos las pruebas más palpables, pues las negaría
todas, porque no admite el principio. Toda enseñanza metódica debe proceder de
lo conocido a lo desconocido; para el materialista lo conocido es la materia
¿partid, pues, de la materia y procurad ante todo, haciéndosela observar, de
convencerle que en él hay alguna cosa que escapa a las leyes de la materia; en
una palabra, "antes de hacerle" Espiritista, "procurad
hacerle" Espiritualista; pero para esto es necesario otro orden de hechos,
una enseñanza enteramente especial, a la cual se debe proceder por otros
medios; hablarle de los Espíritus antes que esté convencido de tener un alma,
es comenzar por donde debería acabar, porque no puede admitir la conclusión si
no admite las premisas. Antes, pues, de emprender el convencer a un incrédulo,
aun por los hechos, conviene asegurarse de su opinión con relación al alma,
esto es, si cree en su existencia, en su supervivencia al cuerpo, en su
individualidad después de la muerte; si su contestación es negativa, sería
trabajo perdido hablarle de los Espíritus. He aquí la regla; no decimos nosotros
que sea sin excepción, pero entonces es que hay probablemente otra causa que le
hace menos refractario.
20.
Entre los materialistas, es menester distinguir dos clases: en la primera
ponemos todos aquellos que lo son por "sistema"; entre éstos no es la
duda, es la negación absoluta, razonada a su manera; a sus ojos el hombre no es
más que una máquina que marcha mientras está montada, que si descompone, y sólo
queda de ella después de la muerte el esqueleto. Su número es felizmente muy
restrIngido, y no constituye, en ninguna parte, una escuela altamente
reconocida; no tenemos necesidad de insistir sobre los deplorables efectos que
resultarían para el orden social de la vulgarización de semejante doctrina: nos
hemos suficientemente extendido sobre este objeto en el Libro de los Espíritus
(núm. 147 y conclusión § III).
Cuando
hemos dicho que la duda cesa entre los incrédulos en presencia de una
explicación racional, es necesario cuando menos exceptuar de ellos a los
materialistas, aquellos que niegan toda potencia y todo principio inteligente
fuera de la materia; la mayor parte se obstinan en su opinión por orgullo, y
creen que su amor propio está obligado a persistir: persisten por y contra
todas las pruebas contrarias, porque no quieren quedar debajo. Con estas gentes
no hay nada que hacer; tampoco es conveniente dejarse sorprender por el falso
semblante de sinceridad de aquellos que dicen: hacedme ver y creeré. Los hay
que son más francos y dicen claramente: vería y no creería.
21.
La segunda clase de materialistas, y de mucho la más numerosa, porque el
verdadero materialismo es un sentimiento antinatural, comprende a aquellos que
lo son por indiferencia, y se puede decir "a falta de otra cosa
mejor"; no lo son con propósito deliberado, y su deseo es el de creer,
porque la incertidumbre es para ellos un tormento.
Hay
en ellos una vaga aspiración hacia el porvenir; pero este porvenir se les ha
presentado bajo unos colores que su razón no puede aceptar; de ahí la duda, y
como consecuencia de la duda, la incredulidad. Entre éstos la incredulidad no
es, pues, un sistema; presentadles alguna cosa racional, y la aceptan con
anhelo; éstos pueden comprendernos, porque están más cerca de nosotros de lo
que ellos mismos creen; con el primero no habléis ni de revelación, ni de
ángeles, ni de paraíso, no os comprenderán; pero colocándoos sobre su terreno,
probadle desde luego que las leyes de la fisiología son impotentes para dar
razón de todo; lo demás vendrá en seguida. Otra cosa sucede cuando no se tiene
opinión preconcebida, porque entonces la creencia no es absolutamente nula; es
un germen latente, oculto y oprimido por malas yerbas, pero que una chispa
puede reanimar; es el ciego a quien se le vuelve la vista, y se llena de gozo
cuando puede volver a ver la luz; es el náufrago a quien se le echa una tabla
de salvación.
22.
Al lado de los materialistas propiamente dichos, hay una tercera clase de
incrédulos, que aunque espiritualistas, al menos de nombre, no son por eso
menos refractarios: estos son los "incrédulos de mala voluntad". Les
sabría mal el creer, porque esto alteraría su quietud en los goces materiales;
temen ver en ello, la condenación de su ambición, de su egoísmo y de las
vanidades humanas, de las que hacen sus delicias; cierran los ojos para no ver
y se tapan las orejas para no oír. No puede hacerse otra cosa si no
compadecerles.
23.
No hablaremos sino de memoria, de una cuarta categoría que llamaremos la de los
"incrédulos interesados o de mala fe". Estos saben muy bien a qué
atenerse sobre el Espiritismo pero, ostensiblemente, lo condenan por motivos de
interés personal. Nada hay que decir y hacer con ellos. Si el materialista puro
se engaña, hay al menos para él la excusa de la buena fe; se le puede conducir,
probándole su error; éste, es ya un partido tomado contra el cual todos los
argumentos vienen a estrellarse; el tiempo se encargará de abrirles los ojos y
demostrarles, puede ser a sus costas, dónde estaban sus verdaderos intereses,
porque no pudiendo impedir que la verdad se propague, serán arrastrados por el
torrente, y con ellos los intereses que creían salvar.
24.
Además de estas diversas categorías de opositores, hay una infinidad de grados,
entre los cuales se pueden contar los "incrédulos por pusilanimidad":
el valor les vendrá cuando vean que los otros no se queman; los
"incrédulos por escrúpulo religioso": un estudio ilustrado les
enseñará que el Espiritismo se apoya sobre las bases fundamentales de la
religión, y que respeta todas las creencias, que uno de sus efectos es dar
sentimientos religiosos a aquellos que no los tienen, y fortificarlos en los
que están vacilantes. Después vienen los incrédulos por orgullo, por espíritu
de contradicción, por indolencia, por ligereza, etc.
25.
No podemos omitir una categoría que llamaremos la de los "incrédulos por
decepciones". Comprende las personas que han pasado de una confianza
exagerada a la incredulidad, porque han probado contrariedades; entonces
desanimados, todo lo han abandonado, todo lo han desechado. Están en el caso de
aquel que negaría la buena fe, porque habría sido engañado. Esto es también el
resultado de un estudio incompleto del Espiritismo, y de falta de experiencia.
El que está sofisticado por los Espíritus, generalmente es porque les pide lo
que no pueden o no deben decir, o porque no está bastante ilustrado sobre la
cosa para discernir la verdad de la impostura. Muchos, por otra parte, no ven
en el Espiritismo sino un nuevo medio de adivinación, y se imaginan que los
Espíritus son hechos para decir la buenaventura; pero los Espíritus ligeros y
burlones se presentan y se divierten a sus costas: así es que ellos anunciarán
marido a las jóvenes solteras; a los ambiciosos, honores, herencias, tesoros
ocultos, etc.; de ahí muchas veces decepciones desagradables, pero de las cuales
el hombre serio y prudente sabe siempre preservarse.
26.
Una clase muy numerosa, la mayor de todas, pero que no podría colocarse entre
los opositores, es la de los que "vacilan"; éstos son generalmente
"espiritualistas" por principio, entre la mayor parte hay una vaga
intuición de las ideas espiritistas, una aspiración hacia alguna cosa que no
pueden definir; sólo falta a sus pensamientos el ser coordinados y formulados;
el Espiritismo es para ellos como un rayo de luz: es la claridad que disipa la niebla:
así es que lo acogen con ahínco, porque les libra de las angustias de la
incertidumbre.
27.
Si desde este punto echamos una ojeada sobre las diversas categorías de
creyentes, encontraremos en primer lugar los "espiritistas sin
saberlo"; propiamente hablando ésta es una variedad o matiz de la clase
precedente. Sin haber oído jamás hablar de la Doctrina Espiritista, tienen el
sentimiento innato de los grandes principios que se deducen, y este sentimiento
se refleja en ciertos pasajes de sus escritos y de sus discursos, a tal punto
que oyéndoles se les creería completamente iniciados en él.
Muchos
de éstos ejemplos se encuentran en los escritores sagrados y profanos, en los
poetas, los oradores, los moralistas, y los filósofos antiguos y modernos.
28.
Entre los convencidos por medio de un estudio directo pueden distinguirse:
1º
Los que creen pura y simplemente en las manifestaciones. El Espiritismo es para
ellos una simple ciencia de observación, una serie de hechos más o menos
curiosos; a éstos les llamaremos "espiritistas experimentadores".
2º
Los que ven en el Espiritismo otra cosa más que los hechos; comprenden la parte
filosófica; admiran la moral que se deduce, pero no la practican. Su influencia
sobre su carácter es insignificante o nula; nada cambian en sus costumbres, y
no se privarían de un solo goce; el avaro es siempre miserable, el orgulloso
siempre lleno de sí mismo, el envidiado y el celoso siempre hostiles; para
ellos la caridad cristiana sólo es una bella máxima: éstos son los "espiritistas
imperfectos".
3º
Aquellos que no se contentan con admirar la moral espiritista, sino que la
practican y aceptan con todas sus consecuencias. Convencidos que la existencia
terrestre es una prueba pasajera, procuran sacar provecho de sus cortos
instantes para marchar en el camino del progreso, el único que puede elevarles
en la jerarquía del mundo de los Espíritus, esforzándose en hacer el bien y en
reprimir sus malas inclinaciones; sus relaciones son siempre seguras, porque su
convicción les aleja de todo mal pensamiento. En todas sus cosas la caridad es
la regla de su conducta: éstos son los "verdaderos espiritistas" , o
mejor dicho, los "espiritistas cristianos".
4º
Hay, en fin, los "espiritistas exaltados". La especie humana sería
perfecta si sólo tomara siempre la parte buena de las cosas. En todo, la
exageración es dañosa; en Espiritismo da una confianza demasiado ciega y a
menudo pueril en las cosas del mundo invisible, y hace aceptar, muy fácilmente
y sin comprobación, lo que la reflexión y el examen demostrarán lo absurdo y la
imposibilidad; pero el entusiasmo no reflexiona, ofusca. Esta especie de
adeptos es más dañosa que útil a la causa del Espiritismo; éstos son los menos
a propósito para convencer, porque se desconfía con razón de su criterio, son,
de muy buena fe, el juguete, ya de los Espíritus mixtificadores, ya de los
hombres que procuran explotar su credulidad. Si ellos debían sufrir solos las
consecuencias, el mal sería a medias; lo peor es que dan, sin querer, armas a
los incrédulos que buscan con ahínco más bien las ocasiones de divertirse que
de convencerse, y no dejan de atribuir a todos el ridículo de algunos.
Ciertamente esto no es ni justo ni racional; pero ya se sabe, los adversarios
del Espiritismo sólo reconocen su razón como la más elegida, y conocer a fondo
aquello que hablan, es el menor de sus cuidados.
29.
Los medios de convicción varían extremadamente según los individuos; lo que
persuade a los unos, nada produce sobre los otros; tal se convence por ciertas
manifestaciones materiales, tal por comunicaciones inteligentes, y el mayor
número por el razonamiento. Aún podemos añadir que para la mayor parte de
aquellos que no están preparados por el razonamiento, los fenómenos materiales
son de poco peso; cuanto más extraordinarios son estos fenómenos y más se
separan de las leyes conocidas, más oposición encuentran, por una razón muy
sencilla, y es que conduce naturalmente a dudar de una cosa que no tiene una
sanción racional; cada uno la mira desde su punto de vista y se la explica a su
manera: el materialista ve en ella una causa puramente física o una
superchería; el ignorante y el supersticioso, una causa diabólica o
sobrenatural; mientras que una explicación previa tiene por efecto destruir las
ideas preconcebidas, y demostrar, sino la realidad, al menos la posibilidad de
la cosa; se la comprende antes de haberla visto; pues desde el momento que se
reconoce la posibilidad, la convicción está hecha en tres cuartas partes.
30.
¿Es útil tratar de convencer a un incrédulo obstinado? Hemos dicho que esto
depende de las causas y de la naturaleza de su incredulidad; a menudo la
insistencia que se pone en persuadirle le hace creer en su importancia
personal, y es una razón para que se obstine más. Aquel que no se convence ni
por el raciocinio ni por los hechos, es porque debe sufrir aún la prueba de la
incredulidad; es menester dejar a la Providencia el
cuidado
de conducirle por circunstancias más favorables; bastantes son los que desean
ver la luz para que no se pierda el tiempo con los que la rechazan; dirigíos,
pues, a los hombres de buena voluntad, cuyo número es más grande de lo que se
cree, y su ejemplo multiplicándose vencerá más resistencias que las palabras.
El verdadero espiritista no faltará nunca en practicar el bien, aliviar corazones
afligidos, dar consuelo, calmar desesperaciones, obrar reformas morales, ahí
está su misión; en esto encontrará también su verdadera satisfacción. El
Espiritismo está en el aire; se extiende por la fuerza de las cosas y porque
hace dichosos a aquellos que lo profesan. Cuando sus adversarios sistemáticos
le oigan resonar a su alrededor, entre sus mismos amigos, comprenderán su
aislamiento, y se verán obligados a callarse o a rendirse.
31.
Para proceder en la enseñanza del Espiritismo como se hace con las ciencias
ordinarias, sería necesario pasar revista a toda la serie de fenómenos que
pueden producirse, empezando por los más sencillos y llegando sucesivamente
hasta los más complicados; pero esto es lo que no se puede, porque no es
posible hacer un curso de Espiritismo experimental, como se hace un curso de
física o química. En las ciencias naturales se opera sobre la materia bruta,
que se manipula a gusto y se está casi siempre cierto de poder regularizar los
efectos; en el Espiritismo tiene uno que habérselas con inteligencias libres, y
nos prueban a cada instante que no están sometidas a nuestros caprichos, es
menester, pues, observar, esperar los resultados; aprovechar las ocasiones.
Decimos además, con toda convicción que "el que se lisonleare en
obtenerlas por su voluntad, no puede ser más que un ignorante o un
impostor"; porque el verdadero Espiritismo no se pondrá en espectáculo ni
se mostrará jamás en escena. Tiene también algo de ilógico el creer que los
Espíritus vengan a ser examinados y someterse a la investigación como objetos
de curiosidad. Los fenómenos pueden, pues, faltar cuando se tiene necesidad de
ellos, o presentarse en otro orden que el que se desea. Añadamos también que
para obtenerlos son necesarias personas dotadas de facultades especiales, y
estas facultades varían hasta el infinito, según la aptitud de los individuos:
luego como es extremadamente raro que una persona tenga todas las aptitudes, es
una dificultad de más, porque sería menester siempre tener a la mano una verdadera
colección de médiums, lo que no es posible.
El
medio de obviar este inconveniente es muy sencillo, es el de empezar por la
teoría; en ella se examinan todos los fenómenos; se explican y se da cuenta de
ellos, se comprende la posibilidad, se conocen las condiciones en las cuales
pueden producirse y los obstáculos que pueden encontrarse, cualquiera que sea
entonces el orden en el cual son conducidos por las circunstancias, nada tienen
que pueda sorprender. Esta marcha ofrece además otra ventaja, es la de ahorrar
una porción de contrariedades al que quiere operar; prevenido contra las
dificultades, se puede poner en guardia y evitar el adquirir la experiencia a
sus costas.
Desde
que nos ocupamos de Espiritismo, no sería difícil manifestar el número de
personas que han venido a nosotros, y entre éstas, cuántas hemos visto que
habían permanecido indiferentes e incrédulas en presencia de los hechos más
patentes, y que más tarde se han convencido por una explicación razonada;
cuántas otras han sido predispuestas a la convicción por el razonamiento;
cuántas, en fin, han sido persuadidas sin haber visto nada sino únicamente
porque comprendieron. Hablamos, pues, por experiencia, y por lo que decimos,
creemos que el mejor método de enseñanza espiritista, es el de dirigirse a la
razón antes que a los ojos. Este es el que seguimos en nuestras lecciones, y
tenemos motivo para quedar satisfechos. ([1])
32.
El estudio previo de la teoría, tiene otra ventaja, es la de mostrar
inmediatamente la grandeza del objeto y el alcance de esta ciencia; aquel que
debuta viendo girar o golpear una mesa, está más inclinado a la burla, porque
difícilmente cree que de una mesa pueda salir una doctrina regeneradora de la
Humanidad. Hemos mencionado siempre que aquellos que creen antes de haber
visto, sólo porque han leído y comprendido, lejos de ser superficiales son al
contrario los que más reflexionan; adhiriéndose más al fondo que a la forma,
para ellos la parte filosófica es la principal, los fenómenos propiamente
dichos, son el accesorio, y dicen que aún cuando los fenómenos no existieron,
no dejaría de quedar una filosofía, que sola resuelve problemas insolubles
hasta el día; que sola da al pasado del hombre y de su porvenir la teoría más
racional; pues prefieren una doctrina que explica, a las que no explican o
explican mal. El que reflexiona comprende muy bien, que se podría hacer
abstracción de las manifestaciones y que por eso no subsistiría menos la
doctrina, las manifestaciones vienen a corroborarla, a confirmarla, pero no son
la base esencial; el observador formal no las rechaza, al contrario, espera las
circunstancias favorables que le permitirán ser testigo. La prueba de lo que
avanzamos, es que antes de haber oído hablar de las manifestaciones, muchas
personas tenían la intuición de esta doctrina, que no ha hecho si no dar un
cuerpo, un conjunto a sus ideas.
33.
Por otra parte no sería exacto decir que los que empiezan por la teoría, no
tengan objetos prácticos de observación; por el contrario, los hay que a sus
ojos deben tener mayor valor que los que puedan producir en su presencia, éstos
son los hechos numerosos de las "manifestaciones espontáneas", de las
cuales hablaremos en los capítulos siguientes. Hay pocas personas que no tengan
conocimiento de éstas al menos de oídas; muchas las han tenido ellas mismas, a
las cuales sólo habían prestado una mediana atención. La teoría tiene por
efecto darles la explicación de esto mismo; y decimos que estos hechos son de
un gran valor, cuando se apoyan sobre testimonios irrecusables, porque no se
puede suponer ni preparación ni connivencia. Si los fenómenos provocados no
existían, no menos subsistirían los fenómenos espontáneos, y aunque el
Espiritismo no tuviese otro resultado que el de darles una solución racional,
esto sería ya mucho. Así es que la mayor parte de los que leen por adelantado,
transportan sus recuerdos sobre estos hechos, que son para ellos una
confirmación de la teoría.
34.
Se formaría un concepto equivocado sobre nuestra manera de ver, si se suponía
que aconsejamos el que se desprecien los hechos; por los hechos hemos llegado a
la teoría; es verdad que para conseguirlo nos ha sido necesario un trabajo
asiduo de muchos años y millares de observaciones; mas ya que los hechos nos
han
servido
y nos sirven todos los días, seríamos inconsecuentes con nosotros mismos si
cuestionáramos su importancia, cuando sobre todo hacemos un libro destinado a
hacerlos conocer. Sólo queremos decir, que sin el razonamiento no bastan para
determinar la convicción; que una explicación previa destruyendo las
prevenciones y mostrando que no tienen nada contrario a la razón,
"prepara" para que se acepten. Esto es tan cierto, que de diez
personas completamente novicias, que asistieran a una sesión experimental,
aunque fuese de las más satisfactorias desde el punto de vista de los adeptos,
nueve saldrían sin estar convencidas, y algunas más incrédulas que antes,
porque los experimentos no habrán correspondido a lo que esperaban. Otra cosa
será en cuanto a aquellas que podrán darse cuenta de las mismas por un
conocimiento teórico anticipado: para éstas es un medio de comprobación, pues
nada les sorprende, ni el mal resultado, porque saben con qué condiciones se
producen los hechos, y que es preciso no pedirles sino lo que pueden dar. La
inteligencia previa de los hechos, los pone, pues, en disposición de conocer
todas las anomalías, además les permite coger una porción de detalles y
pormenores, a menudo muy delicados, que son para él los medios de convicción, y
pasan por alto al observador ignorante. Tales son los motivos que nos obligan a
no admitir en nuestras sesiones experimentales, sino a las personas que poseen
nociones preparatorias bastantes para comprender lo que en ellas se hace,
persuadidos de que las otras perderían el tiempo y nos harían perder el
nuestro.
35.
A los que quieran adquirir estos conocimientos preliminares por la lectura de
nuestras obras, he aquí el orden que les aconsejamos:
1º
“¿Qué es el Espiritismo?” Este cuaderno, de un centenar de páginas solamente,
es una exposición sumaria de los principios de la Doctrina Espiritista, una
ojeada general que permite abrazar el conjunto en un cuadro reducido. En pocas
palabras se ve el objeto y se puede juzgar su fondo. Se encuentran en él,
además, la respuesta a las principales preguntas u objeciones que están
naturalmente inclinadas a hacer las personas novicias. Esta primera lectura,
que pide poco tiempo, es una introducción que facilita un estudio más profundo.
2º
“El Libro de los Espíritus” , contiene la doctrina completa dictada por los mismos
Espíritus con toda su filosofía y todas sus consecuencias morales; es el
destino del hombre sin el velo que le cubre, la iniciación en la naturaleza de
los Espíritus, y en los misterios de la vida de ultratumba. Leyéndole se
comprende que el Espiritismo tiene un objeto serio, y no es un pasatiempo
frívolo.
3º
“El Libro de los Médiums”; está destinado a dirigir en la práctica de las
manifestaciones, por el conocimiento de los medios más propios para comunicar
con los Espíritus; es una guía, ya para los médiums, ya para los que evocan, y
el complemento del Libro de los Espíritus.
4º
“La Revista Espiritista”; es una colección variada de hechos, de explicaciones
teóricas, y de fragmentos separados, que completan lo que se ha dicho en las
dos precedentes obras y que de cierto modo es su aplicación. La lectura puede
hacerse al mismo tiempo, pero será más provechosa y más inteligible, sobre todo
después de la del Libro de los Espíritus.
He
ahí lo que nos concierne. Los que quieren adquirir todos los conocimientos de
una ciencia, deben necesariamente leer todo lo que se ha escrito sobre la
materia, o al menos las cosas principales, y no limitarse a un solo autor;
deben asimismo leer el pro y el contra, tanto las críticas como las apologías,
iniciarse en los diferentes sistemas a fin de poder juzgar por comparación.
Bajo este aspecto no preconizamos ni criticamos ninguna obra, no queriendo
influir en nada sobre la opinión que de ellas pueda formarse; llevando nuestra
piedra al edificio, nos ponemos en las filas: no nos pertenece ser juez y
parte, y no tenemos la ridícula pretensión de ser los solos dispensadores de la
luz; corresponde al lector separar lo bueno de lo malo, lo verdadero de lo
falso.
CAPÍTULO IV
SISTEMAS
36.
Cuando los extraños fenómenos del Espiritismo empezaron o producirse, o mejor
dicho, se han renovado en estos últimos tiempos, el primer sentimiento que
excitaron fue el de la duda sobre su misma realidad y aún más sobre su causa.
Cuando se ha probado por testimonios irrecusables y por las experiencias que
cada uno ha podido hacer, ha acontecido que todos también los han interpretado
a su manera, según sus ideas personales, sus creencias o sus prevenciones; de
aquí, muchos sistemas que una observación más atenta debía reducir a su justo
valor.
Los
adversarios del Espiritismo han creído encontrar un argumento en esta
divergencia de opiniones, diciendo que los mismos espiritistas no están acordes
entre sí. Esta es una razón muy pobre, si se reflexiona que todos los pasos de
una ciencia naciente son necesariamente inciertos hasta que el tiempo haya
permitido reunir y coordinar los hechos que pueden sentar la opinión; a medida
que los hechos se completan y se observan mejor, las ideas prematuras se
borran, y la unidad se establece, al menos sobre los puntos fundamentales, si
no en todos los detalles. Esto es lo que ha tenido lugar en el Espiritismo; él
no podía escapar de la ley común, y debía por naturaleza, prestarse más que
otra cosa a diversidad de interpretaciones. Se puede aún decir que bajo este
aspecto ha ido más aprisa que las otras ciencias sus primogénitas, que la
medicina por ejemplo, que todavía divide a los más grandes sabios.
37.
En el orden metódico, para seguir la marcha progresiva de las ideas, conviene
colocar en primer lugar los que se pueden llamar "sistemas de la
negación", esto es, los de los adversarios del Espiritismo. Hemos refutado
sus objeciones en la introducción y en la conclusión del Libro de los
Espíritus, así como en la pequeña obra titulada ¿Qué es el Espiritismo? Sería
superfluo repetir lo mismo; nos limitaremos a recordar en dos palabras los
motivos en que se fundan.
Los
fenómenos espiritistas son de dos clases: los efectos físicos y los efectos
inteligentes. No admitiendo la existencia de los Espíritus por la razón de que
no admiten nada fuera de la materia, se concibe que niegan los efectos
inteligentes. En cuanto a los efectos físicos, los comentan a su punto de vista
y sus argumentos pueden resumirse en los cuatro sistemas siguientes:
38.
Sistema del charlatanismo . Entre los antagonistas, muchos atribuyen estos
efectos a la superchería, por la razón que algunos han podido imitarse. Esta
suposición transformaría a todos los espiritistas en bobalicones y a todos los
médiums en forjadores de patrañas, sin considerar la posición, carácter, saber
y honradez de las personas. Si mereciera una contestación, diríamos que ciertos
fenómenos de la física también se imitan por los prestidigitadores, y que esto
no prueba nada contra la verdadera ciencia. Además hay personas cuyo carácter
aparta toda sospecha de fraude y es preciso estar desprovisto de toda educación
y urbanidad, para atreverse a decirles en su cara que son cómplices de
charlatanismo. En un salón muy respetable, un caballero, que se tenía por bien
educado, habiéndose permitido una reflexión de esta naturaleza, la señora de la
casa le dijo: "Caballero, puesto que no está usted contento, se le volverá
a usted el dinero en la puerta"; y con un gesto le hizo comprender lo que
debía hacer. ¿Es decir por esto, que jamás haya habido abusos? Sería necesario,
para creerlo, admitir que los hombres son perfectos. Se abusa de todo, aún de
las cosas más santas: ¿por qué no se abusaría del Espiritismo? Pero el mal uso
que se puede hacer de una cosa, no puede prejuzgar nada contra la misma cosa;
los informes que puedan tenerse con respecto a la buena fe de las personas
están en los motivos que les hacen obrar. Donde no hay especulación, el
charlatanismo no tiene nada que hacer.
39.
Sistema de la locura. Algunos, por condescendencia, no quieren sospechar de
superchería, pero pretenden que los que no tratan de engañar, lo son ellos
mismos: lo que viene a decir que son imbéciles. Cuando los incrédulos ponen en
ellos menos formas, dicen simplemente que uno es loco, atribuyéndose así, sin
cumplimiento el privilegio del buen sentido. Ahí está el gran argumento de los
que no les asiste la razón para oponerse. Por lo demás, esta especie de atacar
ha caído en el ridículo por su poca sustancia, y no merece que se pierda el
tiempo en refutarlo. Los espiritistas, por otra parte, no se aturden por eso;
toman con valor su partido y se consuelan pensando que tienen por compañeros de
infortunio bastantes gentes cuyo mérito podría nadie disputar. Es preciso en
efecto convenir que esta locura, si la hay, tiene un carácter bien singular, y
es que ataca con preferencia a la clase ilustrada, entre la que el Espiritismo
cuenta la inmensa mayoría de sus adeptos hasta el presente. Si en el número, se
encuentran algunas excentricidades, nada prueban contra la Doctrina que los
locos religiosos no prueban contra la religión; los locos melómanos contra la
música; los locos matemáticos contra las matemáticas. Todas las ideas han
encontrado fanáticos exaltados, y sería menester estar dotado de un juicio bien
obtuso para confundir la exageración de la cosa con la misma cosa. Para más
amplias explicaciones sobre este objeto nos remitiremos a nuestro librito: ¿Qué
es el Espiritismo? al Libro de los Espíritus . (Introducción § XV).
40.
Sistema de la alucinación. Hay otra opinión, menos ofensiva porque tiene un
pequeño color científico, que consiste en poner los fenómenos bajo el aspecto
de la ilusión de los sentidos; de este modo, el observador sería de muy buena
fe; sólo creería ver lo que no ve. Cuando ve levantarse una mesa y mantenerse
en el espacio sin punto de apoyo, la mesa no se habría movido del sitio; la ve
en el aire por una especie de ilusión óptica, o un efecto de refracción, como
la que hace ver un astro, o un objeto en el agua, fuera de su posición real. Esto
sería posible en rigor; pero aquellos que han sido testigos de este fenómeno
han podido acreditar el aislamiento, pasando bajo la mesa suspendida, lo que
sería difícil si no hubiese dejado el suelo. Por otra parte ha acontecido
varias veces que la mesa se ha roto cayendo: ¿se dirá también que es un efecto
de óptica?
Una
causa fisiológica bien conocida puede, sin duda, hacer que se crea ver dar
vueltas a una cosa que no se mueve, o que se la crea girar sobre sí misma
cuando está inmóvil; ¿pero cuando muchas personas alrededor de una mesa son
arrastradas por un movimiento tan rápido que tienen trabajo en seguirla, que
algunas son a veces echadas por tierra, se dirá que todas están atacadas de
vértigo, como el borracho que cree ver pasar su casa por delante de sus ojos?
41.
Sistema del músculo crujidor. Si esto sucediera con respecto a la vista, no
sería lo mismo en cuanto al oído , y cuando se oyen golpes por toda una reunión
uno no puede razonablemente atribuirlos a una ilusión. Téngase entendido que
hacemos abstracción de toda idea de fraude, y suponemos que una atenta
observación ha acreditado que estos fenómenos no se deben a ninguna causa
fortuita o material.
Es
verdad que un sabio médico ha dado de los mismos una explicación perentoria,
según él ([2]). "La causa está, dice, en las contracciones
voluntarias o involuntarias del tendón del músculo corto-peroné". Con este
objeto entra en detalles anatómicos los más completos para demostrar por qué
mecanismo este tendón puede producir estos ruidos, imitar los redobles del
tambor, y aún ejecutar aires musicales, sacando en consecuencia que los que
creen oír golpes en una mesa son engañados O por una mixtificación o por una
ilusión. El hecho no es nuevo en sí mismo; desgraciadamente para el autor de
este pretendido descubrimiento, su teoría no puede dar razón de todos los
casos. Digamos desde luego que los que gozan de la singular facultad de hacer
crujir cuando quieren su músculo corto-peroné o cualquier otro, y tocar aires
por este medio, son sujetos excepcionales; mientras que la de hacer golpear las
mesas es muy común, y que los que poseen ésta, no gozan todos ni de mucho de la
primera. En segundo lugar el sabio doctor ha olvidado explicar cómo el crujido
muscular de una persona inmóvil y aislada de la mesa, puede producir en ésta
vibraciones sensibles al tacto; cómo este ruido puede reproducirse por voluntad
de los asistentes en las diferentes partes de la mesa, en los otros muebles,
contra las paredes, en el techo, etc.; cómo, en fin, la acción de este músculo
puede extenderse a una mesa que no se toca y hacerla mover. Esta explicación
por otra parte, si es que lo fuera, no comprendería más que el fenómeno de los
golpes, pero no puede concernir a los otros medios de comunicación. Concluyamos
que él ha juzgado sin haber visto, o sin haberlo visto todo, como debe verse.
Siempre es sensible que los hombres de ciencia se apresuren a dar sobre lo que
no conocen, explicaciones que los hechos pueden desmentir. Su mismo saber
debería hacerles tanto más circunspectos en sus juicios, cuanto más lejos están
para ellos los límites de lo desconocido.
42.
Sistema de las causas físicas. Aquí salimos del sistema de la negación
absoluta. Concediéndose la realidad de los fenómenos, el primer pensamiento que
naturalmente vino al espíritu de aquellos que los han reconocido, ha sido el de
atribuir los movimientos al magnetismo, a la electricidad, o a la acción de un
fluido cualquiera, en una palabra, a una causa enteramente física y material.
Esta opinión no tendría nada de irracional, y hubiera prevalecido si el
fenómeno se hubiese limitado a efectos puramente mecánicos. Una circunstancia
también parece corroborarla; ésta es, en ciertos casos el aumento de la
potencia en razón del número de las personas; cada una de ellas podría así ser
considerada como uno de los elementos de una pila eléctrica humana. Hemos dicho
que lo que caracteriza una teoría verdadera, es el poder dar razón de todo; mas
si un solo hecho viene a contradecirla, es que es falsa, incompleta o demasiado
absoluta. Pues esto es lo
que
no ha tardado en acontecer. Estos movimientos y estos golpes han dado señales
inteligentes, obedeciendo a la voluntad y respondiendo al pensamiento; debían,
pues, tener una causa inteligente. Desde entonces, que el efecto cesó de ser
puramente físico, la causa por esto mismo, debía tener otro origen; así el
sistema de la acción "exclusiva" de un agente material ha sido
abandonado y no se encuentra sino entre aquellos que juzgan a
"priori" y sin haber visto. El punto capital es, pues, el de
acreditar la acción inteligente, y esto es lo que puede convencer a cualquiera
que se tomara el trabajo de observar.
43.
Sistema del reflejo. Una vez reconocida la acción inteligente, queda por saber
cuál es el origen de ésta inteligencia. Se ha pensado que podía ser la del
médium o de los asistentes que se reflejaba como la luz o los rayos sonoros.
Esto era posible: sólo la experiencia podía decir su última palabra. Mas desde
luego, observamos que este sistema se separa ya completamente de la idea puramente
materialista; para que la inteligencia de los asistentes pueda reproducirse por
la vía indirecta, sería preciso admitir en el hombre un principio fuera del
organismo.
Si
el pensamiento expresado hubiera siempre sido el de los asistentes, la teoría
de la reflexión se hubiera confirmado; ¿pero el fenómeno, aún reducido a esta
proporción, no sería acaso del más grande interés? ¿Reflejándose el pensamiento
en un cuerpo inerte y traduciéndose por el movimiento y el ruido, no sería una
cosa muy notable? ¿No habría motivo para excitar la curiosidad de los sabios?
¿Por qué, pues, le han desdeñado, aquellos que agotan sus fuerzas en la
investigación de una fibra nerviosa?
Sólo
la experiencia, decimos nosotros, podía dar o dejar de dar la razón a esta
teoría, y no se ha dado, porque demuestra a cada instante, y por los hechos más
positivos, que el pensamiento expresado, puede ser no sólo extraño al de los
asistentes, sino que muchas veces le es enteramente contrario; que viene a
contradecir todas las ideas preconcebidas y desbaratar todas las previsiones;
en efecto, cuando yo pienso blanco y se me responde negro, me es difícil creer
que la respuesta venga de mí. Dicha teoría se apoya en algunos casos de
identidad entre el pensamiento expresado y el de los asistentes; ¿pero qué
prueba esto, sino que los asistentes pueden pensar como la inteligencia que se
comunica? Nadie dice que deben ser siempre de opinión contraria. Cuando en la
conversación, el interlocutor emite un pensamiento análogo al vuestro ¿diréis por
esto que viene de vosotros? Bastan algunos ejemplos contrarios bien
acreditados, para probar que esta teoría no puede ser absoluta. ¿Cómo, por otra
parte, explicar que la reflexión del pensamiento, la escritura producida por
personas que no saben escribir, las respuestas filosóficas de la mayor
elevación obtenidas por personas no literatas, las que se dan a preguntas
mentales o en un lenguaje desconocido del médium, y mil otros hechos que no
pueden dejar duda sobre la independencia de la inteligencia que se manifiesta?
La opinión contraria no puede ser sino el resultado de una falta de
observación.
Si
la presencia de una inteligencia extraña está probada moralmente por la
naturaleza de las contestaciones, lo es materialmente por el hecho de la
escritura directa; esto es, de la escritura obtenida espontáneamente, sin pluma
ni lápiz, sin contacto, y a pesar de todas las precauciones tomadas para
garantizarse de todo subterfugio. El carácter inteligente del fenómeno, no
puede ponerse en duda; luego hay otra cosa más que una acción fluídica. Además,
la espontaneidad del pensamiento expresado fuera de toda espera, de toda
cuestión propuesta, no permite ver en ello un reflejo del de los asistentes.
El
sistema del reflejo es bastante desatento en ciertos casos; cuando en una
reunión de personas decentes, sobreviene inopinadamente una de estas
comunicaciones irritantes por su grosería, sería hacer poco favor a los
asistentes el pretender que proviene de alguno de ellos; y es probable que
todos se apresurarán a rechazarla. (Véase el Libro de los Espíritus,
Introducción § XVI).
44.
Sistema del alma colectiva. Es una variante del precedente. Según este sistema,
sólo el alma del médium se manifiesta, pero se identifica con la de muchos
otros vivientes presentes o ausentes, y forma un "todo colectivo"
reuniendo las aptitudes, la inteligencia y los conocimientos de cada uno.
Aunque la obrita en que esta teoría se expone se titule "la luz" (*), nos ha parecido de un estilo muy oscuro; confesamos
haberla comprendido poco y no hablamos de la misma sino para que se tenga
presente. Por otra parte, es, como muchas otras, una opinión individual que ha
hecho pocos prosélitos. El nombre de "Emah Tirpsé" es el que toma el
autor para designar el ser colectivo que representa. Toma por epígrafe:
"nada hay oculto que no deba ser conocido". Esta proposición es
evidentemente falsa, porque hay una porción de cosas que el hombre no puede ni
debe saber; muy presuntuoso sería el que pretendiese penetrar todos los
secretos de Dios.
45.
Sistema de sonambulismo. Este ha tenido más partidarios, y cuenta todavía con
algunos. Como el precedente, admite que todas las comunicaciones inteligentes
tienen su origen en el alma o Espíritu del médium; pero para explicar su
aptitud y tratar de objetos fuera de sus conocimientos, en lugar de suponer en
él un alma múltiple, atribuye esta aptitud a una sobrexcitación momentánea de
las facultades mentales, a una especie de estado de sonambulismo o de éxtasis
que exalta y desenvuelve su inteligencia.
No
se puede negar, en ciertos casos, la influencia de esta causa; pero basta haber
visto operar a la mayor parte de estos médiums, para convencerse que no puede
resolver todos los hechos, y que forma la excepción y no la regla. Se podría
creer que es así, si el médium tenía siempre el aspecto de un inspirado o de un
extático, apariencia que por otra parte podía simular perfectamente, si
quisiera hacer una farsa; ¿pero cómo creer en la inspiración, cuando el médium
escribe como una máquina, sin tener la menor conciencia de lo que obtiene, sin
la menor emoción, sin ocuparse de lo que hace y mirando a otra parte, riendo y
haciendo diferentes cosas? Se concibe la sobrexcitación de las ideas, pero no
se comprende que pudiese hacer escribir
al
que no sabe, y aún menos cuando las comunicaciones se transmiten por golpes, o
con la ayuda de una tablita o de una cestita. Veremos en la continuación de
esta obra la parte que es preciso conceder a la influencia de las ideas del
médium; pero los hechos en que la inteligencia extraña se revela por señales
incontestables, son tan numerosos y tan evidentes, que no pueden dejar ninguna
duda. La falta de razón en la mayor parte de los sistemas nacidos en el origen
del Espiritismo, es el haber sacado consecuencias generales
de
algunos hechos aislados.
46.
Sistema pesimista, diabólico o demoníaco. - Aquí entramos en otro orden de
ideas. Estando acreditada la intervención de una inteligencia extraña, se
trataba de saber cuál era la naturaleza de esta inteligencia. El medio más
sencillo era, sin duda, el preguntárselo; pero ciertas personas no han
encontrado en eso una garantía suficiente, y no han querido ver en todas las
manifestaciones sino una obra diabólica. Según ellas, sólo los demonios o el
diablo pueden comunicarse. Aunque este sistema encuentra poco eco en el día de
hoy, no ha dejado de gozar de algún crédito por algunos momentos por el
carácter de aquellos que han tratado de hacerle prevalecer. Haremos, sin
embargo, observar que los partidarios del sistema demoníaco, no deben estar
colocados entre los adversarios del Espiritismo, antes al contrario. Que los
seres que se comunican sean
demonios
o ángeles, siempre son seres incorpóreos; luego, admitir las manifestación de
los demonios, siempre es admitir la posibilidad de comunicar con el mundo
invisible, o al menos con una parte de este mundo.
La
creencia en la comunicación exclusiva de los demonios, por irracional que sea,
podía no parecer imposible cuando se miraba a los Espíritus como seres creados
fuera de la humanidad; pero desde que se sabe que los Espíritus no son otra
cosa que las almas de aquellos que han vivido, ha perdido todo su prestigio, y
se puede decir toda verosimilitud; porque se seguiría que todas estas almas son
demonios, aunque fuesen de un padre, de un hijo o de un amigo, y que nosotros
mismos muriendo, venimos a ser demonios, doctrina poco lisonjera y poco
consoladora para muchas gentes. Será muy difícil persuadir a una madre de que
el niño querido que ha perdido, y que viene a darle, después de su muerte,
pruebas de su afecto y de su identidad, sea un dependiente de Satanás. Es
verdad que entre los Espíritus, los hay muy malos, y que no valen más que
aquellos que se llaman "demonios", por una razón bien sencilla:
porque hay hombres muy malos, y que la muerte no les hace inmediatamente
mejores, la cuestión está en saber si éstos son los únicos que puedan
comunicarse. A los que lo crean así, les dirigimos las preguntas siguientes:
1ª.
¿Hay buenos y malos Espíritus?
2ª.
¿Dios es más poderoso que los malos Espíritus, o que los demonios, si así los
queréis llamar?
3ª.
Afirmar que sólo los malos se comunican, es decir que los buenos no lo pueden;
si esto es así, una de dos: esto tiene lugar por la voluntad, o contra la
voluntad de Dios. Si es contra su voluntad, es que los malos Espíritus son más
poderosos que él; si es por su voluntad, ¿por qué en su bondad, no lo
permitiría a los buenos para contrabalancear la influencia de los otros?
4ª.
¿Qué prueba podéis dar de la impotencia de los buenos Espíritus en comunicarse?
5ª.
Cuando se nos opone la sabiduría de ciertas comunicaciones, respondéis que el
demonio toma todas las apariencias para seducir mejor. Sabemos en efecto, que
hay Espíritus hipócritas que dan a su lenguaje un falso barniz de sabiduría;
¿pero admitís acaso que la ignorancia pueda falsificar el verdadero saber, y
una mala naturaleza remedar la verdadera virtud, sin dejar penetrar nada que
pudiese descubrir el fraude?
6ª.
Si el demonio sólo se comunica, puesto que es el enemigo de Dios y de los
hombres, ¿por qué recomienda orar a Dios, someterse a su voluntad, sufrir sin
murmurar las tribulaciones de la vida, no ambicionar honores ni riquezas,
practicar la caridad y todas las máximas de Cristo; en una palabra, hacer todo
lo que es necesario para destruir su imperio? Si es el demonio quien da tales
consejos, es preciso convenir que tan astuto como es, es bien poco diestro en
suministrar armas contra sí mismo. (*).
7ª.
Si los Espíritus se comunican, es porque Dios lo permite; viendo buenas y malas
comunicaciones, ¿no es más lógico el pensar que Dios permite a unas para
probarnos y a otras para aconsejarnos el bien?
8ª.
¿Qué pensaríais de un padre que dejase a su hijo a merced de los ejemplos y
consejo perniciosos, que apartase de él, y le prohibiese ver las personas que
pudiesen desviarle del mal? Lo que un buen padre no haría, ¿debe creerse que
Dios, que es la bondad por excelencia, haga menos que lo que haría un hombre?
9ª.
La Iglesia reconoce como auténticas ciertas manifestaciones de la Virgen y
otros santos, en apariciones, visiones, comunicaciones orales, etc.; ¿esta
creencia no es acaso contraria a la doctrina de la comunicación exclusiva de
los demonios?
Creemos
que ciertas personas han profesado esta teoría de buena fe; pero también
creemos que muchas lo han hecho únicamente con el objeto de que no se ocupasen
de estas cosas, a causa de las malas comunicaciones que se exponen a recibir;
diciendo que sólo el diablo se manifiesta, han querido asustar, casi como
cuando se dice a un niño: no toques esto, porque quema. La intención puede ser
laudable, pero el fin es erróneo; porque la sola prohibición excita la
curiosidad, y el miedo al diablo retiene a muy pocas gentes: se le quiere ver,
aunque no sea sino para saber cómo está hecho, y se quedan admirados de no
encontrarlo tan negro como se creían.
¿No
se podría ver también otro motivo en esta teoría exclusiva del diablo? Creen
algunas gentes que todos los que no son de su opinión van mal; así pues,
aquellos que pretenden que todas las comunicaciones son obra del demonio, ¿no
estarían acaso dominados por el miedo de que los Espíritus no fuesen de su
mismo parecer sobre todos los puntos, principalmente sobre los que tocan a los
intereses de este mundo, más que a los del otro? No pudiendo negar los hechos,
han querido presentarlos de una manera pavorosa; pero este medio no ha
contenido más que los otros. Cuando el miedo al ridículo es impotente, es
preciso resignarse que las cosas sigan su curso.
El
musulmán que oyera a un Espíritu hablar contra ciertas leyes del Corán, pensaría
seguramente que éste era un mal Espíritu; lo mismo sería de un judío por lo que
mira a ciertas prácticas de la ley de Moisés. En cuando a los católicos, hemos
oído afirmar a uno que el Espíritu que se comunicaba no podía ser si no el
"diablo", porque se había permitido pensar de otro modo que él sobre
el poder temporal, aunque por otra parte sólo hubiese predicado la caridad, la
tolerancia, el amor al prójimo, y la abnegación de las cosas de este mundo,
máximas todas enseñadas por Cristo.
Los
Espíritus, no siendo otros que las almas de los hombres, y los hombres no
siendo perfectos, resulta de esto que hay Espíritus igualmente imperfectos, y
cuyo carácter se refleja en sus comunicaciones. Es un hecho incontestable que
los hay malos, astutos, profundamente hipócritas, y contra los cuales es
preciso ponerse en guardia; pero, porque haya en el mundo hombres perversos, no
es una razón para huir de la sociedad. Dios nos ha dado la razón y el juicio
para apreciar a los Espíritus, así como a los hombres. El mejor medio de
precaverse contra los inconvenientes que puede presentar la práctica del
Espiritismo, no es el prohibirle, sino el hacerle comprender. Un miedo
imaginario sólo impresiona un instante y no afecta a todo el mundo; la realidad
claramente demostrada se comprende por todos.
47.
Sistema optimista. Al lado de aquellos que no ven en estos fenómenos sino la
acción de los demonios hay otros que sólo han visto la de los buenos Espíritus;
éstos han querido suponer que el alma estando separada de la materia, ningún
velo existía para ella, y que debía tener la soberana ciencia y la soberana
sabiduría. Su ciega confianza en esta superioridad absoluta de los seres del
mundo invisible, ha sido para muchos el origen de bastantes decepciones y han
aprendido a sus costas a desconfiar de ciertos Espíritus así como de ciertos
hombres.
48.
Sistema uniespiritista o monoespiritista. Una variedad del sistema optimista,
consiste en la creencia de que un solo Espíritu se comunica con los hombres, y
que este Espíritu es Cristo, quien es el protector de la Tierra. Cuando se ven
comunicaciones de la más baja trivialidad, de una grosería irritante, llenas de
malevolencia y de maldad, habría profanación e impiedad en suponer que pudiesen
dimanar el Espíritu del bien por excelencia. Además, si aquellos que lo creen
no hubiesen tenido jamás sino comunicaciones irreprochables, se concebiría su
ilusión; pero la mayor parte conviene en haberlas tenido muy malas, lo que
explican diciendo, que es una prueba que el buen Espíritu les hace sufrir,
dictándoles cosas absurdas; de este modo, mientras los unos atribuyen todas las
comunicaciones al diablo, quien puede decir cosas buenas para tentar, otros
creen que sólo Jesús se manifiesta, y que puede decir cosas malas para probar.
Entre estas dos opiniones tan inversas, ¿quién fallará? El buen sentido y la
experiencia.
Decimos
la experiencia, porque es imposible que los que profesan ideas tan exclusivas
lo hayan visto todo como debe verse. Cuando se les oponen los hechos de
identidad que atestiguan la presencia de parientes, amigos o conocidos por las
manifestaciones escritas, visuales u otras, responden que es siempre el mismo
Espíritu, el diablo según los unos, Cristo según los otros, que toma todas las
formas; pero no nos dicen por qué no pueden comunicarse los otros Espíritus, ni
con qué objeto el Espíritu de verdad vendrá a engañarnos presentándose bajo
falsas apariencias, a burlarse de una pobre madre, haciéndole creer mintiendo,
que él es el hijo por quien llora. La razón rehúsa admitir que el Espíritu
Santo se rebaje, ejecutando semejante comedia. Por otra parte, negar la
posibilidad de cualquiera otra comunicación, ¿no es quitar al Espiritismo lo
que tiene de más dulce: el consuelo de los afligidos? Digamos sencillamente que
dicho sistema es irracional, y no puede sostener un examen severo.
49.
Sistema multiespiritista o poliespiritista. Todos los sistemas que hemos
examinado, sin exceptuar los que son en sentido negativo, se apoyan en algunas
observaciones, pero incompletas o mal interpretadas. Si una casa es de color
encarnado por un lado, y blanca de otro, aquel que no la haya visto sino de un
lado afirmará que es encarnada, el otro dirá que es blanca: los dos se
engañarán y tendrán razón; pero el que haya visto la cosa por ambos lados dirá
que es encarnada y blanca, y sólo él estará en lo verdadero. Lo mismo sucede en
cuanto a la opinión que se forma del Espiritismo: puede ser verdadera bajo
ciertos aspectos, y falsa si se generaliza lo que es sólo parcial, si se toma
por regla lo que es sólo la excepción, por el todo lo que no es sino la parte.
Por esto decimos que el que quiera estudiar seriamente esta ciencia, debe ver
mucho y largo tiempo; sólo el tiempo le permitirá coger los detalles, observar
los matices delicados, notar una multitud de hechos característicos que serán
para él rayos de luz; pero si se detiene en la superficie, se expone a formar
un juicio prematuro, y por consiguiente erróneo. He aquí las consecuencias
generales que se han deducido de una observación completa, y que forman ahora
la creencia, se puede decir, de la universidad de los espiritistas, porque los
sistemas restrictivos sólo son opiniones aisladas.
1.º
Los fenómenos espiritistas se producen por inteligencias extra-corporales, o
sea por los Espíritus.
2.º
Los Espíritus constituyen el mundo invisible; están por todas partes; cubren
los espacios hasta lo infinito, los hay sin cesar alrededor nuestro, con los
cuales estamos en contacto.
3º
Los Espíritus reaccionan incesantemente sobre el mundo físico y sobre el mundo
moral, y son una de las potencias de la Naturaleza.
4º
Los Espíritus no son seres aparte en la creación; son las almas de aquellos que
han vivido sobre la Tierra o en otros mundos, y que han dejado su envoltura
corporal; de donde se sigue que las almas de los hombres son Espíritus
encarnados, y que muriendo venimos a ser Espíritus.
5º
Hay Espíritus de todos los grados de bondad y de malicia, de saber y de
ignorancia.
6º
Todos están sometidos a la ley del progreso, y todos pueden llegar a la
perfección; pero como tienen su libre albedrío, llegan en un tiempo más o menos
largo, según sus esfuerzos y su voluntad.
7º
Son dichosos o desgraciados, según el bien o el mal que han hecho durante su
vida, y el grado de adelantado a que han llegado. La dicha perfecta y sin
mezcla sólo pertenece a los Espíritus que llegan al supremo grado de
perfección.
8º
Todos los Espíritus, en circunstancias dadas, pueden manifestarse a los
hombres; el número de los que pueden comunicarse es indefinido.
9º
Los Espíritus se comunican por el intermediario de médiums, que les sirven de
instrumentos y de intérpretes.
10º
Se reconoce la superioridad o inferioridad de los Espíritus en su lenguaje: los
buenos sólo aconsejan el bien y no dicen sino cosas buenas: todo atestigua en
ellos la elevación; los malos engañan y todas sus palabras llevan el sello de
la imperfección y de la ignorancia.
Los
diferentes grados que recorren los Espíritus están indicados en la Escala
Espiritista (Libro de los Espíritus, lib. II, cap. I, n.º 100). El estudio de esta clasificación es indispensable para
apreciar la naturaleza de los Espíritus que se manifiestan, sus buenas y malas
cualidades.
50.
Sistema del alma material . Consiste únicamente en una opinión particular sobre
la naturaleza íntima del alma. Según esta opinión, el alma y el periespíritu no
serían dos cosas distintas o, por mejor decir, el periespíritu no sería otro
que la misma alma, depurándose gradualmente por las diversas transmigraciones,
como el alcohol se depura por las diversas destilaciones, mientras que la
Doctrina Espiritista no considera al periespíritu sino como la envoltura
fluídica del alma o del Espíritu. Siendo el periespíritu una materia, aunque
muy etérea, el alma sería de este modo de una naturaleza material más o menos esencial,
según el grado de su depuración. Este sistema no invalida ninguno de los
principios fundamentales de la Doctrina Espiritista, porque nada cambia el
destino del alma; las condiciones de su felicidad futura son siempre las
mismas; el alma y el periespíritu forman un todo, bajo el nombre de Espíritu,
como el germen y el perispermo lo forman bajo el nombre de fruto; toda la
cuestión se reduce a considerar el todo como homogéneo en lugar de formarse de
dos partes distintas.
Como
se ve, de eso no se deduce ninguna consecuencia, y no hubiéramos hablado de
ello si no hubiésemos encontrado personas inclinadas a ver una nueva escuela en
lo que en definitiva sólo es una simple interpretación de palabras. Esta
opinión, muy restringida por cierto, aunque fuese más general, no constituiría
una escisión entre los espiritistas, así como las dos teorías de la emisión o
de las ondulaciones no la constituyen entre los físicos. Los que quisieran
formar partido separado por una cuestión tan pueril, probarían, por lo mismo,
que dan más importancia a lo accesorio que a lo principal, y que están
conducidos a la desunión por Espíritus que no pueden ser buenos, porque los
buenos jamás aconsejan la acritud y la cizaña; por esto invitamos a todos los
verdaderos espiritistas a ponerse en guardia contra semejantes sugestiones, y a
no dar a ciertos detalles más importancia que la que merecen; lo esencial está
en el fondo.
Creemos,
sin embargo, deber decir en pocas palabras, en qué se apoya la opinión de
aquellos que consideran el alma y el periespíritu como dos cosas distintas. Se
funda en la enseñanza de los Espíritus, que jamás han variado sobre el
particular; hablamos de los Espíritus ilustrados, porque entre ellos los hay
que no saben ni más ni menos que los hombres, mientras que la teoría contraria
es una concepción humana. Nosotros no hemos inventado ni supuesto el
periespíritu para explicar los fenómenos; su existencia se nos ha revelado por
los Espíritus, y la observación nos la ha confirmado (Libro de los Espíritus,
número 93). Se apoya además sobre el estudio de las sensaciones entre los
Espíritus (Libro de los Espíritus, número 257) y sobre todo en el fenómeno de
las apariciones tangibles, que implicaría, según la otra opinión, la
solidificación y desagregación de las partes que constituyen el alma, y por
consecuencia su desorganización. Sería menester también admitir que esta
materia que puede hacerse sensible a los sentidos, es, por sí misma, el
principio inteligente, lo que no es más racional que confundir el cuerpo con el
alma, o el vestido con el cuerpo. En cuanto a la naturaleza íntima del alma,
nos es desconocida. Cuando se dice que es "inmaterial" es preciso
entenderlo en el sentido relativo y no absoluto, porque la inmaterialidad
absoluta sería la nada; luego el alma o el Espíritu es alguna cosa; se quiere
decir que su esencia es de tal modo superior que no tiene ninguna analogía con
lo que nosotros llamamos materia y que así para nosotros es inmaterial. (Libro
de los Espíritus, números 23 y 82).
51.
He aquí la respuesta que sobre este asunto dio un Espíritu: "Lo que los
unos llaman 'periespíritu' no es otra cosa que lo que los otros llaman
envoltura material fluídica. Diré, para hacerme comprender de una manera más
lógica, que este fluido es la perfectibilidad de los sentidos, la extensión de
la vista y de las ideas: hablo de los Espíritus elevados. En cuanto a los
Espíritus inferiores, los fluidos terrestres están todavía completamente
inherentes a ellos, pues es materia como veis; de ahí los sufrimientos del
hambre, del frío, etc., sufrimiento que no pueden padecer los Espíritus
superiores, atendido a que los fluidos terrestres están depurados alrededor del
pensamiento, es decir, del alma. El alma, para su progreso, tiene siempre
necesidad de un agente; el alma sin agente es nada para vosotros o, por mejor
decir, no la podéis concebir. El periespíritu para nosotros, Espíritus
errantes, es el agente por el cual nos comunicamos con vosotros, ya sea
indirectamente por vuestro cuerpo o vuestro periespíritu, o directamente con
vuestra alma; de ahí la infinita variedad de médiums y de comunicaciones. Queda
ahora el punto de vista científico esto es, la esencia misma del periespíritu;
este es otro asunto. Primero comprended moralmente y sólo quedará una discusión
sobre la naturaleza de los fluidos, lo que es inexplicable por ahora; la
ciencia no conoce bastante, pero lo conseguiremos si ésta quiere marchar con el
Espiritismo. El periespíritu puede variar y cambiar hasta lo infinito; el alma
es el pensamiento; no cambia de naturaleza; bajo este aspecto no vayáis más
lejos, es un punto que no puede explicarse. ¿Creéis, acaso, que yo no busco
como vosotros? Vosotros buscáis el periespíritu: nosotros ahora buscamos el
alma. Esperad, pues. - LAMENNAIS."
Pues
si los Espíritus que pueden considerarse como avanzados no han podido aún
sondear la naturaleza del alma, ¿cómo podríamos hacerlo nosotros mismos? Es,
pues, perder el tiempo el querer escudriñar el principio de las cosas, que así
como hemos dicho en el Libro de los Espíritus (números 17 y 49) está en los
secretos de Dios.
Pretender
ojear con ayuda del Espiritismo lo que aún no es competencia de la humanidad,
es separarle de su verdadero objeto; es hacer como el niño que quisiera saber
tanto como el viejo. Que el hombre haga servir el Espiritismo para su
mejoramiento moral, es lo esencial; lo demás es sólo una curiosidad estéril y
muchas veces orgullosa, cuya satisfacción no le hará hacer ningún paso, el sólo
medio de avanzar es volverse mejor. Los Espíritus que han dictado el Libro que
lleva su nombre, han probado su sabiduría encerrándose, por lo que concierne al
principio de las cosas, en los límites que Dios no permite penetrar, dejando a
los Espíritus sistemáticos y presuntuosos la responsabilidad de las teorías
anticipadas y erróneas, más seductoras que sólidas, y que caerán un día ante la
razón como tantas otras salidas de los cerebros humanos. Sólo han dicho
precisamente lo necesario para hacer comprender al hombre el porvenir que le
espera, y por lo mismo animarle al bien. (Véase continuación, 2ª parte, cap. 1º
Acción de los Espíritus sobre la materia).
SEGUNDA PARTE
DE LAS MANIFESTACIONES ESPIRITISTAS
CAPÍTULO PRIMERO
ACCIÓN DE LOS ESPÍRITUS SOBRE LA
MATERIA
52.
Separada la opinión materialista, como condenada a la vez por la razón y por
los hechos, todo se reduce a saber si el alma después de la muerte puede
manifestarse a los vivos. La cuestión, reducida de este modo a la más simple
expresión, se encuentra singularmente despejada. Se podría preguntar, desde
luego, por qué seres inteligentes que en cierto modo viven en nuestro centro,
aunque invisibles por su naturaleza, no podrían atestiguar su presencia de una
manera cualquiera. La simple razón dice que para esto no hay nada absolutamente
imposible, y esto es ya alguna cosa. Esta creencia tiene, por otra parte, el
asentimiento de todos los pueblos, porque se la encuentra por todas partes y en
todas las épocas; luego una intuición no podría ser tan general, ni sobrevivir
a los tiempos sin apoyarse en alguna cosa. Está, además, sancionada por el
testimonio de los libros sagrados y de los padres de la Iglesia, y ha sido
menester el escepticismo y el materialismo de nuestro siglo para relegarla
entre las ideas supersticiosas; si estamos en el error, estas autoridades lo están
igualmente.
Pero
esto sólo son consideraciones morales; una causa, sobre todo, ha contribuido a
fortificar la duda en una época tan positiva como la nuestra, en que se procura
darse cuenta de todo, en que se quiere saber el por qué y el cómo de cada cosa,
y consiste en la ignorancia de la naturaleza de los Espíritus y de los medios
por los cuales pueden manifestarse. Adquirido este conocimiento, el hecho de
las manifestaciones nada tiene de sorprendente y entra en el orden de los
hechos naturales.
53.
La idea que uno se forma de los Espíritus hace a primera vista incomprensible
el fenómeno de las manifestaciones. Estas manifestaciones no pueden tener lugar
sino por la acción del Espíritu sobre la materia; por esto los que creen que el
Espíritu es la ausencia de toda materia, se preguntan, con alguna apariencia de
razón, cómo puede obrar materialmente. Pero ahí está el error, porque el
Espíritu no es una abstracción: es un ser definido, limitado y circunscrito. El
Espíritu encarnado en el cuerpo, constituye el alma; cuando lo deja a la
muerte, no sale despojado de toda envoltura. Todos los Espíritus nos dicen que
conservan la forma humana, y en efecto, cuando se nos aparecen es bajo la que
nosotros les conocíamos.
Observémosle
atentamente en el momento en que acaban de dejar la vida; están en un estado de
turbación; todo está confuso a su alrededor; ven su cuerpo sano o mutilado
según el género de muerte; por otra parte se ven y se sienten vivir; alguna
cosa les dice que este cuerpo les pertenece y no comprenden que estén separados
de él. Continúan viéndose bajo su forma primitiva, y esta visión produce en
algunos, durante cierto tiempo, una singular ilusión: la de creerse aún vivos:
les falta la experiencia de su nuevo estado para convencerse de la realidad.
Disipado este primer momento de turbación, el cuerpo viene a ser para ellos un
vestido viejo, del cual se han despojado, y que no lo echan de menos; se
sienten más ligeros y como desembarazados de un peso; no experimentan ya
dolores físicos, y son muy felices en poder elevarse, recorrer el espacio así
como lo hacían diferentes veces, viviendo en sueños (*). Sin embargo, a pesar de la ausencia del cuerpo, acreditan
su personalidad; tienen una forma, pero una forma que no les molesta ni les
embaraza; ellos, en fin, tienen la conciencia de su "Yo" y de su
individualidad. ¿Qué debemos deducir de todo esto? Que el alma no lo deja todo
en la tumba, y que algo se lleva consigo.
54.
Numerosas observaciones y hechos irrecusables de que tendremos que hablar más
tarde nos han conducido a esta consecuencia, a saber que en el hombre hay tres
cosas: 1ª el alma o Espíritu, principio inteligente en quien reside el sentido
moral; 2ª el cuerpo, envoltura grosera, material, de la que está temporalmente
revestido para el cumplimiento de ciertas miras providenciales; y 3ª el
periespíritu, envoltura fluídica semi-material, sirviendo de lazo entre el alma
y el cuerpo.
La
muerte es la destrucción o, mejor, la desagregación de la envoltura grosera, de
aquella que el alma abandona; la otra se separa y sigue al alma, que se
encuentra de esta manera tener siempre una envoltura; esta última, bien que
fluídica, etérea, vaporosa, invisible para nosotros en su estado normal, no por
eso deja de ser materia, aunque hasta ahora no hayamos podido cogerla y
someterla al análisis.
Esta
segunda envoltura del alma o "periespírítu existe", pues, durante la
vida corporal; es el intermediario de todas las sensaciones que percibe el
Espíritu, aquel por el cual el Espíritu transmite su voluntad al exterior y
obra sobre los órganos. Para servirnos de una comparación material, es el hilo
eléctrico conductor que sirve a la recepción y a la transmisión del
pensamiento; es, en fin, ese agente misterioso que no puede cogerse, designado
con el nombre de fluido nervioso, que tan gran papel juega en la economía, y
del que no se tiene bastante cuenta en los fenómenos fisiológicos y
patológicos. No considerando la medicina sino el elemento material ponderable,
se priva en la apreciación de los hechos de una causa incesante de acción. Pero
no es este el lugar de examinar esta cuestión; haremos solamente observar que
el conocimiento del periespíritu es la llave de una porción de problemas hasta
ahora inexplicables.
El
periespíritu no es una de esas hipótesis a las cuales se ha recurrido algunas
veces en la Ciencia para la explicación de un hecho; su existencia no solamente
es revelada por los Espíritus, sino que es un resultado de observaciones, como
tendremos ocasión de demostrarlo. Por el momento y para no anticiparnos sobre
los hechos que tenemos que relatar, nos limitaremos a decir que sea durante su
unión con el cuerpo, sea después de su separación, el alma no está nunca
separada de su periespíritu.
55.
Se ha dicho que el Espíritu es una llama, una chispa: ésta debe entenderse del
Espíritu propiamente dicho, como principio intelectual y moral, y al cual no se
podría atribuir una forma determinada; pero en cualquier grado que se
encuentre, está siempre revestido de una envoltura o periespíritu cuya
naturaleza se va haciendo más etérea a medida que se purifica y se eleva en la
jerarquía; de tal suerte, que para nosotros la idea de forma es inseparable de
la de espíritu, y que no concebimos la una sin la otra. El periespíritu forma,
pues, parte integrante del hombre; pero el periespíritu solo no es el Espíritu
como el cuerpo solo no es el hombre, porque el periespíritu no piensa; es al
Espíritu lo que el cuerpo es al hombre; esto es, el agente o instrumento de su
acción.
56.
La forma del periespíritu es la forma humana y cuando nos aparece es
generalmente aquella bajo la cual hemos conocido al Espíritu en su vida. Se
podría creer, según esto, que el periespíritu, separado de todas las partes del
cuerpo, se amolda de algún modo sobre él y conserva su tipo, pero no parece que
sea así. La forma humana, con algunas diferencias de detalle y salvo las
modificaciones orgánicas necesarias para el centro en el cual el ser está
llamado a vivir, se encuentra en los habitantes de todos los globos; al menos
ésto es lo que dicen los Espíritus; es igualmente la forma de todos los
Espíritus no encarnados y que no tienen más que el periespíritu; es aquella
bajo la que en todo tiempo se han representado los ángeles o Espíritus puros;
de donde debemos deducir que la forma humana es la forma tipo de todos los
seres humanos a cualquier grado que pertenezcan. Pero la materia sutil del
periespíritu no tiene la tenacidad ni la rigidez de la materia compacta del
cuerpo; es, si podemos expresarnos así, flexible y expansible por esto la forma
que toma, aunque calcada sobre la del cuerpo, no es absoluta; se pliega a
voluntad del Espíritu, quien puede darle tal o
cual
apariencia a su gusto, mientras que la envoltura sólida le ofrece una
resistencia insuperable Desembarazado de esa traba que le comprimía e
periespíritu se extiende o se estrecha, se transforma, en una palabra, se
presta a todas las metamorfosis, según la voluntad que obra sobre él. A
consecuencia de esta propiedad de su envoltura fluídica, es como el Espíritu
que quiere hacerse reconocer, puede, cuando esto es necesario, tomar la exacta
apariencia que tenía en su vida, hasta la de los accidentes corporales que
pueden ser signos de reconocimiento.
Los
Espíritus, como se ve, son, pues, seres semejantes a nosotros, formando a
nuestro alrededor toda una población invisible en el estado normal; decimos en
el estado normal porque, como lo veremos, esta invisibilidad no es absoluta.
57.
Volvamos a la naturaleza del periespíritu, porque esto es esencial para la
explicación que vamos a dar. Hemos dicho que, aunque fluídica, no deja de ser
una especie de materia, y esto resulta del hecho de las apariciones tangibles,
sobre las cuales volveremos a tratar. Se ha visto, bajo la influencia de
ciertos médiums, aparecer manos teniendo todas las propiedades de manos
vivientes que tienen calor, que se pueden tocar, que ofrecen la resistencia de
un cuerpo sólido que os agarran, y que de repente se desvanecen como una
sombra. La acción inteligente de estas manos, que obedecen evidentemente a una
voluntad, ejecutando ciertos movimientos, aun tocando aires sobre un
instrumento prueba que son la parte visible de un ser inteligente insivible.
Su
tangibilidad, su temperatura, en una palabra, la impresión que hacen sobre los
sentidos, puesto que se ha visto que han dejado señales sobre la piel, dar
golpes dolorosos o acariciar delicadamente prueban que son de alguna materia.
Su desaparición instantánea prueba también que esta materia es eminentemente
sutil y se modifica como ciertas sustancias que pueden alternativamente pasar
del estado sólido al estado fluídico y recíprocamente.
58.
La naturaleza íntima del Espíritu propiamente dicho, esto es, del ser pensador,
no es enteramente desconocida; no se revela a nosotros sino por sus actos, y
sus actos no pueden afectar a nuestros sentidos materiales sino por un
intermediario material. El Espíritu tiene, pues, necesidad de materia para
obrar sobre la materia. Tiene por instrumento directo su periespíritu, como el
hombre tiene su cuerpo, pues su periespíritu es materia, como acabamos de
verlo. Tiene en seguida por agente intermediario el fluido universal, especie
de vehículo sobre el cual obra, como nosotros obramos sobre el aire para
producir ciertos efectos con ayuda de la dilatación, de la compresión, de la
propulsión o de las vibraciones.
Considerada
de esta manera la acción del Espíritu sobre la materia, se concibe fácilmente;
se comprende desde luego que todos los efectos que de esto resultan entran en
el orden de los hechos naturales, y no tienen nada de maravilloso. Sólo han
parecido sobrenaturales, porque no se conocía la causa; conocida ésta lo
maravilloso desaparece y esta causa está toda entera en las propiedades
semimateriales del periespíritu. Este es un nuevo orden de hechos que una nueva
ley viene a explicar, y de la cual nadie se maravillará dentro algún tiempo, lo
mismo que sucede hoy día con la correspondencia a larga distancia en algunos
minutos por la electricidad.
59.
Quizá nos preguntarán cómo el Espíritu, con la ayuda de una materia tan sutil,
puede obrar sobre cuerpos pesados y compactos, levantar mesas, etcétera.
Seguramente no sería un hombre de ciencia quien pudiera hacer semejante
objeción; porque sin hablar de las propiedades desconocidas que puede tener
este nuevo agente, ¿no tenemos nosotros bajo nuestros ojos ejemplos análogos?
¿Acaso la industria no encuentra sus más poderosos motores en los gases más
rarificados y en los fluidos imponderables? Cuando se ve que el aire derriba
los edificios, que el vapor arrastra masas enormes, que la pólvora gasificada
levanta las rocas, que la electricidad rompe los árboles y agujerea las
murallas, ¿es extraño admitir que el Espíritu, con ayuda de su periespíritu,
pueda levantar una mesa, cuando sobre todo se sabe que este periespíritu puede
venir a ser visible, tangible y obrar como un cuerpo sólido?
CAPÍTULO II
MANIFESTACIONES FÍSICAS - MESAS
GIRATORIAS
60.
Se da el nombre de manifestaciones físicas a las que se traducen por efectos
sensibles, tales como los ruidos, el movimiento y la traslación de los cuerpos sólidos.
Los
unos son espontáneos, esto es, independientes de toda voluntad; los otros
pueden ser provocados. Primero hablaremos de estos últimos.
El
efecto más sencillo, y uno de los primeros que se han observado, consiste en el
movimiento circular impreso a una mesa. Este efecto se produce igualmente con
todos los objetos; pero habiéndose practicado más con la mesa esta clase de
ejercicios, porque era el más cómodo, el nombre de "mesas giratorias"
ha prevalecido para designar esta clase de fenómenos.
Cuando
decimos que este efecto es uno de los primeros que se han observado, nos
referimos a estos últimos tiempos, porque se sabe que todos los géneros de
manifestaciones han sido conocidos desde los tiempos más remotos, y no puede
ser de otra manera; pues que siendo efectos naturales, han debido producirse en
todas épocas.
Tertuliano
habla en términos explícitos de las mesas giratorias y parlantes.
Este
fenómeno, durante algún tiempo, ha alimentado la curiosidad de los salones;
después se ha dejado por otras distracciones porque no era más que un objeto de
distracción. Dos causa han contribuido al abandono de las mesas giratorias: la
moda para las gentes frívolas que raramente consagran dos inviernos a la misma
diversión, siendo prodigioso el que hayan empleado en este tres o cuatro. Para
las gentes graves y observadoras ha salido de ella alguna cosa seria que ha
prevalecido; si abandonaron las mesas giratorias fue para ocuparse de las
consecuencias mucho más importantes en sus resultados: han dejado el alfabeto
por la ciencia; he aquí todo el secreto de este abandono aparente que tanta
algazara ha movido entre los burlones.
Sea
de ello lo que quiera, las mesas giratorias no dejan de ser el punto de partida
de la Doctrina Espiritista, y bajo este título les debemos algún desarrollo,
tanto más que presentando los fenómenos en su mayor sencillez, el estudio de
las causas será mucho más fácil, y una vez establecida la teoría, nos dará la
llave de los efectos más complicados.
61.
Para la producción del fenómeno es necesaria la intervención de una o muchas
personas dotadas de una aptitud especial que se designan bajo el nombre de
"médiums." El número de los que cooperan es indiferente, no ser que
en la cantidad puedan encontrarse algunos médiums desconocidos. En cuanto a
aquellos cuya mediumnidad es nula, su presencia es de ningún resultado y aún
más dañosa que útil, por la disposición de espíritu que traen muchas veces.
Los
médiums poseen, bajo este aspecto, un poder más o menos grande, y producen, por
consecuencia, efectos más o menos pronunciados; muchas veces una persona,
médium poderoso, producirá por si sola mucho más que otras veinte reunidas; le
bastará colocar las manos sobre la mesa para que al instante se mueva, se
levante, se caiga, dé saltitos o gire con violencia.
62.
No hay ningún indicio de la facultad medianímica; la experiencia sólo puede
hacerla conocer. Cuando en una reunión se quiere ensayar, es preciso sentarse
simplemente alrededor de una mesa y colocar las manos extendidas encima, sin
presión ni contracción muscular. Al principio, como se ignoraban las causas del
fenómeno, se indicaron muchas precauciones, reconocidas después absolutamente
inútiles; tal es, por ejemplo, la alternativa de los sexos, y también el
contacto de los dedos pequeños de las diferentes personas, formando una especie
de cadena no interrumpida. Esta última precaución había parecido necesaria
cuando se creía en la acción de una especie de corriente eléctrica; después la
experiencia ha demostrado su inutilidad. La sola prescripción rigurosamente
obligatoria es el recogimiento, un silencio absoluto, y sobre todo la
paciencia, si el efecto se hace esperar. Puede ser que se produzca en algunos
minutos, como puede tardar media hora o una; esto depende de la potencia
medianímica de los cooperantes.
63.
Decimos, además, que la forma de la mesa, la sustancia de que está hecha, la
presencia de los metales, de la seda, de los vestidos, de los asistentes, los
días, las horas, la oscuridad o la luz, etc., son tan indiferentes como la lluvia
o el buen tiempo. Solo el volumen de la mesa es de alguna importancia, pero
únicamente en el caso de que la potencia medianímica fuese insuficiente para
vencer la resistencia; en caso contrario una sola persona aun un niño puede
hacer levantar una mesa de cien kilogramos, mientras que con condiciones menos
favorables, doce personas no harían mover el más pequeño velador.
En
este estado, cuando el efecto empieza a manifestarse, generalmente se oye un
pequeño crujido en la mesa se siente como un estremecimiento que es el preludio
del movimiento; parece que hace esfuerzos para destacarse; después se pronuncia
el movimiento de rotación y se acelera hasta el punto de adquirir una rapidez
tal que los asistentes casi no pueden seguirla. Una vez establecido el
movimiento, pueden también separarse de la mesa, la que continúa moviéndose en
diversos sentidos, sin contacto.
En
otras circunstancias la mesa se levanta y se endereza, tan pronto sobre un solo
pie como sobre otro; después vuelve a tomar con suavidad su posición natural.
Otras,
veces se balancea imitando el movimiento de ondulación de un buque; otras, en
fin, pero para esto es preciso una potencia medianímica considerable, se
destaca enteramente del suelo y se mantiene en equilibrio en el espacio, sin
punto de apoyo, levantándose también algunas veces hasta el techo, de modo que
puede pasarse por debajo; después vuelve a descender lentamente, meciéndose
como lo haría una hoja de papel, o bien cae violentamente y se rompe, lo que
prueba de una manera patente, que uno no es juguete de una ilusión óptica.
64.
Otro fenómeno que se produce muy a menudo, según la naturaleza del médium, es
el de los golpes dados en el mismo tejido de la madera, sin ningún movimiento
de la mesa; estos golpes, algunas veces muy débiles, otras veces bastante
fuertes, se hacen oír igualmente en los otros muebles de la habitación, contra
las puertas, las paredes y el techo. Luego volveremos a tratar de esto. Cuando
han tenido lugar en la mesa, producen en ésta una vibración muy sensible para
los dedos, y sobre todo muy clara cuando se aplica el oído.
CAPÍTULO III
MANIFESTACIONES INTELIGENTES
65.
En lo que acabamos de ver, nada revela, seguramente, la intervención de una
potencia oculta, y estos efectos podrían perfectamente explicarse por la acción
de una corriente magnética o eléctrica, o la de un fluido cualquiera. Tal ha
sido en verdad la primera solución dada a estos fenómenos, y que podía con
razón, pasar por muy lógica.
Hubiera,
sin duda, prevalecido si otros hechos no hubiesen venido a demostrar su
insuficiencia; estos hechos son las pruebas de inteligencia que ellos han dado;
pues como todo efecto inteligente debe tener una causa inteligente, es evidente
que aun admitiendo que la electricidad o cualquiera otro fluido juegue en ello
algún papel, se mezcla alguna otra causa. ¿Qué causa es esta? ¿Qué
inteligencia? Las continuadas observaciones nos lo han hecho conocer.
66.
Para que una manifestación sea inteligente, no es necesario que sea elocuente,
ni de genio privilegiado o sabio: basta que pruebe un acto libre y voluntario,
expresando una intención o respondiendo a un pensamiento. Cuando se ve una
veleta agitada por el viento, se tiene la seguridad de que sólo obedece a una
impulsión mecánica; pero si se reconoce en sus movimientos señales
intencionales, si gira de derecha a izquierda, pronto o con lentitud,
obedeciendo a una voluntad, nos veremos obligados a admitir no que la veleta
sea inteligente sino que obedece a una inteligencia.
Esto
mismo sucede respecto de la mesa.
67.
Hemos visto moverse la mesa, levantarse y dar golpes bajo la influencia de uno
o muchos médiums. El primer efecto inteligente que se notó fue el ver que estos
movimientos obedecían a un mandato y, sin mudar de sitio, la mesa se levantaba
alternativamente sobre el pie designado; después, volviendo a caer, daba un
número determinado de golpes, respondiendo a una pregunta. Otras veces la mesa,
sin el contacto de nadie, se paseaba sola por la habitación, yendo de derecha a
izquierda, adelante o atrás, ejecutando diversos movimientos según la orden de
los asistentes.
Es
muy evidente que, lejos de toda suposición de fraude, admitimos la completa
lealtad de los asistentes, atestiguada por su honradez y su perfecto
desinterés. Más tarde hablaremos de las supercherías contra las cuales es
prudente estar preparado.
68.
Por medio de los golpes, y, sobre todo, por los golpes íntimos que acabamos de
hablar, se obtienen efectos aún más inteligentes, como la imitación de los
diversos redobles del tambor, fuegos de fila o pelotón, cañonazos, como en un
simulacro de guerra, el rechino de la sierra, los golpes del martillo, la
cadencia de diferentes melodías, etc. Esto fue, como se comprende, un vasto
campo abierto a la explotación. Se dijo que, puesto que allí había una inteligencia
oculta, podía responder a las preguntas, y respondió, en efecto, por un
"sí" o por un "no", mediante un número de golpes de
convención. Estas respuestas fueron muy insignificantes; así es que se tuvo la
idea de hacer que se designaran las letras del alfabeto, y componer de este
modo palabras y frases.
69.
Estos hechos, repetidos a voluntad por millares de personas y en todos los
países, no podían dejar duda sobre la naturaleza inteligente de las
manifestaciones. Entonces fue cuando surgió un nuevo sistema, según el cual
esta inteligencia debía ser la del médium, la del interrogador o la de los
mismos asistentes. La dificultad estaba en explicar cómo esta inteligencia
podía reflejarse en la mesa e interpretarse por los golpes; una vez constatado
que los golpes, no los daba el médium, lo serían por el pensamiento; pero, el
pensamiento dando golpes, era un fenómeno aún más prodigioso que todos aquellos
que se habían visto.
La
experiencia no tardó en demostrar lo inadmisible de esta opinión. En efecto,
las respuestas se encontraban muy a menudo diametralmente opuestas con el
pensamiento de los asistentes, fuera del alcance intelectual del médium, y aun
en idiomas que no conocía, o relatando hechos ignorados de todos. Estos
ejemplos son tan numerosos, que es casi imposible que el que se haya ocupado
algo de comunicaciones espiritistas no lo haya visto diferentes veces. Sólo
citaremos uno que se nos ha referido por un testigo ocular.
70.
A bordo de un buque de la marina imperial francesa, en estación en los mares de
la China, toda la tripulación, desde los marineros hasta el estado mayor, se
ocupaba en hacer hablar a las mesas. Se tuvo la idea de evocar al Espíritu de
un teniente de este mismo buque, muerto hacía dos años. Vino, y después de
diversas comunicaciones que llenaron a todos de asombro, dijo lo que sigue, por
medio de golpes. "Os suplico
encarecidamente
que paguéis al capitán la suma de... (indicaba la cantidad) que le debo, y que
siento no haberle podido reembolsar antes de mi muerte." Nadie conocía el
hecho; el mismo capitán había olvidado este crédito, por cierto muy
insignificante; pero examinando sus cuentas, encontró el asiento de la deuda
del teniente, y cuya cantidad era exactamente la indicada. Dígasenos de qué
pensamiento provenía el reflejo de esta indicación.
71.
Se perfeccionó el arte de comunicar por los golpes alfabéticos, pero el medio
era siempre muy largo. Sin embargo se obtienen comunicaciones de cierta
extensión así como interesantes revelaciones sobre el mundo de los Espíritus.
Estos indicaron otros medios, y a ellos debemos el de las comunicaciones
escritas.
Las
primeras comunicaciones de este género tuvieron lugar adaptando un lápiz al pie
de una mesita ligera colocada sobre una hoja de papel. La mesita, puesta en
movimiento por la influencia del médium, se puso a trazar caracteres, luego
palabras y frases. Se simplificó sucesivamente este medio sirviéndose de
mesitas tan grandes como la mano, hechas expresamente; después de cestitas, de
cajas de cartón y, en fin, de simples tablitas. La escritura era tan corriente,
tan rápida y tan fácil como con la mano; pero se reconoció más tarde que todos
estos objetos no eran más, en definitiva, que apéndices, verdaderos lapiceros
de los cuales no había necesidad, teniendo por si mismo el lápiz; la mano,
arrastrada por un movimiento voluntario, escribía bajo la impulsión dada por el
Espíritu y sin el concurso de la voluntad, ni del pensamiento del médium. Desde
entonces las comunicaciones de ultratumba no tuvieron más límites que la correspondencia
habitual entre vivos. Volveremos sobre estos diferentes medios que explicaremos
en detalle; los hemos bosquejado rápidamente para demostrar la sucesión de los
hechos que han conducido a acreditar en estos fenómenos la intervención de
inteligencias ocultas, o de otro modo, de los Espíritus.
CAPÍTULO IV
TEORÍA DE LAS MANIFESTACIONES FÍSICAS
Movimientos y suspensiones. - Ruidos. –
Aumento y disminución del peso de los cuerpos
72.
Estando demostrada por el razonamiento y por los hechos la existencia de los
Espíritus, así como la posibilidad para ellos de obrar sobre la materia, se
trata ahora de conocer cómo se opera esta acción y cómo se arreglan para hacer
mover las mesas y los otros cuerpos inertes.
Una
idea se presenta naturalmente y es la que hemos tenido ya; como fue combatida
por los Espíritus, que han dado otra explicación de la que esperábamos, es una
prueba evidente que su teoría no era nuestra opinión. Pero este primer
pensamiento cada uno podrá tenerlo como nosotros; en cuando a la teoría de los
Espíritus no creemos que haya venido jamás a la idea de alguien. Se reconocerá
sin trabajo cuán superior es a la nuestra, aunque menos sencilla, porque da la
solución a una porción de hechos que no encontraban en aquélla una explicación
satisfactoria.
73.
Desde el momento que se conoce la naturaleza de los Espíritus, su forma humana,
las propiedades semimateriales del periespíritu, la acción mecánica que puede
tener sobre la materia, que en los hechos de aparición, se han visto manos
fluídicas y aun tangibles asir objetos y transportarlos, era natural el creer
que el Espíritu se servía simplemente de sus manos para hacer girar la mesa y
que la levantaba en el espacio a fuerza de brazos. Pero en este caso, ¿qué
necesidad hay de tener un médium? ¿El Espíritu no puede obrar solo? Porque el
médium, que coloca las más de las veces sus manos en sentido contrario del
movimiento, o casi que no las coloca del todo, evidentemente no puede secundar
al Espíritu con ninguna acción muscular. Dejemos, desde luego, hablar a los
Espíritus que hemos interrogado con este objeto.
74.
Las respuestas siguientes se nos dieron por el Espíritu de San Luis; después se
han confirmado por muchos otros.
1.
¿El fluido universal es una emanación de la divinidad? "No."
2.
¿Es una creación de la divinidad? "Todo es creado excepto Dios."
3.¿El
fluido universal es al mismo tiempo el elemento universal? "Sí, es el
principio elemental de todas las cosas."
4.
¿Tiene alguna relación con el fluido eléctrico del cual conocemos los efectos?
"Es su elemento."
5.
¿Cuál es el estado en que el fluido universal se presenta a nosotros en su más
grande simplicidad?
"Para
encontrarlo en su simplicidad absoluta sería preciso remontarse hasta los
Espíritus puros; en vuestro mundo está siempre más o menos modificado para
formar la materia compacta que os rodea; sin embargo podéis decir que el estado
que se acerca más a esta simplicidad, es el del fluido que vosotros llamáis
'fluido magnético animal'."
6.
Se ha dicho que el fluido universal es la fuente de la vida; ¿es el mismo
tiempo la fuente de la inteligencia?
"No;
este fluido sólo anima la materia."
7.
Puesto que es este fluido el que compone el periespíritu, parece que está en un
estado de condensación ¿qué le acerca, hasta cierto punto, a la materia
propiamente dicha?
"Hasta
cierto punto, como vosotros lo decís, porque no tiene todas sus propiedades; es
más o menos condensado según los mundos."
8.
¿Cómo un Espíritu puede operar el movimiento de un cuerpo sólido? "Combina
una parte de fluido universal con el fluido que despide el médium propio a este
efecto."
9.
¿Los Espíritus levantan la mesa con ayuda de sus miembros solidificados de
cierto modo?
"Esta
respuesta no conducirá todavía a lo que deseáis. Cuando una mesa se mueve balo
vuestras manos, el Espíritu evocado va a tomar en el fluido universal de qué
animarla de una vida ficticia. La mesa preparada de este modo el Espíritu la
atrae y la mueve balo la influencia de su propio fluido desprendido por su
voluntad. Cuando la mesa que quiere poner en movimiento es demasiado pesada
para él, llama en su ayuda a los Espíritus que se encuentran en las mismas
condiciones que él. En razón de su naturaleza etérea, el Espíritu propiamente
dicho no puede obrar sobre la materia grosera sin intermediario, esto es, sin
el lazo que le une a la materia; este lazo, que constituye lo que vosotros
llamáis el periespíritu, os da la llave de todos los fenómenos espiritistas
materiales. Creo haberme explicado bastan te claro para hacerme
comprender."
Observación.
- Llamamos la atención sobre esta primera frase: "Esta respuesta no
conducirá todavía a lo que deseáis." El Espíritu había comprendido
perfectamente que todas las preguntas precedentes no se hacían sino para llegar
a ésta; e hizo alusión a nuestro pensamiento que esperaba en efecto, otra
respuesta, esa es la confirmación de nuestra idea sobre la manera con que el
Espíritu hace mover las mesas.
10.
Los Espíritus que él llama en su ayuda, ¿le son inferiores? ¿están bajo sus
órdenes? "Iguales casi siempre; muchas veces vienen por sí mismos."
11.
¿Todos los Espíritus son aptos para producir los fenómenos de este género?
"Los
Espíritus que producen esta clase de efectos son siempre Espíritus inferiores
que no están aún enteramente desprendidos de toda influencia material."
12.
Nosotros comprendemos que los Espíritus superiores no se ocupen de cosas
inferiores a su esfera; pero preguntamos si en razón de estar más
desmaterializados, tendrían la potencia de hacerlo, si lo quisieran hacer.
"Tienen
la fuerza moral, como los otros tienen la fuerza física; cuando tienen
necesidad de ésta fuerza, se sirven de los que la poseen. ¿No se os ha dicho
que se sirven de Espíritus inferiores, como lo hacéis vosotros con los
cargadores"?
Observación.
Se ha dicho que la densidad del periespíritu si puede expresarse así, varía
según el estado de los mundos, parece que varía también, del mismo modo según
los individuos. En los Espíritus avanzados "moralmente", es más sutil
y se acerca al de los Espíritus elevados: en los Espíritus inferiores al
contrario, se aproxima a la materia, y es la que hace que estos Espíritus de
baja clase, conserven tan largo tiempo las ilusiones de la vida terrestre;
piensan y obran como si aún estuvieran vivos; tienen los mismos deseos, y se
podría casi decir, la misma sensualidad. Esta grosería del periespíritu dándole
más "afinidad" con la materia hace a los Espíritus inferiores más
propios para las manifestaciones físicas. Por la misma razón un hombre de mundo
acostumbrado a los trabajos de la inteligencia, cuyo cuerpo es débil y
delicado, no puede levantar un bulto pesado como un mozo de cordel. La materia
en él es de cierto modo menos compacta, los órganos menos resistentes; tiene
menos fluido nervicio. El periespíritu siendo al Espíritu lo que el cuerpo es
al hombre, y su densidad estando en razón de la inferioridad del Espíritu,
reemplaza en él la fuerza muscular, esto es, le da sobre los fluidos necesarios
para las manifestaciones, una potencia mayor que la que podrían tener aquellos
cuya naturaleza es más etérea. Si un Espíritu elevado quiere producir tales
efectos, hace lo que hacen entre nosotros las gentes delicadas: lo hace hacer
por un "Espíritu del oficio."
13.
Si nosotros hemos comprendido bien lo que habéis dicho, el principio vital
reside en el fluido universal; el Espíritu toma en ese fluido la envoltura
semimaterial que constituye su periespíritu, y por medio de este fluido obra
sobre la materia inerte.
"Sí
esto es, que él anima la materia de una especie de vida ficticia: la materia se
anima de la vida animal. La mesa que se mueve balo vuestras manos vive, como el
animal; obedece por si misma al ser inteligente. No es éste el que la empuja
como el hombre hace con un fardo; cuando la mesa se levanta, no es que el
Espíritu la levan te a fuerza de brazos es la mesa animada que obedece a la
impulsión dada por el Espíritu."
14.
¿Cuál es el papel del médium en este fenómeno?
"Lo
he dicho: el fluido propio del médium se combina con el fluido universal
acumulado por el Espíritu; es menester la unión de estos dos fluidos, esto es,
del fluido animalizado con el fluido universal, para dar vida a la mesa. Pero
observad bien que esta vida es sólo momentánea; se extingue con la acción, y
muchas veces antes del fin de la acción, tan pronto como la cantidad del fluido
no es suficiente para animarla."
15.
¿El Espíritu puede obrar sin el concurso de un médium?
"Puede
obrar sin saberlo el médium; es decir, que muchas personas sirven de auxiliares
a los Espíritus para ciertos fenómenos, sin pensar en ello. El Espíritu toma de
ellas, como de una fuente, el fluido animalizado que necesita; así es que el
concurso de un médium tal como lo entendéis, no es siempre necesario, lo que
tiene lugar, sobre todo, en los fenómenos espontáneos."
16.
La mesa animada, ¿obra con inteligencia? ¿piensa? "Piensa tanto como el
bastón con el cual hacéis un signo inteligente; pero la vitalidad de que está
animada le permite obedecer a la impulsión de una inteligencia.
Sabed,
pues, bien, que la mesa que se mueve no viene a ser 'Espíritu', y que no tiene
por sí misma ni pensamiento ni voluntad."
Observación.
- Muchas veces se sirve de una expresión análoga en el lenguaje usual se dice
de una rueda que gira con velocidad que está "animada" de un
movimiento rápido.
17.
¿Cuál es la causa preponderante en la producción de este fenómeno: el Espíritu
o el fluido? "El Espíritu es la causa; el fluido es el instrumento; las
dos cosas son necesarias."
18.
¿Qué papel hace la voluntad del médium en este caso? "Llamar a los
Espíritus y secun darles en la impulsión dada al fluido."
-
¿La acción de la voluntad es siempre indispensable?
"Ayuda
a la potencia pero no es siempre necesaria, puesto que el movimiento puede
tener lugar contra y a pesar de esta voluntad, y eso es una prueba de que hay
una causa independiente del médium."
Observación.
- El contacto de las manos no es siempre necesario para hacer mover un objeto.
Las más de las veces lo es para dar el primer impulso, pero una vez que el
objeto está animado, puede obedecer a la voluntad sin el contacto material;
esto depende, ya de la potencia del médium, ya de la naturaleza de los
Espíritus. El primer contacto ni siquiera es siempre indispensable; tenemos la
prueba en los movimientos y mudanzas espontáneas que nadie piensa en provocar.
19.
¿Por qué todo el mundo no puede producir el mismo efecto, y por qué todos los
médiums no tienen la misma potencia?
"Esto
depende del organismo y de la mayor o menor facilidad con la cual la
combinación de los fluidos puede operarse después, porque el Espíritu del
médium simpatiza más o menos con los Espíritus extraños que encuentran en él la
potencia fluídica necesaria. Sucede con esta potencia como con la de los
magnetizadores, que es más o menos grande. Bajo este aspecto hay personas que
son del todo refractarias; otras en las que la combinación no se opera por un
esfuerzo de su voluntad; otras, en fin, entre las cuales tiene lugar tan
natural y fácilmente que ni aun se lo conocen, y sirven de instrumento sin
saberlo, como ya hemos dicho." (Véase más
adelante
el capítulo de las manifestaciones espontáneas).
Observación.
- El magnetismo es sin ninguna duda el principio de estos fenómenos, pero no
tal como se entiende generalmente; la prueba es que hay magnetizadores muy
poderosos, que no harían mover un velador, y personas que no pueden magnetizar,
y también niños, a quienes basta colocar los dedos sobre una pesada mesa para
hacerla mover; luego, si la potencia medianímica no está en razón de la
potencia magnética, es que hay otra causa.
20.
Las personas llamadas eléctricas, ¿pueden ser consideradas como médiums?
"Estas personas toman en sí mismas el fluido necesario para producir el
fenómeno, y pueden obrar sin el socorro de Espíritus extraños. No son entonces
médiums en el sentido que se da a esta palabra; pero puede ser también que un
Espíritu les asista y aproveche sus disposiciones naturales."
Observación.
Será respecto de estas personas como de las de los sonámbulos que pueden obrar
con o sin el concurso de un Espíritu extraño, (véase el cap. de los médiums,
artículo relativo a los médiums sonámbulos).
21.
El Espíritu que obra sobre los cuerpos sólidos para moverlos, ¿está en la
sustancia misma de los cuerpos, o bien fuera de esta sustancia?
"Lo
uno y lo otro; hemos dicho que la materia no es un obstáculo para los
Espíritus; penetran por todo; una porción del periespíritu se identifica, por
decirlo así con el objeto que penetra."
22.
¿Cómo se arregla el Espíritu para golpear? ¿se sirve de un objeto material?
"No, así como no se sirve de sus brazos para levantar la mesa. Bien sabéis
que no tiene martillo a su disposición. Su martillo es el fluido combinado
puesto en acción por su voluntad para mover o para golpear. Cuando mueve, la
luz os trae la vista de sus movimientos; cuando golpea, el aire os trae el
sonido."
23.
Nosotros concebimos esto cuando golpea sobre un cuerpo duro; pero, ¿cómo puede
hacer oír ruido o sonidos articulados en el espacio? "Puesto que obra
sobre la materia, puede obrar sobre el aire lo mismo que sobre la mesa. En
cuanto a los sonidos articulados puede imitarlos como los demás ruidos."
24.
Decís que el Espíritu no se sirve de sus manos para remover la mesa; sin
embargo se ha visto en ciertas manifestaciones visuales aparecer manos cuyos
dedos se paseaban sobre un teclado, agitaban las teclas y hacían oír sonidos.
¿No parecería que el movimiento de las teclas se producía por la presión de los
dedos? ¿Esta presión no es también directa y real, cuando se hace sentir sobre
nosotros mismos y cuando estas manos dejan señales sobre la piel?
"Vosotros
no podéis comprender la naturaleza de los Espíritus y su manera de obrar sino
por comparaciones que sólo os dan una idea incompleta, y es un mal el querer
asimilar siempre sus procedimientos a los vuestros. Sus procedimientos deben
estar en relación con su organismo. ¿No os he dicho que el fluido del
periespíritu penetra la materia y se identifica con ella, a la que anima con
una vida ficticia? ¡Pues bien! cuando
el
Espíntu pone los dedos sobre las teclas, los pone realmente y también las
mueve; pero no es por la fuerza muscular que comprime la tecla; lo que hace es
animarla lo mismo que anima la mesa, y la tecla, obedeciendo a su voluntad, se
mueve y toca la cuerda. En esto sucede también una cosa que os será difícil
comprender, y es que ciertos Espíritus están tan poco adelantados y de tal modo
materializados comparativamente con los Espíritus elevados, que tienen todavía
las ilusiones de la vida terrestre y creen obrar como cuando tenían su cuerpo;
no se dan más cuenta de la verdadera causa de los efectos que producen, lo
mismo que un hombre del campo tampoco comprende la teoría de los sonidos que
articula; preguntadles cómo tocan el piano: os dirán que golpean encima con sus
dedos, porque creen golpear; el efecto se produce instintivamente en ellos sin
que sepan cómo, y, sin embargo, por su voluntad. Lo mismo sucede cuando se
hacen oír por palabras."
Observación.
Resulta de estas explicaciones, que los Espíritus pueden producir todos los
efectos que producimos nosotros mismos, pero por medios apropiados a su
organismo; ciertas fuerzas que les son propias reemplazan los músculos que nos
son necesarios para obrar; de la misma manera que el gesto reemplaza en el
mudo, la palabra que le falta.
25.
Entre los fenómenos que se citan como prueba de la acción de una potencia
oculta, los hay que son evidentemente contrarios a todas las leyes conocidas de
la Naturaleza; entonces ¿no parece que debe permitirse la duda? "Es que el
hombre está lejos de conocer todas las leyes de la Naturaleza; si las conociese
todas sería Espíritu superior. Todos los días, por tanto, da en desmentido a
aquellos que, creyendo saberlo todo, pretenden poner límites a la Naturaleza, y
por eso no son menos orgullosos. Descorriendo el velo sin cesar de los nuevos
misterios, Dios advierte al hombre para que desconfíe de sus propias luces,
porque vendrá un día en que 'la ciencia del más sabio será confundida' ¿No
tenéis todos los días ejemplos de cuerpos animados de un movimiento capaz de
vencer la fuerza de gravitación? La bala lanzada en el aire ¿no vence momentáneamente
esta fuerza? Pobres hombres que creéis ser muy sabios, y cuya tonta vanidad es
a cada instante derrotada, sabed, pues, que aún sois muy pequeños."
75.
Estas explicaciones son claras, categóricas y sin ambigüedad; resalta de ellas
este punto capital que el fluido universal, en el cual reside el principio de
la vida, es el agente principal de las manifestaciones y recibe su impulsión
del Espíritu, ya sea encarnado o errante. Este fluido condensado constituye el
periespíritu o envoltura semimaterial del Espíritu. En el estado de
encarnación, el penespíritu está unido a la materia del cuerpo; en el estado
errante, es libre; cuando el Espíritu está encarnado, la sustancia del
periespíritu esta más o menos adherente, si se puede expresar así. Entre ciertas
personas hay alguna especie de emanación de este fluido por consecuencia de su
organismo, y esto es lo que, propiamente hablando, constituye los médiums de
influencias físicas. La emisión del fluido animalizado puede ser más o menos
abundante, su combinación más o menos fácil; de ahí los médiums más o menos
potentes; tampoco es permanente, y así se explica la intermitencia de esta
potencia.
76.
Pongamos una comparación. Cuando se tiene la voluntad de obrar materialmente
sobre un punto cualquiera colocado a distancia, el pensamiento es el que
quiere, pero el pensamiento solo no va a tocar este punto; le es preciso un
intermediario que el mismo dirige: un bastón, un proyectil, una corriente de
aire, etc. Observad, también, que el pensamiento no obra directamente sobre el
bastón, porque si no se le toca no obrará por sí solo. El pensamiento, que no
es otro que el Espíritu encarnado en nosotros, está unido al cuerpo por el
periespíritu; así, pues, no puede obrar sobre el cuerpo sin el periespíritu,
como no puede obrar sobre el bastón sin el cuerpo; obra sobre el periespíritu
porque es la sustancia con la cual tiene más afinidad; el periespíritu obra
sobre los músculos, los músculos cogen el bastón y el bastón toca el objeto.
Cuando el Espíritu no es encarnado, le es preciso un auxiliar extraño; este
auxiliar es el fluido con cuya ayuda hace que el objeto sea propio para seguir
la impulsión de su voluntad.
77.
De este modo, cuando se da movimiento a un objeto levantándolo o lanzándolo al
aire, no es el Espíritu quien lo coge, lo empuja o levanta, como nosotros lo
haríamos con la mano; él lo "satura", por decirlo así, con su fluido
combinado con el del médium, y el objeto, vivificado así momentáneamente, obra
como lo haría un ser viviente con la diferencia de que no teniendo voluntad
propia, sigue el impulso de la voluntad del Espíritu.
Puesto
que el fluido vital tomado en cierto modo por el Espíritu, da una vida ficticia
y momentánea a los cuerpos inertes, pues el periespíritu no es otra cosa sino
este mismo fluido vital, se sigue que cuando el Espíritu está encarnado, él es
quien da la vida a su cuerpo por medio de su periespíritu, al que permanece
unido tanto como el organismo lo permite; cuando se retira, el cuerpo muere.
Ahora, si en lugar de una mesa se hace una estatua de madera, y se obra sobre
esta estatua como sobre una mesa, se tendrá una estatua que se moverá, que
golpeará, que responderá por sus movimientos y por sus golpes; se tendrá, en
una palabra, una estatua momentáneamente animada por una vida artificial; se
han llamado mesas parlantes, se podrían llamar estatuas parlantes.
¡Qué
luz no no arroja esta teoría sobre una porción de fenómenos hasta ahora sin
solución! ¡Qué alegorías y efectos misteriosos no explica!
78.
Los incrédulos objetan también que el hecho de la suspensión de las mesas sin
punto de apoyo, es imposible porque es contrario a la ley de gravitación.
Nosotros les responderemos, desde luego, que su negación no es una prueba; en
segundo lugar, que si el hecho existe, por más que fuese contrario a todas las
leyes conocidas, probaría una cosa, y es que se apoya sobre una ley desconocida
y que los que niegan no pueden tener la pretensión de conocer todas las leyes
de la Naturaleza. Acabamos de explicar esta ley, pero esto no es una razón para
que sea aceptada por ellos, precisamente, porque se ha dado por Espíritus que
han dejado su vestido terrestre, en lugar de serlo por Espíritus que lo tienen
todavía y que se sientan en la Academia. De tal suerte que si el Espíritu de
Arago vivo hubiese presentado esta ley, la hubiesen aceptado a ojos cerrados;
pero presentaba por el Espíritu de Arago muerto, es una utopía; ¿y por qué?
porque creen que Arago, siendo muerto, todo ha muerto en él. No tenemos la
pretensión de disuadirles: sin embargo, como esta objeción podría embarazar a
ciertas personas, vamos a ensayar en contestarla poniéndonos desde su punto de
vista, esto es, haciendo abstracción por un instante de la teoría de la
animación ficticia.
79.
Cuando se hace el vacío bajo la campana de la máquina neumática, esta campana
se adhiere con tal fuerza que es imposible levantarla por causa del peso de la
columna de aire que pesa sobre ella. Que se haga entrar el aire y la campana se
levanta con la mayor facilitad, porque el aire de debajo hace contrapeso con el
aire de encima; sin embargo, abandonada a si misma, permanecerá sobre el
platillo en virtud de la ley de gravitación. Ahora, que el aire de debajo esté
comprimido, que tenga una densidad más grande que el de encima, la campana se
levantará a pesar de la gravitación; si la corriente de aire es rápida y
violenta, podrá sostenerse en el espacio sin ningún apoyo "visible",
lo mismo que se hace con ciertos muñecos que, puestos en un surtidor de agua,
dan volteretas. ¿Por qué, pues, el fluido universal, "que es el elemento
de toda materia", estando acumulado alrededor de la mesa, no tendría la
propiedad de disminuir o aumentar el peso específico relativo, como el aire lo
hace con la campana de la máquina neumática, como el gas hidrógeno lo hace con
los globos, sin que por esto se deroguen las leyes de la gravitación? ¿Conocéis
todas las propiedades y todo el poder de este fluido? No; ¡pues bien! no
neguéis un hecho porque no podáis explicarlo.
80.
Volvamos a la teoría del movimiento de las mesas. Si por el medio indicado el
Espíritu puede levantar una mesa, puede levantar cualquier otra cosa: un sillón
por ejemplo. Si puede levantar un sillón, puede también, con una fuerza
suficiente, levantar al mismo tiempo una persona sentada en él. He aquí, pues,
la explicación de este fenómeno, que ha producido cien veces M. Home, en sí
mismo y sobre otras personas; lo ha repetido durante un viaje a Londres, y a
fin de probar que los espectadores no eran juguete de una ilusión óptica, hizo
en el techo una señal con un lápiz, pasándole por debajo. Se sabe que M. Home
es un poderoso médium para los efectos físicos; él era, en este caso, la causa
eficiente y el objeto.
81.
Acabamos de hablar del aumento posible del peso; en efecto, es un fenómeno que
se produce algunas veces y sólo tiene de anómalo la misma resistencia
prodigiosa de la campana, bajo la presión de la columna atmosférica. Se ha
visto bajo la influencia de ciertos médiums que, objetos bastante ligeros,
ofrecían la misma resistencia, y después ceder de repente al menor esfuerzo. En
la referida experiencia, la campana no pesa en realidad ni más ni menos por sí
misma, pero parece más pesada por efecto de la causa exterior que obra sobre
ella; probablemente en esto sucede lo mismo. La mesa tiene siempre el mismo
peso intrínseco, porque su masa no ha aumentado, pero una fuerza extraña se
opone a su movimiento, y esta causa puede estar en los fluidos ambientes que la
penetran, como la que aumenta o disminuye el peso aparente de la campana, esta
en el aire. Haced la experiencia de la campana neumática delante de un
campesino ignorante, y no comprendiendo que es el aire que no ve él que obra,
no será difícil persuadirle de que es el diablo.
Puede
que se diga que, siendo este fluido imponderable, su acumulación no puede
aumentar el peso de un objeto: conformes, pero observad que si nos hemos
servido de la palabra "acumulación" es por comparación y no por
asimilación absoluta con el aire; este es imponderable, convenido; pero nada lo
prueba; su naturaleza íntima no es desconocida, y estamos lejos de conocer
todas sus propiedades. Antes que se hubiera experimentado el peso del aire, no
se sospechaban los efectos de este mismo peso. La electricidad está también
colocada entre los fluidos imponderables; sin embargo, un cuerpo puede ser
detenido por una corriente eléctrica y ofrecer una resistencia grande al que
quiera levantarlo; es, pues, que se ha vuelto más pesado en apariencia. Porque
no se vea lo que le sostiene, sería ilógico decir que no existe. El Espíritu
puede, pues, tener palancas que nos son desconocidas; la Naturaleza nos prueba
todos los días que su potencia no se detiene en el testimonio de los sentidos.
No
puede explicarse sino por una causa semejante el fenómeno singular, del que se
han visto muchos ejemplos, de una joven débil y delicada, levantando con dos
dedos, sin refuerzo y como una pluma, a un hombre fuerte y robusto, con el
asiento en que estaba. Lo que prueba una causa extraña a la persona, son las
intermitencias de la facuItad.
CAPÍTULO
V
MANIFESTACIONES FÍSICAS ESPONTÁNEAS
Ruidos, barahúndas, alborotos y perturbaciones - Objetos
lanzados. - Fenómeno de los aportes
82.
Los fenómenos, de los cuales acabamos de hablar, son provocados; pero algunas
veces son, también, espontáneos, sin que participe para nada la voluntad; todo
lo contrario, puesto que a menudo son muy importunos. Lo que excluye, por otra
parte, el pensamiento de que puedan ser efecto de la imaginación sobrexcitada
por las ideas espiritistas, es que tienen lugar entre personas que no han oído
jamás hablar de ellas en el momento que menos lo esperaban. Estos fenómenos,
que se podrían llamar Espiritismo práctico natural, son muy importantes, porque
no pueden haber sospechas de connivencia; por esto invitamos a las personas que
se ocupan de los fenómenos espiritistas a que recojan todos los hechos de este
género que viniesen a su conocimiento, y sobre todo a hacer constatar con
cuidado su realidad por un estudio minucioso de las circunstancias, a fin de
asegurarse que uno no es juguete de una ilusión o de una mixtificación.
83.
De todas las manifestaciones espiritistas, las más sencillas y las más
frecuentes son los ruidos y los golpes; aquí es, sobre todo, donde es preciso
temer a la ilusión, porque una porción de causas naturales pueden producirlos:
el viento que silba o que agita un objeto, un cuerpo que se mueve por si mismo
sin apercibirse, un efecto acústico, un animal oculto, un insecto, etc. y
también las bromas de mal gusto de algunas personas. Los ruidos espiritistas
tienen, por otra parte, un carácter particular, afectando una intensidad y un
timbre muy variados que les distinguen fácilmente, y que no permiten
confundirlos con el crujido de la madera, el chisporroteo del fuego o el
monótono tic-tac de un péndulo; esto son golpes secos, tan pronto sordos,
débiles y ligeros, como claros distintos, algunas veces estrepitosos, que
cambian de sitio y se repiten sin tener una regularidad mecánica. De todos los
medios de comprobación, el más eficaz, el que no puede dejar duda sobre su origen,
es la obediencia a la voluntad. Si los golpes se oyen en el paraje designado,
si responden al pensamiento por su número y su intensidad, no se puede
desconocer en ellos una causa inteligente; pero la falta de obediencia no es
siempre una prueba contraria.
84.
Admitamos ahora que por una indagación minuciosa se adquiere la certeza que los
ruidos o todos los demás efectos son manifestaciones reales. ¿Es racional el
asustarse? Seguramente que no; porque en ningún caso podría haber el menor
peligro; las personas a quienes se persuade que es el diablo, son las únicas
que se afectan de un modo molesto, como los niños a quienes se hace miedo con
las brujas. Es preciso convenir que estas manifestaciones adquieren en ciertas
circunstancias proporciones de una persistencia desagradable y es muy natural
que se desee desembarazarse de ellas.
Con
este motivo es necesario que hagamos una explicación.
85.
Hemos dicho que las manifestaciones físicas tienen por objeto llamar nuestra
atención sobre alguna cosa y convencernos de la presencia de una potencia
superior al hombre. Hemos dicho también que los Espíritus elevados no se ocupan
de esta clase de manifestaciones; se sirven de los Espíritus inferiores para
producirlas, como nosotros nos servimos de los criados para los trabajos
groseros, y con el fin que acabamos de indicar. Conseguido el objeto, la
manifestación material cesa, porque ya no es necesaria.
Uno
o dos ejemplos harán que este se comprenda mejor.
Hace
algunos años, al principio de mis estudios sobre el Espiritismo, estando una
tarde ocupado en un trabajo sobre esta materia, oí golpes alrededor de mí
durante cuatro horas consecutivas. Era la vez primera que semejante cosa me
acontecía, averigüé que no tenía ninguna causa accidental, pero por el momento
no pude saber más. En esta época tenía yo ocasión de ver frecuentemente a un
excelente médium escribiente. Desde el día siguiente interrogué al Espíritu que
se comunicaba por su mediación, sobre la causa de estos golpes. Me contestaron:
"Es tu espíritu familiar que quiere hablarte." ¿Qué quería decirme? -
Replicó: "Tú mismo puedes preguntárselo porque él está aquí. - Habiendo,
pues, interrogado a este Espíritu, se dio a conocer bajo
un
nombre alegórico (supe después por otros Espíritus que pertenece a un orden muy
elevado, y que hizo sobre la Tierra un papel importante); me señaló errores en
mí trabajo, indicándome las líneas en que se encontraban; me dio útiles y
sabios consejos y añadió que estaría siempre conmigo y vendría a mí llamamiento
todas las veces que quisiera preguntarle. En efecto, desde entonces no me ha
dejado nunca. Me ha dado diferentes pruebas de gran superioridad, y su
intervención "benéfica y eficaz" se me ha manifestado en los asuntos
de la vida material, y en lo que concierne a las cosas metafísicas. Pero desde
nuestra primera conversación los golpes han cesado. ¿Qué quería, pues? Entrar
en comunicación regular conmigo; para esto le era preciso advertirme. Hecha la
advertencia, puestos en inteligencia y establecidas las relaciones regulares,
los golpes se hicieron inútiles; por lo tanto cesaron. Cuando los soldados
están formados ya no se toca diana para despertarlos.
Un
hecho casi parecido ha acontecido a uno de mis amigos. Desde algún tiempo en su
habitación resonaban ruidos diversos que se hacían muy incómodos. Habiéndose
presentado la ocasión de preguntar al Espíritu de su padre, por un médium
escribiente supo lo que se le quería; hizo lo que le fue recomendado y desde
entonces nada más ha oído. Es de notar que las personas que tienen en los
Espíritus un medio regular y fácil de comunicación, rara vez tienen
manifestaciones de este género, y esto se concibe.
87.
Las manifestaciones espontáneas no se limitan siempre a ruidos y golpes;
degeneran a veces en verdadera barahúnda yen perturbaciones; los muebles y
objetos diversos son derribados; proyectiles de todas clases son lanzados desde
fuera; se abren puertas y ventanas; y cerradas por manos invisibles, se ven
romperse cristales, lo que no puede tomarse por ilusión.
El
trastorno es a menudo muy efectivo, pero a veces sólo tiene la apariencia de la
realidad. Se oye barahúnda en una pieza inmediata, un ruido de vajilla que cae
y se hace pedazos, troncos que ruedan sobre el pavimento; corren a ver lo que
hay y se lo encuentran todo tranquilo y en orden; después vuelve a empezar de
nuevo la algazara.
88.
Las manifestaciones de este género no son ni raras, ni nuevas; hay pocas
crónicas locales que no encierren alguna historia de esta clase. Sin duda el
miedo ha exagerado muchas veces los hechos, que han debido tomar proporciones
extraordinariamente ridículas pasando de boca en boca; con ayuda de la
superstición, las casas en que han tenido lugar estos hechos han sido reputadas
por moradas de los diablos, y de ahí todos los cuentos maravillosos o terribles
de fantasmas. Por otro lado, la bellaquería no ha dejado escapar tan buena
ocasión para explotar la credulidad, y a menudo en provecho de intereses
personales. Se concibe, por lo demás, la impresión que hechos de este género,
aun reducidos a la realidad, pueden causar sobre caracteres débiles y
predispuestos por la educación a las ideas supersticiosas. El medio más seguro
de prevenir los inconvenientes que pudiesen ocurrir, puesto que no se pueden
impedir, es el de hacer conocer la verdad. Las cosas más sencillas vienen a ser
espantosas cuando se ignora la causa. Cuando nos familiaricemos con los
Espíritus, y aquellos a quienes se manifiestan no crean ya tener una legión de
demonios que les pisen los talones, dejarán de tener miedo.
Se
puede ver en la Revista Espiritista la descripción de muchos hechos auténticos
de este género, entre otros la historia del Espíritu golpeador de Bergzabern,
cuyas burlas de mala especie duraron más de ocho años: (números.94 de mayo,
junio y julio de 1858); la de Dibbelsdorf (agosto de 1858); la del panadero de
Grandes-ventes, cerca de Dieppe (marzo de 1860); la de la calle de Noyers, en
París (agosto de 1860); la del Espíritu de Castelnaudari, bajo el titulo de
"Historia de un condenado" (febrero de 1860); la del fabricante de
San Petersburgo (abril de 1860) y muchas otras.
89.
Los hechos de esta naturaleza tienen frecuentemente el carácter de una
verdadera persecución. Conocemos seis hermanas que habitaban juntas, y que
durante muchos años encontraban por la mañana sus ropas dispersadas, ocultas
hasta en los techos, desgarradas y cortadas en trozos, a pesar de cuantas
precauciones tomaban para encerrarlas bajo llave. Ha ocurrido muchas veces que
personas acostadas y "perfectamente despiertas" veían sacudir sus
cortinas, arrancar violentamente sus cobertores de la cama y sus almohadas,
siendo levantadas sobre sus colchones y aún arrojadas fuera de la cama. Estos
hechos son más frecuentes de lo que se cree; pero la mayor parte de las veces
los que son víctimas no se atreven a hablar por temor al ridículo. Tenemos
conocimiento de ciertos individuos que se han querido curar de lo que
consideraban alucinación, sometiéndoles al tratamiento de los enajenados, y se
les ha hecho volver realmente locos. La medicina no puede comprender estas
cosas, porque no admite en las causas sino el elemento material, de donde
resultan equivocaciones a menudo funestas. Algún día la historia contará
ciertos tratamientos del siglo diez y nueve, como se cuentan hoy cierto
procederes de la Edad Media.
Admitimos
perfectamente que ciertos hechos son obra de la malicia o de la malevolencia;
pero si hechas todas las averiguaciones resulta probado que no son la obra de
los hombres, es preciso convenir que son: los unos dirán la obra del diablo;
nosotros diremos de los Espíritus. ¿Pero de qué Espíritus?
90.
Los Espíritus superiores, así como entre nosotros los hombres graves y serios,
no se divierten en dar cencerradas. Muchas veces hemos evocado para
preguntarles el motivo que les conduce a alterar así el reposo. La mayor parte
no tiene otro objeto que el de divertirse; son Espíritus más bien ligeros que
malos, que se ríen de los sustos que ocasionan y de las investigaciones
inútiles que se hacen para descubrir la causa del desorden. A menudo se
encarnizan con un individuo que se complacen en vejar y que persiguen de casa
en casa; otras veces se aficionan a un local, sin otro motivo que su capricho.
Algunas veces también es una venganza que ejercen, como tendremos ocasión de
verlo. En ciertos casos su intención es saludable; quieren llamar la atención y
ponerse en relación, ya sea para dar una advertencia útil a la persona a la
cual se dirigen, ya sea para pedirle alguna cosa para ellos mismos. Hemos visto
muchas veces pedir oraciones; otras solicitar el cumplimiento en su nombre de
un voto que no habían podido cumplir; otras, en fin, querer, en interés de su
propio reposo, reparar una mala acción cometida por ellos en su vida. En
general se hace mal en asustarse; su presencia puede ser importuna, pero no peligrosa.
Por los demás, se concibe el deseo que se tiene de desembarazarse de esto, y se
hace generalmente todo lo contrario de lo que sería menester. Si son Espíritus
que se divierten, cuánto más se toma la cosa en serio tanto más persisten, como
los muchachos traviesos que hostigan, tanto mas cuanto más ven que incomodan, y
hacen miedo a los medrosos. Si se toma el prudente partido de reírse uno mismo
de sus bromas pesadas acabarán por cansarse y quedar tranquilos.
Conocemos
a uno que, lejos de irritarse, les excitaba, les ponía en el caso de que
hicieran tal o cual cosa y al cabo de algunos días ya no volvían. Pero como
hemos dicho, los hay cuyo motivo es menos frívolo. Por esto es siempre útil
saber lo que quieren. Si piden alguna cosa se puede estar seguro que cesarán
sus visitas después de estar satisfecho su deseo. El mejor medio de enterarse
sobre el particular es el de evocar al Espíritu por conducta de un buen médium
escribiente; en sus contestaciones se verá en seguida con quién se trata y se
obrará en consecuencia; si es un Espíritu infeliz, la caridad exige que se le
trate con las consideraciones que merece; sí es un bromista de mal género, se
puede obrar con él sin cumplimiento; si es malévolo, es preciso rogar a Dios
que se mejore. De cualquier modo que sea, la oración siempre tendrá un buen
resultado.
Pero
se ríen de la gravedad de las fórmulas del exorcismo y no hacen ningún caso de
ellas. Si se puede entrar en comunicación con ellos es menester desconfiar de
las calificaciones burlescas o medrosas que ellos mismos se dan algunas veces
para divertirse de la credulidad.
Volveremos
a tratar más detalladamente sobre este objeto y sobre las causas que muchas
veces hacen ineficaces las plegarias, en los capítulos de los "lugares
frecuentados por los fantasmas" y de la "obsesión."
91.
Estos fenómenos, aunque ejecutados por Espíritus inferiores, son muchas veces
provocados por Espíritus de un orden más elevado, con el fin de convencer de la
existencia de los seres incorpóreos, y de una potencia superior al hombre. El
estremecimiento que resulta de esto, aun el espanto que esto causa, llaman la
atención y acabarán por hacer abrir los ojos a los más incrédulos. Estos
encuentran más sencillo el poner estos fenómenos en los efectos de la
imaginación, explicación muy cómoda y que dispensa de dar otra; sin embargo,
cuando los objetos son trastornados o se os han arrojado a la cabeza, fuera
preciso una imaginación muy complaciente para figurarse que semejantes cosas
suceden cuando no existen. Se observa un efecto cualquiera, este efecto tiene
necesariamente una causa; si una "fría y tranquila" observación nos
demuestra que este efecto es independiente de toda voluntad humana y de toda
causa material; si además nos da señales "evidentes" de inteligencia
y libre voluntad, "lo que es la señal más característica", no se
puede menos que atribuirlo a una inteligencia oculta. ¿Cuáles son estos seres
misteriosos? es los que los estudios espiritistas nos enseñan de la manera
menos disputable, por los medios que nos dan para comunicar con ellos. Estos
estudios nos enseñan también a ponernos de la parte que pueda haber de real, de
falso o de exagerado en los fenómenos que nosotros no comprendemos. Si se
produce un efecto insólito, ruido, movimiento o aun cuando sea aparición, el
primer pensamiento que se debe tener es que obedece a una causa del todo
natural, por ser la más probable; es preciso entonces buscar esta causa con el
mayor cuidado y no admitir la intervención de los Espíritus sino a ciencia
cierta; este es el modo de no hacerse ilusión.
Aquel,
por ejemplo, que sin estar cerca de nadie, recibiese un bofetón, o bastonazos
sobre las espaldas, como se ha visto, no podría dudar de la presencia de un ser
invisible.
Se
debe estar preparado no sólo contra las narraciones que pueden ser más o menos
exageradas, sino contra sus propias impresiones, y no atribuir un origen oculto
a todo lo que no se comprende. Una infinidad de causas muy sencillas y muy
naturales pueden producir efectos extraños al primer momento, y sería una verdadera
superstición ver por todas partes Espíritus ocupados en derribar los muebles,
romper la vajilla, suscitar, en fin, los mil enredos domésticos, que es más
prudente atribuirlos a la impericia.
92.
La explicación dada al movimiento de los cuerpos inertes se aplica,
naturalmente, a todos los efectos espontáneos que acabamos de ver. Los ruidos,
aunque mas fuertes que los golpes dados en la mesa, tienen la misma causa; los
objetos lanzados o cambiados de puesto lo son por la misma fuerza que levanta
un objeto
cualquiera.
Una circunstancia viene también aquí en apoyo de esta teoría. Se podría
preguntar: ¿dónde está el médium en esto? Los Espíritus nos han dicho que en
semejante caso hay siempre alguno cuyo poder se ejerce sin que él lo sepa. Las
manifestaciones espontáneas se producen muy raramente en los puntos aislados;
tienen lugar casi siempre en las casas habitadas y por causa y mediación de
ciertas personas que ejercen una influencia sin quererlo; estas personas son
verdaderos médiums que ellos mismos ignoran su facultad, y que nosotros
llamamos por esta razón "médiums naturales", son, con respecto a los
otros médiums lo que los sonámbulos naturales son a los sonámbulos magnéticos,
que también son dignos de observar.
93.
La intervención voluntaria o involuntaria de una persona dotada de cierta
aptitud especial para la producción de estos fenómenos, parece ser necesaria en
la mayor parte de los casos, aunque haya algunos en que el Espíritu parezca
obrar solo; pero entonces podría ser que tomase el fluido animalizado de otra
parte que de la persona presente. Esto explica por qué los Espíritus que nos
rodean sin cesar no producen a cada instante perturbaciones. Es menester, desde
luego, que el Espíritu lo quiera, que tenga un fin un motivo, sin esto no hace
nada. Luego es menester que en el acto encuentre, precisamente en el lugar en
que quiera obrar, una persona apta para secundarle, coincidencia que se
encuentra muy raramente. Sobreviniendo esta persona inopinadamente, se
aprovecha de ello. A pesar de la reunión de circunstancias favorables, podría
también ser impedido por una voluntad superior que no le permitiría obrar a su
gusto. Puede no serle permitido hacerlo sino dentro de ciertos limites, y en el
caso en que estas manifestaciones fuesen juzgadas útiles, ya sea como medio de
convicción, ya sea como prueba para la persona que es el objeto.
94.
No citaremos a este fin más que la conversación provocada a propósito de los
hechos, que pasaron en junio, de 1860 en la calle de Noyers, en Paris. Se
encontrarán los detalles en la Revista Espiritista número de agosto de 1860.
1.
(A San Luis). ¿Tendréis la bondad de decirnos si los hechos que se dicen haber
pasado en la calle de los Noyers son reales? En cuanto a la posibilidad no lo
dudamos.
"Sí,
estos son hechos verdaderos; solo que la imaginación de los hombres los
abultará, ya sea por miedo, ya sea por ironía; pero, lo repito, son verdaderos.
Estas manifestaciones son provocadas por un Espíritu que se divierte un poco a
costa de los habitantes del lugar."
2.
¿Hay en la casa una persona que sea causa de estas manifestaciones?
"Estas
manifestaciones son siempre causadas por la presencia de la persona a la cual
se ataca; es que el Espíritu perturbador mirando el habitante del lugar donde
está quiere hacerle ruindades o que se vaya de la habitación."
3.
Nosotros preguntamos si entre los habitantes de la casa hay alguno que sea la
causa de estos fenómenos por una influencia medianímica, espontánea e
involuntaria.
"Es
muy necesario; 'sin esto el hecho no podría tener lugar'. Un Espíritu habita un
paraje de predilección para él, permanece en la inacción hasta tanto que una
naturaleza que le sea conveniente se presente en este lugar; cuando llega esta
persona se divierte tanto como puede."
4.
La presencia de esta persona sobre los mismos lugares, ¿es indispensable?
"Es
el caso más ordinario, y este es el del hecho que citáis; por eso he dicho que
sin esto el hecho no podría tener lugar; pero yo no he querido generalizarlo;
hay casos en que la presencia inmediata no es necesaria."
5.
Estos Espíritus, siendo siempre de un orden inferior, la aptitud que les sirve
de auxiliar es una presunción desfavorable para la persona? ¿anuncia esto una
simpatía con los seres de esta naturaleza?
"No,
precisamente porque esta aptitud proviene de una disposición física; sin
embargo esto anuncia muy a menudo una tendencia material que sería preferible
no tener; porque cuanto más se está elevado moralmente, más se atrae a sí a los
buenos Espíritus, que alejan necesariamente a los malos."
6.
¿Dónde va a tomar el Espíritu los proyectiles de que se sirve?
"Estos
objetos diversos son los más de las veces tomados en los mismos lugares o en la
vecindad, una fuerza que viene del Espíritu los lanza en el espacio y caen en
el paraje designado por este Espíritu."
7.
Puesto que las manífestaciones espontáneas son muchas veces permitidas y aún
provocadas con el fin de convencer, nos parece que si ciertos incrédulos fuesen
personalmente el objeto se verían forzados a rendirse a la evidencia. Se quejan
algunas veces de no poder ser testigos de hechos concluyentes; ¿podría depender
de los Espíritus el hacerles dar alguna prueba sensible?
"Los
ateos y los materialistas ¿no son a cada instante testigos de la potencia de
Dios y del pensamiento? Esto no les impide negar a Dios y el alma. Los milagros
de Jesús ¿han convertido a todos sus contemporáneos? Los fariseos que le
decían: 'Maestro, hacednos ver algún prodigio', ¿no se parecen a los que en
vuestros tiempos piden que les hagáis ver manifestaciones? Si no están
convencidos por las maravillas de la creación menos lo están aun cuando los
Espíritus se les aparecieren de la manera menos inequívoca, porque su orgullo
les pone como los caballos rebelones. Las ocasiones de ver no les faltarán si
las buscan de buena fe; por esto Dios no juzga a propósito hacer por ellos más
de lo que hace por aquellos que procuran sinceramente la instrucción, porque
sólo recompensa a los hombres de buna voluntad. Su incredulidad no impedirá el
que se cumpla la voluntad de Dios; ved bien que ella no ha impedido a la
doctrina su propagación. Cesad pues de inquietaros por su oposición, que es a
la doctrina como la sombra es al cuadro y le da mayor relieve. ¿Qué méritos
tendrían el ser convencidos por la fuerza? Dios les deja toda la responsabilidad
de su terquedad, y esta responsabilidad será más terrible de que lo pensáis.
Bienaventurados aquellos que creen sin haber visto, dilo Jesús, porque esos no
dudan de la potencia de Dios."
8.
¿Creéis que sería inútil evocar este Espíritu para pedirle algunas
explicaciones?
"Evocadle
si queréis; pero es un Espíritu inferior que no os dará más que contestaciones
bastante insignificantes."
95.
Conversación con el Espíritu perturbador de la calle de "Noyers."
1.
Evocación.
"¿Qué
me queréis que me llamáis? ¿Queréis, acaso, que os apedree? Entonces, se vería
un bonito sálvese quien pueda, a pesar de vuestro grave aspecto."
2.
Aunque tú nos apedrees no nos asustarías por eso y quisiéramos saber si podrías
hacerlo.
"Podría
muy bien ser que no pudiera; tenéis un guardián que vela mucho por
vosotros."
3.
En la calle de "Noyers" ¿había una persona que te servía de auxiliar
para facilitarte las bromas pesadas que hacías a los habitantes de la casa?
"Ciertamente
encontré un buen instrumento, y ningún Espíritu docto, sabio y mojigato para
impedírmelo; porque soy alegre y me gusta divertirme de cuando en cuando."
4.
¿Qué persona te ha servido de instrumento?
"Una
moza de servicio."
5.
¿Te servía de auxiliar sin saberlo?
"¡Oh!
si, pobre muchacha. Ella era la que más se asustaba."
6.
¿Obrabas con un fin hostil?
"No
tenía ningún fin hostil; pero los hombres que de todo sacan partido, se
aprovecharán de esto."
7.
¿Qué entiendes tú por eso? No te comprendemos.
"Procuraba
divertirme; pero vosotros estudiaréis la cosa y tendréis un hecho más para
demostrar que existimos."
8.
Tú dices que no tenias ningún fin hostil, y sin embargo has roto todos los
cristales de la habitación, de este modo has causado un perjuicio real.
"Es
un detalle."
9.
¿Dónde te has procurado los objetos que han lanzado?
"Son
bastante comunes; los he encontrado en el patio, en los jardines vecinos."
10.
¿Los has encontrado todos o has fabricado algunos? (Véase después de cap.
VIII).
"Nada
he creado, nada he compuesto."
11.
Si tú no los hubieras encontrado, ¿habrías podido fabricarlos?
"Hubiera
sido más difícil, pero en rigor, se mezclan las materias y esto hace un todo
cualquiera."
12.
Ahora dinos cómo los has lanzado.
"Ah!
eso es más difícil de decir; me he servido de la naturaleza eléctrica de esta muchacha,
junto con la mía, menos material; de este modo hemos podido transportar entre
los dos estas diversas materias."
13.
Yo pienso que querrás darnos algunos indicios sobre tu persona. Dinos, pues,
desde luego, si hace mucho tiempo que has muerto.
"Hace
bastante tiempo; hará como una cincuentena de años."
14.
¿Qué eras tú cuando vivías?
"Poca
cosa de bueno; yo recogía trapos en este barrio y se me decían algunas veces
tonterías porque me gustaba mucho el licor rojo del buen hombre Noé; este es el
motivo por que yo quería que todos levantasen el campo."
15.
¿Eres tú mismo el que ha contestado a nuestras preguntas y lo has hecho por tu
propia voluntad?
"Tengo
un instructor."
16.
¿Quién es ese instructor?
"Vuestro
buen rey Luis."
Observación.
- Esta pregunta fue motivada por la naturaleza de ciertas respuestas, que
parecían superar el alcance de este Espíritu por el fondo de las ideas, y aun
por la forma del lenguaje. No tiene nada de admirable que fuese ayudado por un
Espíritu más ilustrado, que quiso aprovechar esta ocasión para darnos una
instrucción.
Este
es un hecho muy ordinario; pero la particularidad notable en esta
circunstancia, ha sido que la influencia del otro Espíritu se ha hecho sentir
sobre la misma escritura; la de las respuestas en que ha habido intervención es
más regular y más corrida; la del trapero es angulosa, gruesa, irregular, a
menudo poco legible, y tiene otro carácter.
17.
¿Qué haces tú ahora? ¿Te ocupas de tu porvenir?
"Todavía
no; estoy errante. Se piensa tan poco en mí sobre la Tierra, que nadie ruega
por mí; por lo mismo que no estoy ayudado, no trabajo."
Observación.
- Se verá más tarde cuánto se puede contribuir al adelantamiento y al alivio de
los Espíritus inferiores por la oración y los consejos.
18.
¿Cuál era tu nombre cuando vivías?
"Juanito"
19.
Pues bien, Juanito: nosotros rogaremos por ti. Dinos si nuestra evocación te ha
gustado o te ha contrariado.
"Antes
me ha hecho placer, porque sois buenos muchachos, alegres vivientes, aunque un
poco austeros; pero ¡qué importa! me habéis escuchado y estoy contento.
Juanito."
Fenómenos
de los aportes
96.
Este fenómeno no difiere de los que acabamos de hablar sino por la intención
benévola del Espíritu que es su autor, por la naturaleza de los objetos casi
siempre graciosos y por la manera dulce y muchas veces delicada con que son
traídos. Consiste en aportar espontáneamente objetos que no existían en el
paraje en que se está. Son lo más a menudo flores, algunas veces frutas, cajas
de dulces, alhajas, etc.
97.
Decimos, desde luego, que este fenómeno es uno de los que más se prestan a la
imitación, y que, por consiguiente, es preciso estar en guardia de la
superchería. Se sabe hasta dónde puede llegar el arte de la prestidigitación
con relación a experiencias de este género, pero sin referir-se a un hombre del
oficio se podría fácilmente ser juguete de una maniobra hábil e interesada. La
mejor de todas las garantías está en el "carácter", la "honradez
notoria" y el "desinterés absoluto" de la persona que obtiene
semejantes efectos; en segundo lugar, en el examen atento de todas las
circunstancias con las cuales los hechos se producen; en fin, en el
conocimiento ilustrado del Espiritismo, que sólo puede hacer descubrir lo que
fuera sospechoso.
98.
La teoría del fenómeno de los aportes y de las manifestaciones físicas en
general, se encuentra resumida de una manera notable en la disertación
siguiente por un Espíritu cuyas comunicaciones tienen un carácter incontestable
de profundidad y de lógica. Muchas de éstas se encontrarán en la continuación
de esta obra. Este Espíritu se ha dado a conocer bajo el nombre de Erasto,
discípulo de San Pablo, y como Espíritu protector del médium que le ha servido
de intérprete.
"Es
de todo punto preciso, para obtener fenómenos de este orden, tener consigo
médiums que yo llamaré 'sensitivos', es decir, dotados del más alto grado de
facultades medianímicas, de expansión y de penetrabilidad; porque el sistema
nervioso de estos médiums, fácilmente excitable, les permite, por medio de
ciertas vibraciones, el proyectar alrededor de ellos su fluido animalizado con
profusión.
"Las
naturalezas impresionables, las personas cuyos nervios vibran al menor
sentimiento, a la más pequeña sensación, que la influencia moral o física,
interna o externa, sensibiliza, son sujetos muy aptos para ser excelentes
médiums, para los efectos físicos de tangibilidad y de aportes. En efecto, su
sistema nervioso, casi
enteramente
desprovisto de la envoltura refractaria que aísla este sistema en la mayor
parte de los otros encarnados, les hace propios para el desenvolvimiento de
estos diversos fenómenos. Por consecuencia con un sujeto de esta naturaleza, y
no siendo las demás facultades hostiles a la medianimización, se obtendrán más
fácilmente los fenómenos de tangibilidad, los golpes dados en las paredes y en
los muebles, los movimientos inteligentes y aun la suspensión en el espacio de
la materia inerte más pesada. 'A fortiori' se obtendrán estos resultados, si en
lugar de un médium se tienen a la mano muchos que tengan las mismas dotes.
"Pero
de la producción de estos fenómenos a la obtención del de los aportes hay mucha
distancia; porque en este caso no sólo el trabajo del Espíritu es más complejo,
más difícil, sino que también el Espíritu no puede operar sino por medio de un
solo aparato medianímico, esto es, que muchos médiums no pueden concurrir
simultáneamente a la producción del mismo fenómeno. Acontece, por el contrario,
que la presencia de ciertas personas antipáticas al Espíritu que opera estorba
radicalmente su operación.
A
estos motivos que, como veis, no dejan de tener importancia, añadid que los
aportes necesitan siempre concentraciones más grandes y al mismo tiempo mayor
difusión de ciertos fluidos, que no pueden obtenerse sino con los médiums mejor
dotados, aquellos, en una palabra, cuyo aparato "electromedianímico"
es de mejores condiciones.
"En
general los hechos de aportes son y permanecerán excesivamente raros. No tengo
necesidad de demostraros por qué son y serán menos frecuentes que los otros
hechos de tangibilidad; vosotros mismos, deduciréis lo que digo. Por otra
parte, estos fenómenos son de tal naturaleza que no sólo todos los médiums no
son propicios para ellos, sino que todos los Espíritus no pueden producirlos.
En efecto, es preciso que entre el Espíritu y el médium exista cierta afinidad,
cierta analogía, cierta semejanza que permita a la parte expansible del fluido
"periespíritico" (*)
del encarnado mezclarse, unirse y combinarse con el del Espíritu que quiere
hacer un aporte. Esta fusión debe ser tal que la fuerza resultante venga a ser,
por decirlo así, "una"; de la misma manera que una corriente
eléctrica, obrando sobre el carbón, produce una hoguera, una claridad única.
¿Por qué esta unión, por qué esta fusión? diréis vosotros. Es que para la producción
de estos fenómenos se hace preciso que las propiedades esenciales del Espíritu
motor se aumenten con algunas del medianimizado; es que el "fluido
vital" indispensable para la producción de todos los fenómenos
medianímicos es el dote "exclusivo" del encarnado, y que por
consecuencia el Espíritu operador está obligado a impregnarse del mismo.
Entonces es cuando puede, por medio de ciertas propiedades de vuestro centro
ambiente, desconocidas para vosotros, aislar, hacer invisibles, y mover ciertos
objetos materiales y a los mismos encarnados.
"No
me es permitido, por el momento, descorreros el velo de estas leyes
particulares que rigen los gases y los fluidos que os cercan; pero antes que
pasen muchos años, antes que se cumpla una existencia de hombre, la explicación
de estas leyes y de estos fenómenos se os revelará, y veréis surgir y
producirse una nueva variedad de médiums que caerán en un estado cataléptico
particular desde que sean medianimizados.
"Vosotros
veis de cuántas dificultades la producción de los aportes se encuentra rodeada;
podéis deducir de esto muy lógicamente que los fenómenos de esta naturaleza son
excesivamente raros, como ya lo he dicho, y con tanta más razón por cuanto los Espíritus
se prestan a ello muy poco, porque esto motiva de su parte un trabajo casi
material, lo que es un fastidio y una fatiga para ellos. Por otra parte
acontece, además, que muchas veces a pesar de su energía y su voluntad, el
estado del mismo médium les opone una barrera insuperable.
"Es,
pues, evidente, y vuestro raciocinio lo sanciona, no dudo de ello, que los
hechos tangibles de golpes, de movimiento y de suspensión, son fenómenos
sencillos que se operan por la concentración y la dilatación de ciertos
fluidos, y que pueden ser provocados y obtenidos por la volunta y el trabajo de
los médiums que son aptos para eso, cuando éstos son secundados por Espíritus
amigos y benévolos; mientras que los hechos de los aportes son múltiples,
complejos, exigen un concurso de circunstancias especiales, no pueden operarse
sino por un solo Espíritu y un solo médium, y tienen precisión, fuera de la
necesidad de la tangibilidad, de una combinación del todo particular, para
aislar y hacer invisibles el objeto o los objetos que forman el motivo del
aporte.
"Todos
vosotros, espiritistas, comprendéis mis explicaciones y os dais perfecta cuenta
de esta concentración de fluidos especiales, para la locomoción y la
tangibilidad de la materia inerte; creéis en ellos como creéis en los fenómenos
de la electricidad y del magnetismo, con los cuales los hechos medianímicos
están llenos de analogía, y son, por decirlo así, la consagración y el
desenvolvimiento. En cuanto a los incrédulos, y a los sabios, peores que los
incrédulos, no pienso en convencerlos, pues no me ocupo de ellos lo serán un día
por la fuerza de la evidencia, porque será preciso que se inclinen ante el
testimonio unánime de los hechos espiritistas, como se han visto forzados a
hacerlo ante tantos otros hechos que habían rechazado en un principio.
"Para
resumir: si los hechos de tangibilidad son frecuentes, los hechos de aportes
son muy raros, porque las condiciones para éstos son muy difíciles; por
consecuencia, ningún médium puede decir: A tal hora, a tal momento, obtendré un
aporte; porque muchas veces el mismo Espíritu se encuentra impedido en su obra.
Debo añadir que estos fenómenos son doblemente difíciles en público, porque en
éste se encuentran casi siempre elementos enérgicamente refractarios que
paralizan los esfuerzos del Espíritu y con mayor razón la acción del médium. Tened,
al contrario, por cierto, que estos fenómenos se producen casi siempre en
particular, espontáneamente, lo más a menudo sin saberlo los médiums y sin
premeditación y, en fin, muy raramente cuando éstos están prevenidos; de donde
debéis deducir que hay un motivo legítimo de sospecha todas las veces que un
médium se alaba de obtenerlos a su voluntad o, de otro modo, de mandar a los
Espíritus como a domésticos, los que es sencillamente un absurdo. Tened,
además, por regla general, que los fenómenos espiritistas no se han hecho para
presentarse en espectáculo y para divertir a los curiosos. Si algunos Espíritus
se prestan a esta especie de cosas, sólo puede ser para fenómenos simples, y no
para aquellos que, tales como los aportes y otros semejantes, exigen condiciones
excepcionales.
"Recordad,
espiritistas, que si es absurdo rechazar sistemáticamente todos los fenómenos
de ultratumba, no es prudente tampoco aceptarlos todos ciegamente. Cuando un
fenómeno de tangibilidad, de aparición, de visibilidad o de aporte se
manifiesta espontáneamente y de una manera instantánea, aceptadle; pero, no me
cansaré de repetíroslo, no aceptéis nada ciegamente; que cada hecho sufra un
examen minucioso, profundo y severo; porque, creedlo, el Espiritismo, tan rico
en fenómenos sublimes y grandiosos, no tiene nada que ganar en estas pequeñas
manifestaciones que hábiles prestidigitadores pueden imitar.
"Sé
muy bien lo que me vais a decir: que estos fenómenos son útiles para convencer
a los incrédulos; pero sabed que si no hubierais tenido otros medios de
convicción, no tendríais hoy día la centésima parte de espiritistas que tenéis.
Hablad al corazón, éste es el modo de hacer más conversiones formales. Si
creéis útil para ciertas personas obrar por los hechos materiales, presentadlos
al menos en tales circunstancias que no puedan dar lugar a ninguna falsa
interpretación, y sobre todo no salgáis de las condiciones normales de estos
hechos porque los hechos, presentados en malas condiciones, suministran
argumentos a los incrédulos en lugar de convencerlos. -ERASTO."
99.
Este fenómeno ofrece una particularidad bastante singular, y es que ciertos
médiums tan sólo lo obtienen en el estado de sonambulismo; y esto se explica
fácilmente.
Hay
en el sonámbulo un desprendimiento natural, una especie de aislamiento del
Espíritu y del periespíntu que debe facilitar la combinación de los fluidos
necesarios. Tal es el caso de los aportes de que hemos sido testigos. Las
preguntas siguientes se dirigieron al Espíritu que los produjo, pero sus respuestas
se resienten alguna vez de su insuficiencia; las hemos sometido al Espíritu
Erasto, mucho más ilustrado desde el punto de vista teórico, y quien las ha
completado con observaciones muy juiciosas. El uno es el artesano, el otro el
sabio, y la misma comparación de estas dos inteligencias es un estudio
instructivo, porque prueba que no basta ser Espíritu para comprenderlo todo.
1.
Os ruego nos digáis ¿por qué los aportes que hacéis no se producen sino en el
sueño magnético del médium?
"Esto
proviene de la naturaleza del médium; los hechos que yo produzco cuando el mío
está dormido, podría igualmente producirlos en el estado de vigilia con otro
médium."
2.
¿Por qué hacéis esperar tan largo tiempo el aporte de los objetos y por qué
excitáis la codicia del médium, irritando su deseo de obtener el objeto
prometido?
"Este
tiempo me es necesario a fin de preparar los fluidos que sirven para el aporte,
en cuanto a la excitación, esto no es muchas veces sino para divertir a las
personas presentes y a la sonámbula."
Observación
de Erasto. - El Espíritu que ha contestado no sabía más; no se da cuenta del
motivo de esta ansiedad que le aguijonea instintivamente sin comprender el
efecto; cree divertir, mientras que en realidad provoca sin pensarlo mayor
emisión de fluido; ésta es la consecuencia de la dificultad que presenta el
fenómeno, dificultad siempre más grande, cuando no es espontánea, sobre todo
con ciertos médiums.
3.
¿La producción del fenómeno tiende a la naturaleza especial del médium y podría
producirse por otros médiums con más facilidad y prontitud?
"La
producción tiende a la naturaleza especial del médium y no puede producirse
sino con naturalezas correspondientes; pera la prontitud, la costumbre que
adquirimos, correspondiendo a menudo con el mismo médium nos es de gran
utilidad."
4.
La influencia de las personas presentes ¿contribuye en algo?
"Cuando
hay incredulidad y oposición se nos puede molestar mucho; mejor queremos hacer
nuestras pruebas con creyentes y personas versadas en el Espiritismo; pero no
quiero decir por eso que la mala voluntad pueda paralizarnos
completamente."
5.
¿Dónde habéis ido a tomar las flores y los confites que habéis traído?
"En
los jardines tomo las flores que me gustan."
6.
¿Y los confites? ¿El confitero se habrá apercibido de que les faltaban?
"Yo
los tomo donde quiero; el confitero no lo ha notado porque he puesto otros en
su lugar."
7.
Pero los anillos tienen un valor; ¿en dónde los habéis cogido? ¿Acaso habéis
causado algún daño al que se los habéis tomado?
"Las
he tomado en parajes desconocidos para todos y de manera que nadie pueda
experimentar ningún perjuicio."
Observación
de Erasto. - Creo que el hecho está explicado de una manera insuficiente en
razón de la capacidad del Espíritu que ha respondido. Sí; puede haber en eso un
mal real de causa, pero el Espíritu no ha querido pasar por haber tomado alguna
cosa. Un objeto no puede ser reemplazado sino por un objeto idéntico, de la
misma forma, del mismo valor; por consecuencia; si un Espíritu tenía la
facultad de sustituir un objeto semejante a aquel que toma, no tendría razón
para tomarlo, y debería dar aquel que sirve para substituirlo.
8.
¿Es posible el traer flores de otro planeta?
"No,
esto no me es posible."
(A.
Erasto). ¿Otros Espíritus tendrían este poder?
"No,
esto no es posible, en razón de la diferencia de los centros ambientes."
9.
¿Podríais traer flores de otro hemisferio, de los trópicos, por ejemplo?
"Desde
el momento que esto esté sobre la Tierra, lo puedo.
10.
Los objetos que habéis traído ¿podríais hacerlos desaparecer y llevároslos?
"Del
mismo modo que los he hecho venir puedo llevarlos por mi voluntad."
11.
¿La producción del fenómeno de los aportes os causa alguna dificultad, algún
embarazo?
"No
nos causa ninguna dificultad, cuando tenemos el permiso; podría causárnoslos
muy grandes si quisiéramos producir estos efectos sin estar autorizados para
eso."
Observación
de Erasto. - No quiere confesar su dificultad aunque sea real, puesto que está
forzado a hacer una operación, por decirlo así, material.
12.
¿Cuales son las dificultades que encontráis?
"Ninguna
otra sino malas disposiciones fluídicas que pueden sernos contrarias."
13.
¿Cómo traéis el objeto? ¿lo cogéis con las manos?
"No;
lo envolvemos en nosotros mismos."
Observación
de Erasto. - No explica claramente su operación, porque no envuelve el objeto
con su propia personalidad; pero como su fluido personal es dilatable,
penetrable y expansible, combina una parte de este fluido con una parte del
fluido animalizado del médium, y en esta combinación oculta y transporta el
objeto causa del aporte. No está, pues, en lo justo al decir que lo envuelve en
si mismo.
14.
¿Aportaríais con la misma facilidad un objeto de un peso considerable, de 50
kilogramos, por ejemplo?
"El
peso nada tiene que ver para nosotros; aportamos flores porque pueden ser más
agradables que un peso voluminoso."
Observación
de Erasto. - Justamente: puede aportar 100 ó 200 kilogramos en objetos, porque
el peso que existe para vosotros es nulo para él, pero tampoco en esto se sabe
dar cuenta de lo que pasa. La masa de los fluidos combinados es proporcionada a
la masa de los objetos; en una palabra, la fuerza debe estar en razón de la
resistencia; de donde se sigue que si el Espíritu sólo aporta una flor o un
objeto ligero es porque muchas veces no encuentra en el médium o en sí mismo
los elementos necesarios para un esfuerzo más considerable.
15.
¿Hay algunas veces desapariciones de objetos cuya causa se ignora, y que serían
obra de los Espíritus?
"Esto
acontece muy a menudo, más a menudo de lo que pensáis, y podría remediarse
rogando al Espíritu que vuelva a traer el objeto desaparecido."
Observación
de Erasto. - Esto es verdad; pero algunas veces lo que ha sido quitado es bien
quitado; porque hay objetos que no vuelven a encontrarse en casa, que
frecuentemente se llevan muy lejos. Sin embargo, como el sacar los objetos
exige casi las mismas condiciones fluídicas que los aportes no puede tener
lugar sino con ayuda de médiums dotados de facultades especiales; así es que
cuando alguna cosa desaparece, hay más probabilidad de que sea la consecuencia
de vuestro aturdimiento que obra de los Espíritus.
16.
¿Hay efectos que se miran como fenómenos naturales, y que se deben a la acción
de ciertos Espíritus?
"Vuestros
días están llenos de estos hechos que no comprendéis, porque no os habéis
ocupado de ellos, pero con un poco de reflexión lo veríais claramente."
Observación
de Erasto. - No atribuyáis a los Espíritus lo que es la obra de la Humanidad;
pero creed en su influencia oculta constante, que hace nacer alrededor de
vosotros mil circunstancias, mil incidentes necesarios para el cumplimiento de
vuestros actos, de vuestra existencia.
17.
Entre los objetos aportados ¿los hay que pueden ser fabricados por los
Espíritus, esto es, producidos espontáneamente por las modificaciones que los
Espíritus pueden hacer sufrir al fluido o al elemento universal?
"Para
mí no, porque no tengo el permiso; sólo lo puede un Espíritu elevado."
18.
¿Cómo habéis introducido el otro día estos objetos, puesto que la habitación
estaba cerrada?
"Los
he hecho entrar conmigo envueltos, por decirlo así, en mí sustancia; para
vosotros esto no tiene más explicación."
19.
¿Cómo habéis hecho volver visibles estos objetos que eran invisibles un
instante antes?
"He
quitado la materia que los envolvía."
Observación
de Erasto. No es la materia propiamente dicha la que los envuelve, sino un
fluido tomado la mitad del periespíritu del médium, la otra mitad del de el
Espíritu que opera.
20.
(A Erasto). ¿Un objeto puede ser aportado a un paraje perfectamente cerrado, en
una palabra, el Espíritu puede espiritualizar un objeto material, de manera que
pueda penetrar la materia?
"Esta
cuestión es compleja. Para los objetos aportados, el Espíritu puede hacerlos
invisibles pero no penetrables; él no puede romper la agregación de la materia,
lo que sería la destrucción del objeto. Este objeto hecho invisible puede
traerlo cuando quiere y no desprenderse de él sino en el momento conveniente
para hacerle aparecer.
En
cuanto a los objetos que nosotros componemos, es otra cosa; como no
introducimos sino los elementos de la materia, y que estos elementos son
esencialmente penetrables, que nosotros mismos penetramos y atravesamos los
cuerpos más condensados, con tanta facilidad como los rayos solares atraviesan
las vidrieras, podemos perfectamente decir que hemos introducido el objeto en
un paraje por cerrado que sea; pero es solamente en este caso."
Nota.
- Véase más adelante la teoría de la formación espontánea de los objetos, el
cap. titulado "Laboratorio del mundo invisible".
CAPÍTULO VI
MANIFESTACIONES VISUALES
Preguntas sobre las apariciones. -
Ensayo teórico sobre las apariciones. - Espíritus glóbulos. - Teoría de la
alucinación.
100.
De todas las manifestaciones espiritistas, las más interesantes son, sin
contradicción, aquellas por las cuales los Espíritus pueden hacerse visibles.
Se verá por la explicación de este fenómeno que, como los otros, nada tiene de
sobrenatural. A continuación ponemos las respuestas que con este objeto han
dado los Espíritus.
1.
¿Los Espíritus pueden hacerse visibles?
"Sí,
sobre todo durante el sueño; sin embargo, ciertas personas los ven también
durante la vigilia, pero es más raro."
Observación.
- Mientras que el cuerpo descansa, el Espíritu se desprende de los lazos materiales;
es más libre y puede más fácilmente ver a los otros Espíritus con los cuales
entra en comunicación. El sueño no es más que el recuerdo de este estado;
cuando uno no se acuerda de nada, se dice que no ha soñado, pero el alma no ha
dejado de ver y gozar de su libertad. Nosotros nos ocupamos más especialmente
aquí de las apariciones en estado de vigilia. (*)
2.
Los Espíritus que se manifiestan a la vista, ¿pertenecen más bien a una clase
que a otra?
"No,
pueden pertenecer a todas las clases, a las más elevadas como a las más
inferiores."
3.
¿Es dado a todos los Espíritus el manifestarse visiblemente?
"Todos
lo pueden; pero para esto no tienen siempre el permiso ni la voluntad."
4.
¿Cuál es el fin de los Espíritus que se manifiestan visiblemente?
"Esto
depende de su naturaleza; el fin puede ser bueno o malo."
5.
¿Cómo puede darse este permiso cuando el fin es malo?
"Entonces
es para probar a aquellos a quienes se aparecen. La intención del Espíritu
puede ser mala, pero el resultado puede ser bueno."
6.
¿Cuál puede ser el fin de los Espíritus que tienen mala intención haciéndose
ver?
"Asustar
y muchas veces vengarse."
-
¿Cuál es el de los Espíritus que vienen con buena intención?
"Consolar
a las personas que los lastiman, probar que existen y estar cerca de vosotros,
dar consejos y algunas veces reclamar asistencia para ellos mismos."
7.
¿Qué inconveniente habría en que la posibilidad de ver los Espíritus fuese
permanente y general? ¿No sería esto un medio de quitar las dudas de los más
incrédulos?
"Estando
el hombre constantemente rodeado de Espíritus, su visión incesante le
alteraría, le mortificaría en sus acciones y le quitaría su iniciativa en la
mayor parte de los casos, mientras que creyéndose solo obra más libremente. En
cuanto a los incrédulos, bastantes medios tienen de convencerse sI quieren
aprovecharse y si no les ciega el orgullo.
Sabéis
muy bien que hay personas que han visto y que por esto no creen más, puesto que
dicen que son ilusiones. No os inquietéis por estas gentes; Dios se encarga de
ellas."
Observación.
- Habría tanto inconveniente en verse constantemente en presencia de los
Espíritus, como en ver el aire que nos rodea, o los millares de animales
microscópicos que pululan alrededor de nosotros y sobre nosotros. De donde
debemos deducir que lo que Dios hace está bien hecho, y que sabe mejor que
nosotros lo que nos conviene.
8.
Si la visión de los Espíritus tiene inconvenientes, ¿por qué se permite en
ciertos casos?
"Con
el fin de dar una prueba de que todo no muere con el cuerpo, y que el alma
conserva su individualidad después de la muerte. Esta visión pasajera basta
para dar esta prueba y atestiguar la presencia de vuestros amigos a vuestro
lado; pero no tiene los inconvenientes de la permanencia."
9.
¿En los mundos más avanzados que el nuestro la visión de los Espíritus es más
frecuente?
"Cuanto
más el hombre se acerca a la naturaleza espiritual, más fácilmente entra en
relación con los Espíritus; lo grosero de vuestra envoltura es lo que hace más
difícil y rara la percepción de los seres etéreos."
10.
¿Es racional asustarse por la aparición de un Espíritu?
"El
que reflexiona debe comprender que un Espíritu, cualquiera que sea, es menos
peligroso que un viviente. Por los demás, los Espíritus van por todas partes y
no hay necesidad de verlos para saber que podéis tenerlos a vuestro lado. El
Espíritu que quisiera dañar puede hacerlo sin dejarse ver y quizás más aún; no
es peligroso porque sea Espíritu, sino más bien por la influencia que puede
ejercer sobre el pensamiento desviando del bien e induciendo al mal."
Observación.
- Las personas que tienen miedo en la soledad o en la oscuridad, raras veces se
dan cuenta de la causa de su espanto; no podrían decir de qué tienen miedo,
pero seguramente deberían temer más el encuentro de los hombres que el de los
Espíritus, porque un malhechor es más peligroso vivo que después de su muerte.
Una señora conocida nuestra tuvo una noche en su cuarto una aparición tan bien
caracterizada, que creyó en la presencia de alguien, y su primer movimiento fue
espanto. Habiéndose asegurado que no había nadie, dijo para sÍ:
"Parece
que esto no es más que un Espíritu; puedo, pues, dormir tranquila."
11.
Aquel a quien aparece un Espíritu, ¿podría tener una conversación con él?
"Perfectamente,
y es lo que debe hacerse siempre en semejante caso preguntando al Espíritu
quién es, lo que desea y lo que puede hacerse por él y serle útil.
Si
el Espíritu es desgraciado y padece, la conmiseración que se le demuestra le
alivia; si es un Espíritu benévolo puede venir con la intención de dar buenos
consejos."
-
¿En este caso el Espíritu cómo puede responder?
"Lo
hace algunas veces por sonidos articulados, como lo haría una persona viva; lo
más a menudo hay transmisión de pensamientos."
12.
¿Los Espíritus que aparecen con alas, las tienen realmente o bien no son sino
una apariencia simbólica?
"Los
Espíritus no tienen alas, no tienen necesidad de ellas, pues que pueden
transportarse por todas partes como Espíritus. Aparecen según el modo con el
que quieren afectar a la persona a la cual se muestran: los unos aparecerán con
el traje vulgar, otros envueltos en ropajes, algunos con alas, como atributo de
la categoría de los Espíritus que representan."
13.
Las personas que se ven en sueños, ¿son siempre aquellas cuyo aspecto tienen?
"Casi
siempre son aquellas personas que vuestro Espíritu va a encontrar, o que viene
a encontraros."
14.
Los Espíritus burlones ¿no podrían tomar la apariencia de las personas que nos
son queridas para inducirnos al error?
"No
toman apariencias fantásticas sino para divertirse a vuestra costa; pero hay
cosas con las que no les es permitido divertirse."
15.
Siendo el pensamiento una especie de evocación se comprende que provoque la
presencia del Espíritu; pero, ¿cómo es que muchas veces las personas en las
cuales se piensa más, que se desea ardientemente volver a ver, nunca se
presentan en sueño, mientras que se ven gentes indiferentes y en las cuales no
se piensa de ningún modo?
"Los
Espíritus no tienen siempre la posibilidad de manifestarse a la vista, aun en sueño,
y a pesar del deseo que se tiene de verles; causas independientes de su
voluntad pueden impedirlo. Muchas veces esto es también una prueba, de la que
el deseo más ardiente no puede librar. En cuanto a las personas indiferentes,
si vosotros no pensáis en ellas, es posible que ellas piensen en vosotros. Por
lo demás vosotros no podéis formaros una idea de las relaciones del mundo de
los Espíritus; encontraréis allí una porción de conocimientos íntimos, antiguos
o nuevos, de los cuales no tenéis ninguna idea en el estado de vigilia."
Observación.
- Cuando no hay ningún medio de comprobar las visiones o apariciones, se puede,
sin duda, ponerlas en la cuenta de las alucinaciones; pero cuando son
confirmadas por los acontecimientos, no podrán atribuirse a la imaginación;
tales son, por ejemplo, las apariciones en el momento de su muerte, en sueño o
en el estado de vigilia, de personas con las cuales no se piense de ningún
modo, y que por diversas señales vienen a revelar las circunstancias del todo
inesperadas de su objeto. Se ha visto muchas veces a los caballos encabritarse
y rehusar el avanzar ante apariciones que espantaban a aquellos que los
conducían. Si la imaginación produce algún efecto en los hombres, seguramente
no existe entre los animales. Por otra parte, si las imágenes que se ven en
sueños eran siempre un efecto de las preocupaciones de la vigilia, nada
explicaría por qué acontece a menudo que no se sueña jamás en las cosas que más
se piensa.
16.
¿Por qué ciertas visiones son más frecuentes en el estado de enfermedad?
"También
tienen lugar en el estado de perfecta salud; pero en la enfermedad los lazos
materiales están relajados; la debilidad del cuerpo de la más libertad al
Espíritu, quien entra con más facilidad en comunicación con los otros
Espíritus."
17.
Las apariciones espontáneas parecen ser más frecuentes en ciertos lugares.
¿Será
que algunos pueblos están mejor dotados que otros para tener esta clase de
manifestaciones?
¿"Es
que hacéis un proceso verbal por cada aparición? Las apariciones, los ruidos,
todas las manifestaciones, en fin, están igualmente extendidas por toda la
Tierra, pero presentan caracteres distintos según los pueblos en los cuales
tienen lugar. Por ejemplo, en aquellos donde la escritura está poco extendida,
no hay médiums escribientes; en los otros abundan. En otra parte hay ruidos más
a menudo y movimientos que comunicaciones inteligentes, porque éstas son menos
estimadas y buscadas."
18.
¿Por qué las apariciones tienen más bien lugar por la noche? ¿No sería esto un
efecto del silencio y de la oscuridad sobre la imaginación?
"Por
la misma razón que la oscuridad os hace ver durante la noche las estrellas que
no veis en pleno día. La gran claridad puede borrar una aparición ligera; pero
es un error creer que la noche sirva en cuanto a eso para alguna cosa.
Preguntad a todos aquellos que las han tenido y veréis que la mayor parte las
han visto de día."
Observación.
- Los hechos de apariciones son mucho más frecuentes y generales de lo que se
cree; pero muchas personas no los confiesan por temor al ridículo, otros los
atribuyen a la ilusión. Si parecen más multiplicados en ciertos pueblos, esto
proviene de que se conservan en ellos más cuidadosamente las tradiciones
verdaderas o falsas, casi siempre abultadas por el atractivo de lo maravilloso,
a que se presta más o menos el aspecto de las localidades; la credulidad hace
entonces ver efectos sobrenaturales en los fenómenos más vulgares; el silencio
de la soledad, la escabrosidad de los torrentes, el mugido del bosque, las ráfagas
de la tempestad, el eco de las montañas, la forma fantástica de las nubes, las
sombras, las ilusiones ópticas, todo, en fin, se presta para ilusionar a
imaginaciones sencillas y cándidas, que cuentan de buena fe lo que han visto, o
lo que han creído ver. Pero al lado de la ficción hay la realidad; el estudio
formal del Espiritismo conduce a separar de la realidad todos los accesorios
ridículos de la superstición.
19.
¿La visión de los Espíritus se produce en el estado normal o solamente en un
estado extático?
"Puede
tener lugar en las condiciones perfectamente normales; sin embargo, las
personas que los ven están muchas veces en un estado particular muy cerca del
éxtasis que les da una especie de doble vista" (Libro de los Espíritus,
núm. 447).
20.
Aquellos que ven a los Espíritus ¿los ven por los ojos?
"Ellos
lo creen; pero en realidad el alma es la que ve, y lo que lo prueba es que
pueden verse con los ojos cerrados."
21.
¿Cómo puede el Espíritu hacerse visible?
"El
principio es el mismo que el de todas las manifestaciones, tiende a las
propiedades del periespíritu, que puede sufrir diversas modificaciones a gusto
del Espíritu."
22.
El Espíritu propiamente dicho ¿puede hacerse visible o bien no lo puede sino
con la ayuda del periespíritu?
"En
vuestro estado material, los Espíritus no pueden manifestarse sino con la ayuda
de su envoltura semimaterial; es el intermediario por el cual obran sobre
vuestros sentidos. Bajo esta envoltura aparecen algunas veces con una forma
humana o cualquier otra, ya sea en los sueños, ya sea en el estado de vigilia,
lo mismo a la luz que en la oscuridad."
23.
¿Se podría decir que es por la condensación del fluido del periespíritu que el
Espíritu se hace visible?
"Condensación
no es la palabra; más bien es una comparación que puede ayudar a haceros
comprender el fenómeno, porque realmente no hay condensación. Por la
combinación de los fluidos, se produce en el periespíritu una disposición
particular que no tiene analogía para vosotros y que lo hace perceptible."
24.
Los Espíritus que aparecen ¿no pueden tocarse nunca y son siempre inaccesibles
al tacto?
"En
su estado normal son impalpables, como cuando se sueña. Sin embargo pueden
hacer impresión en el tacto y dejar trazas de su presencia, y aun en ciertos
casos venir a ser momentáneamente tangibles, lo que prueba que entre ellos y
vosotros hay una materia."
25.
¿Todos son aptos para ver los Espíritus?
"En
el sueño, sí pero no en estado de vigilia. En el sueño el alma ve sin
intermediario; en la vigilia está siempre más o menos sujeta a la influencia de
los órganos; por esto las condiciones no son siempre las mismas."
26.
¿De qué proviene la facultad de ver los Espíritus durante la vigilia?
"Esta
facultad depende del organismo; proviene de la facilitad más o menos grande que
tiene el fluido del vidente para combinarse con el del Espíritu. Así no basta
al Espíritu querer mostrarse; es preciso, además, que encuentre en la persona a
la cual quiere hacerse ver, la aptitud necesaria."
-
¿Esta facultad puede desenvolverse con el ejercicio?
"Lo
puede como todas las otras facultades; pero es una de aquellas de las cuales
vale más esperar el desenvolvimiento natural que provocarle, por el temor de
sobre excitar la imaginación. La visión general y permanente de los Espíritus
es excepcional, y no está en las condiciones normales del hombre."
27.
¿Se puede provocar la aparición de los Espíritus?
"Se
puede algunas veces, pero muy raramente; es casi siempre espontánea. Para esto
es menester estar dotado de una facultad especial.".
28.
¿Los Espíritus pueden hacerse visibles bajo otra apariencia que la forma
humana?
"La
forma humana es la forma normal, el Espíritu puede variar su apariencia, pero
siempre es el tipo humano."
-
¿No pueden manifestarse bajo la forma de una luz?
"Pueden
producir llamas, luces, como cualesquiera otros efectos, para atestiguar su
presencia; pero estas cosas no son los mismos Espíritus. La llama muchas veces
sólo es una ilusión óptica o una emanación del periespíritu; en todos los casos
no es más que una parte de éste; el periespíritu no aparece entero sino en las
visiones."
29.
¿Qué pensaremos de la creencia que atribuye los fuegos fatuos a la presencia de
almas o Espíritus?
"Superstición
producida por la ignorancia. La causa física de los fuegos fatuos es bien
conocida."
-
La llama azul que apareció, según se dice, sobre la cabeza del niño Servius
Tullius, ¿es una fábula o una realidad?
"Era
real, fue producida por el Espíritu familiar que quería advertir a la madre.
Esta
madre, médium vidente, había apercibido un rayo del Espíritu protector de su
hijo.
Todos
los médiums videntes no ven al mismo grado, así como vuestros médiums
escribientes no escriben todos la misma cosa. Mientras que esta madre sólo veía
una llama, otro médium hubiese podido ver el mismo cuerpo del Espíritu."
30.
¿Los Espíritus podrían presentarse bajo la forma de animales?
"Puede
suceder; pero los que tomen estas apariencias son siempre Espíritus muy
inferiores. En todos los casos esto sólo sería una apariencia momentánea;
porque sería absurdo el creer que un animal cualquiera pudiese ser la
encarnación real de un Espíritu. Los animales son siempre animales y no otra
cosa."
Observación.
- Sólo la superstición puede hacer creer que ciertos animales están animados
por Espíritus; es preciso una imaginación muy complaciente, o bien afectada,
para ver alguna cosa sobrenatural en circunstancias un tanto extravagantes, con
las cuales se presentan algunas veces; pero el miedo hace ver con frecuencia lo
que no existe. El miedo no siempre es el origen de esta idea; hemos conocido
una señora muy inteligente por cierto, que se aficionó más de lo regular a un
gatazo negro, porque le creía de una naturaleza "sobreanimal"; pero
no había oído jamás hablar del Espiritismo; si lo hubiera conocido, le habría
hecho comprender lo ridículo de la causa de su predilección, probándole la
imposibilidad de semejante metamorfosis.
Ensayo
teórico sobre las apariciones
101.
Las manifestaciones aparentes más ordinarias tienen lugar cuando se duerme, por
los sueños; estas son las visiones. No puede entrar en nuestro cuadro el examen
de todas las particularidades que pueden presentar los sueños; nosotros
resumimos diciendo que pueden ser una visión actual de cosas presentes o
ausentes; una visión retrospectiva del pasado, y en algunos casos excepcionales
un presentimiento del porvenir. Muchas veces son también cuadros alegóricos que
los Espíritus hacen pasar por nuestra vista para darnos advertencias útiles y
consejos saludables, si son buenos Espíritus; o para inducirnos en error y lisonjear
nuestras pasiones si son Espíritus imperfectos. La siguiente teoría se aplica a
los sueños, como a los otros casos de apariciones. (Véase El Libro de los
Espíritus , núms. 400 y siguientes).
Creeríamos
hacer injuria al buen sentido de nuestros lectores procurando refutar lo que
hay de absurdo y ridículo en lo que vulgarmente se llama la interpretación de
los sueños.
102.
Las apariciones propiamente dichas tienen lugar en el estado de vigilia, y
cuando uno goza de la plenitud y entera libertad de sus facultades.
Generalmente se presentan bajo una forma vaporosa y diáfana, algunas veces vaga
e indecisa; a menudo es en el primer momento una luz blanquecina cuyos
contornos se dibujan poco a poco. Otras veces las formas son acentuadas con
claridad y se distinguen las menores trazos del rostro, al punto de poder hacer
de ellas una descripción muy precisa. Los ademanes y el aspecto son parecidos a
los del Espíritu cuando vivía. Pudiendo tomar todas las apariencias, el
Espíritu se presenta bajo aquella que mejor puede hacerle conocer si tal es su
deseo. De este modo, aun cuando el Espíritu no tenga ningún defecto corporal,
se manifestará estropeado, cojo, jorobado, herido, con cicatrices, si esto es
necesario para justificar su identidad. Esopo, por ejemplo, como Espíritu no es
deforme; pero si se le evoca, aunque Esopo hubiera tenido después muchas
existencias aparecerá feo y jorobado, con el traje tradicional. Una cosa
notable es que a menos de circunstancias particulares, las partes menos
dibujadas son los miembros inferiores; mientras que la cabeza, el tronco, los
brazos y las manos, se presentan siempre claramente. Tampoco casi nunca se les
ve andar, sino deslizarse como sombras. En cuanto al traje, ordinariamente se
compone de un ropaje terminando en largos pliegues flotantes; la apariencia de
los Espíritus que no han conservado nada de las cosas terrestres, es al menos
con una cabellera ondulante y graciosa; pero los Espíritus vulgares, aquellos
que se han conocido, tienen generalmente el traje que tenían en el último
periodo de su existencia. Muchas veces tienen atributos característicos de su
elevación, como una aureola o alas para aquellos que puedan considerarse como
ángeles mientras que otros llevan los que recuerdan sus ocupaciones terrestres;
de este modo un guerrero podrá aparecerse con su armadura, un sabio con sus
libros, un asesino con un puñal, etc. Los Espíritus superiores tienen una
figura bella, noble y serena; los más inferiores tienen algo de feroz y
bestial, y algunas veces llevan aún las señales de los crímenes que han
cometido o de los suplicios que han sufrido. La cuestión del traje y de todos
estos objetos accesorios puede que sea la que más admira; volveremos a ella en
un capítulo especial, porque tiene relación con otros hechos más importantes.
103.
Hemos dicho que la aparición tiene algo de vaporoso; en ciertos casos se podría
compararla a la imagen reflejada en un espejo sin alinde, y que a pesar de su
limpieza no impide ver al través los objetos que están por detrás. Así, es
generalmente, como los distinguen los médiums videntes; los ven ir y venir,
entrar y salir de una habitación, circular entre los grupos de los vivos,
teniendo el aire, al menos por lo que respecta a los Espíritus vulgares, de
tomar una parte activa en todo lo que se hace alrededor de ellos, de
interesarse y escuchar lo que se dice. Frecuentemente se les ve acercarse a una
persona, sugerirle ideas, influiría, consolarla si son buenos, ridiculizaría si
son malignos, mostrarse tristes o contentos de los resultados que obtienen;
sucede, en una palabra, lo mismo que en el mundo corporal. Tal es el mundo
oculto que nos rodea, en medio del cual vivimos sin que lo apercibamos, así
como vivimos sin tampoco apercibirlo en medio de las miríadas del mundo
microscópico. El microscopio nos ha revelado el mundo de lo infinitamente
pequeño que no sospechábamos; el Espiritismo, ayudado de los médiums, nos ha
revelado el mundo de los Espíritus, que es también una de las fuerzas activas
de la naturaleza. Con ayuda de los médiums videntes hemos podido estudiar el
mundo invisible, iniciarnos en sus costumbres, como un pueblo de ciegos podría
estudiar el mundo visible, ayudado de algunos hombres que gozasen de la vista.
(Véase el capitulo de los médiums, el artículo concerniente a los médiums
videntes).
104.
El Espíritu que quiere o puede aparecer, reviste algunas veces una forma más
clara todavía, teniendo todas las apariencias de un cuerpo sólido, hasta el
punto de producir una ilusión completa y hacer creer que se tiene delante de si
un ser corporal. En algunos casos, en fin, y bajo el imperio de ciertas
circunstancias, la tangibilidad puede venir a ser real, esto es, que se puede
tocar, palpar, sentir la misma resistencia, el mismo calor que de parte de un
cuerpo vivo, lo que no impide el desvanecerse con la rapidez del rayo. Entonces
ya no es por los ojos como se hace constar la presencia, sino por el tacto. Si
se podía atribuir a la ilusión o a una especie de fascinación la aparición
simplemente visual, la duda no puede tener lugar cuando se puede cogerla,
palparla, y más aún cuando ella misma os coge y os estrecha. Los hechos de
apariciones tangibles son los más raros; pero los que se han verificado en
estos últimos tiempos por la influencia de médiums poderosos (*) y que tienen toda la autenticidad de testigos
irrecusables, prueban y explican los que la historia refiere referentes a
personas que se han mostrado después de su muerte con todas las apariencias de
la realidad. Por lo demás, como lo hemos dicho, por extraordinarios que sean
semejantes fenómenos, todo lo maravilloso desaparece cuando se conoce la manera
como se producen, y se comprende que, lejos de ser una derogación de las leyes
de la naturaleza, no son otra cosa que una nueva aplicación de las mismas.
105.
Por su naturaleza y en su estado normal el periespíritu es invisible, así como
hay una porción de fluidos que sabemos que existen y que, sin embargo, no hemos
visto jamás; pero pueden también, lo mismo que ciertos fluidos, sufrir
modificaciones que le hagan perceptible a la vista, ya sea por una especie de
condensación, ya por un cambio en la disposición molecular; entonces nos
aparece bajo una forma vaporosa. La condensación (no es necesario tomar esta
palabra a letra; sólo la empleamos a falta de otra y a título de comparación),
la condensación, decimos, puede ser tal que el periespíritu adquiere las
propiedades de un cuerpo sólido y tangible; pero puede instantáneamente volver
a tomar su estado etéreo e invisible. Podemos darnos cuenta de este efecto por
el del vapor, que puede pasar de la invisibilidad al estado nebuloso, luego
líquido, luego sólido y viceversa. Estos diferentes estados del periespíritu
son el resultado de la voluntad del Espíritu y no de una causa física exterior
como en nuestros gases. Cuando nos aparece, es porque pone su periespíritu en
el estado necesario para hacerle visible; para esto su voluntad no basta,
porque la modificación del periespíritu se opera por su combinación con el
fluido propio del médium; pero esta combinación no es siempre posible, lo que
explica por que la visibilidad de los Espíritus no es general. Así, no basta
que el Espíritu quiera mostrarse; no basta tampoco que una persona quiera
verle; es preciso que los dos fluidos puedan combinarse, que haya entre ellos
una especie de afinidad; puede ser también que la emisión del fluido de la
persona sea bastante abundante para operar la transformación del periespíritu y
probablemente otras condiciones que nos son desconocidas; por fin es menester
que el Espíritu tenga el permiso de hacerse ver a tal persona, lo cual no
siempre se le concede o sólo se le permite en ciertas circunstancias, por
motivos que no podemos apreciar.
106.
Otra propiedad del periespíritu y que tiende a su naturaleza etérea, es la
penetrabilidad. Ninguna materia le hace obstáculo; las atraviesa todas, como la
luz atraviesa los cuerpos transparentes. Y por esto nada hay, por cerrado que
esté, que pueda oponerse a la entrada de los Espíritus; estos van a visitar al
prisionero en su calabozo tan fácilmente como al hombre que está en medio de
los campos.
107.
Las apariciones en estado de vigilia no son ni raras ni nuevas; las ha habido
en todos tiempos; la historia refiere gran número de ellas; pero sin ir tan
lejos, en nuestros días son muy frecuentes, y muchas personas las han tenido y
en un principio las han tomado, por lo que se ha convenido en llamar
alucinaciones. Son frecuentes sobre todo en los casos de muerte de personas
ausentes, que vienen a visitar a sus parientes o amigos. Muchas veces no tienen
objeto bien determinado, pero se puede decir que en general los Espíritus que
aparecen de este modo son atraídos por la simpatía.
Detengámonos
a interrogar nuestros recuerdos, y veremos que hay pocas personas que no tengan
conocimiento de algunos hechos de este género cuya autenticidad no podría
ponerse en duda.
108.
Añadiremos a las condiciones precedentes el examen de algunos efectos de óptica
que han dado lugar al singular sistema de los Espíritus glóbulos.
El
aire no tiene siempre una limpieza absoluta y hay circunstancias en que las
corrientes de las moléculas aeriformes y su agitación producida por el calor se
hacen perfectamente visibles. Algunas personas han tomado esto por masas de
Espíritus agitándose en el espacio; basta indicar esta opinión para refutarla. Pero
be aquí otro género de ilusión no menos extravagante contra la cual conviene
estar prevenido.
El
humor acuoso del ojo ofrece puntos apenas perceptibles que han perdido su
transparencia. Estos puntos son como cuerpos opacos suspendidos en el líquido
cuyos movimientos siguen. Estos producen en el aire ambiente y a distancia, por
efecto del aumento y de la refracción, la apariencia de pequeños discos,
variando de uno a diez milímetros de diámetro, y parecen mecerse en la
atmósfera. Hemos visto personas que tomaban estos discos por Espíritus que les
seguían y les acompañaban por todas partes, y en su entusiasmo tomar por
figuras los matices de la irisación, lo que es casi tan racional como ver una
figura en la luna. Una simple observación suministrada por estas mismas
personas les conducirá sobre el terreno de la realidad.
Estos
discos o medallones, dicen ellos, no sólo les acompañan, sino que siguen todos
sus movimientos; van a derecha e izquierda, suben, bajan o se detienen según el
movimiento de cabeza. Esto no debe causar admiración, puesto que si el sitio de
la apariencia está en el globo del ojo, debe seguir sus movimientos. Si fueran
Espíritus sería preciso convenir que
estarían demasiado sujetos a un papel muy mecánico para seres inteligentes y
libres, tarea harto fastidiosa, aun para Espíritus inferiores, con más fuerte
razón incompatible con la idea que nos formamos de los Espíritus superiores. Es
verdad que algunos toman por Espíritus malos puntos negros o moscas
amauróticas. Estos discos, lo mismo que las manchas negras, tienen un
movimiento ondulatorio que no se aparta jamás de la amplitud de un cierto
ángulo, y lo que contribuye a la ilusión es que no siguen bruscamente los
movimientos de la línea visual. La razón de esto es muy sencilla. Los puntos
opacos del humor acuoso, causa primera del fenómeno, hemos dicho que están como
suspendidos y tienen siempre una tendencia a descender; cuando suben están
incitados por el movimiento del ojo de abajo arriba; pero llegados a cierta
altura, si se fija el ojo, los discos, después de detenerse descienden por sí
mismos. Su movilidad es extrema, porque basta un movimiento imperceptible del
ojo para hacerles cambiar de dirección y hacerles recorrer rápidamente toda la
amplitud del arco en el espacio en que se produce la imagen. Hasta tanto que no
se pruebe que una imagen posee un movimiento propio, espontáneo e inteligente,
no puede considerarse sino como un simple fenómeno óptico o fisiológico.
Lo
mismo puede decirse con respecto de las lucecitas que se producen algunas veces
en gavillas o manojos más o menos compactos por la contracción de los músculos
del ojo y que son probablemente debidas a la electricidad fosforescente del
iris, puesto que están generalmente circunscritas a la circunferencia del disco
de este órgano.
Semejantes
ilusiones no pueden ser otra cosa que el resultado de una observación
incompleta. Cualquiera que haya estudiado seriamente la naturaleza de los
Espíritus por todos los medios que da la ciencia práctica, comprenderá todo lo
pueril de estas ilusiones. Tanto como combatimos las teorías atrevidas, por las
cuales se atacan las manifestaciones, cuando estas teorías están basadas sobre
la ignorancia de los hechos, otro tanto debemos procurar destruir las ideas
falsas que prueban más entusiasmo que reflexión, y que por esto mismo hacen más
mal que bien entre los incrédulos, ya tan dispuestos a buscar la parte
ridícula.
109.
Como se ve, el periespíritu es el principio de todas las manifestaciones; su
conocimiento ha dado la llave de una porción de fenómenos, ha hecho dar un paso
inmenso a la ciencia espiritista, y que ésta entrase en una vía nueva,
quitándole todo carácter maravilloso. Por conducto de los mismos Espíritus
hemos encontrado la explicación de la acción del Espíritu sobre la materia, del
movimiento de los cuerpos inertes, de los ruidos y de las apariciones, pues es
preciso tener muy presente que ellos mismos son los que nos han puesto en el
camino para todas estas investigaciones. Encontramos en el periespíritu la
explicación de muchos otros fenómenos que nos quedan por examinar antes de
pasar al estudio de las comunicaciones propiamente dichas. Se les comprenderá
mejor cuanto más cuenta nos demos de las causas primeras. Si se comprende bien
este principio, lo aplicaremos con facilidad a los diversos hechos que podrán
presentarse al observador.
110.
Estamos lejos de dar la teoría que presentamos como absoluta y como siendo la
última palabra; será, sin duda, completada o rectificada más tarde por nuevos
estudios, pero por incompleta o imperfecta que sea aún hoy día puede siempre
ayudar a darse cuenta de la posibilidad de los hechos por causas que nada
tienen de sobrenatural; si esto es una hipótesis, sin embargo no se le puede
negar el mérito de la racionalidad y de la probabilidad, y vale más que todas
las explicaciones que dan los que niegan, para probar que todo es ilusión,
fantasmagoría y subterfugio en los fenómenos espiritistas.
Teoría
de la alucinación
111.
Los que no admiten el mundo incorporal e invisible, creen explicarlo todo con
la palabra "alucinación." La definición de esta palabra es conocida;
esto es: un error, una ilusión de una persona que cree tener percepciones que
no tiene realmente (del latín "hallucinari"; errar, formado de
"ad lucem"); pero los sabios no han dado todavía la razón
fisiológica, que nosotros sepamos.
La
óptica y la fisiología parece que no tienen ya secretos para ellos. ¿Cómo es
que no han explicado aún la naturaleza y el origen de las imágenes que se
presentan al Espíritu en ciertas circunstancias?
Quieren
explicarlo todo por las leyes de la materia, conforme; que den, pues, por estas
leyes una teoría de la alucinación; buena o mala, siempre sería una
explicación.
112.
La causa de los sueños no se ha explicado jamás por la ciencia; los atribuye a un
efecto de la imaginación, pero no nos dice lo que es la imaginación ni cómo
produce estas imágenes tan claras y tan limpias que nos aparecen algunas veces;
esto es explicar una cosa que no conoce por otra que tampoco es conocida; la
cuestión queda, pues, pendiente. Se dice que es un recuerdo de las
preocupaciones de la víspera; pero aun cuando se admita esta solución, que no
lo es, quedaría todavía por saber cuál es este espejo mágico que conserva de
este modo la impresión de las cosas. ¿Cómo se explican, sobre todo, estas
visiones de cosas reales, que no se han visto jamás en el estado de vigilia, y
en las que nunca se ha pensado? Sólo el Espiritismo podía darnos la llave de
ese raro fenómeno, que pasa desapercibido a causa de su misma vulgaridad, como
todas las maravillas de la naturaleza que pisoteamos.
Los
sabios han desdeñado ocuparse de la alucinación; que sea real o no, no deja de
ser un fenómeno que la tisiología debe poder explicar, bajo pena de confesar su
insuficiencia. Si algún día un sabio se empeña en dar, no una definición,
entendámonos bien, sino una explicación fisiológica de ella, veremos si su
teoría resuelve todos los casos; que no omita sobre todo los hechos tan comunes
de apariciones de personas en el momento de su muerte; que diga de dónde viene
la coincidencia de la aparición con la muerte de la persona. Si esto fuese un
hecho aislado, se podría atribuir a la casualidad; pero como es muy frecuente,
la casualidad no tiene estas reincidencias. Además, si aquel que ve la
aparición tenía la imaginación afectada por la idea que la persona debía morir,
podría pasar; pero la que aparece es lo más a menudo aquello en que menos se
piensa: luego la imaginación no toma parte en esto para nada. Por la
imaginación pueden explicarse menos aún las circunstancias de la muerte de la
cual no se tiene ninguna idea.
Los
alucinacionistas dirán, acaso, que el alma (si es que la admiten), tiene
momentos de sobreexcitación en que sus facultades están exaltadas. Estamos
acordes; pero cuando lo que ve es real, no es una ilusión. Si en su exaltación
el alma ve una cosa que no está presente, es, pues, que se transporta; pero si
nuestra alma puede transportarse hacia una persona ausente ¿por qué el alma de
esa persona no puede transportarse hacia nosotros? Que en su teoría de la
alucinación tomen en cuenta estos hechos y no olviden que una teoría a la cual
se pueden oponer hechos contrarios, es necesariamente falsa e incompleta.
Esperando
su explicación, vamos a ensayar emitir algunas ideas con este objeto.
113.
Los hechos prueban que hay verdaderas apariciones de las cuales la teoría
espiritista da buena cuenta, y que sólo pueden negar los que no admiten nada
fuera del organismo; ¿pero al lado de las visiones reales hay alucinaciones en
el sentido aplicado a esta palabra? Esto no es dudoso. ¿Cuál es su origen? Los
Espíritus nos pondrán en el camino, porque la explicación nos parece del todo
completa en las respuestas hechas a las preguntas siguientes:
-
¿Las visiones son siempre reales y no son algunas veces el efecto de la
alucinación? ¿Cuando se ve, en sueños o de otro modo, al diablo, por ejemplo, u
otras cosas fantásticas que no existen, no es esto un producto de la
imaginación?
"Sí,
algunas veces, cuando se está afectado por ciertas lecturas, o por historias de
diabluras que impresionan, se recuerda, y se cree ver lo que no existe. Pero
hemos dicho también que el Espíritu, balo su envoltura semi- material, puede
tomar toda clase de formas para manifestarse. Un Espíritu burlón puede, pues,
aparecer con cuernos y garras si le place, a fin de divertirse con la
credulidad, como un buen Espíritu puede mostrarse con alas y una figura
radiante."
-
¿Se pueden considerar como apariciones las figuras y otras imágenes que se
presentan muchas veces cuando uno está medio dormido, o simplemente cuando se
nos cierran los ojos?
"Desde
que los sentidos se embotan, el Espíritu se desprende y puede ver de lejos o de
cerca lo que no podría ver con los ojos. Estas imágenes son muchas veces
visiones, pero pueden ser también un efecto de las impresiones que la vista de
ciertos objetos ha dejado en el cerebro, cuyas señales conserva como conserva
la de los sonidos. El Espíritu desprendido ve entonces en su propio cerebro
estas señales que se han fijado en él como sobre una plancha de daguerrotipo.
Su variedad y su mezcla forman conjuntos extravagantes y fugitivos que se
borran casi repentinamente a pesar de los esfuerzos que se hacen para
retenerlos. Es preciso atribuir a una causa semejante ciertas apariciones
fantásticas que no tienen nada de real, y que se producen muchas veces en
estado de enfermedad."
Es
un hecho constante que la memoria es el resultado de las impresiones
conservadas por el cerebro; ¿por qué singular fenómeno estas impresiones tan
variadas y tan múltiples no se confunden? Este es un misterio impenetrable,
pero que no es más extraño que el de las ondulaciones sonoras que se cruzan en
el aire y no quedan menos claras En un cerebro sano y bien organizado estas
impresiones son claras y precisas; en un estado menos favorable se borran y
confunden; de ahí la pérdida de la memoria o la confusión de ideas. Esto
parece, además, menos extraordinario si se admite como en frenología un destino
especial a cada parte, y aun a cada fibra del cerebro.
Llegadas
las imágenes al cerebro por los ojos, dejan en él una impresión que hace que se
recuerde un cuadro como si se tuviese delante, pero esto es sólo cuestión de
memoria, porque no se le ve; pues en cierto estado de emancipación, el alma ve
en el cerebro y encuentra en él estas imágenes, aquellas sobre todo que le han
afectado más, según la naturaleza de las preocupaciones o las disposiciones del
Espíritu; así es como encuentra en él la impresión de las escenas religiosas,
diabólicas, dramáticas, mundanas, figuras de animales raros, que ha visto en
pintura en otra época o aun en cuentos, porque los cuentos dejan también
impresiones. De este modo el alma ve realmente pero sólo ve una imagen
daguerrotipada en el cerebro. En el estado normal estas imágenes son fugitivas
y efímeras, porque todas las partes cerebrales funcionan libremente, pero
en
el estado de enfermedad, el cerebro está siempre más o menos debilitado, el
equilibrio no existe entre todos los órganos; algunos solamente conservan su
actividad, mientras que otros están de algún modo paralizados; de ahí la
permanencia de ciertas imágenes que no están ya borradas como en el estado
normal por las preocupaciones de la vida exterior. Esa es la verdadera
alucinación y la causa primera de las ideas fijas.
Como
se ve, hemos dado cuenta de esta anomalía por una ley enteramente fisiológica
bien conocida, la de las impresiones cerebrales, pero nos ha sido siempre
preciso hacer intervenir el alma; pues si los materialistas no han podido dar
todavía una solución satisfactoria de este fenómeno, consiste en que no quieren
admitir el alma.
También
dirán que nuestra explicación es mala, porque ponemos por principio lo que se
ha cuestionado. ¿Por quién? Por ellos, pero admitido por la inmensa mayoría
desde que hay hombres sobre la tierra, y la negación de algunos no puede hacer
ley.
¿Nuestra
explicación es buena? La damos por lo que pueda valer a falta de otra, y si se
quiere a título de simple hipótesis, esperándola mejor. Tal como es, ¿da razón
de todos los casos de visión? Ciertamente que no, y desafiamos a todos los
fisiologistas a que den una sola a su punto de vista exclusivo que los resuelva
todos; porque cuando han pronunciado sus palabras sacramentales de
sobrexcitación y de exaltación no han dicho nada; luego si todas las teorías de
la alucinación son insuficientes para explicar todos los hechos, es que hay
otra cosa más que la alucinación propiamente dicha. Nuestra teoría seria falsa
si la aplicábamos a todos los casos de visión, porque habría algunos de estos
que vendrían a contradecirla; puede ser justa si se concreta a ciertos hechos.
CAPÍTULO VII
BI-CORPOREIDAD Y TRANSFIGURACIÓN
Apariciones del Espíritu de los vivos.
- Hombres dobles. - San Alfonso de Ligorio, y San Antonio de Padua. -
Vespasiano. - Transfiguración. - Invisibilidad
114.
Estos dos fenómenos son variedades del de las manifestaciones visuales, y
aunque desde luego puedan parecer maravillosos, se reconocerá fácilmente, por
la explicación que pueda darse de los mismos, que no salen del orden de los
fenómenos naturales. Uno y otro descansan sobre este principio, a saber: que
todo lo que sea dicho sobre las propiedades del periespíritu después de la
muerte, se aplica al periespíritu de los vivos. Sabemos que durante el sueño el
Espíritu recupera parte de su libertad, quiere decir, se aisla del cuerpo, y
fue en este estado que tuvimos muchas ocasiones de observarlo. Pero el
Espíritu, sea el hombre muerto o vivo, tiene siempre su envoltura
semi-material, que por las mismas causas que hemos descrito puede adquirir la
visibilidad y al tangibilidad. Hechos muy positivos no dejan ninguna duda en
cuanto a esto; sólo citaremos algunos ejemplos que conocemos personalmente,
cuya exactitud podemos garantizar, y todos pueden recoger ejemplos análogos
consultando su memoria.
115.
La esposa de uno de nuestros amigos vio diferentes veces durante la noche
entrar en su cuarto, con luz o sin ella, una vendedora de fruta de las
cercanías, que conocía de vista, pero a la cual no había hablado jamás. Esta
aparición le causó un espanto tanto más grande, cuanto que en esta época esta
señora no tenía ningún conocimiento del Espiritismo, y que este fenómeno se
repitió muy a menudo. Pues la vendedora estaba perfectamente viva, a esta hora
probablemente dormía; mientras que su cuerpo material estaba en su casa, su
Espíritu y su cuerpo fluídico estaban en la de esta señora; ¿por qué motivo?
Esto es lo que no se sabe. En semejante caso, un espiritista iniciado en esta
clase de cosas se lo hubiera preguntado, pero dicha señora no tuvo tal idea.
Cada vez la aparición se eclipsaba sin que supiera cómo, y siempre que
desaparecía iba a asegurarse que todas las puertas estaban perfectamente
cerradas, y que nadie había podido introducirse en su habitación. Esta
precaución le probaba que estaba bien despierta y que no era juguete de un
sueño. Otras veces vio de la misma manera un hombre que no conocía, pero un día
vio a su hermano que estaba en California; tenía de tal modo la apariencia de
una persona real, que en primer momento creyó en su vuelta y quería dirigirle la
palabra, pero desapareció sin darle tiempo. Una carta recibida posteriormente
le acredító que no había muerto. Esta señora era lo que se puede llamar un
médium vidente natural, pero como hemos dicho en aquella época no había oído
jamás hablar de médiums.
116.
Otra señora que habita en la provincia, estando gravemente enferma, vio una
noche, a eso de las diez, un caballero anciano, habitante en la misma ciudad, y
que veía algunas veces en la sociedad, pero sin ninguna relación de intimidad.
Este caballero estaba sentado en un sillón al pie de su cama, y de cuando en
cuando tomaba un polvo, aparentando que la cuidaba. Sorprendida de tal visita a
semejante hora, quiso preguntarle el motivo, pero el caballero le hizo seña
para que no hablase y de que durmiera; varias veces quiso dirigirle la palabra
y siempre le hizo la misma recomendación. Al fin se durmió. Después de algunos
días, estando restablecida, recibió la visita de este mismo caballero pero en
una hora más conveniente, y esta vez era verdaderamente él; tenía el mismo
traje, la misma caja de tabaco y exactamente las mismas maneras. Persuadida de
que había venido durante su enfermedad, le dio las gracias por la molestia que
se había tomado. El caballero, muy sorprendido, le dijo que no había tenido el
gusto de verla hacía bastante tiempo. La señora, que conocía los fenómenos
espiritistas, comprendió lo que era esto; pero no queriéndoselo explicar, se
contentó con decirle que probablemente lo habría soñado.
Esto
es lo probable, dirán los incrédulos, los Espíritus fuertes, lo que para ellos
es sinónimo de gentes de genio; pero es cierto que esta señora no dormía esta
vez ni la precedente. - Entonces sería que soñaba despierta o, de otro modo,
que estaba alucinada. - He aquí la gran palabra, la explicación universal de
todo lo que no se comprende. Como hemos ya refutado suficientemente esta
objeción, continuaremos dirigiéndonos a aquellos que pueden comprendernos.
117.
He aquí, sin embargo, otro hecho más característico, y nos alegraríamos al ver
cómo podría explicar-se por el solo juego de la imaginación. Un caballero
habitante en provincia no había querido jamás casarse, a pesar de las
instancias de su familia. Se había insistido notablemente en favor de una
persona que residía en una ciudad vecina, y que él no había visto nunca. Un
día, estando en su cuarto, se admiró al verse en presencia de una joven vestida
de blanco y la cabeza adornada con una corona de flores. Le dijo que era su
desposada; le tendió la mano, que tomó, y en la cual vio un anillo. Al cabo de
algunos instantes todo desapareció. Sorprendido de esta aparición, y
asegurándose que se hallaba bien despierto, se informó si alguien había venido
aquel día, pero se le contestó que no se había visto a nadie. Un año después,
cediendo a las nuevas instancias de una parienta, se decidió ir a ver a la que
se le proponía. Llegó el día de Corpus; volviendo de la procesión, una de las
primeras personas que se presentó a su vista entrando en la casa fue una joven
que reconoció por la que se le había aparecido, vestida de la misma manera,
porque el día de la aparición era también el del Corpus. Quedó anonadado, y por
su parte la joven dio un grito de sorpresa y se puso enferma. Vuelta en sí,
dijo que había visto a este caballero en semejante día del año precedente. Se
efectuó el casamiento. Esto ocurrió hacia el año 1835; en aquella época no se
trataba de Espíritus, y por otra parte uno y otro son personas de un
positivismo extremo y de una imaginación nada exaltada.
Puede
ser que se diga que uno y otro tenían el Espíritu afectado con la idea de la
unión propuesta, y que esta preocupación determinó una alucinación; pero es
preciso no olvidar que el marido era tan indiferente a esto, que estuvo un año
sin ir a ver a su pretendida. Aun admitiendo esta hipótesis, quedaría por
explicar la doble aparición, la coincidencia del traje con el día del Corpus y,
en fin, el reconocimiento físico entre personas que no se habían visto jamás,
circunstancias que no pueden ser el producto de la imaginación.
118.
Antes de ir más lejos debemos responder inmediatamente a una pregunta que no
dejarán de hacernos: es saber cómo el cuerpo puede vivir mientras que el
Espíritu está ausente. Podríamos decir que el cuerpo puede vivir con la vida
orgánica que es independiente de la presencia del Espíritu, y la prueba de esto
es que las plantas viven y no tienen Espíritu; pero debemos añadir que durante
la vida el Espíritu nunca está desprendido completamente del cuerpo. Los
Espíritus, lo mismo que ciertos médiums videntes, reconocen el Espíritu de una
persona viviente por medio de un cordón luminoso que termina en su cuerpo
fenómeno que no tiene nunca lugar cuando el cuerpo está muerto, porque entonces
la separación es completa. Por medio de esta comunicación el Espíritu es
advertido instantáneamente de la necesidad que el cuerpo puede tener de su
presencia, y entonces vuelve con la prontitud del relámpago desde cualquier
distancia que esté. Resulta de esto que el cuerpo jamás puede morir mientras
dure la ausencia del Espíritu, y que no puede nunca acontecer que éste, a su
vuelta, encuentre la puerta cerrada como lo han dicho algunos romanceros en las
historias de su invención. (Libro de los Espíritus, núms. 400 y siguientes).
119.
Volvamos a nuestro asunto. El Espíritu de una persona viva, aislado del cuerpo,
puede aparecer como el de una persona muerta, y tener todas las apariencias de
la realidad; además, por las mismas causas que hemos explicado, puede adquirir
una tangibilidad momentánea. Es el fenómeno designado bajo el nombre de bi-corporeidad,
el que ha dado lugar a las historias de los hombres dobles, esto es, de
individuos cuya presencia simultánea ha sido acreditada en dos parajes
diferentes. He aquí dos ejemplos sacados, no de las leyendas populares, sino de
la historia eclesiástica.
San
Alfonso de Ligorio fue canonizado antes del tiempo exigido, por haberse
mostrado simultáneamente en dos parajes diferentes, lo que pasó por un milagro.
San
Antonio de Padua estaba en España, y al mismo tiempo que predicaba, su padre,
que estaba en Padua, iba al suplicio acusado de un asesinato. En este momento
aparece San Antonio, demuestra la inocencia de su padre y hace reconocer al
verdadero criminal, quien más tarde sufrió el castigo. Se probó que en el mismo
momento, San Antonio no había salido de España.
Habiendo
sido evocado San Alfonso, e interrogado por nosotros acerca del hecho arriba
manifestado, contestó lo que sigue:
1.
¿Podrías explicarnos este fenómeno?
"Sí,
el hombre, cuando está completamente desmaterializado por su virtud, y que ha
elevado su alma hacia Dios, puede aparecer en dos parajes a la vez. He aquí
cómo. El Espíritu encarnado, sintiendo venir el sueno, puede pedir a Dios
transportarse a un lugar cualquiera. Su Espíritu o su alma, como queráis
llamarla, abandona entonces su cuerpo seguido de una parte de su periespíritu,
y dela la materia inmunda en un estado "vecino" a la muerte. Digo
"vecino" a la muerte porque queda en el cuerpo un lazo que une el
periespíritu y el alma a la materia, y este lazo no puede ser definido. El
cuerpo aparece en este estado al paraje que se le ha llamado. Creo que es todo
lo que deseáis saber.".
2.
Esto no nos da la explicación de la visibilidad y tangibilidad del
periespíritu.
"El
Espíritu, encontrándose separado de la materia según su grado de elevación
puede hacerse tangible a la materia."
3.
¿El sueño del cuerpo es indispensable para que el Espíritu aparezca en otros
parajes?
"El
alma puede dividirse, cuando se siente transportada a un lugar diferente de
aquel en que se encuentra el cuerpo. Puede acontecer que el cuerpo no duerma,
aunque esto sea muy raro, pero entonces el cuerpo no está jamás en un estado
perfectamente normal, está siempre en un estado más o menos extático."
Observación.
- El alma no se divide en el sentido literal de la palabra; irradia por
diferentes lados, y es así como puede manifestarse sobre muchos puntos sin
estar dividida; es lo mismo que una luz que pueda simultáneamente reflejarse en
muchos espejos.
4.
¿Qué le acontecería a un hombre si se le despertase bruscamente en el mismo
momento que, sumergido en el sueño, su Espíritu apareciese en otra parte?
"Esto
no sucederá, porque si alguno tenía la intención de despertarle, volvería el
Espíritu al cuerpo y prevendría la intención, atendido que el Espíritu lee en
el pensamiento."
Se
nos ha dado varias veces una explicación completamente idéntica, por el
Espíritu de personas muertas o vivas. San Alfonso explica el hecho de la doble
presencia, pero no da la teoría de la visibilidad y tangibilidad.
120.
Tácito refiere un hecho análogo.
Durante
los meses que Vespasiano pasó en Alejandría para esperar la vuelta periódica de
los vientos de verano y la estación en que el mar estaba más seguro,
acontecieron muchos prodigios, por donde se manifestó el favor del cielo y el
interés que los dioses parecían tomar por este príncipe...
Estos
prodigios redoblaron en Vespasiano el deseo de visitar el lugar sagrado de
Dios, para consultarle los asuntos del imperio. Ordenó que el templo se
cerrarse para todo el mundo; luego que hubo entrado en él y fijado su atención
en lo que iba a pronunciar el oráculo, percibió detrás de él uno de los
principales egipcios, nombrado Basilide, que sabia estaba detenido por enfermo
a muchas jornadas de Alejandría. Se informó de los sacerdotes si Basilide había
venido al templo en este día; se enteró por los demás si se le había visto en
la ciudad; en fin, envió hombres a caballo y se aseguró que en dicho momento
estaba a ochenta millas de distancia. Entonces no dudó ya que la visión fuese
sobrenatural, y el nombre de Basilide le sirvió para él de oráculo. (Tácito,
Historias, lib. IV, cap. 81 y 82, traducción de Burnouf).
121.
El individuo que se muestra simultáneamente en dos parajes diferentes, tiene,
pues, dos cuerpos; pero de estos dos cuerpos uno solo es real, el otro no es
más que la apariencia; se puede decir que el primero tiene la vida orgánica, y
que el segundo tiene la vida del alma; al despertar, los dos cuerpos se reúnen
y la vida del alma entra en el cuerpo material. No parece posible, al menos no
tenemos nosotros ejemplo, y la razón parece demostrarlo, que en el estado de
separación, los dos cuerpos puedan gozar simultáneamente y al mismo grado de la
vida activa e inteligente. Se deduce, además, de lo que acabamos de decir, que
el cuerpo real no podría morir mientras que el cuerpo aparente quedase visible;
la aproximación de la muerte llamaría siempre al Espíritu al cuerpo, aunque
sólo fuese por un instante. Resulta, igualmente, que no podría darse la muerte
al cuerpo aparente, porque no es orgánico ni está formado de carne y hueso;
desaparecería en el mismo momento que se tratara de martarle (*).
122.
Pasemos al segundo fenómeno, el de la "transfiguración." Consiste en
el cambio de aspecto de un cuerpo vivo. He aquí respecto a esto un hecho del
que podemos garantizar la perfecta autenticidad que pasó en los años 1858 y
1859, en las cercanías de Saint-Etienne. Una joven de unos quince años gozaba
de la singular facultad de transfigurarse, esto es, de tomar en momentos dados
todas las apariencias de ciertas personas muertas; la ilusión era tan completa,
que se creía tener la persona delante de sí tan semejantes eran las facciones,
la mirada, el sonido de la voz y hasta la jerga o dialecto. Este fenómeno se ha
renovado centenares de veces independientemente de la voluntad de la joven.
Muchas veces tomaba la apariencia de su hermano, muerto algunos años antes;
tenía no sólo su figura, sino la talla y el volumen del cuerpo. Un médico del
país, varias veces testigo de estos raros efectos, y queriendo asegurarse si
era él juguete de una ilusión, hizo la experiencia siguiente. Nosotros hemos
adquirido estas noticias de él mismo, del padre de la joven y de muchos otros
testigos oculares muy honrados y muy dignos de fe. Tuvo la idea de pesar a la
joven en su estado normal, después en el de la transfiguración, cuando tenía la
apariencia de su hermano, de edad veintitantos años, mucho más corpulento y
robusto. Pues bien: se encontró que en este último estado el peso era casi el
doble. La experiencia era concluyente y no era posible atribuir esta apariencia
a una simple ilusión óptica. Ensayemos la explicación de este hecho que en otro
tiempo se hubiera llamado milagro, y que nosotros llamamos simplemente
fenómeno.
123.
La transfiguración, en ciertos casos, puede tener por causa una simple
contracción muscular que puede dar a la fisonomía una expresión diferente, al
punto de hacer la persona casi desconocida. Nosotros lo hemos observado muchas
veces en ciertos sonámbulos, pero en este caso la transformación es radical; una
mujer podrá aparecer joven o vieja, bella o fea, pero será siempre una mujer, y
su peso, sobre todo, no aumentará ni disminuirá. En el caso de que se trata, es
bien evidente que hay alguna cosa de más: la teoría del periespíritu nos pondrá
en camino.
Está
admitido en principio que el Espíritu puede dar a su periespíritu todas las
apariencias; que por una modificación en la disposición molecular puede darle
la visibilidad, la tangibilidad y, por consecuencia, la "opacidad";
que el periespíritu de una persona viva, aislada del cuerpo, puede sufrir las
mismas transformaciones; que este cambio de estado se opera por la combinación
de los fluidos. Figurémonos ahora el periespíritu de una persona viva, no
aislada, sino irradiando alrededor del cuerpo de manera que lo envuelva con una
especie de vapor; en este estado puede sufrir las mismas modificaciones que si
estuviese separado del cuerpo; si pierde su transparencia, el cuerpo puede
desaparecer, venir a ser invisible y estar velado como si estuviese metido en una
densa niebla. Podrá también cambiar de aspecto, volverse resplandeciente si tal
es la voluntad o el poder del Espíritu. Otro Espíritu, combinando su propio
fluido con el primero, puede sustituirle con su propia apariencia; de tal modo
que el cuerpo real desaparezca bajo una envoltura fluídica exterior, cuya
apariencia puede variar a gusto del Espíritu. Tal parece ser la verdadera causa
del extraño y raro fenómeno, preciso es decirlo así, de la transfiguración. En
cuando a la diferencia del peso, se explica de la misma manera que para los
cuerpos inertes. El peso intrínseco del cuerpo no ha variado porque la cantidad
de materia no ha aumentado; sufre, si, la influencia de un agente exterior que
puede aumentar o disminuir el peso relativo, como lo hemos explicado más
arriba, números 78 y siguientes. Es, pues, probable que si la transfiguración
hubiese tenido lugar bajo el aspecto de un niño, el peso hubiera disminuido a
proporción.
124.
Se concibe que el cuerpo pueda tomar otra apariencia mayor o de la misma
dimensión; pero, ¿cómo podría tomarla más pequeña la de un niño, como acabamos
de decir? En este caso el cuerpo real no pasaría de los límites del cuerpo
aparente? No decimos que el hecho se haya producido; hemos querido sólo
demostrar, refiriéndonos a la teoría del peso específico, que el peso aparente
hubiese podido disminuir. En cuanto al fenómeno en sí mismo, no afirmamos ni su
posibilidad, ni su imposibilidad; pero en el caso en que tuviera lugar, del
cual no se pudiera dar una solución satisfactoria, no por esto se infirmaría el
fenómeno; no olvidemos que estamos al principio de la ciencia y que estamos aún
lejos de que lo diga todo sobre este punto,
como
sobre otros muchos. Además, las partes excedentes podrían perfectamente hacerse
invisibles.
La
teoría del fenómeno de la invisibilidad resalta, naturalmente, de las
explicaciones precedentes y de las que se han dado con motivo del fenómeno de
los aportes.
125.
Nos faltaría tratar del singular fenómeno de los "no engendrados" (*) que por extraordinario que pueda parecer a primera vista
no es más sobrenatural que los otros. Pero como lo hemos explicado en la
Revista Espiritista (febrero de 1859) creemos inútil reproducir aquí los
detalles; diremos solamente que es una variedad de la aparición tangible; es el
estado de ciertos Espíritus que pueden revestir momentáneamente las
formas
de una persona viva al punto de hacer completa ilusión.
CAPÍTULO VIII
LABORATORIO DEL MUNDO INVISIBLE
Trajes de los Espíritus. - Formación
espontánea de objetos tangibles. - Modificación
de las propiedades de la materia. - Acción magnética curativa.
126.
Hemos dicho que los Espíritus se presentan vestidos con sus túnicas, ropajes o
con sus trajes ordinarios. Los ropajes parecen ser la costumbre general en el
mundo de los Espíritus; pero uno no comprende de dónde salen semejantes trajes,
parecidos enteramente a los que llevaban en su vida, con todos los accesorios
de tocador.
Es
cierto que ellos no se llevaron estos objetos consigo, puesto que los que
realmente vestían los tenemos aún a la vista; ¿de dónde provienen, pues, los
que llevan en el otro mundo? Esta cuestión siempre ha embarazado bastante, pero
para muchos era un simple asunto de curiosidad; confirma sin embargo, una
cuestión de principio de gran importancia, porque su solución nos ha puesto en
el camino de una ley general, que encuentra igualmente su aplicación a nuestro
mundo corporal. Muchos hechos han venido a complicarla y a demostrar la
insuficiencia de las teorías que se habían ensayado.
Hasta
cierto punto podía darse cuenta del traje, porque puede considerársele como
haciendo de algún modo parte del individuo; pero no es así en cuanto a los
objetos accesorios, como por ejemplo la caja de tabaco del caballero que visitó
a la señora enferma, de la cual hemos hablado (número 117). Notamos con este
motivo que no se trata aquí de un muerto, sino de un vivo, y que este caballero
cuando volvió en persona tenía una caja de tabaco parecida en un todo. ¿En
dónde encontró, pues, el Espíritu, la que tenía cuando estaba al pie de la cama
de la enferma? Podríamos citar gran número de casos en que Espíritus muertos o
vivos se aparecen con diversos objetos, tales como bastones, armas, pipas,
linternas, libros, etc.
Entonces
se nos ocurrió la idea de que los cuerpos inertes podían tener sus análogos
etéreos en el mundo invisible; que la materia condensada que forma los objetos
podía tener una parte esencial fuera del alcance de nuestros sentidos. Esta
teoría no estaba desnuda de verosimilitud, pero no era suficiente para dar razón
de todos los hechos. Sobre todo hay uno que debe burlar todas las
interpretaciones. Hasta entonces sólo se había tratado de imágenes o
apariencias. Hemos visto muy bien que el periespíritu puede adquirir las
propiedades de la materia y hacerse tangible, pero esta tangibilidad sólo es
momentánea, y el cuerpo sólido se desvanece como una sombra.
Este
es un fenómeno muy extraordinario, pero lo es mucho mayor el verse producir la
materia sólida persistente, así como lo prueban numerosos hechos auténticos, y
notablemente el de la escritura directa, de la que hablaremos en detalle en un
capítulo especial. Sin embargo, como este fenómeno tiene íntima relación con el
asunto que tratamos en este momento, y que es una de las aplicaciones más
positivas, nos anticiparemos al orden que tenemos establecido.
127.
La escritura directa o "pneumatografía" es aquella que se produce
espontáneamente sin el auxilio de la mano del médium ni del lápiz. Basta tomar
una hoja de papel blanco, lo que se puede hacer con todas las precauciones
necesarias para no ser chasqueado por ninguna superchería, doblarla y colocarla
en alguna parte, en un cajón o simplemente sobre un mueble, y si se tienen las
condiciones que se requieren, al cabo de cierto tiempo más o menos largo se
encuentran en el papel caracteres trazados, diversos signos, palabras, frases y
aun discursos, las más de las veces con una sustancia parduzca parecida al
plomo; otras veces con lápiz encarnado, tinta ordinaria y aun tinta de
imprenta. He aquí el hecho en toda su sencillez, y cuya reproducción, aunque
poco común, no es, sin embargo, muy rara, porque hay personas que lo obtienen
con mucha facilidad. Si se ponía el lápiz con el papel se podría creer que el
Espíritu se ha servido de él para escribir; pero desde el momento que el papel
está enteramente solo, es evidente que la escritura está formada por una
materia depositada. ¿De dónde ha tomado el Espíritu esta materia? Tal es la
pregunta que hemos hecho, a cuya solución nos ha inducido la caja de tabaco de
que más arriba hemos hablado.
128.
El Espíritu de San Luis nos ha dado esta solución con las respuestas
siguientes:
1.
Hemos citado un caso de aparición del Espíritu de una persona viva. Este
Espíritu tenía una caja de tabaco y tomaba polvo. ¿Sentía, efectivamente, la
impresión del que toma polvo en realidad?
"No."
2.
Esta caja de tabaco tenía la misma forma que la que él usaba ordinariamente y
que estaba en su casa. ¿Qué era, pues, la caja de tabaco que tenía este hombre
en sus manos?
"Una
apariencia; sucedió de este modo para que se notase la circunstancia, como lo
ha sido, y que la aparición no se tomase por una alucinación producida por el
estado de salud del vidente. El Espíritu quería que esta se flora creyese en la
verdad de su presencia, y tomó todas las apariencias de la realidad."
3.
Decís que fue una apariencia; pero una apariencia nada tiene de real, es como
una ilusión de óptica; nosotros quisiéramos saber: ¿esta caja de tabaco sólo
era una imagen sin realidad, o tenía alguna cosa de material?
"Ciertamente;
con ayuda de este principio material es como el periespíritu toma la apariencia
de vestidos semejantes a los que llevaba el Espíritu cuando vivía."
Observación.
- Es evidente que en este caso la palabra apariencia debe tomarse en el sentido
de aspecto, imitación. La caja de tabaco real no estaba allí; la que tenía el
Espíritu sólo fue la representación; era, pues, una apariencia comparada con el
original, aunque formada de un principio material.
La
experiencia nos enseña que no es necesario tomar siempre a la letra ciertas
expresiones empleadas por los Espíritus; interpretándolas según nuestras ideas,
nos exponemos a grandes equivocaciones por esto es menester profundizar el
sentido de la palabra siempre que presenta la menor ambigüedad; esta
recomendación nos la hacen constantemente los mismos Espíritus. Sin la
explicación que hemos provocado, la palabra "apariencia"
constantemente reproducida en casos análogos, podía dar lugar a una falsa
interpretación.
4.
¿Acaso sería doble la materia inerte? ¿Y habría en el mundo de los Espíritus
una materia esencial que revistiera la forma de los objetos que vemos? En una
palabra, ¿estos objetos tendrían su "doblez etérea" en el mundo
invisible, así como los hombres están representados en él por los Espíritus?
"Esto
no se opera de este modo; el Espíritu tiene sobre los elementos materiales
esparcidos por todas partes en el espacio y en vuestra atmósfera, una potencia
que estáis lejos de adivinar. Puede a su gusto concentrar estos elementos y
darles la forma aparente acomodada a sus proyectos."
Observación.
- Esta cuestión como hemos visto, era la traducción de nuestro pensamiento,
esto es, de la idea que nos habíamos formado sobre la naturaleza de estos
objetos. Si las respuestas fuesen como algunos lo pretenden, el reflejo del
pensamiento, hubiéramos obtenido la confirmación de nuestra teoría, en lugar de
una teoría contraria.
5.
Os haré la pregunta de nuevo de una manera categórica, a fin de evitar todo
equívoco.
¿Los
vestidos con que se cubren los Espíritus son alguna cosa?
"Me
parece que mi respuesta precedente resuelve la cuestión. ¿No sabéis que el
mismo periespíritu es también algo?"
6.
Resulta de esta explicación que los Espíritus hacen sufrir a la materia etérea
transformaciones a su gusto y que de este modo, por ejemplo, se hizo la caja de
tabaco; el Espíritu no la encontró hecha, sino que la hizo él mismo en el
momento que la necesitaba, por un acto de su voluntad, y que pudo deshacerla;
lo mismo debe ser en cuanto a los otros objetos, tales como vestidos, joyas,
etc.
"Esto
es evidente."
7.
Esta caja de tabaco fue visible para esta señora, al punto de hacerla ilusión.
¿Hubiera podido el Espíritu hacerla también tangible para ella?
"Lo
hubiera podido."
8.
¿Si hubiese llegado el caso, hubiera podido tomarla en sus manos, creyendo
tener una verdadera caja de tabaco?
"Sí."
9.
¿Si la hubiera abierto, probablemente habría encontrando tabaco; si lo hubiese
tomado le hubiera hecho estornudar?
"Sí."
10.
¿El Espíritu puede, pues, dar no sólo la forma, sino las propiedades
especiales?
"Si
él lo quiere; y en virtud de este principio ha respondido afirmativamente a las
preguntas precedentes. Tendréis pruebas de la poderosa acción que ejerce el
Espíritu sobre la materia, lo que estáis lejos de comprender, como os he dicho
ya."
11.
Supongamos, pues, que hubiera querido hacer una sustancia venenosa, y si una
persona la hubiese tomado, ¿se hubiera envenenado?
"Lo
hubiera podido, pero no lo hubiera hecho no se le hubiere permitido."
12.
¿Podría haber hecho una sustancia saludable y propia para curar una enfermedad,
y se ha presentado este caso?
"Sí,
muy a menudo."
13.
Entonces podría hacer una sustancia alimenticia; supongamos que hubiese hecho
un fruto, un manjar cualquiera, ¿se hubiera podido comer y quedar saciado?
"Sí,
sí; pero no investiguéis tanto para encontrar lo que es tan fácil de
comprender. Basta un rayo de sol para hacer perceptibles a vuestros órganos
groseros estas partículas materiales que llenan el espacio en medio del cual
vivís; ¿no sabéis que el aire con tiene vapores de agua? condensadlos, los
pondréis en el estado normal;
privadles
del calor y he aquí que esas moléculas impalpables e invisibles vienen a ser un
cuerpo sólido y muy sólido, y muchas otras sustancias de las cuales los
químicos os sacarán maravillas más admirables aún; sólo el Espíritu posee
instrumentos más perfectos que los vuestros: la voluntad y el permiso de
Dios."
Observación.
- La cuestión de saciedad es aquí muy importante. ¿Cómo una sustancia que no
tiene sino una existencia y propiedades temporales y en algún modo de
convención puede producir la saciedad? Esta sustancia por su contacto con el
estómago, produce la "sensación" de la saciedad, pero no la saciedad
resultante de la plenitud. Si tal sustancia puede obrar sobre la economía y
modificar un estado mórbido, puede del mismo modo obrar también sobre el
estómago y en ello producir el sentimiento de la saciedad. Rogamos, sin
embargo, a los señores farmacéuticos y fondistas que no conciban celos, ni
crean que los Espíritus vengan a hacerles la competencia; estos casos son
raros, excepcionales, y no dependen jamás de la voluntad; de otro modo se
alimentaría y curaría a muy poco precio.
14.
¿Los objetos hechos tangibles por la voluntad del Espíritu, podrían tener un
carácter de permanencia y de estabilidad, y venir a ser usuales?
"Esto
se podría, pero no se hace; está fuera de las leyes."
15.
¿Todos los Espíritus tienen en el mismo grado el poder de producir objetos
tangibles?
"Es
cierto que cuanto más elevado está el Espíritu, más fácilmente lo obtiene; pero
aún esto depende de las circunstancias: los Espíritus inferiores pueden obtener
este poder."
16.
¿El Espíritu sabe siempre cómo produce ya sean sus vestidos, ya sean los
objetos de los cuales ofrece la apariencia?
"No;
muchas veces concurre a su formación por un acto instintivo que él mismo no
comprende, si no es bastan te ilustrado para esto."
17.
¿Si el Espíritu puede tomar en el elemento universal los materiales para hacer
todas estas cosas, darles una realidad temporal con sus propiedades, puede
también sacar del él lo que necesite para escribir, y por consecuencia esto nos
parece que da la llave del fenómeno de la escritura directa?
"¡Por
fin hemos llegado adonde queríais!"
Observación.
- Aquí era en efecto adonde queríamos venir a parar con todas nuestras
preguntas preliminares; la respuesta prueba que el Espíritu había leído nuestro
pensamiento.
18.
¿Si la materia de que se sirve el Espíritu no tiene persistencia, cómo es que
las señales de la escritura directa no desaparecen?
"No
censuréis las palabras; en primer lugar que yo no he dicho: jamás; se trataba
entonces de un objeto material voIuminoso ahora se trata de caracteres trazados
que siendo útil conservarles se les conserva. He querido decir que los objetos
compuestos de este modo por el Espíritu no podrían llegar a ser objetos usuales
porque en realidad no hay agregación de materia como en vuestros cuerpos
sólidos."
129.
La expresada teoría puede resumirse de este modo: El Espíritu obra sobre la
materia; toma en la materia cósmica universal, los elementos necesarios para
formar a su gusto los objetos, teniendo la apariencia de los diversos cuerpos
que existen sobre la Tierra. Puede igualmente operar sobre la materia
elemental, por su voluntad, una transformación íntima que le da propiedades
determinadas. Esta facultad es inherente a la naturaleza del Espíritu, quien la
ejerce muchas veces como un acto instintivo cuando esto es necesario, y sin
darse cuenta. Los objetos formados por el Espíritu tienen una existencia
temporal, subordinada a su voluntad o a la necesidad; puede hacerlos y
deshacerlos a su gusto. Estos objetos pueden, en ciertos casos, tener a los
ojos de las personas vivas, todas las apariencias de la realidad; esto es,
venir a ser momentáneamente visibles y aún tangibles. Hay formación pero no
creación, atendido que el Espíritu no puede sacar nada de la nada.
130.
La existencia de una materia elemental única, poco le falta para ser
generalmente admitida hoy día por la ciencia y confirmada como se ha visto por
los Espíritus. Esta materia da nacimiento a todos los cuerpos de la naturaleza;
por las transformaciones que sufre, produce también las diversas propiedades de
estos mismos cuerpos, así es que una sustancia saludable puede convertirse en
venenosa por una simple modificación; la química nos ofrece de ello numerosos
ejemplos. Todos saben que dos sustancias inocentes combinadas en ciertas
proporciones pueden producir una que sea muy perniciosa. Una parte de oxígeno y
dos de hidrógeno ambos inofensivos, forman el agua; añadid un átomo de oxígeno
y tendréis un líquido corrosivo. Sin cambiar las proporciones, basta muchas
veces un simple cambio en el modo de agregación molecular para cambiar las
propiedades; así es que un cuerpo opaco puede convertirse en transparente y "viceversa".
Puesto que el Espíritu tiene por su sola voluntad una acción tan poderosa sobre
la materia elemental, se concibe que pueda no sólo formar sustancias, sino
también desnaturalizar las propiedades; aquí la voluntad hace el efecto de un
reactivo.
131.
Esta teoría nos da la solución de un hecho bien conocido en magnetismo, pero
hasta ahora inexplicable: el cambio de las propiedades del agua por la
voluntad. El Espíritu que obra es el de magnetizador, lo más a menudo asistido
por un Espíritu extraño; opera una transmutación con ayuda del fluido magnético
que, como se ha dicho, es la sustancia que se aproxima más a la materia cósmica
o elemento universal. Si puede operar una modificación en las propiedades del
agua, puede igualmente producir un fenómeno análogo sobre los fluidos del
organismo, y de ahí el efecto curativo de la acción magnética convenientemente
dirigida.
Se
sabe ya el papel capital que hace la voluntad en todos los fenómenos del
magnetismo; pero ¿cómo se explica la acción material de un agente tan sutil? La
voluntad no es un ser, una sustancia cualquiera, ni siquiera es una propiedad
de la materia más etérea; la voluntad es el atributo esencial del Espíritu,
esto es, del ser pensador. Con la ayuda de esta palanca obra sobre la materia
elemental, y por una acción consecutiva reacciona sobre sus compuestos, cuyas
propiedades íntimas pueden así ser transformadas.
La
voluntad es el atributo del Espíritu encarnado y del Espíritu errante; de ahí
la potencia del magnetizador, potencia que se sabe está en razón de la fuerza
de voluntad.
El
Espíritu encarnado, pudiendo obrar sobre la materia elemental, puede igualmente
variar las propiedades de ésta en ciertos límites; así es cómo se explica la
facultad de curar por el contacto y la imposición de manos, facultad que
algunas personas poseen en un grado más o menos grande. (Véase en el capítulo
de los "médiums" el articulo relativo a los "médiums
curanderos". Véase también la Revista Espiritista, julio de 1859, pág. 184
y 189: "El zuavo de Margenta; un oficial del ejército en Italia").
CAPÍTULO IX
DE LOS LUGARES FRECUENTADOS POR LOS ESPÍRITUS
132.
Las manifestaciones espontáneas que se han producido en todos los tiempos, y la
persistencia de algunos Espíritus en dar señales ostensibles de su presencia en
algunas localidades, son el origen de la creencia en los lugares frecuentados
por aquellos. A las preguntas dirigidas con este objeto se nos ha contestado
del modo siguiente:
1.
¿Los Espíritus sólo se apasionan de las personas o se aficionan también a las
cosas?
"Esto
depende de su elevación. Ciertos Espíritus pueden aficionarse a los objetos
terrestres; los avaros, por ejemplo, que ocultaron sus tesoros y que nos están
bastante desmaterializados, pueden aún vigilarlos y guardarlos."
2.
¿Los Espíritus errantes tienen lugares de predilección?
"Esto
reconoce el mismo principio. Los Espíritus que no tienen apego a la Tierra van
a donde encuentran simpatías; vienen aquí atraídos más bien por las personas
que por las cosas materiales; sin embargo los hay que, momentáneamente, pueden
tener una preferencia por ciertos lugares, pero estos son siempre Espíritus
inferiores."
3.
Una vez que el apego de los Espíritus por una lo calidad, es una señal de
inferioridad ¿es igualmente una prueba de que son malos Espíritus?
"Seguramente
que no; un Espíritu puede estar poco adelantado sin ser malo. ¿No sucede lo
mismo entre los hombres?"
4.
La creencia de que los Espíritus frecuentan con preferencia las ruinas, ¿tiene
algún fundamento?
"No;
los Espíritus van a estos parajes como a todas partes; pero la imaginación,
afectada por el aspecto lúgubre de ciertos lugares, atribuye a su presencia lo
que muchas veces sólo es un efecto muy natural. ¡Cuántas veces el miedo ha
hecho tomar la sombra de un árbol por un fantasma, el grito de un animal o el
soplo del viento por almas en pena! Los Espíritus quieren la presencia de los
hombres; por esta razón buscan con preferencia los parajes habitados que los
lugares aislados."
-
Sin embargo, según lo que sabemos de la diversidad de caracteres de los
Espíritus, debe haber entre ellos misántropos que deben preferir la soledad.
"Por
eso no he contestado de una manera absoluta a la pregunta; he dicho que pueden
ir a los lugares desiertos lo mismo que por todas partes, y es bien evidente
que los que quieren estar retirados es porque les gusta; pero esto no es una
razón para que las ruinas sean forzosamente sus lugares predilectos; porque
ciertamente hay muchos más en las ciudades y palacios que en el fondo de los
bosques."
5.
¿Las creencias populares tienen en general un fondo de verdad, cual puede ser
el origen de los lugares frecuentados por los Espíritus?
"El
fondo de verdad es la manifestación de los Espíritus, en la cual el hombre ha
creído en todo tiempo por instinto, pero, como he dicho, el aspecto de los
lugares lúgubres afecta su imaginación, y, naturalmente, coloca en ellos los
seres que mira como sobrenaturales. Esta creencia, que mira como supersticiosa,
se conserva por las narraciones de los poetas y los cuentos fantásticos que se
oyen desde la infancia."
6.
¿Los Espíritus que se reúnen tienen para esto días y horas de predilección?
"No;
los días y las horas son los registros del tiempo para uso de los hombres y
para la vida corporal, pero para nada sirven a los Espíritus; no lo necesitan
ni hacen caso.
7.
¿Cuál es el origen de la idea que los Espíritus vienen con preferencia durante
la noche?
"La
impresión producida sobre la imaginación por el silencio y la oscuridad.
Todas
estas creencias son supersticiones que el conocimiento razonado del Espiritismo
debe destruir. Lo mismo sucede con respecto a los días y las horas que se cree
serles más propicias; creedlo, a no dudar, que la influencia de media noche
sólo ha existido en los cuentos."
-
Siendo así, ¿por qué ciertos Espíritus anuncian su venida y sus manifestaciones
para dicha hora y para días determinados, Como por ejemplo del viernes?
"Estos
son Espíritus que se aprovechan de la credulidad y se divierten. Por la misma
razón los hay de ellos que dicen ser el diablo o se dan nombres infernales.
Mostradles
que no sois un juguete y no volverán."
8.
¿Los Espíritus vienen con preferencia a la tumba en que descansa su cuerpo?
"El
cuerpo sólo fue un vestido; no piensan ya en la envoltura que les hizo sufrir
como al prisionero sus cadenas. Sólo dan importancia a las personas que les son
queridas."
-
¿Las oraciones que se hacen sobre sus tumbas, le son, acaso, más agradables, y
les traen allí con preferencia a otra parte?
"La
oración es una evocación que atrae a los Espíritus, bien lo sabéis. La oración
tiene tanta más acción cuanto más ferviente y más sincera es; pero ante una
tumba venerada se está más recogido, y la conservación de las reliquias
piadosas en un testimonio de afección para el Espíritu, y al cual es siempre
sensible. El pensamiento es el que obra siempre sobre el Espíritu y no los
objetos materiales; estos objetos tienen más influencia sobre aquel que ruega
filando en ellos su atención, que sobre el Espíritu."
9.
Según eso, ¿la creencia en los lugares frecuentados por los Espíritus no parece
absolutamente falsa?
"Hemos
dicho que ciertos Espíritus pueden ser atraídos por las cosas materiales;
pueden serlo por ciertos lugares que parece eligen para domicilio, hasta que
cesan las circunstancias que les conducían a ellos."
-
¿Cuáles son las circunstancias que pueden conducirles allí?
"Su
simpatía por algunas de las personas que los frecuentan o el deseo de
comunicarse con ellas. Sin embargo, sus intenciones no son siempre tan
laudables; cuando son Espíritus malos pueden querer ejercer una venganza sobre
ciertas personas de las que tienen quejas. La permanencia en un lugar
determinado puede ser también, para algunos, un castigo que se les ha impuesto,
sobre todo si han cometido en él algún crimen, a fin de que tengan
constantemente este crimen ante los ojos." (*)
10.
Los lugares frecuentados por los Espíritus ¿lo son siempre por los antiguos
habitantes de estas moradas?
"Algunas
veces, pero no siempre, porque si el antiguo habitante es un Espíritu elevado,
no se acordará ya de su habitación terrestre, como tampoco de su cuerpo. Los
Espíritus que frecuentan ciertos lugares no tienen muchas veces otros motivo
que el del capricho, a menos que no sean atraídos a ellos por su simpatía hacia
ciertas personas."
-
¿Pueden fijarse en ellos con la mira de proteger a una persona o a su familia?
"Seguramente,
si son buenos Espíritus; pero en este caso nunca manifiestan su presencia por
cosas desagradables.
11.
¿Hay algo de real en la historia de la dama Blanca?
"Es
un cuento formado de mil hechos que son verdaderos.
12.
¿Es racional el temer los lugares frecuentados por los Espíritus?
"No;
los Espíritus que visitan ciertos lugares y arman en ellos ruido, más bien
procuran divertirse a costa de la credulidad y del miedo que hacer mal. Por lo
demás figuraos que hay Espíritus en todas partes, y que donde estéis los tenéis
sin cesar a vuestro lado, aun en las casas más pacíficas. No frecuentan muchas
veces ciertas
habitaciones,
sino porque encuentran en ellas ocasiones de manifestar su presencia."
13.
¿Hay algún medio de expulsarlos?
"Sí,
y lo más a menudo lo que se hace para esto, los atrae en lugar de alejarlos. El
mejor medio de echar a los Espíritus malos es el atraer a los buenos. Atraed,
pues, a los buenos Espíritus haciendo el mayor bien posible, y los malos se
irán; porque el bien y el mal son incompatibles. Sed siempre buenos, y no
tendréis más que buenos Espíritus a vuestro lado."
-
¿Hay, sin embargo, personas muy buenas que son el blanco de los enredos de los
Espíritus malos?
"Si
estas personas son realmente buenas, puede ser que esto sea una prueba para
ejercitar su paciencia y excitarles a ser todavía mejores; pero creed bien que
no son los más virtuosos los que más hablan de la virtud. El que posee
cualidades reales las ignora muchas veces él mismo o no habla de ellas."
14.
¿Qué creeremos cuanto a la eficacia del exorcismo para echar los Espíritus
malos de los lugares que frecuentan?
"¿Habéis
visto muchas veces que este medio haya tenido resultados? Por el contrario, ¿no
habéis visto redoblar la zambra y el ruido después de las ceremonias del
exorcismo? Es que se divierten cuando se les toma por el diablo."
"Los
Espíritus que no vienen con mala intención pueden también manifestar su
presencia por el ruido y aun haciéndose visibles, pero nunca hacen ruido que
incomode.
Estos
son muchas veces Espíritus que sufren y que podéis aliviar rogando por ellos;
otras veces son Espíritus benévolos que quieren probaros que están cerca de
vosotros, o en fin Espíritus ligeros que juguetean. Como los que turban el
reposo por el ruido, son casi siempre Espíritus que se divierten, lo que mejor
puede hacerse es reírse; ellos se cansarán si ven que no consiguen asustar ni
impacientar."
(Véase
más arriba, capítulo V, "manifestaciones físicas espontáneas").
Resulta
de las referidas explicaciones que hay Espíritus que se aficionan a ciertas
localidades y dan a ellas la preferencia, pero que no tienen por esto necesidad
de manifestar su presencia por efectos sensibles. Un lugar cualquiera puede ser
la morada forzada o predilecta de un Espíritu, aún malo, sin que se haya
producido en él ninguna manifestación.
Los
Espíritus que se aficionan a las localidades o a las cosas materiales, no son
jamás Espíritus superiores, pero sin ser superiores pueden no ser malos y no
tener ninguna mala intención; algunas veces son comensales más útiles que
dañosos, porque si se interesan por las personas, pueden protegerlas.
CAPÍTULO X
NATURALEZA DE LAS COMUNICACIONES
Comunicaciones groseras, frívolas,
formales o instructivas.
133.
Hemos dicho que todo efecto que revela en su causa un acto de libre voluntad,
por insignificante que sea este acto, acusa por esto mismo una causa
inteligente. De este modo, un simple movimiento de una mesa que responde a
nuestro pensamiento, O presenta un carácter intencional, puede considerarse
como una manifestación inteligente. Si el resultado se limitara a esto solo,
tendría para nosotros un interés muy secundario; sin embargo, algo sería ya el
habernos dado una prueba de que hay en estos fenómenos otra cosa más que una
acción puramente material; pero la utilidad práctica que sacaríamos de eso
sería para nosotros nula, o al menos muy restringida; otra cosa sucede cuando
esta inteligencia adquiere un desarrollo que permite un cambio regular y
seguido de pensamientos; entonces ya no son simples manifestaciones
inteligentes, sino verdaderas comunicaciones. Los medios de que disponemos hoy
día permiten el obtenerlas tan extensas, tan explícitas y tan rápidas como las
que nos comunicamos con los hombres.
Si
nos penetramos bien, según la "escala espiritista" (Libro de los
Espíritus, núm. 100), de la variedad infinita que existe entre los Espíritus,
bajo el doble aspecto de la inteligencia y de la moralidad, se concebirá
fácilmente la diferencia que debe haber en sus comunicaciones; en las que debe
reflejarse la elevación o la bajeza de sus ideas, su saber y su ignorancia, sus
vicios y sus virtudes; en una palabra no deben parecerse las unas a las otras,
ni más ni menos que las de los hombres, desde el salvaje al europeo más
ilustrado. Todos los matices que presentan pueden agruparse en cuatro
categorías principales; según sus caracteres más marcados, son, pues,
"groseras, frívolas, formales e instructivas".
134.
Las "comunicaciones groseras" son aquellas que se traducen por
expresiones que hieren la decencia. No pueden emanar sino de Espíritus de baja
clase, manchados todavía con todas las impurezas de la materia, y no difieren
en nada de las que podían dar los hombres viciosos y groseros. Repugnan a toda
persona que tiene la menor delicadeza de sentimientos; porque son, según el
carácter de los Espíritus, triviales, deshonestas, obscenas, insolentes,
vanidosas, malévolas y aun impías.
135.
Las "comunicaciones frívolas" emanan de los Espíritus ligeros,
burlones y traviesos, más maliciosos que malvados, y no dan ninguna importancia
a lo que dicen.
Como
no tienen nada de indecentes, gustan a ciertas personas que se divierten con
ellas y encuentran placer en estos entretenimientos fútiles en que se habla
mucho para no decir nada. Estos Espíritus dicen de vez en cuando agudezas
espirituales y satíricas, y en medio de sus chistes vulgares dicen algunas
veces duras verdades que tocan casi siempre en el blanco. Estos Espíritus
ligeros pululan alrededor de nosotros y aprovechan todas las ocasiones para
mezclarse en las comunicaciones; la verdad es el menor de sus cuidados; por eso
tienen el pernicioso placer de mixtificar a aquellos que tienen la debilidad y
algunas veces la presunción de creerlos bajo su palabra. Las personas que se
complacen con esta clase de comunicaciones dan, naturalmente, acceso a los
Espíritus ligeros y mentirosos; los Espíritus formales se alejan de ellos como
sucede entre nosotros, que los hombres formales se alejan de las reuniones de
los atolondrados.
136.
Las "comunicaciones formales" son graves en cuanto al objeto y a la
manera como se hacen. Toda comunicación que excluye la frivolidad y la
grosería, y que tiene un fin útil, aunque fuese de interés privado, es por lo
mismo formal; pero no por esto está siempre exenta de errores. Los Espíritus
formales no todos tienen igual ilustración. Hay muchas cosas que ellos ignoran
y sobre las cuales pueden engañarse de buena fe; por eso los Espíritus
verdaderamente superiores nos aconsejan sin cesar, que sometamos todas las
comunicaciones al examen de la razón y de la más severa lógica.
El
preciso, pues, distinguir las comunicaciones "verdaderamente
formales" de las "falsas formales", y esto no es siempre fácil,
porque es a favor de la misma gravedad del lenguaje ciertos Espíritus
presuntuosos o falsos sabios procuran hacer prevalecer las ideas más falsas y
los sistemas más absurdos; y para hacerse más verídicos y darse más importancia
no tienen escrúpulo en adornarse con los nombres más respetables y más venerados.
Ese es uno de los grandes escollos de la ciencia práctica; volveremos a tratar
de ello más adelante, con toda la extensión que necesita un objeto tan
importante, al mismo tiempo que daremos a conocer los medios de precaverse
contra el peligro de las falsas comunicaciones.
137.
Las "comunicaciones instructivas" son las comunicaciones formales que
tienen por principal objeto alguna enseñanza dada por los Espíritus sobre las
ciencias, la moral, la filosofía, etc. Son más o menos profundas, según el
grado de elevación o de "desmaterialización" del Espíritu. Para sacar
de estas comunicaciones un fruto real, es preciso que se regularicen y se
continúen con perseverancia. Los Espíritus formales se interesan por aquellos
que quieren instruirse y los secundan, mientras que dejan a los Espíritus
ligeros el cuidado de divertir a los que sólo ven en estas manifestaciones una
distracción pasajera. Por la regularidad y la frecuencia de estas
comunicaciones es como se puede apreciar el valor moral e intelectual de los Espíritus
con los cuales uno se comunica, y el grado de confianza que merecen. Si la
experiencia es necesaria para juzgar a los hombres, mayor se necesita para
juzgar a los Espíritus.
Dado
a estas comunicaciones la calificación de "instructivas", nosotros las
suponemos "verdaderas", porque lo que no fuese "verdadero"
no podría ser "instructivo", aunque se dijera con el lenguaje más
imponente. No podríamos, pues, colocar en esta categoría ciertas enseñanzas,
que no tienen de formal sino la forma, a menudo pomposa y enfática, con ayuda
de la cual los Espíritus más presuntuosos que sabios, que las dictan, pretenden
hacer ilusión; pero estos Espíritus, no pudiendo suplir el fondo que no tienen,
no podrían sostener mucho tiempo su papel; pronto descubren su flanco débil,
por poco que continúen sus comunicaciones o se sepa acosarlos hasta sus últimos
atrincheramientos.
138.
Los medios de comunicación son muy variados. Los Espíritus obran sobre nuestros
órganos y sobre todos nuestros sentidos; pueden manifestarse a la vista en las
apariciones, al tacto por impresiones tangibles, ocultas o visibles, al oído
por ruidos, al olfato por olores sin causa conocida. Este último modo de
manifestarse, aunque muy real, es sin contradicción el más incierto por las
numerosas causas que pueden inducir en error, por lo que no nos ocuparemos de
ello. Lo que debemos examinar con cuidado son los diversos medios de obtener
comunicaciones, es decir, un cambio regular y continuado de pensamientos.
Es-tos medios son: "los golpes", la "palabra y la
escritura".
Los
desarrollaremos en capítulos especiales.
CAPÍTULO XI
SEMASIOLOGÍA Y TYPTOLOGÍA
Lenguaje de los signos y de los golpes.
- Typtología altabética
139.
Las primeras manifestaciones inteligentes se obtuvieron por los golpes o la
typtología. Este medio primitivo, que se resentía de la infancia del arte, no
ofrecía más que recursos muy limitados, y en las comunicaciones estaba uno
reducido a las respuestas por monosílabos de "sí" o "no",
con la ayuda de un número convenido de golpes. Se le perfeccionó más tarde,
como hemos dicho. Los golpes se obtienen de dos
maneras
por médiums especiales; generalmente para este modo de operar es necesaria
cierta aptitud para las manifestaciones físicas. La primera, que se podría
llamar "typtología por báscula", consiste en el movimiento de la mesa
que se levanta de un lado y vuelve a caer golpeando con el pie. Basta para esto
que el médium ponga la mano sobre el borde de la mesa; si desea entrar en
conversación con un Espíritu determinado, es menester hacer la evocación del
mismo; en caso contrario el primero que llega es el que se presenta o el que
tiene la costumbre de comunicarse. Conviniéndose, por ejemplo, en que un golpe
quiera decir "sí" y dos golpes "no", lo que es indiferente,
se dirigen al Espíritu las preguntas que se desean; más adelante veremos las
que no deben hacerse. El inconveniente está en la brevedad de las respuestas y
en la dificultad de formular la pregunta de modo que conduzca al Espíritu a
contestar un "sí" o un "no".
Supongamos
que se pregunta al Espíritu: ¿Qué deseas? No podría responder sino por una
frase; es preciso entonces decirle: ¿deseas tal cosa? No; ¿tal otra? sí; y así
sucesivamente.
140.
Se debe observar que en el empleo de este medio, el Espíritu añade muchas veces
una especie de mímica, esto es, que expresa la energía de la afirmación o de la
negación por la fuerza de los golpes. Expresa también la naturaleza de los
sentimientos que le animan; la violencia por lo brusco de los movimientos, la
cólera e impaciencia, dando con fuerza golpes reiterados como una persona que
patea con furia, echando algunas veces la mesa por el suelo. Si es benévolo y
cortés, al principio y al fin de la sesión inclina la mesa en forma de saludo;
si quiere ir directamente a una persona de la sociedad, dirige la mesa hacia
ella con dulzura o violencia, según lo que quiere demostrar, afección o
antipatía. Esto es, hablando con propiedad, la "semasiología" o
lenguaje de los signos, como la "typtología" es el lenguaje de los golpes.
He aquí un notable ejemplo de la espontaneidad de la semasiología: Un caballero
conocido nuestro, estando un día en su salón, donde muchas personas se ocupaban
de manifestaciones, recibió a la sazón una carta nuestra. Mientras que la leía,
el velador que servía para los experimentos se dirigió repentinamente hacia él.
Acabada la lectura de la carta, fue a ponerla sobre una mesa en el otra
extremidad del salón; el velador le siguió y se dirigió hacia la mesa en que
estaba la carta. Sorprendido de esta coincidencia, pensó que había alguna
relación entre este movimiento y la carta; interrogando el Espíritu respondió
ser nuestro Espíritu familiar. Habiéndonos informado este caballero de esta
circunstancia, suplicamos por nuestra parte a dicho Espíritu que nos dijera el
motivo de la visita que había hecho, y respondió: "Es natural que vaya a
ver las personas con las cuales estás en relación, a fin de dar, en caso
necesario, los avisos convenientes tanto a los unos como a los otros."
Es,
pues, evidente, que el Espíritu quiso llamar la atención de este caballero, y
buscaba una ocasión de hacerle saber que estaba allí. Un mudo no se hubiera
explicado mejor.
141.
La typtología no tardó en perfeccionarse y se enriqueció con un medio de
comunicación más completo: el de la typtología alfabética Consiste en hacer
designar las letras del alfabeto por medio de golpes; entonces se pudieron
obtener palabras, frases y aun discursos enteros. Siguiendo cierto método, la
mesa da tantos golpes como es preciso para indicar cada letra, esto es, un
golpe por "a" dos por "b" y así consecutivamente; durante
este tiempo una persona escribe las letras a medida que se designan. Cuando el
Espíritu ha concluido, lo hace saber por un signo convenido.
Este
modo de proceder, como se ve, es muy largo y necesita un tiempo enorme para las
comunicaciones de alguna extensión; sin embargo hay personas que han tenido la
paciencia de servirse de él para obtener dictados de muchas páginas; pero la
práctica hizo descubrir medios abreviados que permitieron ir con cierta
rapidez. El que está más en uso consiste en tener delante un alfabeto escrito,
así como la serie de los números marcando las unidades. Mientras que el médium
está en la mesa, otra persona recorre sucesivamente las letras del alfabeto si
se trata de una palabra, o la de las cifras si se trata de un número; llegando
sobre la letra necesaria, la misma mesa da golpe y se escribe la letra; después
se vuelve a empezar por la segunda, la tercera y así sucesivamente.
Si
se ha engañado en una letra, el Espíritu lo advierte por muchos golpes o por un
movimiento de la mesa y se vuelve a empezar. Con la práctica se va con bastante
rapidez; pero se abrevia sobre todo mucho adivinando el fin de una palabra
comenzada, y que el sentido de la frase hace conocer; si se está en la
incertidumbre, se pregunta al Espíritu si ha querido poner tal palabra, y él
responde por "sí" o por "no".
142.
Todos los efectos que acabamos de indicar pueden obtenerse aún de una manera
más sencilla por los golpes que se hacen oír en la misma madera de la mesa, sin
ninguna especie de movimiento, y que hemos descrito en el capítulo de las
manifestaciones físicas, número 64; esto es, la "typología íntima".
Todos los médiums no son igualmente propios para este último modo de
comunicación, porque los hay que no obtienen más que los golpes por báscula;
sin embargo, con el ejercicio pueden conseguirlo la mayor parte, y esta manera
tiene la doble ventaja de ser más rápida y de prestarse menos a la sospecha que
la báscula, que se puede atribuir a una presión voluntaria. Es verdad que los
golpes íntimos podrían también imitarse por médiums de mala fe. Las mejores
cosas pueden sofisticarse; lo que no prueba nada contra ellas. (Véase al fin de
este volumen el capítulo titulado "Fraudes y supercherías").
Cualesquiera
que sean las perfecciones que se hayan podido alcanzar en esta manera de
proceder, no puede jamás conseguirse la rapidez y facilidad que presenta la
escritura; así es que se emplea ahora muy poco; sin embargo es algunas veces
muy interesante al punto de vista del fenómeno, principalmente para los
novicios, y tiene, sobre todo, la ventaja de probar de una manera perentoria la
independencia absoluta del pensamiento del médium. Se obtienen muchas veces así
respuestas tan imprevistas, tan a propósito, que seria preciso haber tomado un
partido muy determinado, para no convencerse hasta la evidencia. Por lo tanto
esto es para muchas personas un poderoso motivo de convicción; pero por este
medio, como tampoco por los otros, los Espíritus no quieren prestarse a los
caprichos de los curiosos que desean ponerlos a prueba con preguntas fuera del
caso.
143.
Con el fin de asegurar mejor la independencia del médium, se han imaginado
diversos instrumentos consistentes en cuadrantes sobre los cuales están
trazadas las letras a la manera de los cuadrantes de los telégrafos eléctricos.
Una aguja movible, puesta en movimiento por la influencia del médium, con ayuda
de un hilo conductor y una polea, indica las letras. No conocemos estos
instrumentos sino por los dibujos y las descripciones que se han publicado en
América; no podemos, pues, hablar sobre su mérito, pero creemos que su misma
complicación es un inconveniente; que la independencia del médium está del todo
bien atestiguada por los golpes íntimos, y que lo es mucho más aún por lo
imprevisto de las contestaciones que por todos los medios materiales. Por otra
parte, los incrédulos, que están siempre dispuestos a ver por todas partes
hilos y preparaciones, están aún más inclinados en suponer a éstas un mecanismo
especial, que en la primera mesa desprovista de todo accesorio.
144.
Un aparato más sencillo, pero del cual la mala fe puede fácilmente abusar, como
lo veremos en el capítulo de los fraudes, es el que nosotros designaremos bajo
el nombre de "Mesa-Girardin", en recuerdo del uso que hacía de ella
madama Emilia de Girardin en las numerosas comunicaciones que obtuvo como
médium; porque madama Girardin, aun cuando era mujer de genio, tenia la
debilidad de creer en los Espíritus y en sus manifestaciones. Este instrumento
consite en un sobre-velador movible, de treinta o cuarenta centímetros de
diámetro, girando libre y fácilmente sobre su eje a manera de ruleta. Sobre la
superficie y en la circunferencia están trazadas, como sobre un cuadrante, las
letras, los números y las palabras si y no. Al centro hay una aguja fija.
Colocando
el médium sus dedos sobre el borde de la mesita, ésta gira y se detiene cuando
la letra deseada está bajo la aguja. Se toma nota de las letras indicadas y se
forman así bastante rápidamente las palabras y las frases.
Es
de observar que la mesita no se escurre bajo los dedos, sino que los dedos
quedan en ella aplicados siguiendo el movimiento de la mesita. Puede ser que un
médium poderoso pudiese obtener un movimiento independiente, lo creemos
posible, pero no hemos sido jamás testigos. Si la experiencia pudiera hacerse
de esta manera, seria infinitamente más concluyente, porque apartaría toda
posibilidad de superchería.
145.
Nos queda por destruir un error bastante extendido, y que consiste en confundir
todos los Espíritus que se comunican por golpes con los Espíritus golpeadores.
La typtología es un medio de comunicación como otro, y que no es más indigno de
los Espíritus elevados que la escritura o la palabra. Todos los Espíritus,
buenos o malos, pueden, pues, servirse de él como de los otros modos. Lo que
caracteriza a los Espíritus superiores es la elevación del pensamiento y no el
instrumento del que se sirven para transmitirlo; sin duda prefieren los medios
más cómodos y sobre todo más rápidos; pero a falta de lápiz y papel, se
servirán sin escrúpulo de la vulgar mesa parlante, y la prueba de esto es que
se obtienen por este medio las cosas más sublimes. Si nosotros no nos servimos,
pues, de ella, no es que la despreciemos, sino únicamente porque, como
fenómeno, nos ha enseñado todo lo que podíamos saber, que no puede añadir nada
a nuestras convicciones y que la extensión de las comunicaciones que recibimos
exige una rapidez incompatible con la typtología.
Todos
los Espíritus que golpean no son, pues, Espíritus golpeadores; este nombre debe
quedar reservado para aquellos que se pueden llamar golpeadores de profesión, y
que con ayuda de este medio se complacen en hacer jugarretas para divertir a
una sociedad o vejar con su importunidad. De su parte pueden esperarse algunas
veces cosas espirituales pero nunca cosas profundas; así es que será perder el
tiempo en dirigirles preguntas de cierto alcance científico o filosófico; su
ignorancia y su inferioridad les han valido con justo titulo, de parte de otros
Espíritus, la calificación de Espíritus titiriteros o saltimbanquis del mundo
espiritista. Añadamos que si obran muchas veces por su propia cuenta son, a
menudo también, instrumentos de que se sirven los Espíritus superiores cuando
éstos quieren producir efectos materiales.
CAPÍTULO XII
PNEUMATOGRAFÍA O ESCRITURA DIRECTA. - PNEUMATOFONÍA
Escritura directa
146.
La "pneumatografía" es a escritura producida directamente por el
Espíritu, sin ningún intermediario; difiere de la psycografía en que ésta es la
transmisión del pensamiento del Espíritu por medio de la escritura ejecutada
por la mano del médium.
El
fenómeno de la escritura directa es, sin contradicción, uno de los más
extraordinarios del Espiritismo; pero por anómalo que parezca a primera vista,
es hoy día un hecho verídico e incontestable. Si la teoría es necesaria para
comprender la posibilidad de los fenómenos espiritistas en general, de seguro
que lo es más aún en este caso uno de los más extraños que se hayan presentado
hasta ahora, pero que cesa de parecer sobrenatural, desde que se comprende el
principio.
En
la primera revelación de este fenómeno, el sentimiento dominante fue el de la
duda; la idea de una superchería vino al pronto al pensamiento; en efecto, todo
el mundo conoce la acción de las tintas llamadas simpáticas, cuyos caracteres,
al principio completamente invisibles, aparecen al cabo de algún tiempo. Se
podía, pues, haber abusado de la credulidad, y no afirmaremos que no se haya
hecho nunca; estamos también convencidos de que ciertas personas, ya sea con un
objeto mercenario, ya sea únicamente por amor propio y para hacer creer en su
potencia, hayan empleado subterfugios. (Véase el capítulo de los
"fraudes").
Pero
no porque pueda imitarse una cosa debe sacarse en consecuencia que la cosa no
existe: esto sería un absurdo. ¿No se ha encontrado en estos últimos tiempos un
medio de imitarse la lucidez de los sonámbulos, hasta el punto de hacer
ilusión? ¿Y porque este procedimiento de escamoteador ha recorrido todas las ferias
hemos de decir que no hay verdaderos sonámbulos? ¿Porque ciertos taberneros
vendan vino adulterado es una razón para que no haya vino puro? Lo mismo sucede
en cuanto a la escritura directa; las precauciones para asegurarse de la
realidad del hecho eran, además, sencillísimas y muy fáciles, y gracias a estas
precauciones no puede hoy día ser objeto de ninguna duda.
147.
Puesto que la posibilidad de escribir sin intermediario es uno de los atributos
del Espíritu, que los Espíritus han existido en todo tiempo y que han producido
los diversos fenómenos que conocemos, han debido igualmente producir la
escritura directa, en la antigüedad lo mismo que en nuestros días; y así es
cómo se explica la aparición de las tres palabras en la sala del festín de
Baltasar. La edad media, tan fecunda en prodigios ocultos, pero que fueron
sofocados en las hogueras, debió conocer también la escritura directa, y quizá
en la teoría de las modificaciones encontraríamos que los Espíritus pueden
operar sobre la materia; en el capítulo VIII hemos explanado el principio de la
creencia sobre la transmutación de los metales.
Cualesquiera
que sean los resultados obtenidos en diversas épocas, sólo se ha tratado
formalmente de la escritura directa, desde la vulgarización de las manifestaciones
espiritistas. El primero que parece haberla hecho conocer en París en estos
últimos años fue el señor Barón de Guldenstubbe, que publicó sobre este objeto
una obra muy interesante, conteniendo gran número de "facsímiles" de
las escrituras que obtuvo (*). El fenómeno era ya conocido en América desde algún
tiempo. La posición social del señor de Guldenstubbe, su
independencia
y la consideración de que goza en la sociedad más elevada, incontestablemente
quitan toda sospecha de fraude voluntario, porque no puede moverle ninguna
clase de interés. Todo lo más que podría creerse es que el mismo podía ser
juguete de una ilusión; pero a esto responde perentoriamente el hecho de la
obtención del referido fenómeno por otras personas con todas las precauciones necesarias
para evitar toda superchería y toda causa que pudiese inducir a error.
148.
La escritura directa se obtiene como en general la mayor parte de las
manifestaciones espiritistas no "espontáneas", por el recogimiento,
la oración y la evocación. Se han obtenido muchas veces de estas en las
iglesias, sobre las tumbas, al pie de las estatuas o de las imágenes de los
personajes que se les llama; pero es evidente que la localidad no tiene otra
influencia que provocar mayor recogimiento y concentración del pensamiento;
porque está probado que se obtienen igualmente sin estos accesorios y en los
parajes más vulgares, sobre un simple mueble doméstico, si uno se encuentra en
las condiciones morales requeridas, y si se goza de la facultad medianímica
necesaria.
Al
principio se pretendía que era preciso colocar un lápiz con el papel; el hecho
entonces podía explicarse hasta cierto punto. Se sabe que los Espíritus operan
el movimiento y cambio de los objetos de un punto a otro, que los cogen y los
lanzan algunas veces a través del espacio; podían, pues, del mismo modo coger
el lápiz y servirse de él para trazar caracteres; ya que ellos dan el impulso
por el intermediario de la mano del médium, de una tablita, etc., podían
igualmente hacerlo de una manera directa. Pero no se tardó en reconocer que la
presencia del lápiz no era necesaria, y que bastaba un simple pedazo de papel
doblado o no, sobre el cual se encuentran, después de algunos minutos,
caracteres trazados. Aquí el fenómeno cambia completamente la faz y nos pone en
otro orden de cosas enteramente nuevo; estos caracteres se han trazado con
alguna sustancia; desde el momento en que no se ha facilitado esta sustancia al
Espíritu, debe, pues, haberla hecho él mismo, debe hacerla compuesto. ¿De dónde
la ha sacado? Este es el problema. Si nos queremos atener a las explicaciones
dadas en el capítulo VIII, números 127 y 128, encontraremos allí la teoría
completa de este fenómeno. En esta escritura, el Espíritu no se sirve ni de
nuestras sustancias, ni de nuestros instrumentos; él mismo hace la materia y
los instrumentos que le son necesarios, tomando sus materiales en el elemento
primitivo universal, al cual hace sufrir, por su voluntad, las modificaciones
necesarias para el efecto que quiere producir. Puede, pues, muy bien fabricar
lápiz encarnado, tinta de imprenta o tinta ordinaria, así como lápiz negro, los
mismo que presentar caracteres tipográficos bastante consistentes para dar un
relieve al impreso, así como hemos visto de ello varios ejemplos. La hija de un
caballero que conocemos, joven de doce a trece años, obtuvo páginas enteras
escritas con una sustancia análoga al pastel.
149.
Tal es el resultado a que nos ha conducido el fenómeno de la caja de tabaco
referido en el capítulo VII, número 116, y sobre el cual nos hemos extendido
largamente, porque hemos visto en aquél la ocasión de sondear una de las más
graves leyes del Espiritismo, ley cuyo conocimiento puede ilustrar más de un
misterio aun del mundo visible. Así es que de un hecho, vulgar en apariencia, puede
salir la luz; todo consiste en observar con cuidado, y esto es lo que cada uno
puede hacer como lo hemos hecho nosotros, si es que no quieren limitarse a ver
efectos sin buscar sus causas. Si nuestra fe se afirma de día en día, es porque
comprendemos; haced que os comprendan si queréis hacer prosélitos formales. La
inteligencia de las causas tiene otro resultado, y es el de trazar la línea de
demarcación entre la verdad y la superstición.
Si
mirásemos la escritura directa desde el punto de vista de las ventajas que
puede ofrecer, diríamos que hasta ahora su principal utilidad ha sido la prueba
material de un hecho grave: la intervención de una potencia oculta que
encuentra por este medio un nuevo modo de manifestarse. Pero las comunicaciones
que se obtienen de este modo rara vez son extensas; generalmente son
espontáneas y limitadas a palabras, sentencias, a menudo a signos
ininteligibles; se han obtenido en todas las lenguas, en griego, en latín, en
siríaco, en caracteres geroglíficos, etc., pero no se han prestado todavía a
estas conversaciones continuadas y rápidas que permite la psycografía o
escritura por médiums.
Pneumatofonía
150.
Los Espíritus pueden producir ruidos y dar golpes, pueden también hacer oír
gritos de cualquiera naturaleza y sonidos vocales imitando la voz humana, a
nuestro lado o en la vaguedad del aire; este es el fenómeno que designamos bajo
el nombre de "pneumatofonía". Según lo que conocemos de la naturaleza
de los Espíritus, se puede pensar que algunos de entre ellos, cuando son de
orden inferior, se hacen ilusión y creen hablar como cuando vivían. (Véase
Revista Espiritista, Febrero 1858: "Historia del aparecido de la señora
Clairon").
Será
preciso, sin embargo, guardarse de tomar por voces ocultas todos los sonidos
que no tienen causa conocida, o simples zumbidos de oídos, y sobre todo de
creer que haya la menor verdad en la especie vulgar de que el oído que zumba
nos advierte que se habla de nosotros en alguna parte. Esos zumbidos cuya causa
es puramente fisiológica, no tienen, por otra parte, ningún sentido, mientras
que los sonidos pneumatofónicos expresan pensamientos y sólo por esto se puede
reconocer que son debidos a una causa inteligente y no accidental. Se puede
poner por principio que los efectos "notoriamente inteligentes" son
los únicos que pueden atestiguar la intervención de los Espíritus; en cuanto a
los otros hay al menos cien probabilidades contra una que se deben a causas
fortuitas.
151.
Acontece bastante a menudo que dormitando se oyen pronunciar palabras claras,
nombres, algunas veces frases enteras, y bastante fuertes que nos despiertan
con sobresalto. Aunque puede suceder que en ciertos casos sea esto una
manifestación muy real, este fenómeno nada tiene que sea bastante positivo para
que no se pudiese atribuir a una causa análoga a la que hemos manifestado en la
teoría de la alucinación, capítulo VII, números 111 y siguientes. Además de que
lo que se oye de esta manera, no tiene ninguna ilación; no sucede lo mismo
cuando a uno se le despierta de repente, porque entonces si es un Espíritu
quien se hace oír, casi siempre puede cambiar con él algunos pensamientos y
ligar una conversación regular.
Los
sonidos espiritistas o pneumatofónicos tienen dos maneras bien claras de
producirse; algunas veces es una voz íntima que resuena en el interior; pero
aunque las palabras sean claras y distintas, sin embargo nada tienen de
material; otras veces son exteriores y tan distintamente articuladas, como si
proviniesen de una persona que se tuviera a nuestro lado.
De
cualquier manera que se produzca, el fenómeno de la pneumatofonía es casi
siempre espontáneo y no puede ser sino muy raramente provocado.
CAPÍTULO XIII
PSYCOGRAFÍA
Psycografía indirecta: cestitas y
tablitas.
Psycografía directa o manual
152.
La ciencia espiritista ha progresado como todas las otras, y con más rapidez
aún; porque apenas hace algunos años que empezaron estos medios primitivos e
incompletos que se llaman trivialmente mesas parlantes, y estamos ya en
disposición de poder comunicarnos con los Espíritus, con tanta facilidad y
tanta rapidez como los hombres lo hacen entre sí, y por los mismos medios: esto
es, la escritura y la palabra. La escritura tiene sobre todo la ventaja de
acusar la intervención de una potencia oculta con más materialidad y dejar señales
que se pueden conservar, como nosotros lo hacemos con nuestra propia
correspondencia. El primer medio que se observó fue el de las tablitas y
cestitas provistas de un lápiz. He aquí cual es el modo de servirse de las
mismas.
153.
Hemos dicho que una persona dotada de una aptitud especial puede imprimir un
movimiento de rotación a una mesa o a un objeto cualquiera; tomemos, en lugar
de una mesa, una pequeña cestita de quince a veinte centímetros de diámetro
(que sea de madera o de mimbre poco importa, la sustancia es indiferente). Si a
través del fondo de esta cestita se hace pasar un lápiz sujetado sólidamente,
la punta por fuera y hacia abajo, y que se mantenga el todo en equilibrio sobre
la punta del lápiz, colocado el mismo sobre una hoja de papel, poniendo los
dedos sobre los bordes de la cestita, ésta tomará su movimiento; pero en lugar
de girar paseará el lápiz en sentido diverso sobre el papel, formando ya sean
trazos insignificantes, ya sean caracteres de escritura. Si se evoca a un
Espíritu y quiere comunicarse, responderá no ya por golpes, como en la
typtología,
sino
por palabras escritas. El movimiento de la cestita no es ya automático como en
las mesas giratorias; viene a ser inteligente. En esta disposición el lápiz,
llegado al extremo de la línea, no vuelve sobre si mismo para empezar otra;
continúa circularmente de tal modo que la línea de escritura forme una espiral
y que es preciso volver muchas veces el papel para leer lo que está escrito. La
escritura obtenida de este modo no siempre es muy legible, porque las palabras
no están separadas; pero el médium, por una especie de intuición, las descifra
fácilmente. Por sistema de economía se puede sustituir la pizarra y el pizarrín
al papel y al lápiz ordinario. Nosotros designaremos esta cestita bajo el
nombre de "cestita-trompo". A la cestita se sustituye algunas veces
un cartón bastante semejante a las cajas de dulces; el lápiz forma el eje como
el juego llamado "perinola".
154.
Muchas otras disposiciones se han imaginado para alcanzar el mismo objeto. La
más cómoda es la que llamaremos "cestita de pico", y que consiste en
adaptar sobre la cestita pedazos de un palo inclinado, saliendo de diez a
quince centímetros de un lado, en la posición del mástil de bauprés de un
buque. Por un agujero practicado en la extremidad de este palo o del pico, se
hace pasar un lápiz bastante largo para que la punta descanse sobre el papel.
El médium, poniendo los dedos sobre los bordes de la cestita, todo el aparato
se agita, y el lápiz escribe como en el caso arriba dicho, con la diferencia
que la escritura es, en general, más legible, las palabras separadas y las
líneas no forman espiral, y siguen como la escritura ordinaria, pudiendo el
médium fácilmente llevar el lápiz de una línea a otra. Se obtienen así
disertaciones de muchas páginas tan rápidamente como si se escribía con la
mano.
155.
La inteligencia que obra se manifiesta a menudo por otras señales no equívocas.
Llegado al fin de la página, el lápiz hace espontáneamente un movimiento para
volverla; quiere referirse a un pasaje precedente, en la misma página o en
otra, busca con la punta del lápiz, como lo haría con el dedo, después lo
subraya, Quiere, en fin, el Espíritu dirigirse a uno de los asistentes, la
punta del palo se dirige hacia él. Para abreviar, expresa a menudo las palabras
"sí" y "no" por los signos de afirmación y negación como
nosotros hacemos con la cabeza; si quiere expresar la cólera y la impaciencia
da golpes redoblados con la punta de lápiz y muchas veces lo rompe.
156.
En lugar de cestita, algunas personas se sirven de una especie de mesita hecha
expresamente, de doce a quince centímetros de largo, sobre cinco o seis de
altura, de tres pies, de los cuales el uno lleva el lápiz; los otros dos están
redondeados o guarnecidos de una bolita de marfil para deslizarse fácilmente
sobre el papel. Otros se sirven simplemente de una "tablita" de
quince a veinte centímetros cuadrados triangular, oblonga u ovalada; sobre uno
de los bordes hay un agujero "oblicuo" para meter el lápiz; colocada para
escribir, se encuentra inclinada y se apoya por uno de sus lados sobre el
papel; el lado que descansa sobre éste está algunas veces guarnecido de dos
ruedecitas para facilitar el movimiento. Se concibe, por otra parte, que todas
estas disposiciones no tienen nada de absoluto; la más cómoda es la mejor.
Con
todos estos aparatos es preciso casi siempre ser dos personas; pero no es
necesario que la segunda esté dotada de la facultad medianímica: sirve
únicamente para mantener el equilibrio y disminuir la fatiga del médium.
157.
Llamamos "psycografía indirecta" la escritura obtenida así, en
oposición a la "psycografía directa o manual" obtenida por el mismo
médium. Para comprender este último procedimiento es necesario hacerse cargo de
lo que pasa en esta operación. El Espíritu extraño que se comunica obra sobre
el médium; éste, bajo su influencia, dirige "maquinalmente" su brazo
y su mano para escribir, sin tener (es al menos el caso más
ordinario)
la menor conciencia de lo que escribe; la mano obra sobre la cestita y la
cestita sobre el lápiz; de este modo "no es la cestita la que es
inteligente", es un instrumento dirigido por una inteligencia; no es en
realidad sino un lapicero, un apéndice de la mano, un intermediario entre la
mano y el lápiz; suprimid este intermediario y colocad el lápiz en la mano,
tendréis el mismo resultado, con un mecanismo mucho más sencillo, puesto que el
médium escribe como lo hace, en condiciones normales; así es que toda persona
que escribe con la ayuda de una cestita, tablita u otro objeto, puede escribir
directamente. De todos los medios de comunicación, la "escritura de la
mano", designada por algunos bajo el nombre de "escritura
involuntaria", es, sin contradicción, la más sencilla, la más fácil y la
más cómoda, porque no exige ninguna preparación y se presta, como la escritura
corriente, a las comunicaciones más extensas. Volveremos a esto mismo hablando
de los médiums.
158.
Al principio de las manifestaciones, cuando se tenían sobre este objeto ideas
menos precisas, se publicaron muchos escritos con esta designación:
"Comunicaciones de una cestita, de una tablita, de una mesita," etc.
Hoy día se comprende lo insuficiente y erróneo de estas palabras, hecha
abstracción de su carácter poco formal. En efecto, como acabamos de ver, las
mesas, tablitas y cestitas, no son más que instrumentos ininteligentes, aunque
animados momentáneamente de una vida ficticia, y que no pueden comunicar nada
por sí mismas; esto es tomar el efecto por la causa, el instrumento por el
principio; esto equivaldría a que un autor pusiera sobre el título de su obra
que la escribió con una pluma metálica o una pluma de ave. Por otra parte estos
instrumentos no son absolutos; conocemos a uno que en lugar de la
"cestita-trompo" que hemos descrito, se servía de un embudo o gollete
por el cual pasaba el lápiz. Se hubieran, pues, podido tener las comunicaciones
de un embudo, lo mismo que de una cazuela o de una ensaladera. Si han tenido
lugar por medio de golpes, y que estos golpes los haya dado una silla o un
bastón, tampoco es una mesa parlante, sino una silla o un bastón parlante. Lo
que importa conocer no es la naturaleza del instrumento, sino el modo como se
obtiene. Si la comunicación ha tenido lugar por la escritura, cualquiera que
sea el instrumento que ha sostenido el lápiz, para nosotros es la
"psycografía"; si es por los golpes, es la "typtología".
Tomando el Espiritismo las proporciones de una ciencia, le es preciso un
lenguaje científico.
CAPÍTULO XIV
DE LOS MÉDIUMS
Médiums de efectos físicos. - Personas
eléctricas. - Médiums sensitivos o impresionables. - Médiums auditivos. -
Médiums parlantes. - Médiums videntes. –Médiums sonámbulos. - Médiums
curanderos. - Médiums pneumatógrafos.
159.
Toda persona que resiente en cualquier grado la influencia de los Espíritus, es
por esto mismo médium. Esta facultad es inherente al hombre, y por consecuencia
no es privilegio exclusivo; así es que hay pocos entre los que no se encuentren
algunos rudimentos. Se puede, pues, decir, que casi todos son médiums. Sin embargo,
en el uso, esta calificación sólo se aplica a aquellos cuya facultad
medianímica está claramente caracterizada y se conoce por los efectos patentes
de cierta intensidad, lo que depende de una organización más o menos sensitiva.
También debemos notar que esta facultad, no se revela en todos de la misma
manera; los médiums tienen generalmente, una aptitud especial para tal o cual
orden de fenómenos, y en esto consiste que se hagan tantas variedades, como hay
clases de manifestaciones. Las principales son: "Los médiums de efectos
físicos, los médiums sensitivos o impresionables, auditivos, parlantes,
videntes, sonámbulos, curanderos, pneumatágrafos, escribientes o
psycógrafos".
1.
Médiums de efectos físicos
160.
Los "médiums de efectos físicos" son más especialmente aptos para
producir fenómenos materiales, tales como los movimientos de los cuerpos
inertes, los ruidos, etc. Se puede dividir en "médiums facultativos y
médiums involuntarios". (Véase segunda parte, cap. II y IV).
Los
"médiums facultativos" son aquellos que tienen la conciencia de su
poder y que producen los fenómenos espiritistas por un acto de su voluntad.
Esta facultad, bien que inherente a la especie humana, como ya lo hemos dicho,
está lejos de existir en todos en el mismo grado; pero si hay pocas personas en
que es absolutamente nula las que son aptas para producir los grandes efectos,
tales como la suspensión de los cuerpos graves en el espacio, la traslación
aérea y sobre todo las apariciones, son más raras aún. Los efectos más sencillos
son los de la rotación de un objeto, los golpes que da levantándose este
objeto, o en su misma sustancia. Sin dar más importancia capital a estos
fenómenos, aconsejamos que no se desprecien, pueden dar lugar a observaciones
interesantes y ayudar a la convicción. Pero es de notar que la facultad de
producir efectos materiales existe rara vez entre aquellos que tienen medios
más perfectos de comunicación como la escritura o la palabra. Generalmente la
facultad disminuye en un sentido a medida que se desenvuelve en otro.
161.
Los "médiums involuntarios o naturales" son aquellos cuya influencia
se ejerce sin saberlo ellos mismos. No tienen ninguna conciencia de su poder, y
muchas veces lo anómalo que pasa a su alrededor no les parece de ningún modo
extraordinario; esto forma parte de sí mismos, absolutamente como las personas
que están dotadas de la doble vista y ellas mismos no lo saben. Estos sujetos
son muy dignos de observación y deben recogerse y estudiarse los hechos de este
género que vengan a nuestra noticia; éstos se manifiestan en cualquier edad y a
menudo en niños muy jóvenes. (Véase más arriba capítulo V,
"Manifestaciones espontáneas").
Esta
facultad no es por sí misma el indicio de un estado patológico, porque no es
incompatible con una salud perfecta. Si el que la posee sufre, es por razón de
una causa extraña; así los medios terapéuticos son impotentes para hacerla
cesar. Puede, en algunos casos, ser consecuencia de cierta debilidad orgánica,
pero nunca es causa eficiente. No se podría, pues, razonablemente, concebir
ninguna inquietud al punto de vista
higiénico; no podrá tener ningún inconveniente, a no ser que si el
sujeto que ha llegado a ser médium facultativo, abuse de la facultad, porque
entonces habría en él emisión demasiado abundante de fluido vital, y por
consecuencia debilidad de los órganos.
162.
La razón se subleva a la idea de las torturas morales y corporales, a las que
la ciencia ha sometido algunas veces a seres débiles y delicados con el fin de
asegurarse si por su parte había superchería; estos "experimentos",
hechos muchas veces con malevolencia, son siempre dañosos a las organizaciones
sensitivas; de esto podrían resultar graves desórdenes en la economía; hacer
tales pruebas es jugar con la vida. El observador de buena fe no tiene
necesidad del empleo de estos medios; aquel que está familiarizado con esta
especie de fenómenos sabe que pertenecen más bien al orden moral que al orden
físico, y que en vano se buscaría la solución en nuestras ciencias exactas.
Por
lo mismo que estos fenómenos corresponden al orden moral, se debe evitar con un
cuidado no menos escrupuloso todo lo que pueda sobreexcitar la imaginación.
Se
saben los accidentes que puede ocasionar el miedo, y se sería menos imprudente
si se conocían todos los casos de locura y de epilepsia que tienen su origen en
los cuentos de hechiceros y brujerías. ¿Qué sería, pues, si se persuadía que es
del "diablo"? Los que difunden tales ideas no saben la
responsabilidad que contraen: "pueden matar". Pues el peligro no es
sólo para el sujeto, es también para los que le rodean, que pueden asustarse
pensando que su casa es una guarida. de demonios. Esta funesta creencia es la
que ha causado tantos actos de atrocidad en los tiempos de ignorancia. Con un
poco más de discernimiento, sin embargo, se hubiera podido pensar que quemando
el cuerpo poseído por el diablo, no se quemaba al diablo. Puesto que querían
deshacerse del diablo, a él era a quien se debía matar; la Doctrina
Espiritista, ilustrándonos sobre la verdadera causa de estos fenómenos, le da
el golpe de gracia. "Lejos, pues, de avivar este pensamiento, es un deber
de moralidad y de humanidad combatirle si existe".
Lo
que es preciso hacer cuando una facultad semejante se desenvuelve
espontáneamente en un individuo, es dejar al fenómeno seguir su curso natural:
la Naturaleza es más prudente que los hombres; la Providencia, por otra parte,
tiene sus miras, y el más pequeño puede ser instrumento de los más grandes
designios. Pero es menester convenir en que este fenómeno adquiere algunas
veces proporciones fatigosas e importunas para todos; (*) pero he aquí en todos los casos lo que deberá hacerse. En
el cap. V., de las "Manifestaciones físicas espontáneas" hemos dado
ya algunos consejos con este objeto, diciendo que es necesario procurar ponerse
en relación con el Espíritu para saber de el lo que quiere. El siguiente medio
está igualmente fundado sobre la observación.
Los
seres invisibles que revelan su presencia por efectos sensibles son,
generalmente, Espíritus de un orden inferior, y que se pueden dominar por el
ascendiente moral; este ascendiente es el que es preciso tratar de adquirir.
Para obtener este ascendiente es menester hacer pasar al sujeto del estado de
"médium natural" al de "médium facultativo". Entonces se
produce un efecto análogo al que tiene lugar en el sonambulismo. Se sabe que el
sonambulismo natural cesa generalmente cuando se reemplaza por el sonambulismo
magnético. No se detiene la facultad emancipadora del alma, se le da otro curso.
Lo mismo es en cuanto a la facultad medianímica.
A
este efecto, en lugar de poner trabas a los fenómenos, lo que no se consigue
fácilmente, y siempre sin peligro, es preciso excitar al médium a producirlos
por su voluntad, imponiéndose al Espíritu; por este medio llega a dominarle, y
de un dominador algunas veces tiránico hace un ser subordinado y a menudo muy
dócil. Un hecho digno de observación y justificado por la experiencia es que en
semejante caso un niño tiene tanta y muchas veces más autoridad que un adulto;
nueva prueba en apoyo de este punto capital de la doctrina, que el Espíritu no
es niño sino por el cuerpo y que tiene por si mismo un desenvolvimiento
necesariamente anterior a su encarnación actual, desenvolvimiento que puede
darle ascendiente sobre Espíritus que le son inferiores.
La
moralización del Espíritu por los consejos de una tercera persona influyente y
experimentada, si el médium no está en estado de hacerlo, es a menudo un medio
muy eficaz; más adelante volveremos a esto mismo.
163.
A esta categoría de médiums parecen pertenecer las personas dotadas de una
cierta dosis de electricidad natural, verdaderos "torpedos humanos",
produciendo por el simple contacto todos los efectos de atracción y de
repulsión. Se haría mal, sin embargo, al considerarles como
"médiums", porque la verdadera mediumnidad supone la intervención
directa de un Espíritu; pues, en el caso de que hablamos, experimentos
concluyentes han probado que la electricidad es el único agente de estos
fenómenos.
Esta
rara facultad que casi podría llamarse una dolencia, puede algunas veces
ligarse con la mediumnidad, como se puede ver en la historia del "Espíritu
golpeador de Bergzabern"; pero frecuentemente es del todo independiente.
Así como lo hemos dicho, la sola prueba de la intervención de los Espíritus, es
el carácter inteligente de las manifestaciones; cuantas veces no existe este
carácter, se las puede atribuir con fundamento a una causa puramente física. La
cuestión es el saber si las "personas eléctricas" tendrán una aptitud
más grande para llegar a ser "médiums de efectos físicos", nosotros
los creemos, pero esto sería un resultado de experiencía.
2.
Médiums sensitivos o impresionables
164.
Se designan así las personas susceptibles de sentir la presencia de los
Espíritus por una vaga impresión, una especie de rozamiento sobre todos los
miembros, de lo cual no pueden darse cuenta. Esta variedad no tiene carácter
bien marcado; todos los médiums son necesariamente impresionables; la
impresionabilidad es antes una cualidad general que especial; es la facultad
elemental indispensable para el desarrollo de todas las otras; difiere de la
impresionabilidad puramente física y nerviosa, con la que es preciso no
confundirla; porque hay personas que no tienen los nervios delicados y que
sienten más o menos el efecto de la presencia de los Espíritus, de la misma
manera que otros muy irritables no lo sienten.
Esta
facultad se desenvuelve por la práctica, y puede adquirir tal sutileza que
aquel que esté dotado de ella reconoce en la impresión que siente no solamente
la naturaleza buena o mala del Espíritu que está a su lado, sino también su
individualidad, como el ciego reconoce por cierto instinto la aproximación de
tal o cual persona; viene a ser con relación a los Espíritus una verdadera
sensitiva. Un buen Espíritu hace siempre una impresión dulce y agradable; la de
un mal Espíritu al contrario, es penosa, ansiosa y desagradable; hay como un
olor de impureza.
3.
Médiums auditivos
165.
Estos oyen la voz de los Espíritus; es como lo hemos dicho hablando de la
pneumatofonía: algunas veces una voz íntima que se hace oír en el fuero
interno; otras veces es una voz exterior clara y distinta como la de una
persona viva. Los médiums auditivos pueden entrar de este modo en conversación
con los Espíritus. Cuando tienen la costumbre de comunicar con ciertos
Espíritus, los reconocen inmediatamente con el metal de la voz. Cuando uno no
está dotado de esta facultad, se puede igualmente comunicar con un Espíritu por
el intermediario de un médium auditivo que hace el oficio de intérprete.
Esta
facultad es muy agradable cuando el médium no oye sino buenos Espíritus, o
solamente aquellos que llama; pero no es lo mismo cuando un Espíritu malo se
encarniza en él y le hace oír a cada momento las cosas más desagrables y
algunas veces las más inconvenientes. Es preciso entonces procurar
desembarazarse de aquel por los medios que indicaremos en el capítulo de la
"Obsesión".
4.
Médiums parlantes
166.
Los médiums auditivos que no hacen más que transmitir lo que ellos oyen, no son
propiamente hablando "médiums parlantes"; estos últimos muy a menudo
no oyen nada; en ellos el Espíritu obra sobre los órganos de la palabra, como
obra sobre la mano de los médiums escribientes. El Espíritu, queriendo
comunicarse, se sirve del órgano que encuentra más flexible en el médium; a uno
toma prestada la mano, a otro la palabra, a un tercero el oído. El médium
parlante se expresa, generalmente, sin tener conciencia de lo que dice, y
muchas veces dice cosas completamente fuera de sus ideas habituales, de sus
conocimientos y aun del alcance de su inteligencia. Aunque esté enteramente
despierto y en un estado normal, rara vez conserva el recuerdo de lo que ha
dicho; digámoslo de una vez, la palabra es un instrumento del cual se sirve el
Espíritu, y
con
el que puede entrar en comunicación una persona extraña, como puede hacerlo por
mediación del médium auditivo.
El
papel pasivo del médium parlante no es siempre tan completo; los hay que tienen
la intuición de lo que dicen en el mismo momento en que pronuncian las
palabras.
Volveremos
a hablar sobre esta variedad, cuando tratemos de los médiums intuitivos.
5.
Médiums videntes
167.
Los "médiums videntes" están dotados de la facultad de ver a los
Espíritus.
Los
hay que gozan de esta facultad en el estado normal, estando enteramente
despiertos y conservando un recuerdo exacto; otros no lo tienen sino en un
estado de sonambulismo, O próximo a él. Esta facultad rara vez es permanente;
casi siempre es el efecto de una crisis momentánea y pasajera. Se pueden
colocar en la categoría de los médiums videntes todas las personas dotadas de
la doble vista. La posibilidad de ver los Espíritus en el sueño resulta, sin
contradicción, de una especie de mediumnidad, pero no constItuye, propiamente
hablando, los médiums videntes. Hemos explicado este fenómeno en el capítulo
VI, de las "manifestaciones visuales".
El
médium vidente cree ver por los ojos como los que tienen la doble vista; pero
en realidad es el alma que ve, y esta es la razón por la cual ven tanto con los
ojos cerrados como con los ojos abiertos; de donde se sigue que un ciego puede
ver a los Espíritus como el que tiene la vista intacta. Se podría hacer sobre
este último punto un estudio interesante: el de saber si esta facultad es más
frecuente entre los ciegos.
Espíritus
que fueron ciegos nos han dicho que en su vida tenía por el alma la percepción
de ciertos objetos y que no estaban sumergidos en la "negra"
oscuridad.
168.
Es preciso distinguir las apariciones accidentales y espontáneas de la facultad
propiamente dicha de ver a los Espíritus. Las primeras son frecuentes sobre
todo en el momento de la muerte de las personas que se han amado o conocido, y
que vienen a advertir que no pertenecen ya a este mundo. Hay numerosos ejemplos
de hechos de este género, sin hablar de las visiones durante el sueño. Otras
veces son igualmente de parientes o amigos, que aunque muertos de más o menos
tiempo, aparecen ya sea para Indicar un peligro, ya sea para dar un consejo o
pedir un servicio. El servicio que pueda reclamar un Espíritu consiste,
generalmente, en el cumplimiento de una cosa que no ha podido hacer en vida, o
en el socorro de las oraciones. Estas apariciones son hechos aislados que
tienen siempre un carácter individual y personal, y no constituyen una facultad
propiamente dicha. La facultad consiste en la posibilidad, si no permanente, al
menos muy frecuente, de ver cualquier Espíritu que se presenta por extraño que
nos sea. Esta es la facultad que constituye propiamente hablando los médiums
videntes.
Entre
los médiums videntes los hay que sólo ven a los Espíritus que se evocan y de
los cuales pueden hacer la descripción con una minuciosa exactitud; describen
con los menores detalles sus gestos, la expresión de su fisonomía, las
facciones, el traje y hasta los sentimientos de que parecen animados. Hay otros
en los cuales esta facultad es más general; ven toda la población espiritista
ambiente ir, venir y hasta podría decirse cumplir sus misiones.
169.
Asistimos una noche a la presentación de la ópera "Oberon" con un
médium vidente muy bueno. Había en el teatro gran número de localidades
vacantes, muchas de las cuales estaban ocupadas por los Espíritus que, según
parecía, tomaban parte en el espectáculo; algunos iban al lado de ciertos
espectadores y parecía que escuchaban su conversación. En las tablas pasaba
otra escena; detrás de los actores había muchos espectadores de humor jovial
que se divertían remedando e imitando sus gestos de una manera grotesca; otros,
más formales, parecía que inspiraban a los cantores y hacían esfuerzos para
darles energía. Uno de ellos estaba constantemente al lado de una de las
principales cantatrices; nosotros le creímos intenciones un poco ligeras;
habiéndole llamado después de la caída del telón, vino a nosotros y nos reprendió
con alguna severidad por nuestro juicio temerario. Yo no soy lo que creéis,
dijo; soy su guía y su espíritu protector; yo soy quien está encargado de
dirigirla. Después de algunos minutos de una conversación muy grave nos dejó
diciendo: Adiós; está en su cuarto; es necesario que vaya a velar sobre ella.
Evocamos en seguida al Espíritu de Weber, autor de la ópera, y le preguntamos
lo que pensaba de la ejecución de su obra. "No es muy mala, contestó, pero
es floja; los actores cantan, he aquí todo; no hay inspiración.
Esperad,
añadió, voy a darles un poco de fuego sagrado". Entonces se le vio sobre
la escena, cerniéndose encima de los actores; un efluvio parecía salir de él y
derramarse sobre ellos; en este momento hubo en los mismos una recrudescencia
visible de energía.
170.
He aquí otro hecho que prueba la influencia que los Espíritus ejercen sobre los
hombres sin conocerlo éstos. Estábamos, como dicha noche, en una representación
teatral con otro médium vidente. Habiendo entablado una conversación con un
"Espíritu espectador", éste nos dijo: ¿Veis esas dos señoras solas en
ese palco del primer piso? pues bien: me empeño en hacerlas dejar el teatro.
Dicho esto se le vio ir a colocarse en el palco en cuestión y hablar a las dos
señoras: de repente éstas, que estaban muy atentas al espectáculo, se miraron;
pareció que se consultaban, luego se fueron y no volvieron más. El Espíritu nos
hizo entonces un gesto cómico para mostrarnos que había cumplido su palabra,
pero no le volvimos a ver para pedirle más amplias explicaciones. Así es como
diferentes veces hemos podido ser testigos del papel que hacen los Espíritus
entre los vivos, les hemos observado en diferentes lugares de reunión en el
baile, en el concierto, en el sermón en los funerales, en las bodas, etc., y
por todas partes los hemos encontrado fomentando las malas pasiones, induciendo
a la discordia, excitando las pendencias y regocijándose de sus proezas; otros,
al contrario, combatiendo esta influencia perniciosa, pero rara vez se les
escuchaba.
171.
La facultad de ver a los Espíritus puede, sin duda, desenvolverse, pero es una
de aquellas cuyo desarrollo natural conviene esperar sin provocarlos, si no se
quiere exponer a ser el juguete de su imaginación. Cuando el germen de una
facultad existe, se manifiesta por si misma; en principio es necesario
contentarse con las que Dios nos ha concedido, sin investigar lo imposible;
porque entonces, queriendo tener demasiado, se arriesga el perder lo que se
tiene.
Cuando
hemos dicho que los hechos de apariciones son frecuentes y espontáneos (número
107) no hemos querido decir que sean muy comunes; en cuanto a los médiums
videntes propiamente dichos, son todavía más raros y hay mucho que desconfiar
de aquellos que pretenden gozar de esa facultad; es prudente el no dar fe sino
sobre pruebas positivas. No hablemos de aquellos que se hacen la ridícula
ilusión de los Espíritus glóbulos que hemos descrito (número 108), sino de los
que pretenden ver a los Espíritus de manera racional. Ciertas personas pueden,
sin duda, engañarse de buena fe, pero otras pueden también simular esta
facultad por amor propio o por interés. Particularmente en este caso es preciso
tener cuenta del carácter, de la moralidad y de la sinceridad habitual; pero
sobre todo en las circunstancias de detalle es como se puede encontrar la
comprobación más cierta, porque las hay que no pueden dejar duda, como por
ejemplo, la exactitud del retrato de los Espíritus que el médium jamás ha
conocido vivos. El hecho siguiente se halla en esta categoría.
Una
señora viuda, cuyo marido se comunicaba frecuentemente con ella, se encontraba
un día con un médium vidente que no la conocía, como tampoco a su familia; el
médium le dijo: - Veo un Espíritu cerca de usted, -Ah! dijo también la señora,
es sin duda mi marido, que no me deja casi nunca. - No, respondió el médium; es
una mujer de cierta edad; va peinada de una manera singular, tiene una venda
blanca en la frente.
Con
esta particularidad y otros detalles descriptivos, la señora reconoció sin
equivocarse a su abuela, de la que no se acordaba ni remotamente en aquel
momento. Si el médium hubiera querido simular esta facultad, le era fácil
seguir el pensamiento de la señora, mientras que en lugar del marido con quien
estaba preocupada, veía una mujer con un peinado particular del que no podía
tener ninguna idea. Este hecho prueba también que la vista, en el médium, no
era el reflejo de ningún pensamiento extraño.
(Véase
número 102).
6.
Médiums sonámbulos
172.
El sonambulismo puede ser considerado como una variedad de la facultad
medianímica, o por mejor decir son dos órdenes de fenómenos que se encuentran
muy a menudo reunidos. El sonámbulo obra bajo la influencia de su propio
Espíritu; es su alma que en los momentos de emancipación ve, oye y percibe
fuera del límite de los sentidos; lo que expresa, lo toma de sí mismo; sus
ideas son en general más ajustadas que en el estado normal; sus conocimientos
más extensos, porque su alma es libre; en una palabra, vive por antícipación de
la vida de los Espíritus. El médium, al contrario, es el instrumento de una
inteligencia extraña; es pasivo y lo que dice no proviene de él. En resumen, el
sonámbulo expresa su propio pensamiento, y el médium expresa el de otro.
Pero
el Espíritu que se comunica a un médium ordinario puede igualmente hacerlo a un
sonámbulo; a menudo también el estado de emancipación del alma, durante el
sonambulismo, hace esta comunicación más fácil. Muchos sonámbulos ven
perfectamente a los Espíritus y los describen con tanta precisión como los
médiums videntes; pueden conversar con ellos y transmitirnos sus pensamientos;
lo que dicen fuera del círculo de sus conocimientos personales, les es muchas
veces sugerido por otros Espíritus. He aquí un ejemplo notable en que la doble
acción del Espíritu del sonámbulo y del Espíritu extraño se revela de la manera
menos equívoca.
173.
Uno de nuestros amigos tenía por sonámbulo un joven de catorce a quince años,
de una inteligencia muy vulgar y de una instrucción extremadamente limitada.
Sin embargo, en estado sonambúlico, ha dado pruebas de una lucidez
extraordinaria y de grande perspicacia. Sobresalía en particular en el
tratamiento de las enfermedades y ha hecho un gran número de curas miradas como
imposibles. Un día daba una consulta a un enfermo del cual describía el mal con
una perfecta exactitud. - No basta esto, le dijo, se trata ahora de indicar el
remedio. - Yo no puedo, "mi ángel doctor no está aquí". -¿Qué
entendéis por vuestro ángel doctor? - El que me dicta los remedios. - ¿No sois
vos quien veis los remedios? - ¡Oh! no, puesto que os digo que es mi ángel
doctor quien me los dicta.
Así
es que en este sonámbulo la acción de "ver" el mal era el hecho de su
propio Espíritu, quien para esto no tenía necesidad de ninguna asistencia; pero
la indicación de los remedios le era dada por otro; este otro no estando allí,
él no podía decir nada. Solo, no era más que "sonámbulo"; asistido de
lo que llamaba su ángel doctor, era "sonámbulo-médium".
174.
La lucidez de los sonámbulos es una facultad que depende del organismo, y que
es del todo independiente de la voluntad, del adelantamiento y aun del estado
moral del sujeto. Un sonámbulo puede, pues, ser muy lúcido y ser incapaz de
resolver ciertas cuestiones si su Espíritu es poco avanzado. Aquel que habla
por si mismo puede, pues, decir cosas buenas o malas, justas o falsas, tener
más o menos delicadeza y escrúpulos en sus procederes, según el grado de
elevación o de inferioridad de su propio Espíritu; entonces es cuando la
asistencia de un Espíritu extraño puede suplir su insuficiencia; pero un
sonámbulo puede ser asistido por un Espíritu mentiroso, ligero o aun malo, del
mismo modo que los médiums; aquí es sobre todo donde las cualidades morales
tienen gran influencia para atraer a los buenos Espíritus (Véase Libro de los Espíritus,
"Sonambulismo, número 452; y más adelante el capítulo sobre "la
influencia moral del médium".
7.
Médiums curanderos
175.
Hablaremos ahora ligeramente de esta variedad de médiums, porque este asunto
exigiría explicaciones más extensas para nuestro cuadro; sabemos también que un
médico, de nuestros amigos, se ha propuesto tratarlo en una obra especial
respecto la medicina intuitiva. Diremos solamente que esta especie de
mediumnidad consiste principalmente en el don que ciertas personas poseen de curar
con el simple tacto, con
la
mirada y aun con un ademán, sin el socorro de ningún medicamento. Sin duda nos
dirán que esto no es otra cosa que el magnetismo. Es evidente que el fluido
magnético hace en esto un gran papel; pero cuando se examina este fenómeno con
cuidado, se reconoce fácilmente que hay alguna otra cosa. La magnetización
ordinaria es un verdadero tratamiento continuado, regular y metódico; pero hay
una completa diferencia. Casi todos los magnetizadores son aptos para curar si
saben conducirse convenientemente, mientras que en los médiums curanderos la
facultad es espontánea y aun algunos la poseen sin haber oído jamás hablar de
magnetismo. La intervención de un poder oculto, que constituye la mediumnidad,
viene a ser evidente en ciertas circunstancias; sobre todo cuando se considera
que la mayor parte de las personas que podemos con razón calificar de médiums
curanderos, acuden a la oración, que es una verdadera evocación.
(Véase
número131).
176.
He aquí las respuestas que han dado los Espíritus a las siguientes preguntas
que les hemos hecho con este objeto.
1.
Las personas dotadas de la potencia magnética ¿se pueden considerar como
formando una variedad de médiums?
"No
lo podéis dudar."
2.
Sin embargo el médium es un intermediario entre los Espíritus y el hombre;
luego el magnetizador tomando la fuerza de si mismo, no parece ser el
intermediario de ninguna potencia extraña?
"Esto
es un error, la potencia magnética reside, sin duda, en el hombre, pero se
aumenta con la acción de los Espíritus que llama en su ayuda. Si tú magnetizas
con la mira de curar, por ejemplo, y evocas a un buen Espíritu que se interese
por ti y por tu enfermo, aumenta tu fuerza y tu voluntad, dirige tu fluido y le
da las cualidades necesarias."
3.
Sin embargo, ¿no hay muy buenos magnetizadores que no creen en los Espíritus?
"¿Piensas,
acaso, que los Espíritus sólo obran sobre aquellos que creen en ellos? Los que
magnetizan para hacer bien son secundados por buenos Espíritus. Todo hombre que
tiene el deseo del bien, los llama sin pensarlo; del mismo modo que cuando el
deseo y las intenciones son malas, llama a los malos."
4.
El que teniendo la potencia creyese en la intervención de los Espíritus,
¿obraría más eficazmente?
"Haría
cosas que miraríais como milagros."
5.
¿Ciertas personas tienen verdaderamente el don de curar por el simple tacto,
sin el empleo de los pases magnéticos?
"Seguramente;
¿no tenéis de eso numerosos ejemplos?"
6.
En este caso, ¿hay acción magnética o solamente influencia de los Espíritus?
"Lo
uno y lo otro. Estas personas son verdaderos médiums, puesto que obran bajo la
influencia de los Espíritus, pero esto no es decir que sean médiums
escribientes como vosotros lo entendéis."
7.
¿Este poder puede transmitirse?
"El
poder, no; pero sí el conocimiento de las cosas necesarias para ejercerlo si lo
posee. Hay quien dudaría tener este poder, si no creía que se lo habían
transmitido."
8.
¿Pueden obtenerse curaciones con sólo la oración?
"Sí;
algunas veces, si Dios lo permite, pero podría suceder que al enfermo le
conviniese sufrir todavía, y entonces creéis que vuestra plegaria no es
escuchada."
9.
¿Hay para esto fórmulas de oraciones más eficaces las unas que las otras?
"La
superstición sola puede dar una virtud a ciertas palabras y sólo los Espíritus
ignorantes o mentirosos pueden concebir semejantes ideas prescribiendo
fórmulas. Sin embargo puede acontecer que para personas poco ilustradas e
incapaces de comprender las cosas puramente espirituales, el empleo de una
fórmula contribuya a darles confianza; en este caso no es la fórmula la que es
eficaz, sino la fe que se aumenta por la idea adherida al empleo de la
fórmula."
8.
Médiums pneumatógrafos
177.
Se da este nombre a los médiums aptos para obtener la escritura directa, lo que
no se permite a todos los médiums escribientes. Esta facultad es hasta ahora
bastante rara; probablemente se desarrolla con el ejercicio; pero, como lo
hemos dicho, su utilidad práctica se limita a una prueba patente de la
intervención de una potencia oculta en las manifestaciones. Sólo la experiencia
puede hacer conocer si se posee; se puede, pues, ensayar y además puede pedirse
a un Espíritu protector por los otros medios de comunicación. Según la mayor o
menor potencia del médium, se obtienen simples rasgos, signos, letras,
palabras, frases y aun páginas enteras. Ordinariamente basta colocar una hoja
de papel doblado en un paraje cualquiera, designado por el Espíritu, durante
diez minutos o un cuarto de hora, algunas veces, más. La oración y el
recogimiento son condiciones esenciales; por esto se puede mirar como imposible
el obtener nada en una reunión de personas poco formales, o que no estuviesen
animadas de sentimientos simpáticos y benévolos. (Véase la teoría de la
escritura directa, capítulo VIII, "Laboratorio del mundo invisible"
(números 127 y siguientes) y capítulo XII, "Pneuma-tografía").
Trataremos
de una manera especial de los médiums escribientes en los capítulos siguientes.
CAPÍTULO XV
MÉDIUMS ESCRIBIENTES O PSYCÓGRAFOS
Médiums mecánicos; intuitivos;
semi-mecánicos; inspirados o involuntarios; de presentimientos
178.
De todos los medios de comunicación, la escritura manual es el más sencillo, el
más cómodo y, sobre todo, el más completo. Hacia ese deben dirigirse todos los
esfuerzos, porque permite establecer con los Espíritus relaciones tan seguidas
y tan regulares como las que existen entre nosotros. Deben dedicarse a él con
mayor motivo porque por él los Espíritus revelan del mejor modo su naturaleza y
el grado de su perfección o de su inferioridad. Por la facilidad que tienen en
expresarse, nos hacen conocer sus pensamientos íntimos y nos ponen de este modo
en disposición de juzgarles y apreciarles en su valor. La facultad de escribir
por un médium es también la más susceptible de desenvolverse con el ejercicio.
Médiums
mecánicos
179.
Si se examinan ciertos efectos que se producen en los movimientos de la mesa,
de la cestita o de la tablita que escribe, no se puede dudar de una acción
ejercida directamente por el Espíritu sobre estos objetos. La cestita se agita
a veces con tanta violencia que escapa de las manos del médium; algunas veces
también se dirige hacia ciertas personas del círculo para golpearles; otras
veces sus movimientos atestiguan un sentimiento afectuoso. La misma cosa tiene
lugar cuando el lápiz está colocado en la mano; a menudo es lanzado a lo lejos
con fuerza, o bien la mano como la cestita se agita convulsivamente y golpea la
mesa con cólera, aun cuando el médium esté en la mayor calma y se admire de no
ser dueño de sí. Digamos, de paso, que estos efectos denotan siempre la
presencia de Espíritus imperfectos; los Espíritus realmente superiores están
constantemente tranquilos, son dignos y benévolos; si no se les escucha
convenientemente se retiran y otros toman su puesto. El Espíritu puede, pues,
expresar directamente su pensamiento, ya sea por el movimiento de un objeto,
del cual la mano del médium no es más que el punto de apoyo, ya sea por su
acción sobre la misma mano.
Cuando
el Espíritu obra directamente sobre la mano, da a ésta un impulso completamente
independiente de la voluntad. Marcha sin interrupción y a pesar del médium,
tanto como el Espíritu tiene alguna cosa que decir, deteniéndose cuando ha
concluido.
Lo
que caracteriza el fenómeno en esta circunstancia es que el médium no tiene la
menor conciencia de lo que escribe; la falta de conciencia absoluta en este
caso constituye lo que se llaman "médiums pasivos" o
"mecánicos". Esta facultad es preciosa, porque no puede dejar ninguna
duda sobre la independencia del pensamiento del que escribe.
Médiums
intuitivos
180.
La transmisión del pensamiento tiene también lugar por el intermediario del
Espíritu del médium, o mejor dicho de su alma, pues que nosotros designamos
bajo este nombre el Espíritu encarnado. El Espíritu extraño en este caso no
obra sobre la mano para hacerla escribir; no la tiene, no la guía; obra sobre
el alma con la cual se identifica.
El
alma, bajo este impulso, dirige la mano, y la mano dirige el lápiz. Observamos
aquí una cosa importante, a saber: que el Espíritu extraño no se sustituye al
alma, porque no podría desalojaría; la domina sin que lo sepa y le imprime su
voluntad. En esta circunstancia, el papel del alma no es absolutamente pasivo;
ella es la que recibe el pensamiento del Espíritu extraño y lo transmite. En
esta situación, el médium tiene la conciencia de lo que escribe, aunque esto no
sea su propio pensamiento; este es el que se llama "médium
intuitivo".
Se
dirá que si así sucede nada prueba que el que escribe sea antes bien un
Espíritu extraño que el del médium. La distinción es, en efecto, algunas veces
bastante difícil de hacer, pero puede acontecer que esto importe poco. Sin
embargo se puede reconocer el pensamiento sugerido en que nunca se ha concebido
anticipadamente; nace a medida que se escribe, y muchas veces es contrario a la
idea previa que uno se ha formado; también puede estar fuera de los
conocimientos y de la capacidad del médium.
El
oficio de médium mecánico es el de una máquina; el médium intuitivo obra como
lo haría un intérprete. Este, en efecto, para transmitir el pensamiento debe
comprenderle, apropiárselo de cierto modo a fin de traducirlo fielmente, y no
obstante no es su pensamiento; no hace más que atravesar su cerebro. Tal es,
exactamente, el papel del médium intuitivo.
Médiums
semi-mecánicos
181.
En el médium puramente mecánico el movimiento de la mano es independiente de la
voluntad; en el médium intuitivo, el movimiento es voluntario y facultativo. El
médium semi-mecánico participa de los otros dos, siente una impulsión dada a su
mano a pesar suyo, pero al mismo tiempo tiene conciencia de lo que escribe a
medida que se forman las palabras. En el primero, el pensamiento sigue al acto
de la escritura; en el segundo le precede; en el tercero le acompaña. Estos
últimos médiums son los más numerosos.
Médiums
inspirados
182.
Toda persona que ya sea en estado normal, ya sea en estado de éxtasis, recibe
por el pensamiento comunicaciones extrañas a sus ideas preconcebidas, puede
colocarse en la categoría de los médiums inspirados; como se ve, es una
variedad de la mediumnidad intuitiva, con la sola diferencia de que la
intervención de esta potencia oculta es todavía mucho menos sensible, porque en
el inspirado es aún más difícil de distinguir el pensamiento propio del que es
sugerido. Lo que caracteriza a este último, sobre todo, es la espontaneidad.
La
inspiración nos viene de los Espíritus que nos influyen en el bien o en el mal,
pero antes es la obra de aquellos que nos quieran bien, y cuyos consejos
dejamos de seguir muy a menudo; se aplica a todas las circunstancias de la
vida, en las resoluciones que debemos tomar; bajo este aspecto se puede decir
que todos son médiums, porque no hay persona que no tenga sus Espíritus
protectores y familiares que hacen todos sus esfuerzos para sugerir a sus
protegidos pensamientos saludables. Si nos penetráramos de esta verdad,
recurriríamos más a menudo a la inspiración de nuestro ángel guardián en los
momentos en que no sabemos qué decir o qué hacer. Que se le invoque con
"fervor" y "confianza" en caso de necesidad y nos
admiraremos de ideas que muchas veces surgirán como por encanto, ya sea que
debamos tomar un partido, ya sea que tenga que componerse alguna obra. Cuando
no acude ninguna idea es porque será preciso esperar. La prueba de que la idea
que sobreviene es extraña a uno mismo, es que si hubiera estado en nosotros
siempre hubiéramos sido dueños de ella y no habría motivo para que no se
manifestara cuando quisiéramos. El que no es ciego abre los ojos para ver
cuando quiere; del mismo modo aquel que tiene ideas en sí las tiene siempre a
su disposición; si no acuden como lo desea, es porque está obligado a tomarlas
en otra parte que en su propio fondo.
Se
pueden también colocar en esta categoría las personas que, sin estar dotadas de
una inteligencia fuera de lo vulgar, y sin salir del estado normal, tienen
rayos de una lucidez intelectual que les da momentáneamente una facilidad
desusada de concepción y elocución, y en ciertos casos el presentimiento de las
cosas futuras. En estos momentos que se llaman justamente de inspiración, las
ideas abundan, se siguen, se encadenan, por decirlo así, por ellas mismas y por
una impulsión involuntaria y casi febril; nos parece que una inteligencia
superior viene a ayudarnos, y que nuestro espíritu se desembaraza de un peso.
183.
Los hombres de genio en todos los géneros, artistas, sabios, literatos, son,
sin duda, Espíritus avanzados, capaces por si mismos de comprender y de
concebir grandes cosas; precisamente porque se les juzga capaces es por que los
Espíritus que quieren el cumplimiento de ciertos trabajos les sugieren las
ideas necesarias, y por esto muy a menudo son "médiums sin saberlo".
Tienen, no obstante, una vaga intuición de una existencia extraña, porque el
que recurre a la inspiración no hace otra cosa sino una evocación; si no espera
ser oído, por qué exclama tan a menudo: ¡Mi buen genio, ven en mi ayuda!
Las
respuestas siguientes confirman esta aserción.
-
¿Cuál es la causa primera de la inspiración?
"Espíritu
que se comunica por el pensamiento."
-
¿La inspiración sólo tiene por objeto la revelación de las grandes cosas?
"No,
tiene muchas veces relación con las circunstancias más ordinarias de la vida.
Por ejemplo, tú quieres ir a alguna parte, y una voz secreta te dice que no lo
hagas porque hay peligro para ti; o bien te dice que hagas una cosa en la cual
tú no pensabas, esto es la inspiración. Hay muy pocas personas que no hayan
sido más o menos inspiradas en ciertos momentos."
-
Un autor, un pintor, un músico, por ejemplo, en los momentos de inspiración,
¿podrían ser considerados como médiums?
"Sí;
porque en estos momentos su alma es más libre y está como separada de la
materia; recobra una parte de sus facultades de Espíritu y recibe más
fácilmente las comunicaciones de los otros Espíritus que le inspiran."
Médiums
de presentimientos
184.
El presentimiento es una intuición vaga de las cosas futuras. Ciertas personas
tienen esta facultad más o menos desenvuelta; pueden deberla a una especie de
doble vista que les permite entrever las consecuencias de las cosas presentes y
la filiación de los acontecimientos; pero a menudo también es el hecho de
comunicaciones ocultas, y en este caso, sobre todo, es cuando podemos dar el
nombre de "médiums de presentimientos" a los que están dotados de
ella y son una variedad de los "médiums inspirados".
CAPÍTULO XVI
MÉDIUMS ESPECIALES
Aptitudes especiales de los médiums. -
Cuadro sinóptico de las diferentes variedades de médiums
185.
Además de las categorías de médiums que acabamos de enumerar, presenta la
mediumnidad una variedad infinita de grados que constituyen lo que se llama
médiums especiales, y que dependen de las aptitudes particulares todavía no
definidas, hecha abstracción de las cualidades y de los conocimientos del
Espíritu que se manifiesta.
La
naturaleza de las comunicaciones siempre es relativa a la naturaleza del
Espíritu, y lleva el sello de su elevación o de su inferioridad, de su saber o
de su ignorancia; pero con mérito igual, al punto de vista jerárquico, hay
incontestablemente en él una propensión a ocuparse de una cosa antes que de
otra; los Espíritus golpeadores, por ejemplo, no salen casi de las
manifestaciones físicas; y entre los que dan manifestaciones inteligentes hay
Espíritus poetas, músicos, dibujantes, moralistas, sabios, médicos, etcétera.
Hablamos de los Espíritus de un orden mediano porque llegados a cierto grado,
las aptitudes se confunden en la unidad de la perfección. Pero al lado de la
aptitud del Espíritu hay la del médium, que es para él un instrumento más o
menos cómodo, más o menos flexible, y en el cual descubre cualidades
particulares que nosotros no podemos apreciar.
Pongamos
una comparación: un músico muy hábil tiene a su disposición muchos violines,
que para los demás todos serán muy buenos instrumentos, pero entre los cuales
el artista consumado hace gran diferencia; encuentra en éstos graduaciones de
una delicadeza extrema que le harán escoger los unos y rechazar los otros,
graduaciones que comprende por intuición, pero que no puede definirlas. Lo
mismo sucede respecto de los médiums: a cualidades iguales en la potencia
medianímica; el Espíritu dará la preferencia al uno o al otro, según la clase
de comunicación que quiere dar. Por ejemplo, hay personas que son médiums y
escriben como tales admirables poesías, aunque en las condiciones ordinarias
ellas no hayan podido ni sabido jamás hacer versos; otras, al contrario, que
son poetas, y que como médiums no han podido nunca escribir más que prosa, a
pesar de su deseo. Lo mismo sucede en cuanto al dibujo, música, etcétera. Hay
algunos que, sin tener por si mismos conocimientos científicos, tienen una
aptitud más particular para recibir comunicaciones sabias; otros son para los
estudios históricos; otros sirven más fácilmente de intérpretes para los
Espíritus moralistas; en una palabra, cualquiera que sea la flexibilidad del
médium, las comunicaciones que recibe con más facilidad tienen, generalmente,
un carácter especial; los hay también que no salen de cierto círculo de ideas y
cuando se apartan de éste sólo tienen comunicaciones incompletas, lacónicas y
muchas veces falsas. Fuera de las causas de aptitud, los Espíritus se comunican
también con más o menos voluntad por tal o cual intermediario,
según
sus simpatías; así es que en condiciones iguales, el mismo Espíritu será mucho
más explícito con ciertos médiums, sólo porque les convienen mejor.
Estaríamos,
pues, en el error si, por sólo tener a mano un buen médium, aunque tuviese la
mayor facilidad en escribir, creyéramos obtener por él comunicaciones buenas y
de todas clases. La primera condición es, sin contradicción, el asegurarse del
origen de que dimanan, esto es, de las cualidades del Espíritu que las
transmite; pero no es menos necesario el atender a las cualidades del
instrumento que se da al Espíritu; es preciso, pues, estudiar la naturaleza del
médium, como se estudia la naturaleza del Espíritu, porque estos son dos
elementos esenciales para obtener un resultado satisfactorio. Hay un tercero
que hace en eso un papel igualmente importante: es la intención, el pensamiento
íntimo, el sentimiento más o menos laudable de aquel que interroga; y esto se
concibe: "Para que una comunicación sea buena, es menester que emane de un
Espíritu bueno; para que este buen Espíritu pueda transmitirla, le es necesario
un buen instrumento; para que
quiera
transmitirla es preciso que el objeto le convenga". El Espíritu que lee en
el pensamiento juzga si la pregunta que se le propone merece una respuesta
formal, y si la persona que la dirige es digna de recibirla; en caso contrario,
no pierde su tiempo en sembrar buenos granos en las piedras, y entonces es
cuando los Espíritus ligeros y burlones se dan prisa, porque se ocupan poco de
la verdad, les tienen sin cuidado y generalmente son muy poco escrupulosos en
cuanto al objeto y medios que emplean.
Resumimos
aquí los principales géneros de mediumnidad, a fin de presentar, de algún modo,
el cuadro sinóptico, comprendiendo los que ya hemos descrito en los capítulos
precedentes, indicando los números en que se trata de ellos con más detalles.
Hemos
agrupado las diferentes variedades de médiums por analogías de causas y
efectos, sin que esta clasificación nada tenga de absoluta. Algunas se vuelven
a encontrar frecuentemente; otras, al contrario, son raras y aun excepcionales,
lo que tenemos cuidado de mencionar. Estas últimas indicaciones nos las han
suministrado los Espíritus, que también han revisado este cuadro con un cuidado
muy particular, y lo han completado por numerosas observaciones y nuevas
categorías de tal modo que podemos decir que todo es obra suya. Hemos indicado
por comillas sus observaciones textuales, cuando hemos creído que debían llamar
la atención. En su mayoría son de "Erasto" y de "Sócrates".
187.
Se pueden dividir los médiums en dos grandes categorías.
Los
MÉDIUMS DE EFECTOS FÍSICOS: los que tienen el poder de provocar efectos
materiales o manifestaciones ostensibles (Núm. 160).
Los
MÉDIUMS DE EFECTOS INTELECTUALES: los que son más especialmente a propósito
para recibir y para transmitir las comunicaciones inteligentes. (Núms. 65 y
siguientes).
Todas
las otras variedades participan más o menos directamente de la una o de la otra
de estas dos categorías, algunas tienden a las dos. Si se analizan los
diferentes fenómenos producidos, bajo la influencia medianímica, se verá que en
todos hay un efecto físico, y que a los efectos físicos se junta lo más a
menudo un efecto inteligente.
El
límite entre los dos es algunas veces difícil de establecer, pero de esto no se
deduce ninguna consecuencia. Comprendemos bajo la denominación de "médiums
de efectos intelectuales" los que pueden más especialmente servir de
intermediarios para las comunicaciones regulares y seguidas. (Número 133).
188.
Variedades comunes a todas las clases de mediumnidad
"Médiums
sensitivos": personas susceptibles de sentir la presencia de los Espíritus
por una impresión general o local, vaga o material. La mayor parte distingue
los Espíritus buenos o malos en la naturaleza de la impresión. (Núm. 164).
"Los
médiums delicados y muy sensitivos deben abstenerse de las comunicaciones con
los Espíritus violentos, o cuya impresión es penosa a causa de la fatiga que de
ello resulta".
"Médiums
naturales o inconscientes": los que producen los fenómenos
espontáneamente, sin ninguna participación de la voluntad, y lo más a menudo
sin saberlo. (Núm. 161).
"Médiums
facultativos o voluntarios": los que tienen el poder de provocar los
fenómenos por un acto de su voluntad. (Núm. 160).
"Cualquiera
que sea esta voluntad nada pueden si los Espíritus se niegan; lo que prueba la
intervención de un poder extraño".
189.
Variedades especiales para los efectos físicos "Médiums golpeadores":
aquellos bajo cuya influencia se producen los ruidos y los golpes. Variedad muy
común con o sin la voluntad.
"Médiums
motores": los que producen el movimiento de los cuerpos inertes. Muy
comunes. (Núm. 61).
"Médiums
de traslaciones y de suspensiones": los que producen la traslación aérea y
la suspensión de los cuerpos inertes en el espacio sin punto de apoyo. Los hay
que pueden elevarse por sí mismos. Más o menos raros, según el desarrollo del
fenómeno; muy raros en el último caso. (Números 75 y siguientes; núm. 80).
"Médiums
de efectos musicales": provocan el que se toque ciertos instrumentos sin
contacto. Muy raros. (Número 74, pregunta 24).
"Médiums
de apariciones": los que pueden provocar apariciones fluídicas o
tangibles, visibles para los asistentes. Muy excepcionales. (Núm. 100; pregunta
27; número 104).
"Médiums
de aportes": los que pueden servir de auxiliares a los Espíritus para
aportar objetos materiales. Variedad de los médiums motores y de traslaciones.
Excepcionales. (Núm. 96).
"Médiums
nocturnos": los que no obtienen ciertos efectos físicos sino en la
oscuridad. He aquí la contestación de un Espíritu a la pregunta de saber si se
pueden considerar estos médiums como formando una variedad.
"Se
puede, ciertamente, hacer de estos médiums una especialidad, pero este fenómeno
depende antes de las condiciones ambientes, que de la naturaleza del médium o
de los Espíritus; debo añadir que algunos escapan de esta influencia del
centro, y que la mayor parte de los médiums nocturnos podrían llegar, con la
práctica a ejercer su facultad, tanto en la luz como en la oscuridad. Esta
variedad de médiums es poco numerosa; y es preciso advertir que a favor de
estas condiciones que deja toda libertad para el empleo de los trucos, de la
ventriloquía y de los cañones acústicos, los charlatanes han abusado muy a
menudo de la credulidad, haciéndose pasar por médiums a fin de recoger escudos.
Pero ¿qué importa? Los titiriteros caseros, así como los callejeros, serán
descubiertos cruelmente, y los Espíritus les probarán que no se hace bien
inmiscuyéndose en sus obras. Sí, lo repito: a ciertos charlatanes se les dará
en los dedos de una manera muy ruda para disgustarles del oficio de falsos
médiums. Por otra parte todo esto sólo durará algún tiempo.
ERASTO."
"Médiums
pneumatógrafos": los que obtienen la escritura directa. Fenómeno muy raro,
y sobre todo muy fácil de imitar por la truhanería. (Núm. 177).
Observación.
- Los Espíritus han insistido contra nuestra opinión, para colocar la escritura
directa entre los tenómenos de orden físico, por la razón, dicen, de que:
"Los efectos inteligentes son aquellos por los cuales el Espíritu se sirve
de los materiales cerebrales del médium, no estando en este caso la escritura
directa; la acción del médium es en esto del todo material, mientras que en el
médium escribiente, aún completamente mecánico, el cerebro hace siempre un
papel activo.
"Médiums
curanderos": los que tienen el poder de curar o de aliviar por la
imposición de las manos o de la oración.
"Esta
facultad no es esencialmente medianímica, pertenece a todos los verdaderos
creyentes, ya sean médiums o no; a menudo sólo es una exaltación de la potencia
magnética fortificada en caso de necesidad por el concurso de los buenos
Espíritus". (Número 175).
"Médiums
excitadores": personas que tienen el poder de desenvolver en los otros,
por su influencia, la facultad de escribir
"Más
bien es un efecto magnético que un hecho de mediumnidad propiamente dicho,
porque nada prueba la intervención de un Espíritu. En todos los casos pertenece
al orden de los efectos físicos". (Véase el capítulo de "la formación
de los médiums").
190.
Médiums especiales para los efectos intelectuales. –Aptitudes diversas
"Médiums
auditivos": los que oyen a los Espíritus. Bastante comunes. (Núm. 165).
"Hay
muchos que se figuran oír lo que no está sino en su imaginación".
"Médiums
parlantes": los que hablan bajo la influencia de los Espíritus. Bastante
comunes. (Núm. 166).
"Médiums
videntes": los que ven a los Espíritus en estado de vigilia o despiertos.
La
vista accidental y fortuita de un Espíritu en una circunstancia particular es
bastante frecuente; pero la vista habitual o facultativa de los Espíritus sin
distinción, es excepcional. (Número 167).
"Es
una aptitud a la cual se opone el estado actual de los órganos; por esto es
útil el no creer siempre bajo palabra a los que dicen ver a los
Espíritus".
"Médiums
inspirados": aquellos cuyos pensamientos son sugeridos por los Espíritus,
lo más frecuente sin saberlo, ya sea para los actos ordinarios de la vida, ya
sea para los grandes trabajos de la inteligencia. (Número 182).
"Médiums
de presentimientos": personas que en ciertas circunstancias tienen una
vaga intuición de las cosas futuras vulgares. (Núm. 184).
"Médiums
proféticos": variedad de los médiums inspirados o de presentimientos;
reciben con el permiso de Dios y con más precisión que los médiums de
presentimientos la revelación de las cosas futuras de un interés general, y que
están encargados de hacer conocer a los hombres para su instrucción.
"Si
hay verdaderos profetas hay muchos más de falsos, que toman los sueños de su
imaginación por revelaciones, cuando no son embrollones que se hacen pasar por
tales por ambición". (Véase el Libro de los Espíritus, núm. 624,
caracteres del verdadero profeta).
"Médiums
sonámbulos": los que en estado de sonambulismo están asistidos por los
Espíritus (Núm. 172).
"Médiums
extáticos": los que en estado de éxtasis reciben revelaciones de parte de
los Espíritus.
"Muchos
extáticos son el juguete de su propia imaginación y de los Espíritus mentirosos
que aprovechan su exaltación. Los que merecen una entera confianza son muy
raros".
"Médiums
pintores y dibujantes": los que pintan o dibujan bajo la influencia de los
Espíritus. Nosotros hablamos de aquellos que obtienen cosas serias, porque no
se podría dar este nombre a ciertos médiums que los Espíritus burlescos les
hacen dibujar cosas grotescas que desaprobaría el último aprendiz.
Los
Espíritus ligeros son imitadores. En la época que aparecieron los notables
dibujos de Júpiter, salieron gran número de pretendidos médiums dibujantes, con
los cuales los Espíritus burlones se divertieron en hacerles las cosas más
ridículas. Uno de ellos, entre otros, queriendo eclipsar los dibujos de
Júpiter, al menos por la dimensión ya que no por la calidad, hizo dibujar a un
médium un monumento que ocupaba un gran número de hojas, hasta alcanzar la
altura de dos pisos. Muchos otros hicieron titulados retratos que eran
verdaderas caricaturas. ("Revista Espiritista", agosto de 1858).
"Médiums
músicos": los que ejecutan, componen o escriben música bajo la influencia
de los Espíritus. Hay médiums músicos, mecánicos, semi-mecánicos, intuitivos e
inspirados, como para las comunicaciones literarias. (Véase médiums de efectos
musicales).
VARIEDADES
DE LOS MEDÍUMS ESCRIBIENTES
191.
1º Según el modo de ejecución
"Médiums
escribientes o psycógrafos": los que tienen la facultad de escribir ellos
mismos, bajo la influencia de los Espíritus.
"Médiums
escribientes mecánicos": aquellos cuya mano recibe una impulsión
involuntaria, y que no tienen ninguna conciencia de lo que escriben. Muy raros.
(Número 179).
"Médiums
semi-mecánicos": aquellos cuya mano marcha involuntariamente, pero que
tienen la conciencia instantánea de las palabras o de las frases a medida que
escriben. Los más comunes. (Núm. 181).
"Médiums
intuitivos": aquellos a quienes los Espíritus se comunican por el
pensamiento y cuya mano es guiada por la voluntad. Difieren de los médiums
inspirados en que estos últimos no tienen necesidad de escribir, mientras que
el médium intuitivo escribe el pensamiento que le es sugerido instantáneamente
sobre un asunto determinado y provocado. (Núm. 180).
"Estos
son muy comunes, pero también muy sujetos al error, porque muchas veces no
pueden discernir lo que proviene de los Espíritus o de ellos mismos."
"Médiums
polígrafos": aquellos cuya escritura cambia con el Espíritu que se
comunica, o que son aptos para reproducir la escritura que el Espíritu tenía en
vida. El primer caso es muy ordinario; el segundo, el de la identidad de la
escritura, es más raro. (Número 219).
"Médiums
políglotas": los que tienen la facultad de hablar o de escribir en lenguas
que le son extrañas. Muy raros.
"Médiums
iletrados": los que escriben como médiums, sin saber leer ni escribir en
el estado ordinario.
"Más
raros que los precedentes; hay más grandes dificultades materiales que
vencer".
192.
2º Según el desarrollo de la facultad
"Médiums
novicios": aquellos cuyas facultades no están todavía completamente
desarrolladas y les falta la experiencia necesaria.
"Médiums
improductivos": los que no llegan a obtener sino cosas insignificantes,
monosílabos, rasgos o letras sin sentido. (Véase el capítulo de "la
formación de los médiums").
"Médiums
hechos o formados": son aquellos cuyas facultades medianímicas están
completamente desarrolladas que transmiten las comunicaciones que reciben con
facilidad, prontitud y sin vacilación. Se concibe que este resultado no puede
obtenerse sino con la práctica, mientras que en los médiums novicios las
comunicaciones son lentas y difíciles.
"Médiums
lacónicos": aquellos cuyas comunicaciones, aunque fáciles, son breves y
sin desarrollo.
"Médiums
explícitos": las comunicaciones que reciben tienen toda la amplitud y
extensión que se puede esperar de un escritor consumado.
"Esta
aptitud depende de la expansión y de la facilidad de combinación de los
fluidos; los Espíritus los buscan para tratar los asuntos que traen grandes
desenvolvimientos."
"Médíums
experimentados": la facilidad de ejecución es un asunto de práctica que se
adquiere muchas veces en poco tiempo, mientras que la experiencia es el
resultado de un estudio serio de todas las dificultades que se presentan en la
práctica del Espiritismo. La experiencia da al médium el tacto necesario para
apreciar la naturaleza de los Espíritus que se manifiestan, juzgar sus
cualidades buenas o malas por las señales más minuciosas, discernir la
bellaquería de los Espíritus mentirosos que se abrigan bajo las apariencias de
la verdad. Se comprende fácilmente la importancia de esta cualidad, sin la cual
todas las otras son sin utilidad real; lo malo es que muchos médiums confunden
la experiencia, fruto del estudio, con la aptitud, producto de la organización;
se creen maestros con título porque escriben fácilmente; repudian todos los
consejos y vienen a ser la presa de los Espíritus mentirosos e hipócritas que
captan la voluntad lisonjeando su orgullo. (Véase más adelante el capitulo de
la "obsesión").
"Médiums
flexibles": aquellos cuya facultad se presta más fácilmente a los diversos
géneros de comunicaciones, y por los cuales casi todos los Espíritus pueden
manifestarse espontáneamente o por evocación. "Esta variedad de médiums es
muy parecida a los médiums sensitivos."
"Médiums
exclusivos": aquellos por los cuales un Espíritu se manifiesta con
preferencia, y aun con exclusión de todos los otros, y responde por aquellos
que se llaman por el intermedio del médium.
''Esto
depende siempre de un efecto de flexibilidad; cuando el Espíritu es bueno,
puede adherirse al médium por simpatía y con un fin laudable; cuando es malo es
siempre con el objeto de poner al médium bajo su dependencia. Esto es más bien
un defecto que una cualidad, y muy vecino de la obsesión." (Véase el
capitulo de la obsesión).
"Médiums
de evocaciones": los médiums flexibles son naturalmente los más propios a
este género de comunicación y a las preguntas de detalle, que se pueden dirigir
a los Espíritus. Hay bajo este aspecto médiums del todo especiales.
"Sus
respuestas se encierran casi siempre en un cuadro restringido, incompatible con
el desarrollo de los asuntos generales."
"Médiums
de dictados espontáneos": reciben con preferencia comunicaciones
espontáneas de parte de los Espíritus que se presentan sin ser llamados. Cuando
esta facultad es especial en un médium, es difícil y aun imposible algunas
veces hacer una evocación por su conducto.
"Sin
embargo tienen mejores instrumentos que los del grado precedente.
Comprended
que por instrumentos se entienden aquí los materiales cerebrales, porque es
menester muchas veces, mejor dicho, siempre, mayor suma de inteligencia para
los dictados espontáneos que para las evocaciones. Entended por dictados
espontáneos los que merecen verdaderamente este nombre, y no algunas frases
incompletas o algunos pensamientos vulgares que se encuentran en todas las
cabezas humanas."
3º
Según el género y la especialidad de las comunicaciones
"Médiums
versificadores": obtienen más fácilmente que otros comunicaciones
versificadas. Bastante comunes para los malos versos; muy raros para los
buenos.
"Médiums
poéticos": sin obtener versos, las comunicaciones que reciben tienen
alguna cosa de vaporoso, de sentimental; nada demuestra la rudeza; son más
propios que otros para la expresión de los sentimientos tiernos y afectuosos.
Todo es vaguedad y sería inútil pedirles nada preciso. Muy comunes.
"Médiums
positivos": Sus comunicaciones tienen, en general, un carácter de limpieza
y de precisión que se presta voluntariamente a los detalles circunstanciados, a
las noticias exactas. Bastante raros.
"Médiums
literarios": no tienen ni la vaguedad de los médiums poéticos ni la
cautela de los médiums positivos; pero disertan con facilidad; su estilo es
correcto, elegante y a menudo de una notable elocuencia.
"Médiums
incorrectos": pueden obtener muy buenas cosas, pensamientos de una
moralidad irreprochable, pero su estilo es difuso, incorrecto, sobrecargado de
repeticiones y de términos impropios.
"La
incorrección material de estilo depende generalmente de la falta de cultura
intelectual del médium, que no es para el Espíritu un buen instrumento bajo
este aspecto.
El
Espíritu da a eso poca importancia; para él el pensamiento es la cosa esencial,
y os deja libre de darle la forma conveniente. No sucede así con las ideas
falsas e ilógicas que puede encerrar una comunicación; éstas son siempre un
indicio de la inferioridad del Espíritu que se manifiesta."
"Médiums
historiadores": los que tienen una aptitud especial para el desarrollo de
los hechos históricos. Esta facultad, como todas las otras, es independiente de
los conocimientos del médium, porque se ven gentes sin instrucción, y aun
niños, tratar de asuntos muy superiores a su alcance. Variedad rara de los
médiums positivos.
"Médiums
científicos": nosotros no decimos "sabios", porque pueden ser
muy ignorantes; y, no obstante esto, son más especialmente propios para las
comunicaciones relativas a las ciencias.
"Médiums
medicinantes": su especialidad es el servir más fácilmente de intérpretes
a los Espíritus para las prescripciones medicinales. Es preciso no confundirlos
con los "médiums curanderos", porque absolutamente no hacen más que
transmitir el pensamiento del Espíritu, y no tienen por si mismos ninguna
influencia.
Bastante
comunes.
"Médíums
religiosos": reciben más especialmente comunicaciones de un carácter
religioso o que tratan la cuestión de religión, no obstante sus creencias y sus
costumbres.
"Médíums
filósofos y moralistas": sus comunicaciones tienen generalmente por objeto
las cuestiones de moral y de alta filosofía. Muy comunes para la moral.
"Todas
estas diferencias, son variedades de las aptitudes de los buenos médiums. En
cuanto a aquellos que tienen una aptitud especial para ciertas comunicaciones
científicas, históricas, medicinales u otras, fuera de su alcance actual, estad
persuadidos que han poseído estos conocimientos en otra existencia, y que han
quedado en ellos en estado latente; forman parte de los materiales cerebrales
necesarios al Espíritu que se manifiesta, éstos son los elementos que le
facilitan el camino para comunicar sus propias ideas porque estos médiums son
para él instrumentos más inteligentes y más flexibles que lo seria uno que
fuese tosco - ERASTO."
"Médiums
de comunicaciones triviales y obscenas": estas palabras, indican el género
de comunicaciones que ciertos médiums reciben de costumbre, y la naturaleza de
los Espíritus que las hacen. Cualquiera que haya estudiado el mundo espiritista
en todos los grados de la escala, sabe que los hay en ésta cuya perversidad
iguala a los hombres más depravados y que se complacen en expresar sus
pensamientos en los términos más groseros. Otros, menos abyectos, se contentan
con expresiones triviales. Se comprende que estos médiums deben tener el deseo
de librarse de la preferencia que estos Espíritus les conceden, y que deben
tener envidia de aquellos que en las comunicaciones que reciben no han tenido
jamás una palabra malsonante.
Sería
preciso una extraña aberración de ideas y haberse divorciado con el buen
sentido, para creer que semejante lenguaje pudiese ser el hecho de buenos
Espíritus.
194.
4º Según las cualidades físicas del médium
"Médiums
tranquilos": escriben siempre con cierta lentitud y sin probar la menor
agitación.
"Médiums
veloces": escriben con una rapidez más grande que podrían hacerlo
voluntariamente en el estado ordinario. Los Espíritus se comunican a ellos con
la prontitud del rayo; se diría que hay en los mismos una superabundancia de
fluido que les permite identificarse instantáneamente con el Espíritu. Esta
cualidad tiene algunas veces su inconveniente, y es que la rapidez de la
escritura hace a ésta muy difícil de leerse por cualquier otro que no sea el
médium.
"Es
también muy fatigosa, porque hace gastar demasiado fluido inútilmente."
"Médiums
convulsivos": están en un estado de sobreexcitación casi febril; su mano,
y algunas veces toda su persona está agitada de un temblor que no pueden
dominar. La primera causa de esto se halla, sin duda, en la organización, pero
depende también mucho de la naturaleza de los Espíritus que se comunican con
ellos; los Espíritus buenos v benévolos hacen siempre una impresión dulce y
agradable; los malos, al contrario, la hacen penosa.
"Es
preciso que estos médiums no se sirvan sino raras veces de su facultad
medianímica, cuyo uso demasiado frecuente podría afectar su sistema
nervioso."
(Capitulo
de la "Identidad", distinción de los buenos y de los malos
Espíritus).
195.
5º Según las cualidades morales del médium
Hacemos
de ellas una mención ligera, para memoria y como para completar el cuadro,
atendido que serán desenvueltas más adelante en los capítulos especiales:
"De la influencia moral de los médiums, de la obsesión, de la identidad de
los Espíritus" y otros, sobre los cuales llamamos particularmente la
atención; se verá la influencia que las cualidades y las irregularidades de los
médiums pueden ejercer sobre la seguridad de las comunicaciones, y cuáles son
aquellos que se pueden con razón considerar como "médiums
imperfectos" o "buenos médiums."
196.
Médiums imperfectos
"Médiums
poseídos": los que no pueden desembarazarse de Espíritus importunos y
mentirosos, pero que no se dejan engañar.
"Médiums
fascinados": los que son embaucados por Espíritus embusteros y se hacen
ilusión sobre la naturaleza de las comunicaciones que reciben.
"Médiums
subyugados": los que sufren una dominación moral y muchas veces material
de parte de los malos Espíritus.
"Médiums
ligeros": los que no toman su facultad a lo serio, y no se sirven de ella
sino por diversión o por cosas fútiles.
"Médiurns
indiferentes": los que no sacan ningún provecho moral de las instrucciones
que reciben y no modifican en nada su conducta y sus costumbres.
"Médiums
presuntuosos": los que tienen la pretensión de estar solos en relación con
los Espíritus superiores.
Creen
en su infalibilidad y miran como inferior y erróneo todo lo que no viene de
ellos.
"Médiums
orgullosos": los que tienen vanidad de las comunicaciones que reciben;
creen no tener ya nada que aprender en Espiritismo, y no toman para ellos las
lecciones que reciben a menudo de parte de los Espíritus. Estos no se contentan
con las facultades que poseen: quieren tenerlas todas.
"Médíums
susceptibles": variedad de los médiums orgullosos; se resienten de las
críticas de que pueden ser objeto sus comunicaciones; se enojan de la menor
contrariedad, y si enseñan lo que obtienen es para hacerlo admirar y no para
pedir pareceres. Generalmente toman aversión a las personas que no les aplauden
sin reserva, y desertan de las reuniones en que no pueden imponerse y dominar.
"Dejadíes
que se pavoneen en otra parte y que busquen oídos más complacientes, o que se
retiren en el aislamiento; las reuniones que se privan de su presencia no
pierden mucho. -ERASTO."
"Médiums
mercenarios": los que explotan su facultad.
"Médiums
ambiciosos": los que sin poner a precio sus facultades esperan sacar de
ellas alguna ventaja.
"Médiums
de mala fe": los que teniendo facultades reales simulan las que no tienen
para darse importancia. No se puede dar el título de médium a las personas que
no teniendo ninguna facultad medianímica no producen más efectos que los de la
impostura.
"Médiurns
egoístas": los que no se sirven de su facultad sino para su uso personal,
y guardan para ellos las comunicaciones que reciben.
"Médiums
celosos": los que ven con despecho otros médiums mejor apreciados que les
son superiores.
Contra
todas esas malas cualidades hay también otras que son buenas.
197.
Buenos médiums
"Médiums
formales": los que no se sirven de su facultad sino para el bien y para
cosas verdaderamente útiles; creerían profanarla haciéndola servir para la
satisfacción de los curiosos y de los indiferentes o para fruslerías.
"Médiums
modestos": los que no se hacen ningún mérito de las comunicaciones que
reciben por buenas que sean; se consideran como extraños a ellas y no se creen
al abrigo de las mixtificaciones. Lejos de huir de los consejos desinteresados,
os solicitan.
"Médiums
desinteresados": los que comprenden que el verdadero médium tiene una
misión que cumplir, y debe, cuando sea necesario, sacrificar sus gustos, sus
costumbres, sus placeres, su tiempo y aun sus intereses materiales al bien de
los otros.
"Médiums
seguros": los que además de la facilidad de ejecución merecen la mayor
confianza por su propio carácter, la naturaleza elevada de los Espíritus por
quienes están asistidos, y que son los menos expuestos a ser engañados. Veremos
más adelante que esta seguridad no
depende de ningún modo de los nombres más o menos respetables que toman los
Espíritus.
"Bien
conocéis que es incontestable que el censurar así las cualidades y las
irregularidades de los médiums, suscitará contrariedades y aun animosidades en
algunos; ¿pero qué importa? la mediumnidad se extiende de día en día más y el
médium que tomara a mal estas reflexiones, probaría que no es buen médium; esto
es, que está asistido por malos Espíritus. Por otra parte, como lo he dicho,
todo esto sólo durará algún tiempo, y los malos médiums, los que abusan o hacen
mal uso de sus facultades, sufrirán tristes consecuencias, como esto ha
acontecido ya para algunos; aprenderán a sus costas lo que cuesta el hacer
volver en provecho de sus pasiones terrestres un don que Dios no les había
concedido sino para su adelantamiento moral. Si no podéis volverles a conducir
al buen camino, compadecedles, que, puedo decíroslo, son réprobos de Dios. -
ERASTO."
"Este
cuadro es de gran importancia, no solamente para los médiuns sinceros que
buscarán de buena fe, leyéndole, se preservarán de los escollos a que están
expuestos; también para todos aquellos que se sirven de médiums, porque él les
dará la medida de lo que pueden racionalmente esperar de ellos.
Debería
estar constantemente bajo la vista de cualquiera que se ocupe de las
manifestaciones, lo mismo que la "escala espiritista", de la cual es
el complemento; estos dos cuadros resumen todos los principios de la doctrina,
y contribuirán más que lo creéis a conducir al Espiritismo a su verdadero
camino. - SÓCRATES."
198.
Todas estas variedades de médiums presentan grados infinitos en su intensidad;
hay muchos de estos que no constituyen propiamente hablando más que matices,
pero que no dejan de ser el hecho de aptitudes especiales. Se concibe que debe
ser bastante raro que la facultad de un médium se halle rigurosamente
circunscrita a un sólo género; el mismo médium puede, sin duda, tener muchas
aptitudes, pero siempre hay una que domina, y es la que se debe procurar
cultivar si es útil. Es un mal grave el esforzarse en el desarrollo de una
facultad cuando no se posee; es preciso cultivar todas aquellas cuyo germen se
reconoce en sí mismo; pero buscar las otras es, desde luego, perder el tiempo,
y en segundo lugar perder, quizá, o seguramente debilitar aquellas de que se
está dotado.
"Cuando
el principio, el germen de una facultad existe, se manifiesta siempre por
señales nada equívocas. Encerrándose en su especialidad, puede el médium
descollar y obtener cosas grandes y hermosas; ocupándose todo no obtendrá nada
bueno.
Observad
de paso que el deseo de extender indefinidamente el circulo de sus facultades
es una pretensión orgullosa que los Espíritus no dejan nunca impune; los buenos
abandonan siempre al presuntuoso que viene a ser así el juguete de los
Espíritus mentirosos. Desgraciadamente no es raro el ver médiums que no están
contentos de los dones que han recibido, y aspiran, por amor propio o ambición,
a poseer facultades excepcionales propias para hacerlas notables; esta
pretensión les quita la cualidad más preciosa: la de los "médiums seguros."
-SÓCRATES."
199.
El estudio de la especialidad de los médiums es necesario no sólo para éstos,
sino también para el evocador. Según la naturaleza del Espíritu que se desea
llamar y las preguntas que se le quiere dirigir, conviene elegir el médium más
apto para la cosa; dirigirse al primero que viene es exponerse a respuestas
incompletas o erróneas. Pongamos una comparación en los hechos usuales. No se
confiará una redacción ni una simple copia al primero que llega porque sabe
escribir Un músico quiere hacer ejecutar un trozo de canto de su composición;
tiene a su disposición muchos cantantes, todos hábiles; sin embargo no los
tomará al azar; elegirá por intérprete suyo aquel cuya voz, la expresión, en
una palabra, todas las cualidades, respondan mejor a la naturaleza del trozo.
Los Espíritus hacen lo mismo respecto de los médiums, y nosotros debemos hacer
como los Espíritus.
Es
de observar, además, que las diferencias que presenta la mediumnidad, y a las
cuales se podrían todavía añadir otras, no están siempre en relación con el
carácter del médium; así, por ejemplo, un médium naturalmente alegre y jovial
puede tener habitualmente comunicaciones graves, aun severas, y
"viceversa"; esto es también una prueba evidente que él obra bajo el
impulso de una influencia extraña. Volveremos sobre este objeto en el capitulo
que trata de la "Influencia moral del médium."
CAPÍTULO XVII
FORMACIÓN DE LOS MÉDIUMS
Desarrollo de la mediumnidad. Cambio de
escritura. -Pérdida
y suspensión de la mediumnidad
Desarrollo de la mediumnidad
200.
Nos ocuparemos especialmente aquí de los médiums escribientes, porque es la
clase de mediumnidad más extendida y además porque es, a la vez, la más
sencilla, la más cómoda, la que da los resultados más satisfactorios y más
completos; es, también, la que todos ambicionan. Desgraciadamente no hay hasta
ahora ningún diagnóstico que pueda indicar siquiera aproximadamente que se
posee esta facultad; las señales físicas en las cuales ciertas personas han
creído ver indicios, no tienen nada de cierto. Se la encuentra en los niños y
en los viejos, en los hombres y en las mujeres, cualquiera que sea su
temperamento, el estado de salud y el grado de desarrollo intelectual y moral.
Sólo
hay un medio de acreditar la existencia, que es el ensayo.
Se
puede obtener la escritura, como lo hemos visto por medio de las cestitas y
tablitas, o directamente con la mano; siendo más fácil este último modo, y se
puede decir el único empleado hoy día, es el que aconsejamos con preferencia.
El procedimiento es de los más sencillos; consiste únicamente en tomar un lápiz
y papel y colocarse en la posición de una persona que escribe, sin otra
preparación; pero para tener un buen éxito son dispensables muchas
recomendaciones.
201.
Como disposición material recomendamos el evitar todo lo que pueda molestar el
libre movimiento de la mano, siendo preferible que ésta no descanse del todo
sobre el papel. La punta del lápiz debe apoyarse suficientemente para trazar,
pero no tanto que pruebe resistencia. Todas estas precauciones vienen a ser
inútiles cuando se ha conseguido escribir corrido, porque entonces ningún
obstáculo podría detenerla; estos sólo son los preliminares del discípulo.
202.
Es indiferente servirse de la pluma o del lápiz; ciertos médiums prefieren la
pluma, pero esto sólo puede convenir a los que están formados y que escriben
pausadamente.
Los
hay que escriben con tal velocidad que el uso de la pluma sería casi imposible
o al menos incómodo; lo mismo sucede cuando la escritura es salteada e
irregular, o cuando se comunican Espíritus violentos que golpean con la punta y
la rompen destrozando el papel.
203.
El deseo natural de todo aspirante a médium es el poderse comunicar con el
Espíritu de las personas que le son queridas, pero debe moderar su impaciencia,
porque la comunicación con un Espíritu determinado ofrece muchas veces
dificultades materiales que la hacen imposible para el principiante. Para que
un Espíritu pueda comunicarse, es preciso que entre él y el médium haya
relaciones fluídicas, que no se establecen siempre instantáneamente, sino a
medida que la facultad se desarrolla y que el médium adquiere poco a poco la
aptitud necesaria para entrar en relación con el primer Espíritu que se
presenta. De consiguiente puede suceder que con aquel con quien uno desea
comunicarse no esté en condiciones propicias para hacerlo, "a pesar de su
presencia", así como puede también suceder que no tenga la posibilidad ni
el permiso de venir al llamamiento que se le hace. Por esto conviene en un
principio no obstinarse en evocar a un Espíritu determinado con exclusión de
cualquier otro, porque acontece muchas veces que con aquél no se establecen las
relaciones fluídicas con tanta facilidad, por simpatía que se tenga por él.
Antes, pues, de pensar en obtener comunicaciones de tal o cual Espíritu, es
necesario dedicarse al desarrollo de la facultad, y para esto es preciso hacer
un llamamiento general y dirigirse sobre todo a su ángel guardián.
En
esto no hay fórmula sacramental; cualquiera que pretendiera dar una, puede
tacharse resueltamente de falsa, porque los Espíritus no atienden a la forma
sino al fondo. La evocación debe hacerse siempre en nombre de Dios, y se la
puede hacer en los términos siguientes o parecidos: "Ruego a Dios
Todopoderoso permita a un buen Espíritu comunicarse conmigo y hacerme escribir,
ruego también a mi ángel guardián tenga
la
bondad de asistirme y apartar a los malos." Se espera entonces que un
Espíritu se manifieste haciendo escribir alguna cosa. Puede que se presente el
que se desea, así como puede ser un Espíritu desconocido o el ángel guardián;
de todos modos, generalmente, se da a conocer escribiendo su nombre; pero
entonces se presenta la cuestión de "identidad", una de las que
requieren más experiencia, pues hay pocos principiantes que no estén expuestos
a ser engañados. Trataremos de ella más adelante en un capítulo especial.
Cuando
quieran evocarse Espíritus determinados es muy esencial dirigirse primero a los
que se sabe que son buenos y simpáticos y que pueden tener un motivo para venir
como son los parientes o amigos. En este caso la evocación puede formularse de
este modo: "En nombre de Dios Todopoderoso ruego al Espíritu de tal que se
comunique conmigo"; o bien: "Ruego a Dios Todopoderoso permita al
Espíritu de N. el comunicarse conmigo"; o cualquiera otra fórmula
respondiendo al mismo pensamiento.
No
deja de ser conveniente el que las primeras preguntas se hagan de tal modo que
simplemente requieran la respuesta de "sí" o "no", como por
ejemplo: "¿Estás aquí? ¿Quieres responderme? ¿Puedes hacerme
escribir?" etc. Más tarde esta precaución viene a ser inútil; en un
principio sólo se trata de establecer una relación; lo esencial es que la
pregunta no sea frívola, que no tenga relación con cosas de interés privado y,
sobre
todo, que sea la expresión de un sentimiento benévolo y simpático para el
Espíritu al cual se dirige. (Véase más adelante el capítulo especial sobre las
"Evocaciones").
204.
Todavía debe tenerse presente otra cosa mas importante que el modo de hacer la
evocación, y es la calma y el recogimiento unidos a un deseo ardiente y a una
firme voluntad de obtener buen éxito, y no queremos hablar aquí de una voluntad
efímera que tiene intervalos, interrumpiéndose a cada minuto por otras
preocupaciones, sino la voluntad formal, perseverante, sostenida, sin
"impaciencia ni deseo febril." La soledad, el silencio y el
alejamiento de todo lo que puede causar distracciones favorece el recogimiento.
Entonces sólo queda una cosa por hacer, que es renovar todos los días las
tentativas durante diez minutos o un cuarto de hora, todo lo más cada vez, por
espacio de quince días, un mes, dos meses, y más si es necesario; conocemos
médiums que no se han formado hasta después de seis meses de ejercicio,
mientras que otros escriben corrientemente desde la primera vez.
205.
Para evitar tentativas inútiles, se puede interrogar por otro médium a un
Espíritu formal y adelantado; pero debe notarse que cuando se pregunta a los
Espíritus si uno es médium o no, responden casi siempre afirmativamente, lo que
no impide que los ensayos sean muchas veces infructuosos. Esto se explica
naturalmente. Se hace al Espíritu una pregunta general y responde de una manera
general; ya se sabe que nada es tan elástico como la facultad medianímica,
puesto que puede presentarse bajo las formas más variadas y en grados muy
diferentes.
Se
puede, por lo tanto, ser médium sin apercibirse de ello, y en un sentido
diferente del que uno cree. Si hacemos una pregunta vaga, verbigracia: ¿Soy
médium? El Espíritu puede responder: "sí" ; pero si se la hacemos
precisa: ¿Soy médium escribiente? puede responder: "no." También es
preciso tomar en cuenta la naturaleza del Espíritu a quien se pregunta, pues
los hay tan ligeros e ignorantes que responden a tontas y a locas como
verdaderos calaveras atolondrados; por esto aconsejamos el dirigirse a los
Espíritus ilustrados, que generalmente contestan gustosos a estas preguntas e
indican la mejor marcha que debe seguirse si ven posibilidad de tener buen
resultado.
206.
Lo que muchas veces da muy buenos resultados es el auxilio momentáneo de un
buen médium escribiente flexible y formado. Si éste pone la mano o los dedos
sobre la mano que debe escribir, raras veces deja de hacerlo inmediatamente; se
comprende el efecto de esta acción; la mano que tiene el lápiz viene a ser de
cierto modo un apéndice de la mano del médium, como lo sería una cestita o una
tablita; pero esto no impide que este ejercicio sea muy útil cuando se puede
emplear, pues que, regularizado y repetido a menudo, ayuda a vencer el obstáculo
material y provoca el desarrollo de la facultad. Basta también algunas veces
magnetizar fuertemente con la misma intención el brazo y la mano de aquel que
quiere escribir. El magnetizador muchas veces se limita a poner la mano sobre
la espalda, y nosotros hemos visto escribir prontamente bajo esta influencia.
El mismo efecto puede igualmente producirse sin ningún contacto y por el hecho
sólo de la voluntad. Se concibe sin trabajo que la confianza del magnetizador
en su propia potencia para producir este resultado, debe hacer aquí un gran
papel, y que un magnetizador incrédulo tendría poca o ninguna acción.
El
concurso de un guía experimentado es, también, algunas veces, muy útil para
hacer observar al principiante una porción de pequeñas precauciones que
desprecia con frecuencia en detrimento de la rapidez de los progresos; sobre
todo para ilustrarle sobre la naturaleza de las primeras preguntas y de la
manera de hacerlas. Su tarea es la de un profesor que deja de ser necesario
cuando el médium es bastante hábil.
207.
Otro medio que puede igualmente contribuir poderosamente al desarrollo de la
facultad consiste en reunir cierto número de personas, animadas todas del mismo
deseo y por la comunidad de intención; simultáneamente, en un silencio absoluto
y con un religioso recogimiento, que se ensayen todas a escribir haciendo cada
una evocación a su ángel de la guarda o a un Espíritu simpático. Una de ellas
puede igualmente hacer, sin designación especial y por todos los miembros de la
reunión, un llamamiento general a buenos Espíritus, diciendo, por ejemplo:
"En nombre de Dios Todopoderoso, rogamos a los buenos Espíritus tengan la
bondad de comunicarse con las personas aquí, presentes." Es raro que entre
el número no haya alguno que dé luego señales de mediumnidad, o que escriba
corrido en poco tiempo.
Se
comprende fácilmente lo que pasa en esta circunstancia. Las personas unidas por
comunidad de intención, forman un todo colectivo, cuya potencia y sensibilidad
se aumenta por una especie de influencia magnética que ayuda al desarrollo de
la facultad. Entre los Espíritus atraídos por este concurso de voluntades los
hay que hallan en los asistentes el instrumento que les conviene; si no es el
uno, es el otro, y se aprovechan.
Este
medio debe, sobre todo, emplearse en los grupos espiritistas que tienen falta
de médiums o que no los tienen en número suficiente.
208.
Se han buscado procedimientos para la formación de los médiums, como se han
buscado diagnósticos; pero hasta ahora no conocemos otros más eficaces que los que
hemos indicado. Persuadidos de que el obstáculo para el desarrollo de la
facultad es una resistencia enteramente material, ciertas personas pretenden
vencerla por una especie de gimnástica casi dislocante de los brazos y de la
cabeza. No queremos describir este procedimiento, que nos viene de la otra
parte del Atlántico, no sólo porque no tenemos ninguna prueba de su eficacia,
sino porque estamos convencidos que puede ofrecer peligro para las complexiones
delicadas por la conmoción del sistema nervioso. Si los rudimientos de la
facultad no existen nada podría darlos, ni siquiera la electrización, que se ha
empleado con el mismo fin, pero sin resultado.
209.
La fe en el médium principiante no es una condición de rigor; secunda, sí, los
esfuerzos, sin contradicción, pero no es indispensable: la pureza de intención,
el deseo y la buena voluntad bastan. Se han visto personas enteramente
incrédulas quedarse del todo admiradas al escribir a su pesar, mientras que
creyentes sinceros no lo pueden conseguir; lo que prueba que esta facultad
depende de una predisposición orgánica.
210.
El primer indicio de una disposición para escribir es una especie de
estremecimiento en el brazo y en la mano; poco a poco la mano es arrastrada por
un impulso que no puede dominar. Muchas veces en un principio sólo traza rasgos
insignificantes; luego se dibujan los caracteres poco a poco, haciéndose cada
vez más claros y la escritura acaba por adquirir la rapidez de la escritura
corrida. En todos los casos es preciso abandonar la mano a su movimiento
natural y no hacer ni resistencia ni propulsión.
Ciertos
médiums escriben de corrido y con facilidad desde el principio, algunas veces
desde la primera sesión, lo que es bastante raro; otros hacen, durante largo
tiempo rayas y verdaderos ejercicios caligráficos; los Espíritus dicen que esto
es para soltarles la mano. Si estos ejercicios se prolongan demasiado o
degeneran en signos ridículos, no podría dudarse que se ha introducido un
Espíritu atrasado o ligero que se divierte, porque los buenos Espíritus nunca
permiten que se haga nada inútil; en este caso será preciso redoblar el fervor
para llamar su asistencia. Si a pesar de esto no hay cambio, es preciso
detenerse desde que uno se apercibe que no obtiene nada formal.
Cada
día puede repetirse la tentativa, pero conviene cesar a las primeras señales
equívocas para no dar esta satisfacción a los Espíritus burlones.
Además
de estas observaciones un Espíritu añade lo siguiente: "Hay médiums cuya
facultad no puede pasar de estos signos: cuando al cabo de algunos meses no se
obtienen sino cosas insignificantes, como "sí" o "no" o
letras sin sentido, es inútil persistir ensuciando papel; estos son mediums,
pero médiums improductivos. Por lo demás las primeras comunicaciones que se
obtienen no deben considerarse sino como ejercicios que se confían a Espíritus
secundarios; por lo mismo sólo se las debe dar una mediana importancia, en
razón a que los Espíritus que se emplean en esto son, por decirlo así, como
maestros de escritura para desbastar al médium principiante; porque no creáis
nunca que sean Espíritus elevados los que se ocupan en estos ejercicios
preparatorios que hace el médium; puede suceder que si el médium no tiene un
objeto formal, estos Espíritus permanezcan y se adhieran a él. Casi todos los
médiums han pasado por este crisol para desarrollarse; a ellos, pues,
corresponde hacer todo lo posible para conseguir la simpatía de los Espíritus
verdaderamente superiores."
211.
El escollo de la mayor parte de los médiums principiantes está en tener
comunicaciones con Espíritus inferiores y deben tenerse por dichosos cuando
sólo son Espíritus ligeros. Toda su atención debe fijarse en no dejarles tomar
pie, porque una vez han echado el áncora no siempre es fácil desembarazarse de
ellos. Este punto es tan capital, sobre todo al principio, que sin las
precauciones necesarias puede perderse el fruto de las más bellas facultades.
Lo
primero que debe hacerse es ponerse con una fe sincera bajo la protección de
Dios y reclamar la asistencia del ángel de la guarda; éste es siempre bueno,
mientras que los Espíritus familiares, simpatizando con las buenas o las malas
cualidades del médium, pueden ser ligeros y también malos.
Después
es preciso dedicarse con un cuidado escrupuloso a reconocer por todos los
indicios que suministra la experiencia, la naturaleza de los primeros Espíritus
que se comunican, y de los cuales es siempre prudente desconfiar. Si estos
indicios son sospechosos, debe hacerse una evocación ferviente al ángel de la
guarda, y rechazar con todas su fuerzas al Espíritu malo, probándole que uno no
es su juguete, a fin de desanimarle. Por esto es indispensable el previo
estudio de la teoría si se quieren evitar los inconvenientes inseparables de la
inexperiencia; sobre este asunto se encontrarán instrucciones muy extensas en
los capítulos de la "Obsesión" y de la "Identidad de los
Espíritus." Limitándonos ahora a decir que además del lenguaje se pueden
tener como pruebas "infalibles" de la inferioridad de los Espíritus,
todos los signos, figuras, emblemas inútiles o pueriles, toda escritura
extravagante, truncada y torcida con intención, de dimensiones exagerables o
afectando formas ridículas e inusitadas; la escritura puede ser muy mala, aun
poco legible, lo que depende más bien del médium que del Espíritu, sin tener
nada de insólito. Hemos visto médiums de tal modo engañados, que medían la
superioridad de los Espíritus por la dimensión de los caracteres, dando gran
importancia a las letras de molde como caracteres de imprenta, puerilidad evidentemente
incompatible con una superioridad real.
212.
Es muy importante no caer sin quererlo bajo la dependencia de los Espíritus
malos, pero lo es más aún el hacerlo voluntariamente, y es preciso evitar que
un deseo inmoderado de escribir haga creer que es indiferente el dirigirse al
primero que se presenta, del que no se podrá desembarazar más tarde, si no
conviene, porque nadie pide asistencia a un mal Espíritu impunemente, pues que
éste hace pagar caro sus servicios.
Algunas
personas, impacientes por ver desarrollarse en ellas la facultad medianímica,
demasiado lenta a su parecer, han tenido la idea de llamar en su ayuda a un
Espíritu cualquiera, "aunque fuese malo", contando poderlo despedir
en seguida.
Muchos
han sido servidos a su gusto y han escrito inmediatamente; pero el Espíritu,
haciendo poco caso de que le llamasen porque no podían escribir, no ha sido tan
dócil en irse como en presentarse. Conocemos algunos que han sido castigados
con obsesiones de años y de todas clases, por las más ridículas
sofisticaciones, por una fascinación tenaz y aun por desgracias
"materiales", y las crueles decepciones por creerse bastante fuertes
para alejarles cuando quisieran. El Espíritu se muestra, desde luego,
abiertamente malvado, después hipócrita a fin de hacer creer o en su conversión
o en la pretendida potencia de subyugado, para echarle a su voluntad.
213.
La escritura es algunas veces muy legible; las palabras y las letras
perfectamente destacadas; pero con ciertos médiums es difícil descifrarlo por
otro que no sea el mismo que escribe: es preciso acostumbrarse a esto. Muchas
veces su forma es a grandes rasgos; los Espíritus son poco económicos de papel.
Cuando una palabra o una frase es poco legible, se ruega al Espíritu que tenga
la bondad de volverla a poner, lo que hace generalmente con gusto. Cuando la
escritura es habitualmente ilegible, aun para el médium, éste consigue casi
siempre obtenerla más clara por medio de ejercicios frecuentes y sostenidos,
"poniendo una fuerte voluntad" y suplicando con ardor al Espíritu el
ser más correcto.
Ciertos
Espíritus adoptan muchas veces signos convencionales que quedan en uso en las
reuniones habituales. Para indicar que una pregunta les desagrada y que no
quieren responder a ella, harán por ejemplo una larga raya o alguna cosa
equivalente.
Cuando
el Espíritu ha concluido lo que tenía que decir o que no quiere responder más,
la mano queda inmóvil, y el médium, cualquiera que sea su potencia y su
voluntad, no puede obtener una palabra más. Al contrario, hasta que el Espíritu
haya acabado, marcha el lápiz, sin que sea posible a la mano detenerse. Quiere
decir espontáneamente alguna cosa, la mano coge convulsivamente el lápiz y se
pone a escribir sin poder hacer oposición. Por otra parte el médium siente casi
siempre en él alguna cosa que le indica si sólo hay suspensión o si el Espíritu
ha terminado. Es raro que no sienta cuando éste se ha marchado.
Tales
son las explicaciones más esenciales que tenemos que dar tocante al desarrollo
de la psycografía; la experiencia hará conocer, en la práctica, ciertos
detalles que sería inútil el referir aquí, y para los cuales se guiará según
los principios generales.
Si
muchos los ensayan encontraremos más médiums de lo que creen.
214.
Todo lo que acabamos de decir se aplica a la escritura mecánica; esta es
aquella que todos los médiums quieren obtener con razón; pero el mecanismo puro
es muy raro y se mezcla en él muy a menudo más o menos intuición. Teniendo el
médium la conciencia de lo que escribe; éste, naturalmente, se inclina a dudar
de su facultad; no sabe si esto viene de él o de un Espíritu extraño. No debe
inquietarse por ningún concepto y si continuar en su obra; que se observe a si
mismo con cuidado, y reconocerá fácilmente en lo que escribe una porción de
cosas que no estaban en su pensamiento, y aunque son contrarias a su opinión;
prueba evidente que no vienen de él. Que continúe, pues, y la duda se disipará
con la experiencia.
215.
Si no le es permitido al médium el ser exclusivamente mecánico, todos los
ensayos para obtener este resultado serán infructuosos, y sin embargo haría mal
en creerse desheredado por esto; si sólo está dotado de la mediumnidad
intuitiva, es preciso que se contente con ella y no dejará de prestarle grandes
servicios si sabe aprovecharla y no rechazarla.
Si
después de inútiles ensayos continuados durante algún tiempo no se produce
ningún indicio de movimiento involuntario, o si éstos movimientos son demasiado
débiles para dar resultados, no debe vacilar en escribir el primer pensamiento
que le sugiere, sin cuidarse si viene de él o de un origen extraño; la
experiencia le enseñará a distinguirlo. Sucede también algunas veces que el
movimiento mecánico se desarrolla ulteriormente.
Hemos
dicho más arriba que hay casos en que es indiferente el saber si el pensamiento
viene del médium o de un Espíritu extraño; sobre todo cuando un médium
puramente intuitivo o inspirado hace un trabajo de imaginación por sí mismo;
poco importa que se atribuya un pensamiento que le fuera sugerido; si las ideas
son buenas, que dé gracias por ello a su buen genio y le serán sugeridas otras.
Tal es la inspiración de los poetas, de los filósofos y de los sabios.
216.
Supongamos que la facultad medianímica esté completamente desarrollada; que el
médium escriba con facilidad y que sea, en una palabra, lo que se llama un
médium hecho, le sería muy perjudicial si se creyera dispensado de adquirir
otras instrucciones; sólo ha vencido la resistencia material, pero entonces es
cuando empiezan para él las verdaderas dificultades y cuando más necesita los
consejos de la prudencia y de la experiencia sin no quiere caer en los mil
lazos que se le preparan. Si quiere levantar demasiado el vuelo con sus propias
alas, no tardará en ser el juguete de los Espíritus mentirosos que procurarán
explotar su presunción.
217.
Una vez desarrollada la facultad en el médium es esencial que no haga de ella
un abuso. La satisfacción que procura a ciertos principiantes excita en ellos
un entusiasmo que es importante moderar; deben pensar que se les ha dado para
el bien y no para satisfacer una vana curiosidad; por esto es útil servirse de
ella en los momentos oportunos y no a cada instante; como los Espíritus no
están constantemente a sus órdenes, corren el riesgo de ser chasqueados por
mixtificadores. A este objeto es conveniente adoptar días y horas determinadas,
porque de este modo hay mejores disposiciones y más recogimiento, y los
Espíritus que quieran presentarse están prevenidos y se disponen en
consecuencia.
218.
Si a pesar de todas las tentativas no se revela la mediumnidad de ningún modo,
será menester renunciar a ella, como se renuncia a cantar cuando no se tiene
voz.
El
que sólo sabe una lengua se sirve de un traductor; debe, pues, hacer lo mismo,
es decir, recurrir a otro médium. Nadie debe creerse privado de la asistencia
de los Espíritus por falta de médium. La mediumnidad es para ellos un medio de
expremirse, y no un medio exclusivo de atracción; los que no tienen afecto
están al lado nuestro, seamos o no médiums; un padre no abandonará a su hijo
porque sea sordo y ciego y no puede verle ni oírle; le rodea con solicitud como
lo hacen los buenos Espíritus con nosotros; si no pueden transmitirnos
materialmente su pensamiento, nos ayudan por medio de la inspiración.
Cambio
de escritura
219.
El cambio de escritura, según los Espíritus que se comunican, es un fenómeno
muy común entre los médiums escribientes; lo más notable es que la misma
escritura se reproduce constantemente con el mismo Espíritu, y a veces es
idéntica a la que tenía cuando vivía; veremos más adelante las consecuencias
que de esto se pueden deducir en cuanto a la identidad. El cambio de escritura
no tiene lugar sino en los médiums mecánicos o semi-mecánicos, porque en ellos
el movimiento de la mano es involuntario y dirigido por el Espíritu; no sucede
lo mismo con los mé-diums puramente intuitivos, atendido que en este caso el
Espíritu obra únicamente sobre el pensamiento y la mano es dirigida por la
voluntad como en las circunstancias ordinarias; pero la uniformidad de la escritura,
aun en un medium mecánico, no prueba absolutamente nada contra su facultad; no
siendo el cambio una condición absoluta en la manifestación de los Espíritus,
corresponde a una aptitud especial, de la que los médiums más mecánicos no
siempre están dotados. Nosotros designamos a los que tienen esta aptitud con el
nombre de "médiums polígrafos."
Pérdida
y suspensión de la mediumnidad
220.
La facultad medianímica está sujeta a intermitencias y a suspensiones
momentáneas, ya sea para las manifestaciones físicas, ya sea para la escritura.
He aquí las contestaciones de los Espíritus dadas a algunas preguntas hechas
con este objeto.
1.
¿Los médiums pueden perder su facultad?
"Esto
sucede a menudo, cualquiera que sea el género de esta facultad; pero muchas
veces sólo es una interrupción momentánea que cesa con la causa que ha
producido."
2.
¿La causa de la pérdida de la mediumnidad está en la extinción del fluido?
"Cualquiera
que sea la facultad del médium nada puede hacer sin el concurso simpático de
los Espíritus cuando ya no se recibe nada, no es porque le falte siempre la
facultad; muchas veces los Espíritus son los que no quieren o no pueden
servirse de él."
3.
¿Qué causa puede provocar en un médium el abandono de los Espíritus?
"El
uso que hace de su facultad es la más poderosa para los buenos Espíritus.
Podemos abandonarle cuando se sirve de ella para cosas frívolas o con miras
ambiciosas; cuando rehúsa participar nuestra palabra o nuestros hechos a los
encarnados que lo desean o que lo necesitan ver para estar convencidos. Este
don de Dios no se concede al médium para que se divierta, y aun menos para
servir su ambición, sino para su propia mejora y para hacer conocer la verdad a
los hombres. Si el Espíritu ve que el médium no corresponde a sus miras y no
aprovecha las instrucciones y las advertencias que le da, se retira para buscar
un protegido más digno."
4.
El Espíritu que se retira, ¿puede ser reemplazado y en este caso no
comprenderíamos la suspensión de la facultad?
"No
faltan Espíritus que lo que más desean es comunicarse y están prontos a
reemplazar a los que se retiran; pero cuando es un buen Espíritu el que
abandona al médium, puede muy bien no dejarle sino momentáneamente y privarle
por cierto tiempo de toda comunicación, a fin de que le sirva de lección y
probarle que su facultad no depende de él "y no debe envanecerse por
tenerla. Esta impotencia momentánea es también para dar una prueba al médium de
que escribe bajo una influencia extraña; de otro modo no habría intermitencia.
Por
otra parte, la interrupción de la facultad no es siempre un castigo; acredita
algunas veces el cuidado del Espíritu por el médium a quien estima; quiere
procurarle un reposo material que juzga necesario y en este caso no permite que
le reemplacen otros Espíritus."
5.
Se ven, sin embargo, médiums muy meritorios, moralmente hablando, que no tienen
ninguna necesidad de reposo, y son muy contrariados por las interrupciones cuyo
objeto no comprenden.
"Esto
es con el fin de poner su paciencia a prueba y juzgar de su perseverancia; por
lo mismo los Espíritus no señalan en general ningún término a esta suspensión;
quieren ver si el médium se impacientará. Muchas veces también es para dejarles
el tiempo de meditar las instrucciones que les han dado, y en esta meditación de
nuestras enseñanzas reconocemos los Espiritistas verdaderamente formales; no
podemos dar este nombre a aquellos que en realidad sólo son aficionados a
comunicaciones."
6.
¿En este caso es preciso que el médium continúe sus tentativas para escribir?
"Si
el Espíritu lo aconseja, sí; si le dice que se abstenga, debe hacerlo."
7.
¿Y habría un medio de abreviar esta prueba?
"La
resignación y la oración. Por lo demás, basta hacer cada día una tentativa de
algunos minutos, porque seria inútil perder el tiempo ensayando
infructuosamente; la tentativa no tiene otro objeto que el de asegurarse si la
facultad se ha recobrado."
8.
¿La suspensión supone el alejamiento de los Espíritus que tienen la costumbre
de comunicarse?
"Nada
de eso; el médium está entonces en la posición de una persona que perdiera
momentáneamente la vista, y por eso no dejaría de estar rodeada de sus amigos,
aun cuando no los viese. El médium, pues, puede y aun debe continuar
conversando con el pensamiento con sus Espíritus familiares, y estar persuadido
que se le oye. Si la falta de la mediumnidad puede privar las comunicaciones
materiales con ciertos Espíritus, no puede privar las comunicaciones
morales."
9.
¿Así es que la interrupción de la facultad medianímica no implica siempre una
censura de parte de los Espíritus?
"Sin
duda que no, puesto que puede ser una prueba de benevolencia."
10.
¿Cómo podríamos conocer que esta interrupción sea causada por una censura?
"Que
consulte el médium su conciencia y ve el uso que ha hecho de su facultad, el
bien que de ella ha resultado para los otros, 'el provecho que ha sacado de los
consejos que se le han dado', y tendrá la respuesta."
11.
¿El médium que no puede escribir, tampoco puede valerse de otro médium?
"Eso
depende de la causa de la interrupción; muchas veces sólo tiene por motivo el
dejaros algún tiempo sin comunicaciones, después de haberos dado consejos, a
fin de que no os acostumbréis a hacer nada sin nosotros; en este caso tampoco
le servirá el valerse de otro médium; esto tiene también por objeto el probaros
que los Espíritus son libres y no depende de vosotros el gobernarlos a vuestro
gusto. Por igual razón los que no son médiums no siempre tienen todas las
comunicaciones que desean."
Observación.
- En efecto; debe observarse que aquel que recurre a un tercero para las
comunicaciones, teniendo la cualidad de médium, muchas veces no obtiene nada
satisfactorio, mientras que en otras ocasiones las respuestas son muy
explícitas.
Esto
depende de tal modo de la voluntad del Espíritu, que nada se adelanta cambiando
de médium: parece con respecto a ésto, que los mismos Espíritus se ponen de
acuerdo, porque lo que no se obtiene de uno, tampoco se obtiene de otro.
Entonces es preciso abstenerse, no insistir ni impacientarse, si no se quiere
ser el juguete de los Espíritus mentirosos, que responderán si tanto se desea,
y los buenos les dejarán hacer para castigar nuestra impaciencia.
12.
¿Con qué fin la Providencia ha dotado a ciertos individuos de la mediumnidad de
una manera especial?
"Es
una misión que se les ha encargado y por lo que son dichosos; estos son los
intérpretes entre los Espíritus y los hombres."
13.
¿Hay, sin embargo, médiums que no emplean su facultad sino con repugnancia?
"Son
médiums imperfectos; no conocen el precio del favor que se les ha
concedido."
14.
Si es una misión, ¿por qué no es el privilegio de los hombres de bien y no que
se dé esta facultad a personas que no merecen ninguna estimación y que pueden
abusar de ella?
"Se
les da porque tienen necesidad de su propio mejoramiento y a fin de que ellos
mismos estén en disposición de recibir buenas enseñanzas; si no se aprovechan
de ellas sufrirán las consecuencias, ¿Jesús no dirigía con preferencia su
palabra a los pecadores, diciendo que es preciso dar a aquel que no
tiene?"
15.
Las personas que tienen un gran deseo de escribir como médiums, sin
conseguirlo, ¿pueden creer por esto mismo falta de benevolencia de los
Espíritus hacia ellos, por alguna causa?
"No,
porque Dios puede haberles rehusado esta facultad, como puede haberles rehusado
el don de la poesía o de la música; pero si no gozan de este favor pueden tener
otros."
16.
¿Cómo puede perfeccionarse el hombre con la enseñanza de los Espíritus, cuando
no tienen los medios de recibir esta enseñanza directa por sí mismo ni por
otros médiums?
"¿Acaso
no tiene libros como el cristiano tiene el Evangelio? Para practicar la moral
de Jesús el cristiano no necesita oírlas palabras de su boca."
CAPÍTULO XVIII
INCONVENIENTES Y PELIGROS DE LA MEDIUMNIDAD
Influencia del ejercicio de la
mediumnidad sobre la salud. –Idem sobre el cerebro. - Idem sobre los niños
221.
1. ¿La facultad medianímica es indicio de un estado patológico cualquiera o
simplemente anómalo?
"Anómalo
algunas veces, pero no patológico; hay médiums de una salud robusta; los que están
enfermos lo están por otras causas."
2.
¿El ejercicio de la facultad medianímica puede ocasionar la fatiga?
"El
ejercicio demasiado prolongado de cualquiera facultad causa fatiga; la
mediumnidad está en el mismo caso principalmente la que se aplica a los efectos
físicos; ocasiona necesariamente un gasto de fluido que atrae la fatiga y se
repara con el descanso."
3.
¿El ejercicio de la mediumnidad puede tener inconvenientes para sí mismo desde
el punto de vista higiénico, abstracción hecha del abuso?
"Hay
casos en que es prudente y aun necesario el abstenerse de ese ejercicio, o al
menos moderarlo, eso depende del estado físico y moral del médium. Por otra
parte el médium lo conoce generalmente, y cuando se fatiga debe abstenerse.
4.
¿Hay personas para las cuales este ejercicio tiene más inconvenientes que para
otras?
"He
dicho que esto depende del estado físico y moral del médium. Hay personas
que
deben evitar toda causa de sobreexcitación, y esta es una de ella. (Números 188
y 194)."
5.
¿La mediumnidad podría producir la locura?
"Menos
que cualquiera otra cosa, cuando no hay predisposición por la debilidad del
cerebro. La mediumnidad no producirá a la locura cuando el principio no existe;
pero si el principio existe, lo que es fácil reconocer en el estado moral, el
buen sentido dice que es menester usar de miramientos bajo todos los aspectos,
porque toda causa de conmoción puede ser dañosa."
6.
¿Hay inconveniente en desarrollar la mediumnidad en los niños?
"Ciertamente,
y sostengo que es muy peligroso; porque estas organizaciones tiernas y
delicadas se conmovierán demasiado y su joven imaginación se sobreexcitaría;
por lo mismo los padres discretos les alejarán de estas ideas o al menos no les
hablarán sino desde el punto de vista de las consecuencias morales."
7.
Sin embargo, hay niños que son médiums naturalmente, ya sea para los efectos
físicos, ya para la escritura y las visiones, ¿tiene esto el mismo
inconveniente?
"No;
cuando la facultad es espontánea en un niño, es que está en su naturaleza y que
su constitución se presta a ella; eso no es lo mismo que cuando es provocado y
sobreexcitado. Observad que el niño que tiene visiones, se impresiona
generalmente poco por ellas, le parece una cosa muy natural, en la cual no se
fila sino débilmente, y a menudo olvida; más tarde el hecho se le presenta en
la memoria y se lo explica fácilmente si conoce el Espiritismo."
8.
¿Cuál es la edad en la cual se puede, sin inconveniente, ocuparse de la
mediumnidad?
"No
hay edad precisa; eso depende enteramente del desarrollo físico y aún más del
moral; hay niños de doce años que se afectarán menos que ciertas personas
adultas.
Hablo
de la mediumnidad en general, pero la que se aplica a los efectos físicos
fatiga más corporalmente; la escritura tiene otro inconveniente que se refiere
a la inexperiencia del niño, en el caso que quisiera ocuparse a solas y hacer
de ello un juego."
222.
La práctica del Espiritismo, como lo veremos más adelante, pide mucho tacto
para librarse de las astucias de los Espíritus mentirosos; si los hombres son
sus juguetes, la infancia y la juventud están aún más expuestos por razón de su
inexperiencia. Se sabe, además, que el recogimiento es una condición sin la
cual no se pueden tener relaciones con los Espíritus formales; las evocaciones
hechas con aturdimiento y a manera de diversión, son una verdadera profanación
que abre fácil acceso a los Espíritus burlones o malévolos; como no se puede
esperar de un niño la gravedad necesaria para un acto semejante, seria de temer
no hiciese de esto un juego si se entregaba a sí mismo. Aun en las condiciones
más favorables, es de desear que un niño dotado de la facultad medianímica no
la ejerza sino a la vista de personas experimentadas que le enseñarán con su
ejemplo el respecto que se debe a las almas de aquellos que han vivido. Se ve,
según eso, que la cuestión de la edad está subordinada a las circunstancias del
temperamento, como del carácter. Sin embargo, lo que resalta claramente de las
respuestas arriba hechas, es que no se debe excitar el
desenvolvimiento
de esta facultad en los niños cuando no es espontánea, y que en todos los casos
es preciso usar de esta con gran circunspección; que no se debe tampoco
excitarla ni alentarla entre las personas débiles. Es necesario desviar de
esto, por todos los medios posibles, a los que hubiesen dado los menores
síntomas de excentricidad en las ideas o debilidad de las facultades mentales,
porque hay en ellas predisposición evidente a la locura que cualquiera causa
sobreexcitante puede desenvolver. Las ideas espiritistas no tienen bajo este
aspecto una influencia mayor, pero viniendo a declararse la locura, tomaría el
carácter de la preocupación dominante, como tomaría un carácter religioso si la
persona se daba con exceso a las prácticas de devoción y se haría de esto
responsable al Espiritismo. Lo que mejor puede hacerse con cualquier individuo
que muestre una tendencia a la idea fija, es el dirigir sus preocupaciones por
otra parte, a fin de procurar el descanso a los órganos debilitados.
Llamamos
acerca de lo mismo la atención de nuestros lectores sobre el párrafo XII de la
introducción del Libro de los Espíritus.
CAPÍTULO XIX
PAPEL DEL MÉDIUM EN LAS COMUNICACIONES ESPIRITISTAS
Influencia del Espíritu personal del
médium. - Sistema de los médiums inertes. - Aptitud de ciertos médiums para las
cosas que no conocen: los idiomas, la música, el dibujo, etc. - Disertación de
un Espíritu sobre el oficio de los médiums.
223.
El médium, en el momento que ejerce su facultad, ¿está en un estado
perfectamente normal?
"Está
algunas veces en un estado de crisis más o menos pronunciada; esto es lo que le
fatiga y por eso tiene necesidad de descanso; pero muchas veces su estado no
difiere sensiblemente del estado normal, sobre todo en los médiums
escribientes."
2.
Las comunicaciones escritas o verbales, ¿pueden también provenir del mismo
Espíritu encarnado en el médium?
"El
alma del médium puede comunicarse como la de cualquier otro; si goza de cierto
grado de libertad, recobra sus cualidades de Espíritu. Vosotros tenéis la
prueba en el alma de las personas vivientes que vienen a visitaros y a menudo
se os comunican por la escritura sin que las llaméis. Porque es menester que
sepáis que entre los Espíritus que evocáis los hay que están encarnados en la
tierra: 'entonces os hablan como Espíritus y no como hombres.' ¿Por qué
quisierais que no fuese lo mismo con la del médium?"
-
¿Esta explicación no parece confirmar la opinión de aquellos que creen que
todas las comunicaciones emanan del Espíritu del médium y no de Espíritus
extraños?
"Sólo
se engañan porque son absolutos; pues es cierto que el Espíritu del médium
puede obrar por sí mismo; pero esta no es una razón para que otros no obren
igualmente por su Intermediario."
3.
¿Cómo distinguiremos si el Espíritu que responde es el del médium o el de un
Espíritu extraño?
"En
la naturaleza de las comunicaciones. Estudiad las circunstancias y el lenguaje
y distinguiréis. Sobre todo en el estado de sonambulismo o de éxtasis es cuando
el Espíritu del médium se manifiesta, porque entonces es más libre; pero en el
estado normal es más difícil. Por lo demás hay respuestas que es imposible
atribuirle; por esto os digo que estudiéis y observéis."
Observación.
- Cuando una persona nos habla distinguimos fácilmente lo que es suyo o lo que
sólo es su eco; lo mismo sucede con los médiums.
4.
Puesto que el Espíritu del médium ha podido adquirir, en las existencias
anteriores, conocimientos que ha olvidado bajo su cubierta corporal, pero de
los que puede acordarse como Espíritu, ¿no puede sacar de su propio fondo las
ideas que parecen extralimitar el alcance de su instrucción?
"Esto
sucede muchas veces en el estado de sonambulismo o éxtasis; pero, lo repito:
hay circunstancias que no permiten la duda; estudiad 'mucho tiempo' y
meditad."
5.
Las comunicaciones que provienen del Espíritu del médium, ¿son siempre
inferiores a las que podrían ser dadas por Espíritus extraños?
"Siempre
no, porque el Espíritu extraño puede ser él mismo, de un orden inferior al del
médium, y en tal caso hablar con menos sensatez. Se ve esto en el sonambulismo;
porque lo más a menudo es el Espíritu del sonámbulo el que se manifiesta, y por
lo mismo el que dice muchas veces cosas muy buenas."
6.
¿El Espíritu que se comunica por un médium, transmite directamente su
pensamiento, o bien este pensamiento tiene por intermediario el Espíritu
encarnado en el médium?
"El
Espíritu del médium es el intérprete, porque está ligado al cuerpo que sirve
para hablar, y que es menester una cadena entre vosotros y los Espíritus
extraños que se comunican, así como es necesario un hilo eléctrico para
comunicar una noticia a lo lejos, y al extremo del hilo una persona inteligente
que la recibe y la transmite."
7.
El Espíritu encarnado en el médium, ¿ejerce una influencia en las
comunicaciones que debe transmitir y que provienen de Espíritus extraños?
"Sí,
porque si no les es simpático puede alterar las respuestas y asimilarlas a sus
propias ideas y a sus inclinaciones, 'pero él no influye a los mismos
Espíritus'; sólo es un mal intérprete."
8.
¿Es esta la causa de la preferencia que tienen algunos Espíritus por ciertos
médiums?
"No
hay otra; buscan el intérprete que simpatiza mejor con ellos y que manifiesta
más exactamente su pensamiento. Si entre ellos no hay simpatía, el Espíritu del
médium es un antagonista que opone cierta resistencia y viene a ser un
intérprete de mala voluntad y muchas veces infiel. Lo mismo sucede entre
vosotros, cuando la advertencia de un sabio se transmite por medio de la voz de
un atolondrado o de un hombre de mala fe."
9.
¿Se concibe que así suceda con los médiums intuitivos, pero no con los
mecánicos?
"Vosotros
no os hacéis bien cargo del papel que juegan los médiums; hay en esto una ley
que aun no habéis entendido. Acordaos que para operar el movimiento de un
cuerpo inerte, el Espíritu tiene necesidad de una porción de fluido animalizado
que toma del médium para animar momentáneamente la mesa, a fin de que ésta
obedezca a su voluntad; pues bien: comprended también que para una comunicación
inteligente hay necesidad de un intermediario inteligente, y que este
intermediario es el del Espíritu del médium."
-
Esto no parece aplicable a lo que se llama mesas parlantes; porque desde que
los objetos "inertes", como mesas, tablitas o cestitos dan respuestas
inteligentes, parece que el Espíritu del médium no tiene en ello parte.
"Esto
es un error; el Espíritu puede dar al cuerpo inerte una vida ficticia,
momentánea, pero no inteligente; nunca un cuerpo inerte ha sido inteligente.
Es, pues, el Espíritu del médium el que recibe el pensamiento sin saberlo y lo
transmite poco a poco con la ayuda de los diversos intermediarios."
10.
¿Parece resultar de estas explicaciones que el Espíritu del médium nunca está
completamente pasivo?
"Está
pasivo cuando no mezcla sus propias ideas con las del Espíritu extraño, pues no
es nunca enteramente nulo; su concurso es siempre necesario como intermediario
aun en los que vosotros llamáis médiums mecánicos."
11.
¿No hay más garantía de independencia en el médium mecánico que en el médium
intuitivo?
"Sin
ninguna duda, y para ciertas comunicaciones es preferente un médium mecánico;
pero cuando se conocen las facultades del médium intuitivo, esto viene a ser
indiferente, según las circunstancias; quiero decir que hay comunicaciones que
requieren menos precisión."
12.
Entre los diferentes sistemas que se han emitido para explicar los fenómenos
espiritistas, hay uno que consiste en creer que la verdadera mediumnidad está
en cuerpo completamente inerte, en la cestita o en el cartón, por ejemplo, que
sirve de instrumento; que el Espíritu extraño se identifica con este objeto y
no sólo le da vida, sino inteligencia; de aquí viene el nombre de médiums
inertes dado a estos objetos; ¿qué pensáis de todo esto?
"Una
sola palabra basta para contestar á esto: si el Espíritu había transmitido la
inteligencia al cartón al mismo tiempo que la vida, el cartón escribiría solo,
sin el concurso del médium; sería muy singular que el hombre inteligente se
volviese máquina, y que un objeto inerte se volviese inteligente. Este es uno
de los numerosos sistemas nacidos de una idea preconcebida y que caen, como
otros tantos, ante la experiencia y la observación."
13.
¿Un fenómeno bien conocido podría acreditar la opinión de que hay en los
cuerpos inertes animados más que la vida, más aun, la inteligencia, es el de
las mesas, cestitas, etc., que expresan por su movimiento la cólera o la
afección?
"Cuando
un hombre agita un palo con cólera, no es el palo el que está encolerizado, ni
la mano que tiene el palo, sino el pensamiento que dirige la mano, las mesas y
las cestitas no son más inteligentes que el bastón; no tienen ningún
sentimiento inteligente, pero obedecen a una inteligencia; en una palabra, no
es el Espíritu el que se transforma en cestita, ni siquiera el que fije en él
su domicilio."
14.
¿Si no es racional el atribuir inteligencia a estos objetos, puede
considerárseles como una variedad de los médiums, designándoles bajo el nombre
de "médiums inertes"?
"Esto
es cuestión de palabras y poco nos importa, con tal que os entendáis. Sois
libres para llamar al hombre un muñeco."
15.
Los Espíritus sólo tienen el lenguaje del pensamiento, no tienen el lenguaje
articulado; por esto no hay para ellos sino un idioma; según eso podría un
Espíritu expresarse por la vía medianímica en un lenguaje que no hubiese jamás
usado viviendo; y en este caso, ¿de dónde sacaría las palabras de las cuales se
sirve?
"Acabáis
de responder a vuestra pregunta diciendo que el Espíritu tiene una sola lengua
que es la del pensamiento; esta lengua todos la comprenden, lo mismo los
hombres que los Espíritus. El Espíritu errante, dirigiéndose al Espíritu
encarnado del médium, no le habla ni francés ni inglés, sino la lengua
universal, que es la del pensamiento; para traducir sus ideas en un lenguaje
articulado, transmisible, saca sus palabras del vocabulario del médium."
16.
Si así fuese, el Espíritu no debería poder expresarse sino en el idioma del
médium, mientras que se les ve escribir en idiomas desconocidos de este último;
¿no hay en esto una contradicción?
"Notad
primero que todos los médiums no son igualmente a propósito para esta clase de
ejercicio, al mismo tiempo que los Espíritus no se prestan a ello sino
accidentalmente, cuando juzgan que puede ser útil; pero para las comunicaciones
usuales y de cierta extensión prefieren servirse del lenguaje familiar del
médium, porque les presenta menos dificultad material para vencer."
17.
La aptitud de ciertos médiums para escribir una lengua que les es extraña,
¿acaso no sería el resultado de que esta lengua les fue familiar en otra
existencia, de la que pueden conservar la intuición?
"Ciertamente
puede suceder de este modo, pero ésta no es una regla; el Espíritu puede, con
algunos esfuerzos, sobrepujar momentáneamente la resistencia material que
encuentra, esto es lo que sucede cuando el médium escribe en su propia lengua
palabras que no conoce."
18.
Una persona que no supiese escribir, ¿podría escribir como médium?
"Sí;
pero se concibe que aun en esto hay una grande dificultad mecánica que vencer,
no teniendo la mano la costumbre del movimiento necesario para formar las
letras. Lo mismo sucede con los médiums dibujantes que no saben dibujar."
19.
Un médium muy poco inteligente, ¿podría transmitir comunicaciones de un orden
elevado?
"Sí,
por la misma razón que un médium puede escribir en un idioma que no conoce. La
mediumnidad propiamente dicha, es independiente de la inteligencia, así como de
las cualidades morales, y en falta de un instrumento mejor puede el Espíritu
servirse del que tiene a la mano; pero es muy natural que para las
comunicaciones de cierto orden prefiera el médium que le ofrece menos
dificultades materiales. Hay, además, otra consideración: el idiota muchas
veces sólo es idiota por la imperfección de sus órganos, pero su Espíritu puede
estar más adelantado que vosotros creéis; tenéis la prueba por ciertas
evocaciones de idiotas muertos o vivos."
Observación.
- Este es un hecho probado por la experiencia; nosotros hemos evocado varias
veces a idiotas vivientes que han dado pruebas patentes de su identidad y
respondían de un modo muy sensato y aun superior. Este estado es un castigo
para el Espíritu que sufre por el embarazo en que se encuentra. Un médium
idiota puede, pues, algunas veces, ofrecer al Espíritu que quiere manifestarse
más recursos que se cree. (V. La Revista Espiritista, julio de 1860, artículo
sobre la "Frenología" y la "Fisionomía.")
20.
¿De dónde viene la aptitud de ciertos médiums para escribir en verso a pesar de
su ignorancia en poesía?
"La
poesía es un lenguaje; pueden escribir en verso así como pueden escribir en un
lenguaje que no conocen; además pueden haber sido poetas en otra existencia, y
como se os ha dicho ya, los conocimientos adquiridos nunca se pierden para el
Espíritu que debe llegar a la perfección en todas las cosas. Entonces lo que
ellos supieron les da, sin que lo conozcan, una facilidad que no tienen en el
estado ordinario."
21.
¿Sucede lo mismo con aquellos que tienen una aptitud especial para el dibujo y
la música?
"Sí;
el dibujo y la música son también modos de expresar el pensamiento; los
Espíritus se sirven de los instrumentos que les ofrecen más facilidad."
22.
¿La expresión del pensamiento para la poesía, el dibujo o la música, depende
únicamente de la aptitud especial del médium o de la del Espíritu que se
comunica?
"Unas
veces del médium, otras del Espíritu. Los Espíritus superiores tienen todas las
aptitudes; los Espíritus inferiores tienen conocimientos limitados."
23.
¿Por qué el hombre que tiene un talento superior en una existencia, no lo tiene
en una existencia siguiente?
"No
sucede siempre así porque muchas veces perfecciona en una existencia lo que ha
empezado en otra, pero puede suceder que una facultad superior dormite cierto
tiempo para dejar a otro más libertad para desarrollarse; es un germen latente
que encontrará más tarde, y del que siempre quedan algunas señales, o al menos
una vaga intuición."
224.
El Espíritu extraño comprende, sin duda, todos los idiomas, puesto que los
idiomas son la expresión del pensamiento, y que el Espíritu comprende por el
pensamiento; pero para manifestar este pensamiento es necesario un instrumento;
este instrumento es el médium. El alma del médium que recibe la comunicación
extraña no puede transmitirla sino por los órganos de su cuerpo; así, pues,
estos órganos no pueden tener para una lengua desconocida la flexibilidad que
tiene para la que les es familiar. Un médium que sólo sepa el francés podrá,
accidentalmente, dar una respuesta en inglés, por ejemplo, si al Espíritu le
place el hacerlo; pero los Espíritus que encuentran ya el lenguaje humano
demasiado lento en comparación con la rapidez del pensamiento, puesto que
abrevian tanto como pueden, se impacientan de la resistencia mecánica que
experimentan, y por esto no lo hacen siempre. Es también la razón porque un
médium novicio que escriba lentamente y con pena aun en su propio lenguaje, en
general no obtiene más que respuestas breves y sin desarrollo; así es que los
Espíritus recomiendan también que no se hagan por su intermediario sino
preguntas sencillas.
Para
las de una grande importancia, es preciso un médium formado que no ofrece
ninguna dificultad mecánica al Espíritu. Nosotros no tomaríamos, para que nos
leyera, un discípulo que deletrease; un buen obrero no se sirve de malas
herramientas. Añadamos otra consideración de grande interés por los que
concierne a los idiomas extranjeros.
Los
ensayos de este género siempre se hacen por curiosidad y de experimento; nada
es más antipático a los Espíritus que las pruebas a las cuales se les quieren
someter. Los Espíritus superiores jamás se prestan a ello y se van en el
momento que quieren hacerlo. Tanto como se complacen en las cosas útiles y
formales, les repugna el ocuparse de cosas tontas y sin objeto. Dirán los
incrédulos: esto es para convencernos y este fin es útil, puesto que puede
ganar adeptos para la causa de los Espíritus. A esto responden ellos:
"Nuestra causa no necesita a los que tienen demasiado orgullo para creerse
indispensables; nosotros llamamos a "los que nosotros queremos", y a
menudo estos son los más pequeños y los más humildes. ¿Hizo Jesús los milagros
que le pedían los escribas? ¿Y de qué hombres se sirvió para revolucionar el
mundo? Si queréis convenceros tenéis otros medios que la fuerza; empezad
primero por someteros; no está en el orden que el discípulo imponga su voluntad
al maestro".
Resulta
de eso que, salvas algunas excepciones, el médium manifiesta el pensamiento de
los Espíritus por los medios mecánicos que están a su disposición, y que la
expresión de este pensamiento puede y aun debe lo más a menudo resentirse de la
imperfección de estos medios; así es que el hombre inculto, el labriego, podrá
decir las cosas más hermosas, expresar los pensamientos más elevados, los más
filosóficos, hablando como un labriego; porque ya se sabe: para los Espíritus el
pensamiento lo domina todo. Esto contesta a la objeción hecha por algunos
críticos con motivo de la falta de corrección de estilo y de ortografía que
puede tenerse que reprochar a los Espíritus, y que pueden provenir del médium,
así como del Espíritu. Pararse en semejantes cosas es una trivialidad. No es
menos pueril el ocuparse en reproducir estas incorrecciones con una minuciosa
exactitud, como lo hemos visto hacer algunas veces.
Pueden,
pues, corregirse sin escrúpulo, a menos que sean un tipo característico del
Espíritu que se comunica, en cuyo caso es útil conservarlas como prueba de
identidad.
De
este modo, por ejemplo, hemos visto a un Espíritu escribir constantemente Jule
(sin s) hablando de su nieto, porque cuando vivía escribía de este modo y esto
que el nieto que servía de médium sabía perfectamente escribir su nombre.
225.
La disertación siguiente, dada espontáneamente por un Espíritu superior, que se
ha revelado por las más elevadas comunicaciones, resume de la manera más clara
y más completa la cuestión del papel de los médiums.
"Cualquiera
que sea la naturaleza de los médiums escribientes, mecánicos, semi-mecánicos o
simplemente intuitivos, nuestros procedimientos de comunicación con ellos no
varían esencialmente. En efecto, nosotros comunicamos con los Espíritus
encarnados, como con los Espíritus propiamente dichos, por la sola difusión de
nuestro pensamiento.
"Nuestros
pensamientos no tienen necesidad de la palabra para que sean comprendidos por
los Espíritus, y todos perciben el pensamiento que deseamos comunicarles con
sólo dirigirlo hacia ellos, y esto es en razón de sus facultades intelectuales,
es decir, que tal pensamiento puede ser comprendido por algunos, según su
adelantamiento, mientras que para otros, no despertándoles este pensamiento
ningún recuerdo, ningún conocimiento en el fondo de su corazón o de su cerebro,
no es perceptible para ellos. En este caso el Espíritu encarnado que nos sirve
de médium es más propio para manifestar nuestro pensamiento a los otros
encarnados, aun cuando él no lo comprenda, que un Espíritu desencarnado y poco
avanzado no podría hacerlo sin estar obligado a recurrir a su intermediario;
porque el ser terrestre pone su cuerpo como instrumento a nuestra disposición,
lo que no puede hacer el Espíritu errante.
"De
este modo, cuando encontramos un médium con el cerebro bien provisto de
conocimientos adquiridos en la vida actual y su Espíritu rico de conocimientos
anteriores latentes, propios para facilitar nuestras comunicaciones, nos
servimos de él con preferencia, porque con él el fenómeno de la comunicación
nos es mucho más fácil que con un médium cuya inteligencia fuese limitada y
cuyos conocimientos anteriores hubiesen quedado insuficientes. Vamos a ver si
podemos hacernos comprender por algunas explicaciones limpias y precisas.
"Con
un médium cuya inteligencia actual o anterior se encuentra desarrollada,
nuestro pensamiento se comunica instantáneamente de Espíritu a Espíritu, por
una facultad propia a la esencia del mismo Espíritu. En este caso encontramos
en el cerebro del médium los elementos propios para dar a nuestro pensamiento
la forma de la palabra correspondiendo a este pensamiento, y esto que el médium
sea intuitivo, semi-mecánico o mecánico puro. Por esto cualquiera que sea la
diversidad de los Espíritus que comunican con el médium, los dictados que se
obtienen por él, aunque procedan de Espíritus diversos, llevan el sello de la
forma y del calor personal de este médium. Sí; bien que el pensamiento sea del
todo extraño a él, bien que el asunto salga del circulo en el cual se mueve
habitualmente, o bien que lo que nosotros queremos decir no provenga de ningún
modo de él, no por esto deja de influir menos la forma, por las cualidades y
las propiedades que son adecuadas a su individuo. Es absolutamente como cuando
vosotros miráis diferentes puntos de vista con anteojos de diferentes matices,
verdes, blancos o azules: aun cuando los puntos de vista u objetos mirados
estén enteramente opuestos y enteramente independientes los unos de los otros,
no por esto afectan menos siempre un tinte que proviene del color de los
anteojos. Mejor aún, compararemos los médiums a estas vasijas llenas de
líquidos de colores y transparentes que se ven en el mostrador de los
farmacéuticos; pues bien: nosotros somos como las luces que iluminamos ciertos
puntos de vista morales, filosóficos e internos a través de los médiums,
azules, verdes o encarnados, de tal modo que nuestros rayos luminosos,
precisados a pasar a través de los cristales más o menos bien tallados, más o
menos transparentes, es decir, por médiums más o menos inteligentes, no llegan
sobre los objetos que queremos iluminar sino tomando el tinte, o mejor, la
forma propia y particular de estos médiums. En fin, para terminar por la última
comparación, nosotros, los Espíritus, somos como los compositores de música,
que hemos compuesto o queremos improvisar un aire y no tenemos a la mano sino
un piano, un violín, una flauta, un bajo o un silbato de dos cuartos. Es
incontestable que con el piano, la flauta o el violín, ejecutaremos nuestro
trozo de una manera muy comprensible para nuestros oyentes; y aun cuando los
sonidos proviniendo del piano, del bajo o del clarinete, sean esencialmente
diferentes los unos de los otros, nuestra composición será idénticamente la misma,
salvo los cambios del sonido.
Pero
si sólo tenemos a nuestra disposición un silbato o un embudo, esta es nuestra
dificultad.
"En
efecto, cuando nos vemos precisados a servirnos de médiums poco avanzados,
nuestro trabajo es más largo y mucho más penoso, porque nos vemos obligados por
recurso a tomar formas incompletas, lo que para nosotros es una complicación;
porque entonces nos vemos forzados a descomponer nuestros pensamientos y
proceder, palabra por palabra, letra por letra, lo que es enojoso y fatigante
para nosotros, y una traba real para la prontitud y el desarrollo de nuestras
manifestaciones.
"Por
esto somos felices cuando encontramos médiums bien apropiados, bien útiles,
dotados de materiales prontos a funcionar, buenos instrumentos, en una palabra,
porque entonces nuestro periespíritu, obrando sobre el periespíritu que
nosotros "medianimizamos", no hay más que dar impulsión a la mano que
nos sirve de porta plumas o de lapicero; mientras que, con los médiums
insuficientes, estamos obligados a hacer un trabajo análogo al que hacemos
cuando nos comunicamos por golpes, es decir, designando letra por letra,
palabra por palabra, cada una de las frases que forman la traducción de los
pensamientos que queremos comunicar.
"Por
estas razones nos dirigimos con preferencia a las clases ilustradas e
instruidas, para la divulgación del Espiritismo y el desarrollo de las
facultades medianímicas escritoras, aun cuando entre estas clases se encuentren
los individuos más incrédulos, los más rebeldes y los más inmorales. De la
misma manera que dejamos hoy a los Espíritus burlones y poco avanzados el
ejercicio de las comunicaciones tangibles de golpes y aportes, de la misma
manera los hombres poco formales entre vosotros prefieren la vista de los
fenómenos que hieren sus ojos y sus oídos, a los fenómenos puramente
espirituales, puramente psicológicos.
"Cuando
queremos proceder por dictados espontáneos obramos sobre el cerebro, sobre el
archivo del médium y reunimos nuestros materiales con los elementos que nos
proporciona y siempre sin que él lo sepa; es como si tomásemos de su bolsillo
las monedas que tuviese en él y las colocáramos siguiendo el orden que nos
pareciera más útil.
"Pero
cuando el médium quiere preguntarnos el mismo de cualquier manera que sea, es
bueno que reflexiones formalmente a fin de que pueda preguntarnos de un modo
metódico, facilitándonos así nuestro trabajo de contestación. Porque, como ya
se os ha dicho en una instrucción precedente, vuestro cerebro está, a veces, en
un desorden confuso, nos es tan penoso como difícil el movernos en el laberinto
de vuestros pensamientos. Cuando las preguntas deben hacerse por terceros, es
bueno, es útil que la serie de preguntas sean comunicadas anticipadamente al
médium para que éste se identifique con el Espíritu del que evoca y se impregne
de ellas, por decirlo así; porque nosotros mismos tenemos entonces mucho más
facilidad para responder, por la afinidad que existe entre nuestro periespíritu
y el del médium que nos sirve de intérprete.
"Ciertamente
nosotros podemos hablar de matemáticas por la mediación de un médium que
parezca no entender nada; pero a veces el Espíritu de este médium posee este
conocimiento en el estado latente, es decir, personal, al ser fluídico y no al
ser encarnado, porque su cuerpo actual es un instrumento rebelde o contrario a
este conocimiento.
Lo
mismo sucede con la astronomía, la poesía, la medicina y los diversos idiomas,
así como con todos los otros conocimientos particulares de la especie humana.
En
fin, tenemos, además, el medio trabajoso de la elaboración con médiums
completamente extraños al objeto de que se han tratado, reuniendo las letras y
las palabras, como en tipografía.
"Así
como lo hemos dicho ya, los Espíritus no tienen necesidad de vestir su
pensamiento; perciben y comunican los pensamientos por el solo hecho de que
existen en ellos. Los seres corporales al contrario no pueden percibir el
pensamiento sino revestido. Mientras que la letra, la palabra, el sustantivo,
el verbo, la frase, por decirlo de una vez, os son necesarias para percibir
aunque sea mentalmente; ninguna forma visible o tangible es necesaria para
nosotros. ERASTO Y TIMOTEO."
Observación.
- Este análisis del papel de los médiums, y de los procederes con ayuda de los
cuales se comunican los Espíritus, es tan claro como lógico. Se desprende de
este principio, que el Espíritu saca no "sus ideas", sino los
materiales necesarios para expresarlas en el cerebro del médium y que cuanto
más este cerebro es rico en materiales, más fácil es la comunicación. Cuando el
Espíritu se expresa en un lenguaje que es familiar al médium, encuentra en él
las palabras completamente formadas para revestir la idea; si es en una lengua
que le es extraña, no encuentra en él las palabras si no sólo y simplemente las
letras; por esto el Espíritu está obligado a dictar, por decirlo así, letra por
letra, de la misma manera que si nosotros quisiéramos hacer escribir en alemán
al que no sabe ni una palabra. Si el médium no sabe leer ni escribir, tampoco
posee las letras entonces es preciso conducirle la mano como a un discípulo;
aquí hay una dificultad aun más grande que vencer. Estos fenómenos son, pues,
posibles, y se tiene numerosos ejemplos; pero se comprende que este modo de
proceder está poco acorde con la extensión y la rapidez de las comunicaciones,
y que los Espíritus deben preferir los instrumentos más fáciles, o como ellos
dicen, los médiums bien surtidos a su punto de vista.
Si
aquellos que soliciten estos fenómenos como un medio de convicción, hubiesen
estudiado con anticipación la teoría, sabrían en qué condiciones excepcionales
se producen.
CAPÍTULO XX
INFLUENCIA MORAL DEL MÉDIUM
Cuestiones diversas. - Disertaciones de
un Espíritu
sobre la influencia moral.
226. 1. ¿El desarrollo de la mediumnidad está
en razón del desarrollo moral del médium?
"No;
la facultad propiamente dicha depende del organismo; es independiente de la
moral; no sucede lo mismo con el uso, que puede ser más o menos bueno, según
las cualidades del médium."
2.
Se ha dicho siempre que la mediumnidad es un don de Dios, una gracia, un favor.
¿Por qué, pues, no es el privilegio de los hombres de bien y por qué se ven
hombres indignos que están dotados de ella al más alto grado, y de la que hacen
un uso malo?
"Todas
las facultades son favores de que debe darse gracias a Dios, puesto que hay
hombres que son privados de ellos. ¿Podríais también preguntar por qué Dios
concede buena vista a los malhechores, destreza a los tramposos, la elocuencia
a aquellos que se sirven de ella para decir cosas malas? Lo mismo sucede en la
mediumnidad, son dotadas de ellas personas indignas, porque tienen necesidad de
esta facultad para mejorarse. ¿Acaso pensáis que Dios rehúsa al culpable los
medios de salvación? Los multiplica a su paso; 'se los pone en las manos'; a
ellos toca el aprovecharse. ¿Judas, el traidor, no hizo milagros y sanó
enfermos como apóstol? Dios quiso que tuviese este don, para que su traición
fuese más odiosa."
3.
Los médiums que hacen mal uso de su facultad, que no se sirven de ella con las
miras del bien o que no se aprovechan para su instrucción, ¿sufrirán las
consecuencias?
"Si
hacen mal uso de esta facultad, serán doblemente castigados, porque tienen un
medio más para ilustrarse y no se aprovechan. El que ve claro y tropieza es más
vituperable que el ciego que cae en el hoyo."
4.
Hay médiums a quienes éstos dan espontáneamente y casi constantemente
comunicaciones sobre un mismo motivo, sobre ciertas cuestiones morales, por
ejemplo: sobre ciertos defectos determinados. ¿Tiene esto objeto?
"Sí;
este objeto es el de iluminarles sobre este punto muchas veces repetido, o para
corregirles de ciertos defectos; por esto a los unos les hablarán
incesantemente de orgullo, a los otros de la caridad; sólo la saciedad puede al
fin abrirle los ojos. No hay médiums que hagan mal uso de su facultad, por
ambición o por interés, o comprometiéndola por una falta capital, como el
orgullo, el egoísmo, la ligereza, etcétera, que no reciba de tiempo en tiempo
algunas amonestaciones de parte de los Espíritus; lo malo es que la mayor parte
de las veces no toman esto para sí."
Observación.
- Los Espíritus usan muchas veces la prudencia en su lecciones, las dan de un
modo indirecto para dejar el mérito al que sabe aplicarlas y sacar provecho;
pero la ceguedad y el orgullo son tales entre ciertas personas, que no se
reconocen en el cuadro que se les pone delante de los ojos; tanto más el
Espíritu les da d entender que se dirige a ellas, se enfadan y tratan al
Espíritu de mentiroso o bromista de mal género.
Esto
solo prueba que el Espíritu tiene razón.
5.
En las lecciones que se dictan a un médium de una manera general y sin
aplicación personal, ¿no obra éste como instrumento pasivo para servir a la
instrucción de otro?
"Muchas
veces estos avisos y consejos no se dictan para él personalmente, sino para los
otros, a los cuales no podemos dirigirnos sino por la intervención de este
médium, pero el mismo debe tomar su parte si no le ciega el amor propio.
No
creáis que la facultad medianímica se haya dado para corregir sólo a una o dos
personas, no; en fin es más grandes: se trata de la humanidad. Un médium es un
instrumento muy poco importante como a individuo; por esto, cuando damos
instrucciones que deben aprovechar a la generalidad, nos servimos de aquellos
que poseen facilidades necesarias, pero admitid como cierto que vendrá un
tiempo en que los buenos médiums serán bastante comunes, para que los buenos
Espíritus no tengan necesidad de servirse de malos instrumentos."
6.
Puesto que las cualidades morales del médium alejan a los Espíritus imperfectos,
¿en qué consiste que un médium dotado de buenas cualidades transmita
contestaciones falsas y groseras?
"¿Conoces
tú, todos los pliegues de tu alma? Por lo demás, sin ser vicioso puede ser
ligero y frívolo; y algunas veces tiene necesidad de una lección a fin de que
esté preparado."
7.
¿Por qué permiten los Espíritus superiores que las personas dotadas de un gran
poder como médiums, y que podrían hacer mucho bien, sean los instrumentos del
error?
"Ellos
procuran influirles, pero cuando se dejan arrastrar por el mal camino les dejan
ir. Por esto se sirven de ello con repugnancia, porque 'la verdad no puede ser
interpretada por la mentira'."
8.
¿Es absolutamente imposible el tener buenas comunicaciones por un médium
imperfecto?
"Un
médium imperfecto puede, algunas veces, obtener cosas buenas, porque si tiene
hermosa facultad, los Espíritus buenos pueden servirse de él a falta de otro en
una circunstancia particular; pero esto sucede sólo momentáneamente, porque
desde que encuentran uno que les conviene mejor le dan la preferencia."
Observación.
- Debe observarse que cuando los buenos Espíritus juzgan que un médium cesa de
estar bien asistido, y por sus imperfecciones viene a ser presa de los
Espíritus mentirosos, provocan casi siempre circunstancias que descubren sus
faltas y les separan de las personas formales, y bien intencionadas, de cuya
buena fe podría abusarse. En este caso cualquiera que sean sus facultades no
son de envidiar.
9.
¿Cuál es el médium que podríamos llamar perfecto?
"¡Perfecto!
¡Ah! vosotros sabéis que la perfección no está sobre la Tierra; de otro modo no
estaríais en ella; di, pues, médium bueno, y esto será ya mucho, porque son
raros.
El
médíum perfecto sería aquel a quien los malos Espíritus no se hubieran
'atrevido' jamás a hacer una tentativa para engañarle; el mejor es aquel que,
no simpatizando, sino con buenos Espíritus, ha sido engañado menos veces."
10.
¿Si no simpatiza sino con buenos Espíritus, cómo éstos pueden permitir que sea
engañado?
"Los
buenos Espíritus lo permiten algunas veces con los mejores médiums para
ejercitar su juicio y enseñarles a discernir lo verdadero de lo falso; además,
que por bueno que sea un médium nunca es tan perfecto que no pueda dar lugar a
ser atacado por algún flanco débil; esto debe servirle de lección. Las falsas
comunicaciones que recibe de vez en cuando son advertencias para que no se crea
infalible y no se enorgullezca, porque el médium que obtiene las cosas más
notables no puede envanecerse por ello, pues le sucede como al que toca el organillo,
que produce muy buenos aires dando vueltas al manubrio de su instrumento."
11.
¿Cuáles son las condiciones necesarias para que la palabra de los Espíritus
superiores nos llegue pura de toda alteración?
"Querer
el bien, desterrar el 'egoísmo' y el 'orgullo', lo uno y lo otro es
necesario."
12.
Si la palabra de los Espíritus superiores no llega a nosotros pura, sino con
las condiciones que con dificultad se encuentran, no es esto un obstáculo para
la propagación de la verdad?
"No,
porque la luz llega siempre para aquel que quiere recibirla. El que quiere ver
claro debe huir de las tinieblas y las tinieblas están en la impureza del
corazón.
Los
Espíritus que vosotros miráis como la personificación del bien no se presentan
de buena gana al llamamiento de aquellos cuyo corazón está manchado por el
orgullo, la ambición y la falta de caridad.
Aquellos,
pues, que quieren ver claro que se despojen de toda vanidad humana y humillen
su razón ante el poder infinito del Criador; esta será la mejor prueba de su
sinceridad, y esta condición cada uno puede llenarla."
227.
Si el médium, desde el punto de vista de ejecución, sólo es un instrumento,
ejerce con relación a la moral una gran influencia. Puesto que para comunicarse
el Espíritu extraño se identifica con el Espíritu del médium, esta
identificación no puede tener lugar sino cuando entre los dos hay simpatía y,
si puede decirse así, afinidad. El alma ejerce sobre el Espíritu extraño una
especie de atracción o de repulsión, según el grado de su semejanza o diferencia;
así, pues, los buenos tienen afinidad por los buenos y los malos por los malos;
de donde se sigue que las cualidades morales del médium tienen una influencia
capital sobre la naturaleza de los Espíritus que se comunican por su
intermediario. Si es vicioso, los Espíritus inferiores vienen a agruparse a su
alrededor y están siempre prontos para tomar el puesto de los buenos que se han
llamado. Las cualidades que atraen con preferencia a los buenos Espíritus son:
la bondad, la benevolencia, la sencillez de corazón, el amor al prójimo, el
desprendimiento de las cosas materiales; los defectos que les alejan son: el
orgullo, el egoísmo, la envidia, los celos, la ira, la ambición, la sensualidad
y todas las pasiones por las cuales el hombre se une a la materia.
228.
Todas las imperfecciones morales son otras tantas puertas abiertas que dan
entrada a los malos Espíritus, pero lo que ellos explotan con más habilidad es
el orgullo, porque es el que menos deja conocerse a sí mismo; el orgullo ha
perdido a muchos médiums dotados de las más bellas facultades, y que, sin esto,
hubieran podido ser sujetos notables y muy útiles; mientras que, habiendo sido
la presa de los Espíritus mentirosos, sus facultades se han pervertido en
primer lugar, después aniquilado, y más de uno se ha visto humillado por las
más amargas decepciones.
El
orgullo se traduce en los médiums por señales no equivocas sobre las cuales es
tanto más necesario el llamar la atención como que es una de las extravagancias
que deben inspirar desconfianza sobre la veracidad de sus comunicaciones. En
primer lugar es una confianza ciega en la superioridad de estas mismas
comunicaciones y en la infalibilidad del Espíritu que se los da; de aquí dimana
cierto desdén por todo lo que no viene de ellos por que se creen el privilegio
de la verdad. El prestigio de los grandes nombres con los cuales se adornan los
Espíritus para justificar que les protegen, les ofusca, y como su amor propio
sufriría confesando que son engañados, rechazan toda clase de consejos; los evitan
aun alejándose de sus amigos y de cualquiera que pudiese abrirles los ojos; si
son condescendientes en escucharles, no hacen caso de sus avisos, porque dudar
de la superioridad de su espíritu, es casi una profanación. Se ofuscan por la
menor contradicción, por una simple observación crítica, y algunas veces llegan
hasta aborrecer a las personas que les han hecho favores. Merced a este
aislamiento provocado por los Espíritus que no quieren tener contradictores,
éstos están satisfechos con entretenerles en sus ilusiones; de este modo les
hacen aceptar a su gusto los más grandes absurdos por cosas sublimes. Así,
pues, confianza absoluta en la superioridad de lo que obtienen, desprecio de lo
que no viene de ellos, importancia irreflexiva dada a los grandes nombres, no
admitir consejos, tomar a mal toda crítica, alejamiento de aquellos que puedan
dar avisos desinteresados, creencia en su habilidad a pesar de su falta de
experiencia; tales son los caracteres de los médiums orgullosos.
Es
menester convenir también que el orgullo está excitado en el médium por
aquellos que le rodean. Si tiene facultades un poco trascendentales, es buscado
y elogiado; se cree indispensable y muy pronto afecta el aire de suficiencia y
desdén cuando presta su concurso. Hemos tenido más de una vez el sentimiento de
haber elogiado a ciertos médiums con el fin de animarles.
229.
Al lado de eso pongamos a la vista el cuadro del médium verdaderamente bueno,
aquel en que se puede tener confianza. Supongamos, en primer lugar, una
facilidad de ejecución bastante grande para permitir a los Espíritus el
comunicarse libremente y sin inconvenientes por ninguna dificultad material.
Obtenido esto, lo que más interesa considerar es la naturaleza de los Espíritus
que habitualmente le asisten, y para esto no es al nombre al que se debe
atender, sino al lenguaje. Jamás debe perder de vista que las simpatías que se
conciliará entre los Espíritus buenos, estarán en razón de lo que hará para
alejar a los malos. Persuadido de que su facultad es un don, que le ha sido
concedido para el bien, no abusa y no se hace de ello ningún mérito. Acepta las
comunicaciones buenas que se le hacen, como una gracia de la que es menester
que se esfuerce en hacerse digno por su bondad, por su benevolencia y su
modestia. El primero se enorgullece por sus relaciones con los Espíritus
superiores; éste se humilla, porque nunca se cree merecedor de este favor.
230.
La instrucción siguiente se nos ha dado con este objeto por un Espíritu del que
ya hemos dado algunas comunicaciones.
"Ya
lo hemos dicho: los médiums, en su calidad de médiums, sólo tienen una
influencia secundaria en las comunicaciones de los Espíritus; sus funciones son
las de una máquina eléctrica que transmite los despachos telegráficos de un
punto distante a otro de la Tierra. De este modo, cuando nosotros queremos
dictar una comunicación, obramos sobre el médium como el empleado del telégrafo
sobre su aparato; es decir, de la misma manera que el "tac-tac" del
telégrafo designa a distancia de millares de leguas sobre una tira de papel los
signos reproductores del despacho, de la misma manera nosotros también
comunicamos a través de distancias inconmensurables, que separan el mundo
visible del mundo invisible, el mundo inmaterial del mundo encarnado, lo que
nosotros queremos enseñaros por medio del aparato medianímico. Pero también así
como las influencias atmosféricas obran y turban a menudo la transmisión del
telégrafo eléctrico, la influencia moral del médium, obra y turba algunas veces
la transmisión de nuestros despachos de ultratumba, porque nos vemos obligados
a hacerles pasar por un ambiente que les es contrario. Sin embargo, esta
influencia se anula por nuestra energía y nuestra voluntad y ningún acto
perturbador se manifiesta. En efecto, los dictados de una alta importancia
filosófica, las comunicaciones de una perfecta moralidad son transmitidas
algunas veces por médiums poco a propósito para estas enseñanzas superiores;
mientras que por otro lado se transmiten algunas veces comunicaciones poco
edificantes por conducto de médiums que se avergüenzan de haberles servido de
conductor.
"En
tesis general, se puede afirmar que los Espíritus semejantes llaman a sus
semejantes y que rara vez los Espíritus de pléyades elevadas se comunican por
aparatos malos conductores, cuando tienen a la mano buenos instrumentos
medianímicos, buenos médiums, en una palabra.
"Los
médiums ligeros y poco formales llaman, pues, a los Espíritus de la misma
naturaleza; por esto sus comunicaciones están llenas de elogios, frivolidades,
ideas sin continuidad y a menudo muy heterodoxas, espiritísticamente hablando.
Ciertamente pueden decir y dicen algunas veces cosas buenas; pero sobre todo en
esto caso es menester practicar un examen severo y escrupuloso; porque entre
estas cosas buenas, ciertos Espíritus hipócritas insinúan con habilidad y con
una perfidia calculada hechos calumniosos y aserciones mentirosas, a fin de
engañar la buena fe de sus oyentes. Entonces debe uno quitar, sin
consideración, toda palabra, toda frase equívoca, y no conservar del dictado
sino lo que la lógica acepta o lo que la doctrina ha enseñado ya.
Las
comunicaciones de esta naturaleza sólo son temibles para los espiritistas
aislados, los grupos recientes o poco instruidos; porque en las reuniones en
que los adeptos están más adelantados o han adquirido la experiencia, el grajo
que se adorna con las plumas del pavo real es siempre irremisiblemente
despedido.
"No
hablaré de los médiums que se complacen en solicitar y escuchar comunicaciones
obscenas; dejemos que se complazcan en la sociedad de los Espíritus cínicos.
Por lo demás, las comunicaciones de este orden por ellas mismas buscan la
soledad y el aislamiento; en todo caso, sólo podrían despertar el desdén y el
disgusto entre los hombres de los grupos filosóficos y formales. Pero donde se
hace sentir realmente la influencia moral del médium, es cuando éste sustituye
sus ideas personales a las que los Espíritus se esfuerzan en sugerirle;
igualmente, cuando saca de su imaginación teorías fantásticas que él mismo cree
de buena fe que resultan de una buena comunicación intuitiva. En tal caso puede
entonces hacerse la apuesta de mil contra uno que esto sólo es el reflejo del
Espíritu personal del médium; acontece también el hecho curioso de que la mano
del médium se mueve algunas veces casi mecánicamente impulsada por un Espíritu
secundario y burlón. Contra esta piedra de toque vienen a estrellarse las
imaginaciones ardientes; porque arrastrados por el ardor de sus propias ideas y
por el oropel de sus conocimientos literarios, los médiums desconocen el
modesto dictado de un Espíritu prudente, y abandonado la presa por la sombra lo
sustituyen por una paráfrasis pomposa. Contra este escollo terrible vienen
igualmente a estrellarse las personalidades ambiciosas que, en defecto de
comunicaciones buenas que los Espíritus buenos les rehúsan, presentan sus
propias obras como obra de los mismos Espíritus. Aquí tenéis por qué es preciso
que los jefes de los grupos espiritistas estén dotados de un tacto exquisito y
de una rara sagacidad para discernir las comunicaciones auténticas de aquellas
que no lo son, y para no herir a aquellos que se hacen ilusión a sí
mismos."
"En
la duda abstente, dice uno de vuestros antiguos proverbios; no admitáis, pues,
sino aquello que tenga para vosotros una evidencia cierta. Desde que aparezca
una opinión nueva, por poco que la creáis dudosa, pasadía por el tamiz de la
razón y de la lógica; lo que la razón y el buen sentido reprueban, rechazadlo
con vigor; más vale rechazar diez verdades que admitir una sola mentira, una
sola teoría falsa. En efecto, sobre esta teoría podéis edificar todo un sistema
que se derrumbaría al primer soplo de la verdad como un momento construido
sobre la arena movediza, mientras que si hoy rechazáis ciertas verdades porque
no se os demuestran lógica y claramente, muy pronto un hecho brusco o una
demostración irrefutable vendrá a afirmaros en la autenticidad.
"Sin
embargo acordáos ¡oh espiritistas! que para Dios y para los buenos Espíritus no
hay nada imposible sino la injusticia y la iniquidad.
"El
Espiritismo está bastante esparcido ahora entre los hombres y ha moralizado
suficientemente a los adeptos sinceros de su santa doctrina, para que los
Espíritus no se vean precisados a emplear los malos instrumentos de los médiums
imperfectos. Si pues un médium cualquiera que sea da un legítimo motivo de
sospecha, por su conducta o sus costumbres, por su orgullo, por su falta de
amor y caridad, rechazad, rechazad sus comunicaciones, porque hay una serpiente
oculta en las matas. Aquí tenéis mi conclusión sobre la influencia moral de los
médiums. ERASTO.".267
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