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EN LOS LIMITES DE LA REALIDAD

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sábado, 10 de agosto de 2013

EL BUDISMO: UNA 'RELIGION' ATEA

EL BUDISMO: UNA 'RELIGION' ATEA
(Una visión cristiana)
Joseph

En 1954, el gran orientalista Helmut von Glasenapp publicó una obra que se convirtió en un clásico del orientalismo: Buddhismus und Gottesidee, editada en castellano en 1974 por Barral Editores con el título de El budismo: una religión sin Dios.
En el Capítulo II de dicho libro, titulado No hay Creador ni Conductor del Cosmos (págs. 39-56 de la traducción española), demuestra el autor que el budismo niega explícitamente la existencia de Dios, aunque admite la existencia de dioses (coincide en ambos puntos con el jainismo, una religión heterodoxa de la India, y con la filosofía Sankhya, una corriente de pensamiento ortodoxa dentro del hinduismo). Von Glasenapp basa su demostración en citas de textos clásicos y autoritativos tanto del budismo Hînayâna (Pequeño Vehículo) como del Mahâyâna (Gran Vehículo): Abhidharmokosa de Vasubandhu, Abhidharmakosavyâkhyâ de Yasomitra, Bodhicaryâvatâra, Mahâprajñâpâramitâshâstra de Nâgârjuna, Buddhacarita, Bhuridatta-Jâtaka, Majjhima-Nikâya, Anguttara-Nikâya... La lista puede alargarse, naturalmente. Bastaría, por ejemplo, con agregar el siguiente pasaje del Bhavasankrântishâstra de Nâgârjuna: "el mundo no ha surgido en un principio y por nadie ha sido creado" (1). También podría añadirse el testimonio de instructores budistas contemporáneos, como p. ej., el Anagârika Prajñânanda: "la creencia en un Dios individual o personal, creador de las cosas, regente, inmortal, es una opinión falsa" (2).
Puesto que todas las escuelas budistas son tributarias del budismo indio (en el que Von Glasenapp fundamenta su demostración) se sigue que todas las escuelas budistas son ateas. Todo el budismo actual pertenece al Hînayâna o al Mahâyâna, y tanto un vehículo como el otro nacieron en la India. No quepa duda, pues: la doctrina del Buda es atea hasta la médula.


Fundamento doctrinal del ateísmo budista (I): la teoría del anâtman
Ahora bien, ¿cuál es la causa del ateísmo budista? ¿Es concebible un budismo teísta, como algunos fantasean en Occidente? La causa del ateísmo budista estriba en la doctrina budista del anattan o anâtman y en la "concepción central del budismo": la teoría de los dharmas. El ateísmo budista no es más que un corolario de la doctrina del anattan o anâtman, y a su vez esta doctrina está íntimamente relacionada con la teoría budista de los dharmas. Veámoslo en detalle.
Comenzaremos por extractar algunos pasajes de la introducción que la orientalista Carmen Dragonetti escribió para su introducción del Dhammapada, un texto del Canon Pali (perteneciente, pues, al budismo Hînayâna), texto autoritativo porque, según los budistas, está formado por sentencias proferidas por Gautama, el fundador del budismo. En tal introducción expone Carmen Dragonetti la doctrina búdica del anattan o anâtman:
"1. attan en muchos pasajes es usado como pronombre, ya sea demostrativo o indefinido, ya sea reflexivo (...) 2. Usado como término filosófico, attan designa al alma individual (Individualseele), tal como es concebida por los jainas y otras escuelas. Esta alma individual era considerada como una mónada espiritual (Geistmonade) eterna, inalterable, que, de acuerdo con su naturaleza, es feliz y perfecta (aunque sus cualidades son a veces oscurecidas -verdunkelt- a causa de su unión con la materia) (Glasenapp, Vedanta und Buddhismus, Wiesbaden, pág. 10). En este sentido attan no es otra cosa que el término sánscrito âtman, término central en la doctrina de las upanishads. Nos permitimos agregar a las palabras de Glasenapp las siguientes características del âtman según las upanishads; el âtman es una sustancia permanente, absoluta y trascendente, idéntica con el brahman, que es el alma universal, lo Absoluto, el ens realissimum. El âtman idéntico al brahman es, por eso mismo, el fundamento y la última realidad de todo, 'la realidad de la realidad' (satsasya satyam; Brihadaranyaka Up. II, 1.20). El hombre que hace suyas las doctrinas upanishádicas puede llegar a conocer y realizar la identidad de su âtman con el brahman, momentáneamente ocultado por varios factores, entre los que prima la ignorancia (avidyâ). 3. Finalmente, el término attan (sobre todo en el compuesto negativo anattan) designa en múltiples textos palis, de un modo general, lo que en metafísica se entiende por la palabra sustancia, o sea, algo que existe in se et per se (Glasenapp, Vedanta und Buddhismus, págs. 10-11). Este uso constituye una ampliación del sentido de la palabra attan señalado en el párrafo anterior.
El budismo no acepta el concepto de alma individual a que nos hemos referido antes. 'La negación del alma diferencia al budismo de las religiones que le disputaron en la India la dominación de los espíritus' (Oltramare, L'Histoire des idées théosophiques dans l'Inde, París 1923, tomo II, pág. 215). Como dice Glasenapp (Vedanta und Buddhismus, 1950, pág. 15), la negación de un âtman imperecedero constituye un rasgo esencial común a todos los sistemas dogmáticos del budismo Hînayâna y del Budismo Mahâyâna.
Para el budismo el individuo no es sino un conglomerado de fenómenos frágiles o fugaces, de combinaciones momentáneas e impermanentes, un conjunto de procesos corporales, de sensaciones, percepciones, voliciones, fantasías, pensamientos, sentimientos, actos de conciencia, etc.; esto es todo, fuera de ello no hay nada. No hay en el individuo nada constante, ninguna unidad; no existe en él nada sustancial, nada absoluto, nada permanente, ni âtman en sentido upanishádico, ni alma en el sentido de la escolástica cristiana (ver Oltramare, L'Histoire..., II, pág. 215; Masson-Oursel, Esquisse d'une histoire de la philosophie indienne, París 1923, pág. 92).
La negación de un alma individual no es sino un caso particular de la tesis general del Budismo de que no existe nada sustancial, permanente y absoluto, de que lo único que existe son fenómenos transitorios, inconsistentes, formando entre sí combinaciones siempre cambiantes, condicionándose nuevamente, o sea, un 'fenómeno radical' (...) Múltiples textos ilustran la tesis del Budismo de que no existe un alma individual, ni en sentido upanishádico ni en sentido cristiano, como hemos dicho. En el Samyutta-Nikâya, III, pág. 66 (3)(Anattalakkhanasuttam), Buda pasa revista a todos y cada uno de los distintos componentes (khanda) del hombre (rupa: corporeidad; vedana: sensación; sañña: percepción, etc.) y declara respecto de cada uno de ellos que son 'anattan', es decir, que ninguno de ellos constituye un attan, o sea, un âtman o un alma (Glasenapp, Vedanta und Buddhismus, pág. 12). Agrega también el Buda que todos esos componentes son anicca, impermanentes. Y concluye manifestando que el hombre no puede estimar como suyo ninguno de esos componentes, que no puede identificarse con ninguno de ellos, y que no puede considerar a ninguno de ellos como su attan (âtman, alma). En el Sutta Nipata 1119 (Mogharajamanavapuccha) se lee: 'considera al mundo como algo vacío... desechando la creencia en el attan, y así superarás la muerte'. El Milindapaññasutta, pág. 57 (trad. Finot) en el célebre diálogo entre Milinda y Nagasena llega a las mismas conclusiones que los textos anteriormente citados y resume su doctrina en los siguientes versos del Samyutta-Nikâya I, pág. 134 (Vajira suttam): 'así como se emplea la palabra carro cuando sus partes han sido reunidas, del mismo modo se da el individuo cuando existen sus componentes: es una convención'.
No sólo el budismo niega la existencia del alma, sino que considera como una herejía la creencia en un yo permanente e indestructible (sakkayaditthi) (de la Vallée Poussin, Bouddhisme, París 1925, pág. 81; Oltramare, L'Histoire..., II, pág. 214). Asimismo, en múltiples lugares los textos palis consideran dicha creencia como uno de los samyojana, o sea una de las ataduras que impiden la liberación (Dîgha-Nikâya III, págs. 216 y 234; Sangitisuttantam XIX y VII) (...) Numerosos textos ilustran asimismo la tesis más general de la negación de toda sustancia. Bástenos mencionar el Dhammapada 277-279, que declara que todas las cosas en cuanto que son condicionadas y conglomerados de factores de la existencia (sankhara) son impermanentes y fuente de desgracia, y que todas las cosas (dhamma) son insustanciales (anattan). Igual doctrina aparece en el Anguttara-Nikâya I, pág. 286 (Uppadasuttam)" (4)
En el Mâhayâna sobreabundan los testimonios relativos a la doctrina del anâtman. Podemos citar aquí el siguiente pasaje del Mahâyânavimshika del Acârya Nâgârjuna, fundador de la escuela Madhyamika: "realmente, los mundanos atribuyen una esencia (âtman) a lo que no tiene esencia y de la misma manera imaginan la dicha, la miseria, la serenidad, las pasiones y la liberación" (5).
En el Shâlistambasûtra se dice del que ha visto mediante su prajñâ (conocimiento trascendente) el pratîtyasamutpâda (esto es, el encadenamiento causal que explica el origen del nacimiento y de los sufrimientos inherentes al destino humano: la verdadera naturaleza de la realidad, pues) que lo ve así como es, "como vacío (shûnya), como insustancial (anâtman)" (6); más adelante se afirma del poseedor de la prajñâ que "las diversas opiniones que en este mundo tienen algunos samanes y brahmanes -como las relativas a la teoría de la sustancia (âtman), las relativas a la teoría de un ser, las relativas a la teoría de un ser vivo, las relativas a la teoría de un individuo (pugdala), las relativas a las ceremonias auspiciosas -(opiniones) que aparecen y desaparecen- (todas) ellas en ese momento son abandonadas por él, comprendidas, arrancadas de raíz, como la cresta de la palmera, dejan de aparecer en el futuro" (7).
Por lo demás, es sabido que la doctrina de la vacuidad o vaciedad (shûnyatâ) de todo lo existente, es decir, la doctrina que afirma que el mundo está vacío, presupone siempre la doctrina del anâtman. Como dice el anagârika Prajñananda: "Shûnyatâ es la cualidad que corresponde a shûnyam. He aquí [sus] dos significaciones. Por un lado, la cualidad fenomenal que denota la no-esencia [es el anâtman] de los fenómenos; mejor que por vacuidad podría traducirse por 'burbujeidad': los fenómenos son comparables a burbujas que nacen, se hinchan, se deshinchan, o explotan (...) La segunda acepción es lo que podríamos denominar 'vacuidad absoluta', por ejemplo: shûnyatâyam na rûpam, na vedanâ, na samjñâ, na samskâra, na vijñânam. La negación es absoluta" (8). En la última acepción, shûnyatâ significa un "estado" en el que hay "extinción" de los cinco agregados de la existencia, "extinción" obrada por prajñâ. No hay "extinción" sin insustancialidad (9).
¿Quién no ve que la doctrina del anâtman es incompatible con el teísmo? Dios es una sustancia, un ser que existe en sí y por sí, permanente, eterno; es decir: un âtman. Hemos visto de paso que la doctrina del anâtman es incompatible también con la afirmación de que el alma existe y es inmortal; al respecto afirma Prajñânanda: "la eternidad o la inmortalidad del alma, de la psique, es una opinión falsa, así como la creencia en cualquier elemento duradero. La psique, incluso en sus manifestaciones más sutiles, no es más que un compuesto impermanente, siempre cambiante. Y esta característica conviene tanto al alma 'individual', completamente cegada por la ilusión del yo, cuanto al alma 'personal', esclarecida, canal del Orden de las cosas. En los dos casos el alma muere al mismo título que el cuerpo. Quizás no mueren al mismo tiempo los cinco cuerpos de la psicofisiología búdica, pero acaban pereciendo" (10).

Fundamento doctrinal del ateísmo budista (II): la teoría de los dharmas
La doctrina del anattan o anâtman está íntimamente vinculada con la teoría budista de los dhammas o dharmas. En esta teoría se usa el vocablo dhamma o dharma en una acepción técnica, filosófica. Vamos a ver que dicha teoría es también incompatible con el teísmo, así como con el dogma que afirma la existencia del alma humana y su inmortalidad. Extractaremos unos pasajes del trabajo de Fernando Tola y Carmen Dragonetti titulado La teoría de los dharmas en el budismo, que figura en la obra Yoga y mística de la India, publicada por la editorial Kier en 1978. En el mencionado trabajo se analiza la teoría de los dharmas en relación con el budismo primitivo, el budismo hînayâna y el budismo mahâyâna, y en dicha teoría se emplea la palabra dharmas para designar los elementos constitutivos, los factores de existencia de la realidad:
"Buda analiza al hombre y encuentra que es solamente un conjunto de elementos, de dharmas insustanciales, transitorios y dolorosos. Estos dharmas son clasificados en cinco grupos (skhanda): rûpa: materia (el cuerpo); vedanâ: sensación; samjñâ: percepción; samskâra: volición; vijñâna: conciencia. En este caso las realidades que son los dharmas mencionados vienen a ser los elementos constitutivos de la entidad psicofísica que es el hombre, los factores que posibilitan su existencia. (Samyutta-Nikâya I, pág. 135; Samyutta-Nikâya III, págs. 58-62; Samyutta-Nikâya III, págs. 66-69; Majjhima-Nikâya III, págs. 15-21) (...) Como hemos visto, el hombre es reducible a los cinco grupos de dharmas mencionados antes (rûpa, etc.). Estos dharmas no pueden ser analizados ulteriormente, son irreductibles a otra u otras realidades de cualquier naturaleza... Además, detrás de los dharmas no existe algo (como Brahman, el ens realissimum, la arjé de todo en las Upanishads) que se manifiesta en ellos, que les sirve de fundamento y que los explica. El nivel más profundo al cual nos lleva el análisis del hombre (objeto central del pensamiento budista) son los dharmas. Por otro lado, el hombre se diluye en un conglomerado de dharmas, conglomerado que se formó en virtud de la ley de causalidad. En el hombre sólo tenemos así únicamente dharmas y nada más que dharmas (...) Los textos del Sûtrapitaka reiteradamente señalan tres características de los dharmas (...) Todos los dharmas son: 1. anâtman. El término âtman puede ser traducido por 'sustancia' y, teniendo en cuenta el prefijo privativo an- de anâtman, este término significa 'sin sustancia'. Los dharmas son así pues sin sustancia. Esta expresión puede ser tomada en un doble sentido: a) los dharmas son insustanciales: no se da en ellos una sustancia, algo que existe en sí y por sí; todo dharma es producido por uno o varios dharmas. Pero el dharma que surje a la existencia no surje a una existencia autónoma, sino exclusivamente para dar lugar, juntamente con otros dharmas, a alguna entidad que es el agregado de todos esos dharmas y en la cual esos dharmas cobran existencia; y b) no existe ninguna sustancia a la cual esos dharmas puedan adherirse, no existe un núcleo con la naturaleza de sustancia alrededor del cual los dharmas puedan congregarse. Los dharmas, agrupados en cinco skhandas, que constituyen al hombre no se aglomeran alrededor de un principio que existe en sí y por sí (un alma) como atributos, accidentes o cualidades del mismo. Los dharmas, insustanciales en sí mismos, se agrupan entre sí, sin que exista un principio sustancial que les sirva de punto de apoyo. 2. Tanto los dharmas como las entidades a que ellos con su agrupamiento dan origen son transitorios (anitya), no tienen de ningún modo una existencia eterna; como tuvieron un comienzo así tienen un fin. 3. Los dharmas, finalmente, son dolorosos (dukha) en cuanto que son causa de sufrimiento, porque los productos a que dan lugar y a los cuales el hombre se apega, están sometidos a la ley de la destrucción (Anguttara-Nikâya I, pág. 286; Samyutta-Nikâya III, págs. 21-22; Dhammapada 277-279) (...) El Budismo primitivo sostenía que los dharmas son transitorios, pero nada decía con respecto a cuánto tiempo duraban (...) El Budismo Hînayâna sigue afirmando, al igual que el Budismo primitivo, la realidad efectiva y objetiva de los dharmas, en cuanto factores de existencia. Pero debido a la instantaneidad que los caracteriza (desarrollada por el Budismo Hînayâna a partir de doctrinas y textos del Budismo primitivo) la realidad de los dharmas se ha convertido en algo fugaz y precario (...) El mundo y los seres que en él habitan resultan ser en el Budismo Hînayâna únicamente un conglomerado de dharmas que se suceden unos a otros en una constante y vertiginosa transformación. Lo único que existe son dharmas y éstos existen solamente por un brevísimo instante; surgen para desaparecer de inmediato.
Por eso no percibimos el mundo tal como es en realidad, ya que no percibimos los dharmas que lo constituyen, fluyendo en su incesante cambio, ya que no percibimos lo único que existe en verdad: series causales de dharmas en vertiginosa mutación. Por el contrario, la rapidez con que los dharmas se reemplazan unos a otros hace creer falsamente en una unidad, en una identidad y en una continuidad, que no se dan en la realidad. Esa unidad, esa identidad y esa continuidad son impresiones erróneas dejadas en nuestra mente por los dharmas y la rapidez de su incesante cambio. Sólo percibimos un fenómeno: la realidad subyacente a él se nos escapa" (11).
Fernando Tola y Carmen Dragonetti nos informan en el mismo trabajo de que el Budismo Mahâyâna lleva a sus últimas consecuencias la doctrina desarrollada por el Budismo en su periodo anterior (12).
Salta a la vista sin esfuerzo que tanto la teoría budista del anattan o anâtman como la teoría de los dharmas, íntimamente vinculada con aquélla, son absolutamente incompatibles con el teísmo (en cualquiera de sus variedades) así como con la afirmación de la existencia del alma; así, pues, la oposición entre Budismo y Catolicismo es absoluta.

El budismo y la reencarnación
El Budismo niega también cualquier tipo de renacimiento o reencarnación, cualquier clase de transmigración de las almas, de metempsicosis o, mejor dicho: de metemsomatosis. Probablemente fueron los ingleses los primeros que usaron la voz rebirth para interpretar la "génesis condicionada de la conciencia", o sea, la pratîtyasamutpâda, la serie causal de doce eslabones mediante la que se da cuenta del surgimiento de nuevas series de conciencia. Se puede usar el vocablo 'renacimiento' o el de 'reencarnación' a falta de otros mejores, pero procurando advertir al lector que, en realidad, nada transmigra de una existencia a otra, pues hay en el budismo una proposición esencial: "no hay individuo (pugdala) que vaya desde la existencia presente (ihajanman) a la existencia futura (aparajanman). Sólo hay una existencia, de nombre y de convenciones (nâmasamketasattva) que resulta de un complejo de causas y de condiciones (hetapratyayasâmagrî)" (13). Si el budismo no admite la existencia del alma, tampoco puede admitir que el alma transmigre de un cuerpo a otro. Según el Bhavasankrântisûtra, 'el río de la conciencia', o sea, la serie-de-conciencias que constituyen al individuo, no se detiene con la muerte si el individuo que muere ha realizado actos que tienen como consecuencia una nueva 'reencarnación'. En este caso, una "de esas conciencias viene a ser la última conciencia, no de toda la serie-de-conciencias, sino de un segmento de esa serie, que es concebido como una vida o una existencia; la conciencia que le sigue, ligada a la anterior por la ley de la causalidad y perteneciente a la misma serie-de-conciencias, viene a ser la primera conciencia de un nuevo segmento de esa serie, que es concebido como una nueva vida o una nueva existencia. La cesación de la última conciencia y el surgimiento de la primera son simultáneos, como la subida y la bajada de los brazos de una balanza. La última conciencia es concebida como la muerte, la primera como el nacimiento.
La relación de la última conciencia de un segmento (existencia) de la serie-de-conciencias con la primera conciencia del segmento (existencia) siguiente de la serie-de-conciencias, es la misma que existe en el curso de la vida entre cualquier conciencia y la que le sigue, con las siguientes salvedades: para el caso del pasaje de un segmento (existencia) de la serie a otro, juntamente con la última conciencia se produce el aniquilamiento del componente material (cuerpo) propio del segmento que concluye, y conjuntamente con la primera conciencia se produce el comienzo del surgimiento de un nuevo componente material (cuerpo) propio del segmento (existencia) que se inicia. La primera conciencia y las que le siguen, ligadas a ella por la ley de la causalidad y pertenecientes a la misma serie-de-conciencias, no van acompañadas del recuerdo de las experiencias vividas en los segmentos (existencias) anteriores de esa misma serie-de-conciencias. Sólo hay una serie-de-conciencias que viene desde la eternidad y fluirá hasta que sea cortada gracias al acatamiento de los principios budistas, pero el aniquilamiento de los componentes materiales propios de un segmento y otro de la serie, y la desaparición del recuerdo de las experiencias vividas en los segmentos anteriores de esa serie-de-conciencias, oculta la continuidad ab aeterno de la serie y hace creer en la existencia de individuos que surgen sin ninguna conexión con nadie en el pasado, sin ninguna conexión con nadie en el futuro" (14).
Algunas escuelas, como la tántrica tibetana, postulan la exitencia de un 'estado intermedio' entre la muerte y el 'renacimiento'; es decir: en opinión de ellas, el 'renacimiento' no es instantáneo, pero de ninguna manera se identifica la conciencia del cuerpo que muere con la que nace en el 'estado intermedio'; ambas conciencias pertenecen a tramos diferentes del "río-de-conciencia", o en otras palabras, se niega que nada transmigre de una existencia al 'estado intermedio'. Tampoco transmigra nada desde el 'estado intermedio' a una nueva existencia (15).
El budismo niega también cualquier 'renacimiento' como planta, pues sólo conoce seis dominios de la existencia: el de los devas o dioses, el de los asuras o titanes o antidioses, el de los pretas o fantasmas hambreantes, el de los humanos, el de los animales y el de los infiernos. La existencia en estos dominios del 'renacimiento' es transitoria: sólo el 'estado' búdico es permanente e irreversible (16).
El budismo y la moral
Tampoco reconoce el budismo la existencia de normas morales: la ética budista es puramente funcional, técnica; es decir, no se compone de imperativos categóricos, sino de imperativos hipotéticos. La ética budista no dice "debes hacer esto o lo otro", sino que enuncia: "si quieres conseguir esto, has de hacer aquello", pues sólo tiene por objeto crear condiciones favorables para la ascesis. Considera el budismo como uno de los diez lazos (samyojana) que ligan al hombre a su condición ilusoria, al apego a las reglas morales y a los ritos (sîlabbata pârâmâsa) (17).
El budismo tibetano
Tocante al budismo tibetano, basta leer Introducción al budismo tibetano, obra escrita por Tenzing Gyats'o, el XIV Dalaï Lama (o sea, el Dalaï Lama actual), para darse cuenta de que es tan aberrante como cualquier otra modalidad del budismo: negación del 'yo', doctrina del vacío o shûnyatâ, 'renacimiento', doctrina de los dharmas, etc. Como es natural, el Dalaï Lama reconoce que el budismo tibetano es idéntico al budismo hindú, diferenciándose de éste tan sólo en detalles accidentales: "los lamas tibetanos no alteraron ni añadieron nunca nada que fuera esencial (...) Por esta razón no creo justificado considerar al Budismo tibetano distinto del Budismo original tal y como fue predicado en la India" (18). Hablando en plata: el Dalaï Lama nos suministra en su libro varias pruebas del ateísmo del budismo tibetano.
El ateísmo budista... ¿vía de salvación?
De ahí se sigue que hay que ser muy ignorante o muy mal intencionado para hacer creer que el budismo es una vía de salvación.
¿Qué se puede deducir de la promoción del budismo tibetano efectuada por Juan Pablo II en Asís, el día 27 de octubre de 1986? El Papa actual había convocado a los dirigentes de las principales confesiones religiosas para celebrar la Jornada Mundial de Oración por la Paz, y puso a disposición de los budistas la iglesia católica de San Pedro para que celebraran su culto: "allí, en la antigua iglesia de San Pedro, estaban desplegados junto a la cruz estandartes religiosos budistas, había sobre el altar y el sagrario una estatua de Buda. Junto a las velas ardían varas aromáticas, en lugar de la campana sonaba el gong, y no se entonó el canto gregoriano, sino sutras budistas ('Rheinischer Merkur - Christ und Welt' del 31-10-1986)" (19).
Ahora bien, como hemos demostrado, el budismo tibetano -todo budismo- es ateo; luego el culto budista es un culto ateo. Juan Pablo II, pues, lo que hizo fue animar al Dalaï lama y a su séquito a hacer profesión pública de ateísmo, a profanar una iglesia católica con ritos que niegan terminantemente la existencia de Dios. Aunque el Papa no hizo ninguna declaración de índole doctrinal, es claro que de sus actos puede deducirse por vía de inferencia lógica la expresión de una doctrina errónea. ¿Qué doctrina? La que sostiene que, para salvarse, no es preciso creer en Dios.
¿Es católica dicha doctrina? No, porque "la Iglesia considera como absolutamente necesaria para la salvación la virtud de la fe, informada por la caridad, de la misma manera que considera imprescindible la posesión de la gracia santificante, pues nadie será glorificado si antes no ha sido justificado.
Pero ¿será igualmente necesario el acto de fe para ser justificado o santificado?
No faltan teólogos, como Neveut, que sostienen que ni el Concilio Tridentino, ni el Vaticano [I] afirman en parte alguna la necesidad del acto de fe explícita en una verdad revelada para alcanzar la salvación (Ephem. Theol. Lovan., Jan. 1930).
Sin embargo, los teólogos, en su inmensa mayoría, ven afirmada en los Concilios Tridentino (Ses. VI, can. 6 y 8) y Vaticano [I] (Ses. III, can. 3) la necesidad en el adulto del acto de fe para la justificación y salvación.
La razón de esta necesidad está en que el adulto no puede ser justificado sin ciertas disposiciones, constituidas por actos suyos libres y sobrenaturales, el primero de los cuales es la fe (...) Resumiremos la doctrina de la necesidad de la fe para la justificación en los siguientes asertos:
a) Fue siempre doctrina común en la Iglesia, que algunos teólogos tienen como de fe divina y católica, que no basta para la justificación la fe en sentido amplio (fides lata).
Inocencio XI condenó la siguiente proposición: Fides late dicta ex testimonio cretorum similive motivo ad justificationem sufficit (D.B., nº 1173) [la fe en sentido lato, por el testimonio de las criaturas u otro motivo semejante, basta para la justificación]. No basta, pues, para la justificación la fe en sentido amplio, concebida por el testimonio de las criaturas u otro motivo semejante (...)
b) Tampoco basta, supuesta la fe lata, el deseo de la fe estricta (votum fidei) que hace que el hombre, conociendo a Dios por medio de las criaturas, pero ignorando la revelación divina, esté pronto y dispuesto a creer en la hipótesis de que Dios hablara, pues tal deseo aunque sea lógica y psicológicamente posible, aunque sea útil preparación para escuchar la revelación divina, no es la fe, es solo la voluntad de tenerla (...)
c) La fe necesaria para la justificación es la fe estricta. Esta es la verdadera fe divina, homenaje que el entendimiento rinde a Dios, esto es, a su ciencia y veracidad por la adhesión firme a una afirmación divina, aunque encierre misterios insondables. Así dice San León: Divina est auctoritas cui credimus [divina es la autoridad a la que creemos].
d) La fe necesaria para la justificación es la fe estricta actual, por lo que dice el Apóstol: Sine fide autem impossibile est placere Dio. Credere enim oportet accedentem ad Deum quia est, et inquirentibus se remunerator sit [y así, sin fe es imposible agradar a Dios. Pues es necesario que el que se llega a Dios, crea que hay Dios, y que es el remunerador de los que le buscan (Hebr. XI, 6)]; palabras que es menester entender del acto de fe, porque creer (credere) no puede aquí significar sino el acto de fe que tiene por objeto dos verdades particulares, como son la existencia de Dios y la futura remuneración; y no la virtud de la fe, que se extiende a todas las verdades reveladas.
e) La fe necesaria para la justificación es cuando menos la fe explícita en Dios remunerador sobrenatural, según el testimonio del Apóstol antes citado.
f) En la fe explícita en Dios remunerador sobrenatural va implícita la fe del Redentor, sin la que nadie se salva. Et non est in alio aliquo salus. Nec enim aliud nomen est sub coelo datum hominibus in quo oporteat nos salvos fieri [y no hay salud en ningún otro. Porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado a los hombres en que podamos ser salvos (Act. IV, 12)].
Por lo que dice Santo Tomás: 'Si algunos a quienes no se hizo revelación fueron salvos, no lo fueron sin la fe del mediador; porque aunque no la tuvieron explícita, la tuvieron, sin embargo, implícita en la divina Providencia, creyendo que Dios es el Redentor de los hombres según los modos que le parecieren convenientes y según lo revelara a algunos que conocieran la verdad' (II-II, q. II, a. 7 ad 3) (...)
g) Para esta fe explícita en Dios remunerador sobrenatural e implícita en Cristo redentor no basta la contemplación del mundo sensible, sino que se requiere el Magisterio de Dios que hable o enseñe a los hombres, bien sea exteriormente por los múltiples elementos de revelación dispersos en la humanidad, bien sea interiormente por la inspiración de la gracia, que Santo Tomás promete no ha de faltar a quien a Dios no faltare: 'Toca a la divina Providencia proveer a todos los hombres de lo necesario para su salvación, con tal que ellos no le pongan impedimento. Por eso, si un salvaje nacido en los bosques o entre brutos animales sigue la inspiración de la recta razón en apetecer el bien y huir del mal, se ha de tener por indudable que Dios le revelará por inspiración interior lo que es necesario creer, o bien que le enviará un predicador como en otro tiempo envió a San Pedro al Centurión Cornelio' (De verit., q. XIV, a. 11)" (20).
Por otro lado, es de fe que no hay adulto que, en pleno goce de sus facultades mentales, pueda ignorar invenciblemente a Dios, como asimismo los primeros principios de la ley natural: el capítulo XIII, 1-5 del libro de la Sabiduría y el capítulo I, 18-22 de la Epístola de San Pablo a los Romanos nos muestran el conocimiento natural de Dios más fácil y asequible que la ciencia misma del mundo, y declaran culpable al hombre que desconoce o niega a su Hacedor.
"Este conocimiento elemental de Dios es, según los Padres, connatural, espontáneo, congénito; por lo que dice Tertuliano: 'Haec est summa delicti nilentium recognoscere quem ignorare non possunt [éste es el mayor delito de los que no quieren conocer a quien no pueden ignorar (Apolog. 17)], y San Agustín: Haec est vis verae divinitatis ut creaturae rationali jam ratione utenti non omnino ac penitus possit abscondi [es tal la fuerza de la verdadera divinidad que no puede quedar total y absolutamente oculta a la criatura que ha llegado ya al uso de razón (In Joan., Tr. 106)], y finalmente San Hilario: Quis mundum intuens, Deum esse non sentiat? [¿quién mirando el mundo, no siente que existe Dios? (In Ps. 52)].
Todo hombre, en efecto, posee su razón, y el libro del Universo, en que están escritas las maravillas de los seres creados, reflejo y trasunto de las perfecciones de Dios, está abierto a todos y todos pueden penetrar su sentido.
Por eso fue siempre tan monstruoso y desnaturalizado el ateísmo que es la negación de Dios; y por eso también se miró con tanto horror el epíteto de ateo, reputado en otras épocas como soberanamente injurioso" (21).
El Dalaï Lama, pues, por su ateísmo, ni tiene la virtud teologal de la fe, ni tiene la fe estricta actual y sobrenatural en Dios remunerador, ni tiene siquiera la fe natural obtenida merced al testimonio de las criaturas; y Juan Pablo II, como buen ecumenista, le animó a seguir por esa senda, es decir, le animó a condenarse eternamente y a ratificar su vocación de réprobo ultrajando al Dios vivo en un templo católico. Si en 1986 hubiese estado en vigor el Código de Derecho Canónico de 1917, cualquier persona en las circunstancias de Juan Pablo II habría quedado excomulgada ipso facto en virtud de los cánones 1325 & 2 y 2314 & 1.
Joseph
 
 
NOTAS
(1) Bhavasankrântishâstra, estrofa nº 4. Traducción de Fernando Tola y Carmen Dragonetti en Budismo Mahâyâna, Buenos Aires: Kier 1980, pág. 118.
(2) Anagârika Prajñânanda, Bouddhisme Gnostique, Milán: Archè, 1981, pág. 64.
(3) Las citas de la autora tomadas de obras del Canon Pali lo son de la transcripción latina de dicho Canon publicada por la Pali Text Society de Londres, de traducciones de gran número de textos publicadas por la mentada sociedad, y de la edición completa del Canon Pali, en alfabeto devanagari, en la Nalanda Devanagari-Pali Series, Pali Publication, Broad-Bihar Government, 40 volúmenes. Los números que completan las citas remiten a tomo y página de la Pali Text Society.
(4) Dragonetti, Carmen, Bhammapada: el camino del dharma, Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1967, págs. 35-38.
(5) Mahâyânavimshika, estrofa nº 5. Traducción de Prajñânanda, Bulletin du Centre Bouddhique de Gretz, abril 1982, pág. 21.
(6) Shâlistambasûtra, traducción de Fernando Tola y Carmen Dragonetti en Budismo Mahâyâna, Buenos Aires: Kier 1980, pág. 61.
(7) Ibid., pág. 62. 
(8) Anagârika Prajñanânda, op. cit., pág. 220.
(9) En el budismo Hînayâna sólo hay dos suttas que hablen de la vacuidad; puede verse una traducción del Majjhima Nikâya suññatavagga cûlasuññatasutta (Corto Sutta sobre la Vacuidad) en el Bulletin du Centre Bouddhique de Gretz, abril 1982, págs. 6-8. En el budismo Mâhayana la doctrina de la vacuidad adquiere desarrollos grandiosos rayanos en el delirio; puede verse, para las dos acepciones del vocablo shûnyatâ, la obra monumental de Nâgârjuna: Mahâprajñâpâramitâsâstra, traducida del chino por Etienne Lamotte y publicada por la Universidad de Lovaina en cuatro gruesos volúmenes. En esta obra se encontrarán desarrolladas, además de la doctrina de la vacuidad de toda la realidad, la doctrina del anattan o anâtman, así como la teoría budista de los dharmas. Es un auténtico tratado de escolástica budista. Etienne Lamotte tuvo el cuidado de dar en su traducción el equivalente sánscrito de los términos técnicos, lo que facilita extraordinariamente la comprensión del tratado de Nâgârjuna. También es recomendable la lectura del Prajñâpâramitâhridayasûtra, pues este sûtra extraordinario sintetiza todo el budismo Mâhayâna. Su verdadero sentido debe ser transmitido por un instructor cualificado, así como su correcta pronunciación y su ritmo (es un sûtra que debe ser recitado). El lector encontrará una transcripción, una traducción y una exégesis de este sûtra en Bouddhisme Gnostique, ya citado, págs. 192-228, y en Exégèse du Sûtra Coeur de la Perfection de Connaissance Transcendante, del Centre d'ètudes du Dharma, de Gretz-Armanivillers, Francia, octubre de 1989. También se relaciona con dicho sûtra el Court traité de la connaissance transcendente, de Prajñânanda, Editions Thanh-Long: Bruselas, 1987. Fernando Tola y Carmen Dragonetti dan también una traducción de él en el referido Budismo Mahâyâna.
(10) Prajñânanda, Bouddhisme Gnostique, Milán: Archè, 1981, pág. 64.
(11) La doctrina de los dharmas en el budismo, en Yoga y mística de la India, de Fernando Tola y Carmen Dragonetti, Buenos Aires: Kier, 1978, págs. 91-121.
(12) También puede verse una buena exposición de la doctrina budista del anâtman así como de la teoría de los dharmas en dos libros de sendos eruditos budistas contemporáneos, con profusión de extractos de textos del Canon Pali: Nyânatiloka Mahâthera, La palabra del Buda, Madrid: Altalena Editores, 1982; Piyadassi Thera, El antiguo sendero del Buda, Madrid: Altalena Editores, 1982.
(13) Boudhi, Revue semestrelle d'études bouddhiques, nº 6, Bruselas: Editions Thanh-Long, sin fecha, pág. 32.
(14) Bhavasandrântisûtra, traducción de Fernando Tola y Carmen Dragonetti, en Budismo Mahâyâna, págs. 30-36. La cita está tomada de la introducción a dicho sûtra redactada por los mencionados orientalistas.
(15) Cfr. Bardo-Thödol (El libro tibetano de los muertos), Madrid: Ediciones EDAF, 1981. La negación de la transmigración puede leerse en las obras de Nyânatiloka Mahâtera y Piyadassi Thera citadas en la nota 12.
(16) Cfr. Bardo-Thödol;Bhavasandrântisûtra; Introducción al budismo tibetano, del XIV Dalaï Lama, Madrid: Editor Luis Cárcamo, 1982, págs. 27-29.
(17) Cfr. sobre la ética búdica: Bouddhisme Gnostique, ya citado, págs. 66-76.
(18) Tenzing Gyats'o, op. cit., págs. 20-21. Es una de las obras citadas en la nota 16.
(19) Citado por Julián Gil de Sagredo en su artículo Asís. Comentando y puntualizando, pág. 8 de la Hoja informativa de la Comunión Católico-Monárquica-Legitimista, marzo-abril, 1987.
(20) Alastruey y Sánchez, Gregorio, En torno a la cuestión del gran número de los que se salvan y de la mitigación de las penas eternas, Valladolid 1935, págs. 44 y 50-54.

(21) Alastruey y Sánchez, Gregorio, op. cit., pág. 34. 

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