Helena Blavatsky
Publicado en “Lucifer” de Marzo 1890
Que el mundo grandioso gire para siempre a lo largo de los
surcos espirales del cambio.
Tennyson
La meta de ayer, será el punto de partida de mañana.
Carlyle
Louis Claude de Saint Martin, el gran místico del siglo XVIII y ardiente discípulo de Jacob Boehme, en las postrimerías de su vida solía decir: "Me hubiera encantado reunirme más con los que especulan sobre las verdades, ya que sólo ellos son seres vivos."
Esta observación sobreentiende que, exceptuando al círculo limitado de místicos que siempre ha existido en toda edad, al final del siglo pasado las personas con una intuición psíquica eran aun menos que hoy. En realidad, a estos años los caracterizaba una completa ceguera del alma y una esterilidad espiritual. En el siglo XVIII, la oscuridad caótica y la confusión babilónica acerca de los asuntos espirituales, que siempre habían
reinado en los cerebros excesivamente repletos de simple saber científico, se impusieron incisivamente sobre las masas. La inopía de percepción anímica no se limitaba a los "Cuarenta Inmortales" de la Academia Francesa y ni a sus colegas europeos menos pretenciosos, sino que había infectado casi todas las clases sociales, asumiendo el aspecto de una enfermedad crónica llamada escepticismo y negación de todo, a
excepción de la materia.
Desde que los conquistadores paganos y cristianos en Europa elidieron los misterios, los únicos depositarios de la clave de los secretos de la naturaleza, los mensajeros que periódicamente se enviaban a occidente en el último cuarto de siglo, se tuvo la
impresión de que vinieron en vano en el XVIII. Sólo las novelas de moda atribuyen a Cagliostro y a St.Germain poderes fenomenales, mientras las crestomatías los describen como simples charlatanes para obnubilar, según creemos, las mentes de las generaciones futuras. Friedrich Anton Mesmer fue el único hombre cuyos poderes y conocimiento, la ciencia exacta hubiera podido fácilmente examinar, estableciendo un eslabón firme entre la física y la metafísica. Sin embargo, los más grandes "eruditos-ignorantes" europeos en asuntos espirituales, lo escarnecieron en la arena científica. Durante casi un siglo, de 1770 hasta 1870, en el hemisferio occidental bajó una densa
oscuridad espiritual como si quisiese establecerse entre las sociedades cultas.
Sin embargo, al promediar el siglo XIX, en América se abrió brecha una sub-corriente que atrevesó el Atlántico entre 1850 y 60. Siguiendo su flujo, apareció el maravilloso medium D.D.Home, capaz de efectuar manifestaciones físicas. Después de haber galvanizado la atención en los salones reales franceses, la luz se hizo inocultable. Ya algunos años anteriores a su advenimiento, "un cambio" estaba "revoloteando sobre el
espíritu del sueño" de casi toda comunidad civilizada en los dos mundos y ahora había activado una gran fuerza reactiva.
¿Qué era? Simplemente esto: una brisa que soplaba de un cuartel totalmente inesperado, surgió entre el más grandioso resplandor de la autosuficiencia de la ciencia exacta y el
coronamiento triunfante e incauto de la victoria sobre las ruinas de los fundamentos de las antiguas supersticiones y credos, como algún Darwinista había esperado con ansia y en medio de la calma de las negaciones. Al principio, el flujo significante era
un susurro casi imperceptible, un soplo de viento en la obencadura de un galeón orgulloso, el barco llamado "Materialismo", cuya tripulación estaba conduciendo felizmente a sus pasajeros hacia el vórtice de la aniquilación. Muy pronto la
brisa se vivificó y al final irrumpió como un ventarrón. A cada hora soplaba de manera más ominosa en el oído de los iconoclastas, convirtiéndose al final, en un estruendo audible para todos los que tenían oído para oír, ojos para ver y un intelecto para discernir. Era la voz interior de las masas, su intuición espiritual que se había despertado de un largo sueño cataléptico, la enemiga tradicional del frío raciocinio intelectual,
el padre legítimo del materialismo. Como consecuencia, todos esos ideales del alma humana que, por amplio lapso, los presuntos conquistadores de las supersticiones mundiales, los guías autoconstituidos, habían conculcado, aparecieron de repente en el medio de todos estos elementos en fermentación del pensamiento humano y, como Lázaro que se levantó de la tumba, elevaron su voz y, enfáticamente, demandaron ser
reconocidos.
La invasión de las manifestaciones del "Espíritu" causaron todo esto, cuando los fenómenos mediumnísticos asumieron un carácter endémico, esparciéndose por toda Europa como una influenza. Estos fenómenos, siendo genuinos y verídicos en su
ser y realidad, resultaron ser innegables a pesar de que su interpretación filosófica dejaba mucho que desear. Dado que su naturaleza trascendía cualquier negación, se consideraron como pruebas evidentes de vida en ultratumba, abriendo, además, una
amplia perspectiva para admitir toda posibilidad metafísica. Esta vez, los esfuerzos de la ciencia materialista para refutarlos fueron en vano. Las creencias de que el ser humano sobrevive después de la muerte y que el Espíritu es inmortal, no fueron ridiculizadas como el simple fruto de la imaginación. Desde luego, una vez probado que el carácter genuino de estos fenómenos trascendentales, sobrepasa el campo de la materia y
de la investigación de la ciencia física, se demostró que iban más allá del reino del materialismo. Además: ya sea que estos fenómenos contengan intrínsecamente, o no, la prueba de la inmortalidad, demuestran, de forma inequívoca, la existencia de
regiones espirituales invisibles, en las cuales operan otras fuerzas de las que la ciencia exacta conoce. Es suficiente atravesar, con un paso, la línea de la materia y el área del
Espíritu se hace infinita. Por lo tanto, las amenazas de ostracismo y contumacia, endilgadas a los que creían en los fenómenos, no eran más eficaces por la simple razón que al principio, las manifestaciones polarizaron la atención de casi toda la clase alta europea, convirtiendo a sus miembros en fervientes "espiritistas." Considerando el número de los creyentes en los fenómenos, podemos decir que, en un cierto
momento, el baluarte contra la poderosa oleada cíclica fue sólo un puñado de personas con ideas anticuadas y proclives a rezongar y a negarlo todo.
Una vez más se demostró que la vida humana se despoja de su sentido y significado superior si la privamos de todos sus ideales y creencias mundanas aceptadas por la antigüedad filosófica y culta, empezando por Sócrates, Platón, Pitágoras y los neo-
platónicos alejandrinos. Los ideales del mundo jamás podrán extinguirse completamente. Desterrados por los padres, serán recibidos con los brazos abiertos por los hijos.
Y ahora vamos a rememorar como aconteció todo esto.
Como ya mencionamos, al promediar el siglo, en Europa se experimentó la reacción que en los Estados Unidos ya había acontecido. Los días de una rebelión contra el frío dogmatismo de la ciencia y las enseñanzas aun más glaciales de las escuelas de Büchner y Darwin, sobrevinieron en armonía con el tiempo preordenado y preestablecido de la ley cíclica. Nuestros lectores que nos acompañan desde más tiempo, recordarán el fluir de los eventos. Que tengan presente cómo el público y especialmente los prejuicios religiosos, detuvieron la oleada de misticismo durante sus primeros 12 o 15 años en América. Sin embargo, al final, irrumpió a través de todo dique artificial, inundando a
Europa. Empezó en Francia y Rusia y terminó en Inglaterra, el más lento de todos los países en aceptar nuevas ideas, aunque éstas nos comuniquen verdades antiguas como el mundo.
A pesar de toda oposición, muy pronto la oleada asumió el nombre de "Espiritismo" y ganó su derecho de ciudadanía en Gran Bretaña. Por muchos años reinó incontrastable. En realidad, sus fenómenos, sus manifestaciones psíquicas y mesméricas eran simplemente los pioneros cíclicos que anunciaban el renacimiento de la Teosofía prehistórica y el Gnosticismo oculto de los misterios antediluvianos. Estos son
hechos que ningún espiritista inteligente podrá negar ya que, en verdad, el espiritismo moderno es meramente un renacimiento prematuro de una Teosofía rudimentaria, mientras la Teosofía moderna es un renacimiento del antiguo Espiritualismo.
Así, las aguas de la gran inundación "Espiritual" no eran primordiales, ni puras. Cuando, merced a la ley cíclica, aparecieron por primera vez en Rochester, se dejaron a los expedientes ya las tramoyas aleves de dos chicas, para que los denominaran e interpretaran. Por lo tanto, cuando el dique fue demolido, estas aguas penetraron en Europa llevando consigo las escorias y los sedimentos procedentes de los antiguos
naufragios de las hipótesis y de las aspiraciones nebulosamente esbozadas, cuyos cimientos eran las declaraciones de estas chicas. Aún el afán con que, casi todas las clases cultas europeas recibieron el "Espiritualismo" y su gemelo, el "espiritismo",
entraña una lección estupenda a pesar de todas las trivialidades.
Así se pudo oír la voz de la conciencia pública en esta aspiración ferviente del Alma humana, en este vuelo irreprimible de los elementos humanos superiores hacia los
Dioses olvidados y el Dios interno. Fue una respuesta innegable e inequívoca de la naturaleza humana interior al materialismo de entonces, que triunfaba malignamente, esponjándose. Para sustraerse de éste, existía solamente otra forma de mal: el
adherirse al convencionalismo dogmático y eclesiástico de las religiones de estado. Era una protesta estentórea y enfática contra el materialismo y el dogmatismo religioso, un oscilar hacia el punto intermedio de los dos extremos, representados, a un lado, por la imposición, durante largos siglos, de un Dios personal de amor y compasión infinitas mediante los artificios diabólicos de la espada, el fuego y las torturas de la inquisición
y del otro, como reacción natural, por el reino de la negación completa de tal Dios en conjunción con un Espíritu infinito, un Principio Universal que se manifiesta como Ley inmutable.
La verdadera ciencia se había esmerado, sabiamente, para eliminar la esclavitud mental humana y su Dios ortodoxo y paradójico. Sin embargo, la pseudo-ciencia, valiéndose de su ergotismo, se propuso aniquilar toda creencia exceptuando aquella de la materia. Los que detestan el Espíritu del mundo, al negar un Dios en la Naturaleza, así como una Deidad extracósmica, han estado preparándose, durante muchos años, para crear una humanidad artificial y desalmada. Por lo tanto, es justo que su K arma les enviara una hueste de pseudo-"Espíritus" o Almas para obstaculizar sus esfuerzos. ¿Puede alguien negar que los mejores próceres de la ciencia materialista no han capitulado delante de la fascinación fatua que, a primera vista, tenía visos de prueba muy palpable de un Alma inmortal en el ser humano, (1) la presunta comunión entre los muertos y los vivos? (2) Aún, estas manifestaciones anormales, siendo, en su totalidad, genuinas y espontáneas, entusiasmaron y polarizaron la atención de todos los que entrañaban en sus almas la sagrada chispa de la intuición. Algunos se aferraron a ellas debido a la muerte de los
ideales, la demolición de los Dioses y de la fe en todo centro civilizado, causándoles una consunción espiritual. Otros las aceptaron porque, viviendo en medio de una perversión ergotista de cada noble verdad, prefirieron una tenue aproximación a la
verdad que la nada.
Sin embargo, ya sea que la gente creyera y siguiera el "espiritismo" o no, la evolución espiritual y psíquica del ciclo había ejercido una impresión indeleble sobre muchos y, estos ex-materialistas, jamás pudieron volver a sus ideas iconoclastas.
La profusión en constante ascenso de los místicos actuales es la mejor prueba de la innegable obra oculta del ciclo. Millares de hombres y mujeres que no pertenecen a ninguna iglesia, secta y sociedad, los cuales no son teósofos ni espiritistas, son
virtualmente miembros de la Hermandad Silente, cuyos componentes a menudo no se conocen; ya que viven en naciones diferentes. Sin embargo, cada uno lleva entre sus cejas la marca del misterioso sello Kármico, convirtiéndole en un miembro de
la Hermandad de los Electos del Pensamiento. No habiendo logrado satisfacer sus aspiraciones en las respectivas fes ortodoxas, se han separado de las iglesias en su alma si no en su cuerpo, dedicando el resto de sus vidas al culto de ideales más elevados y más puros que cualquier especulación intelectual pueda ofrecerles. Aunque son una pequeña minoría que uno infrecuentemente encuentra, su nombre es legión, si sólo
eligiesen presentarse abiertamente.
Estos hombres y mujeres dedicados, prefieren seguir a solas y sin ayuda, los vericuetos estrechos y espinosos que se extienden delante de aquél que no reconoce las autoridades, ni se postra frente a la hipocresía. Los impulsa la influencia de esa misma
búsqueda ardiente por la "vida en el espíritu y en la verdad", que insta a todo teósofo serio durante años de denigración moral y ostracismo público. Les mueve el idéntico descontento con los principios de la pura convencionalidad social moderna y el
desdén hacia el pensamiento de moda aun triunfante; el cual, apoderándose con irreverencia de los epítetos honrados de "científico" y "sin precedente", "pionero" y "liberal", usa esta prerrogativa a fin de subyugar a los pusilánimes y a los egoístas.
Pueden dejar en paz a los "señores Oráculos" del pensamiento moderno, así como a los personajes hipócritas que el tiempo ha desacreditado ya los laicos del convencionalismo eclesiástico embebidos de dogmas; aún entrañan, en el santuario silencioso
de su alma, los mismos grandes ideales de todos los místicos y son teósofos reales y no nominales. Los encontramos en todo círculo y clase social. Se enumeran entre artistas y escritores de novelas, en la aristocracia y la clase comercial, entre los más elevados y acomodados, así como entre los más bajos y pobres.
Entre los que se destacan en este siglo, mencionaremos al Conde L. Tolstoi, un ejemplo viviente y una de las señales de los tiempos en que vivimos, de la obra oculta del ciclo en constante movimiento. Escuchad, de la pluma de uno de los mejores autores de San Petersburgo, unos pasos de la historia de la evolución psico-espiritual de este aristocrático, L. Tolstoi, el escritor más grande de la Rusia moderna
[. . .] El autor ruso más famoso, "el pintor de las palabras", un escritor de realismo shakespeariano, un poeta pagano, el cual, bajo cierto punto de vista, en su producción literaria, rinde culto a la vida por la vida misma, en sí y por sí, según dicen los hegelianos y de repente cae en congoja sobre su hermosa paleta, absorto en pensamientos atormentadores y así empieza a someter a sí mismo y al mundo, los problemas más recónditos e insolubles. [. . .] El autor de "Los Cosacos" y "Felicidad Familiar", con atuendos de campesino y zapatos de cuerda, emprende un peregrinaje en búsqueda de la verdad divina. Se adentra en el bosque solitario ski! (una ermita
religiosa) de Raskolnikyi (un disidente, secta hasta la fecha hostigada y prohibida en Rusia). Visita a los monjes del Desierto de Optino, transcurriendo su tiempo ayunando y
rezando. Ha sustituido las bellas letras y la filosofía con la Biblia y las escrituras de los Padres de la Iglesia y como continuación de " Ana Karenina" ha creado sus "Confesiones" y "Explicaciones del Nuevo Testamento."
El hecho de que el Conde Tolstoi, no obstante su dedicación ardiente, no se convirtió en un cristiano ortodoxo, ni sucumbió a los estratagemas del espiritismo (como prueba su más reciente sátira sobre los mediums y los "espíritus") no le impide, en nada, ser un místico completo. ¿Cuál es la influencia misteriosa que, repentinamente, lo ha encauzado en esta extraña corriente sin casi ningún período de transición? ¿Qué idea o visión inesperada lo instó hacia esta nueva línea de pensamiento?
¿Quién puede saberlo, sino él mismo o esos verdaderos "Espíritus" que no lo ventilarán en una sección espiritista moderna?
Aún, el Conde Tolstoi no es un ejemplo aislado de la obra de ese misterioso ciclo de evolución psíquica y espiritual ahora en plena actividad. Un trabajo que, de manera silenciosa y desapercibida, pulverizará las estructuras más grandiosas y
magníficas de las especulaciones materialistas y en breve tiempo reducirá a la nada la obra intelectual de años. ¿Qué es esa Fuerza moral e invisible? Sólo la filosofía oriental puede explicarlo.
En 1875 nació la Sociedad Teosófica. Se presentó al mundo con la intención clara de convertirse en una aliada del movimiento espiritista, suplementándolo y ayudándolo en su aspecto más elevado y espiritual. Sin embargo, sólo logró convertir a los espiritistas en sus más acérrimos enemigos, los que la han perseguido y denostado incesantemente. Quizá dependa, principalmente, de que muchos de sus mejores representantes más intelectuales se adhirieron, cuerpo y alma, a la Sociedad Teosófica. En realidad, la Teosofía era el único sistema capaz de dar una racionalidad filosófica a los
fenómenos mediumnísticos y una lógica razón de ser. Es cierto que algunas de sus enseñanzas son incompletas e insatisfactorias. La causa de ésto es reconducible sólo a las imperfecciones de la naturaleza humana de los que la divulgan y a ninguna falta en el sistema mismo o en sus enseñanzas, las cuales hay que considerarlas más confiables que algunos dictados de ciertas "inteligencias"; ya que se sustentan en filosofías antiquísimas, en la experiencia de seres humanos y razas más cercanas a la fuente de las cosas que nosotros y en los anales de sabios que han interrogado, sucesivamente y durante incontables generaciones, la esfinge de la Naturaleza, la cual mantiene ahora sus labios cerrados con respecto a los secretos de la vida y de la muerte.
No importa que el intelecto y la conciencia de dichas "inteligencias" sean inducidos y artificiales, como suponemos o emanen de una fuente y una entidad personal. Aun las filosofías exotéricas de los sabios orientales, sistemas de pensamiento cuya majestuosidad y lógica pocos negarán, concuerdan en toda doctrina fundamental con nuestras enseñanzas teosóficas. En lo que atañe a esas criaturas llamadas y aceptadas como "Espíritus de los Muertos", porque ellas así se autodenominan, los espiritistas y sus mediums desconocen su verdadera naturaleza.
En el caso de los espiritistas más intelectuales, la cuestión permanece aún en suspenso. Ciertamente, no serán los teósofos quienes discreparán con ellos en su concepción más elevada de los Espíritus.
Como este artículo no se supone yuxtaponer los dos movimientos más significativos de nuestro siglo, ni debatir sus méritos o superioridad relativos; afirmamos, por lo pronto, que los hemos considerado sólo para polarizar la atención al reciente progreso maravilloso de este ciclo oculto. El enorme número de adherentes a la Teosofía y al espiritismo, dentro o fuera de nuestras respectivas sociedades, evidencia que ambos
movimientos eran el trabajo necesario o podríamos decir, Kármicamente preordenado, de la edad y cada cual nació en el momento adecuado, cumpliendo con su misión tempestivamente. Sin embargo, existen otras señales de los tiempos en que vivimos mucho más significativas.
Hace algunos años publicamos una predicción según la cual, después de un breve ciclo de abuso y persecución, muchos de nuestros enemigos cambiarían la trayectoria, mientras otros, viendo cuán desesperanzadora era la situación, seguirían nuestro
ejemplo, instituyendo Sociedades místicas. La Teosofía, análogamente a Egipto, en la profecía de Hermes, fue acusada por "extranjeros impíos" (en nuestro caso los que no saben nada de ésta) de adorar monstruos y quimeras, enseñando "enigmas increíbles a la posteridad." Si nuestros "escribas e hierofantes sagrados" no vagan desamparados en la superficie terrestre, no es por mérito de los buenos sacerdotes y clérigos cristianos. Y
nosotros, análogamente a los egipcios en los primeros siglos de la nueva fe y edad, inducidos por el miedo de una profanación aun peor de los nombres y las cosas sagradas, tuvimos que sepultar en las anfractuosidades el poco conocimiento esotérico
que se nos ha permitido divulgar al mundo.
Sin embargo, en los últimos tres años, todo esto ha ido cambiando rápidamente y la demanda de información mística se ha multiplicado tanto que la editorial Teosófica no lograba encontrar suficientes trabajadores para cumplir con los pedidos.
Aun "La Doctrina Secreta" ha demostrado ser un éxito financiero, a pesar de ser nuestra publicación más críptica, su precio prohibitivo y el trato que la prensa le dio: ya sea
ignorándola o denigrándola con desdén. Constatad el cambio. Lo que los teósofos casi no osaban mencionar si no susurrando, para que, hace algunos años, no los tildaran de lunáticos, hoy los oradores lo divulgan y los clérigos lo abogan públicamente.
Mientras los ortodoxos se apremian a eliminar el antiguo infierno y la Nueva Jerusalén embaldosada de zafiros, los más liberales aceptan nuestra Doctrina de K arma, Reencarnación y de Dios como Principio abstracto, bajo los velos cristianos y de
una fraseología bíblica.
Así, la Iglesia está dirigiéndose paulatinamente hacia la filosofía y el panteísmo. Diariamente constatamos que algunas de nuestras enseñanzas afloran a guisa de especulaciones religiosas, poéticas y hasta científicas, suscitando el respeto de
los rotativos que no admiten su origen teosófico, ni se abstienen de vilipendiar el caudal de estas ideas místicas, la Sociedad Teosófica. Hace un año, un periódico que no vale la pena mencionar, incluyó la exclamación de un sabio criticastro:
A fin de mostrar la plétora de ideas anticientificas en la obra "La Doctrina Secreta", es suficiente indicar que su autora rehúsa creer en la existencia de la materia inorgánica y dota a los átomos de inteligencia.
Hoy en día, la revista londinense "Harper's" menciona con aprobación y simpatía el concepto de materia facilitado por Edison:
No creo que la materia sea inerte y que sobre ella actúe una fuerza externa. Por lo visto, parece que cada átomo posee cierta cantidad de inteligencia primitiva: mirad los millares de modos en los cuales los átomos de hidrógeno se combinan con los de otros elementos. [. . .] ¿Acaso queréis decir que lo hacen sin inteligencia? [...]
Edison es un teósofo, aunque no sea muy activo, mas el mero hecho de que tenga un diploma (de la Sociedad Teosófica), parece inspirarle verdades teosóficas.
Nuestros enemigos cristianos exclaman con desdén: "¡Los teósofos creen en la reencarnación!" "No hay una palabra, pronunciada por nuestro Salvador, que pueda interpretarse contra la creencia moderna de la reencarnación. . . ", predica el
reverendo Bullard, entreabriendo, muy sabiamente, una puerta secundaria para el día en que esta "creencia vacía", brahmánica y budista, adquiera un carácter general.
Los teósofos creen que las primeras razas humanas eran tan etéreas como ahora lo son sus dobles astrales y las llaman chhayas (sombras). Ahora, escuchad a un insigne poeta inglés que en su último libro: "Deméter y otros Poemas", canta:
“El fantasma en el hombre, el fantasma que una vez fue hombre,
Pero no puede liberarse completamente de los hombres,
Que están llamándose los unos a los otros al Alba,
De manera tan estentórea jamás vista en la tierra;
El velo se desgarra y las voces del día
Resuenan sobre las de la Oscuridad.
No hay cielo ni infierno repentino para el hombre,
Una Evolución Intemporal, rápida o lenta,
Por todas las esferas, una cumbre que se abre más y más
y una tierra que sigue reduciéndose. . .”
Parece que Tennyson ha leído los libros teosóficos o lo inspiraron las mismas ideas grandiosas que nos movieron a nosotros.
"¡Oh!", ciertos escépticos exclaman: "sin embargo hay licencias poéticas. El autor no cree una palabra de lo que escribe." ¿Cómo lo saben? Aun suponiendo que así sea, he aquí una prueba ulterior de la evolución cíclica de nuestras ideas teosóficas, que espero no se tilden de "licencias clericales." Uno de los sacerdotes londinenses más estimados y compasivos, el Reverendo G. W. Allen, se ha puesto los zapatos teosóficos y ha
seguido nuestro buen ejemplo fundando una "Sociedad Cristo-Teosófica." Como su doble título muestra, su plataforma y programa deben ser, necesariamente, más limitados que los nuestros, ya que en su circular leemos: "Se propone solamente
cubrir el terreno que la Sociedad Teosófica ahora no estudia."
Seguramente, esta nueva Sociedad hará un buen trabajo a pesar de lo equivocado que nuestro estimado amigo y colaborador teosófico esté, en creer que las enseñanzas de la Sociedad Teosófica no cubren al Cristianismo esotérico, ya que estudia el aspecto esotérico de toda religión del mundo. Desde luego, si el nombre escogido quiere decir algo, implica que el trabajo y el estudio de los miembros debe ser, necesariamente, teosófico. Un párrafo entresacado de la circular de la "Sociedad Cristo-Teosófica" avalará lo antedicho.
Es nuestra creencia que, actualmente, hay muchas personas descontentas con la enunciación estéril y antifilosófica del Cristianismo, expresada en sermones y escritos teológicos.
Algunos de estos individuos se ven inducidos a abandonar todo tipo de fe en el Cristianismo, mas muchos de ellos lo hacen con reluctancia y acogerían con benevolencia una presentación de las antiguas verdades que les mostrara la
consonancia con las conclusiones de la razón y el testimonio de la intuición innegable. Existen muchos otros cuyo único sentimiento es que las verdades de su religión tienen un significado práctico tan pequeño, que ejercen un poder diminuto en la influencia y el ennoblecimiento de su carácter y diario vivir. La Sociedad Cristo-Teosófica apela a ellos, invitándoles a unirse en un esfuerzo común para aprender acerca de la Verdad Cristiana y alcanzar ese Poder capaz de satisfacer los anhelos profundos del corazón humano, fortificándonos en el dominio de nosotros mismos y en la existencia vivida para los demás.
Esto es admirable y muestra claramente su propósito de contrarrestar las influencias perniciosas de la teología exotérica y dogmática, que es cuanto hemos tratado de hacer desde el principio. Sin embargo, todas las similitudes terminan allí, pues parece no tener ningún nexo con la Teosofía universal, sino sólo con la sectaria. Tememos que la "S.C.T." limite los "Misterios de la Verdad Divina" a una religión, la más reciente y los
avatares a un sólo hombre, cuando invita:
a su membresía, aquellos que, dispuestos a aprender los misterios de la Verdad Divina de forma más clara y más amplia, aún desean mantener como base de su filosofía las
doctrinas cristianas de Dios como Padre de todos los seres y Cristo como revelación de Sí mismo a la humanidad.
Esperamos, sinceramente, que los miembros de la Sociedad Cristo-Teosófica puedan evitar estos Caribdis sin caer en Escila. (3)
Sin embargo, no podemos más que hacer notar una dificultad y pedimos, humildemente, que se nos explique. Según la circular: "La Sociedad no consta de maestros, ni educandos.
Todos son estudiantes." Ahora, a esto le antecede la declaración que los miembros "acogerían con benevolencia una presentación de las antiguas verdades [. . .] en consonancia con las conclusiones de la razón etc." Por lo tanto nos preguntamos:
¿quién de los "estudiantes" presentará estas verdades a los otros? Es obvio que, a pesar de quien sea, tan pronto como empiece su presentación, se convertirá, quiéralo o no, en un "maestro."
Mas todo esto es secundario. Nos sentimos muy orgullosos y satisfechos con el homenaje tributado a la Teosofía en la imagen de un representante del clero anglicano dispuesto a seguir nuestras huellas, para que desmenucemos los detalles. Por lo
tanto, deseamos lo mejor a la Asociación Cristo- Teosófica.
NOTAS
1) Que nuestros lectores tengan presente los nombres de algunos letrados y científicos eminentes que se han convertido en espiritistas abiertamente. En América es suficiente mencionar al profesor Hare, Epes, Sarjeant, Robert Dale Owen, Judge Edmonds etc; en Rusia los profesores Butlerof, Wagner y el más grande entre ellos, el difunto Pirogoff; en Alemania Zollner; en Francia el astrónomo M. Camille Flammarion y al final, en Inglaterra, A. Russel Wallace, W. Crookes, Balfour Stewart, etc., seguidos por un número de estrellas científicas secundarias.
2) Esperamos que los pocos amigos remanentes en las filas de los espiritistas no nos malentiendan. Acusamos a los "espíritus" falsos de las secciones espiritistas encabezadas por mediums profesionales y negamos la posibilidad de tales manifestaciones de espíritus en el plano físico. Sin embargo, creemos profundamente en los fenómenos espiritísticos y en la relación entre los Espíritus de Egos de entidades
encarnadas y desencarnadas. Mas dado que estos últimos no pueden manifestarse en nuestro plano, es el Ego del ser vivo el que encuentra al Ego de la personalidad difunta, ascendiendo al plano Devachánico. Esto es realizable en estado de trance, durante los sueños y otros medios subjetivos.
3) Evitar que se encuentren entre dos fuegos. (N .d. T.)
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