ELEMENTOS DE
ICONOGRAFÍA BUDISTA
Ananda K. Coomaraswamy
PREFACIO
Los trabajos de A.K. Coomaraswamy Un Nuevo Acercamiento a los Vedas, La Transformación de la Naturaleza en Arte, y el volumen presente,
se basan en las siguientes convicciones, que el autor ha desarrollado
gradualmente en su mente.
En primer lugar, el arte budista en la India —y eso es
prácticamente equivalente a decir el arte en la India— comienza alrededor del
siglo II antes de Cristo con una gama de símbolos bien desarrollados en su
iconografía. No parece posible separar completamente el budismo, como religión
y como arte, de la corriente principal de la religión y del arte indio, ni pensar
que estos símbolos de desarrollaron repentinamente como una nueva creación. Por
consiguiente, Coomaraswamy ha procedido a estudiar, desde un punto de vista
nuevo, el simbolismo que penetra toda la literatura védica primitiva de la
India, intentando descubrir con ello, si los conceptos que se expresaban
simbólicamente en la literatura del período anicónico védico, no han encontrado
también su primera expresión iconográfica en el arte budista primitivo.
En segundo lugar, Coomaraswamy observó muchas similitudes
sorprendentes entre determinados pasajes de los teólogos y místicos cristianos
medievales, tales como Santo Tomás de Aquino, el Maestro Eckhart, Ruysbroeck, y
Boehme, y determinados pasajes en la literatura védica —similitudes tan
llamativas que muchas sentencias de los escritores cristianos podían tomarse
como traducciones casi literales de sentencias sánscritas, o viceversa.
Entonces, se desarrolló en él la convicción de que la teología mística es la
misma por todo el mundo, y que la teología cristiana medieval podía usarse como
una herramienta para comprender mejor la antigua teología india. Coomaraswamy
procedió a aplicar esta teoría incluso al Rig Veda, asumiendo, contrariamente a
la opinión general, que no había ninguna ruptura completa de pensamiento entre
el Rig Vega y los Brahmanas y Upanishads. En multitud de estrofas del Rig Veda
y del Atharva Veda, Coomaraswamy encuentra que se esbozan vagamente los mismos
conceptos que después se emplean de una manera más detallada en el brahmanismo
y en el budismo.
El presente estudio del Árbol de la Vida, del Loto de la
Tierra, de la Rueda de la Palabra, del Trono de Loto, y del Pilar Ígneo intenta
mostrar que estos símbolos pueden rastrearse más allá de su primera representación
en la iconografía budista, a través del período anicónico de los Vedas brahmánicos,
hasta el interior del período védico mismo, y que representan un simbolismo
indio universal y una gama de conceptos teológicos.
La lingüística objetiva está aparentemente al cabo de sus
recursos cuando trata de las muchas obscuridades que plantea la fraseología del
Rig Veda. Este nuevo acercamiento metafísico es bienvenido, aunque a la
lingüística de hecho le parezca que las ideas no se están edificando sobre la bases
de las palabras, sino que las palabras se están adecuando a las ideas.
Walter
Eugene Clark
HARVARD UNIVERSITY
27
de Junio de 1934
«Los símbolos no pueden estudiarse aparte de las referencias
que simbolizan».
Ogden
and Richards, The Meaning of Meaning,
p. 20
«Determinar el significado de los
nombres es lo mismo que determinar el carácter fundamental de los conceptos».
Stcherbatsky,
Buddhist Logic, I, p. 459
«Yo hablo así (en imágenes) a causa
de la fragilidad de la inteligencia de los tiernos hijos de los hombres». «Pero
puesto que tú tienes tu sede en los principios (dharme·u), ¿cómo es que no enuncias el Primer
Principio (tattvam) explícitamente?»
«Porque, aunque yo refiero al Primer Principio, no hay ninguna “cosa” en el
Intelecto que corresponda a la referencia “Primer Principio”».
Laºkâvatra Sètra,
II.112 y 114
«La pintura no está en los colores…
el Principio (tattvam) trasciende la
letra».
Laºkâvatra Sètra, II.118-119
Mirate
la dottrina, che s’asconde, sotto il velame degli versi strani.
Dante,
Inferno, IX.61
PARTE I
El Árbol de la Vida, El Loto de la Tierra, y
La Rueda de la Palabra
Parte I
El Árbol De La Vida, El Loto De
La Tierra, Y
La Rueda De La Palabra
«Die menschheit… versucht sie, in die
greifbare oder sonstwie wahrnehmbare Form zu bringen, wir könnten sage zu
materialisen, was ungreifbar, nichtwahrnehmbar ist. Sie schafft Symbol,
Schriftzeichen, Kultbild aus irdischen Stoff und schaut in ihnen und hinter
ihnen das sonst unschaubare, unvorstellbare geistige und göttliche Geschehen».
—
Walter Andrae, Die ionische Säule,
Bauform oder Symbol? 1933, p. 65.
La iconografía (rèpa-bheda) del arte indio y extremo
oriental, se ha estudiado hasta ahora, casi exclusivamente en lo que respecta a
la identificación de las diferentes hipóstasis, según se representan
«antropomórficamente» en el arte más reciente. Aquí nos proponemos tratar esos
elementos fundamentales del simbolismo budista que predominan en el antiguo
arte anicónico, y de los cuales nunca se ha prescindido en la imaginería
posterior, aunque en ella se subordinan al icono «humano». El símbolo no está
diseñado, en ninguno de ambos casos, como si tuviera que funcionar biológicamente:
en tanto que símbolo (prat´ka),
el símbolo expresa una idea, y no es la semejanza de nada que se haya
presentado a la facultad[1]
intrínseca del ojo. Tampoco la imagen anicónica es, más o menos que la forma
«humana», la semejanza de Él, a saber, del Primer Principio, que no es una cosa,
sino eso de quien ambas son la imagen. Concebir, a quien no es meramente mnu·ya-laukika sino sarva-laukika, no meramente mnu·a-raupya
sino vi§va-raupya, no meramente humano sino de
Forma Universal[2],
concebir-Le como un Árbol vivo, o como un Cordero o una Paloma, no es una
teología menos sana que concebir-Le como el Hombre. De manera que, en esa misma
medida, una teología que es puramente antropomórfica, está específicamente
limitada; pues Él inviste formas y sonidos vegetativos, teriomórficos y geométricos,
que son tan prominentes o tan minúsculos, como la carne misma que inviste[3].
Así pues, el Bodhisattva hace voto de que no se Extinguirá Completamente hasta
que la última hoja de hierba haya alcanzado su meta.
Lo que se ha dicho arriba es para
disipar la noción de que al estudiar el simbolismo estamos dejando la vida
detrás de nosotros; al contrario, es precisamente por medio de símbolos como ars imitatur naturam in sua operatione,
y toda otra imitación es «idolatría». Antes de proseguir, sólo queda decir que
si parece que ponemos un acento particular en el budismo, esto es hablando
estrictamente un accidente. En la India, el budismo representa un desarrollo
heterodoxo, y todo lo que es metafísicamente «correcto», (pramiti) en su ontología y en su simbolismo, se deriva de la tradición
primordial; ciertamente, con las ligeras transposiciones necesarias, la mayor
parte de lo que se dice aquí, podría aplicarse directamente a la comprensión
del arte Cristiano. En el siguiente estudio, no se expresan ideas u opiniones
mías propias, todo está tomado directamente, y a menudo verbalmente, de fuentes
védicas o budistas.
A menudo se ha observado que, en
los textos palis, no hay ninguna tradición expresa que prohiba hacer imágenes
antropomórficas del Tathgata
—originalmente el «Así-venido» o «Así-partido», después «El que ha entrado en
la Talidad»— que pudieran explicar la designación del Buddha sólo por símbolos
anicónicos en el arte primitivo[4].
Y esto es esencialmente verdadero; la representación por símbolos anicónicos,
no es una invención budista en tipo, sino que representa la supervivencia de
una tradición más antigua[5],
pues la imagen antropomórfica deviene una necesidad psicológica sólo en los
oficios de la bhakti-vda.
Sin embargo, el Kliºga-bodhi
Jtaka (J. IV.228), enuncia, en la Introducción, lo que equivale a
una prohibición tal, y éste puede haber sido el punto de vista vigente en los
círculos budistas en una fecha mucho más antigua que la que puede darse como
cierta para el texto del Jtaka. Aquí, înanda desea erigir en el Jetavana un
sustituto para el Buddha, de manera que las gentes puedan hacer sus ofrendas de
coronas y de guirnaldas a la puerta del GandhakuÊi,
como pèjan´yaÊÊhna, no sólo cuando el Buddha está en la
residencia, sino también cuando está ausente predicando el Dharma en otras
partes. El Buddha pregunta cuántos tipos de santuarios (cetiya)[6]
hay. «Tres», dice înanda, con una referencia
implícita a la usanza no budista de la época, «a saber, los del cuerpo (sr´raka), los de la asociación (pribhogaka)[7],
y los prescritos (uddesika)». El
Buddha rechaza el uso de las reliquias corporales por el motivo evidente de que
tales reliquias sólo pueden ser veneradas después del Parinibböa. Rechaza también los símbolos
«prescritos», debido a que tales son «infundados y meramente fantasiosos» (avattuka× manamattaka×)7A, es decir, referibles
sólo artificialmente y por convención al ser ausente para quien se desea un
sustituto; de la manera como se emplean aquí los términos, en un sentido derogatorio,
sólo pueden significar «arbitrarios». Así pues, «Sólo un Mahbodhi-rukkha, un Gran Árbol de la Sabiduría,
que ha estado asociado con un Buddha, es adecuado para ser un cetiya, ya sea que el Buddha esté todavía
vivo, o Absolutamente Extinguido». Esto aparece también en el Mahbodhiva×sa, ed. PTS, p. 59.
En ausencia de una definición
específica, puede asumirse que la clase de los símbolos «asociados» incluía
también otras representaciones anicónicas, tales como la rueda (cakra), los pies (pduka), el tri§èla
(«nandi-pada»), y otras formas
geométricas, vegetativas, o incluso teriomórficas, que encontramos
efectivamente en el arte budista primitivo. Es cierto que, como el árbol, estos
símbolos tenían otra aplicación más antigua que la budista, y, por consiguiente,
podrían imaginarse las objeciones que se les hacían —¿no había tomado
equivocadamente Sujt al Bodhisattva por un rukkha-devat?. Pero donde
no se había hecho ninguna objeción al árbol, tampoco podía haberse suscitado,
lógicamente, ninguna otra objeción en relación con los demás símbolos. De
hecho, éstos vinieron a usarse, en relación con el establecimiento de cetiyas locales, como objetos de
reverencia, en tanto que sustitutos de la peregrinación a los lugares
originales; y, como es bien sabido, los diferentes símbolos servían para
diferenciar los distintos Acontecimientos. Por ejemplo, la rueda hacía especial
referencia a la primera predicación en Benarés. Al mismo tiempo, el uso de
tales símbolos, con sus implicaciones metafísicas inherentes, debe haber
contribuido a la pronta definición de la budología mítica. El hecho de que se
haga decir al Buddha que un Buddha sólo
puede ser bien representado por un Gran Árbol de la Sabiduría, se debe, quizás,
a que los pasajes del Jtaka no habían
tenido en cuenta todavía los Cuatro Acontecimientos, sino sólo el más
importante, el Gran Despertar —un acontecimiento reciente desde el punto de
vista del H´nayna.
Por uddesika, «prescrito», que corresponde a vyakta, «manifiesto», en las clasificaciones brahmánicas de los
iconos, deberíamos esperar que se indicaran las imágenes antropomórficas, y
esto lo confirma el KhuddakapÊha-Atthakath (ed. PTS., 1915, p. 222), donde uddissaka-cetiya× se explica por buddha-paÊim, «una imagen del Buddha». Aunque el uso de
imágenes antropomórficas, de cualquier tipo que fueran, debía ser raro durante
la vida del Buddha, es evidente que los Comentadores comprendieron que la posición
propia del Buddha era definidamente iconoclasta. Es cierto que la imagen del
Buddha, con sus lakkhaöas
no humanos, no puede considerarse como la semejanza de un hombre, en mayor
medida que otras imágenes indias, aunque, si se hizo la objeción, debe haber
dependido de la apariencia generalmente humana de tales imágenes, y de que esta
apariencia era inapropiada para el que «no era un hombre». Quizás debamos decir
que fue más bien de esta manera como se explicó y justificó la antigua
costumbre de usar predominantemente una imaginería anicónica. La actitud de
aquellos que hacían un uso efectivo de imágenes antropomórficas se define en el
Divyâvadna, cap. XXVI, donde
se explica que aquellos que contemplan imágenes de tierra (m¨nmaya-pratik¨ti) «no veneran la arcilla como tal,
sino que, sin consideración de ella, veneran al principio inmortal al que se
alude (amara-sa×jñ) en las imágenes de tierra». La traducción
de uddesika por «prescrito», es
apoyada por el expreso yathsa×di·Êam
en el pasaje del Divyâvadna
citado abajo.
Al Buddha se lo representa
tratando de nuevo el mismo problema al final de su vida, y ahora (Mahparinibböa Sutta V.8 y 12 = D´gha Nikya II.140-143), en vista de su cercana
muerte, declara que después de la Extinción Total hay cuatro lugares dignos de
ser visitados por la comunidad, y estos «lugares que deben provocar una
profunda conmoción» (sa×vejan´yni Êhnni,
cf. pèjan´yaÊÊhna citado arriba) son aquellos en los
que habían pasado las cuatro crisis de la vida del Buddha. Con respecto a la
edificación resultante de tales visitas, se nos dice que a la visión del thèpa del Rja
Cakkavatti «los corazones de muchos se calmarán y exultarán».
Sin embargo, tradiciones
posteriores representan al Buddha mismo, no meramente como habiendo sancionado,
sino como habiendo instituido efectivamente, el uso de las imágenes antropomórficas.
Así, según el Divyâvadna,
p. 547, Rudrâyaöa (sc. Udâyana) desea
un medio de hacer ofrendas al Buddha cuando está ausente; entonces, el
Bienaventurado dijo «Ten una imagen del Tathgata
pintada sobre un lienzo, y hazle tu ofrenda a ella» (tathgata-pratimm paÊe likhpayitv,
etc.). Rudrâyaöa llama a sus pintores (cittakar).
Ellos dicen que no pueden aprehender el exemplum
del Bienaventurado (na §aknuvanti
bhagavato nimittam udgrah´tum). El Bienaventurado dice que ello se
debe a que están afectados por la laxitud (kheda,
el equivalente al §ithilasamdhi en Mlavikâgnimitra II.2; cf. yvan
na khedo jâyate bhvayet en los textos Sdhanaml), pero «tráeme una pieza de lienzo» (api tu paÊakam naya). Entonces, el Bienaventurado
proyectó su similitud sobre él (tatra… chy uts¨·Ê),
y dijo «complétalo con colores» (raºgaiú pèrayata),
agregando que se tenían que escribir (likhitavyni)
algunos textos abajo. Y así «todo fue pintado por ellos de acuerdo con la
prescripción» (yathsa×di·Êa×
sarvam abhilikhitam).
Según la versión de esta leyenda
conservada por Hsüan-tsang (Beal, Life,
p. 91), lo que hizo Udâyana fue una imagen en madera de sándalo más bien que
una pintura; un consumado imaginero fue transportado al cielo de Trayastriקas por Maudgalyâyana, y después de
contemplar allí la apariencia y las facciones del Buddha, que estaba predicando
la Ley a su madre, el artista fue traído de regreso a la tierra y grabó la
figura en su semejanza. Sin embargo, esta imagen, que Hsüan-tsang identificó
con una que vio en Kau§amb´, como él mismo menciona en otra parte (Si-yu-ki, Beal, Records…, II, p. 322), fue transportada a través del aire (y aquí podemos
interpretar, «transferida como una imagen mental a la mente de un escultor») a
Khotn, y allí devino el arquetipo de
innumerables copias posteriores, que se consideran como poseedoras de una
similitud de univocación, de manera que encontramos en Long Men una estatua
llamada «de Udâyana» (Chavannes, Mission
archéologique…, pp. 391-2). Hay también la tradición de otra imagen aún,
hecha de oro, después de la partida final del Buddha; y una inscripción de
alrededor del año 665 en Long Men (Chavannes, loc. cit., p. 362), con referencia a una imagen en esta «sucesión»,
observa «Si la influencia y el modelo no desaparecieron, es gracias a eso»,
donde el pensamiento que se expresa equivale a éste, a saber, que la imagen es
siempre de aquel de quien ella es la imagen. Con respecto a tales
representaciones tradicionales, se dice también en una inscripción del año 641
(Chavannes, loc. cit., p. 340-1) «El
K’i-chö está delante de nuestros ojos; Na-kie puede ser representado», es
decir, «cuando nosotros contemplamos estas estatuas, es como si viéramos al
Buddha mismo en el Pico del Buitre, o su semejanza en la caverna de Ngarahra»
(donde el Buddha dejó su «sombra») (cf. chy uts¨·Ê en el pasaje del Divyâvadna citado arriba). Como nos recuerda la
inscripción de Long Men del año 543 (Chavannes, loc. cit.), «ellos tallaron la piedra preciosa en imitación de su
persona sobrenatural». En ausencia de la pasada manifestación en un cuerpo
humano (como el Buddha êkyamuni), y
antes de la futura manifestación (del Buddha Maitreya), el Viajero recurre a
unos medios de acceso a los principios transcendentales, principios de los cuales
proceden todas las manifestaciones. Meramente como tal, la imagen no es de
valor alguno; todo depende de lo que hace quien la contempla; lo que se espera
de él, es un acto de contemplación tal, que cuando ve ante él los lineamientos
característicos, ello es para él como si la persona íntegra del Buddha estuviera
presente; entonces, viaja en el espíritu a la asamblea trascendente en el Pico
del Buitre (Saddharma Puö¶ar´ka,
cap. XV). Las experiencias estética y religiosa son aquí indivisibles; al
elevarse al nivel de referencia que se le propone, «su corazón se abre con una
poderosa comprensión» (inscripción del año 641, Chavannes, loc. cit., p. 340). Cf. Mus, Le
Buddha paré…, BEFEO., 1928, pp. 248-9. La experiencia de aquellos que contemplaban
la semejanza del Buddha también se describe extensamente en el Divyâvadna, cap. XXVI, en relación con la
exhibición de la similitud del Buddha por parte de Mra.
Sin embargo, nuestro interés
presente se centra primariamente en las representaciones anicónicas, y primero
de todo en la representación simbólica por medio del Árbol. Que se haya elegido
así el antiguo símbolo del Árbol de la Vida, el v¨k·a (= rukkha), vanaspati, ak·aya-vaÊa,
o eka a§vattha de los Vedas y Upani·ads, para representar al Buddha, es altamente
significativo; pues como ya hemos indicado, todo símbolo tradicional lleva
consigo, necesariamente, sus valores originales, incluso cuando se usa o se
tiene intención de que se use en un sentido más restringido. Por consiguiente,
para apreciar el contenido pleno del simbolismo budista, debemos tener en
cuenta las implicaciones fundamentales de los símbolos que se emplean de hecho;
sólo un conocimiento de los símbolos en su significación total, suscitará una
comprensión de sus valores como se emplean en relación con la budología
desarrollada. Así pues, vamos a resumir sus referencias pre-budistas y algunas
posiblemente posteriores[8]:
el Árbol de la Vida, sinónimo de toda la existencia, de todos los mundos, de
toda la vida, brota, florece, o pende en el espacio[9],
desde su raíz en el centro del ombligo del Ser Supremo, a saber, Varuöa, Mahyak·a, el Asura, el Brahman, que yace tendido
sobre la espalda de las Aguas, que son las posibilidades de la existencia y la
fuente de su abundancia. Ese árbol es su procesión (utkrama, prasaraöa,
prav¨tti) en una semejanza (mèrta), la emanación de su energía ígnea (tejas) como luz, la espiración de su soplo
(prâöa); y él es su sabio movedor, su único e
indestructible movedor (reriv)[10].
El «Señor del Bosque» (vanaspati) es ya en los Vedas un símbolo
familiar de la deidad suprema en su aspecto manifestado. Puede citarse, por
ejemplo, ôg Veda, I.24.7, «El Rey Varuöa,
como acto puro, elevó al Interreno la sumidad (stèpam) del Árbol»; I.164.20-21, «Dos Bello-alados (suparöú,
pájaros, ángeles), en amistad conjunta, reposan en uno y el mismo Árbol; uno
come el sabroso higo (pippalam), el
otro contempla y no come… esos Bello-alados cantan incesantemente su parte de
la vida sempiterna»; a Varuöa, Prajpati, o el Brahman, cuando se manifiesta
como el espíritu que se mueve en el Árbol cósmico, se le llama un Yak·a, cf. Atharva
Veda X.7.38, «Un gran Yak·a procede
en un hervor en la espalda de las aguas, en quien moran todos los ángeles que
son, como las ramas del Árbol que rodean a su tronco», y Kena Up. 15-26, «¿Qué Yak·a
es éste?… el Brahman».
Aquí podemos citar extensamente la
descripción del Árbol-Mundo en la Maitri
Up. VI.1-4, VII.11, y VI.35:
«Ciertamente, hay dos formas del
Brahman, a saber, con y sin semejanza (mèrta,
amèrta). El Eso que es en una semejanza, es
el Brahman contingente (asatya); el
Eso que es sin imagen, es el Brahman y la Luz esencial (satya). Esa Luz es la luz del Sol Supernal. Ciertamente, Él deviene
con O× como el Sí mismo. Él asumió una
Trinidad, pues el O× tiene tres
factores, y por estos tres factores “está tejida en Él, urdimbre y trama, la
totalidad del mundo”. Como se ha dicho, “contemplando que el Sol Supernal es O×, unifícate a ti mismo con Él”… El triple
Brahman tiene su raíz arriba, Sus ramas son el espacio, el aire, el fuego, el
agua, la tierra, y el resto. A Éste se le llama la Única Higuera [morfológicamente
femenino, pero aquí semánticamente masculino.—N.T.] (eka a§vattha); y es inherente a él la energía ígnea (tejas) que es el Sol Supernal… el Único Despertador (eka sambodhayit¨)… Éste, ciertamente, es la forma intrínseca del espacio en la
vacuidad del hombre interior (antarbhètasya
khe); es decir, la energía ígnea (tejas)
suprema, determinada como la Trinidad del Fuego, el Sol Supernal, y el
Espíritu… la Palabra Imperecedera, O×.
Y por esa Palabra Imperecedera, la energía ígnea despierta (udbudhyati), brota, y se expande; eso
es, ciertamente, una base sempiterna (lamba) para la visión del Brahman. En la
espiración, la energía ígnea tiene su sitio en el calor de la obscuridad que
emana la luz, y procede hacia arriba a la manera del humo cuando sopla el
viento, abriéndose como un enramado en el firmamento, tallo a tallo…
omnipenetrante como la visión contemplativa… Él que es ahí, la Persona de ahí,
es el Sol Supernal, mí Mismo soy Él».
Aquí, el Árbol del Mundo deviene
un «Arbusto Ardiente», en una imaginería que se relaciona estrechamente con la
que, en diferentes contextos védicos, se habla de Agni en los términos de un pilar
cósmico que soporta todas las existencias. Casi todo esto es budología válida,
con sólo que sustituyamos el «Brahman» por el «Buddha», recordando el amplio
papel que juega el concepto de la Energía Ígnea (tejas) incluso en los textos canónicos, y teniendo en cuenta tanto
la iconografía como la literatura primitiva. Es especialmente notable la
designación de la «Única Higuera» como la Forma del Mundo del «Único
Despertador» (eka sambodhayit¨), y una «base perdurable de la visión del
Brahman» (brahma-dh´yâlamba);
pues, justamente de la misma manera, se habla también constantemente de la
Higuera (a§vattha) del Buddha
como el «Gran Despertar» (mah-sambodhi);
y puesto que es el símbolo elegido de la esencia invisible del Buddha, es una
base perdurable para la visión del Buddha; en pali podría haberse llamado Tathgata-jhnâlamba, cf. los términos rambaöa, varaöa,
upadar§ana, que se usan para las diferentes
manifestaciones del Tathgata, Saddharma Puö¶ar´ka,
texto, p. 318, y lamba = vi§aya-grahaöa, Vasubandhu, Abhidharmako§a, I.34, y II.34.b-d. De hecho, el Mah Sukhvat´-Vyèha, 32, parafrasea meramente las palabras
de la Maitri Up. citadas arriba,
cuando se dice que «Todos aquellos seres que son constantes en no apartar nunca
la visión del Árbol de Bodhi, por eso mismo son constantes en no perder nunca
de vista el Despertar supremo y perfecto» (tasya
bodhi-v¨k·asya… yad uta anuttaryú sa×yak-sambodheú).
En el texto de la Maitri Up., es
significativa la expresión udbudhyati,
«despierta», aplicada al Árbol; e, igualmente, la designación u·arbudh, «despertado en la aurora», que
en el ôg Veda se aplica comúnmente a Agni, recuerda que él es típicamente buddha, el «Despierto»[11].
En cuanto a la Energía Ígnea (tejas),
ésta es el elemento fogoso presente como una energía invisible en todas las
existencias, pero manifestada preeminentemente por los Arhats o el Buddha, por
ejemplo, en el caso del «Doble Milagro», en la «Conversión de Kassapa», o
cuando (Sa×yutta Nikya,
I.144) el Buddha ocupa su sede en el firmamento inmediatamente por encima de
Brahm. En Theragth,
1095, donde la arahatta es claramente
sinónimo de la Buddheidad, la uggetejo,
la «ferviente energía ígnea», es la espada flamígera de la Comprensión (paññ = prajñ)
con la que es derrotado Mra. En Dhammapada, 387, el Buddha «resplandece
de energía ígnea», tapati tejas[12].
Entre los últimos relieves de îndhra, provenientes de Amarvat´,
pueden verse numerosas representaciones notables del Buddha como un pilar
ígneo, con pies marcados con ruedas, soportado por un loto, y con una «cabeza»
de tri§èla (Figs. 4-10)[13];
estas representaciones han sido completamente ignoradas por los estudiosos de
la iconografía budista[14].
Sin embargo, recordando (1º) que Agni nace de las Aguas, o, más directamente,
de la Tierra cuando reposa sobre las Aguas, y, por consiguiente,
específicamente de un loto (pu·kara),
ôg
Veda VI.16.13, y (2º), y que frecuentemente se habla de él como el pilar
que soporta todas las existencias, por ejemplo, en ôg Veda I.59.1-2, y
IV.13.5, es evidente que los pilares ígneos budistas representan la
supervivencia de una fórmula puramente védica, fórmula en la que Agni se representa
como el eje del Universo que se extiende como un pilar entre la Tierra y el Cielo[15].
No menos notable que los pilares
ígneos de Amarvat´, es la representación única de un Buddha en
la forma de un kalpa-v¨k·a,
o «árbol del deseo», en Sñc´ (Fig. 1)[16].
Este Árbol de la Vida es como los pilares ígneos de Amarvat´ en lo que concierne
a su cabeza y a sus pies, marcados con ruedas, pero su tronco está edificado de
palmas de loto superpuestas[17],
y lleva lateralmente, a modo de frutos, guirnaldas de perlas y de otras joyas
suspendidas de sustentáculos tales como las que en otras partes se llaman ngadanta. Puede observarse que quizás
sólo un siglo después (Mah Sukhvat´-vyèha,
16, y nuevamente, Saddharma Puö¶ar´ka,
V.29-33), a los buscadores de la Buddheidad se les compara a hierbas pequeñas y
grandes, y a árboles pequeños y grandes, y que se dice que Sukhvat´
está coronado de árboles enjoyados, hechos de metales y de gemas preciosas, que
representan presumiblemente diferentes grados de iluminación. El árbol enjoyado
de Sñc´
corresponde directamente del árbol Bodhi de Amitâyus, el Tathgata, descrito en el Mah Sukhvat´-vyèha, 31: «Un millar de yojanas
de altura… siempre está foliado, siempre en flor, siempre con frutos, de un
millar de tonos y de diferentes follajes, flores, y frutos… está colgado con
cuerdas de oro, adornado con centenares de cadenas de oro… sartas de perlas de
rosa y sartas de perlas negras… adornado con símbolos del makara, el svastika, el nandyvarta, y la luna… acordemente a los deseos
de los seres vivos, cualquiera que su deseo pueda ser». Un símbolo tal como
éste, aunque ciertamente es de impronta budista, no es de origen budista;
incluso las palabras «que cumple los deseos de los seres vivos, cualesquiera
que puedan ser» suenan extrañamente en el ambiente del monasticismo budista
primitivo. Todo esto implica que, en el budismo relativamente primitivo, ya existían,
tendencias mahayamistas, que son realmente una prolongación de la tradición
védica. Amitâyus, «Vida Inmensurable», corresponde a innumerables designaciones
védicas de Agni, a quien a menudo se invoca también como Vanaspati, «Señor del
Bosque», o «Rey de los Árboles», o como Vi§vâyus,
«Vida Universal», o como Ekâyus, «El que es la Única Vida»; Amitâbha
corresponde a las nociones védicas del Sol omnividente, o de Agni cuyos rayos
dispersan toda obscuridad, cf. I.65.5 dèrebh, «brillando desde lejos», y VI.10.4, paprau… urv´ dèred¨§ bhs, «llenó el cielo y la tierra con una luz
omnivisible». Ciertamente, no es imposible que las nociones de «Amitâyus» y de
«Amitâbha» hubieran recibido una interpretación budista en el siglo I a. C. o
incluso antes: esto no hubiera impedido necesariamente una conexión del árbol
enjoyado con êkyamuni, que es de hecho
la contrapartida terrenal de Amitâbha.
Así pues, el Árbol del Mundo,
tanto en sus aplicaciones budistas como aparte de ellas, es la procesión de la
vida incesante. Elevándose erecto y justamente en medio del jardín de la vida,
extendiéndose desde la Tierra al Cielo, abriendo sus ramas en la totalidad del
Espacio (después veremos que el «espacio» está «dentro de vosotros»), ese es el
Árbol del Deseo (kappa-rukkha, kalpa-v¨k·a) que da los frutos de la vida, a
saber, todo lo que todas las criaturas llaman «bueno». El budismo interpreta
esto, como interpreta el símbolo correspondiente del Dharmacakra, desde un
punto de vista edificante: ese Árbol de la Sabiduría (jñana-druma) «cuyas raíces de hunden profundamente en la
estabilidad… cuyas flores son los actos morales… que da la rectitud (dharma) como su fruto… no debe ser talado»,
Buddhacarita XIII.65. Pero entre los
accidentes del ser, que son los frutos de la vida, está también el salario del
deseo, es decir, nuestra mortalidad, jar-maraöa,
todo lo que cada existencia, todo lo que cada voluntad de vivir incorporada,
llama «malo». Así pues, el Árbol del Mundo, en tanto que una exteriorización de
la Voluntad de Vivir, kma,
y que corresponde a la Insaciabilidad, taöha,
t¨·öa, es desde el punto de vista de todos
aquellos que querrían anonadarse, un árbol que ha de talarse de raíz: en el
budismo, una «viña hecha toda de apetito (taöh-lat), ¿quién la cortará? (chind)» (Theragth, 761 y 1094). Pues, en un modo sin modelo,
hay un Principio «más alto y diferente del Árbol del Mundo… el Dador de la
Verdad (dharma) y Quitador del Mal (ppa)», Svetâ§vatara Up. VI.6; obsérvese el tono «budista» de estas expresiones
aupani·adas. El que Comprende, o el que
ha devenido un Comprehensor, ya eva× vidvn,
es decir, un Buddha, que contempla el árbol viéndole con ojos indeseosos, ve en
él al Único Despertador, eka sambodhayit¨, ve en él el Gran Despertar, mahsambodhi. Y con esa misma Comprensión, paññ,
prajñ,
lo tala de raíz, a§vattham…
chittv,
Bhagavad G´t, XV.3, es decir, se libera de Brahm, y se libera de Mra de un solo golpe[18];
para él, el Jardín de la Vida, prâöârma,
deviene el Círculo de la Sabiduría, el Bodhimaö¶a
(-la); para él, el mundo está vacío de todo contento personal, de todo sí mismo
o Sí mismo, y en tanto que antmya,
anatta, él está emancipado de la mortalidad,
Totalmente Extinguido, parinirvta.
Pero el que desea y come los frutos o los brotes (vi·aya-pravlú,
Bhagavad G´t, XV.2), ya sea hombre o ángel, y con ello
entra en la operación o la existencia, con ello también perece finalmente,
pues, como se enuncia repetidamente en el canon budista pali, «En todo lo que
tiene un origen, en eso está inherente la necesidad de la disolución». Sólo
aquel cuyos deseos se han liberado todos (pramucyante),
y que ya no desea, deviene inmortal (am¨ta);
siendo el Brahman mismo va al Brahman (B¨hadraöyaka
Up., IV.4.6, y 7): es decir, en los términos budistas, está parinibbuta, parinirvta; en los términos cristianos, está
muerto y enterrado en la Divinidad, puesto que ha muerto a Dios y a todas sus obras[19].
En la medida en que las obras, de cualquier tipo que sean, tienen todas necesariamente
un propósito, y se emprenden con miras a un fin, la teología que representa a
Brahm, al Buddha, o a Dios, en tanto que Creador o en tanto que Salvador, como un ser
mortal, que profiere una Palabra que como ella es en sí misma no puede ser pensada
ni hablada, es una teología perfectamente correcta. Así pues, el Dharmacakra-pravartana tiene un
contenido esencial más amplio que el de «Predicar el Evangelio»; implica la
creación del mundo, y en esta capacidad como Lokapit, y como el equivalente de Brahm,
el Buddha sólo puede considerarse como praj-kmya,
es decir, como filoprogenitivo: incluso en el budismo primitivo, el hecho de
que el Buddha enseñe (y al comienzo vacile en hacerlo), se debe a que le mueve
la compasión. «Filoprogenitivo» y «compasivo» tienen que comprenderse, por
supuesto, en un sentido metafísico, no en un sentido sentimental.
La distinción entre el Nirvöa y el Parinirvöa no es menos fundamental y necesaria que la distinción entre
Dios y la Divinidad en el cristianismo[20].
Aquellos que mantienen el «racionalismo» del budismo primitivo, pueden negar
los valores de su desarrollo teológico; sin embargo, sigue vigente el hecho de
que sin este desarrollo y tales distinciones, la iconografía budista y cristiana
estarían desprovistas de todo significado inteligible; el único arte budista o
cristiano que podría haber existido, habría sido un arte de retrato realista,
«en memoria» de los Fundadores y de sus Santos. Por ejemplo, la representación
del Parinirvöa por el stèpa, que es esencialmente una tumba, o,
alternativamente, por la escena efectiva de la muerte, es enteramente apropiada,
ya sea que nosotros consideremos el Gran Deceso desde un punto de vista humano
o desde un punto de vista trascendental. De la misma manera la B¨hadraöyaka Up., I.2, habla de Eso que es
lógicamente antecedente al Sí mismo, y a lo cual el Sí mismo retorna de-Sí
mismado, como «Muerte» y «Privación». Nuevamente, la doble negación, la doble
privación, es aquí la privación de una afirmación limitativa[21].
Pensar que estas expresiones son
«pesimistas» es confundir la Existencia con el Ser y el No-ser, y el destino
con la libertad. Junto al lecho de muerte del Buddha, sólo Brahm y aquellos Arhats que eran «una sola
mismidad» en unificación y sabiduría no derramaron lágrimas; pero hubo Ángeles
[Devas], tales como Indra, que lloraron y se lamentaron, puesto que todavía
estaban apegados a su propia Personalidad existente y a la Personalidad
existente del Buddha. Al mismo tiempo, se tenía por establecido que se daban
con profusión las posibilidades de existencia, a aquellos que se aferraban a
las inmortalidades individuales a lo largo de inmensurables eones; en términos
cristianos más familiares, esto sería hasta el «Juicio Final»; el individuo no
podía liberarse de las condiciones limitativas, no podía liberarse de sí mismo,
a no ser por su propio esfuerzo, y en ningún caso contra su voluntad. Una
mayoría de budistas, como la mayoría de los cristianos, esperaban una
resurrección en el «Cielo», donde Sukhvat´ contempla a Dios o al Buddha cara a cara.
El Buddha no negaba en modo alguno tales posibilidades; pero había enseñado una
Vía que llevaba a un Fin más allá del Cielo, aunque no quería, debido a que no
podía, y ni siquiera Dios mismo podía, explicar o definir ese Fin en ningún
lenguaje, excepto solamente en los términos de la negación.
Aunque no podemos explicar todavía
su historia y su significación, es necesaria alguna consideración de las formas
simbólicas que representan la cabeza y los pies del Árbol de la Vida enjoyado
de Sñc´
y de los Pilares Ígneos de Amarvat´. En el budismo, el tri§èla (Figs. 1, 4, 23, etc.), que comúnmente se comprende como denotando
la trinidad de las joyas (ratna-traya)
del Buddha, el Dharma, y el Saºgha, no
es ciertamente de significación exclusivamente budista ni tampoco de significación
enteramente budista y jaina (Fig. 17); como es usual, el budismo está adaptando
un simbolismo más antiguo a sus propósitos inmediatos. Sénart (La légende du Bouddha, p. 484) ya consideraba
el tri§èla budista como un símbolo del Fuego; nosotros
podríamos considerarlo como representando naturalmente a los tres aspectos de
Agni Vai§vnara, o al Agni primordial, en tanto que la triunidad de los
Distintos Ángeles. Esto no estaría en conflicto con la asociación §aiva sugerida por Marshall, Mohenjodaro, p. 55, cf. nuestras Figs.
21, 22, e indicada también por el uso del símbolo en conexión con êiva en una época posterior, por ejemplo, en
las monedas §aivas de Kadphises II y en
el sello §aiva de Sirkap, A.S.I., A.R.,
1914-15, p. 51, y Lám. XXIV[22].
Es bastante evidente que la forma corresponde a la del tridente de êiva en la iconografía posterior. Sin
embargo, no se ha observado tanto que si se dobla el símbolo, de manera que
conste de dos tridentes adosados conectados por un tallo común, se obtiene la
forma usual del vajra, o que si se
cuadruplica se obtiene la forma del vajra
cuádruple. En nuestras representaciones (Figs. 1, 4, 6, etc.), el tri§èla forma la terminación de un tallo o
tronco que hemos podido identificar con el pilar (skambha) que soporta aparte al Cielo y la Tierra, y con el árbol
eje (ak·a) del Carro Solar, es decir, con el eje
del Universo[23].
Si recordamos ahora la metáfora ak·a-ja
= vajra, no es implausible asumir que nuestro tri§èla puede considerarse también como «vajra simple».
Lo que sabemos de la forma del vajra védico, sugiere, efectivamente,
que era del tipo simple; el ôg Veda I.52.15, nos dice que era
puntiagudo (bh¨·Êimat), I.121.4,
que tenía tres puntas (trikakubh)[24].
En ôg Veda IV.22.2 se dice que el vajra
es un productor de lluvia de cuatro ángulos (v¨§a×dhi× catura§rim), y en Aitareya Brhmaöa X.1 que es de ocho ángulos. En ôg
Veda VIII.7.22 se dice que los Maruts lo han «juntado junta a junta» (parva§o sa× dadhuú);
en I.80.6, y VI.17.10 se habla de él como de cien juntas (§ataparvan),
y en este texto se habla también de él como de mil puntas (para las juntas o
los nodos, cf. Figs. 2, 3, 41, 42). Puede observarse que en ôg
Veda VI.22.6 al arma de Indra se le llama parvata; Syaöa está probablemente en lo cierto cuando
dice que esto no se refiere a la «montaña», sino al vajra de múltiples juntas (bahuparvaö
vajreöa). En el ôg Veda se dice generalmente que el vajra fue hecho por el Artesano Divino,
Tva·Ê¨, que es «consumadamente diestro
en manualidades» (apasm
apastamaú, X.53.9), y de aquí que
al vajra mismo se le llame «sumamente
bien hecho» (svapastamam, I.61.6,
donde se dice también que es «de la naturaleza de la luz», svaryam, como en V.31.4, donde es «brillante» dyumantam). El vajra lo
maneja típicamente Indra, que representa el poder temporal (k·atra) en relación a Agni en tanto que el
poder espiritual (braúma);
y debido a que maneja el arma, a Indra se le llama también vajrin, vajra-bhu,
etc. Con el vajra Indra mata al
dragón, V¨tra, êu·öa, o Ahi, y así da
origen a la totalidad de la manifestación cósmica. En la leyenda del Buddha, la
derrota del Ahi-V¨tra védico está
representada (1º) en el Mra-dhar·aöa,
y (2º) en la derrota infligida por el Buddha a la serpiente en la ocasión de la
conversión de los jaÊilas. Puede
observarse que en el Mra-dhar·aöa,
Mra hace uso de las armas características
de V¨tra (cf. ôg Veda I.32.13), y
que los Ángeles empavorecidos abandonan al Bodhisattva, de igual modo que hacen
con Indra en la batalla con V¨tra (ôg
Veda IV.8.11; VIII.93.14-15; VIII.96.7; Aitareya
Brhmaöa IV.5); mientras que en la Conversión de los jaÊilas, se alude a la serpiente como ahi-nga (Mahvagga
I.15.17). En el budismo del norte Mra
se identifica a veces con Namuci.
Fig. A. Nandipaam: de Pa¶ana.
En cuanto a la figura del vajra, el Aitareya Brhmaöa II.35 nos dice además que era estrecho
en el comienzo, y dividido arriba como una maza o hacha, haciéndose la
comparación con la bifurcación de las piernas humanas (cf. Foucher, Beginnings of Buddhist Art, Lám. I, Fig.
6); esto implica, ciertamente, una terminación en dos puntas más bien que una
terminación en tres, y puede observarse que, en la iconografía efectiva (cf.
Foucher, ídem, Fig. 7), los dos
dientes laterales son a menudo mucho más prominentes que el diente central, que
es de hecho una prolongación del tallo. En el uso shingon se encuentran tipos
de uno a ocho dientes. En el uso §aiva,
el tri§èla de tres puntas lo lleva el Padre (êiva), el §èla de una punta el Hijo (Krttikeya, Kumra).
En el Kau·´taki Brhmaöa
VI.9, «Vajra» es uno de los ocho nombres de êiva.
La cuestión de la terminología
ofrece todavía otro problema. En la literatura europea, el término nandi-pada (literalmente «pie de Nandi»
o «huella de Nandi») se ha aplicado al símbolo del tri§èla en el uso budista o supuestamente budista; este nombre deriva de
la forma nandi-paa× inscrita junto al símbolo como se
encuentra en la colina de Padaöa cerca
de Bombay[25],
donde se indican claramente las huellas de las pezuñas (Fig. A). He argumentado
contra la aplicabilidad general de este término[26],
y está lejos de ser claro que la etiqueta se aplica al símbolo, y no
exclusivamente a las huellas de las pezuñas. Sin embargo, la designación
«huella de Nandi», y la representación efectiva de las huellas en Padaöa, concuerda bastante bien con las asociaciones
§aiva, mientras que la noción de las huellas
concuerda así mismo igualmente bien con una conexión original con Agni; que êiva y Agni pueden ser asimilados y en ciertos
aspectos identificados no necesita demostrarse aquí. La designación «taurina»,
empleada por algunos autores, es probablemente la más ventajosa para nuestro símbolo,
pues es apropiada igualmente a Agni, a êiva,
o al Buddha. En ôg Veda I.65.1 (padaiú), y IV.5.3 (donde Agni es un «toro
poderoso», y el Sman no canta «nada
más que la huella oculta de un buey», pada× na
gor apagèÂha×), se emplea la metáfora
de seguir por su huellas el rastro perdido de Agni; cf. X.71.3, donde las
huellas (padav´ya) de la Sabiduría
(vc) son seguidas por medio del sacrificio
ritual, e ídem III.39.6, donde Indra,
encuentra «a pie y pezuña» (patvat… §aphavat),
el vino de la vida y se hace a sí mismo dueño de todas las posibilidades de la
existencia, «ocultas» o «atesoradas» en las Aguas; cf. nuevamente B¨hadraöyaka Up. IV.4.23, «Él debe ser un
conocedor de los rastros del Brahman» (tasyaiva
syt padavitta×), e ídem I.4.7, «Como si fuera por una huella
(pada), así, ciertamente, uno debe
encontrar al Ángel [Deva]» —y su rastro o su huella, «plantado en el lugar
secreto» (guh, guh nihitam,
passim), es encontrado «por el Sacrificio en los Veedores» (ôg
Veda X.71.3), «en el corazón» (ídem
X.177.1), «en el Mar, el Corazón, en las cosas vivas» (antaú samudre h¨dy antar yu·i, ídem
IV.58.11). La «huella» o el «rastro» es equivalente así al «vestigio», según se
comprende en la fraseología escolástica: Dhammapada
debería traducirse quizás, en este sentido, como «Vestigio de la Ley», y dhamma-padni como «rastros de la Ley», cf. ôg
Veda X.71.3 vcaú
padav´yam… ¨·i·u pravi·Êm, «la huella de la Palabra investida en
los Veedores», y pada como «enunciación»,
«dicho», en Laºkâvatra Sètra
II.98 (ver el examen de Suzuki en su traducción, p. 31, nota 2. Ver también
nota 146). Apenas puede dudarse que una reminiscencia de estas ideas subyace en
la alegoría Ch’an-Zen de la búsqueda del buey perdido, cf. Suzuki, Essays in Zen Buddhism, pág. 357 sigs.
Los «rastros» por los cuales Él ha
de ser encontrado son, primariamente, las expresiones simbólicas del sacrificio
ritual y de los himnos, «vistos» y «guardados» por el genio poético (ôg
Veda IX.73.9, X.71.3, etc.); y justamente de la misma manera un símbolo tal
como nuestro tri§èla,
o cualquier otro «motivo» de una iconografía canónica, constituye un «rastro»
por cuyo medio Él puede ser «seguido», pues el símbolo (prat´ka) se emplea, no por el símbolo mismo, sino como una llamada a la
acción. Es evidente que los «rastros» de este tipo, no se representan ni
necesitan ser representados, literalmente, en la forma de una huella, y que la
indicación de las huellas efectivas en Padaöa
es completamente excepcional. Por otra parte, si se interpreta la noción más
literalmente, y en conexión con un concepto más antropomórfico, entonces todos
los pasajes mencionados arriba pueden citarse como sanción y explicación del culto
de los «pies del Señor» (pduk, Buddha-pada, Vi·öu-pada, etc.), igualmente en la práctica budista, jaina, y vai·öava26A.
Y si el Árbol y el Pilar Ígneo están soportados por tales pies, ello es porque
Él está firmemente establecido (prati·Êha)
en un terreno sólido (p¨thiv´, representado por un loto en el caso de
los Pilares Ígneos), en las Aguas, en las Profundidades, existentes (sthita) en el mundo, es decir, en último
análisis «dentro de vosotros», en el loto del corazón.
Fig. B. El
Nacimiento de Brahm; Elèr.
Desde el árbol de la Vida,
volvamos a considerar el Loto de la Tierra. En la formulación Védica, el Árbol
de la Vida surge adentro del Espacio desde el ombligo-centro de la deidad
yacente sobre la espalda de las Aguas; su tronco representa el eje del
Universo, sus ramas toda la extensión y la diferenciación sobre cualquier plano
del ser. En la época en que Nrâyaöa toma el lugar de Varuöa, yacente sobre las Aguas, en la aurora de
un ciclo creativo, lo que brota así del ombligo-centro de la inmortalidad no es
un árbol del bosque (vanaspati, a
menudo también una designación de Agni), sino un loto. Este loto sostiene sobre
su flor expandida al Padre del Mundo, Lokapit,
Brahm-Prajpati, cuyos epítetos son «nacido del ombligo» (nbhija), «nacido del loto» (abjaja, abja-yoni), y «sedente en el loto» (kamalâsana, padmâsana),
mientras que el yacente Nrâyaöa es «de ombligo de loto» (padmanbha, pu·karanbha)
(Fig. B). Las descripciones correspondientes de este «Nacimiento de Brahm», sólo aparecen en los libros relativamente
«recientes» de la Épica, y las representaciones correspondientes no aparecen en
el arte antes del siglo V o VI d. C.[27];
los datos arqueológicos indican así una formulación no muy anterior al período
gupta, aunque, como será evidente ahora, el motivo es realmente védico. En
algunas notables representaciones birmanas (Fig. 16), el único tallo que brota
del ombligo del yacente Nrâyaöa sostiene sobre tres flores a la trinidad
de Brahm, Vi·öu, y êiva[28].
A primera vista, parece como si el árbol de los textos más antiguos, hubiera
sido interpretado o malinterpretado después como si fuera un loto. Sin embargo,
el concepto del nacimiento de un Loto de la divinidad creativa manifestada, es
coeval con el concepto del Árbol de la Vida: y además, se hace una clara
distinción entre el Árbol y el Loto, puesto que, como hemos visto, el primero
es «todas las existencias», es decir, «eso que» es manifiesto, mientras que el
segundo es «eso en lo que» o «eso sobre lo que» hay y puede haber
manifestación. Pues «este loto (del corazón, h¨t-pu·kara) es verdaderamente lo mismo que el Espacio (k§a);
estos cuatro cuadrantes y los cuatro intercuadrantes son sus pétalos alrededor»[29],
Maitri Up. VI.2, cf. Chndogya Up. VIII.1-3; y sube apropiadamente
desde el centro del ombligo, puesto que «el ombligo (nbhi) de la forma universal de Prajpati
es el Firmamento», Maitri Up. VI.6.
En otra ocasión se explica que el Loto es la Tierra, o todo el plano del ser,
es decir, eso sobre lo que y en lo que se soporta la existencia, Taittir´ya Sa×hit
IV.1.3., y IV.2.8, y êatapatha Brhmaöa
VII.4.1.8. O se considera como un receptáculo, como lo implican las expresiones
padma-garbha, y padma-ko§a, puesto que «en este Espacio (k§a),
coextensivo (yvn…tvn) con el Espacio-en-el-corazón (antarh¨dayâk§a), están contenidos el Cielo y la
Tierra… todo está contenido en él», Chndogya
Up. VIII.1.3.
Antes de proceder a un examen de
la subjetividad del Espacio, y por lo tanto de la Existencia, implícita en la
expresión «Loto del Corazón», debemos aclarar más la primera connotación del simbolismo
del loto. Las referencias más antiguas a un nacimiento del loto, o a una sede
en el loto, o a un soporte sobre el loto, aparecen en la §ruti
en conexión con Vasi·Êha y Agni, en su
capacidad como la existencia positiva de todas las cosas[30].
En ôg Veda VII.33.11 tenemos «Oh Vasi·Êha,
tú eres el hijo de Mitra-Varuöa, el
Brahman, nacido de (la Apsaras) Urva§´
y del Intelecto (manas), tú eres la
gota (drapsa = retas, «semilla») que
cayó junto al eflujo angélico (daivyena
brahmaö); los Distintos Ángeles
estaban esperándote en el Loto (pu·kare)».
Es decir, Mitra-Varuöa contemplaron en
el Intelecto (manas), y fueron
engañados por la Fascinación (Apsaras) de las posibilidades de existencia
(Aguas); su semilla cayó entonces en las Aguas, y de allí surgió el terreno del
loto que soporta a Vasi·Êha, rodeado
por los Distintos Ángeles[31].
Similarmente, en ôg Veda, VI.16.13, Agni nace de un loto, o es (re-) producido (niramanthata, literalmente «frotado» o
«batido», cf. «samudra-manthana») de
un loto, pu·kart,
cf. Taittir´ya Sa×hit IV.1.3g, y Kau·´taki Brhmaöa VIII.1, «A ti, oh Agni, desde el
Loto»; y el hecho de que sea maternizado así por la flor del Loto (o por la
hoja del Loto, como en Taittir´ya Sa×hit V.1.3), enuncia meramente, en otros
términos, los epítetos que se le aplican constantemente como «nacido del seno o
del ombligo de la Tierra» y «pariente de las Aguas»[32].
De hecho, todo nacimiento, toda venida a la existencia, es un «ser establecido
en las Aguas», y ser «establecido» es estar sobre un terreno (p¨thiv´)
o plataforma de existencia; el que está de pie o sedente sobre el Loto «vive»[33].
Los pasajes védicos citados arriba, son así prototipos válidos de la leyenda
épica relativamente «reciente» del Nacimiento de Brahm; el nacimiento de Vasi·Êha
o de Agni es virtualmente el nacimiento de Brahm-Prajpati o del Buddha[34].
Fig. C.
Rimb¯ (Dharmacakra) soportado por una
hoja de loto.
Según Æmura
Seigai, Sanbon Ry¯bu
Mandara. Cf. Fig. f.
Pueden citarse otros textos
rituales y exegéticos, en los cuales se explica el significado del Loto, en el
sentido ya deducido. Nirukta, V.14, explica
el Loto (pu·kara) como el
Firmamento o el Espacio Medio (antarik·a),
que mantiene (po·ati)
las existencias (bhètni),
cf. Maitri Up. VI.2, citado arriba. Taittir´ya Sa×hit
IV.1.3c, y IV.2.8c = Vjasaneyi
Sa×hit XIII.2, identifica el
Loto (pu·kara) con la Tierra,
extendida sobre la espalda de las Aguas, como el lugar de nacimiento (yoni) de Agni. Syaöa, en comentario de ôg
Veda VI.16.13, pu·kart,
sustituye pu·kara por pu·kara-paröa, «hoja de loto», pero explica a la
manera tradicional que «la propiedad de la hoja de loto es la de sostener todos
los mundos», pu·kara-paröasya
sarvajagad-dhrakatva[35].
En êatapatha Brhmaöa VII.3.2.14, Prajpati encuentra al Agni perdido sobre una
hoja de loto. En la construcción del Altar del Fuego (êatapatha Brhmaöa
VII.4.1.7-13, VIII.3.1.11 y X.5.2.8 y 12), se pone una hoja de loto en el
centro (es decir, en el centro del Universo, representado por el altar), como
el «lugar de nacimiento de Agni» (agni-yonitvam),
el «símbolo de su matriz» (yoni-rèpatvam),
y como una base chtónica (prati·Êh…p¨thivym):
«el loto significa las Aguas, y esta tierra es una hoja de loto… y esta misma
tierra es la matriz de Agni». Sobre la hoja de loto se deposita un disco de oro
redondo que representa el Sol; y así, la hoja de loto deviene, efectivamente,
el barco del Sol, aunque esto no se menciona específicamente. Sobre el disco
del Sol se pone la figura de un hombre (puru·a)
de oro, que representa a Agni-Prajpati,
la Persona en el Sol; el Puru·a de oro
y el disco del Sol, al yacer espalda con espalda, forman un tipo de Jano, según
se explica en ídem VII.4.1.18.
Así pues, es abundantemente claro
que el loto, tanto la flor como la hoja (ver las representaciones alternativas,
Figs. C, F), aunque en la iconografía se trata usualmente de la «flor»[36],
surgiendo de las Aguas o reposando sobre ellas, representa el terreno (p¨thiv´)
o la substancia de la existencia, es decir, a la vez eso sobre lo que y eso en
lo que está establecida firmemente la existencia en medio del mar de la posibilidad.
Y de la misma manera que se dice del Caballo Cósmico (Varuöa), cuyo lugar de nacimiento es las Aguas (samudre yoniú), que está firmemente en las Aguas, y que el que se comprende
a sí mismo está firmemente dondequiera que esté, así también nosotros podemos
decir que el que comprende el significado del Loto está firmemente dondequiera
que esté[37].
El loto del mundo florece
naturalmente en respuesta a la salida del Sol «en el comienzo»; es decir, en
respuesta a/y como una reflexión de la Luz del Cielo reflejada en la superficie
de las Aguas. La Tierra, como una reflexión del Cielo, se extiende en igual
medida (Taittir´ya Sa×hit IV.1.3 y IV.2.8); es decir, este mundo es
la contrapartida (anurèpam)
de aquel mundo (Aitareya Brhmaöa
VIII.2); de aquí, sin duda, los dos lotos que tiene el Sol en la iconografía,
lotos que corresponden a las Aguas Superiores y a las Aguas Inferiores, es
decir, para Prak¨ti y apara
Prak¨ti[38].
Sin embargo, la luz del Cielo no puede considerarse meramente como el Sol, sino
colectivamente como las Luces del Cielo, y así encontramos en Pañcaviקa Brhmaöa XVIII.8.6., y en Maitrayan´ Sa×hit
IV.4.7 y 58.16, una exposición más general como sigue: «Por la virtud de la
luminosidad descendente (avak§e)
de las Luces del Cielo (nak·atröm)[39]
se hace nacer (jyate)
al Loto (puö¶ar´ka)»,
donde el texto aclara además que el Loto implica la Tierra, y que las luces
implican el Cielo. Se explica además, Pañcaviקa Br.
XVIII.8.2 y 9.6, que la guirnalda de lotos que lleva el Brahman oficiante en la
ceremonia del Rjasèya, representa la operación sensible, la
virilidad, y el poder temporal (indriyam,
v´ryam, k·atram) Cf. êatapatha Br. IV.1.5.16 (A§vins).
Podemos aludir de pasada a algunos
aspectos más familiares, aunque menos esenciales, del simbolismo del loto.
Entre éstos está el loto como una metáfora de la pureza: aunque crece en el lodo,
no muestra ningún rastro de su origen; ni a la flor ni a la hoja les moja el
agua sobre la que reposan; y tal es también el hombre verdaderamente sabio, que
vive en el mundo, pero no es del mundo. Por ejemplo, Sa×yutta Nikya III.140, «De la misma manera,
Hermanos, que un loto, nacido en el agua, plenamente crecido en el agua, sube a
la superficie y no es mojado por el agua, así, Hermanos, el Tathgata, nacido en el mundo, plenamente crecido
en el mundo, sobrepasa el mundo, y es inafectado por el mundo»; o puede invertirse
la metáfora, como en Chndogya
Up. IV.14.3 y Maitri Up. III.2,
donde el Sí mismo, el îtman, se compara
a la gota de agua que reposa sobre una hoja de loto, pero no se adhiere a ella.
Por otra parte, de lo que se ha explicado previamente, puede inferirse que cuando
la imagen de una deidad suprema se representa con un loto en la mano, en tanto
que l´l-kamala, «loto de juego», el loto
representa entonces el Universo, su juguete, de la misma manera que una flor de
loto, l´l-kamala o l´lâbja, sostenida por un ser humano, es efectivamente su juguete
(más a menudo de ella que de él). Pero cuando el loto es ofrecido por el
adorador a una deidad, eso implicaría una devolución de la propia existencia de
uno a su fuente, es decir, una recesión de la propia naturaleza y del terreno
de la existencia separada de uno; cf. Nirukta
V.14, donde se propone una derivación hermenéutica de pu·kara de la raíz puj + kar, con el sentido de «cumplir un
oficio»[40].
Además, el loto es una cosa amada y admirada por todos, y se usa como un medio
de adorno, o suscita por sí mismo símiles laudatorios, como cuando hablamos de
ojos de loto o de pies de loto.
En las obras de arte actualmente
supervivientes, no encontramos representaciones del Buddha soportado por un
trono de loto antes del siglo II d. C., a saber, en el arte de Gandhra, y en las recientes obras îndhra de Amarvat´, ni, como ya hemos visto, de Brahm kamalâsana
antes del periodo Gupta. Foucher reproduce un ejemplo Ku·na del siglo II proveniente de Mathur en L’art
gréco-bouddhique du Gandhra, Fig. 552. Sin embargo, mucho antes
de esto, en el comienzo mismo de la historia artística en lo que concierne a lo
que está registrado en materiales permanentes, nos encontramos que la flor de
loto se emplea como soporte de diferentes maneras, y no es en absoluto
improbable que estos ejemplos no hayan sido precedidos por otros en materiales
evanescentes, o pintados. De esta manera, el loto está conectado muy
evidentemente con êr´-Lak·m´, a saber, en representaciones que datan del
siglo II a. C. en adelante; hemos mostrado en otra parte que estas
composiciones sólo son comprensibles con referencia a nociones védicas, y que
el arte indio antiguo es esencialmente la continuación de un estilo «védico»
principalmente anicónico[41].
Cf. Fig. 23.
êr´-Lak·m´ es esencialmente Aditi, Prak¨ti, My, Apsaras, Urva§´, las Aguas, es decir, todas las posibilidades de existencia
personificadas substancial y maternalmente. El Loto es preeminentemente suyo,
debido a que ella es el Loto y la
Tierra, a la vez la fuente y el soporte de todas las existencias, Vasudh o Vasudhar;
es decir, lo es con respecto a su substancia, de la misma manera que el Sol
Supernal lo es con respecto a su forma. Así pues, ella es representada ya sea
anicónicamente por el loto, como Padm,
brotando del vaso rebosante (pèröa-ghaÊa)
de las Aguas (Fig. 23), o ya sea en forma humana sobre el Loto, como Padma-vsin´,
y entonces, típicamente, como recibiendo un baño lustral de lluvias grávidas de
soma, vertidas desde los cielos por
los elefantes de los Cuadrantes (Fig. 23). Estas representaciones primitivas
aparecen en su mayor parte en una asociación budista, aunque esto no necesita
asumirse para todas las monedas y terracotas[42].
Algunos eruditos, particularmente Foucher[43],
han argumentado que las representaciones en un entorno budista, como en Bhrhat, Bodhgay,
y Sñc´,
son en realidad de natividades del Buddha, un tema que de otro modo faltaría en
la serie de los Cuatro Grandes Acontecimientos, en lo que concierne al arte
primitivo. Otros, incluido mí mismo, nos hemos opuesto a este punto de vista, y
no sin justificación, pues la fórmula es ciertamente de origen pre-budista, y
porque lo que se representa no es ciertamente el nacimiento de Siddhârtha, sino
más bien a êr´-Lak·m´ misma, a la vez el Loto de la Tierra y la Madre
Tierra personificada, la Madre Universal, la Madre Naturaleza, Aditi, My[44],
el terreno o la substancia mágica de la existencia, fertilizada por las lluvias
celestiales[45].
No debe pasarse por alto, tampoco, que el Jtaka
I, p. 53, afirma que cuando nació el Bodhisattva, «dos corrientes de agua descendieron
del cielo (ksato dve udakadhr nikkhamitv) y refrescaron los cuerpos del Bodhisattva y de su madre»[46];
en este sentido, puede ser legítimo decir que éstas son virtualmente natividades del Buddha, puesto que representan a Quien
es la Madre de toda la Existencia, y así, preeminentemente, la Madre del
Buddha, cuando no se le considera como el hombre Siddhârtha, sino como el Hombre
Universal, en quien todas las cosas se imaginan vivas, îdityabandhu y Sèryavaקin, «Pariente del Sol Supernal» y «De la
Raza Solar», y como My-maya, «mágicamente naturado»[47].
Difícilmente puede haber sido un accidente que el nombre de la madre mortal de
Siddhârtha fuera My-dev´,
«la Señora My»[48].
El nacimiento de Siddhârtha del costado de su madre se anticipa en ôg Veda
IV.18.1-2, donde, en relación con el nacimiento de Indra de su madre Aditi,
encontramos… tira§cat pr§vn nir
gamöi, «Yo saldré de través, por el costado»; una procesión costal [o
lateral] se menciona en varios otros pasajes, por ejemplo VI.10.4, X.129.5, y Jaimin´ya Upani·ad Brhmöa, I.29, donde el rayo de la vida (ra§mi asumaya) es tiryaº prati·Êhitaú[49].
La visibilidad de Siddhârtha cuando todavía no ha nacido (Jtaka, I.52, antokucchigata×…passati)
puede compararse a ôg Veda VI.16.35, con referencia a Agni, garbhe mtuú…ak·are vididyutnaú, «que brilla en la matriz eterna de la
Madre». Si suponemos que êuddhôdana
significa «nube» (como se afirma en el NighaöÊu,
más bien que «arroz puro» como se asume generalmente), tenemos un notable paralelo
en el D´paºkara Jtaka, donde el nombre del Bodhisattva es
Megha[50],
«Nube», y el de su esposa ya sea Bhadr,
«Abundancia», o Prak¨ti, «Naturaleza»;
pero como una designación del Padre, corresponde más probablemente a pakvam odanam y a k·´rapkam odanam en ôg Veda VIII.77.6 y 10, a odanam pacyamnam en VIII.69.14, y
a pacatam en I.61.7, pues el hervido
de arroz con leche se considera como un elemento esencial de la Operación
Interior; en el Jtaka
I.66, se representa al Bodhisattva como recordando el buen alimento que se
servía en la casa de su padre, donde abundaban la comida y la bebida (las
«ollas de Egipto»). Los tres palacios[51]
del Bodhisattva pueden considerarse como las tres estaciones del Año, Prajpati; es digno de notar que hasta que el
Bodhisattva no abandona sus palacios no sabe nada de la vejez, del declive, o
de la muerte. El Buddha mismo es îditya-bandhu,
y Sèryavaקin,
Mahpurisa y amanussa, lo que recuerda a Agni como el amnava puru·a que conduce al Comprehensor a través
del portal de los mundos, Chndogya
Upani·ad, V.10.2; que el Buddha sea un îºgirasa,
«un descendiente del Incandescente», es igualmente significativo, pues Agni, en
el ôg Veda, es un hijo de Aºgiras
y él mismo es angirastama, «el mejor
de los Incandescentes». El nombre de Siddhârtha dado al Buddha, que denota el
«logro de la meta», corresponde a artha,
el «fin» o la «meta» considerado por Agni, ôg Veda X.51.4.
Es evidente, entonces, que la
genealogía del Buddha, como la tenemos aquí, es mítica, y puede ser que hubiera
sido concebido, desde muy pronto en el budismo, o aún antes del surgimiento del
«budismo», como «un descendiente del Sol» o un aspecto de Agni. Si las
representaciones de My-Lak·m´ con los elefantes fueron consideradas
realmente como concepciones del Buddha, eso implica también una budología muy
avanzada ya en los siglos a. C. El tipo de la Natividad más reciente, en el que
el Buddha nace del costado de My-dev´
que está de pie como una Yak·´ debajo
de un árbol, tiene igualmente implicaciones míticas, aunque más antropomórficas
en la expresión, y corresponde en este aspecto a la introducción de la imagen
«antropomórfica». Ciertamente, parece como si, en tiempos más recientes, el
Buddha no hubiera sido tanto «deificado» como humanizado; si asumimos que hubiera
habido una figura verídicamente histórica, parece como si esta figura hubiera
sido vestida con un manto de Fuego casi desde el comienzo, y que, como en el
caso de Jesús, los Grandes Acontecimientos de la vida deben considerarse como
«etapas que se han juntado para presentar, en una sola vida, toda la Épica de
la Trascendencia del Destino Mortal»[52].
En el desarrollo de una imagen regia y coronada del Buddha, y en el desarrollo
doctrinal representado por el Saddharma
Puö¶ar´ka, nos parece sentir una acentuación renovada de la divinidad del
Buddha, en oposición consciente a las interpretaciones racionalistas[53].
Aunque no desde el comienzo mismo
del «budismo», existía ya una budología muy avanzada en los textos palis, lo
cual es también muy patente en la terminología y en los epítetos de que se hace
uso. Cuando se representa al Buddha diciendo «Yo no soy Deva, ni Gandhabba, ni
Yakkha, ni Hombre», Anguttara Nikya,
II.38, evidentemente ha de comprenderse que lo que él es es un principio, el
Principio, el Dharma, el Logos, la Palabra, cf. D´gha
Nikya III.84, y Sa×yutta
Nikya III.120, citado abajo, pág. 52. Entre sus epítetos, la mayoría
de origen védico o aupani·ada, o tomados
de estas fuentes con solo ligerísimas modificaciones, están Mahpurisa, «Gran Persona», Appati-puggala,
«Hombre Inefable» (aprati-pudgala en
SP. III.33), îdicca-bandhu, «Pariente
del Sol Supernal», Rj cakkavatt´,
«Soberano Movedor de la Rueda», Devâtideva, «Ángel de los Ángeles» (cf. Agni, devo devnm, ôg Veda I.94.13). Como Mahpurisa, el Buddha está dotado con todos los
lineamientos (lakkhaöa)
propios del Superhombre. La concepción de los Buddhas como «el Ojo en el
Mundo» (cakkhu× loke, D´gha Nikya, II.158, y Sutta Nipta III.9.6) corresponde a las nociones
védicas de Mitra («Agni cuando se enciende», ôg Veda V.3.1), que «hierve con ojos sin
cerrar», animi· abhica·Êe,
ídem III.59.1, o del Sol, que «ve todas
las cosas», vi§vam abhica·Êe,
ídem I.164.44, y que es el «Ojo de
Varuöa», passim. Con «León de los êkyas»,
cf. Agni como «león», ôg Veda I.90.5. y III.2.11, cf. I.115.5.
Así pues, la supuesta deificación del Buddha, el reconocimiento de la universalidad
de su esencia y de su operación, no puede negársele al H´nayna.
Debemos considerar ahora la
representación de los Buddhas como Dharma-cakra, a saber, la Rueda de la
Palabra (y la Rueda del Mundo) o la Rueda de la Ley o la Norma, de la que el
arte budista primitivo proporciona tantos ejemplos, entre los cuales el más famoso
es el de la rueda que fue erigida por A§oka
en el Parque del Ciervo en Benarés, en el lugar de la prathamade§an,
la «Primera Predicación», que fue también el dharmacakra pravartana, el «Primer giro de la Rueda de la Palabra»[54].
Aquí deben estudiarse los significados pre-budistas y no-budistas del símbolo.
Lo que la Rueda representa en el simbolismo indio es, primariamente, la Revolución
del Año, en tanto que Padre Tiempo (Prajpati,
Kla), el flujo incesante de todas las
cosas engendradas (Aitareya Brhmaöa
II.17), dependientes del Sol (Maitri Up.
VI.14-16). En ôg Veda I.164.2, 11, 13, 14, y 48 la única rueda del carro del Sol
tiene doce o cinco radios (meses o estaciones), o 360 radios (días), un eje (ak·a), y un triple cubo (nbhi); es una rueda de la vida (am¨ta) que rota sin declive (ajara), en la cual in-sisten (tasthuú)
todos los mundos (vi§v
bhuvanni): ídem I.155.6, «Él
(Vi·öu), por los nombres de las cuatro
(estaciones), ha puesto en movimiento la rueda redonda que está provista de
noventa corceles» (los noventa días de cada cuarto del Año solar);
similarmente, Atharva Veda, X.8.4-7,
y êvetâ§vatara
Up. I.4 (brahma-cakra en I.6 y
VI.1); en el Kau·´taki
Brhmaöa XX.1, «el Año (identificado en otras partes con Prajpati) es una Rueda de los Ángeles que rota,
que es sin muerte; en la cual está el séxtuple alimento idóneo (es decir, los
medios de existencia)… en la cual los Ángeles se mueven alrededor de todos los
mundos»[55].
En el sentido en que el Tiempo es el Sol, su centro es un círculo, y la Rueda representa
al Sol, pero más exactamente el movimiento del Sol, en su carro celestial, con
una o dos ruedas correlacionadas. El Sol o la Rueda Solar se califica
constantemente como «rotante» o como siendo rotada, con el uso de la raíz v¨t, como el budista pavattana, pravartana:
por ejemplo en I.35.2, donde Savit¨ es vartamnaú;
I.155.6, cakram…av´vipat;
II.11.20, avartayat sèryo
na cakram; V.30.8, a§mna× cit
svarya× vartamnam; VII.63.2, samna× cakra× pary viv¨tsan.
Para representar efectivamente
todos los estados del ser posibles, la Rueda tendría que ser concebida a la
manera de un giroscopio, rotando simultáneamente en un indefinido número de
planos, aunque, no obstante, con un centro inmutable: de la misma manera que,
desde este punto de vista, la Cruz debe considerarse como constituida de tres
brazos, en ángulos mutuamente rectos, e intersectándose en el único punto común
que es también el centro de la esfera en la cual está la Cruz. Sin embargo,
esto sería introducir una complicación innecesaria, y de hecho, como se emplea
el símbolo, es esencialmente una rueda de carro ordinaria[56],
de la misma manera que, en el uso común, la cruz de dos brazos representa
también a la cruz extendida en las tres direcciones. Así pues, aunque hablando
estrictamente, la Rueda, en tanto que el «redondel del mundo» y la «llanura de
la tierra», corresponde sólo a un conjunto de condiciones dado, no obstante,
analógicamente, representa la totalidad indefinida de todas las condiciones
posibles, es decir, el sa×sra
entero. En tanto que representa así el Universo en su entereidad, el símbolo de
la Rueda permanece en uso sin cambio desde ôg Veda I.164, a través de êvetâ§vatara
Up. I.4, y Anug´t XXX, hasta Kab´r y el presente día[57].
El contenido del simbolismo de la
rueda es extraordinariamente rico, y aquí sólo podemos esbozarlo. Sus
dimensiones son indefinidas, su radio es la distancia variable entre un punto
indimensionado (amtra)
y una circunferencia inmensurable (asaºkhya);
y ahí, en el «espacio medio» (antarik·a,
k§a),
entre el «yo» y el «no yo», entre la esencia y la naturaleza, está la procesión
y la recesión (prav¨tti,
niv¨tti), ahí están el bien y el mal (dharmâdharmau), la felicidad y la
aflicción (sukha, duúkha), la luz y la sombra (chyâtapa), el nacimiento y la muerte, y
todo el movimiento y la afección local;
y esa moción y pasibilidad son tanto más grandes cuanto mayor es la
distancia desde el centro. Más allá de la llanta de la rueda está sólo la
inexistencia de lo irracional, una imposibilidad de existencia, como la de los
círculos cuadrados o la de los cuernos de una liebre; dentro del cubo de la
rueda, está la no-existencia de lo supraracional[58].
El ciclo de la ego-consciencia
implica un movimiento centrífugo desde el cubo de la rueda hacia la llanta,
siempre recesiva; y un retorno centrípeto hacia el centro inmutable, por
distante que la llanta esté. Una iluminación progresiva (krama-mukti) puede expresarse entonces como una contracción gradual
del radio, que atrae a la circunferencia cada vez más cerca del centro, hasta
que lo que parecía contener al centro se ve que está contenido dentro de él; el
conocimiento está con-centrado entonces en una única forma, que es la forma de
muchas cosas diferentes[59].
Eso es el Nirvöa, ser unitario,
«con elementos de existencia residuales», y por un desvanecimiento del punto
deviene también el Parinirvöa, sin
residuo de existencia.
Aquel cuya sede está sobre el cubo
u ombligo lotiforme de la rueda[60],
y que, él mismo inmutable, la pone a rotar y la mantiene rotando, es el
soberano del mundo, de todo lo que está naturado y extendido en la región
media, entre el cubo esencial y la llanta natural; «En quien las partes
enjarjan, como si fueran radios en el cubo de la rueda, a Él lo considero la
Persona que hay que conocer», Pra§na Up.
VI.6. En el pali budista, y en textos sánscritos más recientes, a esta Persona
Regia se le designa como Cakkavatt´,
Cakravartin, «El que gira la Rueda», y la misma designación se aplica analógicamente
a todo «Soberano Universal» o Emperador terrestre (Figs. 19, 20). Como hemos
visto, el término Cakravartin, como un nombre esencial del Buddha, y la
expresión correspondiente Dharmacakra-pravartana, que denota la puesta en
moción de la Palabra o de la Ley, se encuentra constantemente en el budismo primitivo
y posterior. Estos términos no aparecen como tales en los textos védicos, donde
cakri, «hacedor», y otras formas del
verbo k¨,
«obrar», «hacer», «causar», «instigar», etc.[61],
deben distinguirse etimológicamente de cakra,
«rueda»; sin embargo, puede presumirse que la etimología «popular» de los hermeneutas
indios podría haber visto una significación en la asonancia de cakri y cakra. Y si la palabra cakravartin está ausente en los Vedas, el significado sí
se encuentra allí; la noción de un Poder supremo, el Señor de ¨ta
= dharma, cuya soberanía (k·atra) está sobre todos los mundos (vi§v bhuvanni), y que es también el movedor axial
del par de ruedas del carro del Tiempo y de la Vida, se presenta tan
constantemente en los Vedas que difícilmente podemos hablar de la noción del
Rey del Mundo como algo nuevo en los tiempos budistas. A Varuöa, sólo o con Mitra, a menudo se le llama samrj; a menudo se hace mención también de
la autonomía (svarjya)
del Primer Ángel, y en III.55.4, Agni es el Rey universal, samno rj[62].
En X.5.3, y 4, las nociones vi§vasya
nbhi× carato dhruvasya, «ombligo de todo lo que procede o es concreto»,
y ¨tasya
vartanayaú, «propulsiones de la
Ley»; en X.168.2 y 174.1 y 5, las nociones vi§vasya
bhuvanasya rj, «Rey del Universo», abh´vartaú,
«victorioso», y asapatnaú, «sin rival», implican un poder soberano.
En X.51.6, rath´’va
adhvnam anvâvar´vuú,
«como el que conduce un carro en su vía», equivale a «Auriga Cósmico»[63],
X.92.1, yajñasya vo rathyam vi§patim,
«su auriga del sacrificio y señor del pueblo», y I.143.7, dhèr·adam agnim mitram na, «Agni como Mitra sedente sobre el polo», es
decir, como conductor63, implican necesariamente la puesta en moción
de la Rueda o las Ruedas principales. No puede sacarse ninguna distinción de
significado como la que hay entre el conductor del carro solar y el que hace
que la rueda solar rote. En ôg Veda V.1.5 y VI.74.1 se mencionan
«siete tesoros» (sapta ratna), aparentemente
los mismos que los de un Cakravartin. Cf. Figs. 19, 20.
Hasta ahora hemos considerado
principalmente el caso en el que la rueda cósmica se considera como única.
Quizás más a menudo, el carro del Sol se considera como corriendo sobre dos
ruedas gemelas conectadas por un árbol-eje (ak·a)
común, y esto implica una consideración del mundo desde dos puntos de vista
distintos pero inseparables (cf. Aitareya
Brhmaöa VIII.2, citado atrás, pág. 33). De la misma manera que el Sol brilla
igualmente para los ángeles y para los hombres (ôg Veda I.50.5, etc.), así, de las dos
ruedas gemelas de su carro, una toca el Cielo, la otra la Tierra (ôg
Veda I.30.19 y X.85.18); y su árbol-eje común se identifica con el eje del
universo que mantiene apartados (vitaram,
vi·vak) el Cielo y la Tierra (ôg
Veda V.29.4 y X.89.4). O también, cuando el carro del Sol se considera como
de tres ruedas (tricakra), ôg
Veda, X.85, dos de las ruedas se identifican como ya se ha dicho con el
Cielo y la Tierra («una domina los diferentes mundos, la otra ordena las estaciones
y nace de nuevo», cf. I.164.44 y 32), y éstas «proceden por magia», myay caranti; pero la tercera está oculta (guh = guhy× nihitam, a saber, «en el corazón»), y
sólo los adeptos (addhtayaú) son Comprehensores (viduú) de ella. Esta
tercera rueda corresponde evidentemente al «nombre secreto», nma guhyam, de X.55.1, y a la «tercera
luz» de X.56.1. Estas doctrinas de las tres ruedas, las tres luces, etc., son
equivalentes a la doctrina del trikya en el budismo[64].
El árbol-eje de las dos ruedas
gemelas (eje que debe considerarse analógicamente también como penetrando la
tercera rueda) es la fuente primordial del poder del movimiento (como se
observa incidentalmente en ôg Veda I.166.9): él mismo sin rotación,
es el movedor inmutable en relación a las ruedas. Pero para completar nuestra
comprensión del prat´ka
debe entenderse que la revolución de la rueda requiere la operación de una
fuerza opuesta operativa en la llanta, allí donde, en la experiencia efectiva,
el contacto con el terreno proporciona un fulcro. En otras palabras, la revolución
depende de la interacción de dos principios conjuntos, que pueden llamarse el
Cielo y la Tierra, Puru·a y Prak¨ti, sattva
y tamas, yo y no-yo, sujeto y objeto,
etc. Esto se reconoce en varios pasajes en los que la fijación del eje, o el
movimiento de las ruedas, es efectuado por la deidad por medio de sus
capacidades (§ac´bhiú, ôg
Veda I.30.15, y X.89.4), sus poderes (§aktibhiú,
X.88.10), o su magia (myay, X.85.18), puesto que §aci,
§akti,
y my
son designaciones femeninas sinónimas de sus «medios de operación», del
«terreno» de manifestación, que coopera con su «esencia», que es êac´pati,
Myin, etc.
El árbol-eje es también el eje del
universo, como se afirma muy claramente en ôg Veda, X.89.4, yo ak·eöêva cakriy §ac´bhiú vi·vak tastambha p¨thiv´m uta
dym, «con el eje de este carro dotado de ruedas, ciertamente, con sus
capacidades, él mantiene apartados el Cielo y la Tierra», cf. V.29.4, rodas´ vitara× vi·kabhyat, y otros pasajes citados atrás,
págs. 15, 16, notas 15 y 139.
En ôg Veda X.85.12, «el carro es según el
modo del Intelecto (ano manasmayam),
y el Soplo de la Vida (vyna)
era el eje (ak·a) fijado allí». Se
comprenderá que la punta del eje (öi) que penetra el agujero (kha) en el cubo (nbhi) es central en cada rueda[65];
así, en ôg Veda I.35.6, se dice que los Ángeles Inmortales (es decir, los
Distintos Ángeles, vi§ve
devú, los îdityas) dependen de Savit¨
(el Sol Supernal en tanto que primer movedor) «como de la punta del eje (öi)
del carro», y en Aitareya îraöyaka
II.7, el Sí mismo se compara a las «dos puntas del eje (ö´)» del Veda. Nos hemos explayado así con alguna extensión en
las implicaciones védicas de la rueda o las ruedas, porque es importante
comprender el amplio contenido y el consecuente poder de este símbolo, que se
empleó tan extensamente en el budismo, aunque con una aplicación más
restringida.
La continuidad de la ideología a
menudo es muy evidente; compárese, por ejemplo, ôg Veda I.164.13, «su eje nunca se
calienta (na tapyate), su cubo (nbhi), pesadamente cargado, nunca se raja»,
con la aplicación edificante de la misma noción en Sa×yutta Nikya I.33 (I.5.7), donde el carro, que con
sus dos ruedas de la Palabra (dhamma-cakkehi
sa×yutto) conduce al auriga al nibböa,
tiene por nombre «Sin-fricción» (Akujana).
En el budismo, la Rueda, como el
Árbol, se considera desde dos puntos de vista, es decir, como un par de ruedas,
a saber, la principal (Dharmacakra) y la fenoménica (Sa×sracakra, Bhavacakra);
y de aquí, desde el punto de vista del Viajero, que está desgarrado en la
rueda, la Rueda debe ser girada o detenida[66],
pero desde el punto de vista del Comprehensor Omnisciente, la Rueda es una y la
misma Forma ininterrumpida, su propia forma intrínseca. Pues desde cualquier
punto de vista dentro de ella, el movimiento de una rueda puede considerarse
como teniendo dos direcciones, por así decir, derecha e izquierda; o también,
puesto que el movimiento es continuo, cualquier punto sobre la circunferencia
puede considerarse ya sea como el comienzo o ya sea como el fin. Puede comprenderse,
desde uno u otro punto de vista, que cuando el Buddha «vacila» en poner en
movimiento la Rueda Principal, que es también la Rueda Existencial, los Ángeles
se desesperen, que Brahm exclame, «Ay,
el mundo está enteramente perdido», vinassati
vata bho loko, y que suplique que la Palabra sea hablada, desetu bhante bhagav
dhammma×, J. I.81. Si tomamos dharmacakra-pravartana y prathama-de§an en su sentido universal, es decir, con
respecto a la creación del mundo, los Ángeles están naturalmente espantados por
la «vacilación», pues su existencia misma depende de la operación de la Rueda,
es decir, de la revolución del Año; como en ôg Veda X.51, donde Agni ha «huido presa
de temor del elevado oficio sacerdotal (hotrt)
no sea que los Ángeles me comprometan (yunajan)
así… lo cual yo preveía como mi meta (artha)»,
a lo cual los Ángeles responden «Adelante, pues el hombre está anhelando
servirnos, espera preparado… facilita los senderos, crea la Vía Angélica (devayna, cf. h´nayna, mahyna,
brahmayna, dhammayna,
etc.)… que los cuatro Cuadrantes se inclinen (namantm) ante ti»[67].
Ahora bien, si tomamos las palabras en su aplicación específicamente budista,
no con respecto a la procesión de la vida, sino a su recesión, y como la predicación
de un Evangelio dirigido hacia ese fin, entonces los Ángeles deben considerarse
como igualmente desesperados ante la «vacilación», pues todas las cosas que se
mueven buscan su reposo[68].
En el budismo monástico, y desde
un punto de vista edificante, se hace hincapié naturalmente en el Dharmacakra
sólo como una Rueda de la Palabra que ha de ponerse en moción con el fin de que
los hombres encuentren su Vía (magga,
mrga), y aquí la significación cósmica
del Dharmacakra, como una incorporación del Año, «Eniautos Daimon», queda así
obscurecida; sólo gradualmente emerge a la luz nuevamente que la revolución de
las Ruedas Principal y Existencial es interdependiente e indivisible, y en
último análisis una y la misma revolución[69].
Esto se desarrolla en el Saddharma Puö¶ar´ka
III.33, donde el que predicó la Palabra en Srnth y
sobre el Monte G¨dhrakèÊa recibe el tratamiento del que ha «puesto
en movimiento la Rueda Principal, que es el origen y el fin de los factores de la existencia», dharmacakra× pravartesi…skandhnm udaya× vyayam[70].
Esa identidad de la Rueda de la Palabra y de la Rueda del Mundo —Vajra-dhtu y Garbha-ko§a-dhtu en la formulación shingon— está
igualmente implícita en la fórmula bien conocida, Yaú kle§aú so bodhi, yaú sa×sras
tan nirvöam, «El Error y el Despertar, el Flujo del Mundo y la Extinción,
son lo Mismo», cf. Maitreya-Asaºga, Sètrâla×kra XIII.12 (Comentario), cf. avidy ca bodhi§ caikam, «La Experiencia y la gnosis son
uno»[71],
y en la doctrina de que la Omnisciencia, sine
qua non del Nirvöa, es la realización
de la mismidad de todos los principios, SPt., p. 133 —lo mismo, sama, pero visto diferentemente por el
ojo de la carne (m×sa-cak·us,
es decir, la facultad intrínseca del ojo en el mundo sensible), el ojo angélico
(divya-cak·us, es decir, el ojo
de la mente en el mundo inteligible), y el ojo de la sabiduría (prajñ-, dhamma-,
ananta, o buddha-cak·us, es decir, el ojo del Comprehensor en
el mundo de la gnosis).
Fig. D.
Issai Nyoraichi-in, «Signatura del Intelecto Posible de todos los Buddhas».
Detalle de un maö¶ala
Garbhako§a-dhtu shingon, ver la descripción de la Fig. 31.
Según Æmura
Seigai, Sanbon Ry¯bu
Mandara.
La correspondencia del ser manifestado
y trascendental, considerada aquí como una correspondencia de las Ruedas
gemelas y de su dependencia de un eje común, se desarrolla de otra manera en el
budismo shingon como la identidad (1º) del «Plano del cáliz del germen» o
«Plano de la matriz del germen» (taiz¯-kai
= garbha-ko§a-dhtu o garbha-kuk·i-dhtu) y (2º) del «Plano adamantino» (kongo-kai = vajra-dhtu)[72].
Aquí los primeros poderes o principios de los dos planos, distinguidos racionalmente
pero no realmente, se representan respectivamente por las «palabras-semilla» A
y VAM (OM), según el significado dado a estos sonidos en las Upani·ads. En los mandaras shingon estos sonidos se representan con diagramas o con
letras soportadas por tronos de loto (Figs. D, 32, 33, 40).
Fig. E. Dharmacakra, detalle de un estandarte, de Tun
Huang.
Según
Stein, Serindia, Lám. LXXV.
En todo caso, el Dharmacakra, como
símbolo del Buddha, implica una concepción del Buddha como Dharmakya, la «Incorporación de la Palabra»; él es
a la vez el Soberano Movedor de la Rueda, rj cakkavatt´, y la Rueda misma, la Palabra en tanto que
puesta en movimiento, pravartita. Por
el hecho de que las palabras Sambhogakya
y Nirmöakya no aparecen en los textos canónicos palis, puede inferirse
que la doctrina del Trikya no se
desarrolló originalmente; sin embargo, los textos palis ya revelan una budología
muy consciente, como ya hemos observado en la pág. 41. Aquí sólo necesitamos
indicar que el concepto del Dharmakya
del Buddha sí está presente, ciertamente, por ejemplo, en D´gha Nikya III.84, «Al Tathgata puede llamársele Dhammakya, o Brahmakya»[73],
y en Sa×yutta Nikya III.120, «El que ve el Dhamma Me ve;
el que Me ve, ve el Dhamma». Así pues, en las abundantes representaciones
primitivas del Dharmacakra, el Buddha está ya idealmente iconificado como una
Rueda Principal soportada por un terreno universal; la Palabra está incorporada
(-kya).
Fig. F. Rimb¯
(Dharmacakra) soportado por el loto.
Según Æmura
Seigai, Sanbon Ry¯bu
Mandara. Cf. Fig. C.
Esto nos prepara para comprender
que el Dharmacakra, como todo otro símbolo del Buddha, puede representarse
adecuadamente como soportado por un loto, de lo cual pueden citarse muchos
ejemplos muy claros provenientes de los mandaras
shingon (Figs. C, E y F)[74].
Que la Rueda de la Vida era considerada efectivamente así en una época
ciertamente pre-budista se muestra claramente en el Atharva Veda X.8.34, en una plegaria por la plenitud de la vida,
«Yo te suplico en lo concerniente a esa Flor de las Aguas (apm pu·pa) en la cual insisten (§rita) los Ángeles y los Hombres, como si
fueran los radios en el cubo (nbhi)
(de una rueda), los cuales están in-fijados (hita) ahí por Magia (my)», donde la «flor de las aguas» es por
supuesto el loto.
En el arte budista primitivo el
Dharmacakra se representa como soportado por un pilar con un capitel bulboso,
sobre el cual hay cuatro leones, sobre los cuales, a su vez, reposa
directamente el Dharmacakra[75].
Tomo el capitel y los leones como los tronos de lotos y leones que se combinan
tan a menudo en la iconografía antropomórfica posterior. He examinado en otra
parte[76]
la morfología del capitel de loto, y ahora doy por establecido que el pilar
mismo corresponde al tallo, la moldura de cuerda a los estambres, y el ábaco al
pericarpio. Así pues, el capitel representa el terreno celestial en el que se
manifiesta la Palabra, mientras que la tierra efectiva, sobre la que se levanta
el pilar, es ese terreno terrestre en el que se predica la Palabra de hecho; el
pilar, que se extiende desde la Tierra al Cielo, es el Eje del Universo; y el
conjunto representa el Universo.
Puede hacerse alusión también a
otra manera en la que la Palabra puede mostrarse como soportada explícitamente
por un loto; a saber, cuando la Palabra está incorporada en un texto dado, en
un sètra o en una «formulación alternativa»
dada, dharma-paryya.
Puesto que «el que hace un manuscrito del dharma-paryya
y lo ama, con ello ama al Tathgata»
(SPt. p. 338), el manuscrito es una iconografía perfectamente correcta que
representa a Prajñpramit
o a Mañjusr´ soportando el «Loto de la
Sabiduría Trascendente» sobre un loto; y tener este loto por el tallo, es una
formulación equivalente en significación al soporte del pilar del Dharmacakra
por su terreno. Cf. Fig. 39.
Hemos visto que el loto representa
eso en lo que la existencia viene al ser y cesa de ser, la sede de prav¨tti y niv¨tti, de El que da comienzo y detiene la revolución de las Ruedas
del Tiempo; pero hemos aludido sólo de pasada a lo que es, finalmente, el
aspecto más significativo del simbolismo del loto, es decir, la identificación
del loto con el «corazón» o la «mente» del Hombre. Una y otra vez, en las Upani·ads, ese Espacio elemental (k§a,
kha, nabha, antarik·a,
etc.[77]),
en el que el Ser Principial se manifiesta como todas las formas del ser
naturado, se localiza en la caverna o en la cámara secreta (guh),
morada (ve§ma), oquedad (kha)[78],
templo (yatana), habitáculo (laya), cofre o cáliz (ko§a), o nido (n´¶a)[79]
en el Loto del Corazón (h¨t-pu·kara)
u hombre interior (antar-bhèta),
es decir, «en lo interiorísimo». Ahí, en un modo universal, mora el Sí mismo (tman),
el Señor (´§a), la Persona (puru·a),
indefinidamente dimensionado, «más pequeño que un átomo y más grande que la magnitud»,
aöor aö´yn mahato mah´yn,
êvet§vatara
Up. III.20, etc. «En este espacio dentro del corazón (antarh¨daya k§a), en él está la Persona (puru·a) en el modo del Intelecto (mano-maya)… ahí él deviene como el
Brahman en una incorporación espacial, como el verdadero Sí mismo, como el terreno
de juego del Espíritu (prâöârma),
como el Intelecto y la Felicidad, la Paz suprema y sempiterna», Taittir´ya Up., I.6.6, «que es el Logos (dharma)», B¨hadraöyaka Up. II.5.11. ¿No nos recuerda esto que «El Reino del Cielo
está dentro de vosotros?». O también, «Esa Persona de Oro en el Sol Supernal,
que desde esa estación presencia esta tierra, es el mismo que mora en el Loto
del Corazón y ahí opera. El que mora en el Loto del Corazón, es ese mismo Fuego
solar numinoso del que se habla como el Tiempo, invisible y omnidevorante», Maitri Up. VI.1-2, cf. Jaimin´ya Upani·ad Brhmaöa, I.27. Así pues, «lo que está dentro,
eso debe indagarse, eso, ciertamente, es lo que uno debe desear comprender…
(pues) todo está contenido ahí, tanto lo que es nuestro (ahora) como lo que (todavía)
no es nuestro», Chndogya
Up. VIII.1-3, es decir, no sólo las posibilidades que pueden realizarse
dentro del círculo de un conjunto de condiciones particulares tales como las
«nuestras», sino todo lo que puede realizarse en la indefinida totalidad de
todos los estados del ser, todo lo que Dios puede «ser». Así pues, el Tiempo y
el Espacio, o, en otras palabras, la Deidad manifestada, no son hechos
externos, sino que están todos contenidos en el corazón de nuestro propio ser;
ahí está esa «nada» de la cual fue hecho el mundo; ahí puede ser realizado el
Reino del Cielo, en un grado proporcionado a la medida de nuestra Comprensión[80].
Estas consideraciones nos llevan,
mucho más allá de la iconografía del arte brahmánico o budista, a su contenido
último. Este contenido no es menos esencial en el arte visual que en el arte
literario; usar el ojo sólo para mirar una escultura, no es mejor que usar el
oído sólo para escuchar la recitación de un texto, o el canto de un himno, por
muy «artísticas» que sean estas ejecuciones. Las formulaciones visuales y
literarias tienen precisamente los mismos «usos»; es decir, sus referencias son
las mismas; para algunos propósitos, unas son más eficaces, para otros
propósitos, las otras; cf. K¯b¯ Daishi, que, con referencia a la
propagación de la doctrina, dice, «El reverenciado Divino me informó que los
secretos de la secta shingon no podían transmitirse sin la ayuda de representaciones
pictóricas» (cf. las Figs. C, D, E, 32, 33 y 40)[81].
En todo caso, es el contenido el que suscita la iconografía, ya sea ésta visual
o verbal, de la misma manera que se dice que el alma es la forma del cuerpo (la
«forma» es el principio que determina una cosa en su especie). Considerar sólo
los símbolos, y no su forma, no es nada sino sensacionalismo, si no fetichismo[82]:
Docti rationem artis intelligent, indocti
voluptatem, donde ratio es razón de ser. El punto de vista humano,
de que los símbolos son meramente indicaciones o estímulos, que no han de
juzgarse como fines en sí mismos, sino como medios o soportes de realización,
siempre se ha recalcado en el oriente, pero en ninguna parte más explícitamente
que en el Laºkâvatra Sètra,
ed. Nanjio, p. 48: «Como un maestro pintor sentado ante una pintura aplica sus
colores con el propósito de hacer una pintura, así predico yo (de§aymi); la pintura (real) no está en el
color ni en la superficie ni en el entorno (bhjana),
(sino en la mente del pintor). La pintura se pinta en colores como un medio de
atraer a los seres vivos; y (de la misma manera que la pintura puede ser
defectiva, así también) la predicación puede errar, pero el principio (tattva×,
cf. tattvârtha en B¨had Devat,
VII.110; la «vera sentenzia» de
Dante) trasciende la letra» (ak·ara-varjitam).
Cf. en el Tilakamañjar´ de Dhanapla,
Kavyaml,
nº 85, p. 144, la distinción entre crutva-tattvam
y rèpam. Como lo expresa Dante, «Considera
la enseñanza, que escapa debajo del velo de sus extraños versos»[83].
El vocabulario del arte, sensible en sí mismo, está construido necesariamente
con los elementos de la experiencia sensible, que es la fuente de todo el conocimiento
racional; pero lo que se construye así, no tiene la intención de remedar a
ninguna especie natural, y no puede juzgarse por la verosimilitud o por la
sensación del oído o del ojo sólo; tiene la intención de transmitir un
significado inteligible, y, más allá de eso, de señalar la vía hacia la
realización, en la consciencia, de una condición de ser que trasciende incluso
las imágenes del pensamiento; y sólo una auto-identificación con el contenido
de la obra, obtenida con el esfuerzo propio del espectador, puede considerarse
como una experiencia perfecta, sin distinción entre lo «religioso» y lo «estético»,
entre la lógica y la sensación.
PARTE II
EL LUGAR DEL TRONO DE LOTO
Parte II
EL LUGAR DEL TRONO DE LOTO
«¿Dónde
está el ombligo del mundo?» — ôg Veda I.164.34.
«Quivi è la
Rosa, un che il Verbo divino carne se fece; quivi son li Gigli,
al cui odor si prese il buon Cammino». —
Dante, Paradiso XXIII[84].
Como bien se sabe, en el arte budista primitivo, el Buddha
se representa constantemente por una simple sede o trono (pallaºka), situado al pie de un Árbol Mah-bodhi,
el Príncipe de los Árboles, duminda.
Después del siglo II d. C., en el caso de las imágenes del mra-dhar·aöa (reconocibles por el bhèmi-spar§a-mudr),
la forma manifestada del Buddha mismo, sedente sobre un trono de loto, o sobre
un trono de loto y un trono de león combinados, ha devenido la característica
más prominente del conjunto, y el Árbol de la Sabiduría se ha reducido ahora,
desde su supremacía original, a una función meramente indicativa del lugar y
del acontecimiento; o si se trata de algún otro de los a·Êasthna, o ciertamente de alguna escena de la Vida, el Buddha está
sedente sobre un trono de loto, o de pie sobre un pedestal de loto, y la
representación incluye al mismo tiempo las indicaciones necesarias del lugar y
del acontecimiento. Justamente de la misma manera, la figura antropomórfica desplaza
a la Rueda, la cual se relega al pedestal como una indicación del
acontecimiento de la Primera Predicación; aunque aparece también como un lak·aöa en las plantas de los pies y en las palmas
de las manos, pues, incluso en su forma humana, el Buddha es esencialmente la Rueda, y su Existencia es su revolución.
En otras palabras, ahora se han combinado los elementos
antropomórficos con el simbolismo primitivo y más abstracto; lo cual fue un
resultado inevitable de la emergencia del budismo como una religión popular, y
de su extensión como una persuasión emocional (bhakti-vda). Esto puede haber sido lo que se
dice que el Buddha profetizó con pesar en la ocasión de la admisión de las mujeres
a la orden monástica; puesto que, como ya hemos visto, el uso de imágenes
antropomórficas se había condenado como «carente de fundamento y fantasioso».
Incluso si esto no es original, como bien puede ser, representa al menos una
tendencia iconoclasta, subsecuente al desarrollo de la imaginería
antropomórfica. No se trata de que la ortodoxia monástica hubiera temido
realmente la «idolatría» en el sentido fetichista, sino que el que había negado
de sí mismo que fuera Gandhabba, Yakkha, u Hombre, y que con ello había
afirmado expresamente su esencia Principial, podía haber sentido, o podía haber
sido considerado como sintiendo, un peligro psicológico en el uso de una imagen
de culto en la forma de un hombre, es decir, un peligro de algún tipo de culto
susceptible de una interpretación «animista». Sin embargo, en principio nada ha
cambiado realmente; en la India, la imagen «antropomórfica» sigue siendo
«abstracta»[85],
y, comprendida correctamente, es un medio hacia la realización de un estado de
consciencia dado. En efecto, en el desarrollo teológico, cada vez se acentúa
con más fuerza la Esencia Principial del Tathgata,
y el contenido de la iconografía, ya sea antropomórfica u otra, se hace cada
vez más ontológico, y cada vez menos histórico. Esta emancipación del punto de
vista histórico, es lo que determina el carácter y permite la expansión del
arte del Mahyna, cuya preocupación se centra en el concepto de la Perfección
trascendental del Buddha: cuando se comprende que la Comprehensión del Buddha
(Sambodhi) data desde el comienzo del tiempo, y que en Bodhgay meramente se «mostró», y que el Buddha
«jamás ha dejado su sede sobre el Monte G¨dhrakèÊa», deviene una imposibilidad una adhesión
errónea a su personalidad humana. El desarrollo medieval del cristianismo y del
arte cristiano, después del declive del iconoclasmo, presenta una analogía
exacta; aquí se comprendió igualmente que «el nacimiento de Cristo es eterno»,
y de esta manera vino a la existencia un arte que acentúa la Perfección de su
Presencia eterna en la Gloria, mucho más que el curso de su ministerio terrenal[86].
Se dice que Gautama realizó el Gran Despertar, el Mahsambodhi, deviniendo así el Buddha, el
«Comprehensor», debajo del Árbol Bodhi, dentro del Bodhimaö¶a; se trataba de la obtención del Nirvöa, aunque en los textos canónicos palis se
emplean más frecuentemente otros términos para designar esta condición alcanzable
por un ser todavía existente, y particularmente el término Arahatta,
«Perfección». ¿Qué era entonces esta «Plena Obtención» (sampatti)? Nirvöa es literalmente
«despiración», pero en el uso budista es más específicamente «Extinción», a saber,
la extinción de la llama de la Voluntad. Para nosotros es sumamente significativa
la distinción entre Nibböa como sa-updi-sesa, «teniendo un terreno
existencial residual», y Parinibböa
como an- o nir-updi-sesa, «sin ningún terreno de
existencia residual»[87];
pues estas interpretaciones coinciden con la doctrina del Saddharma Puö¶ar´ka de que el Buddha, aunque omnisciente,
aunque «extinguido», todavía no está «absolutamente extinguido» (aparinirvyamöa, ver pág. 74). El Mahsambodhi, el Gran Despertar, mostrado en
Bodhgay, no era entonces una «Submersión»
en el Inconocimiento y lo Inconocido supremos[88],
sino la realización de un estado de puro Ser paradisíaco y supraindividual, la
realización de la personalidad soberana como Cakravartin y Dharmarj.
Hay implícita necesariamente una transformación (pali vikubbana, sánscrito parv¨tti,
abhisambhava), que sólo puede
describirse en los términos de Paraíso y de Visión, Buddha-saukhya-vihra (Mahyna SètrâÂa×kra
IX.46). Así pues, según el Nidnakath, J. I.75-76, «…Por todo el universo los árboles
floridos abrieron sus capullos, y los árboles frutales se cargaron de racimos
de frutas… los infiernos, cuya obscuridad no habían disipado nunca los rayos de
los siete soles, se llenaron de luz[89]…
el ciego de nacimiento recuperó la visión…». Pero esta experiencia no fue un
milagro efectuado (pÊihriya,
inda-jla) y hecho visible para cualquier
espectador: «la Gran Persona (mahpurisa)
estaba allí sentado solo», J. I.72, y si contemplaba los diez mil sistemas
universales, es decir, la «Pintura del Mundo» (jagac-citra, Svâtmanirèpaöa,
96)[90],
ninguno de ellos le contemplaba a él,
a menos que fuera en una semejanza, pratibimbavat.
El paraíso está siempre presente al Buddha trascendental, pero, naturalmente,
ello no suponía que la visión permanecía o que pudiera haber permanecido presente
al Buddha empírico en la subsecuente vida diaria, y, ciertamente, se le hace
decir que si tuviera que repetir en otra parte la Plena Realización alcanzada
en el Bodhimaö¶a, el «Círculo de la
Sabiduría», la tierra no podría sostenerle (J. IV.229)[91].
Consideremos ahora la situación del Bodhimaö¶a, y prosigamos con el Kliºga-bodhi Jtaka: con la aprobación del Buddha, ya
explicada arriba, pág. 8, Mogallna
viaja a través del cielo[92]
hasta el Bodhimaö¶a, y allí se procura
una semilla del Árbol de la Sabiduría, y la trae de regreso. Anthapiö¶ika
la planta en el lugar preparado para ella a la entrada del Jetavana, y allí
brota inmediatamente, un «Árbol del Señor», Vanaspati[93],
plenamente crecido. Se celebra un Festival de la Sabiduría (bodhi-maha), y se construye una baranda
(vedik)
y muros circundantes pkra,
en clara imitación de los del lugar original. Entonces, înanda ruega al Buddha que repita «al pie de este (Árbol) Bodhi
aquella Plena Realización (sampatti)
que realizaste en la raíz del (Árbol) Mahbodhi».
El Buddha responde que esto es imposible, «pues si yo cumpliera aquí lo que
cumplí en el Mahbodhimaö¶a, la tierra no será capaz de sostenerlo»;
sin embargo, consiente en realizar durante una noche una medida de Realización
tal como la que el sitio puede soportar.
Así pues, es evidente que se daba una significación
particular al (Mah-) Bodhimaö¶a con respecto a su posición en el
Universo. Ya hemos comprendido que el Círculo de la Sabiduría es una extensión
idealmente equivalente a la de la totalidad del Universo, y que como tal se
realiza en la gnosis. Ahora bien, un círculo tiene significado con respecto a
su centro, que es un punto matemático e indimensionado, y no con respecto a su
extensión efectiva en el espacio físico. De hecho, es precisamente en el centro
del Bodhimaö¶a donde el Bodhisattva
ocupó su asiento. Como se cuenta en el Nidnakath, el Bodhisattva prueba primero a encontrar
un asiento al Norte, al Sur, y al Oeste del Árbol, pero en cada caso la Gran
Tierra (mah-paÊhav´) no puede mantener su nivel, y parece subir
y bajar, como una gran rueda de carro, apoyada sobre su cubo (nbhi, «ombligo»), cuando se camina sobre
su circunferencia; sólo cuando ocupa su asiento al este del Árbol, es decir,
evidentemente sobre el cubo de la «rueda»,
el nivel se mantiene[94].
Aquí surge una sede (pallaºka)
llamada «Inconquistable» (aparjita),
y «de forma impartita, o adamantina» (abhejja-rèpa),
y el Bodhisattva ocupa su asiento con su espalda hacia el Árbol. Mra, que incorpora la Voluntad de Vivir, libido, lubet, reclama el trono[95];
asalta al Bodhisattva con todos los tipos de armas que le son conocidas, pero
todas las armas se transforman y alcanzan a la Gran Persona en la forma de una
flor. Las hijas de Mra exhiben la seducción
en todas sus formas más atractivas; el Bodhisattva se mantiene igualmente impasible,
no «mira», pues ha pasado más allá de la «afección» a la «perfección»[96].
La ubicación de la sede del Buddha, en el ombligo de la
Rueda del Mundo, se recalca también en el Buddhacarita
XIII.68: «Éste es el ombligo de la llanura de la tierra (nbhir vasudh-tala); está poseído de entereidad
trascendente (parama-k¨tsna[97]);
ningún otro lugar sobre la tierra, excepto éste, es el reino de la A-unación o
la Consumación (samdhi),
ningún otro lugar sobre la tierra, excepto éste, es la situación de la meta (hita)». Por el mismo motivo, este «sitio
inmutable» (acalaÊÊhna)
ha sido ocupado por todos los Buddhas previos (J. I.71), por cada Bodhisattva
«el día de su Gran Despertar» (abhisambujjhana,
J. I.74, cf. Buddhacarita XIII.67).
La sede misma (pallaºka,
patta-pallaºka) se describe como
inconquistable (aparjita),
impartita o adamantina (abhejja), y
como una Sede del Despertar (bodhi-)
y una Sede de la Victoria (jaya-), J.
I.73-77. Es de catorce codos de largo, y hace su aparición, es decir, «es» (ahosi), espontáneamente; pero no se
describe su forma, pues pallaºka
y patta-pallaºka denotan simplemente una losa de
piedra, y como tal, la sede se presenta, en el arte primitivo, soportada por
una base rectangular plana. Sin embargo, en Theragth, 1095, la encontramos descrita como un
«trono de león», s´hâsana
(glosado como thirâsane aparjita-pallaºke,
«la sede inconquistable de la sesión firme»); este trono de león, es la forma
efectivamente favorita en el caso de las representaciones más antiguas del Buddha
en forma humana, en Mathur, y sobrevivió
mucho tiempo en la literatura y el arte, a menudo en combinación con el loto.
Otros tipos de sede o trono real se encuentran en Amarvat´. Es aquí también,
así como en el arte de Gandhar, en su
mayor parte del siglo II d. C., donde aparecen por primera vez la sede de loto
(padmâsana) o el pedestal de loto (padma-p´Êha) característicos.
Fig. G. La forma Vajra-dhtu del Dhyni-Buddha.
Según
Æmura Seigai, Sanbon Ry¯bu Mandara.
Encontramos también el término vajrâsana, «trono adamantino», aplicado a la sede del Buddha. Este
término no aparece en los textos pali, pero es común en los sètras del Mahyna. La palabra y la noción llevaron, sin
duda, a la representación ocasional de vajras
efectivos en el pedestal del trono del Buddha, como en el Gal-vihre, PoÂonnruva, en el siglo XII; tales
representaciones son raras. En algunas representaciones budistas del Shingon
(Fig. G), el vajra se combina más
bien con el cuerpo del Buddha que con el trono, y esto probablemente haya de
relacionarse con la tardía forma tántrica del budismo conocida como Vajrayna, con la designación del plano Principial
como Vajradhtu, con el Dharmakya como Vajrakya,
y con la personificación de Vajrasattva = Vairocana, el îdi-Buddha. Se recordará también que mucho antes de esto (D´gha Nikya I.95, Majjhima Nikya I.231, y en el Lalita Vistara), un Yak·a
Vajrapöi, un ángel guardián, que no ha
de confundirse con Indra, se asocia estrechamente con el Buddha durante su
ministerio; y que este Vajrapöi, «que
lleva un vajra en su mano», devino
pronto el Bodhisattva del mismo nombre[98].
Desde el punto de vista de la angelología védica, una figura tal debe considerarse
simplemente como una externalización del propio poder adamantino del Buddha,
personificado como un ángel de compañía para él[99].
Aunque el término vajrâsana
no está representado directamente en los textos pali, la idea sí está
claramente presente por implicación. De hecho, se califica al trono como abhejja-rèpa, es decir, como de forma impartita o
adamantina, puesto que abhejja es
equivalente al sánscrito abhedya,
«indivisible», y también una metáfora para vajra,
«diamante», o «de diamante». También hemos visto ya que la sede del Buddha está
en el centro, en el ombligo de la Rueda del Mundo, es decir, centrada también
en el árbol-eje (ak·a),
que es también el Eje del Mundo; y puede observarse que ak·a-ja, «eje nacido», es también una metáfora para «vajra», mientras que el cakra de K¨·öa
se dice que es vajra-nbha[100].
El vajra (japonés
kong¯)
tiene un papel muy importante en el simbolismo y el ritual shingon (Figs. G,
H). Sería muy de desear un estudio detallado del simbolismo del ritual y de los
implementos shingon[101].
Sin embargo, es evidente por las representaciones y los objetos mismos, a la
luz de lo que se ha mostrado arriba con respecto a ak·a, vajra, y cakra, que la punta o el final del vajra corresponde a öi,
la «punta» del árbol-eje que penetra el ombligo de la Rueda, el punto dello stelo a cui la prima rota va
dintorno de Dante. Así pues, en el doble vajra ordinario, el kong¯-sho
(Figs. 26, 27), el tronco o el mango corresponde al eje vertical del Universo,
que se extiende entre el Cielo y la Tierra, los cuales se representan por las
dos puntas, de una punta sólo o de tres puntas, según sea el caso, donde cada
una de ellas es en la imagen de (anurèpam)
la otra. Así es en tanto que Ser puro, Ding
an sich, in principio, e inmutable,
pèröa apravartin, acala, abhedya. Por otra
parte, el cuádruple (en cruz) karma-vajra,
katsuma-kong¯ (Fig. 28), que corresponde al Dharmacakra, rimb¯,
representa el movimiento o la operación de este Principio ejemplario, ya sea
universalmente o en algún plano del ser dado, como ya se ha explicado en
relación con el simbolismo de la Rueda. De aquí que, no infrecuentemente y de
una manera completamente natural, encontremos representados como vajras los radios de la Rueda del Mundo,
extendiéndose desde el centro hasta la llanta; en el rimb¯ (Fig. 25), por
ejemplo, las «puntas de la tierra» de los ocho radios-vajra se ven en contacto con la llanta, pero debe comprenderse que
las invisibles «puntas del cielo» se encuentran en el centro común, dentro del
ombligo del loto. Desde el punto de vista de alguien «en la tierra», el radio-vajra correspondiente se extiende, como
antes, desde la Tierra (la llanta) hasta el Cielo (el centro). Desde este punto
de vista será patente también por qué en el simbolismo shingon el vajra, kong¯, se representa siempre
como «soportado» por un loto, es decir, por un «terreno» universal, puesto que
la relación entre el vajra y el loto
es la que hay entre la «esencia impartible» y la «substancia universal»; y es
en la «región media», es decir, «alrededor» del eje del vajra, entre el centro y la llanta de cualquier Rueda, donde se
extiende toda la existencia. No debe pasarse por alto que el kong¯-sho y el katsuma-kong¯, el primero
un plano vertical, y el segundo un plano horizontal, considerados juntos, representan
los polos del Universo en la forma de una cruz de tres brazos: y como hemos
visto, el trono del Buddha se sitúa en el centro, en la intersección de los
brazos.
Fig. H. El símbolo Vajra-Dhtu de los Cinco Dhyni
Buddhas.
Según
Æmura Seigai, Sanbon Ry¯bu Mandara.
Además, el origen del término vajrâsana también puede explicarse psicológicamente, con referencia
a la mentalidad de el que se sienta en él[102]:
en el Anguttara Nikya
I.124, el tipo de consciencia más alto se llama vajirèpama citta, «corazón como de diamante»[103],
y este corazón o mente lo tiene «quien por la destrucción de los flujos sucios[104]
y la visión del Dhamma (el Principio), ha verificado la gnosis del
corazón-y-mente-liberado libre de flujo, (vimutti
= nibböa), y, habiéndolo ganado, mora en él. Oh hermanos, de la misma
manera que no hay nada, ya sea gema o roca, que un diamante no pueda cortar (vajirassa…abhejjam) …tal es uno de los tres tipos de hombre (puggala) que se encuentran en el mundo».
En el hinduismo a éste tal se le llama J´van-mukta,
Liberado en Vida, o Vidvn, Gnóstico;
en el budismo se le llama Jina, Conquistador, o Nirvta, Extinguido; en el cristianismo se le llama Comprehensor.
Indudablemente tal era el Mahpurisa,
el Tathgata, el Buddha, el Devâtideva;
y es apropiado a él, cuyo corazón es como un diamante, adamantino, o como
quizás lo expresaríamos nosotros ahora, «de acero», un trono adamantino, inmutable
como él mismo.
En el Saddharma Puö¶ar´ka[105],
que no es posterior al año 250 d. C., la doctrina del Buddha se ha emancipado
completamente de su marco histórico, que sólo se conserva con respecto a las
«huellas» de Gautama en la tierra, y en la iconografía en la medida en que el
tipo monástico se adhiere todavía a él. El Buddha mismo deviene un principio
transcendental, a saber, el Dharma, el Logos, despertado (abhisambuddha) desde el comienzo del tiempo (SP. XV.1). No es
meramente su trono (sana), en el que nunca se cansa de estar
sedente (SP. V.23)[106],
el mismo trono que han ocupado todos los Munis anteriores (SP. XIII.67), como
también se enseñaba en los textos pali, sino que, desde el comienzo, el Buddha
es el único y el mismo que ha ocupado trono tras trono una y otra vez: «una y
otra vez, yo ocupo mi sede en el terreno del mundo vivo» (SP. XV.7), «mostrándome
como tal y tal en vista del hecho de que los hombres han caído en el pecado y
el sufrimiento» (SP. XV.22, 23, cf. Bhagavad
G´t IV.7 y 8); y así el
Buddha no es meramente los Buddhas y Bodhisattvas del pasado, sino también los
que todavía no han venido (SP. XIV.38, XIV.59-62, etc.)[107].
Como Dharmarj, «Rey del Mundo» (SP. V.1), Puru·ôttama,
«Persona Altísima» (SP. II.41), Svayambhè, «Auto-subsistente» (SP. II.48, XV.21),
Lokapit, «Padre del Mundo» (SP.
XV.21), y Sarvaprajna Ntha, «Señor de las existencias engendradas»
(SP. XV.21, cf. «Prajpati»), «Yo
muestro el retorno (nirv¨ta)
hacia el que mí mismo no estoy retornado (anirv¨taú)» (SP. XV.21)[108].
«Yo revelo el Terreno de la Extinción (nirvöa-bhèmi),
hablando de acuerdo con la edificación de los seres vivos, puesto que no fui
Extinguido (na…nirvmy ahu) en aquel tiempo, sino que estoy siempre revelando el Dharma
aquí… Creyendo que mi Auto-naturaleza (tma-bhva) estaba Completamente Retornada (parinirv¨ta), ellos adoran diversamente las
huellas (dhtu), pero no Me ven…
Yo no he dejado este G¨dhrakèÊa… la duración de mi vida es un eón
interminable» (SP. XV.3, 5, 10 y 17). Nuevamente, «El Tathgata[109]
ve el Triple Mundo, no como lo ven los pueriles mundanos, sino inmediatamente
como Principios (dharm); verdaderamente, los Principios no están
lejos del Tathgata en la estación
donde él es… El Tathgata, que fue
Despertado (abhisambuddha) hace
muchísimo, y la medida de cuya vida es incalculable, es continuamente (sad)
existente (sthita)… Mi antigua
carrera de Bodhisattva todavía no está corrida, la medida de mi vida no está
completada… Anuncio una Extinción Absoluta (parinirvöa)
en la que no soy Totalmente Extinguido (aparinirvyamöa)…
para que aquellos cuya virtuosidad (ku§ala)
está enraizada inseguramente, considerando que “el Tathgata vive” (ti·Êhati),
no dejen de ejercer su virilidad (v´rya)
hacia la Negación del flujo (niúsaraöa)
del Triple Mundo» (SPt. págs. 318, 319)[110].
Y en lo que concierne a aquellos Comprehensores que, en el futuro, pueden
ocupar su sitio al pie del Árbol de la Sabiduría, «ahí he ocupado mi sede,
donde ese Hijo del Buddha es, ahí yo soy» (SP. XVI.59-62); «movido por la compasión,
como la de un padre por su querido y único hijo, el Buddha aparece (avat´rya, es decir, como avatra) en el Triple Mundo, y ve con el ojo de la sabiduría que los seres
vivos están rotando (paribhramataú, cf.
paribhramati en Maitri Up. III.2)
en la Rueda del flujo del Mundo (sa×sracakre),
y trabajando sin descubrir una Negación del Flujo (niúsaraöam)… el Tathgata, que así
contempla los profundos principios (gambh´rn
dharmn), ve sin ver (pa§yaty
apa§yanay)[111]
el Triple Mundo que es el hogar atestado de la multitud de los seres vivos»
(SPt. págs. 135-137).
Como Persona Suprema (Puru·ôttama,
etc.), el Buddha, que es de una edad incalculable pero no de una edad infinita,
y cuya iluminación data desde el comienzo del mundo, se identifica así
virtualmente, desde los puntos de vista de la ontología y de la psicología, así
como por las correspondencias verbales (Lokapit,
Svayambhè, Prajnantha, etc.), con
Brahm-Prajpati, que es el Padre del Mundo[112].
Esta identificación virtual del Buddha y Brahm
aparece ya en algunos pasajes del los libros pali, por ejemplo en la ecuación
del Dhammakya y el Brahmakya (D´gha
Nikya, III.84), o también en el Tevijja Sutta[113],
donde se afirma que el Bhikkhu iluminado puede alcanzar la unión con Brahm, «que es lo mismo». Como veremos ahora,
esta identificación virtual del Buddha con Brahm
tiene también sus equivalentes en la representación iconográfica.
Se comprenderá, por supuesto, que en el Saddharma Puö¶ar´ka,
el Buddha no está hablando (Fig. 30) enteramente como la Palabra, pues la
Palabra (el Dharma) es sin origen (anutpattika),
y no-existente, y no como el Buddha Sambhogakya,
manifestado como es en sí mismo, lo cual sería imposible. La Palabra no habla,
sino que es promovida o enseñada (pravartita,
de§ita)[114];
como Cakravartin, el Buddha no es la causa permisiva, sino la causa inmediata,
del Giro de la Rueda de la Palabra. Como Rey Coronado de la Palabra, dharma-rj paÊÊabaddha (SPt., p. 417)[115],
y como Soberano Universal, cakravartin
(Maitreya-Asaºga, Uttaratantra I.150), el Buddha muestra a la congregación asambleada
de sus hijos espirituales la semejanza de una Naturaleza (svabhva), Talidad (tathat), Quididad (tattva), Vacío (§ènyat),
Mismidad (samat), y Logosidad (dharmat) que son
inefables. Es decir, su manifestación en la estación (sthna) donde él es, sobre el Monte G¨dhrakèÊa donde él es siempre, no es la del Dharmakya como tal, sino la del Dharma en una
semejanza, en la semejanza de una Rueda, o en la semejanza de Gautama. Lo que revela
a sus hijos, los Bodhisattvas, únicos que son competentes para la visión, es su
Persona en Majestad, a saber, el Sambhogakya.
De hecho, ese reflejo (pratibimba) es
todo lo que puede revelarse al ojo angélico, pues el anexado de -kya a dharma
es puramente analógico, y no debe entenderse en el sentido de que el Dharma
tiene una forma. Al mismo tiempo, su aparición en un cuerpo designado, a saber,
el Nirmöakya, que muestra memorablemente el drama del Despertar, es en
razón de que aquellos que vivían en la carne en aquellos días, o que vivirán en
la carne después del «Parinirvöa»
(aquí el equivalente temporal y analógico de un Retorno al Final del Tiempo)
encuentren su vía al Despertar por medio de las «huellas» de la aparición[116].
Tales manifestaciones temporales por la vía del avataraöa son raras y preciosas, pero el Buddha
«vendrá de nuevo» como Maitreya. Cf. el Mitra védico que es «Agni cuando se
enciende», ôg Veda 111.5.4 y V.3.1.
Las precedentes evidencias de la identificación virtual del
Buddha en Majestad con Brahm-Prajpati, entronizado en los supramundanos cielos
Empíreos, son ratificadas por la prescripción iconográfica del B¨hat Sa×hit
LVIII.44, «El Buddha se ha de mostrar sentado sobre un loto, como el Padre del
Mundo» (padmâsanôpavi·Êaú piteva
jagato bhaved buddhaú)[117].
De hecho, al Buddha se le representa padmâsana,
kamalâsana, desde los remotos tiempos
de îndhra en adelante, es decir, casi
desde el comienzo de la iconografía antropomórfica. En las representaciones
comunes de una tríada del Buddha, donde el Buddha está sedente o de pie entre
un par de Bodhisattvas, éstos están soportados por lotos emparejados que brotan
del mismo tallo, y tales tríadas pueden compararse desde más de un punto de
vista con los Distintos Ángeles (vi§ve
devú) de las Upani·ads y los Vedas, donde la Unidad del Agni primordial
se representa en una trinidad de aspectos; por ejemplo, las tríadas del Buddha
corresponden iconográficamente a representaciones de la Trinidad tales como
aparecen en el relieve de Burma, Fig. 16. La ontología es la misma, ya sea que
el tallo del loto del Buddha se prolongue hacia abajo y sea soportado por Ngas emparejados representativos de las Aguas
(como en Krl´), Fig. 29, o ya sea que el tallo del loto de Brahm surja del ombligo de Nrâyana, originalmente Varuöa, yacente sobre las Aguas, Fig. B.
También puede demostrarse una equivalencia, desde muchos
puntos de vista, entre los paraísos del Buddha (Sukhvat´, etc.) y los Brahmalokas[118],
y más específicamente entre los tronos del Buddha y de Brahm, cuando el trono se considera como pallaºka, sánscrito paryaºka, más bien que como padmâsana.
Así, el acceso al Brahmaloka es por un cruce del río Vijar, «deshaciéndose del cambio y de la decadencia»,
cruce que debe efectuarse «sólo con el intelecto» y que implica un sacudirse
todos los pares de opuestos, incluyendo el bien y el mal; la ciudad de Brahm se llama Slajya,
su morada (sa×sthna)
Aparjita («Inconquistable»), la sala
del trono (pramita) Vibhu
(«Espacio»). La Kau·´taki
Up., I.3 y 5, describe además el escabel (sand´)[119]
y el trono (paryaºka)
de Brahm: al escabel se le llama Vicak·aö,
«Discernimiento», y se explica como Prajñ,
«Omnisciente» o «Sabiduría Perfecta»; al trono se le llama Amitaujas,
«Esplendor Sin Límites» o «Poder sin Límites» (la designación se aplica a Indra
en ôg Veda I.11.4), y se explica como Prâºa,
«Espíritu» o «Vida»; y «sólo por Prajñ
uno asciende al trono»[120].
Aquí la última aserción corresponde a SP. V.75, «no [hay] Extinción sin
Omnisciencia», como se cita abajo; y el nombre del trono es equivalente a
Amitâbha, un nombre del Buddha que denota «Luz Sin Límites»; y su naturaleza,
Prâºa, es equivalente a Amitâyus, «Vida
Sin Límites», que es otro epíteto del mismo Buddha, que representa el aspecto
Sambhogakya de Gautama.
Sin embargo, el trono del Buddha es usualmente un loto, o
un trono de loto y de león combinados; los Bodhisattvas, y todos los que nacen
nuevamente en los paraísos del Buddha, son soportados similarmente por lotos,
pero son flores más pequeñas. Así pues, las predicaciones de la futura
iluminación incluyen generalmente promesas tales como «aparecerá sentado en el
cáliz de un loto sobre un trono de león en el Paraíso» (SPt., p. 419); «allí el
Guía Amitâbha está sentado en el bello cáliz de un loto radiante (padmagarbhe)[121],
sobre un trono de león (si×hâsane)…
allí los Hijos del Conquistador vienen a la existencia (upapduka) sentados en los puros cálices de lotos» (SP. XXIV.31.32, cf. Mah-Sukhvat´-vyèha, 16.40 y 41)[122].
En estos pasajes, upapduka se
ha traducido generalmente por «nacido milagrosamente», pero el sentido directo
de upapad es simplemente «entrar
dentro de un estado», «aparecer», «entrar dentro de un modo de existencia
dado»; no es milagrosamente, sino inevitablemente, como un cierto grado de
iluminación resulta en un nacimiento futuro en un paraíso del Buddha. Por otra
parte, upapduka contrasta con anutpattika, «inoriginado», aplicable al
Dharma en tanto que es precisamente eso que no entra en la existencia, puesto
que el Buddha es meramente una imagen, k¨ti, del Dharma, existente en el mundo,
como el mèrta Brahman, a
saber, Brahm. La significación
ontológica primaria del loto es precisamente con respecto a esta existencia, astitva, sthyit, sthiti, a saber, un estar «firmemente plantado en las posibilidades
de la existencia», comúnmente llamadas las Aguas. Padmâsana y vajrâsana son
igualmente símbolos de esa sthyit: ambos expresan visualmente la sad sthita, y la ti·Êhati, con respecto al Buddha o a cualquier Ángel; ambos diferencian
la estación de Sambhogakya de la del
Dharmakya, que es inaccesible incluso
para el ojo angélico.
La sthyit en cualquier paraíso del Buddha, ya sea
con respecto al Buddha manifestado allí, o con respecto a sus hijos y discípulos
los Bodhisattvas y Pratyeka Buddhas, es una inmortalidad hasta el fin del
tiempo, es decir, hasta que se cumple la duración de la vida del Buddha señor
de ese campo o cosmos, no la eternidad absoluta del Dharmat, Parinirvöa,
que no habiendo entrado jamás en la existencia jamás puede morir. Ciertamente,
el Bodhisattva en quien se ha abierto (utpanna)
la Sabiduría del Corazón (bodhi-citta),
y que con ello ha nacido (upapduka,
upapattika) en el cáliz puro de un
loto paradisíaco, desde donde contempla al Buddha cara a cara, ya no está
implicado en el flujo del mundo (sa×sra),
pero, por mucho que imagine, no ha alcanzado el nirvöa, y mucho menos aún el parinirvöa:
«eso es un lugar de descanso (vi§rma),
no un Retorno (nirv¨ti);
los Buddhas enseñan esta doctrina (naya,
a saber, de un Paraíso) para confortar (upya),
pero en realidad no hay Extinción (nirvöa)
sin omnisciencia (sarvajñatva); esforzaos
en Eso» (SP. V.74.54)[123].
Sólo cuando se ha alcanzado esa Omnisciencia puede decirse que el discípulo ha
devenido un Buddha, el Buddha;
entonces, como Prabhètaratna, el discípulo
se sienta con el Buddha en uno y el mismo trono, pues de hecho es el Buddha, el
Tathgata, aunque inteligible y
aparentemente sea todavía «él mismo» para el ojo angélico. Como un Buddha, como
el Buddha, él es siempre existente, sa-updi-sesa, hasta el fin del tiempo, kalpânta, in saecula saeculorum. Su apariencia
como un Rey de la Palabra Coronado sólo es el aspecto manifestado de su ser; en
realidad, él contempla las dos vías, como Agni pathm visarge (ôg Veda X.5.6, cf. Dhammapada 282, dvedhpatha)
y ve a la vez la operación y la Mismidad de Todos los Principios. No
Absolutamente Extinguido (parinirvta),
ni más allá de la comprensión del ojo angélico, él «ve sin ver» (pa§yaty apa§yanay),
o ve idealmente, el Triple Mundo «como es» (yathbhèta);
él no es meramente el Movedor de la Rueda (dharmacakravartin),
sino que también «tiene la Palabra como su naturaleza intrínseca», svabhva-dharma-samanvgata (SPt., p. 481).
Él ve que el Nirvöa y el Sa×sra
son lo mismo, él sabe, él es la Mismidad de todos los Principios (dharm)[124];
es omnisciente de la identidad del mundo y del abismo, de la actualidad y de la
posibilidad, de los aspectos activo y pasivo del infinito, aunque tiene todavía
un «elemento existencial residual». Ha devenido el j´vanmukta Universal, existente supraindividualmente como la Gran
Persona[125].
Desde un punto de vista, ve sólo la «paciente quietud de la
Palabra inoriginada» (anutpattika-dharma-k·nti);
desde el otro y el mismo punto de vista, ve la misma Palabra en rotación (pravartana) o en procesión (prasaraöa) como el mundo causal del nacimiento y
de la muerte, el lugar de la errancia de los seres vivos ignorantes de una
reversión (niv¨tti) o recesión (niúsaraöa)[126].
Así pues, sintiendo un grandísimo amor activo (karuö) hacia su mundo, su
«Campo del Buddha», revela la Palabra por medio de diferentes formulaciones
alternativas (dharma-paryya),
ya sea directamente, o por medio de otros maestros; pues él es infinitamente consumado
(ku§ala) en el uso de los medios
convenientes (upya)
adaptados a la capacidad (bala) de cada
auditor[127].
El Saddharma Puö¶ar´ka,
resumido arriba, puede describirse como el más importante de los dharma-paryyas del Mahyna,
igualmente desde los puntos de vista ontológico e iconográfico. Pero eso no es
todo. Para el estudioso del «arte» es esencial también una comprensión de la
ontología, pues debe darse cuenta que una obra de arte no puede «comprenderse»
o «valorarse» o «criticarse» acertadamente independientemente de la forma que
es su razón de ser. El consentimiento
no es post factum, sino causa faciendi; la significación de las
cosas hechas bien y verdaderamente es con respecto al fin para el que se
hicieron[128].
Como el arte religioso nunca es un fin en sí mismo, sino siempre un medio de
comunicación, sólo puede llamarse «bueno» o «malo» en la medida en que expresa
y transmite efectivamente una «idea» dada; el juicio racional de una obra dada
sólo puede basarse en una comparación de la sustancia con su forma
determinante. ¿Cómo puede entonces estar calificado para «criticarla» alguien
que ignora la idea, o la forma incorporada en una obra de arte?. Todo lo que
alguien así puede hacer es decir que no sabe nada de arte, sino que únicamente
sabe lo que le agrada.
Admitamos la posibilidad de la «experiencia estética», y
que esta posibilidad es independiente del tema, cualquiera que pueda haber
sido. Esta experiencia tendrá lugar en una asimilación de la consciencia
perceptora a la forma de la cosa considerada. Puesto que el «budismo» es la «forma»
del arte budista, de ello se sigue que es indispensable una comprensión del
budismo, no sólo para una interpretación racional de la iconografía, en la que
se expresa la lógica de la obra, sino también como un prerequisito para la «experiencia
estética». Afirmar que la «experiencia estética» del arte budista es posible
sin un conocimiento a priori del
budismo, incorpora este elemento de verdad, a saber, que el contenido del budismo
no es meramente específico, sino también universal, y que, en la medida en que
nuestra experiencia no es, por ejemplo, sólo específicamente cristiana, sino
cristiana universalmente, nosotros ya poseemos un conocimiento a priori del budismo; sin embargo, uno
no sabe quien puede pretender una comprensión tan profunda de cualquier arte
religioso que le permita decir que sabe tanto de la forma del arte religioso
que ya no necesita saber más.
Volviendo ahora a la iconografía o al simbolismo de nuestro
arte: leemos en Hsüan-tsang, Life,
cap. III (Beal, p. 103), que el trono adamantino (vajrâsana) que está en el centro del Bodhimaö¶a, se perfeccionó al comienzo del Bhadra Kalpa, es decir, el
eón presente, y que surgió cuando el mundo vino a la existencia. Está en el
centro mismo del Universo, y se extiende hacia abajo hasta la «rueda de oro»;
tiene alrededor de cien pasos en redondo. Que se llame adamantino significa que
es puro e indestructible. Sin su soporte la Tierra no podría durar; si la sede
no fuera adamantina no habría ningún lugar en el mundo que pudiera soportar el
A-una-miento Adamantino (vajra-samdhi).
Quienquiera que desea conquistar a Mra
y alcanzar la sabiduría perfecta debe tomar su sede aquí; si se intentara en
otra parte, la Tierra se subvertiría. Los mil Buddhas del presente eón han
alcanzado su emancipación aquí. Si el mundo fuera sacudido hasta sus cimientos,
el Bodhimaö¶a no se movería[129].
El único punto importante agregado aquí a lo que ya
sabíamos por los textos citados previamente, es la explicación de que el
Bodhimaö¶a representa una sección en el
plano terrestre del eje del universo, eje que se extiende hacia abajo hasta la
«rueda de oro», y del que depende la estabilidad de la Tierra. Lo que se
entiende por esa «rueda de oro» puede saberse por el Abhidharmako§a de Vasubandhu, cap. III.45 sigs.,
Poussin, II.138 sigs., donde se describe el «receptáculo del mundo» (bhjanaloka)[130].
El Universo se concibe como consistiendo en muchos «círculos» (maö¶ala) superpuestos: el más bajo es el
círculo del Espacio (k§a-maö¶ala), «sólido» y de circunferencia
«inmensurable», y de 1.600.000 yojanas
de espesor; sobre éste descansa el círculo de las Aguas, de 1.120.000 yojanas de espesor y 1.203.450 yojanas de circunferencia[131].
La superficie de estas Aguas, de la misma manera que en la cosmología
brahmánica y en el Génesis, es movida por el viento de la aurora de la
creación, que es impelido por la causalidad latente de los eventos pasados. La
espuma de las Aguas se solidifica para formar el círculo de oro (kañcana-maö¶ala) o la «Tierra de Oro» (kañcana-bhèmi)[132],
que es lo mismo que la «rueda de oro» de Hsüan-tsang y que representa los
«cimientos de la tierra» firmemente establecidos en medio de las posibilidades
de existencia. La Tierra de Oro tiene un diámetro igual al de las Aguas, y
desplaza 120.000 yojanas de su
profundidad. La superficie de la Tierra de Oro es el Redondel del Mundo, con
sus montañas (el Meru, etc.), sus continentes (los cuatro dv´pas), sus mares, y su cercado exterior (cakra-v¶a). De estos continentes, o más bien
«islas», nuestro mundo terrestre, el Jambudv´pa,
se encuentra al sur del Meru, que surge en el centro de todo el Universo, y que
se extiende desde las Aguas de abajo hasta el Cielo de arriba, como un pilar
del mundo y un eje del mundo. «En el medio del Jambudv´pa, y reposando sobre la Tierra de Oro, está el vajrâsana, en el que toma su sede el
Bodhisattva para realizar el vajrôpama
samdhi[133]
y devenir así un Arhat o Buddha: ningún otro lugar, ninguna otra persona,
podría soportar el samdhi
del Bodhisattva».
Es evidente que Hsüan-tsang repite meramente la antigua
tradición del Trono del Buddha como le había sido contada, o como podía haberla
leído en los textos de los que hemos citado arriba. Es cierto que el centro del
Jambudv´pa no puede considerarse, como
no sea analógicamente, como el centro (local) efectivo del Universo entero,
pues ese centro está en el eje del Monte Meru. De la misma manera, con respecto
a este mundo, que es el Campo del Buddha particular del Tathgata qua
êkyamuni, se observará que el Bodhimaö¶a de Bodhgay,
y de la cima del Monte G¨dhrakèÊa donde el Sambhogakya está «siempre» revelado, no están localmente en uno y el
mismo eje o meridiano. Eso debe servir para recordarnos que el «centro del
Universo» no es un sitio fijo en el espacio, sino (como se mostrará después) un
centro psicológico, el punto focal de la consciencia, no bahir-bhètasya sino antar-bhètasya[134].
En la iconografía efectiva, la extensión axial del trono o
del escabel del Buddha, puede mostrarse claramente. En el caso de un padmâsana o padmap´Êha el eje que lo sostiene, a saber, el
tallo, se extiende hacia abajo a través de la Tierra adentro de las Profundidades
de las Aguas, donde es sostenido por Ngas
emparejados, como genios representativos de las Aguas inferiores[135].
De esto tenemos un excelente ejemplo en el relieve del Sambhogakya del período gupta en Krl´ (Fig.
29, también Bachhofer, Early Indian
Sculpture, Lám. 68, panel central). Aquí, dentro de una estructura de
pilares que puede compararse a la sala del trono de Brahm de Vibhu, el Buddha está sentado en un
trono de león, con sus pies soportados por un loto. A la izquierda y a la
derecha están los Bodhisattvas Avalokite§vara
y Maitreya, representativos de la congregación asambleada sobre el Monte G¨dhrakèÊa;
ambos están de pie sobre soportes de loto. Inmediatamente debajo del loto del
Buddha hay un Dharmacakra, flanqueado por ciervos emparejados, indicativos del
lugar del evento, a saber, el Parque del Ciervo de Srnth y el Primer
Sermón, prathamade§an. En este nivel está representado el plano
de la tierra (vasudh-tala),
que se extiende horizontalmente a la izquierda y a la derecha, pero que se
interrumpe en el centro donde el eje que desciende la penetra. El «capitel de
loto» del eje que desciende tiene ahora una forma más bulbosa, pero tomando la
rueda y el pilar juntos, reconocemos sin dificultad una fórmula original con la
que nos encontramos constantemente en el arte budista más primitivo. Las masas
redondeadas debajo del plano de la tierra corresponden en posición a los
«cimientos de la tierra», la Tierra de Oro. Todo lo que está debajo de esto
representa a las Aguas, donde el soporte que dan los Ngas emparejados indica el firme establecimiento del pilar
cósmico en el mar de la posibilidad inferior. Encima de la cabeza del Buddha,
soportado por ángeles a quienes se llama comúnmente Vidydharas (Querubines), hay un stèpa[136],
símbolo del Parinirvöa; y que esté así
encima de él, pero sin contacto con él, corresponde al hecho de que el Buddha
todavía no es parinirvta
trascendentalmente, pues como hemos visto, el deceso temporal no representa la
realización, sino sólo la analogía, del Parinirvöa
final. Hay un relieve similar en Kondivle.
Cuando el trono es alternativamente un paryaºka y se considera como el vajrâsana,
una condición que corresponde a la concepción de Hsüan-tsang, el eje que
soporta se muestra como extendido hacia abajo dentro de la Tierra de Oro, y
allí soportado por un Guhyaka Yak·a[137].
Puede citarse una admirable ilustración de esto en el caso del pedestal (Fig.
40) del Yakushi Buddha del Kondo, una obra japonesa del siglo octavo (Japanese Temples and Their Treasures,
Lám. 206: Yakushiji Okagami, II, Tokyo,
1922). Aquí la superficie plana del trono rectangular es un plano de la tierra
(vasudh-tala), y el cuerpo sólido del pedestal
corresponde a la Tierra de Oro. En la cara frontal del pedestal hay
representado un eje vertical que se extiende hasta el margen más bajo del
bloque, donde lo está soportando un Yak·a
Atlante acuclillado[138].
Esta representación es exactamente análoga a la del Gu¶imallam Liºgam (Fig. 42
y, mi History, Fig. 66), y aquí no es
necesario que examinemos que el êiva Liºgam, establecido en la Tierra de Oro (HÊaka) y que se extiende desde allí hasta el
Cielo arriba, representa otro aspecto del eje único del Universo. La forma ornamental
del eje del Yakushi recuerda la de los pilares del Dharmacakra representados en
Amarvat´
(por ejemplo mi History, Fig. 136,
derecha e izquierda. Cf. Figs. 2, 3 y 12), y muestra claramente la estructura
articulada del eje. En los laterales del pedestal del Yakushi (Fig. 41), a la
derecha e izquierda del eje, y como si se tratara de resaltar el carácter del
Yak·a Atlante central que lo soporta,
hay otras figuras del mismo tipo, acuclillándose y asomándose dentro de
cavernas, que son sus cámaras en las entrañas de la tierra; representaciones
similares se ven en las otras caras del pedestal. Debajo del nivel que
representa la base de la Tierra de Oro hay cuatro estratos que representan las
Aguas; en el más elevado de éstos, centralmente a cada lado, hay emblemas
theriomórficos de los Cuatro Cuadrantes, y los del lado frontal son una tortuga
y una serpiente, que representan el Norte (por consiguiente, el Buddha «está»
en el Norte y de frente al Sur); el estrato más bajo consta de una moldura de
pétalos de loto, que aquí puede comprenderse que significan las Aguas más
inferiores en tanto que el «terreno» último de todo lo que está sobre ellas y
establecido en ellas.
Una parte de lo que se ha deducido y demostrado
independientemente arriba, también lo ha expuesto M. Mus en su admirable monografía,
Le Buddha paré, etc., citado
previamente. Por ejemplo, «El trono de la Ley es el símbolo por excelencia de
la enseñanza, e incluso del estado de Buddheidad» (p. 243); «No puede
concebirse que el Cuerpo de Beatitud (el Sambhogakya) pueda haber estado sedente en ninguna otra parte que sobre
el loto angélico, muy por encima del trono que se ve en el lugar sagrado (de
Bodhgay)» (p. 204); «El trono sagrado
combina en sí mismo tres apariencias, que corresponden a las de los Tres Cuerpos»
(p. 272); «La prolongación del tallo, que es el eje del mundo sensible, soporta
en la sumidad del universo el trono de loto espiritual del Sambhogakya» (p. 243)[139].
M. Mus señala, además, que el trono de loto que soporta la Palabra como es en
sí misma, sólo puede imaginarse analógicamente; que el trono trascendental,
como la Palabra misma, no podía concebirse como visible ni siquiera para el ojo
angélico, pues el ser de la Palabra, es estrictamente noumenal, un ser verbal (nmavat), no contenido, sino sólo indicado, por el pensamiento y las
palabras habladas.
Hemos descubierto así en los textos una explicación
suficiente de las fórmulas más características de la iconografía. Volvemos
ahora y concluimos con el problema del lugar del trono del Buddha; es decir,
por supuesto, un caso especial del problema general del significado de la
«inmanencia». Ya hemos propuesto que por el centro del Universo, el ombligo de
la inmortalidad, y expresiones similares no hay que comprender un lugar determinado,
sino un centro psicológico y un punto de consciencia «en el que todo donde y
todo cuando tienen su foco»; es decir, que la cosmología tradicional es de
hecho mucho más una psicología que una geografía cósmica. Eso se enuncia
explícitamente en la doctrina pre-budista del Loto del Corazón, en tanto que el
terreno y el espacio donde se extiende toda la existencia. Parece que no se
hizo ningún uso efectivo de esta significativa imagen en los textos budistas,
pero puede mostrarse fácilmente, y ciertamente ya se ha mostrado de otras
maneras, que la Buddheidad, el Nirvöa,
no está en ningún lugar, sino que representa un estado de ser, a saber, ser
universalmente; el trono del Buddha sólo puede establecerse «dentro de vosotros»,
antarbhètasya. El trono adamantino es la estabilidad
del intelecto adamantino. El conocimiento del Buddha no es el conocimiento de
una «cosa», sino una consumación del proceso de de-mentación de la percepción
discriminativa, viññnassa
nirodha = ceto-vimutti, D´gha
Nikya I.223, y Anguttara Nikya
I.124, cf. mano niroddhavya× h¨di,
Maitri Up. VI.34. Así, en su «Canto
de Victoria» (Nidnakath I.76 = Dhammapada
154) el Buddha exclama, «La clave de bóveda del techo se ha destruido, el
intelecto ha alcanzado la disolución de sus formulaciones compuestas»[140].
Eso quiere decir que el Comprehensor, emancipado de toda comprensión
dialéctica, conoce y es el Único Principio; en el Acto de Identidad (samdhi) el Comprehensor es la Mismidad de
Todos los Principios[141].
Él es nibbuta, nirvta, la Identidad Suprema se ha tocado, la esencia del Buddha se ha
liberado de la duración; sin embargo, al hablar qua la Gran Persona, él no puede decir que está Absolutamente
Extinguido, y debe decir que «todavía» no está Absolutamente Extinguido, puesto
que quâ parinirvta, él no sería una persona. La unidad
del Ser y el No-Ser sólo puede hablar como
Ser, sólo en tanto que Ser puede hablarse
de él o ser representado en una semejanza.
Una palabra más sobre la Buddheidad y los conceptos de Nirvöa y Parinirvöa.
Aquí las expresiones negativas son inevitables, debido a que toda afirmación es
la enunciación de una condición limitativa; la negación es una negativa doble,
que afirma la ausencia de condiciones, de donde el In-finito, qua in-finito, es necesariamente
indigente. Eso se ha reconocido una y otra vez también en Europa; cf. Maimónides,
Guide for the Perplexed I, cap. 59,
«Los pensadores superficiales… preguntan “¿Es esa cosa existente en el Creador,
o no?”… sin embargo, por cada atributo negativo adicional avanzas hacia el
conocimiento de Dios»; Maestro Eckhart I.87, «Nada verdadero puede decirse de
Dios»; Dante, Convivio III.15, «…hay
ciertas cosas que nuestro intelecto no puede contemplar… nosotros no podemos
comprender lo que son excepto negando cosas de ellas». No hay nada aquí que la
mente adamantina pueda temer; en las palabras de la Taittir´ya Upani·ad II.7, «Verdaderamente, cuando uno
encuentra un basamento sin temor (prati·Êh) en eso que es invisible (ad¨§ya), no sí-mismado (antmya = al anatta budista),
inefable (anirukta), sin hogar (anilayana), entonces ha alcanzado la
impavidez (abhaya× gata)».
Cf. êatapatha Brhmaöa VII.2.2.14, «Lo que es silente (tè·ö´m = mauram,
el estado característico del muni) es
inmanifestado (aniruktam), y lo que
es inmanifestado es todo (sarvam)».
El Maestro Eckhart y Blake solos, habrían bastado para
demostrar la cortedad del punto de vista de que el budismo se prueba «ateo» por
su fraseología negativa. Según el Maestro Eckhart, «Para la perfección es más
necesario que el alma pierda a Dios que a las criaturas… el alma honra
máximamente a Dios cuando se libra de Dios (I.274)… el alma presa de
descontento divino (cf. el ariya budista)
no puede reposar su comprensión en nada que tiene nombre. Ella escapa de todo
nombre adentro de la nada sin nombre (I.373)… esto es la muerte del espíritu…
el espíritu entrega su propio sí mismo a la muerte… y permanece en la unidad de
la naturaleza divina… Estos son los muertos bienaventurados… Nadie que no ha
muerto a Dios puede ser enterrado y beatificado en la Divinidad (I.411)… la
Divinidad es como vacío, como si no fuera… En este estado nosotros somos tan
libres como cuando no éramos: libres como la Divinidad en su no existencia
(I.381-382)…. Ella (el alma) se sumerge para siempre en las profundidades de
esta nada. Se sumerge y se anega: se sumerge y se anega en su propia nada. Pero
la nada que se sumerge, jamás puede comprender a la nada en la que se sumerge
(I.373)». Así también Blake, «Quiero sumergirme en la Aniquilación y en la
Muerte Eterna, no sea que venga el Juicio Final y me encuentre Sin aniquilar, y
yo sea agarrado y puesto en las manos de mi propia Egoismidad». Aquellos que no
pueden soportar pensamientos tales como éstos jamás podrán dar su consentimiento
al budismo, ni comprender la significación última del arte budista.
Todo cambio de estado es una muerte. La tradición cristiana
alude a «tres muertes del alma», a saber (1ª) la muerte a la ego-voluntad,
muerte que implica el alcance del estado de ser angélico, que es un estado de
gracia; (2ª) la muerte del alma a su propia forma separada, lo que implica una
conformidad consciente al Ser Principial; y (3ª) una muerte, llamada una
Anegación, en las Aguas donde Dios es desconocido para sí mismo, desconocido
como uno mismo; allí, como lo expresa el Maestro Eckhart, el alma es «libre
como la Divinidad en su no existencia». En la formulación budista correspondiente
tenemos, (1º) una mortificación menor, a saber, la del hombre que adopta la
vida sin hogar, y alcanza suficiente Despertar como para asegurar su nacimiento
en un paraíso del Buddha; (2º) el logro de la Buddheidad, el Nirvöa, la extinción de sí mismo, pero con elementos
existenciales residuales; y (3º) la Extinción Absoluta, el Parinirvöa sin factores de existencia residuales. A
cualquiera de estas muertes puede aplicarse el pensamiento de Chuang TzÅ, «¿Cómo sé yo que el que teme morir no es
como un niño que ha perdido el camino y no puede encontrar su casa?». El que retrocede
de la Anegación, de la Submersión, de la Muerte, de la Privación, de la
Extinción, de la Noche, que reflexione, Mors
janua vitae. El Ser Unitario, que es sólo Uno, a la vez Suyo y nuestro
—incluso una piedra tiene ser— es al mismo tiempo efluente y refluente, sa×saraöa, niúsaraöa[142];
«El que es la Muerte es igualmente el Año, el Padre de sus hijos»[143],
«el Pilar de la Vida, en el punto de separación de las Vías… allí, donde la
Vida era antes, allí insiste nuestro Agni, el Primogénito de la Ley»[144],
«nacido siempre y siempre»[145].
Así pues, si ponemos a un lado todo el pensamiento en los términos de la
sucesión temporal, es decir, toda consideración de la mortalidad, del
nacimiento y de la muerte sucesivos, comprenderemos que la Vida y la Muerte, el
Ser y el No ser, el Nirvöa y el Parinirvöa, son aspectos incesantes de Eso que está
emancipado de toda contingencia posible, incluidos los accidentes del Ser tales
como el que implica la frase «todavía no Absolutamente Extinguido». «Eso» no
está ni «aquí» ni «allí», sino «dentro de vosotros», antarbhètasya khe, en el Cáliz del Corazón.
El Buddha se negaba a discutir todo esto. Su trabajo era
proclamar una Vía (mrga,
pantha), no quería hablar de Eso, la
Meta (artha), de lo que nada puede hablarse
verdadera o inteligiblemente. Ciertamente, como lo expresaba Confucio, aquellos
que todavía no han comprendido la Vida, no pueden aspirar a comprender la
Muerte, pues mientras estamos en la vía, no estamos allí. Así pues, nosotros
sólo podemos tomar al Buddha como lo que él es,
como presencia operativa manifestada, y esforzarnos en comprendernos a nosotros
mismos como lo Mismo, siguiendo su Vía o cualquier otra Vía formulada
alternativamente, enseñada por él mismo o por cualquier «otro» Comprehensor.
Esa Vía está expresada, no sólo en las palabras habladas, sino igualmente en
las iconografías pintadas o esculpidas. Estas «obras de arte»[146]
son las «huellas de la Ley», los «rastros del Buddha», que nosotros no podemos
decir que hemos escuchado o visto realmente, de otro modo que por una percepción
meramente animal, a no ser que hayamos visto a través de ellas al menos una
sombra de la forma por la cual son lo que ellas son. No olvidemos que al
artesano brahmánico o budista se le pedía que fuera eso que se le encargaba representar,
y que sólo en la medida en que nosotros podemos ser también lo Mismo, podemos
comenzar a comprender su operación.
Para resumir: se ha mostrado con
referencia a capítulo y versículo de los textos canónicos, tanto budistas como
pre-budistas, que el Buddha, a quien se presenta en términos humanos, es de
hecho connatural con el Agni védico, y que el simbolismo budista, muy lejos de
ser un lenguaje aislado, es propio a la gran tradición única que ha persistido
desde el periodo védico o pre-védico hasta ahora. El loto denota ontológicamente
un firme establecimiento entre las posibilidades de existencia, denota un nacimiento
y manifestación primeramente en el mundo inteligible, o también y subsecuentemente
en el mundo sensible; denota también, éticamente, desapego, como el de uno que
está en el mundo pero no es de él. El trono de la deidad es un trono de loto
desde los precedentes puntos de vista, a saber, en tanto que impartito e inmutable,
es adamantino; en tanto que regio, es un trono de león. El Tathgata, el Buddha, sedente en un trono tal, de
pie sobre un pedestal tal, afirma una negación infinita, una negra quietud
contra la que su Persona de oro brilla resplandeciente, sin confinar por
ninguna forma, y sin embargo omniforme. Como Rey de la Palabra coronado, el
Buddha pronuncia para los oídos angélicos tanto como puede hablarse del
silencio, es decir, nuestra existencia[147].
Como un maestro individual con un nombre dado, el Buddha representa un papel y
proclama una Vía. Desde cualquier otro punto de vista su intelecto es adamantino,
regio, e intangible. Los cimientos de su manifestación están establecidos en
las profundidades de los mares superior e inferior: el Buddha es el Eje del
Universo, en quien el Universo viene al ser y de quien parte al no ser. Puede
llamársele por cualquier nombre, ya sea personal o esencial, la Palabra
Hablada, la Rueda en Revolución, el Árbol de la Vida, o el Pilar Ígneo; y puede
imaginársele en cualquier forma, a él, que ciertamente toma las formas
imaginadas por sus adoradores, pues todos los medios convenientes están a su
comando; él, el Tathgata, Agni Vai§vnara, Brahm-Prajpati, Cristo, o la Idea de Muúammad, es uno y el mismo, su trono es un
único trono. Como lo expresa Kab´r,
parafraseando fórmulas clásicas en la que es todavía la lengua franca que
hablan cien millones de personas:
Que maravilloso loto es el que florece en
el corazón de la rueda; ¿quiénes son sus
comprehensores?
Allí
en medio de los truenos está el trono de león auto-subsistente, allí la Gran
Persona brilla resplandeciente[148].
LÁMINAS
LÁMINA I
Figura 1. El Buddha (Amitâyus) como el Árbol de la
Vida. Sñc´, toraöa
norte, pilar izquierdo, cara exterior, 100-50 a. C. Fotografía de la India
Office.
Arriba, el símbolo del tri§èla, o «nandi-pada»
formando una cabeza; en el medio, una columna de palmas loto superpuestas (cf. skandht sakandham, Maitri Up. VII.11) formando el tronco; abajo, los pduk,
los pies, «firmemente establecidos», suprati·Êh; cf. Figs. 13, 14. Encima de la «cabeza»
se observará el parasol (chattra, u·ö´·a) del Cakravartin; lo cual corresponde
a la prescripción u·ö´·a-§´r·a
propia a la semejanza antropomórfica del Buddha. La triple división puede
compararse a la del aspecto cósmico (lokavat)
de Prajpati como se describe en Maitri Up. VI.6, donde los «Tres Mundos»
que constituyen este «cuerpo» son svar,
bhuvas, y bhèr, celestial, espiritual y chthónico.
El conjunto ha de considerarse como un
«soporte para la contemplación» (rambaöa, A·Êasahasrik
Prajñpramit, passim; dh´yâlamba, Maitri Up.
VII.11, ver pág. 14; alamba, Yoga Sètra I.10).
Para una descripción de otros puntos de
vista, ver texto, págs. 13-16.
Figura
2. El Buddha como Sol Supernal.
Amarvat´,
en el Indian Museum, Calcuta, ca. 200
D. C Fotografía de la India Office.
Arriba, el Dharmacakra o la Rueda Principal,
soportado por cuatro leones de los que sólo dos son visibles en la vista
frontal.
El cubo [de la Rueda] es lotiforme, y los
ocho pétalos representan las direcciones; hay sesenta y cuatro radios; la
triple llanta está franjeada por doce símbolos tri§èla, que representan los «meses» solares. En este nivel hay también
dos apsarases danzando, soportadas por lotos (de las «aguas superiores»). Sobre
la rueda están los «querubines». Para la significación solar de los animales
adosados cf. Roes, Greek Geometric Art,
1933, págs. 94-122. La rueda está soportada por una columna, el Eje del
Universo, que corresponde al tronco del Árbol de la Vida, y a la «única pierna»
del Sol, cuando se alude a él como eka-pd.
En el nivel de la base hay un trono y un escabel, con pies marcados con una
rueda (pduka, pada, Buddha-pada), como en las Figs. 1,
13 y 14. Éstos, sus «rastros» (dhtu)
sobre la tierra, son adorados por devotos humanos.
Figura
3. El Buddha como Sol Supernal.
Amarvat´,
ca. 200 D. C British Museum (¿).
Fotografía de la India Office.
Similar a la Fig. 2, pero el pilar se trata
diferentemente y los jinetes emparejados se han reemplazado por tipos angélicos
en vuelo, excepto en la cima, donde dos jinetes ocupan el lugar de las
apsarases. El pilar tiene tres nodos lotiformes. Los segmentos (parva) entre los tres nodos son
octogonales, y geométricamente modelados, con adoradores humanos en el nivel de
la base. Ciertamente, estas disposiciones, como las de las Figs. 2 y 3,
corresponden exactamente a las representaciones de los mundos superpuestos,
tales como pueden verse en Sñc´, toraöa
este, pilar derecho, cara frontal (Bachhofer, Early Indian Sculpture, Lám. 59), donde el Brahmaloka se diferencia
tajantemente de los kmarèpa
lokas abajo.
Cf. los ejemplos similares, Burgess, Buddhist Stèpas of Amarvat´ and
JaggayyapeÊa, Lám. XXXVIII, Figs. 1 y 7. En uno de éstos el símbolo del Dharmacakra
se combina con el de la Cruz de brazos iguales.
LÁMINA II
Figura
4. El Buddha como Pilar de Fuego.
Amarvat´,
siglo tercero D. C Madras Museum. Fotografía de la India Office.
La cabeza y la base como en las Figs. 1-3,
el pilar segmentado y flanqueado de llamas. Ver descripciones en el texto, pág.
16.
Figura
5. Escena de un Jtaka (?) Amarvat´, ca.
200 D. C Madras Museum. Fotografía de la India Office.
El Buddha como Pilar de Fuego, con adoradores
humanos.
Los pies están muy claramente soportados
por el loto (padma-p´Êha),
y están vueltos en la dirección del movimiento o la respuesta.
Figura
6. Culto del Buddha como un Pilar
de Fuego. Fotografía de la India Office.
El tipo es como antes, pero el pilar está
marcado espiralmente. Amarvat´, ca.
200 D. C British Museum o Madras Museum. Cf. la Fig. 10, arriba en el centro,
donde el Buddha sentado está rodeado por una gloria flamígera.
Figura
7. Escena de un Jtaka (?) Amarvat´, como en la Fig. 6.
Los pies son padma-p´Êha, y parecen estar vueltos en la
dirección del movimiento o la respuesta.
Figura
8. Relieve de Amarvat´,
como en las Figs. 6 y 7.
Quizás la ofrenda de Sujt,
y el Asalto de Mra o el de Aºgulimla
(cf. el relieve de Ngârjunikoö¶a, reproducido por Bachhofer en OZ., NF.
10, Abb. 5, donde hay una escena similar con el Buddha en forma humana). En
cualquier caso, el Buddha, como antes, aparece representado por un Pilar de
Fuego, con «cabeza» en tri§èla
y los pies soportados por el loto (padma-p´Êha).
Para Sujt = Apl = U·as,
ver mi «The Darker Side of Dawn» en prensa (Smithsonian Miscellaneous
Publications).
Figura
9. La misma escena que la Fig. 8,
en un estilo más antiguo. Amarvat´, ca.
100 a. C. Madras Museum. Fotografía de la India Office.
LÁMINA III
Figura
10. Arriba, posiblemente lo mismo
que las Figs. 8 y 9; en cualquier caso, se trata del Buddha sentado con un aura
flamígera que le rodea completamente. Abajo, la Adoración del Buddha sentado
como un Pilar de Fuego (como en la Fig. 6), debajo del Árbol Bodhi. Amarvat´,
ca. 200 D. C Madras Museum. Fotografía
de la India Office.
Hay alguna razón para suponer que el tipo
del Pilar de Fuego se relaciona de una manera especial con el Mra Dhar·aöa y el Mahsambodhi,
cf. Burgess, Buddhist Stèpas
of Amarvat´ and JaggayyapeÊa, Lám. XXI, Fig. 2, donde el Asalto de
Mra está teniendo lugar inmediatamente
a la derecha del Bodhighara, mientras que el Buddha está representado por un
trono y el Pilar de Fuego.
Para otras dos representaciones de auras o
pilares ígneos, ver ídem, Lám. XXVI,
Figs. 1 y 2.
Figura
11. El culto del Árbol Bodhi;
parte de un antiguo cercado (pkra)
de Amarvat´, ca. 100 a. C.
Madras Museum. Fotografía de la India Office.
Esta representación quizás no sea de hecho una
ilustración del Klinga-bodhi Jtaka, pero podría considerarse como tal.
Figura
12. El culto del Buddha como el
Sol Supernal. Amarvat´, ca.
200 D. C, como antes.
El pilar se representa como en la Fig. 3, pero
abreviado. Nótese nuevamente la forma octogonal de la parte más baja. Los adoradores
pueden ser angélicos o humanos.
Abajo a la derecha, como parte de otra
composición no identificada, se verán los pada (huellas) del Buddha soportados
por un loto como el de la Fig. 7.
La pareja de ciervos a la derecha e izquierda del
trono designan la escena como una representación del «Giro Final de la Rueda» o
«Primer Sermón».
LÁMINA IV
Figura
13. Los pduk del Buddha, con el
Dharmacakra y otros símbolos. Amarvat´, ca.
100 a. C. Madras Museum. Fotografía de la India Office.
Los Dharmacakras, como es habitual, están
centrados en un loto: se entiende que el número de radios es evidentemente
sesenta y cuatro en cada caso. El símbolo central en el talón es el mismo que
hay dentro del tri§èla
en la Fig. 23, y que yo considero como §r´vatsa «Notes on Indians Coins and Symbols»,
O.Z., N.F.IV, 1927/28, p. 183), pero
que Mr. Johnston identifica como vardhamna
(J.R.A.S, Octubre, 1931, Abril, 1932,
y Julio, 1933); es el símbolo «escudo» o «nga»
de los numismáticos. La posición de los pies muestra que el Buddha se considera
como de cara al adorador, como en las Figs. 1, 5, 7, 15, etc.
Figura
14. Un ygapaÊa,
similar a la Fig. 13, pero fragmentario y con símbolos adicionales. Amarvat´,
ca. 200 D. C Madras Museum.
Fotografía de la India Office.
La posición de los pies está invertida, y debe
haber sido como en las Figs. 13, 15, etc.
Figura
15. La adoración de los pduk del
Buddha. Amarvat´, ca. 200 D. C Madras Museum. Fotografía
de la India Office.
Los pada
se representan como es usual sobre el escabel del trono. Detrás del trono debe
haber un Árbol de pie o una Rueda con un pilar.
Figura
16. Un ygapaÊa jaina, procedente de Kankl´ é´l, Mathur, ahora J55 en el Lucknow
Museum. Fotografía por la Archaeological Survey of India.
La figura de un Jina (¿Mahv´ra?) en el centro de
un tri§èla cuádruple. El símbolo aparece
nuevamente en una forma simple en el margen superior. El símbolo del «escudo»
examinado en la descripción de la Fig. 13 aparece en el margen superior. A la
izquierda un pilar soportado por un pedestal de loto; a la derecha un pilar con
un elefante de tipo similar.
Ver el examen de los símbolos en la literatura que
se cita bajo la Fig. 13.
Figura
17. El nacimiento, desde el loto, de la
Trinidad Brahmánica, a saber, Brahm, Vi·öu, y êiva. Thaton, Burma,
alrededor del siglo octavo. Phayre Museum, Rangun (?).
El tallo del loto surge del ombligo del yacente Nrâyaöa.
Muy a menudo sólo se representa así, como nacido del loto, únicamente a Brahm (-Prajpati).
Cf. pág. 27 y Fig. B. Cf. Temple, «Notes on Antiquities from Ramannadesa», Ind. Ant., 1894, Láms. XIV, XIVa; Ray, Brahmanical Gods in Burma, Calcuta,
1932, Láms. 4, 5; mi «Stem of Jesse and Indian Parallels or Sources», Art Bulletin, XI, 1932; «The Stem of
Jesse and Oriental Parrallels», Parnassus,
Enero, 1935; y mi Yak·as,
I y II, Washington, 1928 y 1931.
LÁMINA V
Figura
18. Culto del Buddha como Dharmacakra,
la Rueda Principal, es decir, como el Sol Supernal, cf. Figs. 2 y 3. Bharhut, ca. 175 a. C. Freer Gallery, Washington.
Foto por mí mismo.
Encima de la Rueda hay un parasol de Dominio (como
en la Fig. 1, encima de la «cabeza» del Árbol). Una frondosa guirnalda pende
del cubo de la Rueda, que es de forma de loto.
Figura
19. Cakravartin, rodeado por los Siete
Tesoros. Parte de un antiguo cercado (pkra) proveniente
de JaggayyapeÊa, siglo segundo a. C. Madras
Museum. Fotografía de la India Office.
Según el Mahsudassana
Sutta (S.B.E., XI, S.B.B., III) y el Lakkhaöa Suttanta (S.B.B., IV) los tesoros de un Cakravartin consisten en una Rueda (cakra, que un comentador explica que representa
el disco solar), un elefante, un caballo, una joya dadora de luz, una reina, un
tesorero, y un ministro. En el relieve presente el último lo representa un
muchacho, evidentemente el Príncipe de la Corona; según Buddhaghosa, el primogénito
del rey oficiaba de hecho como pariöyaka,
y el relieve de JaggayyapeÊa muestra
que esto no era «una mera reintroducción de una idea posterior adentro del (Mahsudassana) Sutta», como supuso Rhys Davids, S.B.E., XI.259, nota 1. Que la mano del
Emperador se alce hacia las nubes, de las cuales cae una lluvia de monedas, corresponde
a las antiguas concepciones de Varuöa y
otros como dadores de riqueza; a Varuöa
o Agni como m´Âhu·a;
a la designación de Indra como Maghavat; a ôg Veda X.19.7, rayy sa× s¨jantu naú, «llueve riqueza
sobre nosotros»; y a pasajes posteriores en el Mahbhrata donde se dice que Indra «llueve oro» sobre un rey favorito, y
donde Bh´ma se dirige a Yudhi·Êhira con las palabras «Tu mano puede llover
oro»; y más llamativamente aún a un pasaje del Prabandhacintmaöi (Tawney, p. 76), «¡Oh rey! cuando la
nube de tu mano había comenzado su auspicioso ascenso en los diez cuarteles de
los cielos, y estaba lloviendo la corriente de oro del néctar, con el esplendor
del tremolante brazalete de oro destellando como el relámpago»; cf. también Buddhacarita I.22, «Como una hilera de
nubes, ella aliviaba a las gentes de su entorno del sufrimiento de la pobreza
lloviendo lluvias de regalos».
Esta y otras representaciones del Cakravartin se
ilustran y examinan en mi «A Royal Gesture, and Some Other Motifs», en Feestbundel K. Bataviaasch Genootschap van
Kunsten en Wetenschapen I.1929. T.N. Ramachandran (en Papers published by the Rao Sahim G. V. Ramamurthi Pantulu’s 70th
Birthday Celebration Committee, que sólo conozco en una separata) ha relacionado
recientemente los tipos del Cakravartin de JaggayyapeÊa, Amarvati, y Goli
con el Mndhtu Jtaka.
Figura
20. Cakravartin, similar a la Fig. 19,
pero de estilo posterior. Amarvat´, alrededor del 200 D. C Madras Museum. Fotografía de la
India Office.
LÁMINA VI
Figura
21. Sello del Valle del Indo, ca. 3000 a. C. Archaeological Survey of
India photograph.
Aquí se representa el culto de la deidad (¿Yak·a?) del pippala
(Ficus religiosa, el Árbol Bodhi del
budismo). La deidad lleva un símbolo de tres puntas (¿«tri§èla»?) cf. la concepción védica de Agni como Vanaspati, y como
latente o naciente en la vegetación, etc. Cf. Marshall, Mohenjodaro, Londres (Probsthain), 1931, Lám. XII, Fig. 18, y págs.
65 sigs.
Figura
22. Sello del Valle del Indo, ca. 3000 a. C. Fotografía de la India
Office.
Como en la iconografía posterior, la deidad,
sentada con las piernas cruzadas, es de tres caras, y se ha identificado,
probablemente acertadamente, con êiva.
Como antes, tiene un tocado de tres puntas, semejante a un tri§èla. Cf. Marshall, Mohenjodaro,
Londres (Probsthain), 1931, Lám. XII, Fig. 17, y págs. 53 sigs.
Figura
23. Parte de la cara interior del toraöa norte, Sñc´. Comienzos del siglo primero a. C. Fotografía de la India
Office.
Arriba, el símbolo del tri§èla como se examina en el texto, págs. 22 y sigs. Combinado con éste
está el símbolo del «escudo» examinado atrás en la Fig. 13. La columna de
soporte es de ocho caras.
Abajo, el abhi·eka
de êr´-Lak·m´,
aquí considerada quizás como My-dev´,
la Madre del Buddha, ver texto, pág. 36.
Entremedias, êr´-Lak·m´ o Mya-dev´ representada anicónicamente por el loto. A
la izquierda, dos yak·´s
con sus árboles.
Figura
24. Detalle de un caballete procedente
de Amarvat´, ca. 200 d. C. Madras Museum.
En la curvatura del rizoma del loto se representa
el culto del Dharmacakra, el Buddha como el Sol Supernal. Debajo de esto hay un
cuádruple tri§èla o vajra; cf. las Figs. 16 y 18.
Figura
25. Rimb¯, dharmacakra, usado en el ritual shingon. Museum of Fine Arts,
Boston, Nº 22.527.
Centro de loto; ocho radios del tipo vajra simple.
Figura
26. Kong¯-sho, vajra, usado en
el ritual shingon. Museum of Fine Arts, Boston, Nº 22.509.
El tipo «simple», tokk¯ en cada punta.
Figura
27. Kong¯-sho, vajra, usado en
el ritual shingon. Museum of Fine Arts, Boston, Nº 22.510.
El tipo de «tri§èla»
usual, sank¯ en cada punta.
Figura
28. Katsuma-kong¯, karma-vajra, usado en el ritual shingon. Museum of Fine Arts,
Boston, Nº 22.505.
Cf. Ishida, A
Study on the Excavation of Buddhistic Remains at Nachi, Tokyo Imperial Household
Museum Investigation Series, Nº 5, Tokyo, 1927, p. 55.
El «vajra
en operación», equivale al «dharma-cakra-pravartana».
El karma-vajra, que es el equivalente
directo del katsuma-kong¯ (puesto que katsuma es la transliteración japonesa regular de karma), aparece en el Mahbhrata I.6487, donde se aplica a los Sèdras, «cuyo poder es el trabajo», o «cuya
virtud es la labor». En cuanto a la designación de un símbolo, karma-vajra es evidentemente equivalente
a dharma-cakra, brahma-cakra, cf. êvetâ§vatara Up. VI.1-4: «…es por la
omnipotencia (mahim) del Ángel como esta Rueda de Brahma es
puesta en rotación en el mundo (loke-bhrmyate).
Pues es hecha rotar (v¨ttam) por él —que es siempre omnisciente
de todo esto (nityam ida× hi
sarva× jñaú), cuyo conocimiento
del tiempo, del no tiempo, y de los factores es entero (sarvavidyaú)— es por él
que es hecha rotar (vivartate) esa
operación (karma), a saber, todo
aquello que se considera como sólido (p¨thvya)
flogístico (teja), líquido (pya),
gaseoso (anila), o espacial (kha). Habiendo hecho ese trabajo (tatkarma k¨tv),
recede de nuevo (vinirvartya bhèyaú), unificando (samêtya yogam = sa×gamya,
êyaöa),
Quididad con Quididad (tattvasya tattvena,
cf. la «mismidad de todos los dharmas»
budista)… Emprendiendo así (rabhya) todas estas operaciones
factoriales (guöânvitni
karmöi), y deponiéndolas después nuevamente (viniyojayed yaú), siendo
allí una negación de la operación activa (k¨ta karma-n§aú) en el no ser (abhve), él, en esa aniquilación de la operación (karma-k·aye), permanece otro que la Naturaleza
de la Quididad (tattvato’nyaú)».
LÁMINA VII
Figura
29. El Buddha predicando a los
Bodhisattvas sobre el Monte G¨dhrakèÊa. Krl´, ca. 500 d. C.
Fotografía por Johnston and Hoffman, Calcuta.
Ver el análisis detallado en el texto, págs. 87-87.
LÁMINA VIII
Figura
30. Mandara Hokke. Bronce, obra del
monje D¯my¯, en el año
Hakuk¯ 2, equivalente al año 673 d. C. En propiedad del monasterio
Hasedara, Nara. De una fotografía prestada por el profesor Langdon Warner.
En el panel del medio, la Manifestación y Enseñanza
sobre el Monte G¨dhrakèÊa, como se describe en el Saddharma Puö¶ar´ka,
japonés Hokke-kyo, Capítulos XI y XX.
A la izquierda, el Tathgata, êkya-muni, en pose de enseñanza (cf. Fig.
29), asistido por înanda y Rhula y cuatro Bodhisattvas. En el centro, el
stèpa (japonés taho-t¯) de Prabhètaratna («Entonces surgió un stèpa del lugar de la tierra (p¨thiv´prade§t)… la espira de su chatra subió tan alto como para alcanzar a los Cuatro Grandes
Reyes; en él está la Sí-mismidad (tma-bhva) del Tathgata (el anterior Buddha Prabhètaratna)…
y de acuerdo con su voto solemne, el stèpa
se abrió y se mostró… y allí se vio sentado al Tathgata Prabhètaratna
sobre su trono… y cedía al Señor êkya-muni
la mitad del trono… de manera que ambos Tathgatas
se veían sentados sobre el trono dentro del gran stèpa de Joya… (Cap. XI)…el Tathgata,
êkya-muni, y el Tathgata completamente extinguido (parinirv¨tta) Prabhètaratna,
sentados ambos sobre el trono del león dentro del stèpa, se sonreían entre sí, y sus bocas abiertas promulgaban una
lengua, de manera que sus lenguas se extendían hasta el Brahmaloka, y de esas
dos lenguas salían incontables miríadas de rayos, y de cada rayo incontables
miríadas de Bodhisattvas, de cuerpo de oro, con las treinta y dos marcas particulares
de un Mahpuru·a, y sentados sobre tronos de león en cálices de loto… que
estacionados en cada cuadrante, predicaban la Ley (dharma)… de manera que cada existencia en cada campo del Buddha
escuchaba esa voz proveniente del cielo… (Cap. XX)»).
A la derecha, en todos los respectos una réplica
del Buddha êkya-muni, excepto en lo
que concierne a la vestidura y al trono, está sentado el Bodhisattva Maitreya,
que es el principal orador en beneficio de los Bodhisattvas asambleados, y en
respuesta a quien el Buddha pronuncia el importantísimo Capítulo decimoquinto
del texto.
Se verá que el stèpa,
que «surge de la tierra», se representa acordemente como soportado por un loto,
combinado con el cual tenemos los cuatro «leones adamantinos» (kong¯ shishi) mencionados en la inscripción.
En el nivel más bajo, que representa el plano
terrestre (y que corresponde al nivel más bajo en la Fig. 29), sólo hay colocadas
la inscripción dedicatoria y las figuras de los Yak·as guardianes (ni¯).
La apariencia del «totalmente extinto» (parinirvta) Prabhètaratna
junto con el «todavía vivo» (sthita) êkya-muni forma el tema de innumerables esculturas
chinas (cf. Sirén, Chinese Sculpture,
Láms. 47, 55, 121, 181). La aparición de Prabhètaratna
es una resurrección del «cuerpo», y toda la manifestación sobre el Monte G¨dhrakèÊa
(japonés Ry¯zen J¯do) es un «Juicio Final», al menos en este
sentido, a saber, que aquellos que no están cualificados están excluidos. ¿Cómo
puede comprenderse una tal resurrección? ¿Cómo puede el que estaba «totalmente
extinguido» (en términos europeos, «sumergido», «muerto y enterrado en la
Divinidad») en un eón anterior aparecer ahora y ser visto y escuchado por los
Ángeles todavía vivos del eón presente?.
Sin examinar en detalle todo el problema de la
condición de los Sdhyas, Munis, Jinas,
T´rtha×karas,
etc., pasados y presentes (que el Buddha se negaba a examinar), puede señalarse
que en todas las formulaciones tradicionales tales seres no se consideran
evidentemente como «individuos», sino como «Personas» distintas en el mismo
sentido en que son distintas las Personas de la Trinidad (los «Distintos
Ángeles» que son anyonyayonita, itaretarajanmna, etc.), al mismo
tiempo que son Uno (ekam bhavanti, Aitareya îraöyaka II.3.8, «donde toda existencia deviene
de un único nido», Mahnrâyaöa Up.,
II.3 = Vjasaney´ Sa×hit XXXII.8, yatra vi§vam bhavaty ekan´¶am); y puede
explicarse parcialmente la condición de sadasat,
equivalente a «simultáneamente vivo y muerto en lo Supernal». Así, la alusión a
un individuo, por nombre fulano, y de tal y tal aspecto, de quien se afirma que
ha alcanzado la extinción completa en un eón anterior, incluye la afirmación de
que la manifestación de una forma y aspecto tal había estado entre las
posibilidades de existencia primordiales. Ahora bien, la posibilidad en este
sentido no está en modo alguno sujeta al tiempo; todo lo que ha sido una
posibilidad de manifestación permanece una posibilidad no meramente in saecula saeculorum, sino
independientemente de todos los tiempos, tanto en un eón como en otro. Por el
mismo motivo, una posibilidad tal será siempre visible para el jñna-cak·u (para el que no hay ningún proceder
desde la potencialidad al acto) como una actualidad. También podemos expresar
esto diciendo que todas las partes de la Pintura del Mundo «pintada por el Sí
mismo en el lienzo del Sí mismo» es necesariamente siempre-presente para el Sí
mismo. Todo lo que se ha reflejado en el speculum
eternum (San Agustín, De Civ. Dei,
lib. A, XII, c.29) se refleja ahora y siempre ahí, y mentes se videntium ducit in cognitionem omnium creatorum. En tanto
que Prabhètaratna, que había sido
totalmente extinguido, había visto con el Ojo de la Sabiduría (jñna-cak·u), una visión que no puede cambiar, a
saber, su propia imagen, que es su comprensión de sí mismo, debe considerarse
como permaneciendo siempre dentro del rango de su propia visión, y en este
sentido «él» está siempre virtualmente «presente». La noción es similar a la de
Juan X.9, «Yo soy la puerta (= loka-dvra);
si algún hombre entra por Mí, será salvado, y entrará y saldrá, y siempre encontrará pradera», donde «encontrará
pradera» = annam ad, «existir», cf.
Juan I.3, «Todas las cosas que habían sido creadas estaban en él como vida», y
Mateo XII.29, «Pues él no es un Dios de los muertos sino de los vivos: pues
todos viven en él». Esta inmortalidad del que ha sido completamente extinguido
y está muerto y enterrado en la Divinidad no es ciertamente una inmortalidad
del ego como se comprende comúnmente; es más bien el ser potencial de un
«nombre» (nma) que no puede ser
aniquilado, y de un «aspecto» (rèpa)
que debe presentarse siempre que se «nombre» este «nombre».
LÁMINA IX
Figura
31. Taiz¯-h¯ mandara, Garbha-ko§a (-dhtu) maö¶ala, porción central. Original
japonés en el Monasterio T¯ji, Kyot¯. Según Æmura
Seigai, Sanbon Ry¯bu Mandara, Toky¯, I, 1913.
Este original japonés, pintado en el año 1693 d.
C., es la tercera copia del original chino llevado al Japón por K¯b¯
Daishi en el año 806 d. C.; la primera y segunda copias se habían hecho en el
1195 y 1292.
Las Personas (Hipóstasis) son como sigue:
Hosh¯ Nyorai
(el Tathgata
Ratnaketu)
Miroku
Bosatsu Fugen
Bosatsu
(el Bodhisattva Maitreya) (el
Bodhisattva Samantabhadra)
Tenkoraion Nyorai
(el Tathgata
Divyaduö¶ubhimegha-nirgho·a)
|
Birushana Nyorai
(el Tathgata
Vairocana)
|
Kaifuke¯
Nyorai
(el Tathgata
Sa×kusumita-rja)
|
Kwanjizai
Bosatsu Monjushiri
Bosatsu
(el
Bodhisattva Avalokitê§vara) (el Bodhisattva Mañju§r´)
Muryoju Nyorai
(el Tathgata
Amitâyus)
Los Buddhas ocupan el centro y cuatro pétalos de
loto, los Bodhisattvas ocupan los cuatro pétalos restantes. Vairocana es el (îdi-) Buddha primordial identificado con el
Sol Supernal; los otro cuatro Dhyni
Buddhas representados son los de los cuatro cuadrantes, y la orientación en el
diagrama es la siguiente
Este
Sur Norte
Oeste
El equivalente exacto del maö¶ala como se ilustra aquí puede verse en la forma Shuji (semilla-letra)
en el campo central de la Fig. 32.
Getty reproduce un maö¶ala como el de la Fig. 31 en todos los respectos, Gods of Northern Buddhism (2ª ed.), Lám.
XVI. Anesaki reproduce una representación correspondiente de Vairocana (como
Ichijikinrin) en la forma Vajra-dhtu,
Nº 09.387 en el Museum of Fine Arts, Boston, Buddhist Art (1ª ed.), Lám. XIV. Aquí «los dedos de la mano derecha
tocan el dedo índice de la izquierda… el gesto simboliza la unidad de las almas
cósmica e individual en la iluminación espiritual final» (ídem, págs. 34, 35; cf. «Si-do-in-dzou, gestos del oficiante en las
ceremonias místicas de las sectas Tendai y Shingon», Annales du Musée Guimet, VIII), mientras que en la forma de
Garbha-dhâtu las dos manos sujetan el Dharmacakra, lo que implica su distinción
sobre el plano de operación.
En el original, los paneles inmediatamente arriba y
abajo del área central reproducida aquí contienen cada uno cinco
representaciones, en las que se lee de izquierda a derecha lo siguiente:
Arriba, Shishigute-butsumoson (Cuö¶-bhagavat´,
SaptakoÊi-buddha-mt¨),
Butsugen-butsuno (Buddha-locana), Issai Nyoraichi-in (Sarvatathgata-jñna-mudr), Daiyèm¯ Bosatsu (Mahv´ra), Daianrakufukèshinjitsu (Vajrâmogha-samayasattva, Mahsukhâmogha-vajrasattva), y también figuras más pequeñas encima
del símbolo central, a saber, a la izquierda Kaya-kasho (Gay K§yapa),
y a la derecha Urubinra-kasho (Uruvilva K§yapa).
Abajo, Shosanzeson (Trailokya-vajra), Daiitokuson (Yamântaka), Hannya-haramitsu
(Prajñapramit), G¯sangeson (Vajra-hè×kara), y Fud¯san
(Acalantha).
La más interesante de estas representaciones es el
símbolo superior central de la «Sabiduría de Todos los Tathgatas», que corresponde a la forma
manifestada de la Prajñpramit
en el centro del panel más bajo. La Prajñpramit,
que corresponde a la Aditi védica y la Sophia gnóstica, es también Tabhgata-garbha, «la Matriz de todos los
Buddhas», potencial y maternal: para una exposición más detallada, ver
Obermiller, E., «The Doctrine of Prajñpramit,
etc.», en Acta Orientalia XI. Esta
potencialidad universal del intelecto posible se representa por un triángulo
equilátero flamígero (ver ilustración, pág. 51) descansando sobre su base, y
soportado por un «terreno» de loto. De los dos svastikas, el situado en el «punto» (bindu) dentro del triángulo es principial, y representa al Movedor
Inmutable o a la Primera Causa de la Moción, mientras que el segundo, externo
al triángulo, implica la moción efectiva de los mundos. En tanto que corresponde
al Sol naciente, este triángulo está situado en el Este; corresponde también a
Manas en la Trinidad Manas, Vc, Prâöa. El correspondiente símbolo Vajra-dhtu del intelecto operativo es un triángulo
en la imagen de éste, pero con su vértice hacia abajo, situado en el Oeste,
donde el Sol se refleja o se «pone» en las Aguas, que corresponden también a Vc en la Trinidad Manas, Vc, Prâöa.
LÁMINA X
Mandara Ry¯bu,
es decir, los maö¶alas Garbha-ko§a-dhtu
y Vajra-dhtu representados como
mandaras Shuji («semilla-letra»). «Representaciones diagramáticas en las que
las figuras de las deidades de los dos Ciclos se sustituyen por letras
sánscritas. Estas letras, llamadas Shuji
(sánscrito, B´ja) o semillas, se
consideran como símbolos eficaces de las deidades shingon» (Anesaki, Buddhist
Art, Lám. XVI). Son japoneses, de finales del siglo XVII. Museum of Fine
Arts, Boston, Nºs. 11.7114 y 11.7113. Éste último lleva la signatura «Siddha
(caracteres) escritos por Kwaien en sus últimos años»; Kwaien era el alias del monje shingon Ch¯zen, que era famoso por su maestría en este
arte.
Figura
32. El maö¶ala Garbha-ko§a-dhtu, en el que los tattvas (Quididades o Principios) se
muestran en sus formas manifestadas sensiblemente. El campo central corresponde
a todo el área que se muestra en las Fig. 30 y 33. Vairocana se representa por
la sílaba (semilla-letra) «AÞ»: con la cual puede compararse
una representación de Vairocana (Fig. 40) por la sílaba A sobre un trono de
loto, soportado por un «tallo» de vajra,
que se apoya a su vez sobre un loto más bajo.
Figura
33. El maö¶ala Vajra-dhtu, en el que los tattvas (Quididades o Principios) se
muestran en formas manifestadas intelectualmente. Aquí Vairocana se representa
por la sílaba (semilla-letra) «VAM».
Compárese la gran densidad de los elementos de
orden representados en esta figura con la noción de prajñna-ghana en la B¨hadraöyaka Up.,
IV.5.13, y en la Mö¶èkya
Up. 5.
Sobre el simbolismo shingon ver también Getty, Gods of Northern Buddhism (2ª ed.),
1928, págs. 28 sigs. y trikona y vajra en el Índice. En Anesaki, Buddhist Art (1ª ed.), 1915, Lám. XVI,
que reproduce nuestras Figs. 32 y 33, las posiciones relativas de los mandaras en la lámina están invertidas.
LÁMINA XI
Figura
34. El Buddha (Amida, Amitâbha),
acompañado por los Bodhisattvas, Padmapöi a la
derecha, y Mahsthmaprâpta a
la izquierda. La Trinidad de Amida de Tachibana Fujin. Japón, comienzo del
siglo VIII. Propiedad del Monasterio de H¯ryuji,
Nara. De fotografías prestadas por el profesor Langdon Warner.
Cada miembro de la Tríada está soportado por un
loto, y los tallos de las flores surgen de las aguas onduladas que forman la
base horizontal del santuario.
Figura
35. Las Aguas onduladas, de las que
surgen los tallos de los tronos de loto que soportan a la Trinidad, como se
muestra en la Fig. 34.
LÁMINA XII
Figura
36. Retablo de la Trinidad de Amida,
Figs. 34, 35. De una fotografía prestada por el profesor Langdon Warner.
El nimbo se representa con un loto central, del que
los lotos de soporte deben considerarse como un reflejo en las Aguas
Inferiores.
Figura
37. El Buddha predicando a los
Bodhisattvas sobre el Monte G¨dhrakèÊa; o quizás, más exactamente, Amida, asistido por los
Bodhisattvas Padmapöi (?) y Maitreya. China, 678
d. C. Colección del Marqués Osokawa. Según Æmura Seigai,
Shina Bijutsushi Chosohen, Tokyo,
1915, Lám. 777.
Trono de loto doble, la flor de abajo con leones,
que forman el usual trono de loto y de león.
Figura
38. Arriba, el Buddha predicando a los
Bodhisattvas sobre el Monte G¨dhrakèÊa; abajo, la manifestación monástica sobre el plano de la
tierra.
El Buddha se representa como enseñando sobre dos
«niveles», cf. Fig. 29. El loto de soporte y su tallo forman un tipo de «Árbol
de Jesé». En el nivel más bajo, los pies del Buddha están soportados por dos
flores de loto separadas.
Un monumento en el Wu Ting Village, China, 678 d.
C. Según Æmura
Seigai, ut supra, Lám. 778.
LÁMINA XIII
Figura
39. El Bodhisattva Mañju§r´. Japón, siglo XIV. Museum
of Fine Arts, Boston, Nº 17.748.
El Ángel de la Sabiduría. Sostiene en su mano
derecha la espada flamígera de la Comprensión (con una empuñadura de vajra), y en su mano izquierda un
ramillete de loto, cuya flor soporta un libro (el Saddharma Puö¶ar´ka), sobre el cual se eleva erecto un vajra flamígero, cf. Fig. H.
Figura
40. La forma Garbha-dhtu de Vairocana. Japón, comienzos del siglo XV. Museum of Fine
Arts, Boston, Nº 11.6296.
Vairocana se representa por la semilla letra A,
soportada por un loto circundado (por las Aguas Primordiales), encima de un
segundo loto (de las Aguas Superiores), separado por un vajra erecto (el Eje del Universo), que se apoya sobre un tercer
loto (de las Aguas Inferiores). Cf. la descripción de la Fig. 32.
LÁMINA XIV
Figura
41. Cara frontal del pedestal de la
Trinidad Yakushi (Bhai·ajyaguru Vaidèrya). Japón, dedicado en el año 697 d. C. Monasterio
Yakushiji, Nara; guardado en el Kondo, Nara. Ver texto en las páginas 87-88.
Figura
42. Fukè-Kenjaku,
Amoghap§a, una forma de Padmapöi (Avalokitê§vara) principalmente en el
uso Tendai. Japón, probablemente Kamakura. Templo Kanchi-in, Kyot¯. Foto del Institute of Art Research, Toky¯.
El Bodhisattva tiene ocho brazos; las manos de
abajo (las normales) están en la posición namaúkra,
las segundas manos derecha e izquierda sostienen una vara (daöda) y un lazo (p§a),
las terceras manos derecha e izquierda están en varada mudr, y la
superior derecha sostiene el báculo (khakkara,
japonés shakuj¯) con seis anillos. Hay un Dhyni
Buddha de pie en la corona. El ornamento central del channav´ra es un Dharmacakra (japonés rimb¯)
que reposa inmediatamente sobre el ombligo (cf. êatapatha Brhmaöa
V.7.1.9, e Hiraöyake§in G¨hya Sètra
I.6.24.1, como se cita en mi Yak·as
II.24). La sede de loto está soportada por una columna o un eje de ocho caras,
con ocho protuberancias, eje que surge de un pedestal que representa cuatro
planos terrenales. En el Zenit cuelga un Sol Supernal (Amitâbha), del que la
sede del loto es el reflejo, bhsa.
La forma del báculo debe compararse con la del Eje
del Universo (vajra) representado en
las Figs. 2, 3, 12, 40, 41, E.
Figura
43. êiva-liºgam. Siglo I o II a. C. En pèj, Gu¶imallam,
Indra. Fotografía de la Archaeological Survey of India.
Otro tipo del «Eje». El Yak·a Atlante puede compararse con el Yak·a de soporte de la Fig. 41.
Cf. Rao, Elements
of Indian Iconography, Lám. I, Vol. II, 65-69, y mi History, p. 68. Para el templo de Para§urmê§vara, donde el liºgam recibe culto (pèj), ver Indian
Antiquary, XL, 1911, 104-114, y Mem.
A.S.I., Nº 40, p. 24, y para el
fechado, ver mi nota en I.H.Q., VII,
750 (830).
Para otros ejemplos indios del tipo de Yak·a, ver Burgess, Stèpa of Bharhut, Lám. XXII, Fig. 1, y Vogel, «La sculpture de Mathur», Ars
Asiatica, XV, Lám. XVII, Fig. b. Ver también arriba, págs. 87-88.
LÁMINA XV
Figura
44. El Bodhisattva Padmapöi, con seis brazos y soportado por un loto. De Bäzäklik,
Murtuq, Turkestan, ca. Siglo IX.
Según Grünwedel, Altbuddhistische
Kultstätten in Chinesisch-Turkistan, 1912, Fig. 590.
El soporte de loto es doble. El tallo de abajo, que
surge directamente de las Aguas, corresponde al nivel de manifestación terrenal
o Nirmöakya; su flor soporta el Monte Meru, en tanto que el skambha o sthauros que separa como un pilar el Cielo y la Tierra. Esta
columna, como un haz atado, está formada por una parte como un vajra, y por otra corresponde en su
figura a las representaciones del Monte Meru, tal y como pueden verse en las
Figs. 243 y 482 de Grünwedel. Los dragones o ngas atados alrededor de la «cintura», corresponden a los múltiples
dragones que rodean la «cintura» del Meru, en la Fig. 243 de Grünwedel, y
también a los dragones en pareja atados al tronco del Árbol de la Vida (a§vattha) en el sello bien conocido del
Valle del Indo, Fig. 6 en mi History of
Indian and Indonesian Art. El tallo y la flor de loto de arriba, que corresponden
al nivel de manifestación celestial o Sambhogakya,
se apoyan sobre el plano de la cima del Meru. El Bodhisattva, sentado sobre la
flor superior, es un aspecto de la «Luz Sin Límites», indicada por el Amitâbha
del gorro. Las ramas laterales del loto superior llevan figuras nimbadas sin
identificar.
Esta representación, como nuestra Fig. 17, es una
de esas que se ha comparado a la fórmula del Árbol de Jesé como aparece en el
arte cristiano desde el siglo XI en adelante (ver Kingsley Porter, «Spain or
Toulouse? and others questions», Art
Bulletin, VII, 15 sigs.; Coomaraswamy, «The Tree of Jesse and Indian
parallels or sources», ídem XI,
217-220; Watson, Early Iconography of the
Tree of Jesse, 1934, págs. 58-66; Coomaraswamy, «The Tree of Jesse and
Oriental Parallels», Parnassus, VI,
Enero de 1934). Sin asumir ningún traspaso ni influencia coetáneos, puede
afirmarse, con toda seguridad, que todas éstas son formas afines, que tienen un
origen finalmente común y la misma significación fundamental. Esta
significación común es muy evidente en el hecho de que la virga cristiana (que a menudo se asimila hermenéuticamente a virgo) se identifica con la Virgen, como
el terreno de la manifestación divina que florece en ella (San Bernardo de
Clairvaux, «La Virgen Madre de Dios es el tallo, su Hijo es la flor… ¡Oh
Virgen! ¡tallo de lo más alto, a qué sumidad sublime elevas tu santidad! ¡hasta
Aquel que se sienta sobre el trono!») y que igualmente el loto indio, en tanto
que la «tierra», es precisamente, de la misma manera, el soporte y el terreno
de la manifestación.
Como hemos explicado en nuestro texto, el loto
puede distinguirse lógicamente del Árbol de la Vida y el Eje del Universo en
sus otros aspectos diferentes, al mismo tiempo que es coincidente con éstos y
que se extiende desde la base a la cima del universo manifestado, con ramas que
se abren a derecha e izquierda como los brazos de la Cruz; ramas que son los
soportes o los «nidos» de los principios individuales, y los medios de su
conexión con el centro, como puede verse en la mayoría de los ejemplos del
Árbol de Jesé, así como en la mitad superior de la figura presente. Cuando hay
palomas en las ramas, esto corresponde exactamente a RV I.164.21, yatra suparö am¨tasya
bhgam… abhi svaranti, «Allí
los Bello-Alados cantan su porción de aeviternidad», a X.91.2 donde Agni «como
un pájaro encuentra un hogar en cada árbol», a B¨hadraöyaka Up. IV.3.2, «El ha×sa,
la Persona de Oro, por el Espíritu guarda Su nido más bajo», y a muchos textos
análogos.
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